Enviado por Revolucion Mundial el

Las instituciones económicas más respetadas de la burguesía se jactan de una evaluación bastante positiva del estado actual de la economía mundial, que “ha demostrado una notable resistencia frente a la pandemia, la guerra en Ucrania y un aumento de la inflación”[1]. El FMI, el Banco Mundial y otras instituciones prevén un crecimiento ligeramente mayor en 2025 que en 2024, a pesar de sus preocupaciones sobre grandes incertidumbres y riesgos, en particular debido al aumento de las tensiones geopolíticas. Pero la realidad es muy diferente: el sistema capitalista continúa su trayectoria hacia el abismo de una crisis económica crónica, hundiendo al mundo aún más en el estancamiento y la pobreza.
La desaceleración sin precedentes de la economía mundial
En 2024, la economía mundial no se ha recuperado de la pandemia del Covid-19 y de sus estrictos confinamientos, lo que se traduce en una economía mundial más débil que nunca. ¿Cómo podría ser de otra manera? Antes de la aparición del Covid-19, el capitalismo ya contaba con un sistema monetario y financiero muy frágil y una deuda nacional masiva, lo que presagiaba un período de graves convulsiones[2]. La pandemia que se desarrolló en 2020 no hizo más que acentuar estas tendencias, en particular al perturbar aún más las cadenas de producción y el comercio mundial.
En los últimos 25 años, la economía mundial se ha mantenido a flote principalmente gracias a la administración de una dosis masiva de crédito, lo que ha provocado un aumento vertiginoso de la deuda pública. “La deuda pública mundial se ha más que quintuplicado desde 2000, superando claramente el PIB mundial, que se ha triplicado en el mismo período”[3]. La ONU habla de un aumento alarmante de la deuda pública mundial (es decir, principalmente la acumulada durante varios años por los organismos gubernamentales), que debería alcanzar una cifra récord de 97 billones de dólares en 2023, mientras que la deuda mundial total (una deuda total que también incluye la de las empresas y los hogares) iba camino de alcanzar la delirante cifra de 300 mil millones de dólares, para un PIB mundial de solo 105 mil millones de dólares.
En los últimos años, la economía mundial se ha visto golpeada por el estallido de guerras extremadamente violentas en Oriente Medio y Ucrania. Esta última ha provocado un aumento de la inflación en los dos países en guerra, con un fenómeno de contagio en varios países vecinos, como los Estados bálticos, donde la inflación superó el 20% en 2022. Las sanciones contra Rusia han tenido un impacto negativo tanto en la economía rusa como en los países situados cerca de la zona de guerra. El impacto más notable ha sido en la economía alemana, que ha roto las relaciones comerciales con Rusia y ha perdido suministros de gas barato.
El período 2020-2024 fue el quinquenio de crecimiento del PIB más débil de los últimos treinta años. En 2024-25, se espera que el crecimiento sea inferior al crecimiento medio de la década de 2010 en casi el 60% de las economías del mundo. Esta deplorable situación plantea la posibilidad real de que las grandes economías como Estados Unidos, Europa y China se vean afectadas por la estanflación.
Los países centrales se ven duramente afectados por la crisis
La economía europea, ya de por sí frágil, se ve sometida a una dura prueba por los precios relativamente altos de la energía y las colosales deudas nacionales. La economía alemana está al borde de la recesión. Su sector manufacturero (automóvil y productos químicos), antaño renombrado, se ve afectado por los altos costes de la energía y la feroz competencia internacional. También sufre una importante caída de la demanda externa. En 2024, la producción industrial fue un 15% inferior al pico de 2016 y decenas de miles de trabajadores están al borde del despido. Francia ha perdido el control de sus finanzas públicas, con niveles de deuda que superan con creces el 100% del PIB, un problema que también enfrentan Grecia, Italia, Portugal, España y Bélgica. Por lo tanto, una de las principales economías de Europa se encuentra en una trayectoria económica insostenible. El sector manufacturero francés también está en crisis y no hay señales de recuperación en el horizonte. La escalada de las tensiones imperialistas y el creciente caos, la fragmentación del comercio mundial, el aumento de la inflación y los costos de la energía apuntan a una profundización sin precedentes de la crisis en la economía europea.
En China, el impacto de las sanciones estadounidenses y las medidas de contención adoptadas durante la Covid-19 ya habían debilitado gravemente la economía china. Pero el estallido de la burbuja inmobiliaria empeoró aún más la crisis, ya que el valor total de las viviendas inacabadas y sin vender asciende a alrededor de 4.1 billones de dólares. El estallido de la burbuja también ha provocado la quiebra de 40 pequeños bancos, y alrededor de otros 3800 bancos se encuentran ahora en graves dificultades. Por último, ha eliminado alrededor de 18 mil millones de dólares de ahorros de los hogares, lo que ha afectado gravemente la confianza de los consumidores y ha frenado el gasto de los mismos. Combinada con una disminución constante de los ingresos por exportaciones, esta situación está provocando una desaceleración sin precedentes en décadas. Hoy, la economía china no está en condiciones de funcionar como motor de la economía global[4], como lo hizo después de la crisis financiera de 2008.
Trump ha anunciado una política proteccionista agresiva, con la intención de imponer barreras arancelarias a todos sus competidores, incluidos sus “socios”. Esta política provocará una amarga guerra comercial, en la que los demás países establecerán sus propios aranceles. Esto probablemente alimentará la inflación y frenará aún más el crecimiento mundial, en particular en China y probablemente también en Europa. Los aranceles anunciados representan una nueva etapa de una política que está sumiendo a la economía mundial en un agitado desorden, exacerbando su fragmentación y presagiando un mayor desmantelamiento de la globalización. Su aplicación dará un impulso considerable a la crisis mundial, que no perdonará a ninguna potencia, ni siquiera a Estados Unidos.
La guerra es el modo de vida del capitalismo en su fase decadente, por lo que la economía sigue naturalmente el camino del militarismo que domina la mayoría de las economías nacionales. Con la proliferación de conflictos armados en todo el mundo, esta tendencia se está volviendo mucho más pronunciada. Por ejemplo, el gasto militar mundial aumentó por noveno año consecutivo en 2023, alcanzando un total de 2 mil 443 millones de dólares, el nivel más alto jamás registrado. Alemania ha duplicado su presupuesto militar, mientras que el de Estados Unidos se acerca a mil millones de dólares. Los gastos improductivos suponen una pérdida neta para la economía nacional y pueden incluso llevarla a la quiebra. Recordemos que estos gastos cuantiosos llevaron a la quiebra a la economía “soviética”, lo que contribuyó al hundimiento del bloque del Este.
La aceleración de la descomposición empuja a la economía mundial al abismo
A día de hoy, la sociedad capitalista se encuentra en tal estado de descomposición que, más allá de su superestructura ideológica, sus propios cimientos económicos se ven afectados por los efectos destructivos de esta descomposición social. La acumulación del efecto combinado de estos factores (crisis, guerra, calentamiento global, el cada uno para sí) está produciendo “una espiral devastadora de consecuencias incalculables para el capitalismo, golpeando y desestabilizando cada vez más severamente la economía capitalista y su infraestructura de producción. Aunque cada uno de los factores que alimentan este efecto “torbellino” de descomposición representa en sí mismo y por sí solo un grave factor de riesgo de colapso para los Estados, sus efectos combinados superan con creces la mera suma de cada uno de ellos tomados aisladamente.”. [5]
Por lo tanto, las dos guerras en Ucrania y Oriente Medio no sólo están causando una destrucción catastrófica de la infraestructura de los países involucrados, sino que también están fragmentando y desestabilizando sectores enteros de la economía mundial. Las “Nuevas Rutas de la Seda”, por ejemplo, la conexión terrestre y marítima entre China y Europa, una de las cuales pasaba por el territorio de Rusia y Bielorrusia, está completamente paralizada desde el comienzo de la guerra. Los aviones de América del Norte y Europa ya no pueden volar sobre Siberia, y estos desvíos han provocado un aumento dramático en el costo de los vuelos correspondientes. Varias rutas comerciales marítimas, como los mares Rojo y Negro, son peligrosas para el tráfico debido a las amenazas que plantean las guerras en curso. Estos graves impedimentos al comercio mundial están aumentando los costos del transporte marítimo, con la amenaza de una crisis alimentaria en algunas partes del mundo.
Los choques climáticos recurrentes, aleatorios y potencialmente severos provocan la destrucción de infraestructuras, la degradación del suelo, el colapso de los ecosistemas y de las poblaciones humanas, mientras que la naturaleza es cada vez menos capaz de recuperarse de estos eventos catastróficos, lo que lleva a una pérdida permanente de la capacidad de producción. Entre 2014 y 2023, alrededor de 4 mil eventos relacionados con el clima parecen haber provocado pérdidas económicas estimadas en 2 mil millones de dólares. Y como el capitalismo, debido a la feroz competencia mundial, es incapaz de frenar el calentamiento global, estas pérdidas aumentarán a un ritmo acelerado.
Bajo la creciente influencia del populismo, las medidas burguesas se están volviendo cada vez más irracionales, a veces en detrimento de los intereses económicos nacionales. Tomemos, por ejemplo, el sabotaje durante la primera presidencia de Trump a los trabajos de la Organización Mundial del Comercio, una institución diseñada para mantener un mínimo de estabilidad en la economía mundial, dando rienda suelta al desarrollo internacional del cada uno para sí. De la misma manera, la decisión de la burguesía británica de retirarse de la UE ha creado importantes obstáculos al comercio con el continente, con un impacto negativo significativo en su economía. Finalmente, la gestión totalmente irracional de la crisis de Covid-19 por parte de Bolsonaro y Modi ha provocado muchas más víctimas en estos dos países que la media general, lo que se ha sumado a la crisis económica.
El capitalismo hace que la clase trabajadora pague la crisis
En los últimos años, la crisis ya ha provocado un empobrecimiento significativo en las regiones económicas más importantes del mundo capitalista. Según Eurostat, en 2023 el 16,2% de los ciudadanos europeos estaban en riesgo de pobreza, lo que significa que alrededor de 71,7 millones de personas sufren privaciones materiales y sociales y no tienen ingresos suficientes para llevar una vida digna. Estados Unidos tiene una de las tasas de pobreza más altas del mundo occidental. Según el Brookings Institute, el 43% de todas las familias estadounidenses son incapaces de satisfacer sus necesidades básicas [6]. En China, oficialmente no hay pobreza, pero en 2020, 600 millones de chinos seguían subsistiendo con el equivalente a 137 dólares al mes, luchando por satisfacer sus necesidades[7].
A medida que la situación económica se deteriore, esta tendencia continuará en los próximos años, como lo demuestra la serie de despidos ya anunciados. Según Layoffs.fyi, 384 empresas tecnológicas estadounidenses, por ejemplo, ya habían despedido a más de 150 mil trabajadores en 2024, lo que se suma a los 428 mil 449 trabajadores del mismo sector que perdieron su empleo en los dos años anteriores. En Europa, se han anunciado despidos masivos en Bosch (5 mil puestos de trabajo), Volkswagen (35 mil puestos de trabajo), Schaeffler AG (4 mil 700 puestos de trabajo), Ford (4 mil puestos de trabajo), Airbus (2 mil 43 puestos de trabajo) y Air France KLM (mil 500 puestos de trabajo). Las mayores empresas privadas de China han suprimido 300 mil puestos de trabajo. El desempleo juvenil en China ha alcanzado el 20%. Estas cifras ilustran cómo la desaceleración de la economía china está afectando a la fuerza de trabajo. Los planes desconcertantes del segundo mandato de Trump seguramente asestarán otro golpe a las condiciones de vida de los trabajadores.
Ante el empeoramiento de la economía mundial y el deterioro de las condiciones de vida, la clase obrera debe prepararse para la lucha, como lo han hecho los trabajadores de diferentes países desde 2022[8], cuando demostraron claramente que no aceptarían los ataques económicos sin luchar y se lanzaron a la lucha con más confianza. Esto debe animar a todos los trabajadores a superar sus vacilaciones y a seguir el ejemplo de sus hermanos y hermanas de clase y unirse a su lucha.
Dennis, 15 de enero de 2025
[1] “Aprovechar el poder de la integración: un camino hacia la prosperidad en Asia central”, Informe del FMI (2024).
[2] “Resolución sobre la situación internacional (2019): los conflictos imperialistas, la vida de la burguesía, la crisis económica”. Revista Internacional 164.
[3] ‘Un mundo de deuda: una carga creciente para la prosperidad mundial’, Informe de la ONU (2023)
[4] “China: Economic crisis exacerbates social and political tensions”, ICC online October 2023 (artículo en inglés)
[5] “Esta crisis se convertirá en la más grave de todo el periodo de decadencia”, Revista Internacional nº 172
[6] ibíd.
[7] “La pobreza china es una maldición impuesta por el PCCh”, Yibao.net
[8] “Balance de nuestras Reuniones Públicas: ¿Por qué la CCI habla de "ruptura" en la dinámica de la lucha de clases?”, CCI Online, septiembre 2023