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Junio 2025

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La agitación de las alianzas conduce a una exacerbación de la guerra de todos contra todos

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Mientras la OTAN declaraba en su sitio web: «La OTAN condena en los términos más enérgicos la guerra de Rusia contra Ucrania. La Alianza se mantiene firme en su compromiso de apoyar a Ucrania y ayudarla a ejercer su derecho fundamental a la legítima defensa», Trump humillaba y amedrentaba al presidente ucraniano en público ante los medios de comunicación de todo el mundo, incluso nombrándolo responsable de la barbarie en Ucrania, mientras renovaba lazos e iniciaba negociaciones con la Rusia de Putin. Estas declaraciones provocadoras subrayaron pública y brutalmente la ruptura ideológica y estratégica de los EEUU de Trump con el eje central de la política de la OTAN. Además, Trump cuestionó la solidaridad entre los países de la OTAN, quintaesencia de la Alianza Atlántica: «Si no pagan, no voy a defenderlos», «Mi mayor problema con la OTAN (...) es que si EEUU tuviera un problema y llamáramos a Francia o a otros países que no voy a nombrar y dijéramos “Tenemos un problema”, ¿creen que vendrían a ayudarnos, como se supone que deben hacer? No estoy seguro...». (France 24, 07.03.25). En cuestión de pocas semanas, Donald Trump torpedeó la Alianza Atlántica y demoliendo políticamente el pacto de defensa colectiva que había unido a EEUU y Europa desde 1949. EEUU ya no tenía intención de apoyar a sus aliados en la defensa de Ucrania y ni siquiera garantizaba la solidaridad incondicional de EEUU en caso de agresión sobre alguno de sus socios.

El fin definitivo de las relaciones imperialistas establecidas desde 1945

Estos acontecimientos tienen un profundo significado histórico, ya que marcan el colapso de las relaciones imperialistas entre las grandes potencias vigentes desde 1945. En realidad, son la culminación de todo un proceso iniciado por el hundimiento del bloque del Este a finales de 1989, que marcó también la apertura del periodo de descomposición. En aquel momento, la CCI indicó que el derrumbe del bloque soviético iría acompañado de la desintegración del bloque occidental: «La diferencia con el periodo que acaba de terminar es que estas desavenencias y antagonismos, antes contenidos y utilizados por los dos grandes bloques imperialistas, pasarán ahora a primer plano. La desaparición del gendarme imperialista ruso, y la consiguiente desaparición del gendarme estadounidense frente a sus principales socios del pasado, abre la puerta al desencadenamiento de toda una serie de rivalidades locales adicionales[1]».

La desintegración ha sido gradual desde entonces, con altibajos, culminando hoy en la manifestación explícita del divorcio transatlántico. En su intento de defender su estatus de única superpotencia dominante en el mundo, EEUU explotó inicialmente la OTAN para apoyar su papel de policía mundial y permitirle mantener bajo control a sus «socios» del bloque occidental (1ª guerra de Irak en 1991, Afganistán en 2001), para integrar a los países de Europa del Este del antiguo bloque soviético en su esfera de influencia y, más recientemente, para apoyar a Ucrania contra el ataque ruso, permitiendo así a Washington contrarrestar el deseo de independencia de los países europeos. Sin embargo, éstas ambiciones empezaron a emerger a principios de los años noventa con las maniobras de Francia, Reino Unido y Alemania durante la guerra civil en la antigua Yugoslavia, y se acentuaron con la negativa de los principales países europeos en 2003 a participar en la aventura de la segunda guerra de Irak bajo el mandato de Bush hijo. En términos más generales, el empoderamiento de los países europeos (sobre todo de Alemania) se ha traducido en una reducción significativa de sus contribuciones militares a la OTAN y en su apertura a Rusia y China en términos energéticos y comerciales.

Ante su declive irreversible frente a la explosión del «sálvese quien pueda» y la emergencia de China como rival, la primera potencia mundial pretende ahora utilizar su poder militar, económico y político para imponer la defensa de sus intereses por la fuerza bruta, si es necesario, a todos los demás países, tanto adversarios como aliados. Así, tras el abandono de Ucrania por Washington, el cuestionamiento de la solidaridad transatlántica en el seno de la OTAN y el acercamiento a Rusia, lo que se está barriendo definitivamente es la estructuración del mundo desde 1945.

La irreversibilidad del divorcio transatlántico

El secretario general de la OTAN, M. Rutte, y ciertos círculos militares y políticos europeos siguen esperando que las estruendosas declaraciones de Trump tengan por objeto esencialmente elevar la apuesta en el marco de las negociaciones «transaccionales» sobre la financiación de la OTAN, y que el drástico aumento de los presupuestos militares decidido por los países europeos calme la agresividad antieuropea de Trump. Aunque la forma y la velocidad reales del divorcio entre los «aliados de toda la vida» siguen siendo difíciles de predecir, la irreversibilidad del proceso se ve confirmada por una serie de factores.

1 «Pero Trump ha desarmado políticamente a la OTAN, la ha despojado de lo que hace fuerte a una alianza de defensa colectiva: la fiabilidad»[2]. Ya no se puede contar con la garantía absoluta  de una intervención militar en apoyo a la OTAN y el paraguas atómico estadounidense, sino todo lo contrario, como indica una nota reciente del Pentágono, la «Guía Estratégica de Defensa Nacional Interina», basada en directrices del secretario de Defensa Pete Hegseth que el Washington Post pudo consultar (31.03.2025). En ella se especifica que, en caso de agresión, Europa sólo podrá contar con refuerzos de tropas no esenciales frente a China. Además, Trump sigue reclamando Groenlandia a Dinamarca, así como la anexión de Canadá, a pesar de que estos dos países son socios de la OTAN. No es de extrañar que el primer ministro canadiense, Mark Carney, llegara a la conclusión de que EEUU ya no era un socio fiable. Independientemente de los reveses posteriores, se han infundido dudas sobre la indestructibilidad de la Alianza Transatlántica y el apoyo estadounidense a Europa.

2. La irreversibilidad del divorcio también se destaca en el plano ideológico. La conclusión del Pacto Transatlántico y la fundación de la OTAN después de 1945 tuvieron como cobertura ideológica la defensa de la «democracia occidental». El cuestionamiento por parte de Trump al inquebrantable apoyo a Ucrania en favor de un acercamiento al «dictador Putin», y el ataque del vicepresidente Vance en el Foro de Múnich al concepto de democracia defendido por las burguesías europeas, mientras la administración Trump sigue apoyando a los partidos populistas y de extrema derecha en Europa, desgarran por completo esta cobertura ideológica común. Trump está despojando a la Alianza Atlántica de todo su cemento ideológico.

3. Aliado crucial de EEUU contra la URSS durante más de cincuenta años, Europa ha perdido su importancia geoestratégica con el ascenso de China, convirtiéndose sobre todo en un competidor económico y en una fuente de países disidentes, incluso enemigos, en conflictos armados. «También estamos hoy aquí para expresar claramente y sin ambigüedades una realidad estratégica ineludible: EEUU ya no puede centrarse principalmente en la seguridad de Europa. EEUU se enfrenta a amenazas directas contra nuestro propio territorio. Debemos -y estamos en ello- dar prioridad a la seguridad de nuestras propias fronteras. (...) Esto requerirá que nuestros aliados europeos se impliquen plenamente y asuman la responsabilidad de su propia seguridad convencional en el continente[3]». Europa, y por lo tanto el pacto transatlántico, ya no es una prioridad, ni siquiera una necesidad, para el imperialismo estadounidense y la administración Trump lo está expresando sin adornos diplomáticos.

4. Entre los países europeos siguen surgiendo divergencias en cuanto a una subsistencia eventual de lazos trasatlánticos: algunos, como la italiana Meloni y el polaco Tusk, esperan que el importante esfuerzo armamentista de los países europeos contribuya a preservar la esencia de la alianza y a calmar la agresividad antieuropea de la administración Trump; otros, en cambio, ven cómo el vínculo transatlántico se deshace definitivamente y presionan para que se desarrolle una política alternativa frente a EEUU. Estos últimos explotarán sin duda la situación intensificando la presión para romper el «polo europeo». De este modo, Trump tenderá a desarrollar una política «transaccional» más favorable hacia algunos países, como Polonia, o menos favorable hacia otros, como Alemania.

5. «Escuchen, seamos honestos, la Unión Europea fue diseñada para joder a EEUU» (declaración de Trump, 26.02.2025). La multiplicación de  aranceles por parte de EEUU sobre las importaciones de los «aliados» europeos -acusados por Trump de tratar a EEUU mucho peor que a ciertos «enemigos»- y las «represalias» europeas no harán sino exacerbar las tensiones entre ambos lados del Atlántico y constituirán el componente económico del divorcio. Esta guerra comercial es una buena ilustración de cómo los «socios» europeos de antaño son vistos ahora como rivales del «America first». La imposición a los países europeos de un gigantesco esfuerzo de inversión militar como consecuencia del fin del paraguas militar estadounidense tiene por objeto, en particular, obligar a todos los países de la UE a «malgastar» parte de sus reservas económicas en el desarrollo de sus recursos militares, de modo que pierdan competitividad frente a EEUU. Además, la variación de los aranceles aduaneros es también potencialmente un medio de sembrar la discordia entre los países europeos.

EE.UU. a la cabeza de la guerra de todos contra todos

Poner en tela de juicio las relaciones imperialistas entre las grandes potencias no solo tiene una gran importancia histórica, sino que sobre todo conducirá a una tremenda aceleración del sálvese quien pueda, la irracionalidad y el caos a escala mundial.

El objetivo primordial de la administración Trump, en línea con la política de Biden, es utilizar todos los medios económicos y militares para impedir que el retador chino amenace la declinante supremacía de EEUU. Con este fin, Trump pretende desvincular a Rusia de China, y para ello está dispuesto a sacrificar Ucrania y la estabilidad de Europa, e incluso la cohesión de la UE. Sin embargo, aunque Rusia no puede sino celebrar el acercamiento propiciado por EEUU, a la vez que ve con recelo el creciente dominio económico de China sobre Siberia, al mismo tiempo desconfía del carácter fluctuante de las decisiones de Trump, de ahí la reticencia de la facción de Putin a comprometerse en el proceso de finalización de los combates sobre la base del «acuerdo» propuesto por Washington. De hecho, Trump está dando un paso sin estar seguro de su éxito y sin preocuparse por las consecuencias. En este sentido, Trump es una caricatura de cómo la burguesía en descomposición desarrolla su política imperialista: «apostar», con una visión inmediata, sin preocuparse de las consecuencias a más largo plazo.

Una de las principales consecuencias del divorcio transatlántico es, sin duda, la explosión generalizada del gasto en armamento y, más en general, del militarismo en Europa. Se multiplican las reuniones entre los principales países europeos para aumentar la producción militar y prestar apoyo a Ucrania. En toda Europa se ha anunciado un aumento de los presupuestos militares para los próximos años: es el caso de Gran Bretaña, Francia[4] y Alemania[5], y la UE ha anunciado un apoyo de 800.000 millones de euros en los próximos 10 años. Alemania ha votado reformar su Constitución para eliminar un punto que le prohíbe incurrir en déficit público, de modo que pueda endeudarse para aumentar el gasto militar. Pero ya están apareciendo divergencias entre los estados: se expresan matices entre Francia y Gran Bretaña, por un lado e Italia y Polonia, por ejemplo, sobre qué hacer en relación con Ucrania; del mismo modo, ¿Cuál será la actitud de las otras potencias europeas ante Alemania, primera potencia económica en la UE, que también quieren convertirse en la principal potencia de la UE; en Holanda, el Primer Ministro se ha visto superado en votos dentro de su propia mayoría en cuanto a los compromisos con Ucrania, con los populistas defendiendo la idea de que el dinero debe usarse ante todo para el pueblo de holandés. Si surge un acercamiento estratégico con EEUU y en el seno de la UE, la tendencia es hacia el fin de las alianzas militares estables, una dinámica propia de la exacerbación del «sálvese quien pueda» en el periodo de descomposición y que ya es ampliamente evidente en diversos conflictos en todo el mundo.

Abandonando a Ucrania, torpedeando el Pacto Transatlántico, girando hacia Rusia -en definitiva, destruyendo los últimos cimientos del orden internacional que había sobrevivido a la caída de la URSS-, EEUU se enfrentará a un mundo imperialista que le será aún más hostil y menos controlable, porque nada estable surgirá de esta «convulsión de alianzas», que nunca podrá generar alianzas duraderas. De hecho, Trump ha dicho al mundo: la palabra del gobierno estadounidense no vale nada, no pueden confiar en nosotros. Está claro que él y su camarilla no buscan construir alianzas internacionales sólidas, sino «acuerdos» bilaterales puntuales que sean válidos «ahora mismo». Así, tras los sucesivos fracasos de la burguesía estadounidense para imponer su orden y limitar el movimiento del «sálvese quien pueda», Trump ha reconocido que es imposible frenar esta dinámica, pero en su lugar se coloca a la cabeza de la misma declarando abiertamente la «guerra de todos contra todos». Esta es la verdadera «estrategia» vandálica de la nueva administración estadounidense: «El orden mundial se ha convertido en un arma utilizada contra nosotros. Nos corresponde una vez más crear un mundo libre a partir del caos. Esto requerirá una América (...) que ponga sus propios intereses por encima de todos los demás[6]». A partir de ahora, no habrá vuelta atrás.

Para la clase obrera, el divorcio transatlántico y la «convulsión de las alianzas» anuncian básicamente dos cosas: una intensificación significativa de los ataques contra sus condiciones de vida, provocados por la exacerbación del militarismo, y la multiplicación de horribles enfrentamientos bélicos, como los que masacran a miles de personas cada mes en Ucrania o Palestina. Frente a las campañas destinadas a movilizarlos en defensa del Estado democrático, frente a la «guerra todos contra todos», los trabajadores deben, por el contrario, mantener su unidad en su terreno de clase para luchar contra los ataques de las diferentes burguesías.

R. Havanés, 20-04-2025

 

[1] Texto de orientación: «Militarismo y descomposición» [1], Revista Internacional 64, 1991.

[2] Columna de Alain Frachon, Le Monde, 06.03.2025.

[3] Discurso de P. Hegseth, 12.02.25 en la reunión del Grupo de Contacto OTAN-Ucrania.

[4] «Los créditos votados en la ley de programación militar 2024-2030 ascienden a 413.000 millones de euros».

 

[5] «Está previsto un fondo masivo de 500.000 millones de euros para situar a Alemania a la cabeza de la defensa europea».

[6] Secretario de Estado M. Rubio, Comisión del Senado, 15.01.25, en «Alliance atlantique ou schisme occidental?». Le Monde diplomatique, abril de 2025.

Personalidades: 

  • Tuimp [2]
  • Baiden [3]
  • Putin [4]
  • Marco Rubio [5]
  • Meloni [6]
  • David Vamce [7]

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • Corriente Comunista Internacional [8]

Cuestiones teóricas: 

  • Imperialismo [9]

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Conflictos Imperialistas

Reunión pública CCI. Debate internacional sobre la Crisis Ecologica

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Reunión pública en línea de la CCI sobre la crisis ecológica

La CCI ha publicado recientemente un Manifiesto sobre la crisis ecológica, respondiendo a la pregunta «¿Es posible detener la destrucción del planeta?» desde el punto de vista de la clase obrera y el futuro de la humanidad. Todas las «soluciones» a la crisis ecológica propuestas por la clase dominante son inútiles...

El capitalismo es un sistema cimentado en la explotación tanto de la clase obrera como de la naturaleza. Desde sus inicios se ha basado en la devastación y destrucción del medio ambiente natural, pero hoy en día está demostrando que su propia supervivencia es incompatible con la supervivencia de la humanidad y de la naturaleza. El capitalismo es una forma de sociedad obsoleta y decadente desde hace más de cien años. Este largo declive ha llegado ahora a una fase terminal, un callejón sin salida en el que la guerra, las crisis de sobreproducción y la destrucción ecológica se retroalimentan para producir un terrible torbellino de destrucción. Pero hay una alternativa a la pesadilla que está haciendo realidad el capitalismo: la lucha internacional de la clase explotada por el derrocamiento del capitalismo y la construcción de una sociedad comunista.

 

Para debatir estas importantes cuestiones, celebraremos una Reunión Pública Internacional en línea el sábado 21 de junio, de 14:00 a 17:00 (hora Londres), de 15:00 a 18:00 (hora Paris/España), de 07:00 a 10:00 (hora México), de 08:00 a 11:00 (hora Perú). Esta RP sera en ingles, en breve otra RP en español.

 

Para participar en esta reunión, póngase en contacto con [email protected] [10].

El Manifiesto se ha elaborado en formato impreso para su distribución en reuniones y manifestaciones. También se puede consultar en ICC Online: Manifiesto sobre Crisis Ecológica [11].

Cuestiones teóricas: 

  • Medio ambiente [12]

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Reuniones Públicas de la CCI

Contra los ataques xenófobos de Trump a la clase obrera y la consigna de «defensa de la democracia» : La clase obrera tiene que desarrollar su propia lucha

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Ante las redadas de inmigrantes indocumentados y el envío de fuerzas militares a Los Ángeles contra quienes se manifestaban ante esta nueva "hazaña" de Trump, uno de nuestros muy cercanos simpatizantes, que vive en Estados Unidos, tomó la iniciativa de escribir un panfleto que se propuso repartir a su alrededor. La CCI ha apoyado plenamente esta iniciativa. Creemos que el documento redactado por el camarada corresponde enteramente al análisis de la CCI sobre estos acontecimientos y a la necesaria denuncia del sórdido juego que las diferentes fuerzas de la burguesía mantienen en esta situación: tanto la brutalidad cínica de la represión policial y militar como la hipocresía de quienes la denuncian en nombre de la "defensa de la democracia".

Es completamente coherente que este documento analice las causas históricas de las políticas de la administración Trump, políticas que forman parte del caos creciente en el que se hunde cada vez más un capitalismo mundial totalmente podrido. De manera muy clara el documento también subraya que la persecución de los inmigrantes constituye un ataque a todo el proletariado y que sólo esta clase puede dar una respuesta inmediata a la vez que histórica mediante la movilización en su propio terreno, contra la creciente barbarie del sistema capitalista. Por estas razones hacemos nuestro este documento y lo consideramos como una primera posición tomada por nuestra organización frente a los enfrentamientos sociales que se están dando actualmente en Los Ángeles y en muchas otras ciudades de los Estados Unidos.

El documento señala con razón la debilidad actual del proletariado en los Estados Unidos. Es una realidad, pero las múltiples huelgas y movilizaciones que han tenido lugar desde 2022 (huelgas masivas en el sector automotriz en 2023; en las fábricas de Boeing y entre los estibadores en unos cuarenta puertos de la Costa Este en 2024...) son la prueba de que la clase obrera de este país lleva consigo la capacidad de librar luchas a gran escala y de unirse al combate del proletariado mundial cuando llegue el momento de su emancipación.

CCI

 

Contra los ataques xenófobos de Trump a la clase obrera y
la consigna de «defensa de la democracia» :

La clase obrera tiene que desarrollar su propia lucha.

Desde que ocupó su cargo en Enero, Donald Trump ha intensificado masivamente una campaña de terror contra los trabajadores más precarios de EEUU, amenazando con arrancar a la gente de sus familias y comunidades con el pretexto de que no tienen la documentación en regla. Y esto lo acompaña de su particular retórica repug­nante: un diluvio de mentiras, teorías de la conspira­ción y xenofobia, que fluye desde la Casa Blanca e intenta sembrar la división en la clase obrera  mientras los agentes de la ICE[1] amenazan a los que de entre nosotros son menos capaces de defenderse ¡Divide y vencerás!, es el nombre de este juego. Pero si, como dice el tópico, EEUU es una “nación de inmigrantes”, nosotros podemos añadir que la emigración ha sido desde siempre la condición de la clase obrera. Desde los inicios del capitalismo, los trabajadores se han visto obligados a desplazarse de lugar en lugar según los capri­chos del capital – o como es el caso cada vez más ahora, huyendo de la devastación de las guerras y la inestabilidad de un sistema que se pudre desde sus raí­ces. Así que tenemos que ser absolutamente claros: la campaña de terror de Trump contra los trabajadores indocumentados no es ni más ni menos que un ataque directo a la clase obrera de EEUU – ¡una clase de inmi­grantes! Y según la consigna histórica del movimiento obrero en este país: ¡Un ataque contra uno es un ataque contra todos!

El presupuesto de Trump supone un ataque feroz contra la clase obrera

Mientras Trump intenta burdamente poner a los trabajado­res estadounidenses unos contra otros, su pro­puesta de presupuesto es una motosierra contra la clase obrera, con casi un billón de dólares de recortes a medicaid en los próximos diez años, junto con ataques similares a la SNAP[2], préstamos federales para estudian­tes y pensiones de empleados federales. Y todo eso mientras destina al menos 350 mil millones de dóla­res al ejército y a la imposición de las leyes antiinmigra­ción.

Y lo cierto es que esto no se detendrá aquí. Enfrentada a una crisis económica cada vez más profunda y a una posición cada vez más débil en la escena mundial, la

burguesía estadounidense -independientemente del par­tido que esté al mando- sólo puede responder con ata­ques despiadados a la clase obrera y con intentos cada vez más irracionales de mantener el alcance y la influen­cia globales del imperialismo estadounidense.

Defensa de la democracia y populismo xenófobo: dos venenos gemelos para la clase trabajadora

Para los elementos más “racionales” de la burguesía norteamericana, las maniobras erráticas e impredecibles de Trump –que están sacudiendo alianzas que eran funda­mentales para la estrategia imperialista de EEUU- son una seria preocupación. El hecho de que haya conse­guido un apoyo mucho mayor de los servicios militares y de inteligencia amenaza lo que fueron dos baluartes contra su influencia durante su primer man­dato. Sin embargo sobre todo las tendencias autoritarias de Trump proveen la oportunidad perfecta para sofocar en los humos nocivos del llamamiento a “defender la democracia” cualquier respuesta independiente de la clase obrera  a sus despiadados ataques.

En el plano internacional, la democracia ha sido durante mucho tiempo el grito del imperialismo estadounidense como justificación de todas y cada una de sus aventuras, desde la Primera Guerra Mundial hasta Irak y Ucrania. Y, por supuesto, el mismo régimen israelí que ataca hospitales, universidades y niños en su campaña geno­cida en Gaza, se declara a sí mismo la «única democra­cia de Oriente Próximo», con el respaldo de Estados Unidos. Del mismo modo, Estados Unidos presenta sus intervenciones militares con fines humanitarios, por ejemplo, para proteger los derechos de los kurdos en Irak o de las mujeres en Afganistán. Pero para la burgue­sía liberal todo esto se vuela por la ventana cuando se trata de acciones de los EEUU o de un aliado como Israel. A nivel nacional, a pesar de toda la falsa indignación del Partido Demócrata, Obama y Biden están justo por detrás de Trump en cuanto al número de personas deportadas - para esta facción de la burguesía también es importante garantizar la constante terroriza­ción de este sector de la población para que siga siendo más fácilmente explotable. De ahí que la alcaldesa de Los Ángeles clame en primer lugar por el impacto de las deportaciones masivas en la economía local. Final­mente, hoy los demócratas hacen campaña por una «de­fensa de la democracia» contra el autoritarismo de Trump.

Esta campaña está hecha a medida para asegurar que cualquier oposición a los brutales recortes de Trump y la aplicación militarizada de las leyes de inmigración, sea expresada por los trabajadores sólo como votantes ciudadanos individuales que toman partido en los con­flictos internos de la clase dominante - y no como una clase que actúa independientemente de, y se opone mili­tantemente a, todos los partidos burgueses. Es ilustra­tivo que quienes lideran la carga de los demócratas con­tra Trump sean individuos como Gavin Newsom (Goberna­dor de California) -que busca la presidencia para sí mismo- y aquellos del ala izquierda “socialista” del partido que dicen “representar” a la clase trabaja­dora. Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez y otros de su calaña -incluyendo aquellas organizaciones que se sitúan aún más a la izquierda: el DSA, PSL, CPUSA, RCA[3], etc, que pueden pretender oponerse a este sis­tema, pero que en realidad presentan programas para su gestión y arrastran a los trabajadores hacia su callejón sin salida y sus acciones estériles- sólo están a la vanguar­dia del empeño por asfixiar la lucha de los trabaja­dores en la cuna.

La clase obrera no debe olvidar que a fin de cuentas, aunque Trump sea quizá el representante más repulsivo de la burguesía, lo que más temen incluso los elementos más izquierdistas de la clase dominante es a su enemigo de clase. Y cuando llegue el momento, la historia demues­tra que se pondrán al lado de sus hermanos de clase y dispararán a matar por el bien de este sistema moribundo.

Trump es el producto de un sistema podrido hasta la médula.

Hace más de cien años que el capitalismo cumplió su objetivo de dividir el mundo entero en mercados naciona­les y entró en su fase de declive. Desde enton­ces, la expansión de una burguesía nacional sólo puede producirse a expensas de otra.

La consecuencia ha sido la guerra imperialista casi cons­tante. Pero tras un siglo de decadencia, este sistema y su clase dirigente están cada vez más seniles. La vil retórica del nacionalismo xenófobo, la demonización de los inmigrantes, las minorías raciales, los homosexuales y los transexuales -tácticas largamente mantenidas por una clase decidida a sobrevivir a toda costa dividiendo a su enemigo de clase- han arraigado con fuerza en todo el mundo. Y junto a ellos, las teorías conspirativas más irracionales han encontrado tirón incluso entre los princi­pales representantes de la burguesía. Por último, el escenario mundial, antaño alineado a EEUU y la URSS, se ha vuelto sumamente caótico. Por lo tanto, los fenóme­nos que son tal vez más evidentes en los EEUU no se limitan a allí. El auge del populismo trumpista no es un parpadeo o el resultado de las acciones de un indivi­duo particularmente repulsivo - Trump es sobre todo el producto de un sistema en decadencia y el repre­sentante de una clase incapaz de ofrecer cualquier perspec­tiva para la humanidad.

¡Sólo la clase obrera tiene una respuesta!

La actual oleada de manifestaciones que recorre este país ha tenido lugar hasta ahora en el terreno de la de­fensa de la democracia, o con el encuadre de la defensa específica de la población hispana - ¡como si no toda la clase obrera estuviera bajo el fuego de los ataques! Si las cosas siguen como están, sólo podemos esperar que el movimiento se apague, con todas las energías canaliza­das hacia las campañas políticas del Partido Demócrata y las organizaciones de la extrema izquierda de la burguesía.

Sólo la clase obrera, unida contra todas las divisiones nacionales, raciales y de género es capaz de derribar este sistema bárbaro. Por eso, contra los ataques aplastan­tes de la administración Trump, frente a esta campaña para alinearse detrás de los demócratas o sus cómplices de izquierda para «defender la democracia» contra él, y ante la fehaciente amenaza de que el capita­lismo -a través de la guerra imperialista, la destrucción ecológica o la desintegración social- destruirá a la humani­dad, el único camino a seguir es una respuesta unida de la clase obrera independiente de todas las influen­cias burguesas. La clase obrera debe defenderse en su propio terreno, empezando por la lucha por sus intereses económicos básicos y la expresión de la solidari­dad internacional con todos los sectores de la clase. Han pasado muchos años desde que la clase en  EEUU  mostrara su fortaleza y tomará  tiempo que gane confianza en sus propias fuerzas. Por eso es esencial que los individuos que hoy comprenden esta necesidad can­dente se reúnan siempre que sea posible, discutan las cuestiones que se plantean e integren las lecciones de los combates pasados para prepararse para estas luchas del futuro.

Por el desarrollo internacional de la lucha de clases contra todas las falsas divisiones!

Contra este sistema podrido que sólo puede matar y destruir: ¡la clase obrera tiene otro mundo que ofre­cer!

Un simpatizante de la
Corriente Comunista Internacio­nal (CCI)

13 de junio de 2025

Para obtener información sobre las próximas reuniones públicas online  y presenciales para discutir estos puntos y más, consulte el sitio web de la CCI: es.internationalism.org

 

[1] Inmigration and Customs Enforcement; policía de aduanas

[2] Asistencia nutricional suplementaria. Programa de ayuda para comida a las familias con bajos ingresos

[3] DSA: Socialistas democráticos de América, el partido de Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez; PSL: Partido por el socialismo y la Liberación, “marxista-leninista”; CPUSA: partido comunista estalinista; RCA: Comunistas revolucionarios de América

Geografía: 

  • Estados Unidos [14]

Personalidades: 

  • Trump [15]

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • Corriente Comunista Internacional [8]

Rubric: 

Lucha de clases

La importancia histórica del divorcio entre Estados Unidos y Europa

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La importancia histórica del divorcio entre Estados Unidos y Europa

Desarrollo del debate

Una introducción de la CCI estableció el marco político para comprender el significado y las implicaciones del divorcio transatlántico, el que se observa entre Estados Unidos y Europa y que desde entonces se ha visto ampliamente amplificado y confirmado. La dinámica global que ha estado en marcha desde 1989, culminando hoy en la elección de Trump y la ruptura de las alianzas selladas al final de la Segunda Guerra Mundial, tiene implicaciones en diferentes niveles de la vida de la sociedad. En particular sobre el plano imperialista y de la lucha de clases.

A partir de nuestra presentación, se pidió a los participantes que intervinieran más concretamente sobre las siguientes temáticas y problemáticas:

- Tras las promesas de paz de Trump, ¿podemos esperar otra cosa que más militarismo y una escalada guerrera? ¿Ha alcanzado la dinámica en marcha desde 1989 un nuevo nivel histórico?

- ¿Acaso la clase capitalista tiene otra opción, para financiar vastos programas de armamento, que atacar a los trabajadores en todas partes y de la forma más despiadada?

Un divorcio definitivo

Los camaradas que intervinieron tras la presentación expresaron su apoyo general a las posiciones defendidas por la CCI sobre la cuestión de las tensiones guerreras, aunque hubo algunos matices, y un camarada incluso adoptó una visión diferente de la forma en que el mundo se está hundiendo en la barbarie bélica. En su opinión, estamos asistiendo a un fortalecimiento de tres bloques imperialistas rivales.

Para los efectos de esta reunión, hemos creído preferible dejar en suspenso esta importantísima cuestión para centrarnos en el análisis del cambio histórico ocasionado por el divorcio entre Estados Unidos y Europa.

Muchas de las participaciones fueron en dirección de confirmar la realidad del desarrollo del cada uno para sí, particularmente dentro de la UE, destacando un fenómeno agravado por la presión estadounidense y las políticas erráticas de Trump como expresión del capitalismo en descomposición. Muchos camaradas se centraron en lo que consideramos los puntos esenciales, en particular tratando de captar el significado de lo que describimos como un «divorcio» entre EE. UU. y la UE, sellando la ruptura de su alianza: «es difícil predecir una ruptura definitiva entre EE. UU. y la UE, pero está claro que la UE tendrá una necesidad urgente de aumentar su gasto militar y reforzar su independencia [...]. Más allá de Trump, la política estadounidense hacia China tiende a dividir a la UE. Hay muchos factores que dividen a los países: una estrecha alianza que ha sido frágil durante los últimos treinta años, pero que no se producirá más». Otro compañero subrayó la importancia del fenómeno y su gravedad: «Estamos asistiendo a una división entre Estados Unidos y Europa. Esto confirma lo que viene sucediendo desde hace tiempo. Es una conmoción ante Trump [...]. Incluso la burguesía está diciendo que el mundo se ha vuelto más peligroso [...]. La elección de Trump es otro paso cualitativo del capitalismo hacia la barbarie».

Varias intervenciones se refirieron también al peso del populismo y a su realidad. Un camarada trató de destacar "una profunda aceleración de la crisis de todas las burguesías», señalando que «la burguesía estadounidense sigue teniendo la sartén por el mango frente a Rusia, con objetivo de crear el caos en Europa en un intento de conservar el liderazgo mundial y flanquear a China. Estamos en una especie de carrera loca hacia ninguna parte y la burguesía no tiene elección: haga lo que haga le saldrá el tiro por la culata [...]. [Estados Unidos] tiene que desorganizar Europa y hacer todo lo posible para frustrar la competencia europea».

Los camaradas que intervinieron subrayaron las dificultades que entraña comprender una situación cambiante y compleja. Por ello, la CCI ha intentado contribuir al debate con vistas a proporcionar un marco que haga mayor hincapié en la profundidad histórica de los cambios que se están produciendo a escala internacional. Para comprender la situación, y en particular el divorcio entre los antiguos aliados del bloque occidental, creemos que es necesario partir del equilibrio de alianzas en las relaciones imperialistas tradicionales establecidas desde 1945. Después de la Segunda Guerra Mundial, siempre hubo una fuerte alianza y una cierta dependencia entre Estados Unidos y Europa Occidental. Incluso tras la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría, a pesar de la amenaza de la desaparición del bloque occidental y su desintegración gradual, los antiguos aliados permanecieron unidos en parte por su «victoria», pero también por su preocupación y cautela ante el colapso del bloque del Este, lo que llevó a barajar de nuevo las cartas en el frente imperialista. Abogando por la «victoria del mundo libre» y la «democracia», y luego por la «muerte del comunismo», seguían existiendo vínculos políticos en el seno de los antiguos aliados, vínculos que posteriormente se debilitaron por la creciente contestación a la autoridad estadounidense sin, por ello, desaparecer del todo.

En febrero de 2025, la administración Trump entabló conversaciones con la Rusia de Putin sin la participación de los países europeos ni de Ucrania. Trump llegó a adoptar los argumentos de Rusia, justificando así la intervención en Ucrania, en total oposición a la visión de la mayoría de los países europeos. La reunión entre el humillado presidente ucraniano Zelenski y la pareja Trump/Vance en Washington confirmó este alineamiento oficial del equipo de Trump con las pretensiones de Rusia contra el «dictador Zelenski». Tanto en la cuestión ucraniana como en la OTAN, Trump 2.0 marca una verdadera ruptura con los antiguos aliados europeos. Los tenues lazos se han roto.

Contrariamente a los grupos del medio político proletario que creen que nos dirigimos hacia bloques militares y una Tercera Guerra Mundial, los hechos obstinados demuestran que no es así. Incluso aliados históricos como Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá ya no marchan juntos como en el pasado. Esto no significa, sin embargo, que el militarismo y la guerra ya no sean una amenaza, ¡todo lo contrario!

En este período de descomposición cada vez más profunda, crece el caos en el funcionamiento político de la burguesía, alimentando el militarismo. El auge del populismo, que no corresponde a una política reflexiva y racional de la burguesía, conduce a orientaciones políticas caóticas y aberrantes. Hemos mencionado ejemplos, entre ellos el espectacular de Gran Bretaña con el Brexit, no querido por la parte más clara de la burguesía. ¡Una de las burguesías más experimentadas del mundo perdió así el control de su aparato político!

Hoy vemos que la primera potencia mundial nombra a su vez como dirigentes a un equipo de aventureros irresponsables. Nunca antes en la diplomacia burguesa se había observado, ni siquiera en los peores momentos de la Guerra Fría, un comportamiento tan de maleante como el que poco a poco se está convirtiendo en la norma. También se han dado numerosos ejemplos de la irracionalidad y estupidez de las tendencias populistas, como el ataque sistemático a la ciencia, que priva a la clase dominante de ciertas herramientas, demostrando hasta qué punto el ascenso al poder del equipo de Trump es una completa aberración, frente a la necesidad de las distintas fracciones burguesas en el poder, de defender los intereses de la burguesía estadounidense y su Estado.

Las perspectivas de la lucha de clases

El segundo punto tratado durante esta reunión pública se refería a las perspectivas de la lucha de clases. Desgraciadamente, aunque fue muy animada y apasionante, a esta segunda parte del debate le faltó tiempo, en particular para explorar la cuestión de la dinámica de la lucha obrera.

Globalmente, las intervenciones subrayaron que ante los ataques brutales, el proletariado tendría que luchar: «Todas las potencias imperialistas están aumentando sus presupuestos militares y desarrollando una economía de guerra. Es la clase obrera mundial la que se llevará la peor parte de esta economía de guerra y de las políticas de austeridad, sufriendo una caída de su nivel de vida. La clase obrera se verá obligada a responder con la lucha de clases». Del mismo modo, esta insistencia: «Es evidente que es imposible evitar los ataques contra la clase obrera, y esto es cierto en todas partes, debido a la crisis. En Europa en particular, como he mencionado antes, el aumento del gasto militar, al doble, se hace a expensas de la clase obrera. La situación no hace más que agravarse.»

Muchas intervenciones se basaron en el análisis de que «el proletariado no está al punto de ser movilizado para la guerra», lo cual es realmente muy importante y se ha verificado en aquellas partes del mundo donde el proletariado tiene la mayor experiencia histórica.

Algunas intervenciones también destacaron lúcidamente los obstáculos a los que se enfrenta la clase obrera, en particular en términos de ideología. La clase obrera: «debe resistir a los peligros que plantean ciertos izquierdistas o demócratas (a saber, la falsa dicotomía entre democracia y fascismo) y seguir comprometida con su lucha independiente. La única vía progresista es la lucha de clases». Otra intervención iba en el mismo sentido, basándose en la experiencia de la historia de la izquierda comunista: «la defensa de la democracia contra el fascismo o la irracionalidad populista es un aspecto esencial de los ataques ideológicos de la burguesía contra la clase obrera [...]. Paralelamente, otras facciones de la burguesía hablan de resistencia y defensa de la democracia contra los peligros autocráticos de Trump. La izquierda comunista siempre ha sido consciente del peligro de este tipo de ideología. Bordiga había dicho que el peor producto del fascismo era el antifascismo».

Sin embargo, una cuestión más difícil era si el proletariado sería capaz de recuperar plenamente su identidad de clase, su conciencia de constituir una clase histórica con intereses opuestos a los de la burguesía, y si sería capaz de fortalecer su lucha para derrocar al capitalismo. Esta es una cuestión muy importante, clave en el proceso de desarrollo de la conciencia de la clase obrera. Para la CCI, este proceso ha comenzado y se expresa tanto de manera subterránea como de manera más visible, como en el momento de las luchas en el Reino Unido en el verano de 2022, que constituyeron una ruptura en la dinámica global de la lucha de clases.

Hasta entonces, la clase obrera había sido prisionera de las campañas ideológicas de la burguesía sobre el supuesto «fin de la lucha de clases» y la «inexistencia de la clase obrera». Esta propaganda se basaba en el hundimiento del bloque del Este, que se presentaba como «prueba» de la «muerte del comunismo». En realidad, la recuperación de la identidad y la conciencia de clase será un proceso largo, obstaculizado además por las numerosas trampas ideológicas tendidas por la burguesía para intentar desviarlo como lo han señalado varias intervenciones.

Para comprender el significado de la ruptura en lo más profundo de la conciencia obrera, necesitamos dar un paso atrás históricamente y proceder con método. Para la CCI, aunque no podemos equiparar las huelgas de Gran Bretaña con las de finales de los años 60, podemos proceder, guardando toda proporción, por analogía. Las huelgas de 1968 fueron históricamente mucho más importantes. Sin embargo, las huelgas del verano de 2022 en Gran Bretaña dieron testimonio de la realidad de una nueva dinámica cualitativa de la lucha de clases. Como recordaba un camarada, «esta lucha estalló al mismo tiempo que la guerra que asolaba Ucrania, con una vasta campaña mediática sobre la guerra y una crisis política en el seno de la burguesía en torno a Johnson, justo después de la pandemia. A pesar de ello, la clase obrera antepuso sus intereses a los del capitalismo. Así pues, no se trató de una respuesta pavloviana a los ataques, sino del fruto de una reflexión».

También debemos comprender en este proceso la importancia del proletariado inglés, el más antiguo del mundo. En los años 70, estuvo en la vanguardia de la lucha del proletariado mundial. En comparación con países como Italia, Gran Bretaña, sobre todo en 1979, fue escenario de muchas más jornadas de huelga. El proletariado fue extremadamente combativo durante este periodo, culminando en 1985 con las huelgas de los mineros. Pero esto fue una trampa tendida por la burguesía, que aisló y derrotó al proletariado. Una derrota que condujo a una gran pasividad durante décadas. Se produjo entonces una desaceleración y un reflujo de las luchas obreras en casi todo el mundo. La caída de la URSS empeoró la situación en Gran Bretaña.

Sin embargo, tras un periodo de pasividad de varias décadas, el Reino Unido fue el escenario del gran movimiento huelguístico del verano de 2022. A partir de ese momento, asistimos a un cambio de estado de ánimo de la clase obrera, en la relación de fuerzas entre el proletariado y la burguesía en diversos lugares. Un cambio que continuó con las luchas en Francia, Estados Unidos y Bélgica, como no se habían visto desde los años 70 y 80. Este cambio de atmosfera en la combatividad obrera no concierne por tanto sólo a Gran Bretaña, sino que es el signo de un cambio profundo que se está produciendo en el seno del proletariado internacional.

Por supuesto, no debemos esperar mecánicamente un rápido desarrollo de la lucha y la conciencia proletaria. Queda mucho camino por recorrer. La clase obrera necesitará tiempo para desarrollar su identidad de clase y su fuerza, y tendrá que enfrentarse a obstáculos, como han ilustrado claramente diversas intervenciones. Es un paso necesario para que la clase obrera pueda desarrollar su conciencia histórica y dar una perspectiva política a la lucha.

Se subrayó que estos ataques también provocarían la resistencia de la clase obrera. La clase obrera será atacada tan brutalmente como en la década de 1930. Ante esta situación, debe luchar más que nunca en su propio terreno de clase, es decir, la defensa de sus intereses económicos. Aunque la clase obrera se enfrenta a grandes dificultades, no está derrotada y ha empezado a levantar cabeza.

Ante estas perspectivas de lucha de clases, reafirmamos que los revolucionarios deben estar dispuestos a intervenir para apoyar la resistencia de nuestra clase, defender la autoorganización, la unificación de las luchas y, sobre todo, participar en el lento y difícil proceso de politización del combate.

CCI, 23 de abril de 2025

 

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Bélgica: La clase obrera en lucha contra la crisis y la presión del militarismo

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Bélgica: La clase obrera en lucha contra la crisis y la presión del militarismo

Tras la manifestación del 13 de febrero, que reunió a más de 100.000 manifestantes, la huelga general de 24 horas del 31 de marzo confirmó una vez más que la indignación y la cólera contra los planes de austeridad del gobierno federal[1]  son profundamente compartidas por un número creciente de trabajadores en todos los sectores y regiones de Bélgica, y que la combatividad sigue siendo elevada. Sin embargo, la fragmentación sectorial y regional, impuesta al movimiento, muestra claramente que la burguesía ha lanzado su contraofensiva a través de sus sindicatos, y ello en un contexto de guerra comercial y de explosión de los presupuestos de defensa que anuncian nuevos ataques masivos contra la clase obrera, tanto en Bélgica como en el resto del mundo.

Romper con la pasividad y el desconcierto

Esta gran oleada de luchas en Bélgica no es un hecho aislado, sino la expresión de la ruptura con años de sumisión pasiva de los trabajadores frente a los ataques de la burguesía, de atomización, pero también de la maduración subterránea, del proceso de reflexión en curso. «El resurgimiento de la combatividad obrera en varios países es un acontecimiento histórico importante que no es fruto únicamente de las condiciones locales y que no puede explicarse por circunstancias puramente nacionales. Dirigidos por una nueva generación de trabajadores, la amplitud y la simultaneidad de estos movimientos atestiguan un verdadero cambio en el estado de ánimo de la clase y una ruptura con la pasividad y la desorientación que prevalecieron desde finales de los años 80 hasta nuestros días[2] ».  El verano de la cólera en el Reino Unido en 2022, el movimiento contra la reforma de las pensiones en Francia en el invierno de 2023 y las huelgas en Estados Unidos, en particular en la industria del automóvil, a finales del verano de 2023, siguen siendo las manifestaciones más espectaculares del desarrollo de las luchas obreras en todo el mundo. Los movimientos actuales en Bélgica ilustran también el contexto en el que se desarrollarán las luchas obreras, en particular en los países industrializados, con ataques en todos los frentes como consecuencia de la aceleración de la crisis económica, interactuando como en un torbellino con la expansión del militarismo y del caos.

El programa del nuevo gobierno De Wever prevé un total de casi 26.000 millones de euros de recortes presupuestarios para reducir la deuda del Estado (105% del PNB). El programa del gobierno incluye profundos recortes en los presupuestos sociales, en particular el ahorro en pensiones (penalizando la jubilación anticipada y atacando los regímenes de pensiones de funcionarios y profesores), así como la limitación de los derechos de desempleo a un máximo de dos años, lo que supondría la exclusión de 100.000 parados este año. Además, medio millón de enfermos de larga duración corren el riesgo de perder sus prestaciones por hacer esfuerzos «insuficientes o poco cooperativos» para volver al trabajo. También se están reduciendo drásticamente los pagos por horas extraordinarias y trabajo nocturno.

Se espera que los «interlocutores sociales» propongan una reforma de la indexación automática de salarios y prestaciones (¡es decir, un recorte!) para finales de 2026. Además, menos de dos meses después del anuncio de este programa, los planes de rearme generalizado de Europa harán que Bélgica, rezagada en materia de presupuestos de defensa, vea cómo su presupuesto casi se duplica en los próximos años.

La oposición a estas medidas se manifestó desde el primer momento en que se filtraron los planes. Para no perder el control de la situación, los sindicatos decidieron organizar una primera jornada de acción el 13 de diciembre de 2024, con el objetivo de desviar el descontento hacia las directivas de la Unión Europea. Esta primera jornada reunió a unos 10.000 manifestantes. Sin embargo, la maniobra no tuvo éxito y el descontento siguió creciendo, como demostró la segunda jornada de acción del 13 de enero, en la que los sindicatos volvieron a intentar limitar la movilización a la «defensa de las pensiones en la enseñanza». En realidad, la participación alcanzó a unos 30.000 manifestantes procedentes de un número creciente de sectores y de todas las regiones del país. El 27 de enero, una «histórica» manifestación sectorial regional del profesorado francófono reunió a 35.000 participantes contra los drásticos recortes impuestos por el gobierno regional. La formación del nuevo gobierno federal y el anuncio de su programa de austeridad no hicieron sino avivar la protesta, y la tercera jornada de acción del 13 de febrero, organizada bajo el engañoso lema de «defensa de los servicios públicos», reunió a más de 100.000 manifestantes de todos los sectores que expresaron su voluntad de romper con la fragmentación sectorial y regional del movimiento organizado por los sindicatos. Los manifestantes llamaron a una lucha global contra los ataques del gobierno.

El contraataque sindical: encuadrar, fragmentar y agotar el espíritu de lucha de los trabajadores

Ante el aumento de la combatividad obrera y el impulso de unidad, los sindicatos lanzaron un contraataque destinado a impedir cualquier movilización de masas contra los planes globales del gobierno: ¡había que contrarrestar el sentimiento de pertenencia a una sola clase, de lucha conjunta y solidaria para construir una relación de fuerzas! En un momento en que la solidaridad en la lucha era cada vez más evidente, los sindicatos organizaron la fragmentación y la división de los movimientos entre sectores, con reivindicaciones específicas, y entre los propios sindicatos. En lugar de manifestaciones conjuntas, se organizaron huelgas dispersas de uno o varios días en la enseñanza, los transportes urbanos y regionales y los ferrocarriles, ¡con un calendario repartido en 6 meses! Seis semanas más tarde, el 31 de marzo, se declaró una huelga general de un día, sin convocatoria de manifestaciones. El mensaje ahora es permanecer pasivamente en casa, con una multitud de pequeños piquetes de huelguistas centrados en su empresa o sector, bien separados unos de otros. La llamada huelga «general» se ha utilizado como medio para paralizar las movilizaciones y aislar a los trabajadores, agotando su espíritu de lucha contra cualquier tendencia a la unificación.

La contraofensiva del gobierno y de los sindicatos intenta, pues, agotar el movimiento antes del periodo estival. Se ha lanzado un llamamiento a una nueva «huelga general» para el 29 de abril. El hecho de que sectores como el transporte ferroviario y la educación tengan todavía huelgas y jornadas de acción previstas para abril, mayo y junio subraya el hecho de que los sindicatos están «tirando de todos los medios» para aislar a los sectores combativos y, sobre todo, al final, agotarlos en acciones aisladas del resto de la clase obrera. Si, el 22 de mayo (¡tres meses después de la movilización anterior!), los sindicatos anuncian una nueva manifestación nacional, evidentemente en torno a reivindicaciones específicas de los sectores público y del voluntariado, es claramente con la esperanza de poder constatar que la combatividad disminuye y que el desánimo se instala.

La ofensiva sindical es tanto más necesaria cuanto que se vislumbran nuevos ataques en el horizonte: «Mirad el contexto internacional», ha dicho el presidente de los socialistas flamencos (el partido «Vooruit»). La burguesía tiene cada vez menos margen de maniobra para hacer frente a los efectos de la guerra económica y el creciente militarismo. La decisión de aumentar significativamente el presupuesto de defensa del 1,3% al 2% del PIB este año es una prueba elocuente de ello, y es sólo el primer paso hacia un nivel del 3% del PIB, financiado con medidas de austeridad aún más brutales. Por otra parte, la inversión masiva en presupuestos militares fue vista como una provocación por muchos de los que se manifestaron en contra de los planes de ahorro de 5.100 millones en desempleo y pensiones.

Evidentemente, los izquierdistas intentan evitar la radicalización de la reflexión y reconducirlo al marco ideológico de la burguesía: por ejemplo, los grupos trotskistas llaman a luchar por un «verdadero» gobierno de izquierdas y contribuyen a reforzar las campañas democráticas y pacifistas. Por su parte, el Partido del Trabajo de Bélgica (PTB/PvdA), de izquierda populista, organiza una marcha el 27 de abril bajo el lema «Dinero para los trabajadores, no para armamento». Con ello alimenta la ilusión de que es posible una opción «democrática» dentro del capitalismo.

Por lo tanto, el contexto actual tenderá cada vez más a exigir un nivel de lucha más politizado por parte de la clase obrera si quiere hacer retroceder a la burguesía, como muestra la situación en Bélgica. Ante el agravamiento de la crisis económica, la presión del militarismo y la amenaza siempre presente de una guerra bárbara, debemos resistir al discurso engañoso y falaz de la burguesía, que nos exige sacrificios cada vez mayores. La crisis económica, la destrucción ecológica, las guerras asesinas, los flujos masivos de refugiados arrojados a los caminos de la desesperación y la muerte son producto del capitalismo en descomposición. Sólo la solidaridad y la unidad en la lucha contra los ataques a nuestras condiciones de vida nos permitirán desarrollar reivindicaciones que unan a los diferentes sectores de la clase obrera. A partir de ahora, utilizar las movilizaciones sindicales para iniciar un debate lo más amplio posible entre los trabajadores sobre las necesidades generales de la lucha, en lugar de escuchar pasivamente la retórica de quienes organizan nuestra división e impotencia, puede ser un primer paso en esta dirección.

Lac, 15 de abril de 2025.

 

[1] Ver « Una nueva expresión del militantismo internacional de la clase obrera [18] », Revolution Internacionale n°503, y «La coalición “Arizona” prepara un ataque frontal contra las condiciones de trabajo y de vida [19]», Internationalisme n° 381.(en francés)

[2] «Resolución sobre la situación internacional del 25º Congreso Internacional de la CCI [20]», Revista Internacional n° 170 (2023).

Geografía: 

  • Bélgica [21]

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Lucha de clases

Las masacres y crímenes de las principales democracias

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Las masacres y crímenes de las principales democracias

El maquiavelismo de la burguesía, su arte de la puesta en escena, su capacidad para llevar a la muerte a cientos de miles de seres humanos no es nuevo. Desde este punto de vista, los horrores del Golfo no son más que la continuación de una larga serie macabra.

A lo largo de la decadencia del capitalismo, las «grandes democracias» han experimentado ampliamente este tipo de escenarios y su conclusión siempre es sangrienta, ya sea en la situación siempre peligrosa que prevalece cuando un país es derrotado al final de una guerra, ya sea para hacer olvidar o intentar justificar sus propios crímenes, centrando toda la atención en los crímenes de los «otros», «satanizándolos».

De la primera a la Segunda Guerra Mundial

La lista de crímenes y carnicerías perpetradas por estos paladines de la ley y la moral, que son las viejas democracias burguesas, es tan larga que todo un número de esta revista apenas sería suficiente. Recordemos la carnicería del primer mundo donde todos los protagonistas eran democracias, incluida la Rusia de 1917 por el muy «socialista y democrático» Kerensky, recordamos igualmente el papel que la socialdemocracia jugó allí como una gran proveedora de carne de cañón. Esta última se quedó decididamente en silencio durante la sangrienta represión de la revolución en Alemania en enero de 1919, cuando miles de trabajadores murieron solo en la ciudad de Berlín. Recordamos aún al cuerpo expedicionario inglés, francés y estadounidense enviado para reducir, sin piedad, a la Revolución de Octubre; el genocidio de los armenios por parte del Estado turco con la complicidad directa de los gobiernos francés y británico; el gasea miento de los kurdos por el ejército inglés en 1925; etc. A medida que el sistema capitalista se hunde en su decadencia, su única muleta, su único medio de supervivencia es cada vez más guerra y terror, tanto en los estados «democráticos» como totalitarios. Pero en el contexto necesariamente limitado de un artículo, denunciaremos en primer lugar lo que sin duda es, a través de la identificación monstruosa entre el comunismo y el estalinismo, la mayor mentira de este siglo: la naturaleza de la Segunda Guerra Mundial, la llamada guerra «de la democracia contra el fascismo, una guerra de ley y moralidad contra la barbarie nazi», como todos los libros de texto escolares todavía enseñan hoy. Guerra en la que la barbarie habría estado esencialmente, de un solo lado, el de las potencias del Eje y donde, en el campo de nuestras virtuosas democracias, la guerra habría sido sólo defensiva y esencialmente, retomando los términos actuales de la propaganda burguesa, «una guerra limpia».

El estudio de la Segunda Guerra Imperialista Mundial no sólo permite medir la enormidad de esta mentira, sino también entender cómo, durante y después de la Guerra del Golfo, la burguesía democrática ha retomado en gran medida de la experiencia que adquirió durante este período histórico crucial.

Los bombardeos de terror de la Segunda Guerra Mundial contra la población alemana

Tan pronto como llegó al poder en 1940, el jefe del Estado de la más antigua democracia del mundo, Inglaterra, a la vez que auténtico dirigente político de la guerra en el lado de los aliados, Sir Winston Churchill, estableció el «Comando de Bombarderos», el núcleo central de los bombarderos pesados que debían sembrar el terror en las ciudades alemanas. Para justificar este desarrollo de una verdadera estrategia de terror, para cubrir ideológicamente su lanzamiento, Churchill utilizará el bombardeo masivo alemán de Londres y Coventry durante el otoño de 1940 y el bombardeo de Rotterdam exagerando deliberadamente el alcance de este último. Los media angloamericanos hablarán de 30 mil víctimas cuando solo habían sido mil. Con la cobertura ideológica así asegurada, Lindemann, consejero de Churchill, pudo en marzo de 1942 hacer la siguiente sugerencia: «Una ofensiva de extenso bombardeo podría socavar la moral del enemigo siempre que esté dirigida contra las zonas obreras de las 58 ciudades alemanas, que tienen una población de 100 mil habitantes», y concluyó diciendo «que entre marzo de 1942 y mediados de 1943, pudo ser posible que un tercio de la población de Alemania se quedara sin hogar». La burguesía británica adoptó entonces esta estrategia de terror, pero en todas sus declaraciones oficiales, el gobierno de su graciosa majestad insistió en que el «Comando de Bombarderos sólo fue formado con fines militares y para atacar únicamente a objetivos militares, cualquier alusión de ataques a zonas obreras o civiles se deben rechazar como absurdas y atentatorias hacia los aviadores ¡que sacrificaron sus vidas por la patria!».

La primera y siniestra ilustración de esta cínica mentira, el bombardeo de Hamburgo en julio de 1943. El uso masivo de bombas incendiarias causó la muerte de 50 mil personas, e hizo 40 mil heridos, en su mayoría, en zonas residenciales y de clase trabajadora. El centro de la ciudad quedó completamente destruido y, en dos noches, el número total de víctimas que se encontraba en Hamburgo era igual al número de muertos bajo los bombardeos, en el lado inglés, ¡durante toda la guerra! En Kassel, en octubre de 1943, casi 10 mil civiles perecieron en una masiva tormenta de fuego. En respuesta a algunas preguntas sobre el alcance de los daños a la población civil, el Gobierno británico invariablemente respondió: «que no se había dado ninguna instrucción para destruir viviendas y que los objetivos del Comando de Bombarderos seguían siendo objetivos militares». A principios de 1944, las redadas de terror en Darmstadt, Konisberg, Heilbronn se cobraron más de 24 mil vidas civiles. En Braunshweig, perfeccionando su técnica hasta el punto de que ningún metro cuadrado de los asentamientos podía escapar de las bombas incendiarias lanzadas por los bombarderos, 23 mil personas quedaron atrapadas en el gigantesco incendio en el que la ciudad se había convertido y perecieron carbonizadas o asfixiadas. Sin embargo, el control mediático era total y un general estadounidense (las fuerzas estadounidenses comenzaron a participar masivamente en estos «extensos bombardeos») dijo en ese momento: «A ningún precio debemos permitir que los historiadores de esta guerra nos acusen de haber dirigido bombardeos estratégicos contra el hombre de la calle». Quince días antes de esta declaración, una incursión estadounidense en Berlín mató a 25 mil civiles, algo que era bien conocido por este general. Las mentiras y el cinismo que prevalecieron durante toda la guerra del Golfo son una larga y sólida tradición de nuestras «grandes democracias».

La estrategia de terror inspirada y dirigida por Churchill, tenía tres objetivos: acelerar la caída y derrota militar de Alemania socavando la moral de la población; sofocar a través del fuego cualquier posibilidad de revuelta y aún más la que pudiese provenir del proletariado. No es casualidad que los bombardeos terroristas hayan sido sistematizados en un momento en que las huelgas proletarias habían estallado en Alemania y, también cuando desde finales de 1943, las deserciones dentro del ejército alemán estaban aumentando. Churchill, que había hecho sus primeras armas de carnicero contra la revolución rusa, estaba particularmente atento a este peligro. Finalmente, en 1945, antes de la conferencia de Yalta de febrero, trató de colocarse, gracias a estos bombardeos, en una posición de fuerza ante un avance del ejército ruso considerado demasiado rápido por Churchill.

El estallido de barbarie y muerte, provocado por los ataques aéreos, cuyas principales víctimas eran trabajadores y refugiados, encontró su clímax en Dresde en febrero de 1945. En Dresde, no había una industria importante, ninguna instalación militar o estratégica, y fue esta ausencia la que convirtió a Dresde en una ciudad de refugio para cientos de miles de refugiados que huían de los bombardeos y el avance del «Ejército Rojo», cegados como estaban por la propaganda democrática de los aliados, convencidos de que Dresde nunca sería bombardeada. Las autoridades alemanas también se dejaron cegar por esta propaganda, ya que crearon muchos hospitales civiles en la ciudad. Esta situación era bien conocida por el Gobierno británico, tanto que algunos líderes militares del Comando de Bombarderos tenían serias reservas sobre la validez militar de tal objetivo. Se les dijo secamente que Dresde era un objetivo prioritario para el Primer Ministro y no había más que decir.

Al bombardear Dresde los días 13 y 14 de febrero de 1945, la burguesía inglesa y estadounidense sabía perfectamente que había ahí casi un millón y medio de personas, incluyendo un gran número de mujeres y niños, heridos y también prisioneros de guerra. 650 mil bombas incendiarias cayeron sobre la ciudad produciendo la tormenta de fuego más gigantesca de toda la Segunda Guerra Mundial. Dresde ardió durante ocho días, el fuego estuvo a más de 250 km de distancia. Algunas partes de la ciudad estaban tan calientes que pasaron varias semanas antes de poder entrar en algunas bodegas. De los 35 mil edificios de apartamentos, sólo 7 mil permanecían en pie, todo el centro de la ciudad había desaparecido y la mayoría de los hospitales habían sido destruidos. El 14 de febrero, 450 fuerzas aéreas estadounidenses, tomando el relevo de los bombarderos ingleses, arrojaron otras 771 toneladas de bombas incendiarias. El balance de lo que sin duda constituye uno de los más grandes crímenes de la segunda carnicería mundial fue de 250 mil muertos, casi todos civiles. A modo de comparación, los otros abominables crímenes lo fueron Hiroshima con 75 mil víctimas, y el terrible bombardeo estadounidense de Tokio en marzo de 1945 que causó ¡¡85 mil muertos!!

Al ordenar el bombardeo de Chemnitz los días siguientes, el comandante ya no se avergonzaba por ninguna precaución oratoria. Les dijo a los aviadores: «Su razón para ir allí esta noche es para acabar con todos los refugiados que pudiesen haber escapado de Dresde». Con este lenguaje de carniceros, uno puede medir a través de todo esto que, en términos de barbarie, la coalición antifascista no tenía nada que envidiar a los nazis. El 1o de noviembre de 1945, en 18 meses de bombardeos, 45 de las 60 principales ciudades alemanas habían quedado casi completamente destruidas. Al menos 635 mil civiles murieron en estas incursiones de terror.

Asimismo, en términos de cinismo y mentiras desvergonzadas, también tiene poco que envidiar a un Goebbels o a un Stalin. Ante las preguntas planteadas por estas aterradoras masacres, la burguesía angloamericana respondió, en contra de todo lo obvio, que Dresde era un centro industrial y, sobre todo, un centro militar importante. Churchill, por su parte, añadió primero que fueron los rusos los que habían pedido tal bombardeo, lo que ahora todos los historiadores están de acuerdo en que era falso, y luego trató de echar la culpa a los militares, ¡para que pareciera una metedura de pata! Los laboristas, estos perros sangrientos, estos asquerosos hipócritas de la democracia burguesa, se treparon al mismo caballo de batalla en un intento de lavarse las manos ante tanto horror. El laborista Clement Attlee, que sucedió a Churchill, pronunció la respuesta del líder militar del Comando de Bombarderos: «La estrategia de la fuerza de bombarderos criticada por Lord Attlee fue decidida por el gobierno de Su Majestad, de la que él (Señor Attlee) fue uno de los líderes durante la mayor parte de la guerra. La decisión de bombardear ciudades industriales fue tomada, y tomada con gran claridad, antes de que me convirtiera en comandante en jefe del Comando de Bombarderos». La estrategia de terror fue una decisión política tomada por toda la burguesía inglesa, con la que el otro gran demócrata que fue Roosevelt, quien decidió hacer la bomba atómica, estuvo plenamente de acuerdo. La barbarie democrática ha sido totalmente igual a la barbarie fascista y estalinista. Los nietos de Churchill y Roosevelt, los Bush, Mitterrand y Major sí aprendieron durante la Guerra del Golfo, ya sea en términos de masacre, ocultación de información, mentiras o cinismo total[1].

Otro ejemplo de esta larga tradición democrática, consiste en enmascarar y justificar sus propios crímenes y abominaciones poniendo de relieve otros crímenes, otros horrores como: el uso que se ha hecho de los campos de concentración para justificar la barbarie de la carnicería imperialista aliada. Lejos de nosotros está negar la sórdida y siniestra realidad de estos campos de exterminio, pero la obscena publicidad que se ha hecho de ellos no tiene nada que ver con consideraciones humanitarias y, mucho menos con el legítimo horror causado por tal barbarie. La burguesía, tanto inglesa como estadounidense, sabía perfectamente lo que estaba pasando en estos campos. Y, sin embargo, curiosamente, apenas habló de ello durante toda la guerra, y no lo convirtió en un tema central de su propaganda. Fue sólo después de la guerra que ella lo convirtió en el principal axioma de su justificación para la segunda carnicería imperialista mundial y más ampliamente, para la defensa de la sacrosanta democracia.

La «democracia» cómplice de las masacres contra la clase obrera

La represión masiva de las poblaciones kurda y chiita en Irak y la total complicidad en estas masacres por parte de las autodenominadas «patrias de los derechos humanos», puede compararse en cierta medida con la actitud de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. No se trata aquí de comparar los movimientos fundamentalmente burgueses, en los que los trabajadores no juegan ningún papel, excepto el de carne de cañón, como el movimiento nacionalista kurdo, con lo que ocurrió en Italia, donde, en 1943, los trabajadores tendieron, al menos al principio, a luchar en su terreno de clase. Pero una vez que se hace esta distinción fundamental, se trata de ver lo que es común en la actitud de la burguesía democrática entre ayer y hoy.

En Italia

En Italia, a finales de1942 y, especialmente de 1943, estallaron huelgas en todos los principales centros industriales del Norte. En todas partes reclamaban mejores suministros, mejores salarios, y algunos trabajadores incluso pedían la formación de consejos de fábrica y soviets, y esto contra los estalinistas del PCI de Togliatti. El movimiento es aún más peligroso para la burguesía porque los trabajadores italianos en Alemania también están en huelga y a menudo cumplen con el apoyo de sus hermanos de clase alemanes. En particular, ante las huelgas de los trabajadores, se tomó la decisión de derrocar a Mussolini y sustituirlo por Badoglio. Los aliados, que habían llamado al pueblo italiano a rebelarse contra el fascismo, desembarcaron entonces en Sicilia y en el otoño de 1943 ocuparon todo el sur de Italia. Pero, preocupados por esta situación potencialmente revolucionaria, rápidamente detienen, a petición de Churchill, su avance y permanecen confinados al Sur. Churchill, con su experiencia de la ola revolucionaria que acabó con la Primera Guerra Mundial, temía como a una plaga la renovación de un escenario similar. Luego convenció a los EE.UU. a «Dejar que Italia hirviera a fuego lento en su jugo», y a sabiendas ralentizó el avance del ejército aliado hacia el Norte. Su propósito era: dejar al ejército alemán sofocar y aplastar a la clase obrera, ocupando miilitarmente todo el norte de Italia y todas sus grandes concentraciones proletarias. De esta forma, dejó que el ejército alemán fortificara sus posiciones y el ejército aliado tardaría 18 meses en conquistar toda la península, 18 meses durante los cuales los trabajadores fueron destrozados por los soldados alemanes con la complicidad objetiva de los estalinistas que habían pedido la Unión Sagrada detrás de Badoglio. Una vez realizado el trabajo sucio por los alemanes, los ejércitos aliados pudieron entonces aterrizar como unos «liberadores de Italia» e imponer tranquilamente sus puntos de vista, imponiendo a la «democracia cristiana» en el poder.

En Grecia

En Grecia, un país que pasó a dominio de Inglaterra en la gran división entre tiburones imperialistas, Churchill también ejercerá su talento como «campeón de la libertad y la democracia». Las huelgas y manifestaciones de los trabajadores que estallaron a finales de 1944, huelgas rápidamente encuadradas y desorientadas por los estalinistas que dominaron toda la resistencia griega a través del ELAS (Ejército Popular de Liberación de Grecia). ELAS entrenaba a la población ateniense para enfrentarse a los tanques británicos que ocuparon la ciudad casi con sus propias manos. Los democráticos tanques de Su Graciosa Majestad restablecieron el orden de forma tan sangrienta que Atenas, que hasta entonces nunca había sido bombardeada por ser una ciudad histórica, pronto quedó medio en ruinas. Churchill le dijo al general inglés que comandaba a las tropas: «Usted es responsable del mantenimiento de la ley y el orden en Atenas, y debe destruir o neutralizar a todas las bandas del ELAS que se acercarán a la ciudad... Por supuesto, el ELAS trató de empujar a mujeres y niños dondequiera que se pudiera abrir el tiroteo. No dudó, sin embargo, en actuar como si estuviera en una ciudad conquistada donde se habría desatado una revuelta local». (A. Stinas Memorias de un revolucionario). Como resultado, entre el yunque estalinista y el martillo democrático, miles de trabajadores perdieron la vida.

En Polonia

Lo que sucedió en Varsovia puede acercarse aún más directamente a la estrategia cínica empleada por la burguesía occidental al final de la Guerra del Golfo. El «ejército rojo» estaba a las puertas de Varsovia, a 15 km de la ciudad el 30 de julio de 1944; estalló el levantamiento de la población de Varsovia contra la ocupación alemana. Durante meses, los aliados y la URSS habían instado repetidamente a esta población al levantamiento, prometiendo toda su ayuda en este caso y, en vísperas del levantamiento la Radio Moscú llamó a Varsovia a la insurrección armada, asegurándoles el apoyo del «Ejército Rojo». Toda la población entonces se rebeló y, al principio, esta insurrección popular, en la que los trabajadores jugaron un gran papel, aunque el peso de la dirección nacionalista era muy fuerte, logró liberar a buena parte de la ciudad de la ocupación militar alemana. La gente estuvo más embarcada en esta aventura, tanto más masivamente, porque estaban convencidos de que iban a recibir asistencia rápida: «La ayuda combinada con nuestro levantamiento parecía evidente. Estábamos luchando contra el hitlerismo, así que teníamos derecho a asumir que todas las naciones unidas en esta lucha nos proporcionarían un alivio efectivo... Esperábamos que el rescate llegaría inmediatamente». (Z. Zaremba: La Comuna de Varsovia). Stalin había planeado originalmente regresar a Varsovia a principios de agosto: el ejército alemán estaba en desbandada, y ya no había obstáculos militares serios a esta entrada. Pero ante la insurgencia y su escala, cambió deliberadamente su plan y retrasó deliberadamente el avance del ejército ruso, que permaneció confinado a las puertas de Varsovia durante dos meses. No reanudó su avance hasta que la insurgencia fue ahogada en sangre por el ejército alemán después de 63 días. Afirmaría fríamente que «esta insurrección fue reaccionaria y que se desprendió de una aventura temeraria y terrible cuyos instigadores eran criminales». (Z. Zaremba). Durante todo este tiempo, en la ciudad, las tropas alemanas recuperaron posición tras posición, no había agua ni electricidad, y las municiones, del lado insurgente, se volvieron cada vez más raras. Los insurgentes seguían esperando ayuda del ejército ruso. No sólo no llegó, sino que Stalin los denunció como «fascistas sediciosos». La población también esperaba ayuda en el lado angloamericano. Más allá de las bonitas palabras de los gobiernos británico y estadounidense afirmando su «entusiasmo y solidaridad con la insurrección», esta ayuda sólo adoptaría la irrisoria forma de unos escasos lanzamientos de armas en paracaídas, totalmente insuficientes para oponerse al avance de las tropas alemanas y que, de hecho, sólo servirían para aumentar aún más el número de muertos y heridos y prolongar el sufrimiento inútil de la población de la capital polaca.  De hecho, Stalin, ante el tamaño de la insurrección, decidió, al igual que Churchill en Italia, «dejar que Varsovia se cocinara en su propio jugo», con el objetivo obvio de tragarse Polonia sin encontrar ningún obstáculo serio por el lado de la población polaca. Si la insurrección de Varsovia hubiese tenido éxito, el nacionalismo se habría fortalecido mucho y por lo tanto podría haber interpuesto una oposición seria a la base de los objetivos del imperialismo ruso. Al mismo tiempo, inauguró el papel de gendarme anti proletario ante una potencial amenaza obrera en Varsovia, que le fue transferido y que celosamente desempeñaría al final de la Segunda Guerra Mundial para toda Europa del Este, incluida Alemania. Al dejar que el ejército alemán aplastara la insurrección, encontraría ante sí, que era el caso, sólo una población diezmada y agotada, tan incapaz de resistir eficazmente la ocupación rusa sin tener, además, que ensuciarse las manos porque las «hordas bárbaras nazis» estaban haciendo el trabajo sucio en su lugar.

En el lado angloamericano, donde se sabía lo que estaba pasando, se dejó que sucediera, porque Roosevelt había dejado tácitamente a Polonia al imperialismo ruso, el pueblo de Varsovia fue sacrificado fríamente en el altar de una gran travesura entre tiburones imperialistas. La trampa mortal a la que Stalin y sus cómplices democráticos lanzaron a los habitantes de Varsovia fue particularmente pesada: 50 mil muertos, 350 mil deportados a Alemania, un millón de personas condenadas al éxodo y una ciudad completamente en ruinas[2].

Con respecto a los acontecimientos en Varsovia, el cinismo de la burguesía parece aún más monstruoso si se recuerda que fue la invasión de Polonia la que decidió que Inglaterra y Francia fueran a la guerra para salvar «¡la libertad y la democracia en Polonia!». Al comparar la situación en Varsovia en agosto de 1944 con la situación post-Golfo, y reemplazando a los polacos por los kurdos, Hitler por S. Hussein y a Stalin con Bush, nos encontraremos con el mismo cinismo despiadado de la burguesía y las mismas trampas sangrientas donde la burguesía, por sus sórdidos intereses imperialistas, mientras que vociferan por todas partes las palabras de libertad, democracia y derechos humanos, condena fríamente a ser masacrados a decenas, cientos de miles de seres humanos.

La segunda carnicería mundial fue una gran experiencia para la burguesía, para matar y masacrar a millones de civiles indefensos, pero también para ocultar, para justificar sus propios monstruosos crímenes de guerra, «satanizando» a los de la coalición imperialista antagónica. Al final de la Segunda Guerra Mundial, las «grandes democracias», a pesar de sus mejores esfuerzos para darse un aire respetable, aparecen más que nunca manchados de los pies a la cabeza con la sangre de sus innumerables víctimas.

«Democracia» y masacres coloniales

«El capitalismo nació chorreando sangre y lodo», como dijo Marx, y los crímenes y genocidio que llevó a cabo durante toda la colonización ilustran este monstruoso nacimiento. «Transformación de África en una especie de coto comercial de pieles negras», «los huesos de los tejedores indios blanqueando las llanuras de la India» (Marx), el resultado de la colonización británica del continente indio, etc. La lista exhaustiva de todos estos genocidios también sería demasiado larga para el alcance de este artículo. Además, cualquiera que haya sido el terrible sufrimiento que infligió a la humanidad, el sistema capitalista fue progresista a lo largo de su fase ascendente, porque, al permitir el desarrollo de las fuerzas productivas, se desarrolló al mismo tiempo la clase revolucionaria, el proletariado, y las condiciones materiales necesarias para el advenimiento del comunismo. Nada que ver con la época de las guerras y las revoluciones, que marcó el inicio de un sistema que se ha vuelto puramente reaccionario. Ahora, las masacres coloniales no son más que el terrible precio de la sangre debido a la supervivencia de un Moloch ahora amenazando hasta la supervivencia de la especie humana. En este contexto, los numerosos crímenes y masacres coloniales cometidos por las «patrias de los derechos humanos» que son las viejas democracias burguesas ahora no aparecen más que lo que son: actos puros de barbarie[3].

Al final de la segunda carnicería del mundo, los vencedores, y en particular las tres viejas democracias que son Gran Bretaña, Francia y EE.UU., prometieron al mundo el advenimiento de la libertad y la democracia en todas partes, ¿pues no era por ello que habían hecho tantos sacrificios? Veamos, puesto que hasta ahora se ha hablado mucho del papel desempeñado por los ingleses y los estadounidenses, cómo se comportó el tercer ladrón de este inestimable trío de florilegios democráticos, la «patria por excelencia de los derechos humanos»: Francia.

En Argelia, 1945

En 1945, el mismo día de la capitulación de Alemania, el muy democrático gobierno De Gaulle, integrado entonces por ministros «comunistas», ordenó a la aviación francesa, cuyo ministro era el estalinista Tillon, bombardear Sétif y Constantino, donde los movimientos nacionalistas se atrevieron a desafiar la dominación colonial de la graciosa democracia francesa. Las víctimas y heridos se contabilizaron en miles y algunos barrios obreros fueron reducidos a cenizas.

En Madagascar, 1947

En 1947, el ministro francés de Ultramar, el muy «demócrata y socialista» Marius Moutet, organizó la terrible represión del movimiento independentista malgache, utilizando de nuevo la aviación, y luego fue apoyado por tanques y artillería. Muchas aldeas fueron arrasadas, allí, por primera vez, pusieron en práctica la siniestra táctica de lanzar prisioneros desde lo alto de los aviones para estrellarlos contra los poblados, y hubo un total de ¡80 mil muertos!

En Indochina

Por la misma época, el mismo M. Moutet ordenó el bombardeo de Haiphong, en Indochina, sin declaración de guerra previa. Durante la guerra de Indochina, el ejército francés sistematizó la tortura: grilletes, baños, todo el arsenal. Estableció la regla más democrática de todas, ordenando que, por cada soldado francés muerto, ¡se quemaran ocho pueblos! Un testigo contó que en Indochina «el ejército francés se comportaba como los alemanes aquí», y añadió que «al igual que en Buchenwald, donde se encontró una cabeza humana cortada en el despacho del comandante del campo, el mismo objeto similar, utilizado como pisapapeles, se podía encontrar en muchos despachos de oficiales franceses». Una vez más, ¡los soldados democráticos de uniforme no tienen nada que envidiar a los soldados nazis o estalinistas de uniforme! Por su parte los «viets» y sus atrocidades, que ocuparon los titulares de la prensa de la época (recuérdese de paso que en 1945 Ho Chi Minh ayudó a los «imperialistas extranjeros» a aplastar la comuna obrera de Saigón, véase nuestro folleto Nación o Clase), o más tarde el FLN en Argelia, estaban bien instruidos y aplicaban las lecciones impartidas por el muy democrático ejército francés.

La guerra argelina

Al comienzo de la insurrección y rebelión nacionalista argelina, los «socialistas» estaban en el poder en Francia y el gobierno incluía entonces a Guy Mollet, Mendés-Francia y el joven F. Mitterrand, entonces ministro del Interior. La sangre de todos estos «auténticos demócratas» dio un solo giro y los plenos poderes fueron confiados al ejército en 1957 para restaurar el «orden republicano». Muy rápidamente, se aplicaron medidas drásticas en represalia por un ataque contra los colonos o el ejército: pueblos y aduares (aldeas) enteras fueron arrasadas, y las caravanas fueron ametralladas sistemáticamente por la fuerza aérea. Dos millones de argelinos, casi una cuarta parte de la población total, fueron expulsados de sus aldeas y zonas residenciales, para ser conducidos a la completa merced del ejército a «campos de reagrupamiento» donde, según un informe de M. Rocard, entonces inspector de finanzas: «Las condiciones son deplorables y al menos un niño muere al día». Muy pronto, el general Massu y su cómplice Bigeard, quien posteriormente se convirtió en ministro de Giscard, descubrieron su talento como torturadores. La tortura se volvió sistemática en todas partes, y en Argelia, una palabra se hizo famosa rápidamente: «desaparecido». Un gran número de los entregados a los soldados nunca reaparecieron. Como se destaca en una nota del inspector general Wuilhaume dirigida a Mitterrand en 1957: «Los golpes, la bañera, la tubería de agua, la electricidad se utiliza en todas partes”. «En Boulemane, como en muchos pueblos pequeños de Aurés, la sala de tortura trabajaba día y noche... y no era raro que en el comedor de los oficiales se bebiera champán en calaveras de los fellagas (combatientes del FLN)». En 1957, el secretario general de la prefectura de Argel, P. Teitgen, le dijo a propósito de la tortura al abogado P. Vergès: «(...) Sé todo esto, por desgracia, y comprenderá que como antiguo deportado que soy no puedo soportarlo (y dimitió poco después). A veces nos comportamos como se comportaban los alemanes», y añadió que conocía todas las villas de Argelia donde se practica la tortura...

Esta declaración de un alto funcionario es particularmente interesante porque pone de relieve, una vez más, la increíble duplicidad de quienes nos gobiernan, y particularmente de los socialdemócratas. Así, Guy Mollet declaró el 14 de abril de 1957 a la Federación Socialista del Marne: «Sin duda, se han deplorado actos de violencia extremadamente raros. Pero, afirmo, fueron consecuencia de los combates y las atrocidades de los terroristas. En cuanto a los actos de tortura premeditados y deliberados, si así fuera, serían intolerables. El comportamiento del ejército francés se ha comparado en este sentido con el de la Gestapo. Esta comparación es escandalosa. Hitler dio directivas que abogaban por estos métodos, mientras que Lacoste y yo siempre dimos órdenes en sentido absolutamente opuesto». Dicen ignorarlo todo, aunque conocen perfectamente la situación y son ellos quienes dan las órdenes. Como en cualquier banda de gánsteres, siempre hay quienes ordenan el crimen y quienes lo ejecutan. La atención se centra constantemente en los pistoleros, en este caso Massu y Bigeard, para encubrir a los verdaderos culpables, en este caso la escoria socialdemócrata en el poder. La burguesía francesa, con los «socialistas» a la cabeza, siempre ha presentado las masacres y atrocidades cometidas en Argelia (por ejemplo, desde 1957 hasta la llegada de De Gaulle al poder en 1958, 15 mil niños argelinos desaparecieron cada mes) como obra de soldados sanguinarios, que iban más allá de las órdenes, pero quien dio estas órdenes era, sin duda, el gobierno «socialista». Una vez más, ¿quién es el más criminal: el que ejecuta el crimen o el que lo ordena?[4]

La burguesía, en su versión democrática, siempre ha trabajado duro para presentar sus crímenes, una vez que estos son demasiado obvios que ya no pueden ser escondidos, como un error, un accidente, o como el trabajo de los soldados que superan la misión que se les ha encomendado. Lo vimos en Francia sobre Argelia, lo vimos en los EE.UU. sobre Vietnam. Todo esto no es más que una siniestra hipocresía cuyo único propósito es preservar la gran mentira democrática.

Para perpetuar su dominación sobre la clase obrera, es vital que la burguesía mantenga viva la mistificación democrática, y ha utilizado y sigue utilizando la bancarrota definitiva del estalinismo para fortalecer esta ficción. Frente a esta mentira de una supuesta diferencia de naturaleza entre «democracia y totalitarismo», toda la historia de la decadencia del capitalismo nos muestra que la democracia se ha revolcado en sangre tanto como el totalitarismo, y que sus víctimas se cuentan por millones. El proletariado debe recordar también que la burguesía «democrática» nunca ha dudado, para defender sus intereses de clase o sus sórdidos intereses imperialistas, en apoyar y alabar a los dictadores más feroces. Recordemos la época de los Blum, Churchill, etc., llamaban a Stalin «Sr. Stalin» y fue nombrado «¡el hombre de la Liberación!». Más cerca de nosotros, recordemos el apoyo brindado a Sadam Husein y Ceausescu, felicitados por De Gaulle y condecorados por Giscard d'Estaing. La clase obrera debe comprender el hecho de que la democracia, ayer, hoy y aún más mañana, nunca ha sido ni será otra cosa que la máscara hipócrita con la que la burguesía cubre el rostro atroz de su dictadura de clase, para encadenarla y reducirla a la misericordia.

 

[1] Las citas de esta sección proceden de:

- "La destrucción de Dresde" de David Irving, Editions Art et Histoire d'Europe.

- "La Segunda Guerra Mundial" de Henri Michel, Ediciones PUF.

[2] “La Comuna de Varsovia traicionada por Stalin, masacrada por Hitler” por Zygmunt Zaremba, Editions Spartacus.

[3] Para más información sobre la diferencia entre la democracia burguesa en el auge y la caída del capitalismo, consulte nuestra plataforma y nuestro folleto "La decadencia del capitalismo".

[4] Les crimes de l'armée franaise" de Pierre Vidal-Naquet, Editions Maspéro. Mientras la burguesía francesa intenta presentar a Argelia como su último "pecado colonialista", insinuando que desde entonces ha tenido las manos limpias, se han perpetrado otras masacres desde la guerra de Argelia, especialmente en Camerún, donde el ejército francés cometió atrocidades.

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Campañas Ideológicas

Reunión Pública sobre la Crisis Ecológica

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PDF icon Manifiesto sobre la Crisis Ecológica [22]1.1 MB
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Presentación/Discusión del “Manifiesto sobre la Crisis Ecológica.

”Reunión Pública sobre la crisis ecológica y como detenerla.

La CCI ha publicado recientemente un “Manifiesto sobre la crisis ecológica”, respondiendo a la pregunta «¿Es posible detener la destrucción del planeta?» desde el punto de vista de la clase obrera y del futuro de la humanidad. Todas las «soluciones» a la crisis ecológica propuestas por la clase dominante son inútiles...

El capitalismo es un sistema cimentado en la explotación tanto de la clase obrera como de la naturaleza. Desde sus inicios se ha basado en la devastación y destrucción del medio ambiente natural, pero hoy en día está demostrando que su propia supervivencia es incompatible con la supervivencia de la humanidad y de la naturaleza. El capitalismo es una forma de sociedad obsoleta y decadente desde hace más de cien años. Este largo declive ha llegado ahora a una fase terminal, un callejón sin salida en el que la guerra, las crisis de sobreproducción y la destrucción ecológica se retroalimentan para producir un terrible torbellino de destrucción. Pero hay una alternativa a la pesadilla que está haciendo realidad el capitalismo: la lucha internacional de la clase explotada por el derrocamiento del capitalismo y la construcción de una sociedad comunista.

Para debatir estas importantes cuestiones, celebraremos una Reunión Pública en español, tanto mediante asistencia presencial o mediante conexión virtual en línea, el viernes 27 de junio, a las 18:30h  (hora de Madrid). En México 10.30 h. y en Perú 11.30 h.

La participación presencial en esta Reunión Pública tendrá lugar en Ateneo La Maliciosa en C/ Peñuelas, 12 de Madrid en la fecha indicada.

Para participar en esta reunión, mediante conexión Internet, ponte en contacto con [email protected] [23] confirmando tu participación y te enviaremos el link de conexión. También atenderemos en este mail, cualquier consulta o cuestión de tu interés que desees plantearnos.

El Manifiesto se ha elaborado en formato impreso para su distribución en reuniones y manifestaciones. También se puede consultar en ICC Online: Manifiesto sobre Crisis Ecológica [24].

Vida de la CCI: 

  • Reuniones públicas [16]

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • Corriente Comunista Internacional [8]

Cuestiones teóricas: 

  • Medio ambiente [12]

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Reunión Pública Internacional de la CCI, en español.

Israel, Irán, guerra de Estados Unidos: ¡Un paso más en el caos de la guerra!

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El bombardeo masivo por parte de Estados Unidos, en la noche del 21 al 22 de junio, de objetivos militares en Irán constituye una nueva etapa en la agudización de las tensiones y el caos militar, la desolación y la barbarie incesante, en la región.

Frente a la amplia gama de diferentes formas de apoyo de un campo imperialista contra otro que ocupará toda la escena mediática y social, los proletarios de todos los países deben rechazar cualquier supuesta "solución" al conflicto que tenga como objetivo encadenarlos en apoyo de tal o cual país, tal o cual fracción burguesa. Los revolucionarios deben luchar por el único principio que vale la pena defender, el internacionalismo proletario. La única lucha que puede liberar a la humanidad de la barbarie de la guerra es la lucha de clases, por el derrocamiento de este sistema minado por la crisis y las necesidades de la economía de guerra.

Ante la gravedad de la situación y la importancia crucial de defender el internacionalismo proletario, la CCI está organizando un encuentro público internacional en línea el sábado 28 de junio a las 15:00 horas (hora de París). Los lectores que deseen participar en esta discusión pueden enviar un mensaje a nuestra dirección de correo electrónico ([email protected] [25]) o en la sección "Contáctenos" de nuestro sitio web en francés. Los detalles técnicos para conectarse a la reunión pública se comunicarán en una fecha posterior. a quienes hayan comunicado por email su intención de participar.

Se mantienen las Reuniones Públicas en Marsella y Bruselas, inicialmente previstas para discutir nuestro Manifiesto sobre la ecología. Durante estas reuniones físicas, se establecerá una conexión con la reunión pública en línea:

- Marsella, 28 de junio a las 15 h Dirección: Mille Bâbords 61 rue Consolât 13001 Marsella

- Bruselas, 28 de junio de 2025 a las 15 h. Dirección: Pianofabriek - Rue du Fort 35, 1060 Saint-Gilles

Vida de la CCI: 

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desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

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Cuestiones teóricas: 

  • Guerra [26]

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Reunión Pública Internacional de la CCI, en línea

Los crímenes nazis

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El horror abominable de los crímenes del nazismo ha sido descrito, retratado, y difundido hasta la saciedad desde la Segunda Guerra Mundial por la propaganda del campo «democrático» para ocultar las propias exacciones de este último en todos los conflictos en los que se ha visto implicado. Aunque ninguna de las macabras exacciones del nazismo es desconocida hoy por el gran público, a diferencia de los crímenes de las grandes democracias, los revolucionarios deben denunciar los crímenes nazis como una ilustración irrefutable de la barbarie sin límites del capitalismo decadente. La Primera Guerra Mundial marcó la irrupción violenta de esta barbarie, con sus 17 millones de muertos. Desde entonces, ha sido superada por las hazañas de la segunda (50 millones de muertos) que, lejos de constituir un paréntesis en la historia de este siglo, han sido confirmadas por las atrocidades en las guerras locales que la han seguido sin interrupción hasta nuestros días.

El fascismo no es producto de sus dictadores sino de un sistema bárbaro

Según una interpretación de la historia, si el nazismo se estableció en Alemania fue porque hombres como Hitler fueron capaces de imponer sus bárbaras ideas en el país ganándose a las capas populares para sus macabros ideales. Si Hitler fue efectivamente un factor activo en la instauración de este régimen, la razón ante todo es que él era el más capaz de aplicar el programa correspondiente a las necesidades económicas y políticas de la burguesía alemana. La prueba de ello, como hemos mostrado, es que fue la democracia la que cedió legalmente el poder a Hitler. Y si Hitler gozaba del apoyo del gran capital, era porque las esferas dirigentes de la burguesía creían que era el más idóneo para defender el capital nacional.

Un episodio significativo a este respecto fue el proceso que condujo a la eliminación por Hitler de la SA (Sección de Asalto), señal de la voluntad del Führer de deshacerse de esta franja radical y populista de las fuerzas en las que se había apoyado durante su ascenso político, para evitar cualquier exceso por su parte. Contrariamente a las ilusiones de las SA, no se trataba de que Hitler desafiara o socavara en modo alguno a las grandes figuras de la burguesía alemana a las que debía su ascenso al poder, del mismo modo que Mussolini había tenido que dejar de lado el anticlericalismo de las profesiones de fe del fascismo en sus primeros días en Italia, para presentar una imagen más respetable ante la gran burguesía italiana. El conflicto entre las SA y Hitler cristalizó cuando el empeoramiento de la situación económica en Alemania puso a Hitler en una posición en la que tenía que demostrar el valor de sus compromisos populistas.

La población de Alemania, que vio descender el desempleo ese año, se sintió sin embargo decepcionada por las promesas demagógicas de Hitler, que no se cumplieron. Hitler no tenía ninguna intención de chocar frontalmente con los intereses de la gran industria y de los círculos financieros que le habían llevado al poder. Ya en 1933, en conflicto con Röhm (jefe de las SA, las secciones de asalto), declaró: «Reprimiré cualquier intento de perturbar el orden existente tan despiadadamente como sofocaré la segunda revolución, que sólo conduciría al caos». Destituyó a varios dirigentes nazis que habían intentado hacerse con el control de las asociaciones patronales y restituyó a Krupp y Thyssen en sus antiguos cargos[1]. Liquidó físicamente a las SA y a sus dirigentes durante la «Noche de los Cuchillos Largos» (el 30 de junio de 1934).

Los ideales racistas, xenófobos y totalitarios del nazismo son, desde el punto de vista humano, una pura aberración. En cambio, como veremos, fueron extremadamente útiles al servicio del capital nacional alemán. Hitler galvanizó el deseo de venganza de Alemania, que había sido derrotada en la Primera Guerra Mundial y humillada por el Tratado de Versalles. El capital alemán necesitaba un puño de hierro capaz de someter al país a las exigencias de la militarización en preparación de la próxima guerra mundial. Así, otros hombres y formaciones políticas que se reclamaban de la democracia eran capaces de hacerlo[2], pero el programa de Hitler era el que mejor se adaptaba a la situación. En efecto, la clase obrera había sido aniquilada y ya no era necesario inmovilizarla mediante la mistificación democrática, haciendo así superfluo un régimen democrático. Además, se trataba de forzar la unión de todas las fracciones de la burguesía.

Se necesitaba una ideología al servicio de esta empresa. Esta ideología, dirigida principalmente a la pequeña burguesía arruinada, debía tomar forma en la exaltación de la raza aria y en el racismo. La comunidad judía en particular debía ser perseguida, proscrita y desterrada de la sociedad. Ante una situación de aguda crisis económica, había que encontrar chivos expiatorios y, una vez más, los judíos fueron el blanco designado. En particular, la eliminación de los artesanos y pequeños comerciantes judíos permitió ganar para el régimen a sus competidores «arios» arruinados por la crisis. Además, confiscar los bienes de los judíos (un número significativo de los cuales pertenecía a la burguesía o a la pequeña burguesía adinerada) era una forma barata de llenar las arcas del Estado.

La racionalidad capitalista de la xenofobia y la limpieza étnica

Desde el principio de su carrera política, Hitler mostró el color de sus inclinaciones ideológicas racistas, ultranacionalistas y anticomunistas. Lo ilustra el siguiente pasaje de su discurso de Munich del 22 de julio de 1922: «El judío nunca ha fundado ninguna civilización, aunque ha destruido cientos de ellas. No puede mostrar nada de su propia creación (...) En última instancia, sólo el ario puede crear Estados y conducirlos por el camino de la grandeza futura. El judío no puede. Y es porque es incapaz, que todas sus revoluciones deben ser internacionales. Deben propagarse como la peste. Ya ha destruido Rusia; ahora es el turno de Alemania, y en su envidioso instinto de destrucción, el judío busca suprimir el espíritu nacional de los alemanes y contaminar su sangre»[3].

En este periodo de crisis y contrarrevolución, los judíos encarnaban todo lo que odiaba la pequeña burguesía: la agitación social y el gran capital. Pero Hitler no sólo fue un talentoso portavoz de los ideales racistas, sino que también supo convertirlos en un arma ideológica al servicio del Estado. Las siguientes palabras intercambiadas entre Hitler y Rauschning tras los pogromos de la Noche de los Cristales del 9 y 10 de noviembre de 1938 son muy indicativas de la forma en que pretendía utilizar el odio a los judíos: «Mis judíos son los mejores rehenes que tengo. La propaganda antisemita es, en todos los países, un arma indispensable para llevar a todas partes nuestra ofensiva política. Veremos con qué rapidez podemos dar la vuelta a las nociones y escalas de valor del mundo entero, únicamente con nuestra lucha contra el judaísmo. Además, los judíos son nuestros mejores auxiliares. A pesar de su posición expuesta, cuando son pobres se mezclan en todas partes con los enemigos del orden y los agitadores, y al mismo tiempo aparecen como los poseedores patentados y envidiados de un capital formidable». Rauschning le preguntó entonces si la raza judía debía ser totalmente aniquilada. Hitler respondió: «No, al contrario, si el judío no existiera, tendríamos que inventarlo. Necesitamos un enemigo visible, no sólo uno invisible. La Iglesia católica tampoco se contentaba con tener al diablo. También necesitaba herejes para mantener su energía combativa».[4]

El terror no sólo era el medio utilizado para imponer el orden capitalista y las limitaciones del militarismo, también se utilizaba para servir a las limitaciones económicas eliminando a todo un sector de la población considerado indeseable desde el punto de vista capitalista. Desde el comienzo del Tercer Reich, miles de opositores al régimen fueron torturados o suprimidos por la Gestapo y los diversos servicios de represión. Pero con la guerra, grupos de hombres, mujeres y niños que no habían mostrado ninguna oposición al régimen fueron exterminados. En octubre de 1939, Hitler promulgó un decreto por el que autorizaba a determinados médicos del Tercer Reich a decidir sobre la muerte de pacientes considerados incurables.

Se adujeron dos tipos de «justificación» en apoyo a esta decisión. Una era eugenésica: el objetivo era mejorar la raza evitando la propagación de enfermedades hereditarias. La otra era de orden económico: los médicos también debían tener en cuenta la capacidad de trabajo del paciente[5].

En tiempos de crisis, siempre hay una parte de la población que no puede ser empleada para hacer crecer el capital. De ahí la existencia de superpoblación en relación con este criterio de rentabilidad. Los diferentes métodos previstos y empleados para delimitar qué parte de la población sobraba y cómo deshacerse de ella, muestran la gradación en la interminable espiral de la barbarie.

Así, la política de exterminio se aplicó no sólo a los judíos, sino también a los gitanos, a los discapacitados mentales y a los enfermos incurables, así como a las poblaciones eslavas que debían ser eliminadas por millones para dejar paso a los colonos de la «raza buena».

Se alcanzó una nueva etapa cuando, el 24 de enero de 1939, Heydrich recibió el encargo de Hitler de «encontrar una solución lo más favorable posible a la cuestión judía». Los dos métodos adoptados entonces fueron la emigración y la evacuación.

A pesar de las amenazas de aniquilación de la población judía en Europa en caso de guerra, formuladas con la misma claridad en varias de las declaraciones de Hitler a diplomáticos extranjeros en enero-febrero de 1939, las autoridades nazis continuaron en ese momento instando a los judíos de Alemania a emigrar (previo pago de un cuantioso «rescate») mientras diversos departamentos elaboraban planes de evacuación. En efecto, como Gran Bretaña se había negado a aceptar judíos en Palestina y Estados Unidos en suelo americano[6], los nazis preveían, a partir de 1940, evacuar a todos los judíos de Alemania a Madagascar. El proyecto se abandonó pronto y Eichmann, encargado de todos estos asuntos por un decreto de Goering del 31 de julio de 1941, agrupó a los judíos de los países conquistados concentrándolos en la antigua Polonia.

Es con la invasión de la URSS que se inauguró la política de exterminio sistemático de toda la población judía. En junio de 1941, siguiendo instrucciones de Hitler, Himmler ordenó al comandante del campo de Auschwitz que construyera cámaras de gas.

Como resultado, 7,820,000 personas fueron deportadas a los campos de concentración. Sólo 700,000 sobrevivieron. El resto fueron eliminadas voluntariamente o murieron a consecuencia de los malos tratos, las enfermedades y la implacable explotación.

La racionalidad capitalista del terror y la barbarie

El corsé de hierro sobre la sociedad, concebido para hacerla marchar a un solo paso al servicio de los objetivos imperialistas de Alemania, se basaba en gran medida en el recurso al terror abierto, como en los regímenes estalinistas (las «democracias», por su parte, combinaban hábilmente mistificación democrática y represión). Este terror debía ejercerse contra todo tipo de opositores, y debía ser omnipresente para evitar cualquier reacción de aquellos para quienes el esfuerzo bélico exigía los mayores sacrificios, en los centros de producción y sobre todo en el frente.

Los campos de concentración desempeñaron un papel esencial en el dispositivo represivo: «Los campos de concentración, creados en 1933, fueron puestos bajo la autoridad de la Gestapo. Al día siguiente de las elecciones, el 5 de marzo, según la declaración del cónsul americano en Berlín, se desató la furia del populacho en forma de ataques a gran escala contra comunistas, judíos y todo tipo de personas. Bandas de milicianos merodeaban por las calles, golpeando a los transeúntes, rompiendo escaparates para saquear puestos, llegando incluso a asesinar. Los alemanes detenidos por la Gestapo, «por su propia seguridad», eran sometidos a métodos inenarrables de brutalidad e intimidación. Las víctimas se contaban por cientos de miles»[7].

Con la guerra y la necesidad de Alemania de establecer el orden en los territorios ocupados, los métodos utilizados se hicieron más sofisticados y cada vez más radicales. Destinados antes de 1939 a albergar a los opositores internos, los campos de concentración se transformaron progresivamente durante las hostilidades en una gigantesca máquina de matar a cualquier sospechoso de resistencia en Alemania o en los países ocupados o dominados. Una instrucción del general Keitel del 12 de diciembre de 1941, conocida como «Noche y niebla», explicaba que: «la intimidación duradera sólo puede lograrse mediante condenas a muerte o medidas que dejen a la familia (del culpable) y a la población en la incertidumbre sobre la suerte del prisionero». Este era el objetivo del traslado de prisioneros a Alemania.

La necesidad de mano de obra se hizo más acuciante a medida que aumentaban las dificultades militares de Alemania.

Durante 1942, la finalidad de los campos de concentración cambió. A partir de entonces, tendrían una función económica. Los campos se convirtieron en un inmenso reservorio de material humano barato, indefinidamente renovable y explotable a voluntad. A partir de 1942, la gestión de los campos se puso en manos de Pohl, jefe de la Oficina de Administración Económica y, en las conferencias que periódicamente reunían a los responsables de la economía de guerra, la mano de obra de los campos de concentración era tenida en cuenta para la ejecución de las tareas fijadas. Desde Mauthausen, Ravensbrück, Buchenwald y Auschwitz, los deportados eran enviados en toda una serie de «kommandos», campos anexos y fábricas clandestinas donde trabajaban directamente para la industria de guerra.

Al menos un tercio de los trabajadores empleados por grandes empresas como Krupp, Heinkel, Messerschmitt e I.G. Farben eran deportados.

El carácter cada vez más rápido y radical de los medios utilizados para explotar y deshacerse de la población de los campos de concentración atestigua las crecientes e insolubles contradicciones en las que se encontraba el capital alemán, en una situación imperialista cada vez más desfavorable. Pero en una determinada fase, la barbarie adquiere una dinámica propia, que ya no obedece a ninguna racionalidad, como atestiguan todos los experimentos científicos llevados a cabo por ciertos médicos alemanes con los deportados en los campos, cuya descripción es inimaginable. Esto se expresaba igualmente en «el sentido artístico de ciertas mujeres de las SS que coleccionaban pieles tatuadas de deportados con las que fabricaban pantallas para lámparas»[8] o las «manías» del «profesor» August Hirt que, en diciembre de 1941, se dirigió al lugarteniente de Himmler, Brandt, para obtener para su colección, «los cráneos de comisarios bolcheviques judíos que representan el prototipo de estos seres inferiores, repulsivos pero característicos»[9].

Los servicios prestados por el nazismo al campo democrático: la represión de la clase obrera

Cuando los ejércitos nazis derrotados se vieron obligados a retirarse, les correspondió asumir sus responsabilidades de vencidos en los territorios que abandonaron a la administración de sus vencedores. Estas responsabilidades consisten, en particular en debilitar a la clase obrera, mediante la represión, para que no se subleve contra el orden capitalista, como ocurrió durante la Primera Guerra Mundial. De este modo, la soldadesca nazi prestó un gran servicio a sus enemigos del campo imperialista de enfrente, y al orden capitalista en su conjunto, haciendo labor de limpieza allí donde existían amenazas potenciales de sublevación.

Por su parte, el bando aliado llevó a cabo una misión equivalente bombardeando masivamente a las poblaciones civiles, y a la clase obrera en particular, en Alemania. Como explicamos en el artículo Las masacres y crímenes de las grandes democracias, «No es casualidad que los bombardeos de terror se sistematizaran en el mismo momento en que estallaban las huelgas obreras en Alemania y donde, desde finales del 43, tendían a aumentar las deserciones del ejército alemán».

En Italia, a finales del 42 y sobre todo en el 43, las huelgas estallaron casi por doquier en los principales centros industriales del norte. Cuando, en el otoño del 43, después de desembarcar en Sicilia y ocupar todo el sur de Italia, Estados Unidos, por consejo de Churchill, decidió «dejar que Italia se cueza en sus propios jugos», fue para dejar que el ejército alemán aplastara y quebrara a la clase obrera, ocupando todo el norte de Italia y todas sus grandes concentraciones obreras (ver: Las masacres y crímenes de las grandes democracias [27]). Con todo el celo que ya habían demostrado, los cuerpos especializados nazis llevaron a cabo esta misión en Nápoles.

En Varsovia, en julio del 44, se produjo una situación similar. Pero esta vez fue otro aliado, Rusia, quien dejó que el ejército alemán se saliera con la suya. Se abstuvo de intervenir para apoyar el levantamiento de la población de esta ciudad contra la ocupación alemana, a pesar de haber sido alentada por los Aliados. El 30 de julio, toda la población se sublevó contra el Ejército Rojo a las puertas de la ciudad. Tras 63 días de lucha, los Aliados y la URSS permitieron al ejército alemán aplastar el levantamiento con un baño de sangre. El balance fue especialmente duro: 50,000 muertos, 350,000 deportados a Alemania, un millón de personas condenadas al éxodo y una ciudad completamente en ruinas. Desde un punto de vista estratégico, el régimen de Hitler no tenía ninguna necesidad de añadir esta «victoria» a su lista de logros en un momento en que sus ejércitos estaban en plena derrota. Al hacerlo prestaba un doble servicio a la URSS y al capitalismo en su conjunto.

El futuro ocupante, la URSS, se encontraría con una población diezmada y desangrada, y en consecuencia con poca capacidad de enfrentarla efectivamente, algo que no podía darse por sentado desde el principio dado el profundo nacionalismo anti ruso de Polonia. Además, la clase obrera desempeñó un papel predominante en la insurgencia y fue la más expuesta a la represión. En estos acontecimientos, no defendían sus intereses de clase, a diferencia de la situación en el norte de Italia. Sin embargo, esta sangría en las filas obreras también formaba parte de las medidas necesarias para limitar en lo posible los riesgos de un levantamiento proletario.

La barbarie nazi: expresión sin ambages de la podredumbre del capitalismo decadente

Si la barbarie nazi parece más repugnante que otras expresiones del capitalismo decadente, es porque la barbarie del Estado democrático está rodeada de mil artificios y legitimaciones (defensa de los derechos humanos y de la libertad) destinados a hacerla «aceptable». A diferencia de la propaganda democrática, la del régimen nazi reivindicaba y exaltaba abiertamente la violencia bárbara al servicio del nacionalismo alemán y de los ideales racistas. Esto era así porque, como hemos mostrado, en los países donde se implantó el nazismo, al haber sido el proletariado completamente aniquilado, la dominación capitalista no necesitaba de mistificaciones democráticas para ejercer y mantener su yugo contra la clase obrera, ni conocía límite alguno a la acción de sus fuerzas de represión.

Es la razón por la cual el discurso oficial de los dirigentes nazis expresa tan clara y crudamente la podredumbre a la que había llegado el capitalismo decadente. De hecho, aunque tengan rasgos de psicópatas sádicos y tiranos, en realidad no son más que el producto de la sociedad burguesa decadente y, sobre todo, fueron elegidos con toda conciencia por la clase dominante y su «élite» para dirigir el Estado.

 

[1] Fuente: Guy Richard: «L'histoire inhumaine». La industria del asesinato en masa: Hitler y el Tercer Reich.

[2] El SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), que había encabezado la derrota proletaria que allanó el camino al fascismo, era un buen servidor del capital nacional y estaba perfectamente dispuesto a apoyar los temas nazis en su propaganda y en su actitud política. Así, cuando Hitler llegó al poder en marzo del 33, dando la señal en toda Alemania para la violencia antisemita y se abrió el primer campo de concentración para judíos y opositores el 20 de marzo en Dachau, el 3 de abril «el SPD anunció su ruptura con la II Internacional y desautorizó los ataques de su prensa contra Hitler (...) El 19 de junio, el comité directivo del SPD decidió eliminar a los judíos de su dirección» (La historia Inhumana). Era una causa perdida para este partido, que se había unido al campo burgués en 1914. Después de haber prestado tantos servicios al capital, ya no le era útil. Por eso fue barrido: «El 22 de junio, el SPD fue prohibido, todos los demás partidos se disolvieron y, el 14 de julio, el NSDAP se estableció como partido único». (La historia Inhumana).

[3] Fuente: Guy Richard: «L'histoire inhumaine». La industria del asesinato en masa: Hitler y el Tercer Reich.

[4] Fuente: Guy Richard: «L'histoire inhumaine». La industria del asesinato en masa: Hitler y el Tercer Reich.

[5] Fuentes: «Histoire de l'Allemagne contemporaine»; Jean-Marie Argelès / Gilbert Badia; Weimar – El Tercer Reich; El exterminio de los «subhombres».

[6] Fuente: Guy Richard: «L'histoire inhumaine». La industria del asesinato en masa: Hitler y el Tercer Reich.

[7] Una situación similar volvería a producirse, pero de forma mucho más cínica e indicativa de la hipocresía del campo imperialista contrario, cuando Joël Brandt trató de concertar un acuerdo entre los nazis y los Aliados para liberar judíos a cambio de camiones entregados a Alemania. Como prueba de su interés en el acuerdo, los nazis estaban dispuestos a liberar «gratuitamente» a 100,000 judíos antes de que se entregaran camiones, lo que habría permitido a los Aliados salvar a 100,000 personas sin aumentar el potencial bélico del enemigo. Las negociaciones fracasaron únicamente porque el campo democrático no quería cargar con todos esos judíos, que representaban para él el mismo problema que en Alemania, bocas inútiles adicionales que alimentar en tiempos de guerra. Como señala nuestro artículo: La corresponsabilidad de los «aliados» y los nazis en el «holocausto» (capítulo I), la burguesía «aliada» fue muy discreta sobre estos mismos campos durante la propia guerra, hasta el punto de que este tema estuvo ausente de su propaganda de guerra. La tesis oficial, que aún hoy prevalece, es que no lo sabían. Tal tesis contradice claramente el episodio de Joël Brandt y el hecho de que era imposible que los campos de concentración escaparan a la red de inteligencia aliada, en particular a la obtenida por su fuerza aérea. Está claro que «los gobiernos aliados, por su parte, habían sido informados a través de diversos canales ya en 1942 (revelaciones hechas por Gerstein, un oficial de las SS, a un diplomático sueco, información transmitida a Allan Dulles en Suiza)». (Historia de Alemania Contemporánea).

[8] Fuente: Guy Richard: «L'histoire inhumaine». La industria del asesinato en masa: Hitler y el Tercer Reich.

[9] Fuente: Guy Richard: «L'histoire inhumaine». La industria del asesinato en masa: Hitler y el Tercer Reich.

Corrientes políticas y referencias: 

  • Bordiguismo [28]

Acontecimientos históricos: 

  • 80 años del nazismo [29]

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Campañas Ideológicas

Aranceles estadounidenses, guerras comerciales, proteccionismo... ¡El capitalismo no tiene ninguna solución a la crisis económica mundial!

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Tras la alocada sobrepuja de los últimos meses sobre los aranceles y la consiguiente caída de las bolsas y del dólar, el mundo está pendiente de las decisiones que tomará o no Trump, y de las que él revertirá o no... Para la gran mayoría de las fracciones de la burguesía, la política de la administración estadounidense es “absurda”, las decisiones de Trump son “una locura” y amenazan el desarrollo de una economía mundial ya tambaleante, y en primer lugar el de la economía estadounidense. Según las recientes previsiones del FMI, el crecimiento de la economía de EEUU caerá casi un 1% respecto a las previsiones precedentes, el de la economía china un 0,6% y el de la economía mundial un 0,5%.

Lo que amenaza fundamentalmente a la economía mundial y a la humanidad, es el capitalismo decadente, que ha entrado en su fase final de descomposición, donde se combinan actualmente los efectos de la crisis económica, de las guerras, de la crisis climática y de las demás manifestaciones de la putrefacción desde sus raíces, de la sociedad mundial en agonía. Trump, como el populismo, no es otra cosa que un producto de esta dinámica.

Los fundamentos del gran desorden económico

Desde la reaparición de la crisis económica a finales de los años 60, producto de las contradicciones fundamentales del capitalismo, la burguesía ha utilizado paliativos para intentar aplazar los peores efectos de la recesión. La eficacia de tales políticas dependía de la capacidad de los principales países industrializados para ponerse de acuerdo sobre un cierto nivel de cooperación internacional basado en la aplicación de mecanismos de capitalismo de Estado que, principalmente, constituían la columna vertebral de la globalización de la economía y permitían, en un primer tiempo, que los intercambios económicos escaparan al caos desatado, por ejemplo, en los planos imperialista o de la vida política de la burguesía.

Así, en el momento más grave de la convulsión económica de 2007-2008, que ya había golpeado duramente a Estados Unidos, y en la de 2009-2011 con la crisis de la “deuda soberana”, la burguesía pudo concertar sus respuestas, lo que permitió atenuar un poco los golpes de la crisis y garantizar una “recuperación” anémica durante la fase 2013-2018.

Pero tal política encontró sus límites en la creciente tendencia del “cada uno para sí” de las diversas fracciones nacionales de la burguesía, haciéndolas cada vez menos capaces de dar una respuesta mínimamente concertada, a través de medidas paliativas, a la crisis mundial del capitalismo. Tal “evolución” fue la marca de la extensión de la descomposición del capitalismo, en particular de la actitud del “sálvese quien pueda” en todos los niveles de la sociedad, incluido el de la gestión del capital por la burguesía. Esto se confirma de manera sorprendente con la pandemia de 2020 y luego las guerras en Ucrania y Oriente Medio, que provocaron el cierre de las fronteras, suscitando una tendencia muy significativa a favor de medidas de “relocalización nacional” de la producción, de preservación de sectores clave en cada capital nacional, del desarrollo de barreras a la circulación internacional de mercancías y personas. Todo ello ha contribuido a causar estragos en las políticas monetarias, financieras y comerciales.

Trump 2.0, factor de desestabilización de la economía

Es en este campo minado donde Trump vuelve a la Administración con su política populista descarada, irracional, cambiante y completamente imprevisible. Además de ser un producto de la podredumbre de raiz del capitalismo, Trump es a su vez un factor activo de la misma. Así los muestran, de la manera más convincente, sus gesticulaciones como jefe del ejecutivo estadounidense en la guerra arancelaria que ha lanzado contra el mundo. Las justificaciones “económicas” esgrimidas por la administración Trump en su cruzada por elevar los aranceles impuestos a la mayoría de las mercancías importadas son o bien un bluff o bien absurdas, o incluso ambas cosas.

Una de ellas, casi irrisoria, es que hasta ahora Estados Unidos habría sido demasiado generoso con sus socios, que no se cansan de beneficiarse de la generosidad del Tío Sam. Por lo tanto, era necesario “poner las cosas en orden” haciéndose pagar ampliamente con aranceles sobre ciertas mercancías importadas.

Otra justificación invoca la lucha contra la inflación, que es un tema delicado en Estados Unidos donde la subida de los precios durante la presidencia de Biden había contribuido ampliamente a la derrota electoral de los demócratas en las últimas elecciones. Es difícil ver cómo el encarecimiento de los productos importados podría hacer bajar los precios en Estados Unidos, salvo si existieran misteriosos mecanismos compensatorios. Pero eso no es lo esencial: aquí existe un intento de enmascarar la verdadera causa de la inflación.

De hecho, no es el aumento de los aranceles lo que evitará la inflación, la cual tiene una causa que es totalmente diferente: “Las causas fundamentales de la inflación hay que buscarlas en las condiciones específicas del funcionamiento del modo de producción capitalista en su fase de decadencia. En efecto, la observación empírica nos permite constatar que la inflación es fundamentalmente un fenómeno de esta época del capitalismo, así como podemos constatar que se manifiesta con mayor agudeza durante los períodos de guerra (1914-18, 1939-45, la guerra de Corea, 1957-58 en Francia durante la guerra de Argelia…), es decir, cuando los gastos improductivos son los más elevados. Por tanto, es lógico considerar que es a partir de esta característica específica de la decadencia, la parte considerable del armamento y más en generalmente de los gastos improductivos en la economía, como debemos intentar explicar el fenómeno de la inflación”[1].

En resumen, si el coste de la vida aumenta en Estados Unidos y como en otras partes, es en gran medida para pagar el precio de los gastos militares (improductivos). Mantener una enorme ventaja militar sobre todos sus rivales imperialistas (incluido el más poderoso de todos, China) tiene un coste nada desdeñable y que debe hacerse pagar por la población.

Las consecuencias de la guerra arancelaria

La “guerra arancelaria” no es más que una ilustración en el plano económico de la puesta en cuestión del orden mundial establecido después de 1945, y que ya ha quedado en gran medida destrozado en el frente imperialista con el “divorcio transatlántico”, en favor de una política totalmente irracional e imprevisible de “todos contra todos”. Así, en el plano económico, la falta de visión sobre el futuro es para el capitalismo un factor que inhibe la actividad económica. En el caso actual de la política de Trump, es más que una falta de visión, se trata más bien de la imposibilidad de prever cualquier cosa, ya que es capaz de cambiar de posición de la noche a la mañana y varias veces seguidas, y esto en función de sus intereses inmediatos. Su enfoque, que consiste en ensayar “buenas jugadas” en detrimento de sus adversarios de turno, no sólo se refiere a cuestiones económicas con los aranceles, ya que también podemos verlo actuar en el plano imperialista en las negociaciones de paz en Ucrania.

Además, reaccionar a la crisis económica elevando los aranceles es un olvido total de las lecciones que la burguesía aprendió de la Gran Depresión de los años 30, es decir, que el proteccionismo sólo puede agravar la crisis de sobreproducción reduciendo aún más los mercados.

Por último, los métodos aberrantes y autoritarios de la administración Trump, que a menudo son totalmente irracionales, no sólo desde el punto de vista del buen funcionamiento del capitalismo, sino también desde el punto de vista de los propios intereses de Estados Unidos, proyectan la imagen de una primera potencia mundial cuyos comportamientos son imprevisibles y en la que ya no se puede confiar. Tratándose de la primera potencia económica mundial, muy por delante de todas sus rivales, en particular en el plano militar, el impacto de la política de Trump en las relaciones entre las naciones a nivel del conjunto del planeta solo puede ser devastador.

Los efectos más pesados y devastadores de esta desestabilización global los sentirá en primer lugar la clase explotada del capitalismo: la clase obrera. Esto directamente a través de la inflación, que atacará gravemente su poder adquisitivo y, por tanto, su capacidad para sobrevivir en la situación actual. Pero los capitales nacionales también tendrán que encontrar formas de compensar el aumento de los costes asociados a la reconfiguración de los flujos de producción resultantes de la globalización y a las relocalizaciones. Para ello, no tendrán más remedio que atacar a los proletarios, suprimir empleos, empeorar las condiciones de trabajo para reducir los costes marginales y recortar frontalmente los salarios y los ingresos indirectos ligados a la protección social. Los anuncios de los distintos gobiernos europeos sobre los “esfuerzos” que se deben hacer para “salvar” la economía nacional no son más que una preparación ideológica para los golpes que van a llover sobre el proletariado.

La clase obrera de todo el mundo debe saber que será la primera en pagar por este hundimiento en la incertidumbre y el caos. Los ataques se intensificarán e inevitablemente irán acompañados de campañas ideológicas que responsabilizarán de esta situación a Trump, a la democracia atacada, a los belicistas de Estados Unidos, Rusia y sin duda de otros lugares cuando sea necesario.

La guerra comercial también servirá para amplificar el discurso nacionalista para la protección de “nuestros valores”, la defensa de “nuestro patrimonio económico” y de “la grandeza de nuestra nación”. Es necesario no caer en el engaño. La descomposición del capitalismo está arrastrando al sistema en todas sus dimensiones hacia el abismo. Nada puede sacar a la humanidad del abismo, ni las medidas que se han intentado tantas veces y que siempre han generado más crisis y guerras, ni los “esfuerzos” de la fuerza de trabajo por reducir aún más sus costes y, por tanto empeorando sus condiciones de trabajo y de vida.

Nada salvo un cuestionamiento total y radical de este sistema, su derrocamiento en favor de una sociedad liberada de la dominación del capital y sólo en beneficio de la humanidad y de su medio ambiente. Esta sociedad, el comunismo, es un proyecto en entre las manos del proletariado que, luchando contra los ataques que le dirige la burguesía, podrá concebir cada vez más este poder y sus responsabilidades históricas. No cabe duda de que aún queda mucho camino por recorrer, pero las perspectivas esbozadas por la situación actual sólo sirven para subrayar la urgencia del desarrollo de esta lucha.

Syl. D., abril de 2025

 

[1] Révolution internationale, antigua serie núm. 6, citado en nuestro “Informe sobre la crisis económica para el 25º Congreso de la CCI (2023) | Corriente Comunista Internacional [30]”. (En francés)

 

Personalidades: 

  • Trump [15]
  • Biden [31]

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • Corriente Comunista Internacional [8]

Cuestiones teóricas: 

  • Economía [32]

Rubric: 

Estados Unidos, Europa, Rusia, China: la gran convulsión imperialista

Resolución sobre la situación internacional (mayo de 2025)

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Preámbulo de la Resolución sobre la Situación Internacional

Esta resolución fue adoptada a principios de mayo de 2025 por el 26º Congreso de la CCI. Como tal, sólo puede tener en cuenta los acontecimientos y situaciones anteriores a esa fecha. Evidentemente, esto es así para cualquier toma de posición sobre la situación internacional, pero en este caso es particularmente importante señalarlo porque actualmente asistimos a una rápida sucesión de acontecimientos particularmente espectaculares e imprevisibles, de gran importancia en los tres planos principales de esta situación: las tensiones imperialistas, la situación económica del capitalismo mundial y la relación de fuerzas entre el proletariado y la burguesía. Debido a la especie de «tsunami» que afecta actualmente al mundo, el contenido y algunas de las posiciones adoptadas en esta resolución pueden parecer atrasados en el momento de su publicación. Por ello, más allá de los hechos que se mencionan en ella y que pueden verse eclipsados por nuevos desarrollos de la situación, es importante que proporcione un marco para comprender las causas, el significado y lo que está en juego en los acontecimientos que se desarrollan ante nuestros ojos.

Uno de los principales factores de las actuales convulsiones es, evidentemente, la toma de posesión de Donald Trump el 20 de enero de 2025, que ha conducido a un espectacular divorcio entre Estados Unidos y la casi totalidad de los países europeos miembros de la OTAN. Todos los «expertos» y dirigentes burgueses están de acuerdo en que la nueva política internacional de la burguesía estadounidense, en particular con respecto a la guerra en Ucrania, es un acontecimiento importante que marca el fin de la «Alianza Atlántica» y del «paraguas estadounidense», obligando a los antiguos «protegidos de Washington» a reorganizar su estrategia militar y a embarcarse en una frenética carrera armamentística. La otra gran decisión de la administración Trump es, evidentemente, el lanzamiento de una guerra comercial de una intensidad no vista desde hace casi un siglo. Muy rápidamente, en particular con la ola de pánico que recorrió los mercados bursátiles y los círculos financieros, Trump se vio obligado a dar marcha atrás parcialmente, pero sus decisiones brutales y contradictorias no pueden dejar de tener un impacto en el deterioro de la situación económica del capitalismo mundial. Estas dos decisiones fundamentales de la administración Trump han sido un factor muy importante en la evolución caótica de la situación mundial.

Pero estas decisiones deben entenderse también y sobre todo como manifestaciones de cierto número de tendencias históricas profundas que están actuando actualmente en la sociedad mundial. Incluso antes del hundimiento del bloque del Este y de la Unión Soviética (1989-1991), la CCI había planteado el análisis según el cual el capitalismo había entrado en una nueva fase de su decadencia, «la fase última (...) en la que la descomposición se convierte en un factor decisivo, si no el factor decisivo, de la evolución de la sociedad». Y los caóticos acontecimientos de los últimos meses no hacen sino confirmar esta realidad. La elección de Trump, con sus catastróficas consecuencias para la propia burguesía estadounidense, es el ejemplo mismo de la creciente incapacidad de la clase burguesa para dominar su juego político, como predijimos hace 35 años. Del mismo modo, el divorcio entre EE. UU. y sus antiguos aliados de la OTAN confirma otro aspecto de nuestro análisis de la descomposición: la gran dificultad en el período actual, si no la imposibilidad, de formar nuevos bloques imperialistas como condición previa para una nueva guerra mundial. Por último, otro aspecto que hemos subrayado, en particular desde nuestro 22º Congreso de 2017 -el impacto creciente del caos que se apodera cada vez más de la esfera política de la burguesía a nivel económico- ha encontrado una nueva confirmación en las convulsi,ones económicas provocadas por las decisiones del populista Trump.

Es, pues, en el marco de nuestro análisis de la descomposición que esta resolución intenta examinar más a fondo los retos del periodo histórico actual. Y este examen debe necesariamente tener en cuenta las consecuencias para la lucha de la clase obrera de los acontecimientos caóticos que afectan a la sociedad mundial.

Resolución sobre la Situación Internacional del 26º Congreso de la CCI

1. «3. De hecho, del mismo modo que el capitalismo conoce diferentes períodos en su recorrido histórico - nacimiento, ascendencia, decadencia -, cada uno de esos períodos contiene también sus distintas fases. Por ejemplo, el período de ascendencia tuvo las fases sucesivas del libre mercado, de la sociedad por acciones, del monopolio, del capital financiero, de las conquistas coloniales, del establecimiento del mercado mundial. Del mismo modo, el período de decadencia ha tenido también su historia : imperialismo, guerras mundiales, capitalismo de Estado, crisis permanente y, hoy, descomposición. Se trata de diferentes expresiones sucesivas de la vida del capitalismo... ». (TESIS: La descomposición, fase última de la decadencia capitalista [33])1. Lo mismo puede decirse de la fase de descomposición propiamente dicha, que ha marcado una etapa cualitativa en el desarrollo de la decadencia; esta fase se encuentra ahora en su cuarta década, y desde principios de la década de 2020, con el estallido de la pandemia de Covid y el inicio de las guerras asesinas en Ucrania y Medio Oriente, ha alcanzado un nivel de aceleración que marca una nueva etapa significativa, en la que todas sus diversas manifestaciones interactúan y se intensifican mutuamente en lo que hemos denominado el efecto «torbellino».

2. Este análisis se ha confirmado plenamente desde el 25º Congreso de la CCI: la crisis económica, la guerra imperialista, la degradación ecológica y la creciente pérdida de control del aparato político de la burguesía se combinan y exacerban mutuamente, trayendo consigo la clara amenaza de la destrucción de la humanidad. Esta «policrisis» ya es reconocida por algunas de las instituciones más importantes de la clase dominante —como lo mostramos en el Informe sobre la Descomposición aprobado por el 25º Congreso de la CCI— pero estas instituciones son impotentes para proponer soluciones. En cambio, los elementos más irracionales de la clase dominante aumentan cada vez más, lo que se expresa significativamente por la victoria de Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses.

Trump es un producto evidente de la descomposición del sistema, pero la «lluvia de mierda» de medidas tomadas inmediatamente después de su ascenso al poder también demuestra que la llegada al cargo gubernamental de una fracción populista dirigida por un aventurero narcisista en el país más poderoso del planeta será un factor activo en la aceleración de la descomposición y de la pérdida mundial de control de la burguesía sobre su propio sistema.

3. El factor de la competencia y de la guerra imperialista están en el centro mismo de este vórtice mortal. Pero contrariamente a los argumentos de la mayoría de los grupos del medio político proletario, el efecto torbellino no conduce a una marcha disciplinada hacia nuevos bloques y una tercera guerra mundial. Al contrario, refuerza la tendencia al «cada uno para sí» que ya se estaba volviendo dominante tras el hundimiento del bloque imperialista ruso y la entrada definitiva en el periodo de descomposición a principios de los años 1990. Como predijimos en varios textos fundamentales escritos en aquella época, la desaparición del bloque del Este condujo al desmoronamiento del bloque dominado por Estados Unidos, a pesar de los diversos esfuerzos del imperialismo estadounidense por imponer su autoridad a sus antiguos aliados. Y hemos insistido en el hecho que este nuevo desorden mundial tomaría la forma de la propagación de guerras sin fin y cada vez más destructivas, que no son para nada menos peligrosas que un curso hacia la guerra mundial, precisamente por la ausencia de toda disciplina de bloque. Las últimas medidas que ha tomado Estados Unidos bajo el mandato de Trump encarnan una nueva etapa en el creciente caos que domina las rivalidades imperialistas en la fase de descomposición. Y mientras que el desorden mundial desencadenado por el colapso del bloque ruso en 1989-1991 estaba centrado en torno a una potencia económica y militar debilitada, el hecho de que el «nuevo desorden» tenga por epicentro a la primera potencia mundial presagia un hundimiento aún más profundo en el caos en el período venidero.

4. El eje central de los conflictos imperialistas a escala mundial sigue siendo el antagonismo entre Estados Unidos y China. A este nivel hay un fuerte elemento de continuidad con las administraciones Obama y Biden, considerando a China como el principal rival de la dominación estadounidense. Este desplazamiento del centro de los antagonismos imperialistas de Europa Occidental, como fue el caso durante la Guerra Fría, a la región del Pacífico, es un factor importante en la voluntad de Trump de reducir la «defensa de Europa» a un lugar mucho más modesto en la estrategia estadounidense. De manera general, la política que consiste en contener a China, cercándola con alianzas regionales e imponiendo límites a su expansión económica, continuará; aunque los medios tácticos concretos pueden diferir. Sin embargo, la impredicibilidad del enfoque de Trump podría traer consigo giros inesperados, desde intentos de apaciguar a Pekín hasta acciones abiertamente provocadoras en torno a Taiwán. En general, esta misma imprevisibilidad será un factor adicional de desestabilización de las relaciones internacionales.

5. En cambio la política de Trump hacia Ucrania representa una verdadera ruptura con la política exterior «tradicional» de Estados Unidos, basada en una enérgica oposición al imperialismo ruso. El intento de llegar a un acuerdo con Rusia sobre la guerra en Ucrania, que excluye a Europa y Ucrania, acompañado de la humillación pública de Zelensky en la Casa Blanca, marca un importante nuevo nivel en la división entre Estados Unidos y las principales potencias europeas, mostrando lo lejos que estamos de la formación de un nuevo «bloque Occidental». Este divorcio no es un acontecimiento puramente contingente, sino que tiene raíces mucho más profundas. El conflicto directo entre Estados Unidos y Europa ya se manifestó durante la guerra en Yugoslavia a principios de la década de 1990, con Francia y Gran Bretaña apoyando a Serbia, Alemania a Croacia y Estados Unidos a Bosnia. Hoy, en el punto culminante de este proceso, que en 2003 vio también cómo potencias europeas como Francia y Alemania se negaban a seguir a Estados Unidos en la invasión de Irak, Estados Unidos es percibido cada vez más como un nuevo enemigo, simbolizado por el voto de Estados Unidos con Bielorrusia, Corea del Norte y Rusia en contra de una resolución de la ONU el 24 de febrero condenando la invasión rusa, y por las amenazas abiertas de convertir a Canadá, Groenlandia y Panamá en propiedad de Estados Unidos, por la fuerza militar si fuera necesario. Como mínimo, Estados Unidos es percibido como un aliado poco fiable, lo que ha obligado a las potencias europeas a reunirse en una serie de conferencias de urgencia para considerar cómo pueden asegurar su «defensa». imperialista sin el paraguas militar de Estados Unidos. Sin embargo, las divisiones reales entre estas potencias -por ejemplo, entre los gobiernos dirigidos por partidos populistas o de extrema derecha que se inclinan hacia Rusia, y sobre todo entre Francia y Alemania en el corazón mismo de la Unión Europea- no deben subestimarse en tanto que obstáculo suplementario para la formación de una alianza europea estable. Y el actual régimen estadounidense hará sin duda todo lo posible por aumentar las divisiones entre los países de la Unión Europea, a los que Trump ha atacado explícitamente tratándolos de organización que ha sido creada para «joder a Estados Unidos».

6. Al mismo tiempo, de nuevo en clara discontinuidad con el enfoque de la anterior Administración estadounidense y de las principales potencias europeas, que han abogado por una «solución de dos Estados» al conflicto entre Israel y Palestina, el régimen de Trump está apoyando abiertamente las políticas anexionistas del gobierno de derecha de Israel al eliminar las sanciones contra las acciones violentas de los colonos de Cisjordania, también nombrando a Mike Huckabee -quien declara que «Judea y Samaria» fueron dadas a Israel por Dios hace 3 000 años- como embajador de Estados Unidos en Israel, y sobre todo llamando a la limpieza étnica de casi dos millones de palestinos de Gaza y transformando toda la zona en un paraíso para la especulación inmobiliaria. Esta política, a pesar de su importante contenido fantasioso, sólo puede perpetuar e intensificar los conflictos que ya se están intensificando y extendiendo por todo Oriente Medio, más claramente en Yemen, Líbano y Siria, donde la guerra interna está lejos de terminar a pesar del reemplazo del régimen de Assad, y donde Israel ha estado llevando a cabo más ataques aéreos devastadores que en general se perciben como una advertencia a Turquía. En particular, el cheque en blanco que Trump ha entregado al gobierno de Netanyahu también contiene la probabilidad de nuevos enfrentamientos directos entre Israel e Irán.

7. Mientras tanto, otros conflictos imperialistas se están gestando o ya se están agravando, particularmente en África, donde el Congo, Libia y Sudán se han convertido en verdaderos escenarios de masacres y hambrunas. África es otro ejemplo de conflictos locales alimentados por una desconcertante variedad de estados regionales (como Ruanda en el Congo) y por los grandes padrinos imperialistas (Estados Unidos, Francia, China, Rusia, Turquía, etc.) que pueden ser aliados en un conflicto y enemigos en otro.

A pesar de que la búsqueda de materias primas vitales es un aspecto clave de muchos de estos conflictos, la principal característica de todas estas guerras es que cada vez aportan menos beneficios ya sean económicos o estratégicos para todos sus protagonistas. Sobre todo, no apuntan a una solución a la crisis económica mundial a través de la desvalorización del capital o la reconstrucción de las economías arruinadas, como dicen muchos de los grupos del Medio Político Proletario. La visión economicista de estos grupos simplemente ignora la verdadera dirección del capitalismo en sus etapas finales, que es hacia la destrucción de la humanidad y no hacia una nueva etapa en el ciclo de acumulación.

8. La creciente interacción entre la crisis económica y la rivalidad imperialista, y de los efectos de la descomposición en el estado de la economía mundial, se ilustran claramente con la avalancha de aranceles decretados por el régimen de Trump. Esta «declaración de guerra» al resto de las economías del mundo, dirigida a los vecinos cercanos y a los antiguos aliados, así como a los enemigos declarados, puede ser vista como un intento de Estados Unidos de demostrar su poder como un gigante imperialista capaz de valerse por sí solo sin tener que rendir cuentas a ningún otro Estado u organismo internacional. Pero también se basa en una «estrategia» económica que cree que los EE.UU. pueden prosperar mejor socavando o arruinando a todos sus rivales económicos. Se trata de un enfoque puramente suicida que será inmediatamente contraproducente para la economía y los consumidores estadounidenses a través del aumento de los precios, la escasez, el cierre de empresas y los despidos. Y, por supuesto, una severa recesión en Estados Unidos no podía dejar de tener implicaciones mundiales. En particular, varios economistas han advertido del peligro de que Estados Unidos incumpla el pago de su enorme deuda nacional, la mayor parte de la cual está en «propiedad» de Japón y del principal rival norteamericano: China; y es evidente que una suspensión de pagos de EE.UU. no solo causaría un daño incalculable a la economía mundial, sino que inevitablemente se extendería a la esfera de la rivalidad imperialista entre EE.UU. y China. Todo esto demuestra que la política de America First del régimen de Trump está en completa contradicción con el carácter «globalizado» de la economía mundial en la que los propios EE.UU. han sido la fuerza más activa, en particular tras el hundimiento del bloque del Este a principios de los años 90; También marca un retorno a las medidas proteccionistas que las burguesías más poderosas han abandonado en gran medida desde que demostraron su fracaso absoluto para gestionar la crisis económica mundial en la década de 1930. El actual intento de los EE.UU. de desmantelar los últimos vestigios políticos y militares del orden imperialista mundial establecido en 1945 se desarrolla en paralelo a medidas que amenazan claramente todas las instituciones globales creadas a raíz de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial para regular el comercio mundial y contener la crisis de sobreproducción.

9. Por lo tanto, no sorprende que las bolsas de valores mundiales hayan reaccionado con creciente pánico a los aranceles de Trump, mientras numerosos «expertos» económicos han predicho una recesión mundial, brutales guerras comerciales (que ya se están gestando, en particular entre Estados Unidos y China), una inflación vertiginosa e incluso un «invierno nuclear económico»2. Estas reacciones obligaron a Trump a dar marcha atrás en algunas de sus amenazas económicas, pero es poco probable que se pueda seguir confiando en la nueva Administración estadounidense como garante de la estabilidad económica; al contrario. Los temores expresados por los «mercados» están bien fundados, pero los revolucionarios también deben dejar claro que, si bien son sin duda un severo factor agravante de la profundización de la crisis económica, no son su causa última. La enfermedad subyacente de la economía mundial debe atribuirse a la crisis mundial de sobreproducción, que en esencia ha sido permanente desde 1914 y que también tiene una evolución histórica antes del punto extremo que ahora está alcanzando. Mucho antes del anuncio de los aranceles de Trump, las principales economías mundiales, en particular Alemania y China, así como Estados Unidos, ya se hundían en un atolladero económico, expresado en el cierre de fábricas en sectores clave, niveles de deuda inmanejables, el aumento de precios en muchos países, el creciente desempleo juvenil, etc. El fin del «milagro económico» chino es particularmente significativo porque, a diferencia de la situación creada por la crisis financiera de 2008, China ya no podrá desempeñar el papel de «locomotora mundial».

10. La crisis mundial de sobreproducción, como predijo Rosa Luxemburgo, es el resultado de la reducción de una zona «externa» hacia la que el capitalismo pueda expandirse. Estas áreas de la economía pre capitalista eran todavía considerables cuando Rosa Luxemburgo presentó su tesis, y todavía tenían algunas posibilidades en la fase de la «globalización», especialmente a través de la capitalización de China y otras economías del Lejano Oriente. Pero hoy, incluso si los capitalistas continúan mirando con avidez las áreas económicas pre capitalistas restantes, especialmente en India y África, será cada vez más difícil explotarlas debido a la aceleración de la descomposición a través de las guerras locales y la destrucción ecológica. Otros elementos «superestructurales» también entran en el callejón sin salida histórico del sistema:

a) El enorme peso de la deuda mundial, la medicación para la sobreproducción que solo puede envenenar al paciente, y que, como en 2008, amenaza constantemente con explotar en forma de inestabilidad financiera generalizada. Y como ya señaló la CCI en la década de 1980, estamos asistiendo al crecimiento de una «economía de casino», que adopta la forma de especulación desenfrenada y expresa una brecha cada vez mayor entre el valor real y el capital ficticio. Un ejemplo llamativo de esto es la propagación del bitcoin y otras «criptomonedas» similares, diseñadas para evadir el control centralizado y actuar, así como otro factor potencialmente desestabilizador para la economía mundial.

b) El creciente impacto de los desastres ecológico, que se han convertido en un «costo de producción» cada vez más destructivo.

c) El crecimiento exponencial del problema de los refugiados, frecuentemente producto de la guerra y de la catástrofe ecológica, y que enfrenta a la burguesía con un problema insoluble, ya que por un lado no puede permitirse integrar a esta masa de migrantes en una economía enferma, mientras que por el otro, no puede permitirse perder esta fuente de mano de obra barata y se encontrará con que una política de deportaciones forzadas como la que ahora ha establecido la Administración Trump costará miles de millones de dólares.

d) Sobre todo, a medida que se intensifica la opción a la guerra, la economía mundial se ve cada vez más obligada a soportar el enorme peso del creciente impacto del militarismo, que en algunos momentos puede dar la ilusión de «crecimiento económico» pero que, como ya señaló la Izquierda Comunista de Francia después de la Segunda Guerra Mundial, representa una pura pérdida para el capital global. Y la guerra abierta en sí misma tiene un impacto directo en la economía mundial, tipificado por el aumento de los costos de transporte marítimo como resultado de los ataques directos a los barcos en el Mar Negro y el Mar Rojo

El resultado inevitable de la profundización de la crisis, y en particular del desarrollo de una economía de guerra, serán ataques sin precedentes contra las condiciones de vida del proletariado y las masas empobrecidas. La burguesía de los países europeos ya está hablando abiertamente de la necesidad de más recortes en la asistencia social para pagar el «gasto en defensa».

11. En lo que respecta a la crisis ecológica, las interminables rondas de conferencias internacionales no han logrado que el mundo se aproxime siquiera a sus compromisos de reducción de carbono; al contrario, el objetivo de 1.5 grados respecto al límite del aumento de las temperaturas ya ha sido declarado un fracaso por varios científicos del clima. Año tras año, investigaciones científicas sólidas ofrecen claros indicadores de que la crisis climática ya está aquí: cada año se declara “el más caluroso registrado”, el deshielo de los casquetes polares alcanza niveles alarmantes y cada vez desaparecen más especies de plantas y animales, como algunos insectos, que son indispensables para la cadena alimentaria y el proceso de polinización. Además, la crisis no solo se evidencia en los países periféricos, sino que aumenta la crisis mundial de refugiados a medida que más regiones del planeta se vuelven inhabitables por sequías o inundaciones. Ahora se está desplazando de la periferia al centro, como lo demuestran los incendios forestales en California y las inundaciones en Alemania y España. La negación de Trump de la crisis climática se ha materializado de inmediato en la labor de la nueva Administración: el propio término «cambio climático» se elimina de los documentos gubernamentales y se recorta drásticamente la financiación para la investigación sobre el problema; se eliminan las restricciones a las emisiones y a los proyectos de extracción de combustibles fósiles bajo el lema «drill baby drill» (perfora tío, perfora); Estados Unidos se retira de los acuerdos internacionales sobre el clima. Todo esto dará un nuevo impulso mundial a la visión negacionista, un pilar central de los partidos populistas, que están en auge por doquier. Lo mismo ocurre con la retirada de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud y el nombramiento de Robert Kennedy, un firme anti vacunas, al frente del Departamento de Salud estadounidense, cuando nos enfrentamos a la amenaza de nuevas pandemias (como la gripe aviar). Estas pandemias son otro producto de la ruptura de la relación entre la humanidad y la naturaleza, que el capitalismo ha llevado a su punto más extremo en la historia. Estas medidas que esconden la cabeza como el avestruz solo aumentarán el peligro. Pero la actitud suicida de los populistas ante la creciente crisis ecológica es, en esencia, solo un reflejo de la absoluta impotencia de todas las facciones de la clase dominante ante la destrucción de la naturaleza, puesto que ninguna de ellas puede existir sin un compromiso con el «crecimiento» infinito (es decir, la acumulación a cualquier precio), incluso cuando pretenden que no hay contradicción entre el crecimiento capitalista y las políticas verdes. La burguesía, como clase, tampoco puede desarrollar soluciones verdaderamente globales a la crisis ecológica, las únicas que tienen sentido. Ninguna facción de la clase dominante puede trascender el marco nacional, como tampoco puede exigir el fin de la acumulación de capital. Por lo tanto, el avance de la crisis ecológica solo puede acelerar la tendencia hacia conflictos militares caóticos, a medida que cada nación intenta salvar lo que puede ante la disminución de recursos y la acumulación de desastres. Y lo contrario también es cierto: la guerra, como ya se ha constatado en los conflictos de Ucrania y Medio Oriente, es en sí misma un factor creciente de la catástrofe ecológica, ya sea por las enormes emisiones de carbono necesarias para producir y mantener equipo militar, o por la contaminación del aire y el suelo mediante el uso de armamento cada vez más destructivo, que en muchos casos es una táctica deliberada destinada a debilitar el suministro de alimentos u otros recursos del enemigo. Mientras tanto, la amenaza de un desastre nuclear —ya sea por la destrucción de centrales nucleares o por el uso de armas nucleares tácticas— acecha constantemente. La interacción entre la guerra y la crisis ecológica es otra ilustración patente del efecto torbellino.

12. El retorno de Trump es una expresión clásica del fracaso político de las facciones de la clase dirigente que tienen una comprensión más lúcida de las necesidades del capital nacional; por lo tanto, es una clara expresión de una pérdida más general del control político por parte de la burguesía estadounidense, pero esta es una tendencia global y es particularmente significativo que la ola populista esté teniendo un impacto en otros países centrales para el capitalismo: así, hemos visto el ascenso de la AfD en Alemania, el RN de Le Pen en Francia y Reform UK en el Reino Unido. El populismo es la expresión de una fracción de la burguesía, pero sus políticas incoherentes y contradictorias expresan un nihilismo y una creciente irracionalidad que no sirven a los intereses generales del capital nacional. El caso de Gran Bretaña, que ha sido dirigida por una de las burguesías más inteligentes y experimentadas, y que se pegó un tiro en el pie con el Brexit es un claro ejemplo. Las políticas internas y externas de Trump no serán menos perjudiciales para el capitalismo estadounidense: en términos de política exterior, al alimentar el conflicto con sus antiguos aliados mientras corteja a sus enemigos tradicionales, pero también a nivel doméstico, a través del impacto de su «programa» económico autodestructivo. Sobre todo, la campaña de venganza contra el «Deep State» y las «élites liberales», la focalización con cietas minorías y la «guerra anti-woke» darán lugar a enfrentamientos entre facciones de la clase dominante que podrían llegar a ser extremadamente violentos en un país donde una enorme proporción de la población posee armas; el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 palidecería en comparación. Y ya podemos ver, de forma embrionaria, los inicios de una reacción de parte de la burguesía que más tiene que perder con las políticas de Trump (por ejemplo, el estado de California, la Universidad de Harvard, etc.). Tales conflictos conllevan la amenaza de arrastrar a gran parte de la población y representan un peligro extremo para la clase obrera, para los esfuerzos por defender sus intereses de clase y forjar su unidad contra todas las divisiones que le inflinge la desintegración de la sociedad burguesa. Las recientes manifestaciones «Hands Off» organizadas por el ala izquierda del Partido Demócrata son un claro ejemplo de este peligro, ya que han logrado canalizar ciertos sectores y reivindicaciones de la clase obrera hacia una defensa general de la democracia contra la dictadura de Trump y compañía. De nuevo, aunque estos conflictos internos puedan ser especialmente agudos en EE.UU., son producto de un proceso mucho más amplio. El capitalismo decadente ha confiado durante mucho tiempo en el aparato estatal para evitar que esos antagonismos desgarren la sociedad, y en la fase de descomposición el Estado capitalista también se ve obligado a recurrir a las medidas más dictatoriales para mantener su dominación. Pero al mismo tiempo, cuando el propio aparato estatal se ve desgarrado por violentos conflictos internos, se produce un fuerte impulso hacia una situación en la que «el centro no puede sostenerse, la anarquía se desata por el mundo», como dijo el poeta WB Yeats. Los «Estados fallidos» que vemos más claramente en el Medio Oriente, África y el Caribe son una imagen de lo que ya se está gestando en los centros más desarrollados del sistema. En Haití, por ejemplo, la maquinaria oficial del Estado es cada vez más impotente frente a la competencia de las bandas criminales, y en algunas partes de África, la competencia entre bandas ha alcanzado el paroxismo de la «guerra civil». Pero en los propios Estados Unidos, la actual dominación del Estado por el clan Trump se asemeja cada vez más al gobierno de una mafia, con su abierta adhesión a los métodos del chantaje y las amenazas.

13. La irracionalidad expresada por el populismo es, en el fondo, expresión de la irracionalidad de un sistema que ha superado hace tiempo su utilidad para la humanidad. Por tanto, es inevitable que el conjunto de la sociedad burguesa en descomposición se vea cada vez más asolada por una plaga de enfermedades mentales que a menudo se expresa en violencia asesina. La propagación de las atrocidades terroristas desde las principales zonas de guerra hasta las capitales occidentales fue uno de los primeros signos del inicio de la fase de descomposición, pero el acoplamiento de la actividad terrorista con las ideologías más irracionales se ha hecho cada vez más evidente a medida que esta fase ha ido avanzando y acelerándose. Así, las ideologías que más a menudo inspiran los actos terroristas, ya sean perpetrados por islamistas radicales o por neonazis, no son más que la expresión concentrada de creencias mucho más extendidas, incluidas las creencias en todo tipo de teorías conspirativas y en un apocalipsis inminente, todo lo cual ofrece una imagen peligrosamente distorsionada de cómo funciona realmente el capitalismo y de cómo se está deslizando en realidad hacia el abismo. También es característico que algunos de los actos de asesinato masivo más recientes —como el uso de autos como armas en ciudades alemanas, o los horribles asesinatos de niños en Southport que desencadenaron los disturbios racistas del verano de 2024 en Gran Bretaña— hayan estado más o menos desvinculados de cualquier organización terrorista real o incluso de cualquier ideología justificativa, expresando en su lugar los impulsos suicidas de individuos profundamente perturbados. En otros lugares, estos impulsos adoptan la forma de una creciente violencia contra las mujeres, las minorías sexuales y los niños. Está claro que la clase obrera no es inmune a este azote, que actúa directamente en contra de las necesidades de la lucha de clases: la necesidad de solidaridad y unidad y de un pensamiento coherente que pueda conducir a una verdadera comprensión del funcionamiento del capitalismo y de su evolución.

14. El polo que conduce al caos y al colapso es, pues, cada vez más visible. Pero hay otro polo, el de la lucha de clases, del que da testimonio la «ruptura» desde 2022, que no es un relámpago en un cielo sereno, sino que tiene una profundidad histórica basada en el hecho de que el proletariado de los principales centros del sistema no ha sufrido una derrota decisiva y en la existencia de un largo proceso de maduración subterránea de la conciencia. Pero también sigue adoptando una forma mucho más abierta, como muestra el ejemplo de Bélgica. En Estados Unidos, las políticas de Trump conducirán a un rápido aumento de la inflación, socavando las promesas hechas a los trabajadores en particular; y el intento de recortar puestos de trabajo en la administración del Estado ya está dando lugar a una resistencia de clase embrionaria. En Europa, la demanda de la burguesía de sacrificarse en nombre de la reactivación de la máquina de guerra se encontrará sin duda con una seria resistencia de una clase obrera no derrotada. Los movimientos de clase que caracterizan la ruptura reafirman la centralidad de la crisis económica como principal estímulo de la lucha de clases. Pero al mismo tiempo, la proliferación de la guerra y el creciente costo de la economía de guerra, especialmente en los principales países de Europa, será un factor importante en la futura politización de la lucha, por la que la clase obrera podrá establecer un vínculo claro entre los sacrificios que exige la economía de guerra y los crecientes ataques a su nivel de vida, y en última instancia integrar todas las demás amenazas derivadas de la descomposición en una lucha contra el sistema en su conjunto.

15. A pesar de la profundidad de la nueva fase de la lucha de clases, es esencial no concebir su desarrollo como paralelo e independiente del polo de caos y destrucción. El peligro real de que la clase obrera esté cada vez más desorientada por los efectos de la atomización social, la creciente irracionalidad y el nihilismo es la prueba más clara de ello. Será difícil evitar verse arrastrada por la rabia visceral y la frustración de la población en general, y reaccionar ante la catástrofe, la represión, la corrupción, la inseguridad social y la violencia, como hemos visto en las recientes manifestaciones y revueltas en Estados Unidos, Serbia, Turquía, Israel y otros lugares. La clase dominante es perfectamente capaz de utilizar los efectos de la descomposición de su propio sistema contra la clase obrera: explotando las divisiones «culturales» (wokismo contra antiwokismo, etc.); luchas parciales que reaccionan ante la agravación de la opresión y la discriminación contra ciertos sectores de la sociedad; campañas contra la inmigración, etc. Especialmente peligrosas son las renovadas campañas de «resistencia democrática» contra el «peligro del fascismo, el autoritarismo y las oligarquías», cuyo objetivo es desviar la ira contra un sistema en perdición hacia Trump, Musk, Le Pen y el resto de populistas y extrema derecha, que no son más que la expresión caricaturesca de la putrefacción del capitalismo. El ala de derecha de la burguesía también puede hacer sus llamamientos a la democracia frente a las maquinaciones del «Deep state», uno de los temas favoritos de Trump que ahora encuentra eco en Francia tras la decisión judicial de prohibir a Le Pen presentarse a las próximas elecciones presidenciales. Pero la «defensa de la democracia» es la especialidad del ala izquierda y extrema izquierda del aparato político. Además, anticipándose al desarrollo de la lucha de clases, la extrema izquierda y los sindicatos han radicalizado su lenguaje y su actitud: vemos a los trotskistas y a los anarquistas oficiales blandir la bandera de un falso internacionalismo en relación con las guerras de Ucrania y Gaza, y a veces la izquierda ha tomado la dirección de los sindicatos, como ocurrió en las luchas del Reino Unido. Asistiremos también a una renovación de su discurso y actividad en los próximos años, dirigida a canalizar el potencial de maduración de la conciencia proletaria, que implica necesariamente un proceso desigual de avances y retrocesos, hacia un terreno burgués que sólo puede conducir a la derrota y a la desmoralización.

16. La ruptura con la pasividad de las últimas décadas estimula también el proceso de reflexión a escala internacional entre las diferentes capas de la clase, particularmente evidente en forma de la emergencia de minorías de búsqueda. Es en este ámbito donde vemos más claramente la capacidad de la clase obrera para plantearse cuestiones más amplias sobre el futuro de este sistema, en particular en torno a la cuestión de la guerra y el internacionalismo. Sin embargo, el potencial de estas minorías para avanzar hacia posiciones revolucionarias sigue siendo frágil, debido a una serie de peligros:

  • La radicalización de una serie de tendencias de izquierda, en particular de los trotskistas.
  • La influencia del parasitismo como fuerza destructiva destinada a construir un cordón sanitario contra la izquierda comunista, aparentando actuar «desde dentro» y alimentándose del ambiente de descomposición.
  • La influencia persistente del oportunismo en el verdadero Medio Político Proletario, que deforma el papel de la organización y abre el camino a la tolerancia de la penetración de ideologías ajenas en el proletariado.

La actividad revolucionaria no tiene sentido sin la lucha por la construcción de una organización política capaz de combatir la ideología dominante en todas sus formas. El periodo que se avecina exige un análisis lúcido de la evolución de la situación internacional, una capacidad de anticipar los peligros centrales a los que el proletariado se enfrentará, pero también de reconocer el desarrollo real de la lucha y de la conciencia de clase, sobre todo cuando esta última evoluciona de una manera ampliamente «subterránea» escapando a quienes se fijan en las apariencias inmediatas.

Las organizaciones revolucionarias deben actuar como polo de atracción para los elementos en búsqueda y como faro de claridad programática y organizativa, sobre la base de los logros históricos de la Izquierda comunista. Deben comprender que el trabajo de construcción de un puente hacia el futuro partido mundial es una lucha que se librará durante un largo período y que exigirá una lucha persistente contra el impacto de la descomposición capitalista en sus propias filas a través de concesiones al democratismo, al localismo, al cada uno para sí, etc. La persistencia de un profundo oportunismo y del sectarismo en el seno del Medio Proletario subraya la responsabilidad única de la CCI en el esfuerzo de preparar las condiciones para el surgimiento del partido de la revolución comunista.

CCI (10 / 05 / 2025

1 Tesis sobre la descomposición [33] Revista Internacional 107

2 Un multimillonario partidario de Trump advierte sobre un «’invierno nuclear económico’ por los aranceles». BBC News online, 7.4.25

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26º Congreso de la CCI

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