Acerca de nuestras reuniones públicas en el 50 aniversario de mayo del 68

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¿Significó realmente mayo del 68 el final de casi medio siglo de contrarrevolución?

La CCI ha celebrado reuniones públicas en ciudades de varios países con motivo del 50º aniversario de mayo de 1968. En términos generales, los presentes estuvieron de acuerdo con las principales características del movimiento que destacamos:

- Lo que da a estos acontecimientos su carácter histórico es el despertar de la lucha de clases expresada en la huelga obrera más masiva jamás habida en aquellos tiempos -10 millones de trabajadores en huelga- y cuyo desarrollo no se debió para nada a la acción de los sindicatos, sino únicamente a la iniciativa de los propios trabajadores que entraron en lucha espontáneamente;

- Ese movimiento de la clase obrera, que no fue ni mucho menos a remolque de la agitación estudiantil concomitante, se precipitó en gran parte a causa de la brutal represión de los estudiantes que engendró una profunda indignación entre la clase obrera;

- Aquel episodio histórico creó una atmósfera sin precedentes, como la que existe sólo durante los grandes movimientos de la clase obrera: la voz que se libera en las calles, las universidades y algunas empresas ocupadas, centros neurálgicos de intensos debates políticos;

- Fundamentalmente, ese formidable movimiento es la respuesta a las primeras dentelladas de la crisis económica abierta, de vuelta otra vez, que afectó a una clase obrera cuyas generaciones más jóvenes se estaban librando del peso aplastante del período de la contrarrevolución;

- Aquel movimiento vio así la caída de un importante cerrojo de la lucha de clases: el del control asfixiante del estalinismo y sus correas sindicales de transmisión.

La idea de que Mayo del 68 fue la señal para el desarrollo de una ola de luchas a escala internacional no sorprendió, en general, a los participantes en nuestras reuniones. Pero paradójicamente, no siempre fue lo mismo para esa otra idea de que el mes de mayo del 68 marcó el final del largo período de contrarrevolución que sucedió a la derrota de la primera ola revolucionaria mundial y, al mismo tiempo, abría un nuevo camino para los enfrentamientos de clases entre la burguesía y el proletariado. En particular, una serie de características del período actual, como el desarrollo del fundamentalismo, la multiplicación de las guerras en el planeta, etc., tendían a interpretarse como signos de un período contrarrevolucionario.

Se trata de un error que, en nuestra opinión, tiene su origen en una doble dificultad.

Por un lado, el insuficiente conocimiento de cómo fue el período de una contrarrevolución mundial, iniciado con la derrota de la primera oleada revolucionaria, y por lo tanto una dificultad para comprender realmente lo que ese período significó para la clase obrera y su lucha, pero también para la humanidad en la medida en que la barbarie inherente al capitalismo en crisis dejó de tener límites. Por eso, en este artículo, hemos tomado la decisión de volver en detalle sobre aquel período.

Por otro lado, el período abierto en Mayo del 68, aunque puede parecer más familiar a las generaciones que -directa o indirectamente- conocieron Mayo del 68, su dinámica general subyacente no puede ser entendida espontáneamente. Puede, entre otras cosas, quedar oscurecida por acontecimientos, situaciones que, aunque importantes, no fueron factores determinantes. Por eso, también volveremos a ese período destacando sus diferencias fundamentales con el período de la contrarrevolución. 

La historia de la lucha de clases se compone de avances y retrocesos

El fenómeno que todo el mundo ha observado a un nivel inmediato, el hecho de que después de una lucha, la movilización de los trabajadores tiende a retroceder y a menudo la voluntad de luchar, también existe a un nivel más profundo a escala de la historia. De hecho, permite verificar la validez de lo que Marx había señalado sobre este tema en El 18 de Brumario, es decir, la alternancia de arrebatos, a menudo muy enérgicos y deslumbrantes de la lucha proletaria (1848-49, 1864-71), 1917-23), y de retrocesos (a partir de 1850, 1872 y 1923) que, además, llevaron cada vez a la desaparición o degeneración de las organizaciones políticas que la clase se había dado durante el período de luchas en ascenso: Liga de los Comunistas, creación en 1847, disolución en 1852; Asociación Internacional de Trabajadores (AIT): fundación en 1864, disolución en 1876; Internacional Comunista: fundación en 1919, degeneración y muerte a mediados de la década de 1920; la vida de la Internacional Socialista 1889-1914, que había seguido un curso más o menos similar pero menos claro[1].

La derrota de la primera ola revolucionaria mundial de 1917-23 abrió el período de contrarrevolución más largo, profundo y terrible que jamás haya sufrido el proletariado, llevando a la pérdida de todas las referencias por parte de la clase obrera como un todo, y las pocas organizaciones que permanecieron leales a la revolución acabarán siendo ínfimas minorías. Y además, esa derrota dejó abiertas de par en par las puertas al desencadenamiento de una barbarie que superaría con creces los horrores de la Primera Guerra Mundial. Fue, en cambio, una dinámica opuesta la que se ha desarrollado desde 1968, y no hay razón para decir que ya se ha agotado, a pesar de las grandes dificultades experimentadas por el proletariado desde principios de la década de 1990 con la extensión y profundización de la barbarie por el planeta.

El período 1924-1967: la contrarrevolución más profunda jamás sufrida por la clase obrera

La expresión "Medianoche en el siglo", del título de un libro de Víctor Serge[2], se aplica perfectamente a la realidad de esta pesadilla que duró casi medio siglo.

Varios golpes terribles a la ola revolucionaria mundial abierta con la revolución rusa en 1917, fueron ya la antesala de la larga serie de ofensivas burguesas contra la clase obrera que precipitarán el movimiento obrero en las profundidades de la contrarrevolución. Pues, para la burguesía, no sólo se tratará de derrotar a la revolución, sino también de golpear a la clase obrera de tal modo que no pudiera recuperarse. Frente a una ola revolucionaria mundial que había amenazado el orden capitalista mundial, y ese era su objetivo consciente y declarado[3], la burguesía no podía contentarse con hacer retroceder al proletariado. Tenía que hacer todo lo que estuviera a su alcance para que en el futuro esa experiencia dejara a los proletarios de todo el mundo una imagen tal que no se les volviera a ocurrir intentarlo. Sobre todo, tenía que intentar desprestigiar para siempre la idea de la revolución comunista y la posibilidad de establecer una sociedad sin guerra, sin clases y sin explotación. Para ello pudo beneficiarse de circunstancias políticas que le fueron de lo más favorable: la pérdida del baluarte revolucionario en Rusia no se logró por su derrota en el enfrentamiento militar con los ejércitos blancos que intentaron invadir Rusia, sino por su propia degeneración interna (a la que, por supuesto, contribuyó en gran medida el considerable esfuerzo bélico). Hasta el punto que le fue fácil a la burguesía hacer creer que la monstruosidad surgida de la derrota política de la revolución, la URSS “socialista”, pareciera comunismo. Y, al mismo tiempo, la tal URSS debía ser percibida como el destino inevitable de cualquier lucha del proletariado por su emancipación. A esta mentira participarán todas las fracciones de la burguesía mundial, en todos los países, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda trotskista.[4]

Cuando las principales burguesías involucradas en la Guerra Mundial la terminaron en noviembre de 1918, fue con el objetivo obvio de impedir que nuevos focos revolucionarios engrosaran el flujo de la revolución, que fue victoriosa en Rusia y amenazante en Alemania, mientras la burguesía de este país habías salido debilitada por la derrota militar. Esto evitó que la fiebre revolucionaria, estimulada por la barbarie de los campos de batalla y por la insoportable explotación y miseria en retaguardia, se apoderara también de otros países como Francia, Gran Bretaña, etc. Y ese objetivo fue globalmente alcanzado.

