Enviado por Accion Proletaria el
En agosto de 2024, incluso antes de la elección de Donald Trump para un segundo mandato presidencial, la CCI propuso a otros grupos de la Izquierda Comunista la realización de un llamamiento común[1] contra los intentos crecientes de la burguesía de movilizar a la población detrás de la falsa elección entre: ser oprimidos por gobiernos liberales democráticos o por gobiernos populistas de derecha. Este llamamiento tenía por objeto reforzar la denuncia de las mentiras y las falsas alternativas de la democracia burguesa, que solo la Izquierda Comunista es capaz de asumir de manera coherente e intransigente.
Lamentablemente, este llamamiento de la CCI fue rechazado por casi todos los grupos a los que iba dirigido, igualmente la mayoría de los grupos de la Izquierda Comunista rechazaron un llamado similar para una declaración internacionalista común contra la guerra imperialista en Ucrania en febrero de 2022. Hoy, un año después, el llamamiento de la CCI contra las campañas democráticas no ha perdido nada de su relevancia como expresión política de la Izquierda Comunista. Al contrario, ¡es aún más pertinente!
Seis meses después del regreso de Trump al poder, los ataques contra la clase obrera no han dejado de intensificarse: expulsiones y detenciones militarizadas masivas de trabajadores inmigrantes, recortes masivos en las prestaciones sociales y de salud, más de 150,000 puestos de trabajo suprimidos en la función pública federal... Tanto el ala «liberal» de la burguesía como los autoproclamados «socialistas» (Sanders, Ocasio-Cortez, etc.), todos ellos alineados con el Partido Demócrata, han lanzado una campaña a gran escala para movilizar a la población contra estas medidas. No, por supuesto, para movilizar a la clase obrera contra estos ataques, sino para impedir que se desarrolle tal movilización. La propaganda de los liberales y la izquierda presenta los ataques de la derecha populista no como el resultado del sistema capitalista en su conjunto, del que ellos también son responsables, sino como el resultado del desprecio populista por las reglas democráticas, del desprecio de Trump por el «Estado de derecho», la falta de respeto por la independencia del poder judicial burgués, por el carácter sagrado de la Constitución estadounidense y por todas las demás innumerables fachadas humanitarias que ocultan la dictadura del capital sobre el trabajo. El objetivo que se perseguía era orquestar movimientos masivos de protesta, no para proponer una respuesta de la clase obrera, en el terreno de sus propios intereses de clase, contra todas las fracciones de la burguesía (tanto de derecha como de izquierda), sino para contener y desviar la revuelta hacia una defensa del Estado «democrático» contra sus desviaciones populistas. Y esto dio sus frutos.
La resistencia al régimen de Trump en Estados Unidos se ha caracterizado por las protestas patrióticas de numerosos funcionarios federales contra los despidos masivos orquestados por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Elon Musk, por la revuelta en el terreno de la «democracia » y el «Derecho» burgués contra las expulsiones masivas de trabajadores inmigrantes por parte del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), y finalmente por la defensa humanitaria del nacionalismo palestino contra el apoyo de Trump a la masacre de inocentes en Gaza por parte de Israel.
Y estas acciones de protesta democrática han tendido a repercutir en otros países, ya que la elección de Trump contribuyó a aumentar la polarización dentro de la burguesía de otros países entre las facciones populistas y democráticas durante el año 2025. En Corea del Sur, las facciones democráticas movilizaron enormes manifestaciones contra el intento de golpe de Estado del presidente Yoon Suk-yeol. En Turquía, multitudes masivas salieron a las calles para «defender la democracia turca» en apoyo al líder de la oposición contra los dictados autocráticos del presidente Erdogan. En Serbia también se han producido manifestaciones democráticas masivas contra la corrupción del presidente Vučić. Movimientos similares, más o menos importantes, pero que reflejan la misma motivación, han tenido lugar en la mayoría de los demás países.
¿Cuál debe ser la política de la clase obrera, única fuerza objetivamente interesada y capaz de derrocar el actual sistema social moribundo, ante estos movimientos a menudo masivos de la población? ¿Y cuál es, entonces, el papel de la fracción más avanzada de la clase obrera, cuya tarea es formular una orientación para el conjunto de la clase?
Los comunistas deben denunciar claramente los ataques tanto democráticos como populistas de la burguesía y advertir a la clase obrera del peligro de movilizarse detrás de lo que, en realidad, son luchas entre diferentes fracciones de la clase dominante. Deben llamar a los trabajadores a luchar en su propio terreno, en defensa de sus propios intereses contra la clase dominante en su conjunto. Pero, ¿qué tendencia política responde hoy a esta necesidad?
Hemos planteado la misma pregunta en nuestro Llamamiento: «¿Cuáles son las fuerzas políticas que realmente defienden los intereses de la clase obrera contra los crecientes ataques de la clase capitalista? No son los herederos de los partidos socialdemócratas que vendieron su alma a la burguesía durante la Primera Guerra Mundial y que, junto con los sindicatos, movilizaron a la clase obrera para la masacre de varios millones de personas bajo el uniforme y en las trincheras. Tampoco los últimos apologistas del régimen “comunista” estalinista que sacrificó a decenas de millones de trabajadores por los intereses imperialistas de la nación rusa durante la Segunda Guerra Mundial. Ni el trotskismo o la corriente anarquista oficial que, salvo algunas excepciones, prestaron un apoyo crítico a uno u otro bando en esta carnicería imperialista. Hoy en día, los descendientes de estas últimas fuerzas políticas se alinean, de manera “crítica”, detrás de la democracia burguesa liberal y de izquierda contra la derecha populista para contribuir a desmovilizar a la clase obrera.
Solo la Izquierda Comunista, aunque poco numerosa, se ha mantenido fiel a la lucha independiente de la clase obrera durante los últimos cien años. Durante la ola revolucionaria obrera de 1917-23, la corriente política dirigida por Amadeo Bordiga, que entonces dominaba el Partido Comunista Italiano, rechazó la falsa elección entre los partidos fascista y antifascista, que habían trabajado conjuntamente para aplastar violentamente el impulso revolucionario de la clase obrera. En su texto “El principio democrático” de 1922, Bordiga denunció la naturaleza del mito democrático al servicio de la explotación capitalista y el asesinato.
En la década de 1930, la Izquierda Comunista denunció a las fracciones de izquierda y derecha de la burguesía, fascistas o antifascistas, que preparaban el próximo baño de sangre imperialista. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, solo esta corriente pudo mantener una posición internacionalista, llamando a la transformación de la guerra imperialista en una guerra civil de la clase obrera contra toda la clase capitalista en cada nación. La Izquierda Comunista rechazó la macabra elección entre la carnicería democrática o fascista, entre las atrocidades de Auschwitz o Hiroshima.»
Hoy en día, la corriente comunista de izquierda sigue siendo minoritaria y «a contracorriente» de todos esos restos políticos surgidos del período contrarrevolucionario que duró unos 50 años tras la derrota de la Revolución de Octubre. Pero, la perspectiva de una nueva ofensiva de la clase obrera contra el capitalismo mundial resurgió con la reanudación de la crisis económica capitalista abierta y el despertar masivo de la lucha internacional de la clase obrera a finales de los años sesenta. La perspectiva de la reconstitución del Partido Comunista sobre la base de las posiciones de la Izquierda Comunista volvió a plantearse.
El rechazo de estos llamamientos de la CCI por parte de la mayoría de los grupos de la Izquierda Comunista sugiere que la mayoría de los grupos de esta tradición política se encuentran en un estado de esclerosis y degeneración, incapaces de reconocer que sus propios micro partidos forman parte de una tradición más amplia, ni de percibir la importancia, para la clase obrera de hoy y del futuro, de la intransigencia en esta posición contra la democracia que la fracción italiana de la Izquierda Comunista desarrolló en los años treinta. En consecuencia, la mayoría de estos grupos son incapaces de defenderla de manera coherente dentro de la clase obrera hoy y en el futuro, y caen, en la práctica, en el discurso oportunista dominante de la izquierda.
Estos grupos han publicado en su prensa algunos artículos y volantes en respuesta a las campañas y movimientos democráticos actuales que reflejan esta confusión. Uno de ellos en particular es representativo de su visión y lo utilizaremos para poner de relieve una ilusión más general.
La Tendencia Comunista Internacional: Cómo difuminar la distinción entre movimientos proletarios y movimientos de defensa de la democracia burguesa
Un artículo del 22 de julio de 2025 titulado «Como consecuencia de la crisis capitalista: manifestaciones y disturbios, y la necesidad de una expresión independiente de la clase», publicado en el sitio web de la TCI, hace balance del alcance de las movilizaciones en defensa de la democracia burguesa. Enseguida, el artículo lamenta que la clase obrera no haya sido capaz de «afirmarse como una fuerza política independiente en estas manifestaciones» y propone como solución que la clase obrera retome su lucha a un nivel más alto y forme un partido comunista internacional para vincular esta lucha al derrocamiento revolucionario del capitalismo. Además, es necesaria una lucha internacionalista contra la guerra imperialista. Por el momento, nada que destacar.
En la descripción que hace el artículo de las grandes manifestaciones contra los ataques de la derecha populista en varios países durante el último año, se omite por completo el hecho de que estas se inspiraron en la campaña democrática llevada a cabo por el resto de la burguesía en los principales países capitalistas, no, por supuesto, dirigidas contra los ataques de la derecha populista contra las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, sino contra las «prácticas antidemocráticas» del populismo. Y esta es una política que la burguesía lleva practicando desde hace al menos una década, desde que el populismo se convirtió en una tendencia política dominante al seno de los Estados burgueses. Además, el artículo parece ignorar por completo que la burguesía lleva mucho tiempo utilizando sus divisiones políticas como arma ideológica en contra de su adversario, la clase proletaria, para pacificarla, desviarla de su combate si es posible y ahogar su lucha revolucionaria en sangre, como lo demostró brutalmente en la contrarrevolución liderada por los socialdemócratas en Alemania en 1919. Sin embargo, se supone que la TCI, siguiendo la tradición de la Izquierda Comunista, ha aprendido la lección de la amenaza que la democracia representaba para el proletariado. Más adelante examinaremos esta tradición histórica de rechazo intransigente de la democracia por parte de la Izquierda Comunista.
Sin embargo, su artículo es incapaz de identificar la naturaleza burguesa de estas protestas democráticas y pasa por alto la distinción esencial que los revolucionarios deben hacer entre las protestas democráticas y los movimientos verdaderamente proletarios: «Durante el último año, hemos sido testigos de algunas de las mayores manifestaciones de las últimas décadas en varios países. Estas luchas no tenían un carácter de clase claro y variaban considerablemente en cuanto a sus principales reivindicaciones y factores desencadenantes. Pero, aunque la clase obrera no dominó estas manifestaciones, gran parte de la clase (y en cierta medida las organizaciones obreras y las actividades de huelga) se movilizó claramente, ningún aspecto de las condiciones de vida de los proletarios se libra de la aceleración de la crisis del capitalismo. A continuación, describiremos brevemente algunas de estas manifestaciones, lo que consideramos sus limitaciones y lo que creemos que es el camino a seguir».
A continuación, el artículo relata las luchas en Corea del Sur, Grecia, Turquía, Estados Unidos y otros lugares, que demuestran que, lejos de carecer de un «carácter de clase claro», se sitúan claramente, a pesar de la presencia de numerosos trabajadores en su seno, en el terreno de la defensa de los valores democráticos burgueses contra el «autoritarismo» y la «corrupción» vinculados al auge del populismo político, y no tienen nada que ver con la defensa de los intereses propios de los trabajadores como clase[2].
Por lo tanto, el artículo omite advertir a la clase trabajadora sobre el peligro de implicarse en estas manifestaciones. Por el contrario, sugiere que es posible hacerlas «avanzar» (¿hacia dónde?) superando sus supuestas limitaciones.
El artículo confirma este error al concluir: «En resumen, se puede decir que estas luchas están dirigidas contra la corrupción y un desarrollo cada vez más autoritario, y contra un Estado que ya no proporciona los servicios básicos ante el agravamiento de la crisis capitalista. No se trata de luchas puramente proletarias, pero está claro que en ellas participan elementos importantes de la clase obrera. Son la expresión de un descontento y una frustración generales que se acumulan bajo la superficie y que a veces deben estallar».
Las recientes luchas democráticas en diversos países demuestran que están muy lejos de ser luchas proletarias, ni siquiera «impuras». Por el contrario, muestran que el descontento general y la frustración de la población siempre son anticipados o recuperados por la burguesía y ahogados en movimientos mistificadores destinados a defender la democracia e impedir la lucha de clases, a pesar de la presencia de numerosos elementos de la clase obrera en su seno.
Para ser justos con la TCI, hay que señalar que el artículo extrae las lecciones de la Primavera Árabe de 2011 en Egipto y subraya que este movimiento de masas, a pesar de las huelgas masivas en la industria textil, se ahogó en el océano contaminado de la lucha por la democracia burguesa. Pero el artículo no logra aplicar esta lección a los movimientos democráticos de 2025.
Dada la incapacidad del artículo de la TCI para advertir sobre el peligro de confundir la lucha proletaria con la lucha por la democracia, o sobre el peligro de actuar como si fuera posible convertir un movimiento en terreno burgués en una lucha proletaria, se entiende mejor por qué este grupo rechazó el llamamiento de la CCI, que anticipaba y adoptaba una posición clara contra las campañas y las luchas democráticas. Este llamamiento elimina efectivamente la posibilidad de que tales campañas puedan transformarse en movimientos de clase.
El rechazo del llamamiento por parte de los demás grupos no se debió a un desacuerdo con la letra del llamamiento, sino con su espíritu: el llamado pone de manifiesto una brecha entre la Izquierda Comunista y todas las demás tendencias políticas (desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda) e impide cualquier concesión oportunista a estas últimas.
Del mismo modo, la TCI rechazó el llamamiento internacionalista de la CCI de 2022, no porque estuviera en desacuerdo con los principales argumentos teóricos de dicho llamado, sino porque, en la práctica, la TCI pretendía que era posible crear un movimiento internacionalista contra la guerra más allá de la intransigencia de la tradición de la Izquierda Comunista: una pretensión que dio lugar al engaño de la iniciativa «Not war but the class war» (No a la guerra, sino a la guerra de clases).
Las movilizaciones democráticas no pueden ser transformadas en movimientos proletarios
La idea de que las movilizaciones democráticas actuales serían ambiguas o fluctuantes en su naturaleza de clase significaría que podrían, potencialmente, ser transformadas en movimientos proletarios. Y la TCI no ha dudado en asumir esta lógica infundada y errónea, a pesar de que ambos tipos de movimientos son completamente antagónicos e incompatibles entre sí. El subtítulo del artículo ilustra perfectamente esta ilusión: «De la guerra callejera a la guerra de clase».
Otro ejemplo se encuentra en un volante (11 de junio de 2025) de su afiliado estadounidense, el Internationalist Workers Group, contra la ofensiva del ICE. Al tiempo que destaca que la presidencia demócrata de Barack Obama había deportado a más inmigrantes que Trump, el volante afirma: «Los trabajadores, en todas partes, deben estar preparados para defenderse a sí mismos, a sus vecinos y a sus compañeros de trabajo contra las redadas del ICE. Desde los comités de acción vecinal hasta las luchas en los lugares de trabajo, pasando por las manifestaciones masivas, la lucha debe ser liderada por la clase trabajadora utilizando su inmensa fuerza»[3].
Pero el volante omite mencionar que la respuesta de clase en los barrios a las redadas del ICE ya había sido saboteada con mucha antelación por el Partido Demócrata, como lo demuestran estas declaraciones de apoyo de sus representantes: «Él [Trump] ha declarado la guerra. La democracia está siendo atacada ante nuestros ojos.» (Gavin Newsome, gobernador de California); «Estamos en guerra por el alma de nuestro país, por nuestra democracia.» (Dolores Huerta, antigua líder sindical y activista por los derechos civiles); «La protesta, llevada a cabo pacíficamente, es la base de nuestra democracia.» (Andrew Ginther, alcalde de Columbus, Ohio); «Defendemos la democracia, la justicia y el Estado de derecho.» (Consejo Democrático Judío de América).
La lucha desesperada de los trabajadores inmigrantes contra las acciones militarizadas de la ICE hoy en día (una agencia que existe desde el ataque a las Torres Gemelas en 2001) ya se había puesto en marcha para defender la democracia estadounidense contra la «ilegalidad» de las medidas trumpistas y contra el desprecio populista por los «derechos humanos», contra el desprecio por las leyes y los procedimientos democráticos. Esas mismas leyes que antes ocultaban la brutalidad de las expulsiones de inmigrantes ilegales por parte de los demócratas. En otras palabras, las protestas contra el ICE hoy en día no son una lucha de clases contra los ataques del Estado capitalista a los trabajadores inmigrantes, sino una campaña a favor de la legalidad burguesa y la restricción por parte de la «ley» de la brutalidad contra los trabajadores inmigrantes.
Sin embargo, el volante de la TCI llama a la clase obrera a tomar las riendas de la lucha contra la ICE, a transformarla en un movimiento de clase. Esto significaría, si fuera posible en la actualidad, el rechazo de todas las divisiones y fronteras nacionales y la confrontación no solo con el rostro militarizado del Estado encarnado por la ICE, sino también con su rostro democrático alternativo y sus «derechos». En resumen, significaría un movimiento completamente diferente en un terreno de clase diferente. Esto solo sería posible si la clase obrera ya hubiera desarrollado a nivel político su propia lucha de clases por sus propios intereses. Pero, como lo reconoce el volante y el artículo de la TCI, esto aún está lejos de ser una realidad.
Sin embargo, ni el artículo ni el volante mencionan las luchas salariales de los trabajadores a escala internacional durante el último año y desde 2022 (incluido en los Estados Unidos), que se han desarrollado en un terreno de clase, que se distinguen claramente de las campañas y movimientos democráticos, y que constituyen la única base para la futura lucha política completamente diferente del proletariado como movimiento autónomo.
Una repetición de otros errores oportunistas como los cometidos en el movimiento Black Lives Matter
Lamentablemente, el volante y el artículo de la TCI no son un error aislado, sino una repetición de otros errores importantes cometidos por los grupos de la Izquierda Comunista, como el de la TCI (¡otra vez!) que imaginó que los disturbios y manifestaciones de «Black Lives Matter» contra el asesinato de George Floyd por la policía, que estallaron en 2020 durante el primer mandato de Trump, eran un movimiento de la clase obrera: «En 1965, al igual que en 2020, la policía mata, y la clase responde desafiando el orden social corrupto por el que asesina. La lucha continúa»[4].
La TCI añadió que el movimiento «no va lo suficientemente lejos» y que no debería apoyar al Partido Demócrata. Pero, eso no tiene sentido si el movimiento ya va en la dirección equivocada[5]. Tiene aún menos sentido si se tiene en cuenta que los izquierdistas, los especialistas en afirmar que las movilizaciones democráticas pueden, de hecho, «ir más lejos», ya ocupan por completo ese terreno político burgués y no necesitan en absoluto la ayuda de grupos comunistas de izquierda descarriados.
Al igual que en el artículo sobre las luchas democráticas actuales, la TCI declaraba entonces de manera perentoria, sin preocuparse por la situación concreta de la clase obrera, que «la rebelión urbana debe transformarse en revolución mundial».
Orígenes e historia de este piadoso deseo oportunista sobre las movilizaciones democráticas
El llamamiento de la CCI contra las campañas democratistas se basa en el importante logro de la fracción italiana Bilan en los años 1930, para la cual las «luchas democráticas» y la «lucha proletaria» son antagónicas, y cualquier confusión sobre esta cuestión resulta fatal.
La posición de Bilan puede resumirse así: Las experiencias «democráticas» desde 1918 han demostrado que la defensa de la democracia es una negación de la lucha de clases, sofoca la conciencia del proletariado y conduce a su vanguardia a la traición; «El proletariado encuentra, por el contrario, la razón de su misión histórica en la proclamación de la falsedad del principio democrático, en su propia naturaleza y en la necesidad de suprimir las diferencias de clase y las clases mismas» (Fascismo - Democracia: Comunismo; Bilan nº 13 -noviembre-diciembre de 1934.
La mayoría de Bilan defendió entonces esta oposición de principio contra la ideología democrática a costa de una escisión con una minoría de la fracción que la abandonó y partió a combatir a España en 1936, con la ilusión de que el conflicto militar del ala republicana democrática contra el ala fascista de la burguesía era el precursor de una revolución proletaria, en lugar de, como demostró la realidad, la preparación de la masacre de la clase obrera en una guerra imperialista. La minoría de Bilan confirmaba así en la práctica la posición de Vercesi según la cual la defensa de la democracia conduce a la vanguardia proletaria a la traición. En los años treinta, el rechazo del antifascismo, es decir, el rechazo de la defensa de la democracia burguesa, era la prueba decisiva de una tendencia comunista[6].
Cabe señalar que, sin tener que renegar de su intervención junto a los republicanos en España, los miembros de esta minoría de Bilan se integraron más tarde en el Partido Comunista Internacionalista (PCInt), antecesor de todos los grupos de la Izquierda Comunista que rechazaron el llamamiento de la CCI contra las campañas democráticas.
El PCint se fundó en 1943 en Italia como partido internacionalista de la izquierda italiana, pero era muy heterogéneo en el plano político. Muchos militantes que no habían roto con las posiciones frentistas y antifascistas se unieron a este nuevo partido. Los propios fundamentos sobre los que se creó el partido contenían todo tipo de ambigüedades, lo que significaba que el partido constituía una regresión política con respecto a las posiciones de la Fracción antes de la guerra, las posiciones de Bilan. Aunque se mantuvo en el campo proletario en sentido general, el PCint no logró distanciarse de las posiciones erróneas de la Internacional Comunista, por ejemplo, sobre la cuestión sindical y la participación en las campañas electorales.
Solo el grupo de la Izquierda Comunista de Francia supo, durante ese período, mantener una posición intransigente contra la democracia burguesa y continuar la labor política de Bilan después de la Segunda Guerra Mundial[7].
Al final de la Segunda Guerra Mundial, el PCInt desarrolló una actitud ambigua hacia los grupos de partisanos antifascistas en Italia —totalmente alineados con la guerra imperialista junto a los Aliados— que, debido a la presencia de trabajadores entre ellos, pensaba que podía de alguna manera unir a la revolución proletaria gracias a la participación del PCInt en sus filas[8].
Cuando el PCInt se escindió en 1952, esta confusión inicial en torno a su formación no se aclaró posteriormente, ni siquiera por parte de Battaglia Comunista (hoy TCI), a pesar de sus críticas al bordiguismo durante la escisión. Por lo tanto, era inevitable que siguiera manifestándose esta misma actitud conciliadora hacia las luchas democráticas.
En 1989, con la caída del muro de Berlín y el colapso de los regímenes del bloque del Este, Battaglia interpretó erróneamente la ira de la población contra el odiado régimen de Nicolae Ceausescu en Rumanía como una «verdadera insurrección popular», cuando en realidad la población se movilizaba detrás de la oposición más democrática para sustituirlo. En cuanto a las reivindicaciones democráticas de las luchas obreras de la época en la propia Rusia, Battaglia, aunque admitió que estas reivindicaciones podían ser utilizadas por un sector de la burguesía, declaró: «Para estas masas impregnadas de anti estalinismo y de la ideología del capitalismo occidental, las primeras reivindicaciones posibles y necesarias son las que tienen por objeto derrocar el régimen “comunista”, liberalizar el aparato productivo y conquistar las “libertades democráticas”»[9].
Es claro que la ambigüedad en la práctica de estos grupos en cuanto al rechazo de las luchas democráticas tiene una larga historia. Pero, es imperativo que la intransigencia de clase sobre este principio sea reforzada por la Izquierda Comunista, no solo para la lucha de clases de hoy, sino también para la lucha revolucionaria del mañana y para la formación de su partido de clase, que dependerá en gran medida del rechazo de cualquier conciliación con cualquiera de las formaciones políticas de la clase dominante, que explota sus divisiones para obstaculizar esta perspectiva.
Como, 8 de septiembre 2025.
[1] «Por un llamamiento de la Izquierda Comunista contra la campaña internacional en favor de la democracia burguesa», publicado en la página web de la CCI y enviado a todos los grupos de la Izquierda Comunista (2024).
[2] Para un informe completo, leer los dos artículos siguientes: Manifestación en defensa de la democracia en Estados Unidos: La burguesía intenta encerrar a la clase obrera en la trampa del antifascismo y Corea del Sur, Serbia, Turquía... Los trabajadores no deben dejarse arrastrar a movilizaciones en defensa de la democracia burguesa (disponible en francés).
[3] Contra la deportación y el imperialismo: No a la guerra, sino a la guerra de clases (disponible en inglés).
[4] Sobre Minneapolis: Brutalidad policial y lucha de clases (disponible en inglés).
[5] Para un informe completo, leer: Los grupos de la Izquierda Comunista frente al movimiento Black Lives Matter: una incapacidad para identificar el terreno de la clase obrera.
[6] Véase el folleto de la CCI «La Izquierda Comunista italiana 1926-1945», en particular el capítulo «1933-1939: Balance, etapas importantes en el camino hacia la derrota».
[7] Para más información sobre este grupo del que proviene directamente la CCI, véase: Los orígenes de la CCI y del BIPR, I - La Fracción italiana y la Izquierda Comunista de Francia. Revista Internacional nº 90. Tercer trimestre de 1997.
[8] Las ambigüedades sobre los «partisanos» en la constitución del Partido Comunista Internacionalista en Italia; Revista Internacional nº 8. Primer trimestre de 1977.
[9] Polémica: Frente a la conmoción en el Este una vanguardia en retraso. Revista Internacional nº 62. Tercer trimestre de 1990.






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