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En el primer artículo de esta serie recordaremos, contra los que afirman que el concepto y que el término mismo de “decadencia” estarían ausentes o no tendrían valor científico en Marx y Engels, que esta teoría es la médula misma del materialismo histórico. Demostraremos que este marco teórico, así como el término de “decadencia”, estaba muy presente en Marx y Engels a lo largo y ancho de su obra. Detrás de la crítica o el abandono de la noción de decadencia, lo que está en juego es el rechazo de lo que constituye el corazón mismo del marxismo. Que la visión del mundo actual en decadencia sea negada por las fuerzas de la burguesía, es de lo más normal. El problema es que, contra ese esfuerzo por esclarecer los retos ante los cuales la decadencia de este sistema pone a la clase obrera y a la humanidad, las corrientes que se pretenden marxistas rechacen las herramientas que nos ha proporcionado el método marxista para comprender la realidad (1).
La teoría de la decadencia en la obra de los fundadores del materialismo histórico
Contrariamente a lo que se ha afirmado, los descubrimientos principales de los trabajos de Marx y Engels no residen en la existencia de las clases sociales, ni en la lucha de clases, ni en la ley del valor-trabajo o de la plusvalía. Todos estos conceptos, los historiadores y economistas los habían puesto en evidencia cuando la burguesía era todavía una clase revolucionaria frente a la resistencia feudal. El carácter fundamentalmente novedoso de los trabajos de Marx y Engels reside en la puesta en evidencia el carácter histórico de la división en clases, de la sucesión de modos de producción y del carácter transitorio del modo de producción capitalista y de la necesaria dictadura del proletariado como fase intermedia hacia una sociedad sin clases. Dicho de otra manera, el núcleo de sus descubrimientos no es otra cosa que el materialismo histórico:
“Por lo tanto, en lo que me concierne, no es a mí a quien se debe el mérito de haber descubierto ni la existencia de clases en la sociedad moderna, ni la lucha entre ellas. Mucho tiempo antes de mí, los historiadores burgueses habían narrado la evolución histórica de esas luchas de clases, y los economistas burgueses habían sacado a la luz la anatomía económica. Lo novedoso de mi trabajo ha consistido en demostrar: 1) que la existencia de clases está exclusivamente unida a las fases históricas determinadas por el desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3) que esta dictadura misma no representa más que una transición hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases” (carta de Marx del 5 de mayo de 1852 a J. Weydemeyer).
Según nuestros censores, la noción de decadencia no tendría nada de marxista y estaría ausente de la obra de Marx y Engels. Una simple lectura de sus principales escritos muestra, al contrario, que esta noción está en el centro mismo del materialismo histórico. Hasta tal punto, que en el Anti-Duhring (2) (1877) se nos dice que lo que hay esencialmente común entre la visión de la historia de Fourier y el materialismo histórico, son las nociones de ascendencia y de decadencia de un modo de producción, válidos para toda la historia de la humanidad, a los que Marx y Engels se refieren:
“Pero donde Fourier aparece como el más grande, es en su concepción de la historia de la sociedad (...) Fourier manejó la dialéctica con la misma maestría que su contemporáneo Hegel. Con una misma dialéctica, resalta que, contrariamente a la charlatanería sobre la perfectibilidad del hombre, toda fase histórica tiene su parte ascendente, pero también su parte descendente y él aplica además esta concepción al porvenir de la humanidad en su conjunto”.
Es quizás en el pasaje de Principios de la crítica de la economía política citado en la introducción, donde Marx da la definición más clara de una fase de decadencia. Fase que identifica una etapa particular en la vida de un modo de producción –“A partir de un cierto punto”– en el que las relaciones de producción se convierten en obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas –“el sistema capitalista se convierte en obstáculo para la expansión de las fuerzas productivas del trabajo”. A partir de ese momento determinado por el desarrollo económico, la persistencia de relaciones sociales de producción -salariado, vasallaje feudal, esclavitud- es un obstáculo irremediable para el desarrollo de las fuerzas productivas; tal es el mecanismo fundamental de la evolución de todos los modos de producción:
“Llegado a ese punto, el capital, o más exactamente el trabajo asalariado, entra en la misma relación con el desarrollo de la riqueza social y de las fuerzas productivas que el sistema de las gremios, el vasallaje, la esclavitud, y es necesariamente rechazado como un “estorbo”.
El propio Marx define muy precisamente las características:
“Es por los conflictos agudos, las crisis y las convulsiones que se traduce la incompatibilidad creciente entre el desarrollo creador de la sociedad y las relaciones de producción establecidas”.
Esta definición teórica general de la decadencia será utilizada por Marx y Engels como “verdadero concepto científicamente operativo” en el análisis concreto de la evolución de los modos de producción.
El concepto de decadencia en el análisis de modos anteriores de producción
Habiendo dedicado una buena parte de sus energías a describir los mecanismos y contradicciones del capitalismo, es lógico que Marx y Engels se sintieran atraídos de forma sustancial por su nacimiento en el seno de las entrañas del feudalismo. Así, Engels redactó en 1884 un suplemento a su estudio sobre La guerra de los campesinos en Alemania, que tiene por objeto construir el marco histórico global del período en el que se insertan los hechos que analiza. Tituló ese suplemento muy explícitamente: La decadencia del feudalismo y el auge de la burguesía del que algunos extractos no pueden ser más significativos:
“Mientras que las luchas salvajes de la nobleza feudal reinante llenaban la Edad Media con su estrépito, en toda Europa occidental, el trabajo silencioso de las clases oprimidas había minado el sistema feudal; había creado las condiciones en las cuales quedaba cada vez menos espacio a los señores feudales (...) Mientras que la nobleza era cada vez más superflua y entorpecía permanentemente la evolución, la burguesía de las ciudades se convertía en la clase que personificaba el progreso de la producción y del comercio, de la cultura y de las instituciones políticas y sociales.
“Todos estos progresos de la producción y del cambio eran, de hecho, para nuestras concepciones actuales, de naturaleza muy limitada. La producción estaba unida a la forma del puro artesanado corporativo, encerraba todavía ella misma un carácter feudal; el comercio no rebasaba los mares europeos y no fue más lejos de las ciudades de la costa de Levante, donde se procuraban por intercambio los productos del Extremo Oriente. Pero a pesar de lo mezquinas y limitadas que eran las actividades y con ellas la burguesía que las practicaba, fueron suficientes para transformar la sociedad feudal y estaban al menos en desarrollo mientras que la nobleza se estancaba (...) En el siglo XV, el feudalismo estaba entonces en plena decadencia en toda Europa Occidental (...) Por todos los sitios –tanto en las ciudades como en el campo- aumentaban los elementos de la población que reclamaban ante todo que cesara el eterno y absurdo enfrentamiento, las querellas entre señores feudales que estaban en permanente guerra interior, lo mismo que cuando el enemigo exterior estaba dentro del país... (...)
“Hemos visto cómo, en el plano económico, la nobleza feudal comienza a ser superflua, incluso un estorbo en la sociedad de fines de la Edad Media; como también, en el plano político, es ya un estorbo para el desarrollo de las ciudades y del estado nacional, posible en esta época solamente bajo la forma monárquica. Había sido mantenida a pesar de todo por la circunstancia de que poseía todavía el monopolio de las armas, de modo que había que contar con ella para hacer la guerra o librar cualquier batalla. Esto debía cambiar también; el último paso fue hacer ver a la nobleza feudal que el período de la sociedad y del estado que ella dominaba tocaba a su fin, que, en su cualidad de caballero, incluso en el campo de batalla, ya no servía para nada”.
Esos largos párrafos de Engels son particularmente interesantes en el sentido que nos restituye a la vez el proceso de “decadencia del feudalismo” y, en el seno mismo de éste, del “auge de la burguesía” así como la transición al capitalismo. En algunas frases, nos enuncia las cuatro principales características de todo período de decadencia de un modo de producción y de transición a otro:
a) La lenta y progresiva emergencia de una nueva clase revolucionaria portadora de nuevas relaciones sociales de producción en el seno mismo de la antigua sociedad en decadencia:
“Mientras que la nobleza se volvía cada vez más superflua y estorbaba permanentemente la evolución, la burguesía de las ciudades se convertía en la clase que personificaba el progreso de la producción y el comercio, de la cultura y de las instituciones políticas y sociales”.
La burguesía representaba la renovación y la nobleza el Antiguo Régimen; no será hasta que su poder económico se consolida en el seno del modo de producción feudal y, apoyándose en él, cuando la burguesía se sintió a su vez fuerte para disputarle el poder a la aristocracia. Señalemos que el pasaje desmiente formalmente la versión bordiguista de la historia que nos presenta una visión particularmente deformada del materialismo histórico postulando que cada modo de producción no conoce más que un movimiento perpetuamente ascendente al que sólo un hecho brutal (¿una revolución?, ¿un crisis?) haría bruscamente caer, casi verticalmente. A la salida de esta catástrofe “salvadora” un nuevo régimen social surgirá del fondo del abismo:
“La visión marxista se puede representar en tantas ramas y curvas todas ascendentes hasta que en su cima sucede una violenta caída brusca, casi vertical, y, al final un nuevo régimen social surge en otra rama histórica en ascenso” (Bordiga, reunión de Roma 1951, publicado en Invariance nº 4) (3).
b) La dialéctica de lo antiguo y de lo nuevo al nivel de la infraestructura:
“Todos estos progresos de la producción y del cambio eran, de hecho, para nuestras concepciones actuales, de naturaleza muy limitada. La producción estaba unida a la forma del puro artesanado corporativo, encerraba todavía ella misma un carácter feudal; el comercio no rebasaba los mares europeos y no fue más lejos de las ciudades de la costa de Levante, donde se adquirían por intercambio los productos del Extremo Oriente. Pero a pesar de lo mezquinas y limitadas que eran las actividades y con ellas la burguesía que las practicaba, fueron suficientes para transformar la sociedad feudal y estaban al menos en desarrollo mientras que la nobleza se estancaba (...) En el siglo XV, el feudalismo estaba entonces en plena decadencia en toda Europa Occidental”.
Cualquiera que sea el carácter todavía limitado (“mezquino”) de los progresos materiales de la burguesía, son suficientes para transformar una sociedad feudal “estancada” y “en plena decadencia en toda Europa Occidental” nos dice Engels. Esto desmiente formalmente esa otra versión totalmente extravagante e inventada de arriba abajo según la cual el feudalismo murió solamente porque tenía frente a él a un modo de producción más eficaz que lo superó en una carrera de velocidad:
“Nosotros hemos visto, a lo largo de las páginas que preceden, que hay muchas maneras para que desaparezca un modo de producción determinado. (...) Puede ser vencido abriendo una brecha en su propio seno por una forma de producción ascendente hasta que el movimiento cualitativo se transforma en salto cualitativo y la nueva forma cambia a la antigua. Es el caso del feudalismo que da nacimiento al modo de producción capitalista” (RIMC) (4);
“El feudalismo desapareció a causa del éxito de la economía de mercado. Contrariamente a la esclavitud, no desapareció a causa de una falta de productividad... Al contrario: el nacimiento y el desarrollo de la producción capitalista llegó a ser posible por el aumento de la productividad de la agricultura feudal, que generó masas de campesinos superfluas de modo que pudieron transformarse en proletarios, y crear la suficiente plusvalía para nutrir la población creciente de las ciudades. El capitalismo superó al feudalismo, no porque la productividad de este último se estancase, sino porque era inferior a la productividad de la producción capitalista” (Perspectives Internationalistes, “16 tesis sobre la historia y el estado de la economía capitalista” (5).
Marx, por el contrario, habla claramente “de un régimen corporativo con las trabas que pone al libre desarrollo de la producción” y de un “poder señorial con sus prerrogativas indignantes”: “En cuanto a los capitalistas emprendedores, los nuevos potentados tenían no solamente que desplazar a los maestros de los talleres, sino también a los poseedores feudales de las fuentes de riqueza. Su aparición se presenta de esta manera como el resultado de una lucha victoriosa contra el poder señorial, con sus prerrogativas indignantes, y contra el régimen corporativo con las trabas que ponía al libre desarrollo de la producción y a la libre explotación del hombre por el hombre” (Marx, El Capital).
El análisis de los fundadores del materialismo histórico, ampliamente confirmado en el plano empírico por los estudios históricos (6), está a 180º de las elucubraciones de los detractores de la teoría de la decadencia. El análisis de la decadencia del feudalismo y de la transición al capitalismo está además ya claramente enunciado en el Manifiesto comunista donde Marx nos dice que:
“La sociedad burguesa moderna, surgida de las ruinas de la sociedad feudal... (...) (el comercio mundial, los mercados coloniales) aumentaron el desarrollo del elemento revolucionario dentro de la sociedad feudal en descomposición. El antiguo modo de producción feudal o corporativo, ya no bastaba para satisfacer las necesidades crecientes de los nuevos mercados. (...) Hemos visto, pues, que los medios de producción y de comunicación en los que se basó la creación de la burguesía se engendraron en la sociedad feudal. En determinada etapa de la evolución de estos medios de producción y comunicación, las condiciones en las que la sociedad feudal producía y traficaba, la organización feudal de la agricultura y la manufactura, en una palabra, las relaciones de propiedad feudales, ya no correspondían a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Las mismas inhibían la producción, en lugar de estimularla. Se convirtieron en otras tantas ataduras. Había que romperlas, y se las rompió”.
Marx lo deja pues muy claro, habla de una “sociedad feudal en descomposición”. ¿Por qué el feudalismo está en decadencia? Porque “las relaciones de propiedad feudales ya no correspondían a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Aquellas inhibían la producción, en lugar de estimularla”. Fue dentro de ese feudalismo en ruinas donde comenzó la transición al capitalismo:
“La sociedad burguesa moderna, surgida de las ruinas de la sociedad feudal”. Marx desarrollará otra vez este análisis en los Principios de la crítica de la economía política:
“Fue solamente en los tiempos de hundimiento del feudalismo, cuando las luchas eran todavía intestinas –así en la Inglaterra del siglo XIV y en la primera mitad del siglo XV–, donde se puede situar la edad de oro del trabajo hacia su emancipación”.
Para caracterizar la decadencia feudal que se despliega desde el comienzo del siglo XIV hasta el siglo XVIII, Marx y Engels emplean múltiples términos que no tienen ninguna ambigüedad para quien dispone de un mínimo de honradez política:
“Feudalismo en plena decadencia en toda la Europa Occidental”, “nobleza en estancamiento”, “sociedad feudal en ruinas”, “sociedad feudal en descomposición”, “las relaciones feudales entorpecen la producción” y “el hundimiento del feudalismo, el régimen corporativo con las trabas que ponen al libre desarrollo de la producción” (7).
c) El desarrollo de los conflictos entre diferentes fracciones de la clase dominante:
“Mientras que las luchas salvajes de la nobleza feudal reinante llenaban la Edad Media con su estrépito (...) el eterno y absurdo enfrentamiento, las querellas entre señores feudales que estaban en permanente guerra interior, lo mismo que cuando el enemigo exterior estaba dentro del país...”.
La nobleza feudal tiene que obtener la dominación económico-política sobre el campesinado, y la obtiene mediante la violencia. Confrontada a las dificultades crecientes para extraer el suficiente sobretrabajo para la renta feudal, la nobleza se va a desgarrar en interminables conflictos que traerían como consecuencia arruinar todavía un poco más a la sociedad entera. La guerra de los cien años que dividió en dos la población europea y las guerras monárquicas incesantes son los ejemplos más destacables.
d) El desarrollo de las luchas de la clase explotada:
“...en toda la Europa Occidental el trabajo silencioso de las clases oprimidas había minado el sistema feudal; había creado las condiciones en las cuales quedaba cada vez menos espacio para los señores feudales”.
Bajo el dominio de las relaciones sociales, la decadencia de un modo de producción se manifiesta por un desarrollo cuantitativo y cualitativo de las luchas entre clases antagónicas: lucha de la clase explotada que experimenta cada vez más la miseria ya que la explotación es llevada a su extremo por una clase explotadora desesperada; luchas de la clase portadora de la nueva sociedad que choca con las fuerzas del antiguo orden social (en las sociedades pasadas, siempre se trata de una nueva clase explotadora, en el capitalismo, en cambio, el proletariado es a la vez clase explotada y clase revolucionaria).
Estas largas citas sobre el fin del modo de producción feudal y la transición al capitalismo demuestran ya ampliamente que el concepto de decadencia está no solamente definido teóricamente por Marx y Engels, sino que se trata además de un verdadero concepto científico operativo para describir la dinámica de sucesión de modos de producción que ellos pudieron identificar durante su vida. Es entonces lógico también que utilizaran este concepto cuando estudian las sociedades primitivas, asiáticas o antiguas. Analizando la evolución del modo de producción esclavista, Marx y Engels ponen en evidencia ya en La ideología alemana (1845-46), las características generales de la decadencia del modo de producción antiguo:
“Los últimos siglos del Imperio romano en declive y la conquista de los bárbaros aniquilaron una masa de fuerzas productivas: la agricultura había retrocedido, la industria estaba también en decadencia por falta de mercados, el comercio estaba paralizado o interrumpido por la violencia, la población tanto rural como urbana, había disminuido”.
Igualmente, en el análisis de las sociedades primitivas, nos encontramos con el meollo mismo de la definición de Marx y Engels de la decadencia de un modo de producción:
“La historia de la decadencia de las sociedades primitivas (...) está todavía por hacer. Hasta ahora se nos han proporcionado escasos bocetos (...) De forma secundaria, las causas de su decadencia derivan de hechos económicos que le impedían superar cierto grado de desarrollo...” (primer borrador de la carta de Marx a Vera Zasulich, 1881).
En fin, para las sociedades del modo de producción asiático (8) he aquí lo que dice Marx en El Capital donde compara el estancamiento de las sociedades asiáticas con la transición al capitalismo en Europa:
“En todos los sistemas de producción precapitalistas, la usura no hace otra obra revolucionaria que la de destruir y disolver las formas de propiedad, que se reproducen sin cesar bajo las mismas formas y sobre la base de aquellas reposa sólidamente la estructura política. Es solamente cuando se reúnen las condiciones del sistema de producción capitalista cuando la usura aparece como uno de los medios que contribuyen a hacer nacer el nuevo modo de producción, arruinando, por un lado, a los señores feudales y a los pequeños productores, y, por otro lado, centralizando las condiciones de trabajo creando el capital”.
La decadencia del capitalismo en Marx y Engels
Algunos con mentalidad cerril, que saben perfectamente bien que Marx y Engels utilizaron con asiduidad el concepto de decadencia para los modos de producción anteriores al capitalismo, pretenden sin embargo que:
“Marx se limitó a dar del capitalismo una definición progresista solamente para la fase histórica en la cual eliminó el mundo económico del feudalismo engendrando un vigoroso período de desarrollo de las fuerzas productivas que estaban inhibidas por la forma económica precedente, pero jamás avanzó una definición de la decadencia más que puntualmente en la famosa introducción a la Crítica de la economía política...” (Prometeo nº 8, 2003).
¡Nada es tan falso! Durante toda su existencia, Marx y Engels analizaron la evolución del capitalismo y constantemente trataron de determinar los criterios y el momento de su entrada en decadencia. Así, desde el Manifiesto comunista, pensaban que había cumplido su misión histórica y que los tiempos estaban maduros para el paso al comunismo:
“Las fuerzas productivas de que ella dispone no funcionan ya a favor de la propiedad burguesa; son, al contrario, demasiado pujantes para las instituciones burguesas que no hacen más que entorpecer (...) Las instituciones burguesas son demasiado estrechas para contener las riquezas que han creado (...) La sociedad no puede ya vivir bajo la burguesía; es decir que la existencia de la burguesía y la existencia de la sociedad son incompatibles” (9).
Marx y Engels reconocieron más tarde haber hecho un diagnóstico prematuro. Así, desde finales del año 1850, Marx escribió en la Neue Rheinische Zeitung:
“En presencia de esta prosperidad general de las fuerzas productivas de la sociedad burguesa, que se están extendiendo con toda la magnificencia posible dentro del marco burgués, no es el momento de una verdadera revolución”.
Y, en una carta muy interesante a Engels del 8 de octubre de 1858, Marx precisará los criterios cualitativos para determinar el momento del paso a la fase de decadencia del capitalismo, a saber, la creación del “mercado mundial, al menos en sus grandes líneas, así como una producción condicionada por el mercado mundial”. A su parecer estos dos criterios están ya desarrollados para Europa –en 1858 piensa que la revolución socialista está madura en el continente–, pero no todavía para el resto del globo que estima que está aún en su fase ascendente:
“La verdadera misión de la sociedad burguesa, es la de crear el mercado mundial, al menos en sus grandes líneas, así como una producción condicionada por el mercado mundial. Como el mundo es limitado, esta misión parece acabada después de la colonización de California y de Australia y la apertura de Japón y de China. Para nosotros la cuestión difícil es ésta: ¿es inminente la revolución en el continente (europeo), y tomará con rapidez un carácter socialista? ¿pero no será forzosamente sofocada en este pequeño rincón, ya que, en un territorio mucho más grande, el movimiento de la sociedad burguesa está todavía en su fase ascendente?”.
En El Capital, Marx dirá que “Por este medio el capitalismo prueba simplemente, una vez más, que entra en su período senil en el que va sobreviviendo”. En 1881 otra vez, Marx, en el segundo borrador de carta a Vera Zasulich, pensaba que el capitalismo había entrado en su fase de decadencia en Occidente: “El sistema capitalista ha superado su apogeo en el Oeste, aproximándose el momento en que ya no será sino un sistema social regresivo”. De nuevo, y si se lee con un mínimo de honradez política, los términos utilizados por Marx para hablar de la decadencia del capitalismo no tienen ambigüedad: “período de senilidad, sistema social regresivo, trabas al desarrollo de las fuerzas productivas, sistema que va sobreviviendo, etc.”
En fin, Engels continuará esta búsqueda en 1895:
“La historia nos ha desmentido, a nosotros como a todos los que pensaban de la misma manera. Ha mostrado claramente que el estado del desarrollo económico en el continente distaba mucho de estar maduro para la eliminación de la producción capitalista; ha sido probado por la revolución económica que, después de 1848, ha alcanzado a todo el continente (...) esto prueba de una vez por todas que también era imposible en 1848 hacer la conquista de la transformación social por un simple golpe de mano”.
Los escritos de Marx y Engels “desmienten de una vez por todas” las majaderías repetidas en páginas y páginas por elementos parásitos sobre la posibilidad de la revolución comunista desde 1848: “Nosotros hemos defendido muchas veces la tesis de que a partir de 1848, el comunismo es posible” (Robin Goodfellow, El comunismo como necesidad histórica, 01/02/2004) (10). Estupideces por desgracia compartidas ampliamente por los bordiguistas del PCI, quienes, en una muy mala polémica, nos reprochan haber afirmado –como Marx y Engels– que “las condiciones de su derrocamiento no existen en el momento de apogeo de una forma social” para declarar
“He aquí tirado al cubo de la basura un siglo de existencia de la lucha del proletariado y de su partido (...) De golpe ni el nacimiento de la teoría comunista, ni el sentido ni las enseñanzas de las revoluciones del siglo XIX pueden ser comprendidas...” (Folleto nº29 del PCI: La Corriente comunista internacional: a contra corriente del marxismo y de la lucha de clases).
¿Por qué este argumento es totalmente necio? Porque cuando Marx y Engels escribieron el Manifiesto comunista, había estancamientos periódicos del crecimiento por las crisis cíclicas y que a lo largo de estas crisis, podían ya analizar todas las manifestaciones de las contradicciones fundamentales del capitalismo. Pero “estas revueltas de las fuerzas productivas contra las relaciones modernas de producción” no eran sino revueltas de juventud. El resultado de aquellas explosiones regulares no era otro que el fortalecimiento del sistema, el cual, en una vigorosa ascensión, se desprendía de sus ropas infantiles y de los últimos estorbos feudales que encontraba en su camino. En 1850, solamente el 10% de la población mundial estaba integrada en las relaciones de producción capitalistas. El sistema del salariado tenía todo un futuro ante sí. Marx y Engels tuvieron la genial perspicacia de despejar de las crisis de crecimiento del capitalismo la esencia de todas sus crisis y de anunciar así a la historia futura los fundamentos de sus convulsiones más profundas. Si ellos lo pudieron hacer es porque, desde su nacimiento, una forma social lleva en germen todas las contradicciones que provocarán su muerte. Pero mientras esas contradicciones no se hayan desarrollado hasta el punto de parar de forma permanente su crecimiento, son el motor mismo de éste. Los estancamientos periódicos que conoció la economía capitalista a lo largo del siglo XIX no tienen nada que ver con las crisis permanentes y crecientes. Así, inspirándose en la intuición de Marx sobre el momento de la entrada en decadencia del capitalismo por “la creación del mercado mundial en sus grandes líneas” así “como una producción condicionada por el mercado mundial” (Marx), Rosa Luxemburgo despejará claramente la dinámica y el momento:
“Las crisis tal y como nosotros las hemos conocido hasta el presente (revisten) de alguna manera el carácter de crisis juveniles. Nosotros no por ello hemos llegado al grado de desarrollo y de agotamiento del mercado mundial que podría provocar el asalto fatal y periódico de las fuerzas productivas contra las barreras de los mercados, asalto que constituirá el tipo mismo de la crisis de senilidad del capitalismo... Una vez el mercado mundial desarrollado y constituido en sus grandes líneas hasta que no se pueda agrandar más gracias a bruscos crecimientos expansionistas; la productividad del trabajo continuará incrementándose de una manera irresistible; es entonces cuando comenzará, a mayor o menor plazo, el asalto periódico de las fuerzas productivas contra las barreras que obstaculizan los cambios, asalto cuya repetición será cada vez más ruda e imperiosa”.
La noción de decadencia en El Capital de Marx
Hemos visto que Marx y Engels utilizaron en muchas ocasiones la noción de decadencia en sus escritos principales sobre el materialismo histórico y la crítica de la economía política (La Ideología alemana, El Manifiesto, el Anti-Duhring, los Principios de una crítica de la economía política, la nota final a La Guerra campesina en Alemania), pero también en varias cartas de sus Correspondencias, diferentes prefacios, etc. ¿Y en El Capital, considerada como la obra maestra de Marx por el BIPR, pues para éste el término de decadencia “...mismo no aparece nunca en los tres volúmenes que componen El Capital” (11)? Al parecer, el BIPR no se ha leído bien El Capital pues en todas las partes en las que Marx aborda, ya sea el nacimiento del capitalismo, ya su final, la noción de decadencia está bien presente
Marx confirma su análisis de la decadencia del feudalismo y, dentro de esa decadencia, la transición al capitalismo en las páginas mismas de El Capital:
“La estructura económica capitalista surgió de las entrañas del orden económico feudal. La disolución de éste despejó los elementos constitutivos de aquél (...) Aunque los primeros esbozos de la producción capitalista se hicieron muy temprano en algunas ciudades del Mediterráneo, la era capitalista se inicia en el siglo XVI. Por todas las partes donde florece hacía ya tiempo que la servidumbre se había abolido y el régimen de las ciudades soberanas, gloria de la Edad Media estaba ya en plena decadencia. (...) La revolución que iba a poner los primeros cimientos del régimen capitalista tuvo su preludio en el último tercio del siglo XV y principios del XVI.”
De igual modo, cuando Marx aborda las contradicciones insuperables en las que se hunde el capitalismo y cuando considera su superación por el comunismo, dice claramente “entrada del capitalismo en un período senil durante el cual va sobreviviendo”:
“Aquí el sistema de producción capitalista cae en una nueva contradicción. Su misión histórica es desarrollar, hacer avanzar radicalmente, en progresión geométrica, la productividad del trabajo humano. Es infiel a su vocación en cuanto, como en este caso, pone trabas al desarrollo de la productividad. Ahí, sencillamente, prueba, una vez más, que entra en su período senil y que va sobreviviendo” (Marx, El Capital).
Notemos de paso que Marx considera el período de senilidad del capitalismo como una fase en la que va sobreviviendo y durante la cual es un obstáculo al desarrollo de la productividad. Esto desmiente una vez más esa otra teoría inventada por el grupo Perspective Internationaliste según la cual la decadencia del capitalismo (y también la del feudalismo, ver más abajo) se caracterizarían por ¡un desarrollo pleno de las fuerzas productivas y de la productividad del trabajo (12)!
En fin, en otro pasaje de El Capital en el que Marx recuerda el proceso general de sucesión de las formas históricas de producción:
“Toda forma histórica determinada de ese proceso (de trabajo) sigue desarrollando las bases materiales y las formas sociales de éste. Cuando ha llegado a cierto grado de madurez, esa forma histórica determinada es despojada para dejar el sitio a una forma superior. Se aprecia entonces que ha llegado el momento de una crisis de ese tipo cuando se agudizan la contradicción y la oposición entre las relaciones de distribución y por lo tanto el aspecto histórico definido de las relaciones de producción correspondientes y las fuerzas productivas, la capacidad de producción, y el desarrollo de sus agentes. El desarrollo material de la producción y su forma social entre entonces en conflicto” (Marx, El Capital).
Recoge aquí la definición que ya había dado en la Crítica de la economía política que vamos ahora a examinar. Antes, señalemos que lo que es cierto para El Capital lo es también para cantidad de trabajos preparatorios de su redacción en los cuales la noción de decadencia está ampliamente representada (13) y para que se convenza de ello, el mejor consejo que podemos dar al BIPR es que se lea su propia Biblia... o volver a los pupitres de la escuela para aprender a leer.
La noción de decadencia definida por Marx en la Crítica de la economía política
Así expone Marx sintéticamente los resultados principales de sus investigaciones en 1859 en la Crítica de la economía política:
“He aquí, en pocas palabras, el resultado final al que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de hilo conductor en mis estudios. En la producción social de su existencia, los hombres establecen vínculos determinados, necesarios, independientes de su voluntad; esas relaciones de producción corresponden a un grado determinado del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de esos vínculos forma la estructura económica de la sociedad, los cimientos reales sobre los que se alza la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se alza un edificio jurídico y político y a la que corresponden formas determinadas de la conciencia social. El modo de producción de la vida material domina en general el desarrollo de la vida social, política e intelectual. No es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, es, al contrario, su existencia social lo que determina su conciencia. En cierto grado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se habían movido hasta entonces y que no son más que su expresión jurídica. Formas, ayer todavía, de desarrollo de las fuerzas productivas, esas condiciones se vuelven pesadas trabas. Empieza entonces una era de revolución social. El cambio en las bases económicas viene acompañado de un trastorno más o menos rápido en todo ese enorme edificio. Cuando se analizan esos trastornos, hay que distinguir siempre dos órdenes de cosas. Hay un trastorno material de las condiciones de producción económica. Debe ser constatado con la mentalidad rigurosa de las ciencias naturales. Pero también hay formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas, filosóficas, en resumen, las formas ideológicas en las que los hombres toman conciencia de ese conflicto y lo llevan hasta el final. No se juzga a un individuo por la idea que de sí mismo tiene. No se juzga una época de revolución según la conciencia que tal época tiene de sí misma. Esta conciencia se explicará más bien por las contrariedades de la vida material, por el conflicto que opone las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Nunca expira una sociedad antes de haber desarrollado todas las fuerzas productivas que es capaz de contener; nunca se instauran relaciones superiores de producción antes de que las condiciones materiales de su existencia hayan aparecido en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso es por lo que la humanidad solo se plantea las tareas que puede realizar: puestos a considerar mejor las cosas, siempre se verá que la tarea surge allí donde las condiciones materiales de su realización ya están realizadas o está realizándose. Reducidos a sus grandes rasgos, los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno aparecen como épocas progresivas de la formación económica de la sociedad. Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso social de producción. No se trata aquí de un antagonismo individual; nosotros lo entendemos más bien como el producto de las condiciones sociales de la existencia de los individuos; pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean al mismo tiempo las condiciones materiales capaces de resolver ese antagonismo. Con este sistema social es la prehistoria de la humanidad lo que se cierra”.
Nuestros censores, con muy poca honradez, suelen evitar la cuestión de la decadencia transformando o reinterpretando sistemáticamente los escritos de Marx y Engels. Así ocurre en especial con esa cita de Crítica de la economía política en donde ellos creen, sin razón como hemos visto, que sería el único lugar en que Marx hablaría de decadencia. Para Battaglia communista, por ejemplo, Marx, en ese pasaje, no hablaría de dos fases bien diferenciadas en la evolución histórica del modo de producción capitalista, sino del fenómeno recurrente de la crisis económica:
“Es lo mismo para lo que anima a los defensores de ese análisis (de la decadencia) a citar la frase de Marx según la cual, en cierto grado de desarrollo del capitalismo, las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de producción, desarrollándose así el proceso de decadencia. Aparte de que la expresión en cuestión se refiere al fenómeno de la crisis general y a la ruptura de la relación entre estructura económica y las superestructuras ideológicas que puede generar acciones de clase en el sentido revolucionario y no a la cuestión que se discute...” (Prometeo n° 8, diciembre 2003).
En sí misma, la cita de Marx no sufre ambigüedad alguna. Es clara, transparente, inscribiéndose en la misma lógica que todas las demás transcritas en este artículo. Desde su carta a J. Wedemeyer, se sabe muy bien hasta qué punto consideraba Marx el materialismo histórico como su verdadero aporte teórico y cuando resume diciendo: “en pocas palabras, el resultado final al que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de hilo conductor en mis estudios”, está hablando, sin lugar a dudas, de la evolución de los modos de producción, de sus dinámicas y contradicciones que se articulan en torno a la relación dialéctica entre las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas. Marx sintetiza en unas cuantas frases todo el arco histórico de la evolución humana:
“Reducidos a sus grandes rasgos, los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno aparecen como épocas progresivas de la formación económica de la sociedad. Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso social de producción (...) Con este sistema social es la prehistoria de la humanidad lo que se cierra”.
En ningún sitio, como pretende el BIPR, Marx evoca los ciclos recurrentes de crisis, las colisiones periódicas entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción o los grandes períodos de la evolución de la cuota de ganancia; Marx se sitúa aquí en otra escala, en la escala de las grandes fases de la evolución de los modos de producción, en la escala de las “eras” históricas. En esa cita, como en las demás, Marx define dos grandes fases en la evolución histórica de un modo de producción: una ascendente durante la cual las relaciones sociales de producción impulsan y favorecen el desarrollo de las fuerzas productivas, “las relaciones de propiedad… Ayer todavía formas de desarrollo de las fuerzas productivas”, y después, “En cierto grado de su desarrollo” llega una fase decadente en la que “las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes”, o sea, durante la cual las relaciones sociales de producción dejan de ser un estímulo de las fuerzas productivas, transformándose en “pesadas trabas”. Marx precisa que ese vuelco ocurre en un momento dado “en un cierto grado de desarrollo “ y no habla para nada de “colisiones recurrentes y mayores cada día” según la interpretación abusiva del BIPR. Además, Marx emplea en varias ocasiones en El Capital fórmulas idénticas a las de su Crítica de la economía política y cuando se refiere al carácter históricamente limitado del capitalismo, dice claramente que hay dos fases bien diferenciadas en su evolución:
“... en el desarrollo de las fuerzas productivas, el modo de producción capitalista encuentra un límite que no tiene nada que ver con la producción de riqueza en sí; y esa limitación tan particular es testimonio del carácter limitado y puramente histórico, transitorio, del sistema de producción capitalista. Es testimonio de que no existe un modo absoluto de producción de la riqueza, sino que al contrario, entra en conflicto con el desarrollo de ésta en una determinada etapa de la evolución” (Marx, El Capital) o “Ahí, sencillamente, prueba, una vez más, que entra en su período senil y va sobreviviendo”.
El BIPR podrá tener dificultades de lectura para comprender la Crítica de la economía política de Marx, pues todo el mundo hace errores, pero cuando se repiten, incluso en las citas de lo que considera su biblia (El Capital), da la impresión de que ya no se trata de fallos puntuales.
A nuestros censores parásitos, por su parte, parece que les gusta hacer análisis sintácticos. Para RIMC, por ejemplo,
“La CCI se da el trabajo de subrayar el trozo de frase “Empieza entonces”, sin duda para insistir, como buen gradualista que es, en el carácter progresivo del movimiento que cree así designar. Ahora bien, también podría subrayarse la palabra “revolución social”, que precisamente significa lo contrario, al ser una revolución el trastorno violento del orden existente, o sea, una ruptura cualitativa brutal en el ordenamiento de las cosas y de los acontecimientos” (RIMC, “Dialectique...”).
Para quien sabe leer, sin embargo, Marx habla de la apertura de una “era de revolución social” (una era es un época durante la cual se establece un nuevo orden social de las cosas), hablando de cambio y de duración, puesto que nos dice que ese “cambio en los cimientos económicos viene acompañado de un trastorno más o menos rápido”... ¡Nada de “violenta y brusca caída, casi vertical, y, desde el fondo surge un nuevo régimen social” de Bordiga que RIMC recupera! Marx no confunde, como éstos, el “cambio en los cimientos económicos” y la revolución política. Aquél es lento en su proceso de separación de la antigua sociedad, y ésta es más breve, más limitada en el tiempo, aunque, en general, suele también extenderse durante cierto periodo, pues el derrocamiento del poder político de una antigua clase dominante por una nueva, no se hace en dos días tras un primer ensayo. El advenimiento político de una nueva clase dominante suele ocurrir a través de múltiples intentonas malogradas, fracasos prematuros, incluso restauraciones momentáneas tras breves victorias.
El significado político de las críticas de nuestros censores
Por lo que se refiere a los grupúsculos parásitos cuya función esencial es enredar la claridad política, oponiendo Marx a la Izquierda Comunista, corriendo así una cortina de humo entre los nuevos elementos en búsqueda y los grupos revolucionarios, las cosas están claras. Recordar sencillamente la noción central de decadencia en la obra de Marx y Engels aniquila todas sus alegaciones recurrentes con las que pretenden que es una “... teoría totalmente desviacionista en relación con el programa comunista (...) ese método de análisis no tiene nada que ver con la teoría comunista (...) desde el punto de vista del materialismo histórico el concepto de decadencia no tiene coherencia alguna. No forma parte del arsenal teórico del programa comunista. Y como tal debe ser rechazado. (...) Nadie duda por qué la CCI utiliza esa cita (primer borrador de la carta de Marx a V. Zasulich) pues consta en ella dos veces la palabra ‘decadencia’, lo cual es extraño en Marx, para quien ese término nunca tuvo valor de concepto científico” (RIMC, “Dialectique...”) poniendo semejantes alegaciones en el baúl de los trastos inútiles. Esas alegaciones, dichas con la única preocupación enfermiza y parásita de ir contra la CCI, tienen un solo punto común: negar que el origen del concepto de decadencia está en Marx y Engels. Pero cuando se trata de dar bases a sus análisis, cada cual se saca su pequeñita idea a partir de vagas y muy imprecisas nociones de historia del movimiento revolucionario. Para Aufheben (14), por ejemplo, “La teoría del declive capitalista apareció por primera vez en la IIª internacional”; mientras que para RIMC (Dialectique...) habría nacido tras la Primera Guerra mundial:
“El objetivo de este trabajo es hacer una crítica global y definitiva del concepto de “decadencia” que emponzoña la teoría comunista como una de las desviaciones principales nacidas en la primera posguerra, e impide todo trabajo científico de restauración de la teoría comunista por su carácter fundamentalmente ideológico”,
y, en fin, para Perspective internationaliste (Hacia una nueva teoría de la decadencia del capitalismo), habría sido Trotski el inventor de ese concepto “El concepto de decadencia del capitalismo surgió en la IIIa Internacional, en donde fue desarrollado sobre todo por Trotski” ... ¡Cualquiera entiende! Si hay algo que el lector podrá haber comprobado tras este examen de citas significativas de la obra de Marx y Engels, es que la noción de decadencia tiene en esa obra su verdadero origen. No solo esa noción está en el centro del materialismo histórico y muy precisamente definida en el plano teórico y conceptual, sino que también es una herramienta científica operativa en el análisis concreto de la evolución de los diferentes modos de producción. Y si tantas organizaciones del movimiento obrero han desarrollado esa noción de decadencia, como lo reconocen involuntariamente esos grupos parásitos en sus escritos, es desde luego porque esa noción forma parte de la médula del marxismo.
Los bordiguistas del PCI nunca aceptaron el análisis de la decadencia desarrollado por la Izquierda comunista de Italia en el exilio entre 1928 y 1945 (15), a pesar de que reivindican su filiación histórica con ella. Su acta de nacimiento en 1952 fue precisamente un rechazo de ese concepto (16); mientras que Battaglia communista (17) mantuvo los principios adquiridos de la Izquierda comunista de Italia, los elementos en torno a Bordiga se separarán para fundar el PCI (Partido comunista internacional). A pesar de su importante regresión teórica, el PCI se ha mantenido siempre en el campo internacionalista de la Izquierda comunista. Sigue profundamente enraizado en el materialismo histórico y, por ello, sea cual sea la conciencia que de ello tiene, siempre ha defendido las grandes líneas del marco de análisis de la decadencia. Para probarlo, basta con citar sus propias posiciones de base que aparecen al dorso de todas sus publicaciones:
“Las guerras imperialistas mundiales demuestran que la crisis de desintegración del capitalismo es inevitable por el hecho de que éste entró definitivamente en el periodo en el que su expansión ya no estimula el crecimiento de las fuerzas productivas, sino que supedita su acumulación a unas destrucciones repetidas y crecientes” (en el fondo y en lo esencial, ¡la CCI viene a decir lo mismo!) (18).
Podríamos citar muchos pasajes parecidos de sus propios textos en los que, a veces, no vacila en reconocer implícita o explícitamente la noción misma de “decadencia del capitalismo”:
“Es verdad que si insistimos nosotros en el carácter cíclico de las crisis y catástrofes del capitalismo mundial, eso no menoscaba en nada la definición general de su fase actual, una fase de decadencia en la cual “las premisas objetivas de la revolución proletaria no solo están ya maduras, sino que incluso ya han empezado a pudrirse” como decía Trotski” (Programme Communiste n° 81, p. 15).
Mientras que hoy, en su folleto de crítica a nuestras posiciones, intenta en varias páginas hacer una crítica muy mediocre de la decadencia... sin darse cuenta de que, una vez más, contradice sus propias afirmaciones:
“Puesto que desde 1914, la revolución, y solo la revolución, se ha puesto por todas partes y en todo momento al orden del día, es decir que las condiciones objetivas están presentes por todas partes, solo es posible explicar la ausencia de esta revolución recurriendo a los factores subjetivos: lo único que falta para que estalle la revolución es la conciencia del proletariado. Esta situación parece un eco deformado de las posiciones falsas del gran Trotski de finales de los años 30. Trotski también pensaba entonces que las fuerzas productivas habían alcanzado el máximo posible bajo el régimen capitalista y por consiguiente todas las condiciones objetivas para la revolución estaban maduras (y que incluso empezaban a “pudrirse”); el único obstáculo eran las condiciones subjetivas...” (folleto n° 29 del PCI, p. 9). ¡Misterios de la invariabilidad!
En cuanto a Battaglia communista, obligados estamos a constatar que, a pesar de la afirmación de su continuidad política con las posiciones de la Fracción italiana de la Izquierda Comunista Internacional (19), está volviendo a sus orígenes bordiguistas. Después de haber rechazado las posiciones de Bordiga en 1952 y haberse reapropiado algunas lecciones de la Izquierda italiana en el exilio, hoy, su abandono explícito de la teoría de la decadencia tal como justamente la desarrolló la Fracción (20), hace volver a Battaglia communista junto a los bordiguistas del Partido comunista internacional (Programa comunista). Es un retorno a los orígenes, pues tanto en su plataforma constitutiva de 1946 como en la de 1952, la noción de decadencia está ausente. Le imprecisión política de esos dos documentos programáticos sobre el marco de comprensión del período que abrió la Primera Guerra mundial ha sido siempre la matriz de las debilidades y oscilaciones de BC en la defensa de las posiciones de clase.
Este examen nos ha permitido también comprobar que los escritos de los fundadores del marxismo están muy lejos de las diferentes versiones deformadas del materialismo histórico que defienden nuestros censores. Por nuestra parte esperamos que éstos nos demuestren, basándose en los escritos de Marx y Engels, como lo hemos hecho nosotros aquí sobre la noción de decadencia, la validez de su propia visión de la sucesión de los modos de producción. En espera de ello, sus pretensiones un tanto arrogantes de ser doctores en marxismo nos harán más bien sonreír, pues conociendo los escritos de Marx y Engels, estamos seguros de lo que decimos.
Cuando la adulación servil sirve de línea política
En páginas y más páginas, la denominada Ficci (21) pretende luchar contra la “degeneración” de nuestra organización a causa de nuestro análisis de la relación de fuerzas entre las clases, nuestra orientación para la intervención en la lucha de la clase, nuestra teoría de la descomposición del capitalismo, nuestra actitud y método de agrupamiento de las fuerzas revolucionarias, nuestro funcionamiento interno, etc. Más incluso, esa Fecci afirma que la CCI estaría en la agonía, por no decir casi muerta, y que sería el BIPR quien sería el polo de clarificación y agrupamiento: “con el inicio de la trayectoria oportunista, sectaria y derrotista que está hoy viviendo la CCI oficial, el BIPR ocupa el centro de la dinámica hacia la construcción del partido”. Esta declaración de amor está acompañada incluso de un alineamiento político puro y simple en las posiciones del BIPR: “Somos conscientes de que existen divergencias entre esa organización y nosotros, especialmente sobre las cuestiones de método de análisis más que sobre las posiciones políticas” (Boletín n°23). Así, de un plumazo, ahí está la Ficci, esforzada defensora de la ortodoxia de la plataforma de la CCI, eliminando todas las divergencias políticas importantes entre la CCI y el BIPR. ¡Pero hay algo más significativo todavía! Aún cuando la decadencia está en el corazón mismo de la plataforma de la CCI y ahora está siendo veladamente puesta en entredicho por parte del BIPR desde hace más de dos años (22) y recibiendo una crítica indigna por parte del PCI (Programa comunista)... la Ficci no ha encontrado mejor cosa que callarse e incluso lamentar que nosotros defendiéramos el marco de análisis de la decadencia contra las derivas izquierdistas del PCI y del BIPR:
“... y ahora ponen en entredicho el carácter proletario de esa organización así como del BIPR, o al menos las ponen a ambas en los márgenes del campo proletario! (Revista internacional n° 115...)” (Presentación del Boletín n°22)…
Hasta hoy, la Ficci ha logrado escribir cuatro artículos sobre el tema de la decadencia del capitalismo (boletín n° 19, 20, 22 y 24). Esos artículos llevan el pomposo título de “Debate en el campo proletario”, pero el lector no verá la menor evocación del abandono del concepto de decadencia por el BIPR. Encontrará en cambio la acostumbrada diatriba contra nuestra organización con la pretensión ridícula de que seríamos nosotros quienes estaríamos abandonando la teoría de la decadencia. Ni una palabra sobre el BIPR que está poniendo explícitamente en entredicho la cuestión de la teoría de la decadencia y, en cambio, escritos ridículos sobre la CCI que defiende este análisis de manera intransigente.
Cuatro meses después de la publicación por le BIPR de un nuevo y largo artículo para explicar por qué cuestiona la teoría de la decadencia tal como la elaboró la Izquierda comunista (Prometeo n° 8, diciembre de 2003), la Ficci, en la presentación de su boletín n° 24 de abril de 2004, en una sola línea no encuentra nada mejor que aplaudir esa “contribución fundamental” “Saludamos ese trabajo de los camaradas del PCI que indica la preocupación por esclarecer la cuestión. Tendremos, sin duda, ocasión de volver sobre ello”. El artículo del BIPR no es visto evidentemente por lo que es realmente, o sea, un grave retroceso oportunista en el plano programático, sino que es alabado como una contribución que habría sido escrita para combatir nuestra pretendida deriva política:
“La crisis en la que se hunde cada vez más la CCI incita a los grupos del campo proletario a revisar esta cuestión de la decadencia; lo cual es una implicación de esos grupos en el combate contra la deriva oportunista de un grupo del medio político proletario y es su participación en el combate para intentar salvar lo que pueda serlo del desastre de la deriva oportunista de nuestra organización. Nosotros saludamos este esfuerzo...”.
Cuando la adulación servil sirve de línea política, ya no es oportunismo, es ya ponerse a hacer zalamerías a quienes se lisonjea. En efecto, para encubrir sus comportamientos chulescos de delatores con un barniz político, la Ficci se ha puesto frenéticamente a “descubrir” importantísimas divergencias con la CCI, despojándose, por ejemplo, de nuestro análisis de la descomposición del capitalismo (23). La Ficci tenía que eliminar lo que es políticamente menos “popular’ entre los grupos del medio revolucionario para así poder acercarse mejor e influir en ellos. Y así empieza a hacer genuflexiones ante quienes lisonjea... pero éstos parece que no se dejan engañar del todo:
“Nosotros no excluimos que algunos individuos puedan salir de la CCI para unirse a nosotros, pero es imposible que surjan en su seno grupos o fracciones que, en el debate con su propia organización, llegaran en bloque a desarrollar posiciones convergentes con las nuestras... Un resultado así solo podría venir, en efecto, de un cuestionamiento completo, más todavía, de una ruptura con las posiciones prácticas, políticas y programáticas generales y no de una simple modificación o mejora...” (Folleto n°29 del PCI : 4).
¡Difícil decirlo mejor! Tras haberse despojado de la teoría de descomposición, la Ficci está hoy dispuesta a reducir todas las divergencias políticas entre la CCI y el BIPR a unos cuantos problemillas de “método de análisis” y, mañana, estará dispuesta a quitarse de encima, en un tentador strip-tease, la teoría de la decadencia para embelesar a los grupos hostiles a esos dos conceptos, para así poder seguir haciendo la sucia labor que consiste en intentar por todos los medios aislar a la CCI de los demás grupos del medio político proletario.
C. Mcl.
1) En el artículo “La crisis económica confirma la quiebra de las relaciones sociales de producción capitalistas” de la Revista internacional n°115, pudimos ya demostrar que la negativa del BIPR y del PCI (Programa comunista) a apoyarse en el marco de análisis de la decadencia del capitalismo es la razón de sus escarceos izquierdistas y altermundialistas en el análisis marxista de la crisis y del encuadramiento social de la clase obrera.
2) A quienes quieran oponer Marx a Engels, recordemos “Una anotación de paso: las bases y el desarrollo de los conceptos expuestos en este libro se deben en su mayor parte a Marx y a mí en una más pequeña medida, era evidente para nosotros que mi exposición no se escribiría sin que él tuviera conocimiento de ella. Le leí todo el manuscrito antes de ser impreso y fue él quien, en la parte sobre la economía, redactó el capítulo décimo...” (Prefacio de Engels del 23 septiembre de 1885 a la segunda edición).
3) Para una crítica del concepto bordiguista de la evolución histórica, proponemos al lector nuestro artículo en la Revista internacional n°54).
4) “Dialectique des forces productives et des rapports de production dans la théorie communiste” publicado en la Revue internationale du Mouvement communiste, escrito en común por Communisme ou Civilisation, Communismo y la Union prolétarienne, disponible en la dirección siguiente: https://membres.lycos.fr/rgood/formprod.htm.
5) https://users.skynet.be/ippi/4discus1tex.htm
6) Es sumamente interesante el libro de Guy Bois, La grande dépression médiévale XIVe et XVe siècle, PUF (París).
7) Solo con recordar los análisis de Marx y Engels es ya suficiente para contestar a esas insondables majaderías históricas que sueltan grupos parásitos como Perspectives Internationalistes, Robin Goodfellow (ex de Communisme ou Civilisation y RIMC), etc., que acaban afirmando lo contrario exacto de los fundadores del materialismo histórico y de elementos históricos incontestables. Tendremos ocasión de volver más ampliamente sobre sus divagaciones en los próximos artículos, ya que, por desgracia, consiguen influir negativamente en jóvenes elementos poco seguros todavía de sus posiciones marxistas.
8) Este tipo de modo de producción fue identificado por Marx en Asia, y de ahí su nombre, pero no queda limitado a ese continente. Históricamente, corresponde a las sociedades megalíticas, egipcias, etc. que existen entre los años 4000 y 500 antes de J.C. y que fueron el remate de un lento proceso de división en clases de la sociedad. Las diferenciaciones sociales que se desarrollaron desde que apareció el acopio y la riqueza material, dieron como resultado el poder político constituido en Estado con la forma de un poder regio. La esclavitud solía existir, incluso en grandes cantidades (dependientes, servidores, obreros para las grandes obras, etc.), pero solo en raras ocasiones había esclavos en la producción agrícola, pues no era todavía la esclavitud el modo de producción dominante. Marx dio de ese sistema una definición clara en El Capital: “Cuando los productores directos no tienen nada que ver con propietarios particulares, sino directamente con el Estado, como en Asia, en donde el propietario era a la vez el soberano, la renta coincide con el impuesto o, más bien, no existe entonces un impuesto que sea diferente de esa forma de renta. En esas condiciones, la relación de dependencia económica y política no necesita ser más dura que la propia sujeción al Estado que es la ley para todo el mundo. Aquí, es el Estado el propietario soberano de la tierra y la soberanía no es otra cosa que la concentración a escala nacional de la propiedad” (Marx, El Capital). Todas esas sociedades desaparecerán, en la mayoría de los casos, entre los años 1000 y 500 antes de J.C. Sus decadencias se expresan en revueltas campesinas recurrentes, un desarrollo gigantesco de los gastos estatales improductivos y guerras incesantes entre sociedades monárquicas que, mediante el pillaje de riquezas, buscan una solución a los bloqueos productivos internos. Los conflictos políticos y las rivalidades intestinas en la casta dominante agotan los recursos de esas sociedades en interminables conflictos y los límites de la expansión geográfica son la prueba de que se ha alcanzado el máximo de desarrollo compatible con esas relaciones de producción.
9) Esa misma gente, para limitar el significado de esa sentencia de El Manifiesto, afirma que ese trozo se referiría no al proceso general del paso de un modo de producción a otro, sino al regreso periódico de crisis coyunturales de sobreproducción que abren el camino a una posible salida revolucionaria. Nada más erróneo, el contexto de ese trozo no tiene ambigüedad alguna, viene justo después de la mención por Marx del proceso histórico de transición entre el feudalismo y el capitalismo. Además afirmar eso es equivocarse sobre cuál era el objetivo de El Manifiesto, cuya preocupación es demostrar el carácter transitorio de los modos de producción y, por lo tanto, del capitalismo y no, como así será en El Capital, la de detallar el funcionamiento del capitalismo y de sus crisis periódicas.
10) Y también que la teoría de la decadencia mandaría “...a toda la teoría comunista al limbo de la ideología y de la utopía, puesto que se habría planteado fuera de toda base material (en fase ascendente, ndlr). La humanidad se habría planteado problemas que no podía resolver en la práctica. En esas condiciones, ¿por qué reivindicar las posiciones de Marx y de Engels? Habría que aplicarles la misma crítica que ellos hacían a los socialistas utópicos. El socialismo científico no sería una ruptura con el socialismo utópico, sino un nuevo capítulo de éste” (Robin Goodfellow, https://membres.lycos.fr/resdisint).
11) “¿Qué papel desempeña el concepto de decadencia en el terreno de la crítica de la economía política militante, es decir del análisis profundizado de los fenómenos y de la dinámica del capitalismo en el período en que vivimos? Ninguno. La palabra misma no aparece nunca en los tres volúmenes que componen El Capital. No es con el concepto de decadencia con lo que pueden explicarse los mecanismos de la crisis” (“Elementos de reflexión sobre las crisis de la CCI”, en la revista central, en inglés, del BIPR, Internationalist Communist nº 21).
12) “Así la propensión del capital a incrementar su productividad y, por lo tanto, a desarrollar las fuerzas productivas no disminuye en su fase de decadencia (…) La existencia del capitalismo en su fase de decadencia, ligada a la producción de plusvalía extraída del trabajo vivo, pero enfrentada al hecho de que la masa de plusvalía tiende a disminuir a medida que el nivel de sobretrabajo aumenta, le obliga a acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas a un ritmo cada vez más frenético” (Perspective Internationaliste, “Valor, decadencia y tecnología, 12 tesis”, https://users.skynet.be/ippi/3thdecad.htm).
13) “Las relaciones de dominación y de servidumbre (...) son un fermento necesario para el desarrollo y el declive de todas las relaciones de propiedad y de producción originales, de igual modo que expresan su carácter limitado. Mientras tanto, esas relaciones se reproducen en el capital -bajo una forma mediatizada– y son también un fermento de su disolución, siendo la expresión misma de su propio carácter limitado”. (Marx, Grundrisse), y un poco más lejos: “Desde un enfoque ideal, la disolución de una forma de conciencia determinada bastaría para destruir una época entera. Desde un enfoque real, ese límite de la conciencia corresponde a un grado determinado de desarrollo de las fuerzas productivas materiales y, por lo tanto, de riqueza. El desarrollo no se ha producido sobre las antiguas bases, sino que ha habido desarrollo de esa base misma. El desarrollo máximo de esa base misma (...) es el punto en el que ella misma ha sido elaborada hasta tomar la forma en la que es compatible con el desarrollo máximo de las fuerzas productivas, y por lo tanto también del desarrollo más rico de los individuos. En cuanto ese punto se ha alcanzado, la continuación del desarrollo aparece como un declive, y el nuevo desarrollo se inicia sobre nuevas bases” (Grundrisse). Y también, en 1857, en La Introducción general a la crítica de la economía política, hablando de la evolución histórica de los modos de producción y de su posibilidad de ser comprendidos y criticados, Marx nos dice que: “La pretendida evolución histórica se basa en general en que la última formación social considera las formas pasadas como otras tantas etapas hacia ella misma, concibiéndolas siempre desde un punto de vista parcial. En efecto, es raras veces capaz –y solo en condiciones muy determinadas– de hacer su propia crítica. No estamos aquí pensando en los períodos históricos que se consideran a sí mismos como una era de decadencia”.
14) “Sobre la decadencia. Teoría del declive o declive de la teoría” es un texto del grupo inglés Aufheben. Ese texto y su traducción francesa puede leerse en la dirección siguiente: https://www.geocities.com/Paris/Opera/3542/TC15-3.html.
15) Véase nuestro libro La Izquierda comunista de Italia.
16) Léanse las consideraciones críticas de Bordiga sobre la teoría de la decadencia escritas en 1951: “La doctrina del diablo en el cuerpo” y vueltas a publicar en Le Prolétaire n°464 (periódico del PCI en francés), “La alteración de la praxis en la teoría marxista”, publicada en Programme Communiste n° 56 (revista teórica del PCI en francés) y las actas de la reunión de Roma en 1951 publicadas en Invariance n° 4.
17) BC (Battaglia communista) es una de las dos organizaciones, junto con la CWO (Communist Workers Organisation), que hoy forman el BIPR.
18) En un folleto reciente, dedicado por entero a criticar nuestras posiciones (La Corriente comunista internacional: a contracorriente del marxismo y de la lucha de clases, folleto n°29, del PCI-Le Prolétaire)), el PCI, arrebatado por su propia prosa no vacila en contradecir sus propias posiciones de base cuando afirma: “La CCI ve toda una serie de fenómenos como (...) la necesidad para el capital de autodestruirse periódicamente como condición de una nueva fase de acumulación (...). Para la CCI esos fenómenos pretendidamente nuevos son interpretados como manifestaciones de la decadencia (...) y no como la expresión del desarrollo y del fortalecimiento del modo de producción capitalista” (p. 8). ¿Podrá decirnos el PCI si, como así lo indican sus posiciones de base: “Las guerras imperialistas mundiales demuestran que la crisis de desintegración del capitalismo es inevitable por el hecho de que éste entró definitivamente en el periodo en el que su expansión ya no estimula el crecimiento de las fuerzas productivas, sino que supedita su acumulación a unas destrucciones repetidas y crecientes” o si, como lo afirma en su polémica contra nuestras posiciones, “la necesidad para el capital de autodestruirse periódicamente” no son “manifestaciones de la decadencia” sino “ la expresión del desarrollo y del fortalecimiento del modo de producción capitalista”? Al parecer la argumentación y la invariabilidad (invariance) programática se orientan según el viento que sopla.
19) “En conclusión, aunque no fuera la emigración política, la cual llevó todo el peso de la labor de la Fracción de izquierda que tuvo la iniciativa de la constitución del Partido comunista internacionalista en 1943, fue, sin embargo, con las bases que defendió entre 1927 y la guerra sobre las que se construyó aquella fundación” (“Introducción a la plataforma política del PCI”, publicación de la Izquierda comunista internacional, 1946, p.12).
20) “IV. El reto histórico en el capitalismo decadente. Desde el inicio de la fase imperialista del capitalismo a principios de este siglo, la evolución oscila entre la guerra imperialista y la revolución proletaria. En la época del crecimiento del capitalismo, las guerras abrían el camino a la expansión de las fuerzas productivas por la destrucción de unas relaciones de producción trasnochadas. En la fase de decadencia capitalista, les guerras no tienen otra función que la de llevar a cabo la destrucción del excedente de las riquezas...” (Resolución sobre la constitución del “Buró internacional de las Fracciones de la Izquierda comunista”, Octobre no 1, febrero de 1938, p. 4 et 5). “La guerra de 1914-18 ha marcado el final extremo de la fase de expansión del régimen capitalista (...) En la última fase del capitalismo, la de su declive, es el reto fundamental de la lucha de clases lo que determina la evolución histórica...” (“Manifiesto del Buró internacional de las Fracciones de la Izquierda comunista”, Octobre n°3, abril de 1938).
21) Es una pretendida y autoproclamada “Fracción interna” de nuestra organización que agrupa a unos cuantos ex miembros a los que tuvimos que excluir por su comportamiento de “soplones” (lo cual se añadía a robos de dinero y material así como a diversas calumnias a nuestra organización). Léase al respecto nuestra toma de posición “Los métodos policíacos de la FICCI” en nuestro sitio Internet.
22) Por parte nuestra, ya en octubre de 2002, reaccionamos ante la aparición de los primeros elementos (en marzo de 2002) que indicaban un abandono de la noción de decadencia por el BIPR (cf. nuestra Revista internacional n° 111), y un año después con una crítica en el n° 115.
23) Análisis que esos individuos compartían cuando todavía eran miembros de la CCI (cf. nuestro artículo "Comprender la descomposición del capitalismo" en el numero 117 de la Revista internacional).