Enviado por CCI Online el
Publicamos una toma de posición sobre la reciente lucha de los trabajadores técnicos de Movistar. Esta toma de posición es el resultado de un amplio debate entre compañeros próximos a la CCI. Este fue iniciado por la contribución de un compañero, la cual constituye el esqueleto de este artículo, y después hubo diferentes aportaciones que han sido incorporadas en el texto final.
El papel de las luchas inmediatas del proletariado
Las luchas inmediatas en defensa de las condiciones de vida de los proletarios constituyen uno de los factores en el proceso de formación de la conciencia, la solidaridad, la unidad y la determinación del proletariado. Los revolucionarios prestan una gran atención a estas luchas y participan en ellas en la medida de sus posibilidades. Las apoyan con todas sus fuerzas y jamás desdeñan las mejoras económicas que se puedan conseguir, pues son necesarias para la supervivencia cotidiana de los trabajadores, y concretan el arrojo y la iniciativa de los proletarios para hacer valer sus necesidades ante el capital, pues constituyen una declaración de guerra a la lógica mercantil y nacional del capital.
Esta nos dice que hemos de sacrificarnos por los imperativos de la acumulación capitalista y, por consiguiente, trabajar más horas, cobrar menos, admitir despidos y endurecimiento de las condiciones laborales, pérdida de prestaciones sociales etc. etc., para que las ganancias de los capitalistas prosperen y, sobre todo, para que la nación –española, griega, alemana o catalana– se haga respetar en el concierto internacional y su marca sea “reconocida”.
Contra ella, al luchar por sus condiciones de vida, los proletarios están proponiendo implícitamente que la vida humana no es para la producción –la lógica del capital– sino que la producción ha de ser para vida –la lógica de la nueva sociedad comunista que el proletariado lleva en su seno[1].
Quedarse en esa propuesta implícita no es suficiente pues la inmensa mayoría de esas luchas no producen ningún resultado. De ahí que su principal aporte sean las lecciones que dan –generalmente negativas– de cara a la lucha histórica por una nueva sociedad. Se necesita mirarlas críticamente para desarrollar y profundizar el acerbo teórico, organizativo y moral del proletariado.
El papel de las huelgas
La huelga es el terreno del que clásicamente han partido los proletarios a la hora de tomar consciencia de la realidad de su clase, pues pone sobre la mesa uno de los mejores caldos de cultivo a tal efecto: la lucha contra los ataques económicos del capital, la percepción, o al menos la intuición, de primera mano, de que todos los trabajadores asalariados deben defenderse y entrar en combate, tarde o temprano, con esa relación social que es la producción capitalista.
Sin embargo, ¿cuál es el sentido esencial de la huelga? Ayer, en la etapa ascendente de un capitalismo que tenía todo un mundo por conquistar, podían conseguirse mejoras económicas reales y más o menos duraderas para los proletarios. Pero incluso entonces los revolucionarios de la época ponían el énfasis en la necesidad de ver que lo verdaderamente significativo de las huelgas es lo que enseñan a los proletarios, lo que éstos debaten de forma masiva, aprenden, y se refuerzan políticamente. Hoy día, la acumulación capitalista de un modo de producción en descomposición, pocos márgenes da ya para la mejora real y duradera de la situación de los proletarios, por no decir ninguno. Si los revolucionarios defendemos la huelga autoorganizada aquí, es porque predispone unas condiciones más que óptimas para el establecimiento de lazos de solidaridad y confianza entre trabajadores, y porque los empuja como ninguna otra acción al debate de masas, a la organización de asambleas masivas en las que cada uno de los aspectos de esta sociedad se pone bajo la criba de la crítica y la discusión.
No se trata, pues, de defender la huelga como una acción ''dañina'' de por sí para un capitalista en concreto o porque haya que ''hacer daño'' a la producción y al bolsillo del burgués cueste lo que cueste. Para nosotros lo primordial es el debate, las asambleas como medio independiente políticamente del Estado y el capital, que la huelga anime a llevar adelante a los proletarios, para que éstos se apropien, tomen contacto, con sus métodos de lucha históricos fuera de la influencia de la política de Estado burguesa.
La huelga forma parte del conjunto de medios que posee la lucha de clase del proletariado. Esta combina la lucha económica, la lucha política y la lucha ideológica, las tres forman una unidad de la que se nutre la conciencia proletaria.
Una tentativa de auto-organización
La huelga, indefinida, que organizaron los trabajadores técnicos de Movistar ha contado con un doble filo casi desde el principio: el más perjudicial es el de que, hasta donde conocemos, la huelga fue convocada por CCOO y UGT, lo cual ya pudo haber impreso en su dinámica la fuerte tendencia al gremialismo presente en esta huelga.
El lado más esperanzador, no obstante, ha sido el notable esfuerzo que ha habido por parte de los trabajadores de formar asambleas fuera y a parte de las grandes centrales sindicales, de auto-organizarse y de ir más allá. Es por ello que podemos afirmar que la lucha tuvo, durante un periodo de tiempo ostensible, una auténtica perspectiva de lucha proletaria auto-organizada y que guardaba su potencial.
Las asambleas expresan, por una parte el esfuerzo de unificación que existe en la clase obrera; en segundo lugar, la tentativa de tomar en mano la lucha peleando por arrebatársela a las organizaciones del Estado capitalista que al controlarla la llevan a la derrota. Y en tercer lugar, anuncia un nuevo modo de organización social –el comunismo– basado en la decisión asociada de la humanidad liberada de toda forma de explotación. Vimos las asambleas como uno de elementos más destacados del movimiento de indignados y también en Gamonal[2].
Toda lucha debe verse en su contexto histórico e internacional, de otra manera la veremos con gafas empiristas e inmediatistas que nos impedirá sacarle el rico jugo que contiene. La lucha de MoviStar sucede dentro de un momento histórico de debilidad del proletariado por la pérdida de su identidad como clase y por la terrible desconfianza que sufre en su capacidad de acción como fuerza social independiente.
Se inscribe en un hilo de luchas que pese a todo lo que aportan está por muy por debajo de lo que exige la gravedad de la situación del capitalismo. De un lado, movimientos de huelga en Asturias (2012), en Bangla Desh[3], en China[4], en Sudáfrica[5], en Vietnam, recientemente en algunas zonas de Turquía… De otro lado, la ocupación de plazas y asambleas masivas que expresaron el movimiento anti-CPE en Francia (2006)[6] y el movimiento de indignados en España (2011)[7], de los que en fechas más recientes hubo ecos más atenuados en Brasil[8] y Turquía[9] (2013) o Perú (2015)[10].
Las fuerzas políticas y sindicales de la burguesía en su afán de dividir y encasillar a los proletarios en lucha oponen ambos tipos de movimientos cuando aún teniendo diferencias tienen una profunda unidad. En esa unidad y muy particularmente en el esfuerzo de auto organización se inscribe la lucha de MoviStar.
Intentos de solidaridad
Hemos visto también tentativas de solidaridad. Un fuerte sentimiento de solidaridad entre los trabajadores…, pero que no trasciende como clase, es decir, la solidaridad “externa”, de trabajadores de otros sectores, no se vive como parte de un mismo movimiento de lucha, sino como un apoyo (que se agradece con sinceridad), hay, lógicamente, una falta importante de conciencia de ser una misma clase mundial luchando por los mismos intereses. Los izquierdistas, que en el papel utilizan palabras muy del diccionario proletario, favorecen esta visión sesgada, planteando siempre un inmediatismo y ese “sentido común”, que indica que primero hay que mirar por lo “urgente” visto en el sentido más mezquino.
La lucha misma expresa un esfuerzo notable de unificación que en el caso de Movistar es aún más loable, tratándose de una empresa en la que los trabajadores técnicos operan en una situación de gran atomización, sin estar concentrados en centros de trabajo y con plantillas fragmentadas, y trabajando muchos de ellos en términos legales, incluso, no en calidad de trabajadores por cuenta ajena sino como ''falsos autónomos''[11].
El peligro de encierro de la lucha
En contrapartida, la lucha ha mostrado el grave peligro del gremialismo, el actuar ''a lo espartano'': les ocurrió a los trabajadores de Coca-Cola y también a los de Panrico, ya que cuando le ven el plumero a las grandes centrales sindicales eso no es sinónimo automático de que se supere por completo la lógica sindical. Ha habido y hay una poderosa tendencia en las luchas parciales de los proletarios a no buscar explícitamente la unificación, extensión y el debate de masas en sus asambleas, sino de ir a parapetarse y aguantar todo lo posible en esa empresa o ramo de producción hasta conseguir un veredicto judicial o un pacto favorable.
Este tipo de reacciones consistentes en encerrarse en la cueva oscura del sector, la empresa o la corporación, tienen varias causas. Una primera está clara y la acabamos de analizar: la pérdida de identidad de clase crea un sentimiento de vacío, de no saber a quién dirigirse para buscar la solidaridad, un agarrarse desesperadamente al supuesto refugio protector que ofrecería el ámbito reducido y supuestamente “cercano” de la empresa, la corporación, los “colegas”…
Esto lleva el sello de una situación histórica que hemos caracterizado como la descomposición del capitalismo y que imprime en todos los componentes de la sociedad una peligrosa tendencia a la dislocación, al cada uno a la suya, a la dispersión. Como decimos en dicha Tesis “el “cada cual a lo suyo”, la marginalización, la atomización de los individuos, la destrucción de las relaciones familiares, la exclusión de los ancianos, la aniquilación de lo afectivo y su sustitución por la pornografía, el deporte comercializado y mediatizado, las concentraciones de masas de jóvenes en plena histeria colectiva a modo de canción y baile, sustituto siniestro de una solidaridad y de unos lazos sociales totalmente ausentes. Todas esas manifestaciones de la putrefacción social que, hoy, a una escala desconocida en la historia, invaden por todos sus poros a la sociedad humana, expresan no sólo la dislocación de la sociedad burguesa, sino y sobre todo la destrucción de todo principio de vida colectiva en el seno de una sociedad sin el menor proyecto, la menor perspectiva, incluso a corto plazo, incluso la más ilusoria”[12].
