La lucha contra el capitalismo hoy, es la lucha por la abolición del trabajo asalariado

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El presente artículo constituye una polémica con miembros del Partido Comunista Internacional (PCI) en Venezuela, a propósito de una hoja que han titulado: «Mientras las fracciones burguesas (chavistas y anti-chavistas)se disputan la plusvalía extraída a los asalariados, los comunistas levantamos las banderas de la lucha revolucionaria anticapitalista» de febrero de 2003.

En primer lugar, queremos saludar el esfuerzo hecho por los compañeros para difundir una posición marxista, cuestión que constituye una tarea prioritaria para los grupos políticos que asumimos la defensa de los intereses históricos del proletariado, denunciando las campañas de la burguesía nacional, las cuales constituyen una traba al desarrollo de la consciencia en nuestra clase. Si bien compartimos algunas posiciones políticas expresadas por el PCI, existen otras que aparecen en su hoja y que requieren ser aclaradas a la luz de las posiciones que ha venido desarrollando la izquierda comunista. Sin embargo, sólo desarrollaremos la cuestión de las luchas reivindicativas, puesto que ésta contiene uno de los principales aspectos en base a los cuales la CCI ha venido desarrollando una critica y una polémica con esta agrupación política.

Consideramos al PCI una organización política dentro del campo proletario, debido a la defensa de principios de fundamental importancia, como son la defensa intransigente de los intereses del proletariado como clase explotada en la sociedad capitalista; el reconocimiento del proletariado como clase revolucionaria, como aquella en quien descansa la responsabilidad histórica de destruir el capitalismo, lo cual abre la perspectiva del comunismo y la reivindicación del carácter internacional de la lucha proletaria.

También son posiciones expresadas por el PCI, el hecho de que estamos frente a una confrontación entre fracciones burguesas. Que como comunistas, defendemos en todo momento los intereses del proletariado venezolano y mundial.; que las fracciones burguesas en pugna han manipulado ideológicamente al proletariado para colocarlo tras sus banderas (nacionalismo, defensa de la democracia y la soberanía nacional), lo que ha costado muy caro en términos del desarrollo de su combatividad y consciencia de clase. Que ambas fracciones, en tanto que defensoras del capital, llevan por igual al proletariado a la pobreza. Que las raíces del hambre y el desempleo están en el régimen capitalista. Para ilustrar de una forma más precisa su posición, tenemos: «Por eso el proletariado consciente no lucha por cambiar un gobernante por otro, o un funcionario público por otro, o un patrón por otro. En vez de distraerse con banderas burguesas, el proletariado lucha contra el capitalismo. El proletariado no lucha por el cambio de un modelo de acumulación de capitales por otro, sino que combate por una nueva sociedad: la sociedad comunista.»

Estas afirmaciones, que compartimos con el PCI, son las que han estado a la base de las tomas de posición que hemos hecho en los últimos años, a propósito del gobierno chavista, pero sobre todo apoyados en un marco más global, marxista, que nos ha permitido comprender la situación actual venezolana desde un punto de vista histórico, caracterizado por la descomposición de las relaciones capitalistas de producción.

Es en ese contexto, de agudización de la crisis económica mundial y de descomposición del capitalismo, que se acentúan no sólo las medidas que implementa la burguesía para atacar las condiciones de vida del proletariado, sino también las pugnas entre las fracciones burguesas que se disputan el control del estado, como es el caso de Venezuela. Esta situación, la expresan los compañeros del PCI como sigue: «A lo largo de las confrontaciones entre las fracciones burguesas en Venezuela (que en lo político se expresan en el choque entre chavistas y antichavistas) la burguesía ha venido tomando medidas que descargan sobre los trabajadores los costos de la crisis capitalista. Devaluación monetaria, aumento de impuestos, caída del salario real, aumento del desempleo son los aspectos que destacan en la situación actual de los trabajadores.»

Hasta aquí consideramos que los compañeros mantienen una posición que se corresponde con un análisis marxista de la situación. Luego, ya al final de su hoja, introducen un elemento de confusión que contradice las posiciones que correctamente habían expresado, como es sembrar en el proletariado la ilusión en torno a una serie de reivindicaciones, las cuales podrían ser perfectamente posibles en la sociedad capitalista actual.

Estamos de acuerdo con el hecho de que el proletariado se resista, a través de sus luchas, a que la burguesía continúe profundizando a través de sus medidas económicas, la pauperización y los ataques a sus condiciones de vida. Sin embargo, proponer por ejemplo un «aumento lineal de salarios a 1000 $ mensuales»; una «reducción de la jornada de trabajo a 30 horas semanales, sin reducción de salarios»; o unas «jubilaciones a los 55 años con el pago del 100% del último salario devengado», como lo hacen los compañeros en su hoja, son cuestiones que requieren un análisis más riguroso emprendido desde el materialismo histórico, como método para analizar el desarrollo histórico del capitalismo, así como también de las condiciones en que se produce la lucha del proletariado en la etapa actual de decadencia capitalista.

 

La importancia de comprender lo que es la decadencia del capitalismo

La CCI ha hecho todo un desarrollo teórico acerca de la ascendencia y decadencia del capitalismo, apoyándose fundamentalmente en el aporte de marxistas de la talla de Rosa Luxemburgo. El concepto de decadencia no es una «elucubración» de la cual sólo la CCI sabría el secreto. Es el resultado de la aplicación del materialismo histórico, como método para el análisis de la sociedad. Este ha permitido ver el desarrollo del capitalismo a través de dos fases básicamente: una en la cual expande al globo sus relaciones de producción, lo que quedó expresado a través de la creación del mercado mundial y otra en la cual, conforme ha extendido su modo de producción a nivel planetario, va reduciendo los mercados que necesita para poder dar salida a sus mercancías.

Si bien a finales del siglo XIX el capitalismo mundial conoció un desarrollo importante, gracias entre otras cosas a la incorporación de mercados extra-capitalistas, con lo cual podía dar salida a sus mercancías y explotar algunas regiones del mundo como colonias (principalmente en África, Asia y América), ya para principios del siglo XX, las condiciones que habían permitido dicho desarrollo van a cambiar drásticamente. Y esto se debe fundamentalmente, al hecho de que el capitalismo como sistema ya se había repartido los principales mercados existentes en el mundo, con lo cual esa posibilidad de expansión del mercado llegaba a su límite. Este hecho se hizo patente con la primera guerra mundial, la cual expresó la lucha entre las principales potencias para producir un nuevo reparto de los mercados, apoyadas en la fuerza de las armas, destruyendo sistemáticamente un porcentaje importante de las fuerzas productivas creadas en el siglo anterior y llevando a la población europea, entre ella a un gran número de proletarios, a masacrarse en los campos de batalla, tras las banderas del nacionalismo.

Este hecho significó el fin de esa etapa ascendente para el capitalismo y marcó el inicio de su decadencia. Tal como lo expresamos en nuestro folleto La Decadencia del Capitalismo:»La primera guerra mundial puso de evidencia que el desarrollo alcanzado por el capitalismo a principios de siglo (XX) había llegado a ser demasiado importante con relación a las capacidades de absorción del mercado mundial. El reparto del planeta entero entre las principales potencias capitalistas quedaba rematado. Los entonces recién llegados al mercado mundial, Alemania y Japón por ejemplo, ya no podrían desarrollarse sin poner en entredicho el reparto existente, lo cual no podía hacerse ya sino mediante la guerra».

En este sentido, la crisis económica mundial capitalista (que se desarrolla ante nuestros ojos) , es una crisis de sobre producción, es decir, que expresa la contradicción fundamental del capitalismo, que se traduce en el hecho de que existe demasiada producción con respecto a las capacidades que tiene el mercado de absorberla (lo que tiene que ver también con la capacidad de consumo cada vez más restringida de las masas). Frente a esta situación, a cada burguesía no le queda otra alternativa, para tratar de subsistir en un mercado sobresaturado, que explotar de manera cada vez más sistemática y brutal la mano de obra de que dispone.

En esta etapa de decadencia que queda abierta con la primera guerra mundial, la posibilidad de obtener mejoras reales y sustanciales van a convertirse cada vez más en un imposible para la clase obrera, debido a la profundización de la crisis económica y la consiguiente exacerbación de la competencia entre las diferentes burguesías por sobrevivir en el mercado, lo que obliga a aplicar constantemente medidas para reducir los costos de producción, entre ellos el salario.

Durante el siglo XX , pero también en este siglo que inicia, de hecho lo que ha habido es un incremento de la pauperización y del desempleo. Incluso, el tan elogiado sistema de seguridad social que se estableció en los países europeos después de la segunda guerra mundial, esta siendo hoy desmantelado, a través por ejemplo, de la reducción de las pensiones y del aumento de la edad para jubilarse; esta situación ocasionó a finales del año pasado una serie de manifestaciones de miles de obreros en países como Francia y Austria, pero también en Brasil ,(ver en nuestro número anterior el artículo sobre la reforma de las jubilaciones en Francia); por otro lado, las reducciones de la jornada de trabajo que han ocurrido desde hace algunos años han sido acompañadas en realidad, por reducciones también de los salarios devengados.

Por consiguiente, lo que está hoy al orden del día, no es precisamente un mejoramiento de las condiciones de vida del proletariado venezolano, al igual como ocurre en todo el mundo. La demagogia y el cinismo que exhibe el gobierno actual al prometer acabar con la pobreza y con los principales problemas de la población (salud, educación, empleo) a través de sus misiones («robinson», «sucre», «vuelvan caras») constituyen una mentira y una manipulación para intentar desmovilizar al proletariado y mantenerlo fuera de su terreno de clase, obstaculizando el desarrollo de una consciencia que lo lleve a desenmascarar las verdaderas intenciones del gobierno burgués de Chávez Como hemos visto, el contexto de decadencia y descomposición que vive el capitalismo como sistema, hacen imposible cualquier mejoramiento de los niveles de vida de la clase obrera y población en general. Esta situación de desmejoramiento progresivo de nuestras condiciones de vida, ya la hemos vivido con los gobiernos anteriores y también la padecemos con Chávez, quien al igual que los gobernantes del pasado, es el encargado de gestionar el modo capitalista de explotación. De hecho, con el actual gobierno se han incrementado los niveles de pauperización, debido principalmente a un aumento vertiginoso del desempleo, el cual se ubica en un nivel aproximado de 22-25% que manejan entes no oficiales.

Los compañeros del PCI, a pesar de reivindicarse del marxismo, no han comprendido la diferencia entre la fase ascendente del capitalismo (etapa de expansión y conquista de nuevos mercados) y la fase de decadencia, la cual acabamos de explicar. Esta incomprensión, los lleva a asumir posiciones que los colocan peligrosamente cerca de la demagogia típica de los políticos burgueses , pero también de aquellos que componen la izquierda del capital, al presentar su lista de reivindicaciones como algo muy posible. Además, esta incomprensión lleva a otra igual de peligrosa que toca el aspecto de la consciencia de clase y que consiste en pretender que el proletariado está limitado sólo a luchas inmediatas de resistencia, lo que reduciría su lucha política a una mera lucha reivindicativa. De esta forma, el proletariado sería la masa que lucha por reivindicaciones económicas y el partido o la «elite intelectual», quien se encargaría de llevar la consciencia a las masas. La revolución quedaría así reducida a una caricatura, en la cual hay una masa que es dirigida y concientizada por una inteligentsia.

La clase obrera reúne condiciones que, a diferencia de las otras clases de la sociedad, la hacen una clase revolucionaria, entre ellas, el lugar que ocupa dentro de la producción capitalista (es la clase que produce los bienes o mercancías), el hecho de ser una clase explotada, lo que la lleva a vender su fuerza de trabajo a la burguesía para poder subsistir; también su capacidad de actuar como una clase que defiende los mismos intereses y por supuesto la capacidad de desarrollar una consciencia que le permita precisamente afirmarse como clase revolucionaria. En este sentido, hemos establecido en nuestro folleto Organización Comunista y Consciencia de Clase, lo siguiente: «Que la conciencia de clase sea esencialmente el fruto de la experiencia, de la lucha practica de la clase, implica que la actividad del conjunto del proletariado es irreemplazable. La conciencia revolucionaria, así como la emancipación política de los proletarios, es la obra de los obreros mismos. No tiene pues nada que ver con un conjunto de ideas rígidas, un amasijo de recetas preestablecidas y que son exteriores al proletariado. Así mismo la conciencia que toma el proletariado de su situación, no es una conciencia sobre un objeto exterior a él, sino una conciencia que tiene de si mismo. Es una conciencia de si. Esto significa simplemente que es tomando conciencia de su propia situación en el proceso de producción como el proletariado descubre la naturaleza del sistema capitalista en toda su complejidad y barbarie. Y esa toma de conciencia es siempre sinónimo de una lucha de clase. La conciencia de clase es pues simplemente la afirmación del proletariado como clase revolucionaria, el ser conciente.» El papel de las organizaciones revolucionarias es, en primer lugar, la defensa de los intereses del proletariado, pero también, impulsar a través de la clarificación teórica y del análisis de las experiencias de la lucha política de la clase obrera, el desarrollo de su conciencia revolucionaria. Para Marx y Engels nunca hubo realmente una separación entre lucha reivindicativa y lucha política. Eso significaría algo así como que habría una parte de la clase que se dedicaría a la lucha política y una que se dedicaría a la parte reivindicativa. Para el marxismo, la clase obrera siempre ha sido una clase políticamente revolucionaria, cuyo objetivo es la destrucción del sistema capitalista de producción.

 

¿Significa esto que el proletariado venezolano debe quedarse cruzado de brazos, sin manifestar ni un rasgo de indignación y de resistencia ante los ataques de la burguesía?

Definitivamente no. Hay que tomar en cuenta, que las luchas que el proletariado ha desarrollado han sido el crisol donde se ha venido forjando la consciencia de clase, la cual le permitirá actuar de manera unida, de probar su fuerza como clase , fortaleciendo así la perspectiva de la revolución y la destrucción del estado burgués, que es la verdadera tarea histórica de la clase obrera. Aunque en la actualidad, el proletariado venezolano a semejanza de sus hermanos de clase del mundo entero, ha sido golpeado no sólo en sus condiciones de vida, sino en su consciencia, debido a las campañas ideológicas que ha desarrollado la burguesía («muerte del comunismo, de la clase obrera, del marxismo») lo que ha debilitado su capacidad de respuesta, no debe renunciar a resistir los ataques del capital, pero buscando la unidad e identidad de clase y fortaleciendo la reflexión en sus filas, acerca de las verdaderas intenciones de la burguesía y sus campañas mentirosas, así como de la perspectiva de transformación social que representa, frente a un capitalismo en descomposición, que ya no garantiza el más mínimo bienestar y progreso a la humanidad. Por cierto, ya Marx a finales del siglo XIX, en su texto Salario, Precio y ganancia, planteaba las limitaciones de las luchas reivindicativas: «Al mismo tiempo, y aun prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema de trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar ante sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que la lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable guerra de guerrillas, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de «¡un salario justo por una jornada de trabajo justa!», deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: «¡Abolición del trabajo asalariado!» «.

Es cierto que la historia del movimiento obrero ha estado atravesada por luchas verdaderamente importantes, que van desde lo reivindicativo hasta la conformación de organizaciones políticas. Lo que el proletariado no debe perder de vista es que las luchas reivindicativas no constituyen un fin en si mismas. Las proposiciones del PCI se hacen sin tomar en cuenta el contexto histórico actual de decadencia del capitalismo lo acercan de manera oportunista, a las posiciones de los grupos izquierdistas que plantean consignas «radicales» en el seno de la clase para intentar mantener sus movilizaciones en el marco de los intereses del capital nacional. En este contexto, el ataque a las condiciones de vida y sobre todo del salario, constituyen una necesidad para la burguesía para tratar de mantener a flote su sistema .

Las burguesías del mundo entero se ven en la necesidad de reducir sus costos laborales, tanto a nivel público como privado y Venezuela no escapa a esta realidad. Sería un absurdo pensar que los capitalistas podrían sacrificar su ganancia para «beneficiar» al proletariado; al contrario de lo que expresan algunos políticos de la burguesía venezolana, muy «humanitarios» no se trata de un «capitalismo más bueno» versus un «capitalismo más malo». Se trata de un sistema que tiene sus propias leyes de funcionamiento y que no son precisamente, aquellas que tienen como objetivo la satisfacción de las necesidades de la humanidad y su bienestar.

Augusto

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