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Todos los medias reconocen que la pandemia global de SARS-CoV2 que ha infectado a más de 10 millones de personas y ha provocado la muerte de 500,000 de ellas, según cifras oficiales al momento de escribir este artículo, está empujando a la “comunidad” científica a una “carrera contra reloj” para desarrollar una vacuna. Pero también tienen que admitir que esta “carrera de la vacuna” aún está muy lejos de estar en la etapa de “sprint final”. Mientras que desde el siglo XIX con la creación en 1881 por Louis Pasteur de la primera vacuna contra la rabia sobre el principio de la inoculación, ha habido enormes progresos en los métodos de cultivo celular de virus sobre la base de la biotecnología y la ingeniería genética, que permitieron la emergencia simultánea de varias vacunas virales, ahora se nos dice que la vacuna contra Covid-19 no estará disponible ¡hasta finales de 2021! Pero, de hecho, todos los especialistas están de acuerdo en declarar que llevará en promedio de 10 a 15 años encontrar y desarrollar una nueva vacuna “confiable” porque, además de los retrasos en su diseño y fabricación, requiere un tiempo incompresible y tres etapas esenciales de experimentación a gran escala: probar la vacuna en animales, probar en una población no infectada y finalmente probar en enfermos. “Habrá muchas pruebas y errores, pero tenemos muchas opciones para explorar”, dijo Benjamin Neuman, virólogo de Texas A&M University-Texarkana. “Porque nunca se ha diseñado una vacuna muy eficaz contra un miembro de la familia de los coronavirus conocidos por los humanos”.
Medidas preventivas retrasadas o saboteadas
¡Declaración asombrosa porque el coronavirus no es desconocido para los científicos! El SARS-CoV1 (apareció a fines de 2002 en el sudeste de China) y el MERS-CoV (apareció en septiembre de 2012 en Arabia Saudita), los dos hermanos mayores del SARS-CoV2, ya han dado lugar a importantes investigaciones científicas en vistas a la creación de vacunas. En el primer caso, la investigación se detuvo y el proyecto de vacuna fue enterrado antes de que incluso se hubiera probado en humanos. En el segundo caso, la investigación aún está en curso y probada en animales. A pesar de que durante años los científicos han considerado “la amenaza de una pandemia como la de Covid-19”, los estudios científicos sobre coronavirus y el desarrollo de vacunas se han considerado... ¡“no rentables”! El campo de la investigación científica al servicio de la salud pública está constantemente limitado, obstaculizado por la falta de recursos financieros y logísticos. Este ha sido uno de los primeros sectores en ser víctima de recortes presupuestarios, sin importar cuál sea la fracción política que se encuentre en los gobiernos: “Donald Trump, en mayo de 2018, suprimió una unidad especial del Consejo de Seguridad Nacional, compuesta por eminentes expertos, encargados de combatir las pandemias”.[i] “Después de la gripe porcina en 2009, los funcionarios de la Comisión Europea publicaron un informe con recomendaciones políticas. Pero la Comisión fue reprendida duramente por los Estados miembros [...]. Después del SARS en 2003, el Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC) fue creado. Está haciendo un gran trabajo. Pero no cuenta más que con 180 colaboradores […]. En Sciensano (instituto de investigación y nacional de salud pública de Bélgica), hay personas muy competentes... pero la institución es débil, porque no hay suficiente inversión en ella”.[ii]
Ahora nos dicen: “Para desarrollar una vacuna contra el SARS-CoV2, los investigadores están desarrollando sus estudios sobre el SARS-CoV1 y el MERS-CoV”[iii]. ¡Han pasado 17 años desde que apareció el primer virus! ¡17 años perdidos en la búsqueda de una vacuna que podría haber salvado decenas de miles de vidas!
La carrera contra reloj en la competencia...
Frente a la magnitud y los estragos de la actual pandemia mundial, la lógica simple que debería prevalecer naturalmente es el desarrollo de la cooperación, la coordinación internacional, los esfuerzos científicos concertados y la centralización para concentrar y movilizar el progreso tecnológico y el conocimiento científico en la búsqueda de una vacuna acortando el tiempo necesario, tanto como sea posible, en la lucha contra este flagelo.
Este no es el caso en absoluto en la realidad actual. Al contrario. La carrera mundial que actualmente estamos presenciando para encontrar vacunas y tratamientos está tomando un ritmo frenético, caótico y desordenado, cada uno por su lado: “Más de cien proyectos han sido lanzados en el mundo y una decena de ensayos clínicos están en curso para intentar encontrar una cura para la enfermedad”.[iv] Se escucha en los medios de difusión que eso hacen todos los gigantes farmacéuticos como Sanofi (empresa farmacéutica francesa), Gilead Sciences (empresa farmacéutica estadounidense), GlaxoSmithKline (la gigante farmacéutica británica), Regeneron Pharmaceuticals (compañía con sede en Nueva York), Johnson & Johnson (firma estadounidense), la sociedad china CanSino, por nombrar algunos. Pero lo hacen cada uno por su lado.
¿Por qué nos enfrentamos a tal situación? Son las leyes mismas del capitalismo, reflejadas por el yugo de las ambiciones de todos los Estados y la competencia entre ellos lo que prohíbe a la sociedad funcionar de otra manera que no sea a través de la ley de ganancias y la competencia generalizada, en el cada uno para sí, los unos contra los otros, en orden disperso y caótico. Es así como estas leyes del capitalismo han frenado, retrasado, saboteado y obstruido todas las medidas de prevención y a los presupuestos de investigación en todos los sectores de la salud, el funcionamiento del capitalismo y sus leyes se oponen directamente a la agrupación de datos y centralización de recursos e investigación esenciales para el descubrimiento de una vacuna eficaz.
... a expensas de la salud de la población mundial...
Esta carrera de velocidad para encontrar la vacuna y el “remedio milagroso” contra Covid-19 no está exenta de consecuencias trágicas para el resto de la salud mundial: en todas partes, los investigadores/virólogos están advirtiendo sobre los peligros de esta prisa repentina: “Muertes debidas a investigaciones imprudentes [...] Hoy, la ciencia avanza demasiado rápido y esto tiene consecuencias considerables [...] Ya no hay tiempo suficiente para reflexionar críticamente sobre los resultados científicos, lo que tiene graves consecuencias”.[v]
Numerosos trabajos son actualmente dirigidos hacia las “vacunas sustitutas” y se orienta a reciclar tratamientos de virus más antiguos o reanudar la investigación sobre las pistas de vacunas abandonadas, como aquellas contra el paludismo o el Ébola, que en el pasado se consideraron “no rentables”[vi] pero que, de la noche a la mañana, se convierten en una “perspectiva interesante” para acceder al nuevo mercado abierto por la pandemia del SARS-CoV2. Esto refleja la impotencia y consternación de la “comunidad” científica.
Sin embargo, sobre todo, esto solo puede conducir a la circulación apresurada en el mercado de vacunas “baratas” de baja calidad insuficientemente probadas. Lo que también significará que un número vertiginoso e incalculable de nuevas víctimas pagarán las consecuencias, a costa de sus vidas.
... pero en beneficio de los Estados
En realidad, el capitalismo, la clase burguesa y sus Estados no tienen nada que hacer con la salud de las poblaciones: “Si las sumas demenciales que se invierten en investigación y los gastos militares se hubieran dedicado a la salud y el bienestar de poblaciones, nunca se hubiera desarrollado una epidemia de este tipo”.[vii]
“De las empresas que desarrollan una vacuna contra el coronavirus, ¿cuál será la primera en comercializarla?”[viii], “Vacuna contra el coronavirus: ¿será un país el prioritario?”[ix]: ¡estas son las grandes preguntas que plantea la burguesía a través de sus medias! Los hechos son claros: en lugar de centralizar y unir todo el trabajo de los científicos para producir lo más rápido posible un tratamiento y una vacuna, cada compañía farmacéutica guarda celosamente el estado y el nivel de su investigación en sus laboratorios para ser el primero en encontrar la vacuna, para obtener la patente que le otorga el monopolio de fabricación por un período de al menos 7 a 12 años. A fin de cubrir los inmensos gastos requeridos por su trabajo, recurren a las inversiones que se ofrecen al mejor postor a cambio de tremendos acuerdos mercantiles. Entre ellos, el gigante farmacéutico francés Sanofi, que anunció sin escrúpulos que distribuiría eventualmente una vacuna priorizando a los Estados Unidos, que ha invertido 30 millones de dólares para apoyar sus investigaciones complementando el contrato de 226 millones de dólares del gobierno norteamericano, concluido en diciembre de 2019 con esta empresa para la producción de vacunas contra virus... de la gripe. El escándalo que ha provocado esta revelación de Sanofi y, en particular, la indignación de Macron es pura mascarada. En realidad, detrás de sus declaraciones hipócritas y sus comentarios con un color “humanitario”, evocando que una vacuna no puede estar sujeta “a las leyes del mercado”, que “deben ser bienes de utilidad pública” y que “su acceso debe ser justo y universal”, esconde el miedo de Europa de perder puntos en la carrera internacional de vacunas en el mercado mundial. Más allá del deseo de las firmas farmacéuticas de obtener ganancias por cuenta propia, de acuerdo con la lógica competitiva, principal motor de la sociedad capitalista, no pueden escapar de la ley del capitalismo de Estado, que hace que cada Estado nacional ejerza de manera definitiva un control y una vigilancia más estricta de las orientaciones y la gestión de su economía nacional, así como sobre las empresas que dependen de ella, incluso si son poderosas “multinacionales”[x]. En otras palabras: es el Estado el que dirige la política financiera de sus empresas.
Una manifestación del callejón sin salida que es el capitalismo.
Al igual que como en “la guerra de las máscaras”, la guerra de las vacunas es “un ejemplo edificante de la competencia cínica y desenfrenada en la que participan todos los Estados”[xi] que persiguen un único objetivo. Eso significa: ser el primero en obtener la vacuna y tener el monopolio de la misma, u obtenerla de manera privilegiada, para evitar ser expulsado de la carrera y tener que “mendigar” ayuda y no ser los grandes perdedores en este enfrentamiento. Los comentaristas burgueses lo admiten: “En las rivalidades entre Estados Unidos y Europa sobre una futura vacuna y las nuevas tensiones entre Donald Trump y China, las divisiones entre las grandes potencias se han profundizado”[xii]. Frente a los poderosos Estados estadounidense y chino, “Europa lanza miles de millones para la batalla por las vacunas [...] Ningún Estado miembro [...] tiene el poder de desarrollar una cartera integral de vacunas”[xiii]. Así, la administración Trump ha subsidiado la investigación de AstraZeneca con 1.2 millones de euros, a cambio de la promesa de 300 millones de dosis de la vacuna. Y los Estados de la UE (Alemania, Francia, Países Bajos, Italia) quieren aprovechar un “fondo de emergencia” de alrededor de 2.4 millones de euros a fin de acelerar las negociaciones sobre el suministro preferencial de vacunas con las empresas farmacéuticas. Resta por saber si este intento por establecer una cartera común será exitoso en vista de la incapacidad de la Unión Europea para implementar medidas concertadas en términos de contención y gestión de la escasez de materiales médicos.
La maniobra de los Estados Unidos en la OMS al retirar su contribución a esta organización dirigida por el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, acusado por Trump de ser controlado por China, es también una ilustración reveladora de la salvaje y despiadada guerra comercial e imperialista que se libra entre los tres tiburones más grandes (China, Estados Unidos, UE) en el planeta[xiv]: unos y otros lo rechazan con la mayor hipocresía y de una manera perfectamente interesada se culpan de esta falta de coordinación: Estados Unidos acusa a la OMS de “colusión” con China, la UE critica el comportamiento “egoísta” de Estados Unidos.
Los periódicos de “izquierda” como The Guardian y muchos otros se ven obligados a admitir que existe una falta de coordinación, pero sus lamentaciones no son más que quejas destinadas a enmascarar la responsabilidad del sistema capitalista en su conjunto. En última instancia, lo que revela la batalla para obtener vacunas es que la salud de las poblaciones no es en absoluto la preocupación central de los Estados y la clase dominante. Solo les preocupa usar la salud para afirmar y fortalecer su lugar en la arena imperialista mundial.
El verdadero gran perdedor en esta guerra de vacunas es la humanidad, que deberá pagar un tributo de un número todavía mayor de víctimas para la supervivencia de este sistema incurablemente enfermo que no lleva a ninguna parte, excepto a más sufrimientos. Solo una sociedad capaz de movilizar, unir y centralizar sus esfuerzos de manera asociada a nivel mundial podrá superar esta situación a partir de las necesidades humanas reales.
Aube, 30 de junio de 2020
[i] Ver nuestro volante internacional: “Barbarie capitalista generalizada o Revolución proletaria mundial”.
[ii] Entrevista a un virólogo belga, De Standaard (30-31 de mayo de 2020).
[iii] RTL infos (29 de mayo de 2020).
[iv] La Croix (15 de mayo de 2020).
[v] De Standaard (20-21 de mayo de 2020).
[vi] Por ejemplo, las investigaciones sobre una vacuna contra el virus del Ébola han sido cínicamente abandonadas porque los Estados africanos fueron calificados como “insolventes” en detrimento directo de las numerosas víctimas en la población.
[vii] “Barbarie capitalista generalizada o Revolución proletaria mundial”.
[viii] Etoro (18 de marzo de 2020).
[ix] Rtbf (18 de mayo de 2020).
[x] “Crisis económica: el Estado, el último baluarte del capitalismo”
[xi] “Guerra de las máscaras: la burguesía es una clase de matones”. https://es.internationalism.org/content/4560/guerra-de-las-mascarillas-la-burguesia-es-una-clase-de-matones
[xii] La Croix (15 de mayo de 2020).
[xiii] De Standaard (5 de junio de 2020).
[xiv] El contrato exclusivo, ganado por el gobierno de los Estados Unidos para la producción de Remdesivir, un antiviral ya utilizado en el tratamiento del Ébola (pero de dudosa eficacia para limitar los efectos de Covid), en la nariz y las barbas de la UE, acababa de ser recomendado para su uso generalizado en Europa, trae una nueva confirmación de sus hábitos de gánster en esta guerra donde todos los golpes son permitidos.