Esto sin duda es un terreno propicio para la entrada de tendencias y organizaciones sindicalistas e izquierdistas, siempre dispuestas a llevar las luchas de los trabajadores a la ''zona segura'' de la legalidad burguesa, ''por su propio bien'' o el de ''la lucha'' en abstracto. En un clima de aislamiento, de falta de reflexión, debate y contacto entre huelguistas y trabajadores de otros sectores, la lógica sindical y reformista halla su caldo de cultivo, y ésta precede al protagonismo de organizaciones que sólo buscan encuadrar a los trabajadores tras de sí y así asegurarse sus votos y su seguidismo.
Estas dicen defender a los trabajadores pero ya vemos qué hacen cuando asumen la responsabilidad gubernamental como es el caso de Syriza. Sin embargo, es preciso comprender su naturaleza cuando no están en el gobierno pues allí se les ve continuamente llamar a buscar una solución en los organismos legales de sus explotadores, del Estado, a no aprender ni reflexionar ni debatir al calor de la experiencia de lucha, sino a confiar la solución del conflicto a las fuerzas representantes del modo de producción que lo ha provocado y lo provoca todos los días en todas partes. Un ejemplo más que notorio de esto es cómo la tendencia trotskista ''El Militante'' aplaudía calurosamente el hecho de que los trabajadores de Coca Cola hayan acabado su lucha acudiendo al Tribunal Supremo para exigir que se impidiera el cierre de su fábrica de Fuenlabrada, lanzando consignas tales como ''Justicia en el Supremo''.
En el caso de la lucha de MoviStar, la suspensión de la huelga por ''otras formas de lucha'' suena a una confirmada conclusión de la lucha de los técnicos. Ya desde hacía semanas se notaba cómo la falta de unificación y extensión de la lucha estaba haciendo estragos en la misma, con la penetración en ella de ''nuevos protagonistas'' como Cayo Lara, líder de Izquierda Unida, o Pablo Iglesias, de Podemos, al que un grupo de trabajadores, eso sí, reducido, le despidió al grito de ''Presidente'' en una intervención en una de sus manifestaciones.
Perspectivas
Es evidente que las luchas actuales necesitan de elementos clave –de los que antes hemos hablado– y que resultan aún lejanos: lo que aparece de forma casi intuitiva (la solidaridad y la autoorganización) precisa de una mayor elaboración y que hacen profundizar los primeros: la identidad como clase, la conciencia de clase (histórica e internacional), la extensión de la lucha, que nos ayude a avanzar hacia la apropiación de la teoría revolucionaría por parte de las masas
Desde luego, es necesaria la propaganda contra todos los esfuerzos encaminados a fortalecer la credibilidad del Estado burgués ante los obreros, de su democracia y sus órganos representantes para solventar los conflictos entre éstos y sus explotadores, así como contra las concepciones sindicalistas, abiertamente reformistas y propias de formas de lucha tiempo ha superadas, que las organizaciones izquierdistas instilan en los proletarios continuamente y suponen un peligro añadido en los países cuya burguesía ha sabido dotarse de un aparato democrático bien engrasado y de una profunda experiencia política frente a situaciones como ésta. Tan necesario todo ello, como, en la medida de lo posible, la intervención de los revolucionarios en las huelgas y su participación como factor activo de esa toma de consciencia y de ese combate contra las concepciones reformistas y sus figuras, democráticas o no, que a sueldo del Estado siempre tendrán asegurada su presencia y/o influencia en las luchas del proletariado, formando ellas también un factor activo en el sentido contrario: en el de la disgregación, la dislocación y la desmoralización, ya física o ideológica.
Es importante elaborar balances, críticas…, y hacerlas llegar con nuestra solidaridad, no como grupos externos, sino como parte de una misma clase que lucha. Es importante estar en estas luchas porque, nos acercan a la realidad de la lucha de clases en sus niveles inmediatos, nos aportan elementos desde los que trabajar teóricamente, nos ayudan a relacionar las luchas inmediatas con la lucha revolucionaría y plantear la perspectiva histórica.
[1] Comunismo no tiene nada que ver con la sociedad de capitalismo de Estado cuartelario que reinó en la antigua URSS y que hoy rige en países como Corea del Norte, Cuba o China.
[3] Ver /accion-proletaria/201009/2956/huelgas-salvajes-y-manifestaciones-en-bangladesh-el-proletariado-rompe
[6] Ver /revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200
[10] Ver /content/4071/la-ley-pulpin-es-un-ataque-mas-contra-la-clase-obrera y /content/4085/balance-de-las-movilizaciones-contra-la-ley-de-empleo-juvenil
[11] Aclaración para lectores que no vivan en España: en este país a los trabajadores por cuenta propia que realizan trabajos o servicios a empresas (o a particulares) se les da categoría legal de “autónomos” o incluso de “pequeños empresarios”. Esta situación legal y social es significativa desde el punto de vista de la identidad de clase: son trabajadores que realizan trabajos propios de obreros asalariados pero en condición de auto-patronos supuestamente independientes.
[12] Ver “Tesis sobre la Descomposición”, Revista Internacional nº 62, /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo