Enviado por Revista Interna... el
Nuestra organización se ha propuesto escribir una serie de artículos sobre el concepto marxista de decadencia de un modo de producción y más especialmente sobre la decadencia del modo de producción capitalista. Esta serie se imponía para afirmar y desarrollar una vez más lo que es el corazón del análisis marxista de la evolución de las sociedades humanas en el que se fundamenta la necesidad del comunismo. En efecto, solo ese análisis puede ofrecer un marco que integre en un todo coherente el conjunto de fenómenos que atraviesan la vida del capitalismo desde que estalló la Primera Guerra mundial. Esta serie se ha hecho además necesaria a causa de las tergiversaciones y las críticas a ese marco de análisis, y eso cuando no es su abandono puro y simple, por parte de diferentes grupos y elementos revolucionarios.
Esta serie se inició en el número 118 de esta Revista con un primer artículo para ilustrar el lugar central de la teoría de la decadencia en la obra de los fundadores del marxismo. La necesaria clarificación hace que sea para nosotros prioritaria la confrontación con posiciones divergentes en el seno del medio revolucionario y, por eso, intercalamos en esta serie dos artículos polémicos (Revista internacional n° 119 y 120), para replicar ante el abandono apenas encubierto de ese concepto fundamental del marxismo por parte del BIPR [1]. Y hemos proseguido nuestra serie examinando también el lugar central que ocupa ese concepto en las organizaciones del movimiento obrero desde los tiempos de Marx hasta la IIIª Internacional (Revista internacional n° 121) y también en las posiciones políticas de ésta en sus dos primeros congresos (Revista internacional n° 123). Antes de tratar en un próximo número la discusión sobre la decadencia del capitalismo habida en el Tercer congreso de la Internacional comunista, vamos a intercalar de nuevo aquí una polémica con el BIPR sobre un artículo (“El papel económico de la guerra en la fase de decadencia del capitalismo”) escrito por la CWO y aparecido en el nº 37 de su publicación Revolutionary Perspectives (noviembre de 2005).
En ese artículo, CWO intenta demostrar que existiría una racionalidad económica a la guerra porque la prosperidad que viene después estaría
“...basada en el crecimiento de la cuota de ganancia procurado por los efectos económicos de la guerra” y, por lo tanto, “las guerras mundiales se han convertido en algo esencial para la supervivencia del capitalismo desde principios del siglo xx, habiendo así sustituido a las crisis decenales del siglo xix”.
Para demostrarlo, CWO basa su análisis de la crisis del capitalismo únicamente en la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia que Marx hizo descubrir. En el mismo artículo también, CWO nos acusa de abandonar el método materialista, mencionando nuestro rechazo a otorgar una racionalidad económica a las guerras habidas en la decadencia del capitalismo así como nuestra pretendida ausencia de método en que se basaría nuestro análisis de la fase actual de descomposición del capitalismo.
En nuestra respuesta nos proponemos abordar sucesivamente los cinco temas siguientes:
1) Mostraremos por qué el BIPR sólo comprende muy parcialmente el análisis de Marx sobre la dinámica y las contradicciones del modo de producción capitalista. Ya hemos criticado largo y tendido ese método heredado [2] de Paul Mattick (1904-81) [3], método que hace que CWO sea incapaz de comprender correctamente las raíces de la decadencia del capitalismo, de sus crisis y más especialmente sus múltiples guerras, expresiones más patentes de la quiebra del sistema. Nos proponemos aquí profundizar esta cuestión para despejar la divergencia de fondo entre el análisis de la CWO y el de Marx y exponer con más amplitud éste último.
2) Mostraremos que no existe relación de causalidad mecánica entre la crisis económica y la guerra misma, aunque ésta es, en última instancia, la expresión de la quiebra del modo de producción capitalista y de la agravación de sus contradicciones económicas. Veremos por qué la prosperidad habida tras la segunda guerra mundial no se debe a las destrucciones ocurridas durante dicha guerra. Explicaremos por qué es arbitrario identificar las guerras de la decadencia del capitalismo a las crisis decenales del siglo xix y, en fin, mostraremos por qué la mecánica económica real de la guerra no tiene nada que ver con las elucubraciones especulativas de CWO.
3) Examinaremos por qué esa teoría de la función económica de las guerras en la supervivencia del capitalismo –como así la presenta CWO– no tiene ninguna tradición en el movimiento obrero: en realidad, tiene sus raíces en los análisis economistas del consejista Paul Mattick en su libro Marx y Keynes (1969). Aunque una parte de la Izquierda italiana tampoco está exenta de ambigüedades sobre este tema, nunca analizó el papel de la guerra como lo hace CWO, o sea que las destrucciones de la guerra serían como un auténtico baño de juventud que permitiría que las cuotas de ganancia se regeneraran… [4].
4) Rebatiremos teórica y empíricamente toda idea de racionalidad de la guerra en período de decadencia del capitalismo. A este respecto, está claro que desde principios de los años 1980, reanudamos con la tradición del movimiento obrero que, como hemos de ver, siempre negó que la guerra tuviera la menor función económica en la decadencia del capitalismo.
5) En fin, mostraremos que el método de análisis en que se basa la idea de la necesidad económica de la guerra para la supervivencia del capitalismo pertenece a un materialismo vulgar que evacua totalmente la lucha de clases en la compresión de la evolución social. Esa adulteración del materialismo histórico impide que CWO comprenda siquiera el origen de la fase de descomposición de un modo de producción tal como lo desarrolló Marx.
En conclusión, aparecerá claramente que, aunque la guerra interimperialista ha ocupado un lugar central en el seno del movimiento obrero, no solo ha sido por su papel económico en la supervivencia del capitalismo como lo afirma el BIPR sino porque la Primera guerra mundial fue la marca patente del inicio de la fase de decadencia del modo de producción capitalista ; porque lanzó un reto al movimiento obrero que ocasionó la fractura más importante en su seno sobre la cuestión del internacionalismo proletario; porque, a causa de las desgracias que ocasionó, fue el maremoto que provocó la primera oleada revolucionaria a escala mundial (1917‑23) ; porque, en el caso de la Segunda Guerra mundial, puso políticamente a prueba a todos los grupos comunistas que rechazaron el estalinismo; porque las guerras imperialistas son una destrucción monstruosa de todo el patrimonio acumulado por la humanidad (sus fuerzas productivas, sus riquezas históricas y culturales, etc.) y, en especial, su componente principal: la clase obrera y sus vanguardias.
En resumen, si la guerra es una cuestión importante en el seno del movimiento obrero no ha sido, ni esencialmente ni en primer lugar, por una razón económica, sino ante todo por razones políticas, sociales e imperialistas.
Las contradicciones fundamentales del capitalismo
La divergencia esencial entre el análisis de Marx y el de la CWO
Inspirándose en las teorías desarrolladas por el consejista Paul Mattick, la Communist Workers Organisation [5] defiende una visión de causa única y muy parcial de la dinámica del capitalismo, basándose únicamente en la Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia (en otras traducciones de el Capital: “Ley de la baja tendencial de la tasa de beneficio”, ndlr) que Marx demostró en el Capital. Esta ley sería la base tanto de las crisis económicas como de la irrupción de la decadencia o de las múltiples guerras que asolan el mundo. Siguiendo a Marx, nosotros consideramos también que esta ley desempeña un papel esencial en la dinámica del capitalismo, pero, como también él lo señaló, interviene únicamente en uno de “los dos actos del proceso de producción capitalista”. Porque Marx siempre dejó claro que para cerrar el ciclo de acumulación, los capitalistas no sólo deben producir con ganancias suficientes –“primer acto del proceso de producción capitalista” (y es en esa fase en la que la tendencia decreciente de la cuota de ganancia tiene toda su importancia)– sino también vender la totalidad de la mercancía producida. Esta venta es lo que Marx llama “segundo acto del proceso de producción capitalista”. Es fundamental, pues, vender en el mercado, es la condición indispensable para poder realizar, en forma de plusvalía para ser reinvertida, la totalidad del trabajo cristalizado en la mercancía durante la producción. Marx no sólo subrayó constantemente la necesidad imperiosa de esos dos actos, puesto que, decía, si uno de ellos no se realiza, estaría en peligro todo el cierre del ciclo de acumulación, sino que nos propuso la clave de las relaciones entre ambos. Marx, en efecto, siempre insistió en que, aunque estrechamente vinculados, el acto de producción es “independiente” del acto de venta. Precisará incluso que esos dos actos “no son idénticos”, que no están “teóricamente ligados”. O sea, Marx nos enseñó que la producción no crea automáticamente su propio mercado contrariamente a las sandeces emitidas por los economistas burgueses, e incluso, dirá también,
“la extensión de la producción no corresponde necesariamente al crecimiento de los mercados”.
¿Por qué? Sencillamente porque la producción y el mercado están determinados de manera diferente: le extracción del sobretrabajo (acto primero: la producción) “solo tiene el único límite de la fuerza productiva de la sociedad” (Marx) mientras que la realización de ese sobretrabajo en el mercado (segundo acto: la venta) tiene como único límite “la capacidad de consumo de la sociedad”; ahora bien,
“esa capacidad de consumo está determinada por relaciones de distribución antagónicas, ese consumo de la gran masa de la sociedad se reduce a lo mínimo” (Marx).
Se necesita, insiste Marx, por consiguiente, que “el mercado crezca sin cesar”. Precisará incluso que “esa contradicción interna”, resultante del proceso inmediato de producción, “busca una solución en la extensión del campo exterior de la producción”.
En efecto, cuando Marx resume en la conclusión de su capítulo sobre la Ley de tendencia decreciente de la cuota de ganancia lo que considera que es su comprensión global del movimiento y las contradicciones del proceso de producción capitalista, habla sin la menor duda, de una obra que se desarrolla en dos actos [6]. El primer acto es el movimiento “de adquisición de la plusvalía” que, “a medida que se desarrolla el proceso de producción, se plasma en baja de la cuota de ganancia e incremento de la masa de plusvalía” mientras que el segundo acto corresponde a la necesidad para “la masa total de mercancías de ser vendida”. Y subraya que:
“Si no logra venderse o sólo se vende en parte o a precios inferiores a los de producción, aunque el obrero haya sido explotado, su explotación no se realiza como tal para el capitalista”.
Marx precisa incluso las relaciones existentes entre esos dos actos que son la producción y la venta diciendo que teóricamente “las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son idénticas”.
Muy diferente es la idea de la CWO-BIPR que reduce el proceso capitalista de producción únicamente al “primer acto de adquisición de plusvalía” que “a medida que se desarrolla el proceso de producción, se traduce por la baja de la cuota de ganancia y el crecimiento de la masa de plusvalía”. Esto explica que en ninguna parte de su artículo, la CWO evoque la necesidad del segundo acto del proceso de producción, o sea la necesidad para “la masa total de mercancías de ser vendidas”. Sencillamente porque el BIPR, siguiendo los pasos a Paul Mattick, pretende que la producción engendra por sí misma su propio mercado [7]. Para el BIPR, ese segundo acto, el de la venta, no plantea problemas, si no es debido a la insuficiencia de plusvalía acumulable resultante de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia. La crisis de sobreproducción estaría únicamente determinada por las dificultades encontradas en el acto primero de la producción. Y sin embargo, hemos visto que, para Marx, está muy claro que esos dos actos de la producción y de la venta no están teóricamente vinculados, son independientes uno del otro: “En efecto, el mercado y la producción, al ser factores independientes, la extensión de uno no corresponde necesariamente al del otro” (Marx, Gründrisse). Esto significa que la producción no crea automáticamente su propio mercado o, dicho de otra manera, el mercado no está básicamente determinado por las condiciones de la producción sino por
“la capacidad de consumo de la sociedad. Pero ésta no se halla determinada ni por la capacidad productiva absoluta ni por la capacidad absoluta de consumo, sino por la capacidad de consumo a base de las condiciones antagónicas de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo susceptible sólo de variación dentro de límites muy estrechos” (Marx, el Capital, ver nota 2).
Una posición refutada por Marx hace ya mucho más de un siglo
La posición de CWO-BIPR tiene ya más de siglo y medio, pues fue la postura defendida por economistas burgueses como Ricardo, Mill y Say a los que ya Marx contestó claramente y en varias ocasiones:
“Los economistas que, como Ricardo, consideran que la producción se identifica directamente con la autovaloración del capital, y desdeñan por lo tanto los límites del consumo o de la circulación, pues, para ellos, la producción crea automáticamente una equivalencia entre consumo y circulación, no planteándose problema alguno entre oferta y demanda; sólo se interesan pues por el desarrollo de las fuerzas productivas (...) [Para] Mill (remedado por el insulso Say) la oferta y la demanda serían idénticas, tendrían por tanto que concordar. La oferta sería pues una demanda medida por su propia cantidad. Gran confusión aquí...» (Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política – Gründrisse).
¿Cuál es la base de la respuesta de Marx a esa “gran confusión” de le economía burguesa, gran confusión que reina también en CWO-BIPR?
Primero, Marx está plenamente de acuerdo con esos economistas para constatar que:
“La producción misma, en efecto crea una demanda, al emplear nuevos obreros en el mismo ramo industrial y al crear nuevos ramos en los que los nuevos capitalistas emplean a su vez nuevos obreros y al mismo tiempo, correlativamente, se transforman en mercado para los viejos ramos productivos...”
pero, añade inmediatamente en esa misma cita, admitiendo en esto lo que decía Malthus:
“...la demanda creada por el propio trabajador productivo nunca puede ser una demanda adecuada, puesto que no abarca la magnitud total de lo que produce. Si lo hiciera no habría beneficio alguno y por lo tanto, ningún motivo para emplearlo. La existencia misma de un beneficio sobre una mercancía cualquiera presupone una demanda exterior a la del trabajo que la produjo...” (ídem).
En el fondo, lo único que hace Marx aquí es expresar lo enunciado de otra manera y citado arriba, o sea el límite de “la capacidad de consumo de la sociedad” que se explica porque esa
“capacidad de consumo [está determinada por] las condiciones antagónicas de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo”.
¿Y cómo explica Marx entonces esos límites de “la capacidad de consumo [a causa] de las condiciones antagónicas de distribución”? Como todos los modos anteriores de producción basados en la explotación, el capitalismo se articula en torno a un conflicto entre clases antagónicas en el que se dirime la apropiación del sobretrabajo. Por consiguiente, la tendencia inmanente del capitalismo consiste, para la clase dominante, en restringir constantemente el consumo de los productores para poder apropiarse de un máximo de plusvalía:
“Cada capitalista sabe, respecto de sus obreros, que no se les [contra]pone como productor frente a los consumidores y desea reducir al máximo el consumo de ellos, es decir, su capacidad de cambio, su salario” (ídem).
Esta tendencia inmanente y permanente del capitalismo de intentar siempre restringir el poder de consumo de los explotados no es más que la ilustración de la contradicción “social-privada” o sea, la contradicción entre la dimensión cada vez más social de la producción y su apropiación siempre privada. En efecto, desde el punto de vista del interés privado de cada capitalista tomado individualmente, el salario aparece como un coste que hay que reducir al máximo igual que los demás costes de producción, mientras que, desde el punto de vista social del funcionamiento del capitalismo como un todo, la masa salarial aparece como un mercado en el que cada capitalista vierte su producción. A partir de ahí, Marx prosigue su explicación en la misma cita (lo subrayado es suyo):
“[Cada capitalista] desea, naturalmente, que los obreros de los demás capitalistas consuman la mayor cantidad posible de sus propias mercancías. (...) la ilusión –correcta para el capitalista individual a diferencia de todos los demás-, de que a excepción de sus obreros, todo el resto de la clase obrera se le contrapone como consumidores y sujetos del intercambio, no como obreros sino como dispensadores de dinero, [esa ilusión] surge precisamente de que se olvida, como dice Malthus : «La existencia misma de un beneficio sobre una mercancía cualquiera presupone una demanda exterior a la del trabajador que la produjo” y, por tanto que “la demanda del propio trabajador no podrá nunca ser suficiente”. Esta demanda puesta por la producción misma impele, por una parte, a ésta a transgredir la proporción en la que tendría que producir con respecto a los obreros, tiene que sobrepasarla; por otra parte, desaparece o se contrae la demanda exterior a la demanda del propio trabajador, con lo cual aparece el derrumbamiento” (ídem).
Es pues la continuidad de los intereses privados de cada capitalista –espoleado por el reto de clase en torno a la apropiación del máximo de sobretrabajo – lo que incita a cada uno de ellos a mermar el salario de sus propios obreros para apropiarse del máximo de plusvalía, pero al hacer esto, esa tendencia inmanente del sistema a comprimir los salarios engendra la base social de los límites del capitalismo pues su resultado es restringir “la capacidad de consumo de la sociedad”. Esa contradicción “social-privada” que explica que el “consumo de la gran masa de la sociedad se reduce a un mínimo” es lo que Marx llama
“las relaciones de distribución antagónicas”: “base de las condiciones antagónicas de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo susceptible sólo de variación dentro de límites muy estrechos”.
Y esto no significa otra cosa que lo enunciado por Marx en la cita de el Capital que hemos reproducido en la nota 2: “Pero cuanto más se desarrolla la capacidad productiva, más choca con la angosta sobre la que descansan las condiciones del consumo”.
El análisis marxista de las contradicciones económicas del capitalismo
Tras haber examinado cuál es la divergencia esencial entre el análisis de Marx y el de la CWO y haber visto cómo Marx ya contestó a ésta hace más de un siglo, tenemos ahora que examinar cómo analizó realmente la dinámica y las contradicciones del modo de producción capitalista.
Cada modo de producción que ha recorrido la historia de la humanidad –tales como los modos asiático, antiguo, feudal y capitalista– se caracteriza por una relación social de producción que le es específica: tributo, esclavitud, servidumbre, salariado. Es esa relación social de producción lo que determina el vínculo que une a los poseedores de los medios de producción a los trabajadores en una relación conflictiva entre clases cuyo objeto es la apropiación del sobretrabajo. Son esas relaciones sociales la médula de la dinámica y de las contradicciones de cada uno de esos modos de producción [8]. En el capitalismo, la relación específica que vincula los medios de producción a los trabajadores es el salariado:
“Por consiguiente, el capital presupone el trabajo asalariado, y éste, el capital. Ambos se condicionan y se engendran recíprocamente” (Marx, Trabajo asalariado y capital).
Esa relación social de producción que, a la vez, imprime la dinámica del capitalismo, pues es el lugar de extracción de la plusvalía (es el acto primero del proceso capitalista de producción), y, al mismo tiempo, contiene sus contradicciones insuperables, puesto que lo que se juega en torno a la apropiación de esa plusvalía tiende a restringir la capacidad de consumo de la sociedad (es el segundo acto del proceso capitalista de producción, la venta):
“La razón última de toda verdadera crisis es siempre la pobreza y la capacidad restringida de consumo de las masas, con las que contrasta la tendencia de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas como si no tuviesen más límite que la capacidad absoluta de consumo de la sociedad” (Marx, el Capital, vol. III).
Son las dificultades que surgen a la vez de las contradicciones dentro y entre esos dos actos del proceso capitalista de producción las que engendran “una epidemia social, que, en cualquier otra época, habría parecido absurda: le epidemia de la sobreproducción” (Marx-Engels, el Manifiesto comunista, 1848), por eso Marx repetirá constantemente que “es en las crisis del mercado mundial cuando estallan las contradicciones y los antagonismos de la producción burguesa” (Marx, Gründrisse, trad. de la edición francesa).
El salariado es una relación dinámica porque, para sobrevivir, el sistema, aguijoneado por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y por la competencia, debe constantemente llevar hasta el límite la explotación salarial, ampliar el campo de aplicación de la ley del valor, acumular constantemente y ampliar sus mercados solventes:
“Es evidente que con el desarrollo de la producción capitalista, con la baja, por lo tanto, del precio de las mercancías, éstas se incrementan en cantidad; y hay entonces que vender más; y es necesaria, por consiguiente, una extensión constante del mercado, necesidad del modo de producción capitalista. (...) Todas las contradicciones de la producción burguesa estallan conjuntamente en las crisis generales del mercado mundial, y de manera aislada, dispersa, en las crisis particulares (en su contenido y extensión). La sobreproducción es una consecuencia particular de la ley de la producción general del capital: producir en proporción con las fuerzas productivas (es decir según la posibilidad de explotar, con una masa de capital determinada, la máxima masa de trabajo) sin tener en cuenta los límites reales del mercado ni las necesidades solventes; realizar esa ley mediante la extensión incesante de la reproducción y de la acumulación, o sea mediante la retransformación constante de la renta en capital, mientras que, por otra parte, la masa de productores es limitada y debe, sobre la base de la producción capitalista, permanecer limitada a la cantidad media de las necesidades” (Marx, Gründrisse).
Dentro de esa dinámica, la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, ocupa un lugar central, pues es ella la que empuja a cada capitalista a compensar la baja de la ganancia en cada una de sus mercancías gracias a la producción en masa para así restablecer e incluso incrementar su cantidad total de ganancia. Cada capitalista se encuentra así ante la necesidad de vender en el mercado una cantidad cada vez mayor de mercancías:
“El fenómeno derivado de la naturaleza misma de la producción capitalista y que consiste en que a medida que aumenta la productividad del trabajo disminuye el precio de cada mercancía o de una cantidad dada de mercancías y aumenta el número de mercancías producidas, reduciéndose la cuota de ganancia calculada sobre la suma total de mercancías y aumentando en cambio la masa de ganancia correspondiente a la suma total de mercancías, sólo indica disminución de la masa de ganancia por cada mercancía, (…). En realidad, la baja de los precios de las mercancías y el aumento de la masa de ganancia sobre la masa incrementada de las mercancías más baratas no es más que una manera distinta de expresar la ley de la cuota decreciente de ganancia a la par que la masa de la ganancia aumenta.” (Marx, el Capital, vol. III).
Pero el salariado es también una relación contradictoria, porque si bien la producción tiene un carácter cada vez más social y ampliado al mundo entero, el sobreproducto sigue siendo apropiado de un modo privado. Apoyándose en esa contradicción “social-privada”, Marx demuestra que, en un marco en que “el consumo no se incrementa al ritmo del incremento de la productividad del trabajo”, el capitalismo engendra...
“... una sobreproducción originada por el hecho de que la masa del pueblo no puede nunca consumir más que la cantidad media de los bienes de primera necesidad, que su consumo no aumenta pues al ritmo del aumento de la productividad del trabajo. (...) Ricardo no comprende que la mercancía debe transformarse necesariamente en dinero. La demanda de los obreros no será nunca suficiente, puesto que la ganancia proviene precisamente de que la demanda de los obreros es inferior al valor de su producto y la ganancia es tanto mayor cuanto menor es relativamente dicha demanda. La demanda de los capitalistas entre ellos tampoco podría ser suficiente” (Marx, el Capital, traducido de la edición francesa del volumen IV, “Teorías sobre la plusvalía”).
“Decir que los capitalistas lo único que deben hacer es intercambiar y consumir sus mercancías entre ellos, es olvidar todo el carácter de la producción capitalista, olvidar que se trata de valorizar el capital y no de consumirlo” (Marx, el Capital).
En la fase ascendente del capitalismo, en un marco en el que, como lo dice Marx, las beneficios en productividad, aunque espectaculares para la época, eran todavía moderados y en el que la apropiación privada confisca lo esencial de ellos, ya que “el consumo (de la masa del pueblo) no aumenta al ritmo del aumento de la productividad del trabajo”, la generalización del salariado, en aquel contexto de “base estrecha en la que se basan las relaciones de consumo”, restringe inevitablemente las salidas mercantiles a causa de las necesidades relativamente descomunales de la acumulación ampliada del capital, obligando así al sistema a tener que encontrar compradores no sólo en sus seno, sino, cada vez más, fuera de la esfera capital-trabajo:
“...cuanto más se desarrolla la producción capitalista, tanto más obligada se ve a producir a una escala que no tiene nada que ver con la demanda inmediata, sino que depende de una extensión constante del mercado mundial (...). La simple relación entre trabajador asalariado y capitalista implica: 1. Que la mayor parte de los productores (los obreros) no sean consumidores (no compradores) de una gran porción de su producto, los medios y la materia de trabajo; 2. Que la mayor parte de los productores, de los obreros, no puedan consumir un equivalente para su producto, mientras siguen produciendo ese equivalente, mientras producen la plusvalía, el sobreproducto. Deben ser constantemente sobreproductores, producir más allá de sus propias necesidades para poder ser consumidores o compradores (...). La condición de la superproducción es la ley general de producción del capital: producir a la medida de las fuerzas productivas, o sea según la posibilidad que se tiene de explotar la mayor masa posible de trabajo con una masa dada de capital, sin tener en cuenta los límites existentes del mercado o de las necesidades solventes” (Marx, Teorías sobre la plusvalía, traducido por nosotros de la edición francesa).
En ese contexto, Marx demostró claramente lo ineluctables que eran las crisis de superproducción a causa de la restricción relativa de la demanda final debida, por un lado, al avance ciego pero necesario de la producción que se impone a cada capitalista para incrementar la masa de plusvalía que compense la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, y, por otra parte, el obstáculo que se alza periódicamente ante el capital: estalla la crisis a causa del estrechamiento relativo del mercado necesario para dar salida a dicha producción, mucho antes de que se manifieste la insuficiencia de la plusvalía engendrada por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia:
“Durante la reproducción y la acumulación, hay constantemente pequeñas mejoras que acaban modificando toda la escala de la producción: hay un creciente desarrollo de las fuerzas productivas. Decir que esa producción creciente necesita un mercado cada vez más amplio y que se desarrolla más rápidamente que dicho mercado, es expresar, en su forma real y ya no abstracta, el fenómeno que hay que explicar. El mercado crece menos rápidamente que la producción; o, dicho de otro modo, en el ciclo de su reproducción –un ciclo en el que no solo hay reproducción simple, sino ampliada–, el capital describe no un círculo, sino una espiral: llega un momento en que el mercado parece demasiado estrecho para la producción. Es lo que ocurre al final del ciclo. Pero eso no significa otra cosa que, sencillamente, el mercado está supersaturado. La superproducción es patente. Si el mercado se hubiera ampliado a la par que el crecimiento de la producción, no habría ni atascamiento del mercado ni sobreproducción. Sin embargo, si se admite que el mercado debe extenderse con la producción, suele admitirse igualmente la posibilidad de una sobreproducción. Desde el punto de vista geográfico, el mercado es limitado: el mercado interior es restringido con relación a un mercado interior y exterior, el cual lo es con relación al mercado mundial, el cual, ‑aunque susceptible de extensión - es también limitado en el tiempo. Si se admite que el mercado debe extenderse para evitar la sobreproducción, se admite la posibilidad de la sobreproducción. En efecto, al ser el mercado y la producción factores independientes, la extensión de uno no corresponde necesariamente al crecimiento del otro. Puede ocurrir que los límites del mercado no se extiendan tan rápidamente como lo exige la producción o que los nuevos mercados se saturen rápidamente, hasta el punto de que el mercado ampliado se convierte en otra barrera como lo había sido antes el mercado estrecho” (traducido del francés, Marx, Gründrisse, la Pléiade, Économie II) [9].
Una precisión suplementaria sobre la divergencia entre Marx y la CWO
Aunque primordial para explicar el desarrollo de las crisis recurrentes de sobreproducción que atraviesan toda la vida del capitalismo, la dimensión contradictoria del salariado que tiende constantemente a reducir el mercado solvente en comparación con las necesidades cada vez mayores de la acumulación del capital no es evidentemente el único factor analizado por Marx que participa en el origen de las crisis. Otras contradicciones y factores se conjugan para alimentarlas. Así ocurre con el desequilibrio en el ritmo de acumulación entre los grandes sectores de la producción (el de bienes de consumo y el de bienes de producción), de la velocidad diferente de rotación de los capitales en los diferentes ramos de la producción, de la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, etc. Marx explica todo eso ampliamente, pero no es posible exponer sus argumentos aquí, en el marco de este artículo. Hay que señalar, sin embargo, que entre todos esos factores que participan en el estallido de las crisis de superproducción, la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia ocupa efectivamente un lugar central –Marx hizo de esa ley la clave para comprender los ciclos decenales de los dos primeros tercios del siglo xix [10]: en efecto, cuando se invierte la dinámica al alza de la cuota de ganancia y ésta disminuye, engendra inevitablemente una espiral depresiva que frena la acumulación y, luego, los pedidos mutuos entre ramas de la producción, provocando entonces despidos de asalariados y compresión de la masa salarial, etc. Todos esos fenómenos se van conjugando para acabar provocando una generalización de malas ventas de las mercancías.
Así pues, la crisis de superproducción aparece a la vez como una crisis de rentabilidad del capital (baja de la cuota de ganancia) y de reparto (insuficiencia de mercados solventes). Ese doble carácter de la crisis se debe a que cada capitalista procura individualmente reducir los salarios hasta donde pueda (sin preocuparse para nada de los mercados en un plano general) y, a la vez, procura aumentar al máximo su productividad frente a la competencia (lo que, al cabo, pesará en la cuota de ganancia: crisis de valorización). El carácter privado y conflictivo del capitalismo le prohibe a medio y largo plazo toda regulación con la que gestionar las tendencias contradictorias que lo atraviesan: la superinversión (superacumulación) y la insuficiencia relativa de salidas mercantiles retornan periódicamente entorpeciendo la acumulación del capital y disminuyendo su tasa de crecimiento.
Marx puso, sin embargo, muy de relieve que esa tendencia decreciente de la cuota o tasa de ganancia no es, en absoluto, el resultado de un esquema repetitivo, que se pueda definir matemáticamente, e intemporal. Debe analizarse y comprenderse en lo que tiene de específico cada vez que se manifiesta, pues, a causa de los tres factores básicos que la determinan (salarios, productividad del trabajo y productividad del capital), existen varios escenarios posibles, sobre todo cuando las combinaciones de esos tres factores pueden, a su vez, conjugarse con contratendencias que varían mucho a lo largo del tiempo: disposición de un amplio mercado interno, colonialismo, inversiones en países o sectores de composición orgánica del capital más reducida [11], incremento de la feminización del trabajo, requerimiento de mano de obra inmigrada, etc.
O sea que se puede decir que para funcionar correctamente, el capitalismo debe producir con ganancia y vender las mercancías así producidas. Según Marx, esas dos exigencias, en las condiciones del capitalismo real, son eminentemente contradictorias. No pueden llegar a ser compatibles a medio y largo plazo, porque la competencia, la apropiación privada y lo que está en juego en torno a la apropiación del sobretrabajo prohíben socialmente al capitalismo regular durablemente esas contradicciones. Es pues la relación social de producción fundamental del capitalismo –el salariado– lo que se pone en entredicho.
¿Por qué nos ha parecido necesario precisar todo esto que podría aparecer como algo “técnico y complejo” a alguien que no esté acostumbrado a manejar conceptos económicos y las relaciones entre ellos? Pues porque eso nos permite precisar las divergencias fundamentales entre lo que decía Marx y lo que dice CWO, a la vez que nos precavemos contra posibles polémicas sin sentido.
Sí, siguiendo a Marx, nosotros entendemos perfectamente que la dinámica provocada por la tendencia decreciente de la cuota de ganancia favorece el origen de las crisis de sobreproducción pero en lo que CWO diverge totalmente de Marx :
1) es cuando CWO deja totalmente de lado esa dimensión contradictoria del salariado –y eso que Marx no cesó de insistir en ella–, base primera y principal de las crisis de sobreproducción pues tiende a restringir permanentemente el poder de consumo de los asalariados y por lo tanto de los mercados solventes tan necesarios para concluir plenamente una producción de mercancías que crece sin cesar,
2) cuando CWO, en el lugar de esa contradicción social central en la relación salarial, hace de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia el mecanismo único de las crisis de superproducción e incluso el principio y el fin de todas las contradicciones del capitalismo, incluidas su decadencia y todas las guerras imperialistas,
3) y, en fin, cuando hace depender estrictamente la dimensión del mercado solvente de la dinámica hacia la extensión o la contracción de la producción, la cual dependería también de la evolución de la cuota de ganancia, cuando, en realidad, según los propios términos de Marx, los dos actos del proceso de producción (la producción y la venta) “no son idénticos”, son “independientes”, “no vinculados teóricamente”. La mejor prueba, si falta hiciera, sobre la que nos explicaremos ampliamente en la continuación de este artículo, del carácter profundamente erróneo de esa visión de CWO, es que hace ya más de un cuarto de siglo que la cuota o tasa de ganancia está claramente orientada al alza y que ha alcanzado cuotas predominantes durante los “treinta años gloriosos” ... mientras que las tasas de crecimiento de la productividad, de la inversión, de la acumulación y, por lo tanto, del crecimiento, siguen orientadas a la baja o se estancan [12]! Puede comprenderse esta paradoja únicamente cuando se ha entendido que la crisis es consecuencia de la insuficiencia relativa de mercados solventes a causa de la contracción masiva de la masa salarial, contracción que explica, por otra parte, por qué se han recuperado las cuotas de ganancia.
Marx y Rosa Luxemburg: un análisis idéntico de las contradicciones económicas del capitalismo
¿Cómo supera el capitalismo su tendencia inherente a restringir los mercados solventes? ¿Cómo puede resolver esta contradicción “interna” de su modo de funcionamiento? La respuesta de Marx es muy clara e idéntica en toda su obra:
“Por consiguiente, el mercado debe crecer sin cesar (...) Esta contradicción interna busca una solución en la extensión del campo exterior de la producción» (el Capital);
“Esa demanda creada por la producción... tiende a superar con creces su demanda (la de los asalariados), mientras que, por otra parte, la demanda de las clases no obreras desaparece o se reduce fuertemente, ‑ es así como se prepara el hundimiento”(Gründrisse).
Esta comprensión de Marx fue la que retomaría Rosa Luxemburg en su obra La Acumulación del Capital. En cierto modo, la insigne revolucionaria habrá de prolongar lo desarrollado por Marx al escribir el capítulo sobre el mercado mundial, uno de los que Marx no pudo terminar [13]. La obra de Rosa está toda ella atravesada por la idea maestra de Marx según la cual...
“... esa demanda creada por la producción... tiende a superar con creces la de los asalariados, mientras que, por otra parte, la demanda de las clases no obreras desaparece o se reduce fuertemente, ‑ es así cómo se prepara el hundimiento”.
Y precisará esa idea planteando que, puesto que la totalidad de la plusvalía del capital social global necesita, para realizarse, una ampliación constante de sus mercados tanto internos como externos, el capitalismo depende de sus conquistas continuas de mercados solventes tanto a nivel nacional como internacional :
“De este modo, el capital va preparando su bancarrota por dos caminos. De una parte, al expansionarse a costa de todas las formas no capitalistas de producción, camina hacia el momento en que toda la humanidad se compondrá exclusivamente de capitalistas y de proletarios asalariados, haciéndose imposible, por tanto, toda nueva expansión, y como consecuencia de ello toda acumulación. De otra parte, en la medida en que esta tendencia se impone, el capitalismo va agudizando los antagonismos de clase y la anarquía económica y política internacional en tales términos que, mucho antes de que se llegue a las últimas consecuencias del desarrollo económico, es decir, mucho antes de que se imponga en el mundo el régimen absoluto y uniforme de la producción capitalista, sobrevendrá la rebelión del proletariado internacional, que acabará necesariamente con el régimen capitalista. (...) El imperialismo actual (...) es el último capítulo de su proceso histórico [del capital] de expansión: es el período de la concurrencia general mundial de los Estados capitalistas que se disputan los últimos restos del medio no capitalista de la Tierra” (la Acumulación del capital, “Apéndice: una anticrítica”) [14].
Rosa pondrá en su contexto y concretará esa idea en la realidad viva del recorrido histórico del capitalismo y en estos tres ámbitos:
a) Describirá magistralmente la progresión concreta del capitalismo en su tendencia permanente a “la extensión del campo exterior de la producción”, explicando el nacimiento y el desarrollo del capitalismo en el interior de la economía mercantil surgida de las ruinas del feudalismo, hasta su dominación sobre el conjunto del mercado mundial.
b) Luxemburg comprenderá las contradicciones propias de la época imperialista, ese...
“... fenómeno de carácter internacional que Marx no conoció: el desarrollo imperialista de los últimos veinticinco años. (…) este desarrollo inauguraba, como es sabido, un nuevo período de efervescencia en los Estados europeos: su expansión, su carrera a ver quién llega antes, hacia los países y zonas del mundo no-capitalistas. Ya antes de los años 80 asistíamos a un nuevo empuje particularmente violento hacia las conquistas coloniales” (la Crisis de la socialdemocracia, –folleto de Junius–, III,).
c) Y precisará más profundamente la razón y el momento de la entrada en decadencia del sistema capitalista, pues, además de analizar el vínculo histórico entre las relaciones sociales de producción capitalistas y el imperialismo, demostrando que el sistema no puede vivir sin extenderse, sin ser, por esencia, imperialista, lo que Rosa Luxemburg precisa más todavía es el momento y la manera en que el sistema capitalista entra en su fase de decadencia.
Una vez más, sobre este último punto, lo único que hace Rosa Luxemburg es retomar y desarrollar una idea muchas veces repetida por Marx desde el Manifiesto comunista según la cual “la constitución del mercado mundial, al menos en sus grandes rasgos” y “una producción condicionada por el mercado mundial” rubricarán el final de la fase ascendente del capitalismo:
“La verdadera misión de la sociedad burguesa, es crear el mercado mundial, al menos en sus grandes rasgos así como una producción condicionada por el mercado mundial” (Carta de Marx a Engels del 8 de octubre de 1858).
Siguiendo la intuición de Marx sobre el momento de la entrada en decadencia del capitalismo, y casi en los mismos términos, Rosa Luxemburg deducirá la dinámica y el momento:
“... Las crisis tales como las hemos conocido hasta hoy (tienen) también ellas, en cierto modo, el carácter de crisis juveniles. No hemos alcanzado todavía el grado de elaboración y de agotamiento del mercado mundial que podría provocar el asalto fatal y periódico de las fuerzas productivas contra las barreras de los mercados, asalto que constituiría el tipo mismo de la crisis senil del capitalismo... Una vez elaborado el mercado mundial y constituido en sus grandes rasgos y tal que ya no puede seguir creciendo mediante bruscas pulsiones expansionistas; la productividad del trabajo continuará incrementándose de manera irresistible; empezará entonces, a mayor o menor plazo, el asalto de las fuerzas productivas contra las barreras que encauzan los intercambios, asalto cuya repetición misma será cada día más duro y avasallador” (Reforma social o Revolución, primera edición en lengua alemana, citada por F. Sternberg, en El Conflicto del siglo).
Desde entonces, el agotamiento relativo – o sea en relación con las necesidades de la acumulación ‑ de esos mercados deberá precipitar el sistema en su fase de decadencia. A esa cuestión, Rosa responderá cuando aparezcan los signos siniestramente anunciadores de la guerra 14-18, estimando que el conflicto interimperialista mundial abre la época en la que el capitalismo se convierte en traba permanente para el desarrollo de las fuerzas productivas:
“La necesidad del socialismo está plenamente justificada desde el momento en que la otra, la dominación burguesa de clase, deja de ser portadora de progreso histórico y se convierte en un freno y un peligro para la evolución ulterior de la sociedad. Es precisamente lo que la guerra actual ha revelado acerca del orden capitalista” (Luxemburg, la Crisis de la socialdemocracia).
Así pues la entrada en decadencia del sistema se caracterizó no por la desaparición de los mercados extracapitalistas (o sea de “la demanda de las clases no obreras” – Marx), sino por su insuficiencia respecto a las necesidades de la acumulación ampliada alcanzada por el capitalismo. O sea, la masa de plusvalía realizada en los mercados extracapitalistas se ha hecho insuficiente para recuperar la fracción necesaria de la parte de plusvalía producida por el capitalismo y destinada a ser reinvertida. Una fracción del capital total ya no encuentra posibilidad de salida en el mercado mundial, poniendo de relieve una sobreproducción que, tras haber sido episódica en período ascendente, tenderá a convertirse en obstáculo permanente al que se verá enfrentado el capitalismo a todo lo largo de su decadencia. Esta idea de Rosa Luxemburg, además, ya había sido explícitamente desarrollada por Engels cuando, en febrero de 1886 escribía a Florence Kelley-Wischnewtsky que:
“si hay tres países (digamos Inglaterra, Estados Unidos y Alemania) que se enfrentan comparativamente en situación de igualdad por la posesión del mercado mundial, eso no podría dar otro resultado que una superproducción crónica, al ser uno solo de ellos capaz de abastecer toda la cantidad pedida”.
La acumulación ampliada se encuentra entonces frenada pero no por ello ha desaparecido. La historia económica del capitalismo desde 1914 es la historia del desarrollo de los paliativos contra ese estrangulamiento y la historia de la ineficacia de esos paliativos quedó patente, entre otros hechos, en la gran crisis de los años 30, en la IIª Guerra mundial y en los treinta cinco últimos años de crisis.
La identidad entre los análisis de Marx y de Rosa Luxemburg sobre las contradicciones del capitalismo hace totalmente absurdas las acusaciones sin base alguna – propaladas por el estalinismo y el izquierdismo y desgraciadamente retomadas también por el BIPR – para oponer el uno a la otra y pretender erróneamente que: 1) la explicación de Marx sobre las crisis se basaría en la tendencia decreciente de la cuota de ganancia mientras que la de Rosa Luxemburg se basaría en la saturación de los mercados; 2) que Marx identificaría las contradicciones del capitalismo en el seno de la producción mientras que Rosa los situaría en la realización, o también que, 3) para Marx la contradicción sería “interna” del capitalismo (la producción) mientras que para Rosa sería “externa” (los mercados), etc. Todo eso no tiene sentido alguno cuando se comprende que son las propias leyes internas y contradictorias del capitalismo las que, en su desarrollo, tienden a restringir la demanda social final y engendran las crisis recurrentes de sobreproducción. Marx y Rosa no dijeron otra cosa.
Conclusión de esta primera parte
Estimulado por la necesidad de acaparar el máximo de sobretrabajo, el capitalismo somete al mundo a la dictadura del salariado. Y al hacerlo, instaura la contradicción más descomunal: restringe relativamente el poder de consumo de la sociedad respecto a una producción de mercancías que se incrementa sin cesar, engendrando un fenómeno desconocido hasta hoy en la historia de la humanidad, las crisis de sobreproducción:
“Es en las crisis del mercado mundial en donde estallan las contradicciones y los antagonismos de la producción burguesa” (Marx).
Marx vincula fundamentalmente las crisis de sobreproducción a los frenos que esa relación salarial impone al crecimiento del consumo final de la sociedad y más específicamente de los trabajadores asalariados. Más precisamente, Marx sitúa esa contradicción entre, por un lado, la tendencia a “un desarrollo absoluto de las fuerzas productivas” y por lo tanto, a un crecimiento sin límites de la producción social en valor y en volumen y, por otro lado, el límite del crecimiento del consumo final de la sociedad. Esa es la contradicción que Marx define, en el llamado libro IVº de el Capital, “Teorías sobre la plusvalía”, como contradicción producción-consumo final [15] :
“Todas las contradicciones de la producción burguesa estallan colectivamente en las crisis generales del mercado mundial; en las crisis particulares, aparecen, en cambio, dispersas, aisladas, parciales. La condición especial de la superproducción es la ley general de producción del capital: producir a la medida de las fuerzas productivas (o sea según la posibilidad que se tenga de explotar la mayor masa posible de trabajo con una masa determinada de capital) sin tener en cuenta los límites existentes de los mercados o de las necesidades solventes...” (trad. del francés por nosotros).
En este artículo hemos visto que, aunque la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia participa plenamente en el origen de las crisis de sobreproducción, no es ni mucho menos la causa única y ni siquiera la causa principal. En la continuación de este artículo, veremos que esa ley tampoco es capaz de explicar las grandes etapas que han marcado la evolución del sistema capitalista, ni su entrada en decadencia, ni su tendencia a engendrar guerras cada vez más extensas y mortíferas que ponen en peligro la existencia misma de la sociedad humana.
Engels que conocía perfectamente los análisis económicos de Marx – sobre todo porque trabajó durante años sobre los manuscritos de los Libros II y III de El Capital- no se equivocaba cuando en el prefacio de la edición inglesa del Libro I (1886), al insistir en el atolladero histórico del capitalismo, no se refiere a la tendencia decreciente de la cuota de ganancia sino a la contradicción señalada constantemente por Marx entre “un desarrollo absoluto de las fuerzas productivas” y “el límite del crecimiento del consumo final de la sociedad”:
“Y al paso que la capacidad productiva crece en progresión geométrica, la expansión de los mercados sólo se desarrolla, en el mejor de los casos, en progresión aritmética. Cierto es que parece haberse cerrado el ciclo decenal de estancamiento, prosperidad, superproducción y crisis, que venía repitiéndose constantemente desde 1825 hasta 1867, pero sólo para hundirnos en el pantano desesperante de una depresión permanente y crónica” (“Prólogo de Engels a la edición inglesa”, 1886, el Capital, Libro I).
Y ese “pantano desesperante de una depresión permanente y crónica” al que se refiere Engels no es sino el anuncio premonitorio de la entrada en decadencia del capitalismo. Entrada que se caracteriza por una “superproducción crónica”, como lo dirá Engels el mismo año en una carta a F.K. Wischnewtsky ya citada. Podemos ahora comprender por qué son sin lugar a dudas, los análisis de Rosa Luxemburg los que se sitúan en plena continuidad con los de Marx y Engels, llevándolos más lejos, y no los del BIPR.
C. Mcl
[1]) La CWO es, con Battaglia comunista (BC), uno de los dos cofundadores del BIPR (Buró internacional para el partido revolucionario). Como defienden ambas el mismo análisis de la guerra, nuestro artículo criticará indistintamente a una o a la otra de esas dos organizaciones.
[2]) Para hacerse una idea de esas divergencias, invitamos al lector a ver los artículos siguientes de nuestra Revista internacional: n° 12, “Algunas respuestas de la CCI a la CWO – Sobre las teorías de las crisis; n° 13, “Marxismo y teorías de las crisis”; n° 16, “Teorías económicas”; n° 19, “Sobre el imperialismo”; n° 22, “Las teorías de las crisis”; n° 82, “el concepto del BIPR de la decadencia y la cuestión de a guerra”; n° 83, “La naturaleza de la guerra imperialista: respuesta al BIPR”; n° 84, “Las teorías de la crisis histórica del capitalismo: respuesta al BIPR”; n° 121, “La bajada a los infiernos”.
[3]) Militante de las Juventudes espartaquistas ya a los 14 años, fue elegido delegado por el Consejo obrero de las factorías Siemens de Berlín durante el período revolucionario. En 1920, deja el partido comunista (KPD), integrándose en el KAPD (Partido comunista obrero de Alemania). En 1926 emigra a Estados Unidos junto con otros camaradas. Participa en IWW (Industrial Workers of the World; ver al respecto, el artículo de nuestra Revista international n° 124) para entrar después en un pequeño partido de orientación comunista de consejos que publicará Living Marxism (1938-41) y New Essays (1942-43) de los que era redactor. Publicó varias obras, traducidas algunas de ellas en diferentes lenguas.
[4]) “La devaluación del capital durante la guerra así como sus destrucciones puras y simples crearon una configuración para le capital subsistente en el que la masa de ganancia disponible está a la disposición de un capital constante muy inferior. A partir de entonces, se incrementa el aprovechamiento del capital subsistente (...) Se estima que durante la Primera Guerra mundial 35 % de la riqueza acumulada por la humanidad fue destruida o dilapidada en unos cuantos años. (...) Fue sobre la base de esa devaluación de capital y de desvalorización de la fuerza de trabajo cómo se restableció la cuota de ganancia y fue apoyándose en ese restablecimiento cómo se llegó hasta 1929. (...) La composición orgánica del capital estadounidense se redujo 35 % durante la guerra y solo a principios de los 60 volvería al nivel de 1940. Esto se obtuvo en gran parte gracias a la desvalorización del capital constante. (...) Fue ese aumento de la cuota de ganancia en el período de posguerra lo que permitió arrancar una nueva fase de acumulación. (...) La reanudación general se basa en el aumento de la cuota de ganancia causada por los efectos económicos de la guerra. De ello deducimos que las guerras mundiales se han hecho indispensables para la supervivencia del capitalismo desde principios del siglo xx...”.
[5]) Ver el artículo publicado en Revolutionary Perspectives nº 37, publicación de la CWO en Gran Bretaña.
[6]) “La plusvalía se produce tan pronto como la cantidad de trabajo sobrante que puede exprimirse se materializa en mercancías. Pero con esta producción de plusvalía finaliza solamente el primer acto del proceso capitalista de producción, que es un proceso de producción directo. El capital ha absorbido una cantidad mayor o menor de trabajo no retribuido. Con el desarrollo del proceso que se traduce en la baja de la cuota de ganancia, la masa de la plusvalía así producida se incrementa en proporciones enormes. Ahora empieza el segundo acto del proceso. La masa total de mercancías, el producto total, tanto la parte que repone el capital constante y el variable como la que representa plusvalía, necesita ser vendida. Si no logra venderse o sólo se vende en parte o a precios inferiores a los de producción, aunque el obrero haya sido explotado, su explotación no se realiza como tal para el capitalista, no va unida a la realización, o solamente va unida a la realización parcial de la plusvalía estrujada, pudiendo incluso llevar aparejada la pérdida de su capital en todo o en parte. Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son idénticas. No sólo difieren en cuanto al tiempo y al lugar, sino también en cuanto al concepto. Unas se hallan limitadas solamente por la capacidad productiva de la sociedad, otras por la proporcionalidad entre las distintas ramas de producción y por la capacidad de consumo de la sociedad. Pero ésta no se halla determinada ni por la capacidad productiva absoluta ni por la capacidad absoluta de consumo, sino por la capacidad de consumo a base de las condiciones antagónicas de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo susceptible sólo de variación dentro de límites muy estrechos. Se halla limitada, además, por el impulso de acumulación, por la tendencia a acrecentar el capital y a producir plusvalía en una escala ampliada. Es ésta una ley de la producción capitalista, ley que obedece a las constantes revoluciones operadas en los propios métodos de producción, la depreciación constante del capital existente que suponen la lucha general de la concurrencia y la necesidad de perfeccionar la producción y extender su escala, simplemente como medio de conservación y so pena de perecer. El mercado tiene, por tanto, que extenderse constantemente, de modo que sus conexiones y las condiciones que lo regulan van adquiriendo cada vez más la forma de una ley natural independiente de la voluntad de los productores, cada vez más incontrolable. La contradicción interna tiende a compensarse mediante la expansión del campo externo de la producción. Pero cuanto más se desarrolla la capacidad productiva, más choca con la angosta base sobre la que descansan las condiciones del consumo”. (Marx, el Capital, Vol. III, cap. XV). En otras traducciones de el Capital, se usan términos como “plusvalor” para “plusvalía” o “sobretrabajo” para “trabajo sobrante” (NDLR).
[7]) “[Para la CCI] esa contradicción, producción de la plusvalía y su realización, aparece como una sobreproducción de mercancías y por lo tanto como causa de una saturación del mercado, que a su vez se opone al proceso de acumulación, lo cual pone al sistema en su conjunto en la situación de imposibilidad de contrarrestar la caída de la cuota de ganancia. En realidad [para Battaglia], el proceso es inverso. (...) Es el ciclo económico y el proceso de valorización lo que hacen que el mercado sea “solvente” o “insolvente”. Es a partir de las leyes contradictorias que regentan el proceso de acumulación cómo puede explicarse la “crisis” del mercado” (Texto de presentación de Battaglia comunista en la primera conferencia de los grupos de la Izquierda comunista).
[8]) “En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo, para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es cómo se relacionan con la naturaleza y cómo se efectúa la producción. (…) Las relaciones de producción forman en conjunto lo que se llaman las relaciones sociales, la sociedad, y concretamente, una sociedad con un determinado grado de desarrollo histórico, una sociedad de carácter peculiar y distintivo. La sociedad antigua, la sociedad feudal, la sociedad burguesa, son otros tantos conjuntos de relaciones de producción, cada uno de los cuales representa, a la vez, un grado especial de desarrollo en la historia de la humanidad” (Marx, Trabajo asalariado y capital, 1849).
[9]) En su artículo, CWO nos da una cita de Marx que podría dar a entender que el análisis de la crisis de éste se basaría únicamente en la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia: “Estas contradicciones tienen como resultado estallidos, crisis, en los que la anulación momentánea de todo trabajo y la destrucción de gran parte del capital, lo hacen volver violentamente al punto en el cual será capaz de emplear plenamente sus fuerzas productivas sin suicidarse por ello. Con todo, esas catástrofes regularmente recurrentes tienen como resultado su repetición a mayor escala, y, por último la ruina violenta del capital” (Grundisse, ed. Siglo XIX, vol II). Si CWO se hubiera fijado en ese pasaje más ampliamente, habría podido comprobar que, unas líneas antes, Marx habla de la necesidad del “desarrollo extremo del mercado” pues, explica, “Esa disminución de la tasa de beneficio [cuota de ganancia] equivale a lo siguiente: 1°) a la fuerza productiva ya producida y a la base material que constituye aquélla para la nueva producción...; 2°) a la reducción de aquélla parte del capital ya producido que se intercambia por trabajo inmediato...; 3°) a la dimensión del capital en general, también a la parte del mismo que no es capital fijo. O sea, gran número de operaciones de cambio, amplitud del mercado y universalidad del trabajo simultáneo; medios de comunicación, etc. ; disponibilidad del necesario fondo de consumo para efectuar este proceso descomunal (ídem). De eso, “un tráfico inmensamente desarrollado, de la amplitud del mercado” CWO no habla nunca y Marx lo hace todo el tiempo.
[10]) “A medida que el valor y la duración del capital fijo empleado se desarrollan con el modo de producción capitalista, la vida de la industria y del capital industrial se desarrolla en cada empresa particular y se prolonga durante un período de, digamos, diez años de media. (…) … ese ciclo de rotaciones que se encadenan y se prolongan durante una serie de años, durante los cuales el capital es prisionero de su elemento fijo, sienta las bases materiales de las crisis periódicas” (Marx, el Capital, T. II); “Vemos así que en el período de desarrollo de la industria inglesa (1815 a 1870) marcada por ciclos decenales, lo máximo de la última prosperidad antes de la crisis reaparece siempre como mínimo de la prosperidad que le sigue, para después subir a un nuevo máximo mucho más alto” (Marx, el Capital); “Pero sólo a partir del momento en que la industria mecánica ha arraigado tan profundamente que influye de un modo predominante sobre toda la producción nacional; en que, gracias a ella, el comercio interior comienza a tomar delantera sobre el comercio exterior; en que el mercado mundial se anexiona sucesivamente extensas zonas en el nuevo mundo, en Asia y en Australia; y en que, por último, las naciones industriales lanzadas a la palestra son ya lo suficientemente numerosas; solamente a partir de entonces comienzan a presentarse aquellos ciclos constantemente repetidos cuyas fases sucesivas abarcan años enteros y que desembocan siempre en una crisis general, final de un ciclo y punto de arranque de otro nuevo. Hasta ahora, la duración periódica de estos ciclos venía siendo de diez u once años, pero no hay razón alguna para considerar esta cifra como una magnitud constante. Por el contrario, con arreglo a las leyes de la producción capitalista, tal y como acabamos de desarrollarlas, debe inferirse que se trata de una magnitud variable y que el período de los ciclos irá acortándose gradualmente” (párrafo intercalado por Marx en la edición francesa, París, 1873, Ver el Capital, FCE, vol. I) .
[11]) Como en las actividades de sector terciario o en los nuevos ramos industriales.
[12]) Para un desarrollo más amplio de esta argumentación, tanto en lo teórico como en lo estadístico, el lector puede leer nuestro artículo sobre la crisis del número 121 de esta Revista internacional.
[13]) “El sistema de la economía burguesa se presenta a mi parecer con el orden siguiente: capital, propiedad de bienes raíces, trabajo asalariado; Estado, comercio exterior, mercado mundial. (...) Tengo ante mí el conjunto de materiales en forma de monografías escritas en períodos muy alejados unos de otros, no para ser impresas, sino para mi propia edificación personal. Dependerá de las circunstancias si las acabo poniendo en forma coherente siguiendo el plan que acabo de indicar” (Marx, Prólogo a la Crítica de le economía política, trad. del francés, La Pléiade, Economie I). Por desgracia, las circunstancias serían diferentes y nunca habrían de dejar a Marx la oportunidad de terminar su plan inicial.
[14]) Lo desarrollado por Rosa no es sino lo que Marx explicó siempre en todos sus trabajos económicos, y eso desde el principio. Por ejemplo, en Trabajo asalariado y capital (1847) había escrito lo siguiente: “Estas [las crisis] se hacen más frecuentes y más violentas, ya por el solo hecho de que. a medida que crece la masa de producción y, por tanto, la necesidad de mercados más extensos, el mercado mundial va reduciéndose más y más, y quedan cada vez menos mercados nuevos que explotar, pues cada crisis anterior somete al comercio mundial un mercado no conquistado todavía o que el comercio sólo explotaba superficialmente”.
[15]) Marx escribió un párrafo entero sobre esa cuestión en su Libro IV sobre “Las teorías sobre la plusvalía”. El título de ese párrafo no puede ser más explícito: “Contradicción entre el desarrollo irresistible de las fuerzas productivas y el límite del consumo, base de la sobreproducción”.