En los países vencedores, el proletariado, que sin embargo había aclamado fervientemente la revolución rusa, no se comprometió masivamente tras los estandartes de la revolución para derrocar al capitalismo, para poner fin para siempre a los horrores de la guerra. Agotado por cuatro años de sufrimiento en las trincheras o en las fábricas de armas, aspiraba más bien a descansar "aprovechando" la paz que los bandidos imperialistas le acababan de "ofrecer". Y como en todas las guerras, son siempre los vencidos quienes, en última instancia, son reconocidos como la causa de las guerras, en el discurso de la Entente (Francia, Reino Unido, Rusia) quedó borrada la responsabilidad del capitalismo como un todo para echar toda la culpa a los imperios centrales (Alemania, Austria- Hungría). Peor aún, en Francia, la burguesía prometió a los trabajadores una nueva era de prosperidad sobre la base de las reparaciones que se impondrían a Alemania. Y fue así como el proletariado en Alemania y Rusia estaba cada día más aislado.

Y lo que sucederá, tanto en los países victoriosos como en los derrotados, será lo que Rosa Luxemburgo había esbozado en su Folleto de Junius (La crisis de la socialdemocracia alemana[5]): si el proletariado mundial no lograra, a través de su lucha revolucionaria, construir una nueva sociedad sobre las ruinas humeantes del capitalismo, entonces, inevitablemente, éste acabaría infligiendo calamidades aún peores a la humanidad.

La historia del nuevo descenso a los infiernos, que culminó en los horrores de la Segunda Guerra Mundial, se identifica en muchos aspectos con la de la contrarrevolución que alcanzó su punto álgido al final de ese conflicto.

La ofensiva de los ejércitos blancos contra la Rusia soviética y el fracaso de los intentos revolucionarios en Alemania y Hungría

Poco después de octubre de 1917, el poder soviético se enfrentó a las ofensivas militares del imperialismo alemán, el cual hacía oídos sordos a toda idea de paz[6]. Los ejércitos blancos, apoyados económicamente desde el extranjero, se estructuraron en diferentes partes del país. Más tarde, se lanzaron nuevos ejércitos blancos, organizados directamente desde el extranjero contra la revolución hasta 1920. Un país asediado, atenazado por los ejércitos blancos y asfixiado económicamente. La guerra civil dejó un país totalmente devastado. Casi 980.000 personas murieron en las filas del Ejército Rojo, alrededor de 3 millones entre la población civil.

En Alemania, el eje de la contrarrevolución lo formó la alianza de dos grandes fuerzas: el traidor SPD y el ejército. Estos fueron el origen del establecimiento de una nueva fuerza, los Cuerpos Francos, los mercenarios de la contrarrevolución, el núcleo de lo que acabaría siendo el movimiento nazi. La burguesía asestó un golpe terrible al proletariado berlinés al arrastrarlo a una insurrección prematura en Berlín, que fue brutalmente reprimida en enero de 1919 (la Comuna de Berlín). Miles de obreros y comunistas berlineses -ya que la mayoría de ellos también eran obreros- fueron asesinados (1200 obreros fusilados), torturados y encarcelados. R. Luxemburgo K. Liebknecht y luego Leo Jogisches fueron asesinados. La clase obrera perdía parte de su vanguardia y su líder más clarividente en la persona de Rosa Luxemburgo, que habría sido una valiosísima brújula en las tempestades que se avecinaban.

Además de la incapacidad del movimiento obrero en Alemania para frustrar esa maniobra, adolecerá de una patente falta de coordinación entre los distintos focos del movimiento: Tras la comuna de Berlín, estallaron en el Ruhr luchas defensivas en las que participaron millones de mineros, trabajadores siderúrgicos y textiles de las regiones industriales del Bajo Rin y Westfalia (primer trimestre de 1919), seguidas de luchas en el centro de Alemania y de nuevo en Berlín (finales de marzo). El Consejo Ejecutivo de la República de Baviera fue proclamado en Múnich, luego derrocado y estalló la represión. Berlín, el Ruhr, otra vez Berlín, Hamburgo, Bremen, Alemania Central, Baviera, por todas partes el proletariado es aplastado paquete por paquete. Toda la ferocidad, la barbarie, la astucia, los llamamientos a la delación y la tecnología militar se ponen al servicio de la represión. Por ejemplo, "para recuperar la Alexanderplatz de Berlín, por primera vez en la historia de las revoluciones, se utilizaron todas las armas utilizadas en los campos de batalla: artillería ligera y pesada, bombas que pesaban hasta un quintal, reconocimiento aéreo y bombardeo aéreo"[7]. Miles de obreros fueron fusilados o asesinados en los combates; los comunistas perseguidos y muchos sentenciados a muerte[8].

Los trabajadores de Hungría en marzo se opusieron también al capital en enfrentamientos revolucionarios. El 21 de marzo de 1919 se proclamó la República de Consejos, pero fue aplastada durante el verano por las tropas contrarrevolucionarias. Para más información, pueden leerse nuestros artículos en la Revista Internacional[9].

A pesar de los intentos heroicos del proletariado en Alemania, en 1920 (frente al golpe de Estado de Kapp) y 1921 (acción de marzo), que muestran la persistencia de una fuerte combatividad, acabó siendo patente que la dinámica ya no era hacia el fortalecimiento político del proletariado alemán como un todo, sino todo lo contrario.

La degeneración de la revolución en la propia Rusia

Los estragos de las guerras contra las ofensivas de la reacción internacional, incluyendo las considerables pérdidas sufridas por el proletariado; el debilitamiento político del proletariado con la pérdida de su poder político por los consejos obreros y la disolución de la Guardia Roja; el aislamiento político de la revolución, todo eso fue terreno abonado para el desarrollo del oportunismo dentro del partido bolchevique y la internacional comunista. La represión de la insurrección de Kronstadt en 1921, que había sido una reacción contra la pérdida de poder de los sóviets, fue ordenada por el partido bolchevique. De haber sido la vanguardia de la revolución en el momento de la toma del poder, se acabó convirtiendo en vanguardia de la contrarrevolución al cabo de una degeneración interna que no pudieron impedir las fracciones que surgieron dentro del partido bolchevique para luchar precisamente contra el creciente oportunismo.[10]

Desaparecidas las grandes masas que en Rusia, Alemania, Hungría..., se habían lanzado al asalto del cielo. Ahora están exangües, exhaustas, derrotadas, ya no pueden más. En los países victoriosos de la guerra, el proletariado no se ha manifestado lo suficiente. Todo eso selló la derrota política del proletariado en todo el mundo.

El estalinismo se convierte en la punta de lanza de la burguesía mundial contra la revolución

El proceso de degeneración de la revolución rusa se aceleró con la toma del poder del partido bolchevique por Stalin. La adopción en 1925 de la tesis del "socialismo en un solo país", que se convirtió en la doctrina del Partido Bolchevique y de la Internacional Comunista, fue un punto de ruptura y de imposible vuelta atrás. Aquella verdadera traición al internacionalismo proletario, principio básico de la lucha proletaria y la revolución comunista, fue asumida y defendida por todos los partidos comunistas del mundo[11] contra el proyecto histórico de la clase obrera. Al mismo tiempo que rubricaba el abandono de todo proyecto proletario, la tesis del socialismo en un solo país corresponde al método ruso de la integración en el capitalismo mundial.

Desde mediados de la década de 1920, Stalin siguió una política de liquidación despiadada de todos los antiguos compañeros de Lenin utilizando a mansalva los cuerpos represivos que el Partido Bolchevique había implantado para resistir a los ejércitos blancos (en particular la policía política, la Checa)[12]. Todo el mundo capitalista había reconocido en Stalin al hombre de la situación, el que erradicaría los últimos vestigios de la Revolución de Octubre y al que era necesario dar todo el apoyo necesario para disolver y exterminar a la generación de proletarios y revolucionarios que, en medio de la guerra mundial, se había atrevido a librar la lucha a muerte contra el orden capitalista.

El estalinismo persigue y reprime a los revolucionarios dondequiera que estén, con la ayuda cómplice de las grandes democracias, las mismas que habían enviado a sus ejércitos blancos a matar de hambre e intentar echar abajo el poder de los soviets.

A partir de entonces, "socialismo equivale a la URSS de Stalin", mientras que el verdadero proyecto proletario tiende a desaparecer de las conciencias

La Rusia de Stalin será presentada por la burguesía estalinista y por la burguesía mundial, como la realización del objetivo último del proletariado, el establecimiento del socialismo. En esa tarea colaboraron todas las fracciones mundiales de la burguesía, tanto las fracciones democráticas como los diversos PC nacionales.

La gran mayoría de quienes todavía creían en la revolución identificarán su objetivo con el de instaurar un régimen del tipo de la URSS en otros países. Y cuanto más se vaya haciendo la luz de la realidad de la situación de la clase obrera en la URSS, más profunda será la división en el proletariado mundial: aquellos que continuarán defendiendo el carácter "progresista" (a pesar de todas sus deficiencias), "sin burguesía", de la Unión Soviética; aquellos para quienes, por el contrario, la situación en la URSS será un espantajo, pero sin tener la fuerza de concebir un proyecto alternativo. El proyecto proletario sólo lo defenderán minorías cada vez más pequeñas de revolucionarios que le permanecieron fieles.

El proletariado frente a la crisis de 1929 y 1930

Los años posteriores a la crisis de 1929 fueron dramáticos para las condiciones de vida del proletariado mundial, particularmente en Europa y Estados Unidos. Y en general, sin embargo, sus reacciones a tal situación no serán, ni mucho menos, una respuesta capaz de dinamizar la lucha de clases y de cuestionar el orden establecido. Y lo que es peor todavía, habrá reacciones notables en Francia y España que acabarán encerradas en el atolladero de la lucha antifascista.

En Francia, la gran ola de huelgas que siguió a la llegada del Frente Popular en 1936 puso claramente de relieve los límites de la clase obrera bajo la losa de la contrarrevolución. La ola de huelgas comenzó con ocupaciones espontáneas de fábricas y mostró incluso cierta combatividad de los trabajadores. Pero, desde los primeros días, la izquierda pudo utilizar la masa gigantesca para maniobrar e imponer a toda la burguesía francesa las medidas del capitalismo de Estado necesarias para enfrentar la crisis económica y prepararse para la guerra. Si bien es cierto que por primera vez en Francia hubo ocupaciones de fábricas, también es la primera vez que vemos a los trabajadores cantando la Internacional y la Marsellesa, caminando detrás de banderas rojas entreveradas con las patrióticas tricolores[13]. El aparato de encuadramiento del PC y los sindicatos controlaban la situación, logrando encerrar en las fábricas a los trabajadores que se dejaban adormecer al son del acordeón.

Como el proletariado español había estado fuera de la Primera Guerra Mundial y de la oleada revolucionaria, sus fuerzas físicas estaban relativamente intactas para hacer frente a los ataques de los que fue víctima durante la década de 1930. Aunque, eso sí, habrá más de un millón de muertos entre 1931 y 1939, cuya parte más importante se debió a la guerra civil entre el campo republicano y el del general Franco, una guerra que no tuvo absolutamente nada que ver con la lucha de clases del proletariado, sino que, por el contrario, fue su debilitamiento lo que la permitió. La situación se precipitó en 1936 con el golpe de Estado del general Franco. La respuesta de los trabajadores fue inmediata: el 19 de julio del 36 se declararon en huelga y se dirigieron masivamente a los cuarteles para desarmar la intentona, sin preocuparse por las directivas contrarias del Frente Popular y del gobierno republicano. Uniendo la lucha de protesta con la lucha política, los trabajadores interceptaron la mano asesina de Franco con aquella acción. Pero no la de la fracción burguesa organizada en el Frente Popular. Apenas un año después, el proletariado de Barcelona se levantó de nuevo, pero esta vez desesperado, en mayo de 1937, acabando por ser aplastado por el gobierno del Frente Popular, el Partido Comunista Español y su rama catalana del PSUC a la cabeza, mientras que las tropas franquistas detuvieron voluntariamente su avance para permitir que los verdugos estalinistas aplastaran a los trabajadores.

Aquella terrible tragedia obrera, que todavía hoy se tergiversa como "una revolución social española" o "una gran experiencia revolucionaria", rubricó, con el aplastamiento ideológico y físico de las últimas fuerzas vivas del proletariado europeo, el triunfo de la contrarrevolución. Aquella matanza fue un ensayo general que abrió de par en par las puertas al desencadenamiento de la guerra imperialista. [14]

Años 30: la burguesía vuelve a tener las manos libres para imponer su solución a la crisis

La República de Weimar se distinguió introduciendo una profunda racionalización de la explotación de la clase obrera en Alemania, acompañada de medidas para representar a los trabajadores en las empresas con el fin de desconcertarlos.

En Alemania, entre la República de Weimar (1923) y el fascismo (1933), no surgiría ninguna oposición: aquélla había permitido aplastar la amenaza revolucionaria, dispersar al proletariado, desdibujar su conciencia; el nazismo, por su parte, al final de esa evolución, remataría la obra, logrando con mano de hierro la unidad de la sociedad capitalista estrangulando toda amenaza proletaria. 

En todos los países europeos, aparecen partidos que reivindican a Hitler o a Mussolini, cuyo programa es fortalecer y concentrar el poder político y económico en manos de un partido único en el Estado. Su desarrollo se combina con una vasta ofensiva anti obrera del Estado, basada en un aparato represivo reforzado por el ejército, y con milicias fascistas cuando es necesario. Desde Rumania hasta Grecia, vemos el desarrollo de organizaciones de tipo fascista que, con la complicidad del Estado nacional, asumen la tarea de impedir cualquier reacción de los trabajadores. La dictadura capitalista se hacía visible, tomando la mayoría de las veces la forma del modelo mussoliniano o hitleriano.

El mantenimiento del marco de la democracia fue, en cambio, posible en los países industrializados menos afectados por la crisis. Fue incluso una necesidad para mistificar al proletariado. El fascismo, al haber engendrado el "antifascismo", fortaleció las capacidades de mistificación de las "potencias democráticas". Bajo el disfraz de la ideología de los Frentes Populares, que permitió mantener a los trabajadores desorientados detrás de los programas de unión nacional y preparación para la guerra imperialista, y en complicidad con la burguesía rusa, la mayoría de los PC serviles al nuevo imperialismo organizaron una vasta campaña sobre el incremento del peligro fascista. La burguesía sólo podía hacer la guerra engañando a los proletarios, haciéndoles creer que también era su guerra: "al detener la lucha de clases o más exactamente al destruir la potencia de la lucha proletaria, su conciencia, desviando sus luchas, la burguesía logra por medio de sus agentes infiltrados dentro del proletariado, vaciar las luchas de su contenido revolucionario metiéndolas por las vías del reformismo y el nacionalismo, y lograr así la condición última y decisiva para el desencadenamiento de la guerra imperialista” (“Informe sobre la situación internacional” Izquierda Comunista de Francia (julio de 1945, Extractos)[15]

Las masacres de la Segunda Guerra Mundial

La mayoría de los combatientes alistados en ambos bandos no se fueron al frente con una rama de olivo en el fusil, todavía traumatizados por la muerte de sus padres apenas 25 años antes. Y lo que se encontraron no era precisamente muy alegre: la "Blitzkrieg", por muy relámpago que fuera tal batalla, causó 90.000 muertos y 120.000 heridos en el lado francés, 27.000 muertos en el lado alemán. La debacle en Francia lanzó a las carreteras a diez millones de personas en condiciones espantosas. Millón y medio de prisioneros fueron enviados a Alemania. Por todas partes condiciones inhumanas de supervivencia: éxodo masivo en Francia, terror del estado nazi encuadrando a la población alemana.

Tanto en Italia como en Francia, muchos trabajadores se unieron al maquis en aquel momento. El partido estalinista y los trotskistas les dieron el ejemplo fraudulentamente disfrazado de la Comuna de París (¿no se van a levantar los trabajadores contra su propia burguesía dirigida por Pétain, el nuevo Thiers, mientras los alemanes ocupan Francia?) En medio de una población aterrorizada e impotente ante el desencadenamiento de la guerra, muchos obreros franceses y europeos, reclutados por las bandas de resistentes, serán asesinados creyendo que están luchando por la "liberación socialista" de Francia, Italia... Las bandas de resistentes estalinistas y trotskistas concentraron en espacial su odiosa propaganda para que los trabajadores se pusieran "a la vanguardia de la lucha por la independencia de los pueblos".

Mientras que la Primera Guerra Mundial mató a 20 millones de personas, la Segunda Guerra Mundial matará a 50 millones, de los cuales 20 millones son rusos masacrados en el frente europeo. 10 millones de personas murieron en los campos de concentración, de entre las cuales 6 millones por la política nazi de exterminio de los judíos. Aunque ninguna de las bestialidades macabras del nazismo es ahora desconocida por el público en general, a diferencia de los crímenes de las grandes democracias, los crímenes nazis siguen siendo una ilustración irrefutable de la ilimitada barbarie del capitalismo decadente y de la atroz hipocresía del campo de los aliados. En realidad, en el momento de la liberación, los aliados fingieron descubrir los campos de concentración. Pura mascarada para ocultar su propia barbarie exponiendo la del enemigo derrotado. De hecho, la burguesía, tanto inglesa como norteamericana, conocía perfectamente la existencia de los campos y lo que allí ocurría. Y sin embargo, aparentemente extraño, no habló de ello durante toda la guerra y no lo convirtió en un tema central de su propaganda. De hecho, lo que los gobiernos de Churchill y Roosevelt temían era que los nazis expulsaran masivamente a los judíos para vaciar los campos. De ahí que rechazaran las ofertas de intercambio de un millón de judíos. Ni siquiera los quisieron a cambio de nada[16]

En el último año de la guerra, las concentraciones obreras fueron el blanco directo de los bombardeos para debilitar a la clase obrera en la medida de lo posible diezmándola o aterrorizándola.

La burguesía mundial toma medidas para eliminar cualquier riesgo de que emerja el proletariado.

El objetivo es evitar que se repita el resurgir proletario como en 1917 y 18 ante los horrores de la guerra. Por eso los bombardeos angloamericanos -principalmente sobre Alemania, pero también sobre Francia- fueron de un siniestro “éxito”. El número de muertos de lo que sin duda fue uno de los mayores crímenes de guerra de la segunda carnicería mundial, alrededor de 200.000 muertos, casi todos civiles, el bombardeo de 1945 de Dresde, “ciudad hospital” sin ningún interés estratégico. Sólo para diezmar y aterrorizar a la población civil. A modo de comparación, Hiroshima, otro crimen atroz, mató a 75.000 personas y los terribles bombardeos estadounidenses sobre Tokio en marzo de 1945 causaron 85.000 muertes.

En 1943, cuando Mussolini fue derrocado y reemplazado por el mariscal Badoglio, que estaba a favor de los aliados, cuando ya éstos controlaban el sur del país, no hicieron nada para avanzar hacia el norte. La idea era dejar que los fascistas aplastaran a las masas trabajadoras que se habían levantado en un terreno de clase en las regiones industriales del norte de Italia. Preguntado por tal pasividad, Churchill respondió: "Hay que dejar que los italianos se cuezan a fuego lento en su propia salsa".

Desde el final de la guerra, los Aliados favorecieron la ocupación rusa allí donde habían surgido revueltas obreras. El Ejército Rojo tenía mejores cartas en mano para restaurar el orden en aquellos países, ya fuera masacrando al proletariado ya desviándolo de su terreno de clase en nombre del "socialismo".

Se estableció un reparto de trabajo similar entre el Ejército Rojo y el ejército alemán. En Varsovia y Budapest, ya en sus suburbios, el Ejército “Rojo” dejará que el ejército alemán aplastara, sin mover un dedo, las insurrecciones contra éste. Stalin confió a Hitler la tarea de masacrar a decenas de miles de trabajadores armados que podrían haber frustrado sus planes[17].

La burguesía "democrática" de los países victoriosos no sólo ofreció a Stalin territorios con "alto riesgo social", sino que además llamó a los PC a que asumiera el gobierno en gran parte de los países europeos (en particular en Francia e Italia) dejándoles poltronas en importantes ministerios (en Francia, Thorez -secretario del Partido Comunista- fue nombrado vicepresidente del Consejo de ministros en 1944).

Inmediata posguerra: el terror impuesto a la población alemana

En continuidad con las masacres preventivas destinadas a impedir que surgiera de una u otra manera el proletariado en Alemania al final de la guerra, las de después de la guerra no fueron menos brutales y expeditivas.

Alemania fue transformada en un vasto campo de exterminio por las potencias ocupantes de Rusia, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. Después de la guerra murieron muchos más alemanes que en las batallas, bombardeos y campos de concentración de la guerra misma. Según James Bacque, autor de Crímenes y misericordias: el destino de los civiles alemanes bajo ocupación aliada, 1944-1950[18], más de 9 millones murieron como resultado de la política del imperialismo aliado entre 1945 y 1950.

La política de Potsdam sólo cambió cuando se alcanzó ese objetivo asesino y el imperialismo americano se dio cuenta de que el agotamiento de Europa después de la guerra podía llevar a la dominación del imperialismo ruso en todo el continente. La reconstrucción de Europa Occidental requería la resurrección de la economía alemana. El puente aéreo de Berlín en 1948 fue el símbolo de ese cambio de estrategia[19]. Por supuesto, al igual que el bombardeo de Dresde, "....el más bello ataque de terror de toda la guerra [que] había sido obra de los Aliados victoriosos", la burguesía democrática hizo lo posible para oscurecer la realidad del verdadero coste de la barbarie ampliamente compartido por ambos bandos de la Guerra Mundial.

El proletariado no pudo levantarse en una lucha frontal contra la guerra.

A pesar de las manifestaciones ocasionales de luchas en diferentes lugares, especialmente en Italia en 1943, el proletariado no pudo erguirse contra a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, como lo había hecho contra la Primera.

La Primera Guerra Mundial había ganado millones de trabajadores al internacionalismo, la segunda los arrojó a las orillas del más despreciable chovinismo, a la caza de "alemanes", "collabos"[20].

El proletariado tocó fondo. Lo que ante sí tenía, y que interpretó como su gran "victoria", el triunfo de la democracia sobre el fascismo, fue su derrota histórica más total. Permitió construir los pilares ideológicos del orden capitalista: el sentimiento de victoria y euforia que embargaba al proletariado, su creencia en las "virtudes sagradas" de la democracia burguesa, la misma que lo había arrastrado a dos carnicerías imperialistas y había aplastado su revolución a principios de la década de 1920. Y durante el período de reconstrucción, y luego el "boom" económico de la posguerra, la mejora temporal de sus condiciones de vida en Occidente no le permitió medir la verdadera derrota que había sufrido.[21]

En los países de Europa del Este, que no se beneficiaron del maná americano del Plan Marshall porque los partidos estalinistas lo rechazaron por orden de Moscú, la situación tardó más en mejorar un poco. La mistificación presentada a los trabajadores fue la de la "construcción del socialismo". Esta mistificación tuvo cierto éxito, como en Checoslovaquia, donde el "golpe de Praga" de febrero de 1948, es decir, el control del gobierno por los estalinistas, se realizó con la simpatía de muchos trabajadores.

Una vez agotada esta ilusión, se produjeron levantamientos obreros como el de Hungría en 1956[22], pero fueron brutalmente reprimidos por las tropas rusas. La participación de las tropas rusas en la represión fue entonces una fuente adicional de nacionalismo en los países de Europa del Este. Al mismo tiempo, esos hechos fueron utilizados ampliamente por la propaganda de los sectores "democráticos" y pro-americanos de la burguesía de los países de Europa Occidental, mientras que los partidos estalinistas de estos países completaban la propaganda presentando la insurrección obrera húngara como un movimiento chauvinista, incluso "fascista", a sueldo del imperialismo americano.

Durante toda la "guerra fría", e incluso cuando dio paso a la "coexistencia pacífica" después de 1956, la división del mundo en dos bloques fue un importante instrumento de mistificación de la clase obrera.

En los años 50, el mismo tipo de política que en los años 30 continuó dividiendo y desorientando a la clase obrera: una parte de la clase obrera ya no quería ni oír hablar de “comunismo” (identificado con la URSS) mientras que la otra parte seguía sufriendo de la dominación ideológica de los partidos estalinistas y sus sindicatos. Así, desde la Guerra de Corea, la confrontación Este-Oeste se utilizó para oponerse a los diferentes sectores de la clase obrera y reclutar a millones de trabajadores tras las banderas del campo soviético en nombre de "la lucha contra el imperialismo". En aquella misma época, las guerras coloniales dieron una oportunidad suplementaria para desviar a los trabajadores de su terreno de clase en nombre, una vez más, de la "lucha contra el imperialismo" (y no contra el capitalismo) contra el cual se presentaba a la URSS como campeona del "derecho y la libertad de los pueblos". Este tipo de campaña continuaría en muchos países durante las décadas de 1950 y 1960, sobre todo con la guerra de Vietnam, en la que Estados Unidos se involucró masivamente a partir de 1961.[23]

Otra consecuencia de aquel largo y profundo retroceso de la clase obrera fue la ruptura orgánica con las fracciones comunistas del pasado, imponiendo así a las futuras generaciones de revolucionarios la necesidad de reapropiarse críticamente lo adquirido por el movimiento obrero.

Mayo del 68, fin de la contrarrevolución

La crisis de 1929 y de los años 30 había provocado, en el mejor de los casos, ciertas reacciones de combatividad del proletariado como en Francia y España, pero que, como hemos visto antes, fueron desviadas del terreno de clase al del antifascismo y la defensa de la democracia, gracias a la influencia de estalinistas, trotskistas y sindicatos. Para lo único que eso sirvió fue para que la contrarrevolución se extendiera más todavía.

1968 es solo el comienzo del retorno de la crisis económica mundial. Y, sin embargo, lo que explica en gran parte el aumento de la combatividad obrera en Francia a partir de 1967 son los efectos, en ese país, de dicha crisis económica mundial: aumento del desempleo, congelación de salarios, intensificación de cadencias en la producción, ataques a la seguridad social. Estalinistas y sindicatos tienen más y más dificultades para canalizar ese resurgir de la combatividad obrera que empieza a dar la espalda a huelguitas y jornadas de acción sindical. Ya en 1967, aparecen conflictos muy duros y determinados frente a la violenta represión patronal y policial, en la que los sindicatos se vieron desbordados en varias ocasiones.

El objetivo de este artículo no es tratar todos los aspectos importantes del mes de Mayo del 68 en Francia. Para ello remitimos al lector a los artículos "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria" escritos con motivo del 40º aniversario de esos acontecimientos[24]. Recordar ciertos hechos es sin embargo importante para ilustrar el cambio en la dinámica de la lucha de clases ocurrido en Mayo de 1968.

En mayo, la atmósfera social cambia radicalmente. “El 13 de mayo, todas las ciudades del país viven las mayores manifestaciones [en solidaridad con los estudiantes víctimas de la represión] desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La clase obrera acude en masa junto a los estudiantes. (...) Al final de las manifestaciones, se ocupan casi todas las universidades no sólo por estudiantes sino también por muchos jóvenes obreros. La palabra se libera por todas partes. Las discusiones no se limitan a cuestiones académicas, a la represión. Se empiezan a abordar todos los problemas sociales: las condiciones de trabajo, la explotación, el futuro de la sociedad (...) El 14 de mayo, los debates siguen en muchas empresas. Después de las inmensas manifestaciones del día anterior [en solidaridad con los estudiantes víctimas de la represión], con todo el entusiasmo y el sentimiento de fuerza que habían permitido, era difícil reanudar el trabajo como si no hubiera pasado nada. En Nantes, los obreros de Sud-Aviation, animados por los más jóvenes, lanzan una huelga espontánea y deciden ocupar la fábrica. La clase obrera comienza a tomar el relevo”[25]

El aparato clásico de encuadramiento de la burguesía no resiste a la espontaneidad de la clase obrera para entrar en lucha. Así, en los tres días siguientes a la manifestación del 13 de mayo, la huelga se extendió espontáneamente a las empresas de toda Francia. Los sindicatos desbordados no siguen al movimiento. No hay reivindicaciones precisas. Una característica común: huelga total, ocupación ilimitada, secuestro de la Dirección, se iza la bandera roja. Por último, la CGT llama a la extensión, intentando así “subir al tren en marcha”.  Pero incluso antes de que se conocieran las instrucciones de la CGT, ya había un millón de trabajadores en huelga.

La creciente conciencia de la clase obrera de su propia fuerza estimula la discusión en su seno y la discusión política en particular. Esto recuerda, salvando las distancias, la efervescente vida política en la que vivía la clase obrera, como lo así lo narran los escritos de Trotski y J. Reed, en la situación revolucionaria de 1917[26].

El manto de patrañas urdido durante décadas por la contrarrevolución y sus partidarios, tanto estalinistas como demócratas, empieza a deshilacharse. Los films amateurs rodados en la fábrica ocupada de Sud-Aviation en Nantes muestran una discusión apasionada en un grupo de trabajadores sobre el papel de los comités de huelga en la "dualidad de poder". La dualidad de poder en 1917 fue el producto de la lucha por el poder real entre el estado burgués y los consejos obreros[27]. En muchas fábricas en huelga, en 1968, los trabajadores eligieron comités de huelga. Mucho se distaba de una situación pre-revolucionaria, pero lo que estaba sucediendo sí que era un intento de la clase obrera de recuperar su propia experiencia, su pasado revolucionario. Otra experiencia lo atestigua: "Algunos obreros les piden a los que defienden la idea de revolución que vengan a defender sus ideas en su fábrica ocupada. Y fue así como, en Toulouse, el pequeño núcleo que más tarde fundaría la sección de la CCI en Francia fue invitado a exponer la idea de los consejos obreros en la fábrica JoB (papel y cartón) ocupada. Y lo más significativo, es que esta invitación procedía de militantes... de la CGT  y  del PCF. Éstos tendrán que parlamentar durante una hora con permanentes de la CGT de la gran fábrica Sud-Aviation venidos a "reforzar" el piquete de huelga de JoB para obtener la autorización de dejar entrar a los "izquierdistas" en la fábrica. Durante más de seis horas, obreros y revolucionarios, sentados en rodillos de cartón, discutirán de la revolución, de la historia del movimiento obrero, de los soviets así como de las traiciones... ¡del PCF y de la CGT!

Esta reflexión permitirá a miles de obreros redescubrir el papel histórico de los consejos obreros, así como los logros de la lucha de clase obrera como los intentos revolucionarios en Alemania en 1919. Del mismo modo, se critica cada vez más el papel desempeñado por el PC (que entonces se define como un partido del orden) en lo que estaba pasando en 1968, pero también desde la revolución rusa. Era la primera vez que se ponía en tela de juicio el alcance del estalinismo y el papel del PC como guardián del orden establecido. Las críticas también afectan a los sindicatos, unas críticas que irán en aumento cuando aparezcan abiertamente como los divisores de la clase obrera para conseguir que los obreros reintegren sus puestos de trabajo.

Comenzaba otra era, caracterizada por un "renacimiento" de la conciencia de clase entre las grandes masas obreras. Esa ruptura con la contrarrevolución no significó que no continuaría pesando negativamente en el desarrollo subsiguiente de la lucha de clases, ni que la conciencia obrera estuviera libre de ilusiones muy fuertes, particularmente con respecto a los obstáculos que superar en el camino hacia la revolución, mucho más lejos de lo que la gran mayoría imaginaba en aquel entonces.

Tal caracterización de mayo del 68, como ilustración del fin del período contrarrevolucionario, quedará confirmada por el hecho de que, lejos de ser un fenómeno aislado, aquellos acontecimientos constituirán, por el contrario, el punto de partida para la reanudación de la lucha de clases a escala internacional, estimulada por la profundización de la crisis económica y cuyo corolario fue el desarrollo de un medio político proletario a escala internacional[28]. La fundación en 1968 de Revolution Internationale es un ejemplo de ello, ya que este grupo desempeñará un papel de primer plano en el proceso de consolidación que llevará a la fundación de la CCI en 1975, de la que Revolution Internationale es la sección en Francia. A diferencia del sombrío período de la contrarrevolución, la burguesía tenía ahora ante sí una clase que no estaba dispuesta a aceptar los sacrificios de la guerra económica mundial, y que también fue un obstáculo para el estallido de otra guerra mundial, como veremos más adelante.

La reanudación internacional de la lucha de clases desde 1968

La CCI acaba de dedicar un artículo a esta cuestión, "Los avances y retrocesos de la lucha de clases desde 1968"[29], que aconsejamos a nuestros lectores y del que sacamos elementos necesarios para poner de relieve las diferencias entre el período contrarrevolucionario y el período histórico abierto en mayo de 1968. En pocas palabras, la diferencia fundamental entre el período de contrarrevolución, iniciado por una profunda derrota de la clase obrera, y el iniciado en Mayo del 68, radica en que, desde ese resurgir de luchas y a pesar de todas las dificultades con las que se ha enfrentado el proletariado, no ha sufrido una derrota profunda.

La profundización de la crisis económica abierta, que estaba iniciándose a finales de los años 60, empujó al proletariado a desarrollar su combatividad y su conciencia.

Tres oleadas de luchas se sucedieron durante las dos décadas posteriores al 68

La primera, sin duda la más espectacular, fue la del otoño caliente italiano de 1969, el violento levantamiento en Córdoba, Argentina, del 69 y el de Polonia del 70, y los grandes movimientos en España y Gran Bretaña de 1972. También hubo otoño caliente en Alemania en el 69 con muchas huelgas salvajes. En España, en particular, los trabajadores comenzaron a organizarse mediante asambleas masivas, un proceso que culminó en Vitoria en 1976[30]. La dimensión internacional de la oleada quedó patente en los ecos que tuvo en Israel (1969) y Egipto (1972) y, más tarde, en los levantamientos en los townships de Sudáfrica, encabezados por comités de lucha (los Civics).

Después de una breve pausa a mediados de la década de los 70, hubo una segunda oleada de huelgas de obreros del petróleo en Irán, de siderúrgicos en Francia en 1978, el "invierno del descontento" en Gran Bretaña, la huelga de los estibadores de Rotterdam, dirigida por un comité de huelga independiente, y huelgas de siderúrgicos en Brasil en 1979, que también desafiaron el control sindical; en Asia se produjo la revuelta de Kwangju (Corea del Sur). Esta ola de luchas culminó en Polonia en 1980, sin duda el episodio más importante de la lucha de clases desde 1968, e incluso desde la década de 1920[31].

Aunque la severa represión de los trabajadores polacos puso fin a esa oleada, no pasó mucho tiempo antes de que se produjera un nuevo movimiento con las luchas en Bélgica en 1983 y 1986, la huelga general en Dinamarca en 1985, la huelga minera en Inglaterra en 1984-85, las luchas de los trabajadores del ferrocarril y la salud en Francia en 1986 y 1988, y el movimiento de trabajadores de la educación en Italia en 1987. Las luchas en Francia e Italia, en particular -como la huelga de masas en Polonia- demostraron una capacidad real de autoorganización con asambleas generales y comités de huelga.

Ese movimiento de oleadas de luchas no daba vueltas en el vacío, sino que logró avances reales en la conciencia de clase lo cual se plasmó en lo siguiente:

- una pérdida de ilusiones en las fuerzas políticas de la izquierda del capital y, en primer lugar, en los sindicatos, hacia los cuales, las ilusiones se tornaron en desconfianza y en hostilidad cada vez más abierta;

- el abandono cada vez más patente de formas ineficaces de movilización, de esos callejones sin salida en los que los sindicatos han embaucado tan a menudo a la combatividad de los trabajadores: jornadas de acción, manifestaciones, caminatas y demás entierros, huelgas largas y aisladas....

Pero la experiencia de aquellos 20 años de lucha no sólo proporcionó lecciones en "negativo" para la clase obrera (o sea lo que no hay que hacer). También se plasmó en lecciones de cómo deben hacerse las cosas:

- la búsqueda de la extensión de la lucha (Bélgica 1986 especialmente);

- la búsqueda de la apropiación y control de la lucha, organizándose en asambleas elegidas y revocables y comités de huelga (Francia a finales de 1986, Italia principalmente en 1987).

De igual manera, las maniobras más sofisticadas desarrolladas por la burguesía para enfrentar la lucha de clases son testimonio del desarrollo de esa lucha durante ese período. En efecto, la burguesía tuvo que hacer frente al creciente desencanto hacia los sindicatos oficiales y a la amenaza de la autoorganización, fomentando formas de sindicalismo llegando incluso a organizarse "fuera de los sindicatos" (la coordinación establecida por la extrema izquierda en Francia, por ejemplo).

El proletariado freno a la guerra

Al final de esos veinte años posteriores a 1968, al no haber podido la burguesía infligir una derrota histórica decisiva a la clase obrera, no fue capaz de movilizarla para una nueva guerra mundial, a diferencia de la situación de los años treinta, como hemos demostrado antes en este artículo.

En efecto, a la burguesía le era imposible lanzarse a una guerra mundial sin haberse asegurado previamente la docilidad del proletariado, requisito indispensable para que éste aceptara los sacrificios que exige el estado de guerra, el cual exige la movilización de todas las fuerzas vivas de la nación, tanto en la producción como en los frentes. Ese objetivo era, en efecto, totalmente irrealista, ya que el proletariado ni siquiera estaba dispuesto a someterse obedientemente a las medidas de austeridad que la burguesía tenía que tomar para enfrentar las consecuencias de la crisis económica. Por eso, la tercera guerra mundial no tuvo lugar durante aquel período, cuando las tensiones entre los bloques estaban en su apogeo y ya existían las alianzas entre ambos bloques. Además, en ninguna de las concentraciones históricas del proletariado la burguesía intentó movilizarlo masivamente para hacer de carne de cañón en las diferentes guerras locales, que se inscribían en la rivalidad Este-Oeste, que durante todo ese período también pusieron el mundo a sangre y fuego.

Eso fue especialmente cierto para la clase obrera en Occidente, pero también para la clase obrera en Oriente, aunque políticamente más débil dado el daño causado por la apisonadora estalinista, particularmente en la URSS. En efecto, la burguesía estalinista empantanada en un atolladero económico, era claramente incapaz de movilizar a sus trabajadores en una solución militar a la bancarrota de su economía, como lo ilustran en particular las huelgas en Polonia en 1980.

Dicho eso, aunque la clase obrera fue un obstáculo para la guerra mundial hasta finales de los años ochenta, al haber sido capaz de desarrollar sus luchas de resistencia a los ataques del capital en las dos décadas posteriores a 1968 sin sufrir una derrota profunda que invirtiera una dinámica global de creciente confrontación entre clases, no fue capaz de prevenir guerras en el planeta. De hecho, durante ese período, nunca cesaron. En la mayoría de los casos, eran la expresión de rivalidades imperialistas entre Oriente y Occidente, no en un choque directo entre ellos sino mediante países interpuestos. Y en estos países, pertenecientes a la periferia del capitalismo, el proletariado no constituía una fuerza capaz de paralizar el brazo armado de la burguesía.

El proletariado frente a la descomposición del capitalismo

A pesar de aquellos avances en la lucha de clases, especialmente importantes en lo que a conciencia de clase se refiere, y a pesar de que la burguesía no fue capaz de alistar al proletariado en un nuevo conflicto mundial, sin embargo no por ello fue capaz la clase obrera de desarrollar la perspectiva de la revolución, de plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema.

Por lo tanto, ninguna de las dos clases fundamentales estaba en condiciones de imponer su solución a la crisis del capitalismo. Sin salida alguna, y siempre enfangado en una crisis económica de larga duración, el capitalismo estaba empezando a pudrirse, y tal putrefacción empezó a afectar a la sociedad capitalista a todos los niveles. El capitalismo entraba así en una nueva fase de su decadencia, la de su descomposición social. Como ya hemos señalado a menudo, esta fase es sinónimo de mayores dificultades para la lucha del proletariado.[32]

Mirando hacia las últimas tres décadas, podemos decir que el deterioro de la conciencia se ha profundizado, causando una especie de amnesia respecto a los logros y avances del período 1968-1989. Esto se explica fundamentalmente por dos factores:

- El enorme impacto del desmoronamiento del bloque oriental en 1989-91, que la burguesía identificó mediante sus incesantes campañas de mentiras como el hundimiento del comunismo;

- Las características del período de descomposición como tal, que comenzó con ese derrumbe, a saber: el aumento constante de la delincuencia, la inseguridad, la violencia urbana; el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia; la invasión imparable de las drogas; la profusión de sectas y el resurgimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados; el rechazo al pensamiento racional, coherente y construido; la invasión de los medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...) el desarrollo del terrorismo, de la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados.

A pesar de esas enormes dificultades de la clase obrera desde 1990, hay que tener en cuenta dos elementos para entender el período actual:

- las crecientes dificultades e incluso las derrotas parciales no son todavía sinónimo de una derrota histórica de la clase y la desaparición de la posibilidad del comunismo;

- la maduración subterránea continúa porque, a pesar de su descomposición, el capitalismo continúa y las dos clases antagónicas de la sociedad se enfrentan entre sí.

De hecho, en las últimas décadas ha habido una serie de movimientos importantes que afianzan ese análisis.

- En 2006, la movilización masiva de los jóvenes estudiantes en Francia contra el CPE. Sus protagonistas fueron el redescubrimiento de formas de lucha que habían surgido en mayo de 1968, especialmente las asambleas generales en las que hubo verdaderos debates, y en las que los jóvenes participantes estaban dispuestos a escuchar el testimonio de los camaradas mayores que habían participado en los acontecimientos de 1968. Ese movimiento, que desbordó el marco sindical, llevaba en sí la posibilidad real de atraer a empleados y trabajadores hacia un terreno igualmente "incontrolado", precisamente como en mayo de 1968, y por eso el gobierno retiró precipitadamente su proyecto de ley del CPE[33].

- También en mayo de 2006, 23.000 metalúrgicos de Vigo, en Galicia (España), realizaron una huelga masiva contra la reforma laboral del sector y, en lugar de permanecer encerrados en la fábrica, buscaron la solidaridad de otras empresas, especialmente a las puertas de los astilleros y de las factorías Citroën, organizando manifestaciones por la ciudad para reunir a toda la población y, sobre todo, asambleas generales públicas diarias abiertas a otros trabajadores, activos, desempleados o jubilados[34].

- En 2011, la ola de revueltas sociales en Oriente Medio y Grecia, que culminó con el movimiento de los "Indignados" en España. El elemento proletario de estos movimientos varió según los países, pero fue más fuerte en España, donde hubo una generalización de asambleas generales; un poderoso impulso internacionalista que acogió las expresiones de solidaridad de los participantes de todos los rincones del mundo y donde la consigna "revolución mundial" fue tomada en serio, tal vez por primera vez desde la ola revolucionaria de 1917; un reconocimiento de que "el sistema está caduco" y un fuerte deseo de discutir la posibilidad de una nueva forma de organización social. En las muchas discusiones animadas que hubo en las asambleas y comisiones sobre cuestiones morales, científicas y culturales, en la puesta en entredicho omnipresente de esos dogmas de que las relaciones capitalistas serían eternas, ahí vimos una vez más el verdadero espíritu de Mayo del 68 haciéndose realidad. Es evidente que ese movimiento tenía muchas debilidades que hemos analizado en otros lugares[35], una de ellas, y no de las menos importantes, fue la tendencia de los participantes a considerarse como "ciudadanos" más que como proletarios, lo cual expresa, una verdadera vulnerabilidad a la ideología democrática.

Las amenazas que la supervivencia del capitalismo representa para la humanidad demuestran que la revolución es más que nunca una necesidad para la especie humana: la expansión del caos bélico, la catástrofe ecológica, el hambre y las enfermedades a una escala sin precedentes; la decadencia del capitalismo y la descomposición amplifican sin la menor duda la amenaza de que la base objetiva de una nueva sociedad pueda quedar destruida para siempre si sigue avanzando la descomposición más allá de cierto punto. Pero incluso en su última fase, el capitalismo produce todavía las fuerzas que pueden derrocarlo, como así  decía el Manifiesto Comunista de 1848, "lo que, por encima de todo, produce la burguesía, es a su propio sepulturero".

Así, con la entrada del capitalismo en su fase de descomposición, aunque venga acompañada de mayores dificultades para el proletariado, no hay indicios de que haya sufrido una derrota con consecuencias irreversibles y que, por lo tanto, acepte todos los sacrificios tanto en materia de condiciones de trabajo como para el reclutamiento para la guerra imperialista.

No sabemos cuándo, ni con qué amplitud se producirán las próximas manifestaciones de ese potencial del proletariado. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que la intervención decidida y apropiada de la minoría revolucionaria ya está hoy condicionando el futuro fortalecimiento de la lucha de clases.

Silvio (julio de 2018)

 

[2] Victor Serge es sobre todo conocido por su célebre relato sobre la historia de la revolución rusa: El año I de la Revolución Rusa.. El libro Es medianoche en el siglo se puede encontrar en español en diversas editoriales.

[3] «Una nueva época surge. Epoca de disgregación del capitalismo, de su hundimiento interior. Epoca de la revolución comunista del proletariado". Carta de invitación al primer Congreso de la Internacional Comunista (IC). Puede leerse: "Plataforma de la Internacional comunista". Revista Internacional n° 94. https://es.internationalism.org/revista-internacional/199807/1194/iv-la-plataforma-de-la-internacional-comunista

[4] La Cuarta internacional, al haber apoyado a la Rusia imperialista (después de la muerte de Trotski), traicionó a su vez el internacionalismo proletario. Ver "El trotskismo, defensor de la guerra imperialista" en nuestro folleto "El trotskismo contra la clase obrera", https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista

[6] Lo cual hará necesaria para el poder en Rusia la firma de los acuerdos de Brest-Litovsk, para así evitar lo peor.

[7] Traducido de Paul Frölich, Rudolf Lindau, Albert Schreiner, Jakob Walcher, Révolution et contre-révolution en Allemagne 1918-1920  ediciones Science Marxiste, 2013.

[11] También otros partidos harán surgir fracciones de izquierda. Leer nuestro artículo “La Izquierda Comunista y la continuidad del marxismo”.

[13] Como lo relataba nuestro camarada Marc Chirik : "Pasar esos años de terrible aislamiento, ver al proletariado francés enarbolar la bandera tricolor, la bandera de los versalleses, y cantar la Marsellesa, todo eso en nombre del comunismo, era, para todas las generaciones que seguían siendo revolucionarias, causa de una tristeza horrible". Y fue precisamente durante la guerra  de España cuando ese sentimiento de aislamiento alcanzó uno de sus momentos más álgidos, cuando muchas organizaciones que habían logrado mantenerse en posiciones de clase acabaron dejándose arrastrar por la oleada "antifascista". Ver nuestro artículo " Marc: de la Revolución de Octubre 1917 a la IIª Guerra Mundial”, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial, Revista Internacional nº 65 (1991)

[14] Ver al respecto "La leçon des évènements d'Espagne" en el número 36 de la revista Bilan (noviembre de 1936). Publicado en castellano en el libro de la CCI España 1936, Franco y la República masacran al proletariado, https://es.internationalism.org/cci/200602/539/espana-1936-franco-y-la-republica-masacran-al-proletariado  

[16] Puede leerse "Recordemos las masacres y los crímenes de las grandes democracias". Revista international n° 66 (papel).

[17]Puede leerse nuestro artículo, publicado en Révolution internationale (publicación en Francia de la CCI) "Quand les démocraties soutenaient Staline pour écraser le prolétariat".https://fr.internationalism.org/brochure/effondt_stal_III_1  

[18] Este libro existe en inglés con el título Crimes and Mercies: The Fate of German Civilians Under Allied Occupation, 1944-1950. Para el autor, "Más de 9 millones de alemanes murieron como resultado de la hambruna deliberada de los aliados y de las políticas de expulsión después de la Segunda Guerra Mundial: una cuarta parte del país fue anexionada y alrededor de 15 millones de personas fueron expulsadas en el mayor acto de limpieza étnica que el mundo haya visto jamás. Más de 2 millones de ellos, incluidos innumerables niños, murieron en la carretera o en campos de concentración en Polonia y otros lugares. Los gobiernos occidentales siguen negando que estas muertes ocurrieron".

[19] Ver en Revista Internacional nº 95, El puente aéreo de Berlín oculta los crímenes del imperialismo aliado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1185/berlin-1948-en-1948-el-puente-aereo-de-berlin-oculta-los-crimenes-

[20] Así se designa en Francia a quienes, durante la Segunda Guerra Mundial, colaboraron con el enemigo alemán.

[21] Leer al respecto nuestro artículo: "Al inicio del siglo XXI - ¿Por qué el proletariado no ha acabado aún con el capitalismo? (I)". Revista Internacional n° 103 (2000).

[22] Ver Hungría 1956 una insurrección proletaria contra el estalinismo, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1141/hungri...

[25] "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (2a parte) - Fin de la contrarrevolución, reanudación histórica del proletariado”

[26] Ver para la Historia de la Revolución Rusa de Trotski, tomo I y tomo II. De John Reed, la obra clave es Diez días que estremecieron al mundo, https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/index.htm

[28] Este tema justifica que se le dedique un artículo a él solo. Lo haremos más adelante en un artículo, pues, dedicado a la evolución del medio político proletario desde 1968.

[30] Ver Hace 40 años la naciente democracia española se estrenó con el asesinato de obreros en Vitoria, /content/4144/hace-40-anos-la-naciente-democracia-espanola-se-estreno-con-los-asesinatos-de-obreros

[35]Las movilizaciones de los indignados en España y sus repercusiones en el mundo: Un movimiento cargado de futuro” (2011); “Movimiento de indignados en España, Grecia e Israel. De la indignación a la preparación de los combates de clase” (2011), Revista Internacional 146 y 147. Consultar la página web https://es.internationalism.org en donde hay una gran cantidad de artículos sobre ese movimiento, desde su origen (el 15-M) hasta el final, en múltiples localidades. Ver igualmente la hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza

Herencia de la Izquierda Comunista: