Esclavitud y racismo, herramientas de la explotación capitalista

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Las tensiones raciales en EE. UU, están relacionadas con el papel desempeñado por el sistema esclavista en el desarrollo de la acumulación primitiva en ese país. Esclavitud la hubo por todas partes (Brasil, colonias españolas, el Caribe isleño y continental…) pero en ningún otro país desarrollado ese sistema ha condicionado tanto como en EE. UU las relaciones sociales y las dificultades para la unidad de la clase obrera. A otro nivel de desarrollo y de importancia, el caso de Sudáfrica tiene algunas similitudes[1].

El capitalismo en sus orígenes, tras el "descubrimiento" de las Américas, estuvo marcado por la esclavitud[2]. Y fue en las Américas, especialmente, no sólo en los Estados Unidos, donde este sistema echó raíces. Para comprender la historia del advenimiento del capitalismo, de la formación de la clase obrera, la situación actual incluso, es necesario abordar el problema de la esclavitud.

El trauma de la esclavitud, la trata de esclavos, ha marcado la historia del continente africano, claro está, pero, sobre todo, consecuentemente, la del continente americano en todos los aspectos, en particular en el desarrollo de la clase obrera. Una gran parte de la clase trabajadora norteamericana es de origen esclavo. No vamos a hablar aquí del papel de las clases dominantes (aristocracia y burguesía) de los antiguos regímenes monárquicos europeos en el abominable "comercio triangular" entre las principales ciudades portuarias de las potencias europeas, las costas africanas y las Américas.

Esclavismo y acumulación originaria

Como escribe Marx: “El descubrimiento de las regiones de oro y plata de América [especialmente por los colonizadores españoles y portugueses NdR], la cruzada de esclavización y exterminio en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo en las Indias Orientales, la transformación de África en un cazadero de esclavos negros: son todo hechos que señalan la era de producción capitalista. Estos procesos “idílicos” representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de acumulación originaria”. (El Capital, "XIV: La llamada acumulación originaria”, “4. Génesis del capitalista industrial”, según la edición de 1946 del FCE, México[3])

La acumulación originaria capitalista bajo los antiguos regímenes aún marcados por el feudalismo, se hizo a menudo con mano de obra esclava. Y África, para desgracia de este continente, será, desde el siglo XVII, el XVIII y hasta gran parte del XIX, ese "cazadero de esclavos". Este tipo de explotación no será la propia del capitalismo, pero le sirvió en sus inicios en la acumulación originaria (o “primitiva”): “La aplicación esporádica de la cooperación en gran escala en la antigüedad, en la Edad Media y en las colonias modernas se basa en un régimen directo de despotismo y servidumbre, que es casi siempre un régimen generalmente de esclavitud. La forma capitalista [de cooperación] presupone, por el contrario, desde el primer momento, la existencia de obreros libres y asalariados que venden su fuerza de trabajo al capital. Sin embargo, históricamente, esta forma se desarrolla por oposición a la economía agraria y el artesanado independiente, tenga o no éste forma gremial. Frente a estas formas, la cooperación capitalista no aparece como una forma histórica especial de cooperación, sino que ésta reviste la forma peculiar del proceso capitalista de producción, forma específica que lo caracteriza y distingue” (…) “Su premisa, el empleo simultáneo de un número relativamente grande de obreros asalariados (…) constituye el punto de arranque de la producción capitalista” (XI, “Cooperación”, Libro I). Esto quiere decir que del mismo modo que el capitalismo comenzó y se desarrolló en un medio no-capitalista, al principio inmensamente dominante, también se desarrolló en medio y gracias a otras formas de explotación y “cooperación”, pues el capitalismo no posee una forma particular de cooperación, pues ésta es el capitalismo mismo.

El feudalismo sometió a su control las viejas comunidades comunistas primitivas a las que “dejó hacer” mientras pagaran regularmente un tributo en especie (productos agrarios, ganaderos o artesanales) y en seres humanos (criados y soldados). En cambio, el capitalismo tiene por tendencia transformar todas las relaciones sociales en mercantiles y salariales, sin embargo, en la marcha hacia ellas es capaz de utilizar a su servicio formas antiguas de explotación como la esclavitud haciéndolas mucho más rentables mediante una barbarie refinada y sistemática.

En el siglo XIX se mantuvo hasta más allá de mediados de siglo la existencia de la esclavitud a tan gran escala como la de los estados algodoneros del Sur de EEUU (llegó a haber 5 millones de esclavos). Éstos vendían su producción a los estados del Norte y, sobre todo, al primer gran país capitalista de entonces, Gran Bretaña. Durante décadas, tras la independencia norteamericana, el sistema esclavista se mantuvo pujante [4] sirviendo a la acumulación en ese inmenso país. Pero el enfrentamiento entre el capitalismo de los estados del norte y los estados esclavistas del Sur acabó siendo inevitable, en particular debido al dinamismo expansionista hacia el Oeste, desembocando en la Guerra de secesión.

Y, tras la colonización de Egipto, Gran Bretaña empezó a dejar de comprar el algodón del Sur de USA, incrementándose, con el acostumbrado cinismo de las clases dominantes, la campaña antiesclavista por buena parte de la burguesía británica[5].

Lo más notorio no sólo fue la insólita permanencia, sino el incremento exponencial del número de esclavos durante décadas: «Al levantarse en 1790 el primer censo de esclavos en los Estados Unidos, la cifra era de 697 000; en 1861 ascendía ya a cuatro millones», recuerda Marx en El Capital (I, XIII «Maquinaria y gran industria», 6) «La teoría de la compensación, aplicada a los obreros desplazados por las máquinas»). Y eso, en el primer país del mundo “liberado” del antiguo régimen, lumbrera “democrática”, junto con Francia, para las burguesías ascendentes de otros países.

«Por eso [mientras los regímenes precapitalistas no entran en el mercado mundial NdR] en los Estados norteamericanos del Sur el trabajo de los negros conservó cierto suave carácter patriarcal mientras la producción se circunscribía sustancialmente a las propias necesidades. Pero, tan pronto como la exportación de algodón pasó a ser un resorte vital para aquellos Estados, la explotación intensiva del negro se convirtió en factor de un sistema calculado y calculador, llegando a darse casos de agotarse en siete años de trabajo la vida del trabajador. Ahora ya no se trataba de arrancarle una cierta cantidad de productos útiles. Ahora, todo giraba en torno a la producción de plusvalía por la plusvalía misma» (El Capital, I, “Capital constante y capital variable”, 2. “El hambre de trabajo excedente”). A pesar de esas enormes ganancias, seguía siendo un sistema no plenamente capitalista.

El acompañamiento de la explotación asalariada por el sistema de segregación racial

Las consecuencias de la «mancilla», o sea el ultraje a la moral humana que representaba la esclavitud en el país que acabaría siendo el más poderoso de la Tierra, no desaparecieron, así como por ensalmo, tras la guerra de Sucesión. Desapareció el esclavismo, pero no sus consecuencias en la difícil lucha de la clase obrera. Por mucho que le interesara a la burguesía acabar con la esclavitud, sabemos perfectamente que las lacras de las sociedades de clase pasadas se concentran en el capitalismo como si fuera un crisol de todas ellas. La cruenta guerra de Secesión[6] aceleró la extensión del trabajo asalariado a todo Estados Unidos, los trabajadores negros fueron incorporados gradualmente al trabajo “libre”, pero esa “libertad para ser explotado” se envolvió prácticamente desde el principio por un sistema de segregación racial que añadía horribles sufrimientos a esta parte de nuestra clase y creaba una división peligrosa en el seno del proletariado.

Las leyes de separación racial siguieron vigentes en prácticamente todos los estados avaladas por sentencias repetidas del Tribunal Supremo. En el colmo del cinismo el Tribunal Supremo, solo 3 años después del final de la guerra de Secesión (en 1868) sentenció que “Los negros debían vivir aparte. El blanco los llamaba solo por su nombre de pila y podía maltratarlos por cualquier motivo. Los negros podían votar, pero solo si pagaban un impuesto especial y se sabían de memoria los nombres de todos los presidentes y jueces del Tribunal Supremo[7].

El sistema legal de segregación amparó y estimuló un sistema paralelo, supuestamente “popular” (gracias al concurso fanático de la pequeña burguesía blanca) de agresiones, matanzas colectivas, linchamientos sistemáticos. La pequeña burguesía sobre todo en los estados meridionales, pero no sólo en ellos, desencadenaba su furia destructora con una regularidad de metrónomo para aterrorizar a los proletarios de origen esclavo. El racismo de la pequeña burguesía norteamericana refleja uno de los rasgos ideológicos del capitalismo norteamericano: una cultura impregnada de un puritanismo violento de inspiración bíblica una de cuyas bases es el horror furibundo, visceral, enfermizo a toda mezcla de “razas”. Cierto, el racismo y el rechazo del otro es una mentalidad muy compartida en todas las sociedades de clase, pero el caso de Estados Unidos es un elemento fundador del país.

En Opelousas (Luisiana, 1868), Nueva Orleans y Memphis (1866) la chusma blanca reaccionó con linchamientos a los intentos de los negros de ejercer los “nuevos derechos”. “En Thibodaux (Lousiana, 1887) murieron más de 300 cortadores de azúcar durante una huelga por el derecho a dejar de vivir en las cabañas de los antiguos esclavos

El siglo XX fue aún mucho peor: “Hasta 250 murieron en Wilmington (Carolina del Norte, 1928), incluidas mujeres y niños cuando la turba blanca asaltó uno de sus periódicos por un artículo en contra de la segregación. Varios cientos más murieron en East Saint Louis (Misuri, 1917) cuando se extendió el rumor de que un trabajador negro había hablado con una mujer blanca en una reunión sindical. En Elaine (Arkansas, 1919) el detonante de la muerte de más de 200 negros, también aquí con mujeres y niños entre ellos, fue una reivindicación laboral de los recolectores en los campos de los terratenientes blancos. Y en Tulsa (Oklahoma, 1921) todo empezó cuando un grupo de blancos intentó linchar a un joven negro al que acusaban de haber robado. Murieron hasta 300 personas y 8.000 perdieron sus viviendas cuando la airada población blanca incendió la calle Black Wall y todo el barrio negro que crecía a su alrededor”.

El sistema de segregación racial fue reforzado por una milicia paralegal que perseguía los trabajadores negros y les infligía salvajes torturas en actos rituales, el Ku Klus Klan. Oficialmente disuelta en 1871 reapareció en 1915 y aún hoy se conserva a través de grupos locales que defienden una ideología xenófoba, supremacista blanca y racista. Los grandes partidos democráticos estadounidenses, han alentado en ocasiones abiertamente estas expresiones descaradamente bárbaras del capitalismo, en otros momentos se han “indignado” para favorecer la trampa del “antirracismo”, sin embargo, siempre las han tolerado como medio complementario

La lucha del movimiento obrero contra el esclavismo

Cuando la esclavitud en USA llegaba a su apogeo, Marx (1860) describe la vida de los proletarios en Inglaterra[8], una “vida” atroz como ya la había descrito Engels en su famoso libro en 1845[9]. Sin duda la vida de los proletarios en aquellos tiempos era tan miserable y agotadora como la de muchos esclavos. Pero no es lo mismo, para el futuro de la clase revolucionaria, la explotación esclavista que “la existencia del obreros libres y asalariados que venden su fuerza de trabajo al capital”. El proletariado vive una nueva forma de explotación que contiene la posibilidad, si es capaz de desarrollar una lucha consciente, de la superación de las contradicciones del capitalismo mediante la sociedad comunista. La explotación del proletariado encierra un sufrimiento universal que abarca a todas las formas de opresión y explotación que han existido en las sociedades de clase y que, en consecuencia, solamente puede ser resuelto por una revolución universal que vaya a las raíces de todas las explotaciones y opresiones que existen en el capitalismo y, por ende, en todas las sociedades de clase[10]. Por eso uno de los aspectos de la lucha de la clase obrera debía ser la lucha contra la esclavitud, especialmente en un país como Estados Unidos.

La AIT (Asociación Internacional de Trabajadores, Primera Internacional), ante la situación de guerra civil norteamericana, no vaciló en enviar un mensaje de apoyo, redactado por Marx, a los nordistas de Lincoln. No se trataba de apoyar a una fracción de la burguesía contra otra clase reaccionaria (los grandes propietarios del Sur)[11]. Marx pensaba, con razón, que el final de la esclavitud iba a dar un impulso a la unidad de la clase obrera. Y así escribe en El Capital (coetáneo más o menos del final de la guerra de Secesión en los USA y el final «oficial» de la esclavitud, 1865), estableciendo un vínculo con la lucha unitaria por las 8 horas: «En los Estados Unidos de América, el movimiento obrero no podía salir de su postración mientras una parte de la República siguiese mancillada por la institución de la esclavitud. El trabajo de los blancos no puede emanciparse allí donde está esclavizado el trabajo de los negros. De la muerte de la esclavitud brotó inmediatamente una vida nueva y rejuvenecida. El primer fruto de la guerra de Secesión fue la campaña de agitación por la jornada de ocho horas, que se extendió con la velocidad de la locomotora desde el océano Atlántico al Pacífico, desde Nueva Inglaterra a California» (El Capital, libro I, “VIII, La jornada de trabajo, 2. El hambre de trabajo excedente. Fabricante y boyardo”).

¿Y la clase obrera de EEUU? Tanto los marxistas como los anarquistas plantearon claramente la unidad de la clase obrera, fuera del color que fuera. Esta tradición se plasmó a principios de siglo XX en los IWW, el conocido sindicato revolucionario de EEUU, que se formó favorable a una política internacionalista, contra la guerra y evidentemente por la unificación de la clase obrera, fuera del color que fuera[12]. Ya conocemos los límites del sindicalismo revolucionario y el fracaso de los IWW. Pero, en la memoria obrera permanecerá "La experiencia de IWW, la valentía ejemplar de sus militantes frente a una clase dominante que no se arredra para echar mano de la mayor y más vil violencia o hipocresía, esa experiencia de IWW está pues ahí para recordarnos que los obreros de Estados Unidos son decididamente hermanos de clase de los obreros del mundo entero, que su interés y sus luchas son los mismos y que el internacionalismo no es vana palabra para el proletariado, sino más bien la piedra angular de su existencia” “Durante mucho tiempo, el movimiento obrero en Estados Unidos estuvo muy preocupado por las divisiones entre quienes habían nacido en el país, los obreros anglófonos (aunque ya fueran éstos la segunda generación de emigrantes) y los obreros inmigrados recién llegados, los cuales no hablaban y leían poco o nada en inglés. En su correspondencia con Sorge en 1893, Engels lo ponía en guardia contra el uso cínico que hacía la burguesía de las divisiones en el seno del proletariado y que retrasaban el desarrollo del movimiento obrero en Estados Unidos. En efecto, la burguesía utiliza hábilmente todos los prejuicios raciales, étnicos, nacionales y lingüísticos para dividir a los obreros entre sí y contrarrestar así el desarrollo de una clase obrera capaz de concebirse a sí misma como una clase unida. Estas divisiones fueron un serio obstáculo para la clase obrera en Estados Unidos ya que separaba a los obreros nacidos en América de la gran experiencia adquirida en Europa por los obreros recién inmigrados. Esas divisiones acarrearon, para los obreros americanos más conscientes, dificultades para mantenerse al nivel de los avances teóricos del movimiento obrero internacional…”,

“[En una carta de] Engels a Sorge el 2 de diciembre de 1893, (en Marx and Engels, Basics writings on politics and philosophe, ed. Lewis Feuer, 1959),Engels respondía a una pregunta de Friedrich Adolf Sorge sobre la ausencia de un partido socialista significativo en Estados Unidos, explicando que “la situación en los Estados Unidos comporta dificultades muy importantes y particulares que obstaculizan el desarrollo regular de un partido obrero”. Entre esas dificultades una de las más importantes era “la inmigración que divide a los obreros en dos grupos: los nativos y los extranjeros, éstos últimos están divididos a su vez entre sí en 1) irlandeses, 2) alemanes, 3) y en muchos pequeños grupos donde a veces sólo comprenden sus propias lenguas: checos, polacos, italianos, escandinavos, etc. Y finalmente los negros. Construir un solo partido arrancando de esta base requiere de poderosas motivaciones que raramente se encuentran. Frecuentemente se presentan empujes vigorosos, pero a la burguesía le basta con esperar pasivamente a que las diferentes partes de la clase obrera se dispersen de nuevo”

Los trabajadores negros, que ya habían empezado a huir hacia el Norte durante la esclavitud (en donde incluso en esos Estados podían ser perseguidos y reenviados al Sur), empezaron sobre todo a partir de principios del siglo XX a irse a las zonas industriales. Y esa “división” de la que habla Engels se plasmó en la aparición de guetos, una tendencia que se fue acentuando con la contrarrevolución. La abominable ignominia de la esclavitud “moderna” tenía la particularidad de su “único” origen “racial” (África subsahariana) (contrariamente a la esclavitud antigua, medieval u oriental en las que el esclavo podía ser de orígenes muy diversos) de modo que los esclavos recién proletarizados eran vistos inmediatamente como recién salidos de su condición de objeto-mercancía. La burguesía USA, por otra parte, prohibió hasta muy recientemente la emigración “de color”, favoreciendo en los grandes años de la emigración hacia USA de finales del XIX hasta los años 30, a las poblaciones europeas. Es cierto que la “tradición” del hábitat urbano en EEUU ha sido el de los barrios “étnicos”, pero con los guetos la separación fue mucho más tajante.

Derechos civiles y brutalidad policial

La segregación racial fue abolida oficialmente en 1964, un siglo después de la supresión de la esclavitud. Se trataba de dar cauce a un sector creciente de la burguesía de raza negra que se veía obstaculizado en sus negocios por esas leyes. El “gran fruto” de las Leyes de Derechos Civiles fue la promoción de personajes de raza negra a las altas esferas de la política y los negocios. En la administración Bush destacaron Colin Powell el carnicero de Irak y Condolezza Rice, secretaria de Estado, la cúspide fue la elección de Obama en 2008 como primer presidente negro.

Sin embargo, para los trabajadores negros nada cambió. Siguieron víctimas de la discriminación policial y judicial que hace que una persona de raza negra tenga 7 veces más probabilidades de acabar en la cárcel que una blanca.

Especialmente cruel es el trato de la policía -donde cada vez hay más negros- con las personas prietas. Fue horrible el crimen de Los Ángeles en 1992 que desató violentas protestas. Durante el mandato de Obama hubo más asesinatos policiales que nunca[13].

El asesinato de Georges Floyd el 26 de mayo “a manos” de 4 policías de Minneapolis ha sido una trágica demostración suplementaria de esa continuidad de la violencia oficial de la clase dominante. Las clases dominantes, mediante sus Estados, poseen el monopolio de la violencia. Lo ejercen en general para imponer su dominación, especialmente contra la clase obrera. Al lado de las fuerzas del orden “oficiales”, hay milicias, grupos armados más o menos ilegales. A lo largo de los años, Estados Unidos, se ha convertido en paradigma de la violencia más extrema. Y en muchos otros países esa violencia oficial, extraoficial o ilegal extrema (mencionemos a México de “ejemplo”) se ha instalado para siempre mientras dure este sistema criminal. Todas esas lacras son antiguas, sí, pero la tendencia de ese modelo se ha hecho general, se agudiza por todos los rincones del planeta. Vivimos hoy la descomposición del sistema capitalista y esa violencia criminal oficial, extraoficial o ilegal, es su marchamo. Democracias, dictaduras, con partidos únicos o pluralistas, hoy, el destino está marcado por esa extrema violencia de un sistema criminal, el capitalismo.

Ante semejantes atropellos, muy conocidos esta vez gracias a las imágenes transmitidas por el mundo entero de la agonía de Floyd, se lanzaron a las calles impregnados de indignación gentes de toda raza y condición para acabar exigiendo… ¡una policía más democrática! y otras reivindicaciones que consisten en exigir al verdugo que sea más humano. Por un lado, Trump echando más leña al fuego, alentando supremacistas dispuestos a disparar contra todo lo que no sea blanco; del otro lado, las fracciones demócratas (y muchos republicanos, como el expresidente Bush) del abanico político estadounidense haciendo genuflexiones, convocando a artistas y vedettes indignados, apoyando manifestaciones “patrióticas” (New York Times).

El combate por la unidad de la clase obrera

Con la contrarrevolución, a partir de los años 30, las matanzas, los linchamientos se multiplican. En la Depresión de 1929, la pequeña burguesía blanca -bien manipulada por los medias que aprovechaba su cerril búsqueda de chivos expiatorios- atribuyó la crisis a “los negros”, “En Harlem (Nueva York) hubo un indeterminado número de muertos y más de cien heridos, además de numerosos saqueos, a raíz del presunto robo de un joven negro en la tienda de un blanco. Fue el primer disturbio moderno porque arrasó los comercios. A partir de entonces, Harlem sufrió episodios de violencia racial casi continuada hasta los años sesenta”.

En realidad, la «mancilla» de la esclavitud que había ensuciado el desarrollo capitalista en Estados Unidos y otros lugares, acabó creando una barrera difícilmente franqueable en las luchas obreras en Estados Unidos.

Estas barreras se han agudizado con el proceso social de Descomposición Capitalista[14]. Esta encierra un pudrimiento de las relaciones sociales que empuja a la fragmentación de la sociedad en grupos étnicos, religiosos, localistas, de “afinidad”, que se encierran en su “pequeño gueto” para darse una falsa sensación de comunidad, de protección frente a un mundo cada vez más inhumano. Esta tendencia favorece la división en las filas obreras -acentuada hasta el paroxismo por la venenosa acción de partidos, sindicatos, instituciones, propaganda etc.- en “comunidades” de raza, religión, origen nacional etc. Para añadir más leña al fuego de las divisiones raciales y lingüísticas en el proletariado en EU. la emigración de trabajadores de América Latina que se hizo masiva desde los años 70´s, ha sido utilizada por la burguesía para crear más guetos, someter a la ilegalidad a los trabajadores inmigrantes y empujar hacia abajo las condiciones de vida de todos los trabajadores[15]

No obstante, algunas luchas obreras en los últimos 50 años han franqueado esa barrera: Detroit 1965, la huelga salvaje de la Chrysler en 1968, la huelga salvaje de Correos en 1970, el metro de Nueva York en 2005, la huelga en Oakland durante el movimiento Ocupy en 2011…A pesar de sus limites estas luchas son una experiencia de la que sacar lecciones en el combate por la unidad de clase.

En el siglo XIX luchar contra la esclavitud era luchar por la clase obrera. Hoy, la brutalidad de la policía, de los ultras blancos supremacistas y del Estado en general (y sus cárceles) por un lado y los movimientos antirracistas por el otro, someten a una tenaza a la parte “prieta” de la clase obrera, queriendo transformarla en eso: en una población aparte. Racismo y antirracismo pertenecen a la burguesía. Contra la clase obrera.

Por eso el llamado del proletariado es: No somos ni blancos, ni negros, ni de ningún color ¡Somos Clase Obrera! Como decía una pancarta en las protestas contra la ley anti – emigrantes 187 del estado de California NO SOMOS COLOMBIANOS, NO SOMOS MEXICANOS, SOMOS TRABAJADORES.

Pinto 11-7-20

 

[2] Ver 1492: “Descubrimiento de América” - La burguesía celebra 500 años de capitalismo https://es.internationalism.org/cci-online/201108/3181/1492-descubrimiento-de-america-la-burguesia-celebra-500-anos-de-capitalismo

[3] Las numeraciones de libros o volúmenes, capítulos y subcapítulos de El Capital no parecen ser necesariamente las mismas de una edición a otra.

[4] La tesis mayoritaria de los historiadores norteamericanos de los años 70 era que el Sur perdió porque era un precapitalismo ineficaz y poco rentable. Desde hace unos años, la tesis mayoritaria es ahora que el sistema esclavista era plenamente capitalista. Es difícil saber lo que quieren mostrar o demostrar, quizás lo que buscan sea saber qué sistema ha sido más brutal, explotador e inhumano. Y para eso se sirven del marxismo, para el que el capitalismo ante todo es una relación social, la última sociedad de clase que hay que derribar para acabar con la explotación del hombre por el hombre. Así, según un conocido historiador francés, Nicolas Barreyre, hablando muy recientemente del sistema de los algodoneros del Sur de EEUU, “En los años 1970, la idea dominante en los historiadores, como en los economistas, era que el Sur esclavista vivía en una economía precapitalista ineficaz y poco rentable que no podía sobrevivir frente al Norte, que había entrado desde principios del XIX en la revolución industrial y capitalista. Tras la crisis de 2008, los historiadores se han vuelto a interesar por los orígenes del sistema económico americano, forjando lo que se ha llamado la ‘nueva historia del capitalismo’. La idea es que la economía esclavista del Sur era plenamente capitalista, que contribuyó al auge del capitalismo en el Norte” (Entrevista en Le Monde del 28/06/2020). No pretendemos enmendarles la plana a tan eximios historiadores. La lógica de los historiadores de los años 70 de que la economía de los Estados del Sur americano era “ineficaz y poco rentable” por ser “precapitalista” parece resultar de una visión “marxista” más bien vulgar. El capitalismo, en su auge, utilizó otras economías no-capitalistas para su expansión, tanto de mercados como de fuentes de materias primas y de capitales. Y hasta su plena asimilación o destrucción muchas de esas economías pudieron enriquecerse y servir para la acumulación primitiva del capital, sobre todo cuando pertenecían a la misma nación. Por el mundo entero, en el siglo XIX, había sistemas todavía no dominados por el capitalismo con los que éste hacía negocios, amenazándolos si necesario era.

 

[5] La hipocresía de la burguesía inglesa no tiene límite. De un lado, toleró la esclavitud en aquellos países que podían servirle de aliados y en aquellas colonias donde convenía a sus intereses, simultáneamente, se convertía en “martillo de esclavistas” frente a rivales como España, Portugal o Brasil, que no tenían la suficiente potencia económica para prescindir de la esclavitud que abolieron muy tardíamente (en 1886 en España y en 1888 en Brasil)

[6] Fue una de las más mortíferas de la historia “Murieron 630.000 personas. Aún hoy esta cifra supone la mitad de todas las bajas que ha tenido EE.UU. en todas las guerras que ha librado desde entonces, incluida la de Afganistánhttps://www.lavanguardia.com/internacional/20200603/481582308546/violencia-racial-eeuu-historia-racismo.html?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_content=claves_de_hoy

[7] Fuente ya citada en nota 6, mientras no se indique lo contrario nos referiremos a dicha fuente en posteriores citas.

[8] Basta con leer: El Capital, I, “WIII: La jornada de trabajo”, “3. Ramas industriales inglesas sin límite legal de explotación”, [un capítulo estremecedor, con el ejemplo de los niños y sus ¡15 horas de trabajo para un niño de siete años!]

[9] La situación de la clase obrera en Inglaterra https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/index.htm

[10] Ver Principios del Comunismo especialmente los puntos VI y VII. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/47-princi.htm

[11]cuando en los mismos lugares en que había nacido por primera vez, hace cerca de cien años [o sea en 1776, año de la independencia de Estados Unidos, NDR], la idea de una gran República Democrática (…), cuando, en esos mismos lugares [Estados Unidos NdR], la contrarrevolución se vanagloriaba (…), declarando que «la esclavitud era una institución caritativa, la única solución, en realidad, del gran problema de las relaciones entre el capital y el trabajo», y proclamaba cínicamente el derecho de propiedad sobre el hombre «piedra angular del nuevo edificio», la clase trabajadora de Europa comprendió (…) que la rebelión de los esclavistas sería el rebato de la cruzada general de la propiedad contra el trabajo y que los destinos de los trabajadores, sus esperanzas en el porvenir e incluso sus conquistas pasadas se ponían en tela de juicio en esa guerra del otro lado del Atlántico” (Mensaje de la AIT a Abraham Lincoln, 1864, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/1864lincoln.htm).

En 1864, hace pues más de 150 años, cuando aún la clase obrera se estaba afirmando como clase de transformación de la sociedad, sus organizaciones apoyaban y debían apoyar a fracciones de la burguesía que luchaban contra los restos -todavía importantes y fuertes- de antiguos sistemas de explotación. Hoy, el apoyo a las “repúblicas democráticas”, a los “derechos humanos” y demás consignas burguesas no es que sean consignas “de otra época”, sino que son, sobre todo, patrañas y armas contra el proletariado. Y eso desde la entrada del capitalismo en decadencia.

[15] Ver Manifestaciones de «latinos» en Norteamérica; ¡Sí a la unidad de la clase obrera! ¡No a la unidad con los explotadores! https://es.internationalism.org/cci-online/200605/936/manifestaciones-de-latinos-en-norteamerica-si-a-la-unidad-de-la-clase-obrera-n

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