Enviado por CCI Online el

Cuanto más tiempo pasa, más atrocidades se acumulan, más insuficientes son las palabras para describir el hospicio a cielo abierto de Gaza. Tras la matanza perpetrada por Hamás el 7 de octubre de 2023, la respuesta israelí supera todos los niveles de barbarie. La mayoría de las más de 50 000 muertes causadas por los bombardeos y las incursiones del ejército israelí son civiles, niños y proletarios indefensos. El ejército israelí ataca deliberadamente a grupos de civiles y a infraestructuras vitales y sanitarias, empujando voluntariamente a la población a migrar de un extremo a otro del territorio de la gigantesca prisión que es Gaza y a abandonar todo lo que poseen para intentar desesperadamente mantenerse con vida. Como dueña de las fronteras del enclave, hambrea cínicamente a la población limitando el suministro de agua y alimentos, impide la entrada de medicamentos y material médico indispensable para atender a las decenas de miles de heridos y destruye metódicamente, en una orgía de violencia, todo lo que se ha construido allí.
Las «grandes democracias occidentales» multiplican las declaraciones de horror ante las atrocidades. Sus palabras son cada vez más duras con el Gobierno israelí, pero no toman ninguna medida, como detener el suministro de armas y municiones, para poner fin al baño de sangre. ¡No son más que gritos de indignación, y con razón! Desde las masacres en Irak, Afganistán o Vietnam hasta los bombardeos con fósforo de las ciudades alemanas de Dresde y Hamburgo o las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, los países occidentales, como todos los países del mundo, nunca han retrocedido ante las masacres más atroces para imponer sus sórdidos intereses. El aniversario del 8 de mayo de 1945, celebrado con gran pompa como la «victoria sobre la barbarie nazi», expresa toda la hipocresía de los dirigentes de estas potencias democráticas que se acomodan al genocidio en curso, siempre dispuestos a recurrir a todas las mentiras y amnesias posibles para ocultar que ellos mismos tienen las manos manchadas con la sangre de las víctimas de las masacres coloniales y de las dos guerras mundiales.
Detrás del genocidio en Gaza: la barbarie del capitalismo
Esta barbarie desatada por ambos bandos, aunque sean asimétricos, la vemos en acción en todo el mundo: en Siria y Líbano, en Sudán y Yemen, en India y Pakistán, en Ucrania o en el Congo. Es cierto que las masacres en Gaza tienen su origen en 75 años de enfrentamientos entre las burguesías israelí y palestina y de intrigas imperialistas en Oriente Próximo, pero se basan en un origen común a todos los conflictos, claramente planteado por Rosa Luxemburgo y Lenin a principios del siglo XX: con la entrada del capitalismo en su fase de declive histórico, se abrió la era del «imperialismo, fase suprema del capitalismo». Todos los Estados capitalistas deben ahora defender sus intereses en detrimento directo de sus competidores internacionales. Ningún Estado puede sustraerse a esta lógica. Como ningún Estado puede renunciar a defender su lugar en el mercado mundial, todos los golpes, incluso los más ignominiosos, los más bárbaros, los más repugnantes, están permitidos.
El período actual, el de la fase última de descomposición del sistema, no hace más que acentuar la escalada de la barbarie. Hace 35 años, en nuestras Tesis sobre la descomposición, ya escribíamos: «Así [vemos] el desarrollo del terrorismo y los secuestros como medios de guerra entre Estados, en detrimento de las «leyes» que el capitalismo se había dado en el pasado para «regular» los conflictos entre fracciones de la clase dominante». En Gaza, Hamás utiliza rehenes como escudo humano para intentar contener la respuesta militar israelí, al tiempo que el ejército israelí utiliza a los dos millones de habitantes de la Franja de Gaza como moneda de cambio con su enemigo palestino. Cada bando utiliza la amenaza contra los civiles en su lucha contra el enemigo.
Debido a la creciente fragmentación política de las facciones burguesas, una política orientada a la defensa coherente de los intereses del Estado parece cada vez más difícil, si no imposible. Este fenómeno, que existe en todos los países, se traduce en una política general de «sálvese quien pueda» llevada a cabo por gran parte del aparato político burgués.[1] Este «cada uno por su cuenta» se traduce en Israel en el hecho de que, en su desesperada lucha por la supervivencia política, Netanyahu se ha convertido en un proyectil incontrolado para el padrino estadounidense, al frente de un gobierno que integra facciones sionistas de extrema derecha irresponsables que ya no ocultan su intención de aplicar una «solución final» al problema palestino, un gobierno que ya ni siquiera finge tener en cuenta la vida de los rehenes retenidos por Hamás o la de los civiles palestinos, tanto en Cisjordania como en Gaza. Ya solo queda una huida hacia adelante nihilista hacia la barbarie, cuya conclusión solo puede ser la eliminación física, mediante la masacre o el exilio, de todos los palestinos de Cisjordania y Gaza. Se trata fundamentalmente de la misma lógica que la de Hamás, la de las clases dominantes que encarnan la lógica represiva y militarista hasta el extremo: los rehenes, vivos o muertos, nunca han impedido que la población de Gaza sufra represalias atroces, ni que Hamás cometa crímenes y ejerza su propia represión contra los palestinos que se manifiestan para detener la matanza.
Este es claramente el futuro que nos depara el capitalismo: la masacre masiva de civiles a través de guerras que no perdonan a nadie, el apetito de venganza pura, el exterminio de los opositores políticos y las facciones enemigas, la destrucción total de ciudades enteras, hospitales y escuelas, el desarrollo de ideologías totalmente irracionales basadas en la religión, en visiones conspirativas, en la desconfianza hacia todos y hacia todo. El resultado es la destrucción de toda vida organizada para la humanidad entera y ya se puede ver que este cáncer que carcome al capitalismo tiene metástasis en todo el planeta.
La única perspectiva alternativa frente a esta dinámica destructiva es el desarrollo de la lucha proletaria contra los sacrificios humanos, económicos, sociales y culturales que impone esta sociedad en descomposición. El proletariado es la única clase cuya perspectiva se opone frontalmente a la de la burguesía. Más que nunca, el único futuro de la humanidad está en manos de la clase obrera, la única clase revolucionaria en el capitalismo. Solo ella, con su lucha sin fronteras, es capaz de defender un principio potencialmente salvador: el del internacionalismo proletario. En Gaza, como en otros lugares, ante los enfrentamientos imperialistas cada vez más numerosos y sangrientos, no hay ningún bando, ningún beligerante al que apoyar.
HD, 25 de mayo de 2025
[1] La llegada al poder de la banda de Trump en Estados Unidos es una expresión de ello, pero encontramos más o menos la misma situación en Corea del Sur, en Argentina y en casi todos los países europeos.