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En el Foro Comunistas Internacionales[1], una persona que firma Cleto y que se presenta como “compañero adherido a las posiciones del BIPR”[2] ha dirigido una crítica a nuestro artículo Apuntes para una historia de la Izquierda Comunista (Revista Internacional nº 9[3]) que, amablemente, ha colgado el moderador del Foro[4].
En este artículo hacemos una reflexión sobre la primera época del Partido Comunista Internacional en el periodo 1943-48 donde esta organización que se reivindica de la Izquierda Comunista cometió lo que a nuestro juicio son dos graves errores: por una parte, trabar relaciones con los grupos partisanos[5] y, por otro lado, participar en las elecciones del 48 presentando una lista propia[6].
¿Mentiras y distorsiones o un análisis político diferente?
Cleto comienza acusándonos de «distorsiones y mentiras». Sin embargo, al leer su texto comprobamos que confirma completamente todo lo que decimos: reconoce que el PCI participó en los grupos partisanos, reconoce que una parte de la sección de Turín participó en la insurrección que organizó el Comité de Liberación Nacional donde se agrupaban todas las fuerzas burguesas italianas excepto los fascistas que no habían cambiado a tiempo de camisa; reconoce en fin que el PCI participó en las elecciones del 48.
Sí queremos llevar un debate fructífero debemos empezar distinguiendo entre lo que son los hechos y lo que es su interpretación y análisis político. Los hechos son claros y evidentes y Cleto no los puede negar. Otra cosa muy distinta es que él tiene un análisis y una interpretación diferentes. Pero eso no le autoriza a lanzarnos la acusación de “mentir y distorsionar”. ¿O es que no estar de acuerdo con su interpretación significa ser un mentiroso?
¿Es idealismo defender de forma intransigente los principios proletarios?
Entremos en la cuestión de fondo. Cleto afirma que estaríamos cegados por un “idealismo diletante”, que estaríamos encerrados en “fantasías” que nada tendrían que ver con “la lucha de clases verdadera”, viviríamos en un “castillo encantado” lo que nos llevaría a “no entender la dialéctica de los hechos históricos” y a “desacreditar la actividad de quienes interpusieron sus vidas en aras de la militancia comunista”.
Estalinistas y trotskistas suelen justificar sus políticas en nombre del “realismo” y del sacrosanto “estar con las masas”, descalificando toda posición revolucionaria como “infantilismo teórico”. Ellos se presentan como los más comunistas del mundo para añadir a continuación que “se ven obligados” a apoyar todo tipo de guerras imperialistas, de movimientos de “liberación nacional”, todo bando burgués, en suma, “debido a que hay que estar con las masas”.
Ahora bien, lo que es sorprendente es que un argumento de lógica similar proceda de alguien que se reclama de la Izquierda Comunista. En tal caso es necesario poner las cosas en su sitio, porque lo que diferencia radicalmente a la Izquierda Comunista de las corrientes políticas antes mencionadas es precisamente la coherencia entre los principios que se proclaman y las prácticas con los que se defienden.
Cleto se pregunta «Mientras las masas están derramando su sangre guiadas por una perspectiva política engañosa (el frente popular o la Resistencia) ¿Qué deben hacer los comunistas? ¿Deben permanecer cerrados en su círculo y escribir escolásticamente meticulosos análisis sobre los errores de las masas?».
Cuando los obreros toman partido por uno de los bandos en conflicto dentro de una guerra entre fracciones de la burguesía, pierden con ello toda su fuerza, se transforman en peones manejados a placer, dan su sangre por quienes les explotan y oprimen. Ante semejante situación, sólo los principios revolucionarios pueden ayudar a los obreros a recuperar su autonomía como clase y poder luchar con fuerza contra el capitalismo. En 1944-45 aceptar el terreno de la lucha partisana –un movimiento nacionalista e imperialista- so pretexto de “convencer a las masas” era contribuir a que siguieran encerradas en el círculo infernal de la guerra y la explotación capitalista. Solamente el “círculo cerrado” de los “meticulosos análisis” podía ayudar a los obreros a salir del “círculo vicioso” en el que se hallaban atrapados.
En 914, la primera guerra mundial pudo ser desencadenada porque el capitalismo, con el concurso activo de la mayoría de la socialdemocracia y los sindicatos, hizo creer a los obreros que debían aceptar la muerte en el frente y los sacrificios en la retaguardia para defender una causa “justa” de geometría variable. ¡En el bando alemán se trataba de acabar con la barbarie zarista mientras que en el bando aliado –que contaba en sus filas el siniestro régimen del Zar- el objetivo era acabar con la dictadura germánica del Kaiser!.
¿Qué hicieron los revolucionarios? ¿Aceptaron el terreno de la defensa nacional so pretexto de estar con las masas? ¡Rotundamente no! Su batalla fue defender los principios internacionalistas, declararon la guerra a la guerra imperialista, preconizaron la lucha intransigente por la Revolución Proletaria Mundial. La minoría internacionalista (Lenin, Rosa Luxemburgo, Trotski, Bordiga…) “se apartó de las masas”, “permaneció encerrada en su círculo” y escribió “meticulosos análisis” sobre los errores de las masas. Con esa actividad contribuyó a que éstas pudieran salir de su error, ayudó a que fueran encontrando su fuerza, su solidaridad, y, de esta forma preparó las condiciones de la oleada revolucionaria mundial que se inició en 1917.
¿Fue Lenin un idealista?
En abril de 1917 cuando Lenin vuelve a Rusia defendiendo la necesidad de orientar la revolución iniciada en febrero hacia la toma del poder y la lucha por el socialismo, se encuentra con una fuerte oposición por parte del comité central del Partido bolchevique –dirigido en ese momento por Stalin, Kamenev y Molotov- que apoya al Gobierno Provisional, cuyos objetivos declarados son la continuación de la guerra y encerrar la revolución en la camisa de fuerza de la democracia burguesa. En la polémica que se origina en el Partido contra las posiciones de Lenin, Kamenev acusa a éste de “idealismo” y de “separarse de las masas”. Lenin le responde: «El camarada Kamenev contrapone “el partido de las masas” a “un grupo de propagandistas”. Pero las masas se han dejado llevar precisamente ahora por la embriaguez del defensismo “revolucionario”[7]. ¿No será más decoroso también para los internacionalistas saber oponerse en un momento como este a la embriaguez “masiva” que querer seguir con las masas, es decir, contagiarse de la epidemia general? ¿Es que no hemos visto en todos los países beligerantes como se justificaban los chovinistas con el deseo de “seguir con las masas”?¿No es precisamente el trabajo de los propagandistas en el momento actual el punto central para liberar la línea proletaria de la embriaguez defensista y pequeño burguesa masiva?»[8]
En otro documento de la misma época[9], Lenin rebate la manida acusación de idealismo contra su posición arguyendo que «aparentemente esto no es más que una labor de mera propaganda. Pero, en realidad, es la labor revolucionaria más práctica[10], pues imposible impulsar una revolución que se ha estancado, que se ahoga entre frases y se dedica a marcar el paso sin moverse del sitio»
Quizá Cleto piense que Lenin también fue un “idealista”, que “desdeñaba descender a las masas porque no son comunistas puras”. Nosotros pensamos que esa aportación de Lenin es esencial para inspirar la actividad de los revolucionarios. Lenin, en la respuesta a Kamenev antes citada recuerda que «la burguesía se mantiene no solo por los medios de violencia sino también gracias a la falta de conciencia, la rutina, la ignorancia y la falta de organización de las masas».
La clase obrera es la clase portadora del comunismo[11] pero es también una clase explotada que permanece durante la mayor parte del tiempo sometida al imperio de la ideología dominante. Su naturaleza comunista se expresa, entre otros aspectos, en uno muy importante: es capaz de segregar en su seno minorías comunistas que tratan de expresar sus principios y metas así como los medios para alcanzarlos.
Estas minorías no tienen como fin ir corriendo detrás de las masas siguiéndolas en las múltiples y contradictorias situaciones por las que pasan. Hay que estar con el proletariado como clase revolucionaria y no con el “proletariado sociológico” que puede pasar por diferentes estados de conciencia. En el texto antes citado Lenin recordaba que «Antes quedarnos solos, como Liebchneck –y quedarse solos así significa quedarse con el proletariado revolucionario[12]- que abrigar ni por un minuto la idea de una unión con el Comité de Organización[13]»
La clase obrera no es una masa ciega a la que habría que administrar sin que se de cuenta las recetas comunistas. Ese tacticismo pragmático encierra en el fondo una visión manipuladora, un desprecio profundo de la clase obrera. Los obreros no tienen miedo a que se critiquen sus errores. Rosa Luxemburgo decía del proletariado «tan gigantescos como sus problemas son sus errores (…) su vía dolorosa hacia la libertad está jalonada no sólo de sufrimientos inenarrables, sino también de incontables errores. La meta del viaje, la liberación definitiva, depende por entero del proletariado, de sí este aprende de sus propios errores. La autocrítica, la crítica cruel e implacable que va hasta la raíz del mal, es vida y aliento para el proletariado»[14]
¿Cuál fue la postura de nuestros padres políticos?
Cleto menciona la postura de la Izquierda Comunista Italiana ante el Frente Popular y la guerra en España de 1936 diciendo: « El problema que nuestros padres políticos se planteaban –tanto que lo que respecta a España como a la lucha partisana- es lo de siempre la CCI (y sus derivados) no se plantea nunca, porque le es totalmente extraño a su método (idealista) y a su modo de entender la militancia comunista: ¿Cómo hacer para encontrar los principios con las masas en movimiento, dispuestas a una lucha sin cuartel y a los más grandes sacrificios?».
En este pasaje parece dar a entender que Bilan sostuvo la misma postura ante 1936 que la del PCI en 1944-48. ¡Nada más lejos de la realidad!. Se puede consultar nuestro libro 1936: Franco y la República masacran a los trabajadores[15] que tiene como eje los textos de Bilan donde puede comprobarse que siguió una política “idealista” de defensa intransigente de los principios.
Unos años antes, Bilan había polemizado con la Oposición de Izquierdas[16] que también invocaba –como desgraciadamente hicieron en 1948 los “padres políticos” de Cleto- la necesidad de “no aislarse de las masas”. El artículo se titulaba significativamente Los Principios armas de la Revolución y denunciaba que «el militante que expone una posición de principio en una situación dada, se apresura a añadir que esta posición sería válida sí todos los obreros fueran comunistas, que sería muy feliz de poderla aplicar, pero que se ve forzado a tener en cuenta las situaciones concretas y sobre todo la mentalidad de los obreros»[17]. Pone al desnudo los “argumentos” con el que se avala semejante capitulación: «En cada ocasión, el problema se planteará de forma interrogativa: ¿hay en juego una cuestión de principio? Al responder por la negativa habría que dejarse llevar por las sugestiones de la situación, librarse a conjeturas sobre las ventajas que se podría sacar de la lucha pues, en definitiva, tanto Marx como Lenin, por muy intransigentes que hayan sido sobre las cuestiones de principio, ¿no dudaban en arrojarse a la lucha para realizar el mayor número posible de aliados, sin tener en cuenta su naturaleza, sin establecer previamente sí su naturaleza social les permitiría aportar un verdadero apoyo a la lucha revolucionaria?».
Frente a estas posturas, Bilan defiende que: «El partido debe permanecer escrupulosamente fiel a las tesis políticas que ha elaborado, pues si no procede así se prohibirá avanzar en la lucha revolucionaria», concluyendo categóricamente que «para preparar la victoria proletaria actúan a la vez los antagonismos sociales y la obra consciente de las fracciones de izquierda: el proletariado retomará su lucha únicamente sobre la base de sus principios y de su programa».
1948: la regresión del PCI en la cuestión electoral y parlamentaria
Fue la predecesora de la Izquierda Comunista Italiana, la Fracción Comunista Abstencionista, constituida en octubre 1919, la que denunció la mistificación electoral y parlamentaria. Fue uno de sus militantes más destacados –Bordiga- quien hizo aportaciones muy claras sobre esta cuestión[18] y libró una batalla tenaz contra la degeneración de la Internacional Comunista combatiendo uno de sus más graves errores: el “parlamentarismo revolucionario”.
Por ello, constituyó una regresión que en 1948, el Partido Comunista Internacional echara por la borda ese patrimonio y preconizara la participación en la farsa electoral destinada a avalar la configuración política del Estado democrático italiano alrededor de un gobierno basado en la Democracia Cristiana y una oposición constituida por el partido estalinista.
Cleto defiende esta participación con argumentos muy poco convincentes: «!¿Qué decir sobre las elecciones de 1948? Simplemente que fue un intento de insertarse en la gran excitación política en la cual había caído presa el proletariado, para dar a conocer mejor nuestras posiciones, aprovechando el escaparate que ofrecía la propaganda electoral; pero ninguno se ilusionaba en hacer resucitar el parlamentarismo revolucionario: quien diga lo contrario miente o no sabe lo que dice. El partido, en sus manifiestos, en su prensa, invitaba a la abstención, motivándola políticamente y agregaba "si no pueden hacer nada más que votar, entonces voten por nosotros"».
Proponer a las masas abstenerse y votar al mismo tiempo no les aporta la más mínima claridad y lo único que demuestra es la propia confusión del Partido.
Dar como tarea al Partido “insertarse en la gran excitación política en la que había caído presa el proletariado” (una “excitación” creada por la burguesía para que todo el mundo avalara su Estado democrático) confirma todo lo que venimos diciendo: una organización revolucionaria no puede ir a remolque de esa “excitación” sino aportar distancia y conciencia a las masas para ayudarlas a liberarse de ella.
Del mismo modo, Cleto argumenta que habría que “aprovechar el escaparate que ofrecía la propaganda electoral” y proclama arrogantemente que “eso no es parlamentarismo revolucionario” tachando al que diga lo contrario de mentiroso e ignorante. Parece ser que nuestro censor no conoce bien la Resolución sobre “El Partido Comunista y el Parlamento” que adoptó el 2º Congreso de la Internacional Comunista en marzo de 1920 donde se proclamó el “parlamentarismo revolucionario”. En ella se dice que «la participación en las campañas electorales y la propaganda revolucionaria en la tribuna parlamentaria tienen una significación particular para la conquista política de los medios obreros que, al igual que las masas trabajadoras rurales, permanecieron hasta ahora al margen del movimiento revolucionario y de la política»[19] ¿Qué diferencia hay entre esta postura y la que invoca Cleto? ¿Qué diferencia hay entre la postura de Cleto y la que defienden los trotskistas para justificar su participación en el engaño electoral? Sinceramente ninguna.
El argumento sentimental
«Nuestros compañeros entraron en contacto con bandas partisanas, corriendo peligros mortales, por tratar de hacerles entender el error político en el cual habían caído; organizaron y participaron en las huelgas contra la guerra -¡en plena guerra!- y no pocos pagaron con su vida si militancia revolucionaria, puesto que fueron deportados a los campos de exterminio nazi o fueron fusilados. ¿Cómo se permite la CCI externar semejantes aberraciones sobre la dificilísima experiencia de nuestros compañeros?».
Lo que ponemos en causa, en nuestra crítica, no es evidentemente la organización y la participación en las huelgas. Lo que rechazamos categóricamente es la política (púdicamente bautizada por Cleto como “entrar en contacto con los grupos partisanos”) consistente en prácticas el “entrismo” dentro de una organización militar contrarrevolucionaria de la peor especie, constituida directamente bajo el control de los Aliados y, sobre el terreno, del PC y del PS. Una organización militar burguesa que no ofrece ningún terreno propicio para la difusión de los principios y las tácticas revolucionarias pues lo que la distingue del ejército oficial donde los obreros son movilizados a la fuerza es que se basa en el voluntariado. Por ello el heroísmo de los militantes o las persecuciones de los que han sido víctimas, no constituyen ningún argumento a favor de una política. Esta debe ser analizada únicamente a partir del criterio de sí responde a la situación existente y de sí es coherente o no con los principios y los medios de lucha del proletariado. Mezclar las cosas solo sirve para introducir la confusión.
Cleto debería reflexionar sobre el hecho de que los grupos de extrema izquierda del Capital avalan sus políticas de antifascismo, de liberación nacional, de sostén a un bando imperialista, invocando los muertos, los torturados, los detenidos, en esas causas burguesas. La oposición chilena a Pinochet habló largo y tendido de sus muertos y encarcelados. Lo mismo hicieron peronistas, montoneros, trotskistas con los desaparecidos y torturados por la dictadura argentina. Manejaron durante años esa sangre derramada como capital del cual hoy están sacando los réditos para imponer una política de miseria y represión a los obreros y explotados como puede verse con Bachelet y con la pareja Kirchner. El partido estalinista francés se presentaba tras la posguerra de 1945 como “el partido de los 100 mil fusilados”. Con ese chantaje emocional pudo sabotear la huelga de Renault en 1947 proclamando que la “huelga es un arma de los trust”, los 100.000 fusilados fueron utilizados por su jefe de entonces, Maurice Thorez, para pedir a los obreros franceses “que se arremangaran por sacar adelante la economía nacional”.
Los principios armas de la revolución
La burguesía estigmatiza una actitud de defensa intransigente de los principios como fanatismo y fundamentalismo. Ella por el contrario es la clase del pragmatismo, las componendas y la maniobra maquiavélica… La política burguesa se ha convertido en un espectáculo denigrante de alianzas contra natura, donde el ventajismo y las contorsiones ideológicas más delirantes abundan por doquier. Ello ha provocado el aborrecimiento general de la “política”.
El proletariado por el contrario no tiene ninguna necesidad de ocultar –ni de ocultarse a sí mismo- sus principios y los medios de lucha para conseguirlos. Para él no hay contradicción entre sus intereses históricos y sus intereses inmediatos, entre los principios y la lucha cotidiana. La aportación de los revolucionarios es una política clara donde principios y práctica sean coherentes y no se contradigan a cada paso. Para el proletariado lo práctico es la defensa intransigente de sus principios de clase pues son ellos los que le dan una perspectiva para salir del atolladero en que el capitalismo sume a la humanidad, son ellos la guía que orienta sus luchas inmediatas hacia la perspectiva revolucionaria. Como decían nuestros antepasados de Bilan los principios son armas de la revolución.
CCI 28-10-07
ANEXO: TEXTO DE CLETO
Saludos a todos.
Los compañeros adheridos a las posiciones políticas del Buró Internacional por el Partido Revolucionario (BIPR https://www.ibrp.org) están, desde hace tiempo, habituados a las distorsiones, por no decir las mentiras, difundidas por la CCI, sin embargo, en está ocasión he decidido que no se pueden dejar pasar impunemente los comentarios vertidos por la CCI al final de su reseña "Apuntes para una historia de la Izquierda Comunista", publicada en esta lista de discusión el pasado 26 de septiembre. Naturalmente, espero la contrarréplica de la CCI, pero me disculpo con los miembros de esta lista por no haber respondido con anterioridad, dado que no tengo mucho tiempo disponible y el poco que tengo prefiero dedicarlo a la lucha de clases verdadera y no a las fantasías de la CCI. La CCI proyecta hacia el pasado su idealismo diletante, distorsionando la historia, justificando su idealismo característico y, lo peor de todo, desacreditando la actividad de quienes interpusieron sus vidas en aras de la militancia comunista.
Cegada por su idealismo, la CCI no es ni siquiera capaz de leer lo que está escrito claramente y mucho menos de entender la dialéctica de los hechos históricos. ¿Cómo puede decir que nuestros compañeros en 1943-45 tenían la misma posición de la minoría que fue a España? Nuestros compañeros buscaban poner en práctica un marxismo vivo y no un marxismo tipo recetario de cocina, intentando llevar a los partisanos (en gran parte proletarios, convencidos –ilusoriamente- de combatir al nazi-fascismo para preparar la vía de la revolución proletaria) sobre posiciones de clase, por lo que no derramaron su sangre por una causa burguesa; por otro lado, esto lo hicieron en condiciones dificilísimas, cuidándose las espaldas de los fascistas y de los estalinistas. El problema que nuestros padres políticos se planteaban –tanto que lo que respecta a España como a la lucha partisana- es lo de siempre la CCI (y sus derivados) no se plantea nunca, porque le es totalmente extraño a su método (idealista) y a su modo de entender la militancia comunista: ¿Cómo hacer para encontrar los principios con las masas en movimiento, dispuestas a una lucha sin cuartel y a los más grandes sacrificios? Mientras las masas están derramando su sangre guiadas por una perspectiva política engañosa (el frente popular o la Resistencia) ¿Qué deben hacer los comunistas? Deben permanecer cerrados en su círculo y escribir escolásticamente meticulosos análisis sobre los errores de las masas, desdeñando el descender a la lucha porque las masas no son… comunistas puras (y si ya fuesen comunistas, ¿Qué necesidad habría del partido y/o de la simple propaganda… cciísta), o bien deben buscar traducir los principios en acción, a fin de que sean entendidos y asumidos como propios por las masas mismas?
Naturalmente, esto puede comportar errores, pero son los errores de quien vive en la verdadera vida, no en la libresca propia del castillo encantado donde todo es justo porque, por tanto, nunca sería verificado por la realidad.
Nuestros compañeros entraron en contacto con bandas partisanas, corriendo peligros mortales, por tratar de hacerles entender el error político en el cual habían caído; organizaron y participaron en las huelgas contra la guerra -¡en plena guerra!- y no pocos pagaron con su vida si militancia revolucionaria, puesto que fueron deportados a los campos de exterminio nazi o fueron fusilados. ¿Cómo se permite la CCI externar semejantes aberraciones sobre la dificilísima experiencia de nuestros compañeros?
En cuanto a Turín, en abril de 1945, el proletariado participó en la insurrección, y una parte de la sección de Turín participó en la misma, pero en total independencia del CLN (Comitato di Liberazione Nazionale), sin ninguna intención de frentismo o ilusión de condicionar la lucha partisana, además de que la guerra se acercaba a su fin con los aliados tocando las puertas de Turín. ¿Fue un error? Quizá el tipo de error que comete quien vive en la lucha de clases, es decir, ¡el tipo de errores que la CCI! no cometerá nunca!¿Qué decir sobre las elecciones de 1948? Simplemente que fue un intento de insertarse en la gran excitación política en la cual había caído presa el proletariado, para dar a conocer mejor nuestras posiciones, aprovechando el escaparate que ofrecía la propaganda electoral; pero ninguno se ilusionaba en hacer resucitar el parlamentarismo revolucionario: quien diga lo contrario miente o no sabe lo que dice. El partido, en sus manifiestos, en su prensa, invitaba a la abstención, motivándola políticamente y agregaba "si no pueden hacer nada más que votar, entonces voten por nosotros".
[1] Se puede acceder a través de: https://www.yahoo.com/
[2] Buró Internacional del Partido Revolucionario: www.leftcom.org . Sobre el origen del BIPR y el de nuestra organización y sobre como concibe cada grupo la continuidad con la Izquierda Comunista Italiana se puede consultar: Polémica sobre los orígenes de la CCI y del BIPR en Revista Internacional números 90 y 91. Ver "Polémica: hacia los orígenes de la CCI y del BIPR, I - La Fracción italiana y la Izquierda comunista de Francia" y "Polémica: hacia los orígenes de la CCI y del BIPR, II - La formación del Partito comunista internazionalista".
[4] Ver en el Anexo el texto de crítica de Cleto a nuestro artículo
[5] Que eran organizaciones guerrilleras impulsadas por el partido estalinista para hostigar a los ejércitos nazi-fascistas a cuenta del bando rival, el estalinista-democrático.
[6] En la Revista Internacional nº 36-37 publicamos el análisis del 2º Congreso del PCI (1948) que hizo en Internationalisme órgano de la Izquierda Comunista de Francia, nuestro grupo predecesor.
[7] Aclaración por nuestra parte: el “defensivo revolucionario” preconizado abiertamente por mencheviques y social revolucionarios –y sostenido indirectamente por el Comité Central bolchevique- consistió en continuar la participación de Rusia en la guerra imperialista en nombre de que “ahora la situación había cambiado y Rusia tenía una democracia”.
[8] Lenin: Cartas sobre la táctica, página 151 del tomo 31 de sus Obras Completas, edición en español.
[9] Las tareas del proletariado en nuestra revolución (más conocido como Tesis de Abril). En Obras Escogidas tomo 2 página 50 de la edición en español.
[10] Subrayado en el original
[11] Lo que no quiere decir que todos los obreros tengan que declararse “comunistas puros” y que para hacer posible la revolución cada uno de ellos tenga que adoctrinarse en el “comunismo”.
[12] Subrayado en el original
[13] Centro organizador del partido menchevique
[14] Rosa Luxemburgo Obras Escogidas tomo II página 62 edición española.
[15] Hemos sacado una cuarta edición. Se puede encontrar en formato electrónico en /cci/200602/539/espana-1936-franco-y-la-republica-masacran-al-proletariado
[16] Que daría finalmente lugar en su degeneración a lo que se ha llamado la corriente “trotskista”.
[17] Ver Bilan nº 5: Los principios armas de la revolución.
[18] Ver, por ejemplo, El Principio Democrático.
[19] Ver el libro Los Cuatro Primeros Congresos de la Internacional Comunista tomo I página 178 edición española.