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Introducción
Frente a la perspectiva de una nueva guerra mundial, la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista fue capaz, desde una fase temprana, de poner en guardia al proletariado contra los cantos de sirena de la burguesía que pretendían atraerlo detrás de uno u otro campo imperialista. Recordaron que sus intereses de clase no tienen que ver con una patria, ya fuera “soviética”, fascista o democrática, sino en la defensa del internacionalismo proletario. No cesó en denunciar el rol de “sargento reclutador” que los partidos que ya habían traicionado al proletariado en 1914, los partidos socialistas, y que volvían a hacerlo una vez más, así como los partidos comunistas (a los que denominaban “partidos centristas”), que también traicionan a su vez al campo del proletariado. Todas las posiciones y análisis de la Fracción durante la década de los 30 convergieron hacia esta defensa intransigente de las posiciones proletarias, y éste era también el sentido del Manifiesto que publicó en 1935.
Debilitada organizativa y numéricamente, desorientada por el estallido de la guerra[1], la Izquierda Comunista Italiana se encontró impotente para desarrollar una intervención frente a la misma. Se reorganizó políticamente, no obstante, tuvo que hacer frente a las crecientes dificultades de la guerra. Su intransigente oposición a la guerra y su negativa a apoyar a cualquier bando imperialista la obligaron a pasar a la clandestinidad, lo que provocó la atomización y dispersión de sus militantes. La ocupación de Bélgica y Francia por Alemania, la colaboración entre la policía local y la Gestapo, que a su vez trabajaba mano a mano con la OVRA italiana (policía política) en la caza de refugiados políticos, tuvieron un efecto desintegrador desastroso en las fracciones italiana y belga. Algunos militantes fueron deportados y murieron en campos de concentración. Otros, “más afortunados”, tras una estancia en los campos de trabajo alemanes, fueron entregados a la policía italiana y relegados a las islas, donde las condiciones de detención eran menos duras. No obstante, toda el trabajo de intervención abierto contra la guerra efectuada por la Fracción italiana y el Núcleo francés de la Izquierda Comunista dio lugar al desarrollo numérico de sus fuerzas militantes en Marsella, París y el norte de Francia, conduciendo así al nacimiento de la Fracción Francesa de la Izquierda Comunista[2]. Se pegaron carteles de denunciando a la guerra imperialista en varias ciudades francesas. Las octavillas escritas en alemán, inglés, italiano y francés se lanzaron en los trenes que partían hacia el frente. Tras el desembarco americano del 6 de junio del 44, se hizo un llamamiento a todos los soldados y obreros para que mostraran su solidaridad de clase, más allá de las fronteras; para que cesaran el fuego y bajaran las armas; de unirse todos contra el capitalismo mundial “sobre el frente internacional de clase”, en vistas de transformar la guerra imperialista en guerra civil, por el triunfo de la revolución mundial.
Manifiesto
Hace casi cinco años que la guerra imperialista hace estragos en Europa, con todas sus manifestaciones de miseria, masacres y devastación.
En los frentes ruso, francés, italiano, decenas de millones de obreros y de campesinos se degüellan unos a otros por los intereses exclusivos de un capitalismo sórdido y sangriento que no obedece más que a sus leyes: de la ganancia, de la acumulación.
En el transcurso de cinco años de guerra, la última, nos dicen, la de la liberación de todos los pueblos. Muchos programas engañosos e ilusiones falsas han desaparecido, haciendo caer la máscara tras la que se ocultaba el odioso rostro del capitalismo internacional.
En cada país, os han movilizado con ideologías diferentes pero con el mismo objetivo, el mismo resultado: lanzaros a la carnicería de unos contra otros, hermanos contra hermanos en la miseria, obreros contra obreros.
El fascismo y el nacionalsocialismo reivindican un espacio vital para sus masas explotadas, no haciendo más que ocultar su feroz voluntad de salvarse ellos mismos de la crisis profunda que los socava desde su propia base.
El bloque anglo-ruso-americano quería al parecer, liberaros del fascismo para devolveros vuestras libertades, vuestros derechos. Pero estas promesas no eran más que la carnada para haceros participar en la guerra, para eliminar, después de haberlo creado, al otro rival imperialista: el fascismo (…)
La Carta del Atlántico[3], el plan de la nueva Europa, no eran más que las cortinas tras las que se ocultaba el verdadero significado del conflicto: la guerra de bandidaje con su triste cortejo de destrucción y de masacres con la clase obrera sufriendo todas las terribles consecuencias.
Proletarios,
Os dicen, y os quisieran hacer creer, que esta guerra no es como las demás. Os engañan. Mientras haya explotadores y explotados, el capitalismo es la guerra, la guerra es el capitalismo.
La Revolución de 1917 en Rusia fue una revolución proletaria. Fue la prueba evidente de la capacidad política del proletariado para erigirse en clase dominante y orientarse hacia la organización de la sociedad comunista. Fue la respuesta de las masas trabajadoras a la guerra imperialista de 1914-18.
Pero los dirigentes del Estado ruso han abandonado desde entonces los principios de esta Revolución, transformaron vuestros Partidos comunistas en partidos nacionalistas, disolvieron la Internacional Comunista, ayudaron al capitalismo internacional a lanzaros a la carnicería.
Si en Rusia nos hubiéramos mantenido fieles al programa de la Revolución y al internacionalismo, si hubiéramos llamado constantemente a las masas proletarias a unificar sus luchas contra el capitalismo, si no hubiéramos participado en la mascarada de la Sociedad de Naciones, habría sido imposible que el imperialismo iniciara la guerra.
Participando en la guerra imperialista a favor de un grupo de potencias capitalistas, el Estado ruso traicionó a los obreros rusos y al proletariado internacional.
¡Proletarios de Alemania!
Vuestra burguesía os utiliza, emplea vuestro aguante, vuestra fuerza productiva, a fin de hacerse con una posición ventajosa en el enfrentamiento imperialista que le permita dominar la cuenca industrial y agraria de Europa. Después de convertir a Alemania en un cuartel, después de haceros trabajar durante cuatro años a un ritmo frenético para preparar los motores de la guerra, os lanzaron a todos los países de Europa para llevar a todas partes, al igual que en cada conflicto imperialista, la ruina y la destrucción.
El plan de vuestro imperialismo fue desbaratado por las leyes del desarrollo del capitalismo internacional, que desde 1900 había agotado toda posibilidad de expansión de la forma imperialista de dominación y, más aún, de toda expresión nacionalista.
La profunda crisis que mina al mundo y particularmente a Europa, es la crisis mortal e irresoluble de la sociedad capitalista.
Sólo el proletariado, a través de su revolución comunista, será capaz de eliminar las causas de la angustia y la miseria de las masas trabajadoras, de los obreros.
¡Obreros y soldados!
La suerte de vuestra burguesía se está jugando ahora en el terreno de las confrontaciones imperialistas. Pero el capitalismo internacional no puede detener la guerra, puesto que es su última y única posibilidad de supervivencia.
Vuestras tradiciones revolucionarias están profundamente arraigadas en la lucha de clases del pasado. En 1918, mediante la contribución de vuestros líderes proletarios Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, en 1923, a pesar del oportunismo creciente en la IC, grabasteis en la Historia de vuestras experiencias de lucha, la fuerza de voluntad y de la potencia revolucionaria, de la que nos dieron constancia.
El nacionalsocialismo de Hitler y el oportunismo de la Tercera Internacional os hicieron creer que vuestra suerte dependía de la lucha contra el Tratado de Versalles. Esta falsa lucha no podía más que sujetaros al programa de vuestro capitalismo, que se traducía por un espíritu de revancha y la preparación de la guerra actual.
Vuestros intereses de proletarios únicamente están ligados a los intereses de todos los explotados de Europa y del mundo entero.
Vosotros ocupáis un lugar primordial para imponer el fin de la monstruosa matanza. Siguiendo el ejemplo del proletariado italiano, debéis emprender la lucha contra la producción de guerra, debéis negaros a combatir contra vuestros hermanos obreros. Vuestra rebelión debe ser una manifestación de lucha de clases. Debe traducirse en huelgas y en agitaciones de masas. Como en 1918, la suerte de la revolución proletaria depende de vuestra capacidad de romper las cadenas que os atan a la monstruosa máquina del imperialismo alemán.
¡Obreros y trabajadores en Alemania!
Os han deportado para haceros construir instrumentos de destrucción. Por cada obrero que llega, un obrero alemán que sale para el frente.
Cualquiera que sea vuestra nacionalidad, vosotros sois explotados. Vuestro único enemigo es el capitalismo alemán e internacional, Vuestros camaradas son los obreros alemanes y los del mundo entero.
Lleváis las tradiciones y experiencias de las luchas de clases de vuestro país y del mundo entero. No sois “extranjeros”.
Vuestras reivindicaciones, vuestros intereses son idénticos a los de vuestros camaradas alemanes. Participando en la lucha de clases en la fábrica, en los lugares de trabajo, contribuiréis eficazmente a romper el curso de la fuerza imperialista.
¡Obreros franceses!
Durante las huelgas de 1936, todos los partidos han maniobrado para transformar vuestras justas y legitimas reivindicaciones de clase en una manifestación de adhesión a la guerra que se preparaba. La era de prosperidad que los demagogos del Frente Popular os presentaban como un desarrollo pleno, en realidad no era más que la crisis profunda del capitalismo francés.
Vuestras efímeras mejoras de vida y de trabajo no eran la consecuencia de una recuperación económica, sino que estaban dictadas por la necesidad de poner en marcha la industria de guerra.
La invasión de Francia ha sido explotada por todos los responsables del conflicto, de izquierda y de derecha, para mantener en vuestros espíritus una voluntad de revancha y de odio contra el proletariado alemán e italiano, que, como vosotros, no tienen ninguna responsabilidad en el desencadenamiento de la guerra, y como vosotros, sufren las terribles consecuencias de la carnicería consentida y preparada por todos los Estados capitalistas.
El gobierno Pétain-Laval os habla de revolución nacional. Es el engaño más vulgar. El método más reaccionario para haceros sufrir sin reaccionar el peso de la derrota militar en beneficio exclusivo del capitalismo.
El comité de Argel os hace soñar con el retorno a la abundancia y prosperidad de antes de la guerra. Cualquiera que sea el color o la forma del gobierno futuro, las masas trabajadoras de Francia y de los demás países de Europa, tienen que pagar un alto tributo de guerra a los imperialistas anglo-ruso-americano, además de las ruinas y las destrucciones causadas por los dos ejércitos en lucha.
¡Proletarios franceses!
Muchos de vosotros habéis llegado a creer, a esperar el bienestar importado por los ejércitos, sean ingleses, americanos o rusos.
Las intrigas y contrastes que ya están surgiendo en el seno de esta “trinidad” de ladrones por el futuro reparto, nos dan razones para anticipar que las condiciones que se impondrán al proletariado serán duras si no tomáis el camino de la lucha de clases.
Muchos de vosotros os convertís en auxiliares del capitalismo participando en la guerra de los partisanos, expresión del nacionalismo más exacerbado.
Vuestros enemigos no son, ni el soldado alemán, ni el soldado inglés o americano, sino su capitalismo que les empuja a la guerra, a la matanza, a la muerte. Vuestro enemigo es vuestro propio capitalismo, representado por Laval o por De Gaulle. Vuestra libertad no está ligada ni a la suerte ni a las tradiciones de vuestra clase dominante, sino a vuestra independencia en tanto que clase proletaria.
Vosotros sois los hijos de la Comuna de Paris, y solamente inspirándoos en ella y en sus principios llegaréis a romper las cadenas de esclavitud que os atan al aparato caduco de la dominación capitalista: las Tablas de 1789 y las leyes de la Revolución burguesa.
¡Proletarios de Rusia!
En 1917, con vuestro partido bolchevique y Lenin, derribasteis el régimen capitalista para instaurar la primera República de los Soviets. Vuestra gesta magnifica de clase abrió el periodo histórico de la lucha decisiva entre dos sociedades opuestas: la antigua, la burguesa, destinada a desaparecer bajo el peso de sus contradicciones; y la nueva, erigiéndose el proletariado en clase dominante para dirigirse hacia una sociedad sin clases, el comunismo.
En esa época también, la guerra imperialista estaba en pleno apogeo. Millones de obreros caían en los campos de batalla del capitalismo. Con el ejemplo de vuestra lucha decisiva, en el seno de las masas obreras surgió la voluntad de acabar con la inútil masacre. Rompiendo el curso de la guerra, vuestra Revolución se convirtió en el programa, el estandarte de la lucha de los explotados del mundo. El capitalismo, “corroído” por la crisis económica agravada por la guerra, se estremeció ante el movimiento proletario que se desplegaba por toda Europa.
Cercados por los ejércitos blancos y por el capitalismo internacional, que querían venceros por el hambre, conseguisteis desligaros de la atadura contrarrevolucionaria gracias a la aportación heroica del proletariado europeo e internacional, que, tomando el camino de la lucha de clases, impidió a la burguesía aliada intervenir contra la revolución proletaria.
La enseñanza fue decisiva, a partir de ahora, la lucha de clases se desarrollará en la escena internacional, y el proletariado formará su PC y su Internacional sobre la base del programa consolidado por vuestra Revolución Comunista. La burguesía se volcará en la represión del movimiento obrero y en la corrupción de vuestra revolución y de vuestro poder.
La guerra imperialista actual os encuentra, no con el proletariado, sino contra él. Vuestros aliados ya no son la Constitución soviética de 1917, sino la patria “socialista”. Ya no tenéis camaradas como Lenin y sus compañeros, sino mariscales con botas y rango, como en todos los países capitalistas, emblemas del capitalismo sangriento, asesinos del proletariado.
Se os dice que en vuestro país ya no hay capitalismo, pero vuestra explotación es parecida a la de todos los proletarios, y vuestra fuerza de trabajo desaparece en el abismo de la guerra y en las arcas del capitalismo internacional. Vuestra libertad es la de haceros matar para ayudar al imperialismo a sobrevivir. Vuestro partido de clase ha desaparecido, vuestros soviets están destruidos, vuestros sindicatos son cuarteles, vuestros lazos con el proletariado internacional se han roto.
¡Camaradas, obreros de Rusia!
En vuestro país, igual que en otras partes, el capitalismo ha sembrado la ruina y la miseria. Las masas proletarias de Europa, como vosotros en 1917, esperan el momento favorable para sublevarse contra las espantosas condiciones de existencia impuestas por la guerra. Como vosotros, ellos se volverán contra todos los responsables de esta terrible masacre, sean fascistas, demócratas o rusos. Como vosotros, ellos intentan derribar el sangriento régimen de opresión que es el capitalismo.
Su bandera será vuestra bandera de 1917. Su programa será vuestro programa, el que vuestros dirigentes actuales os han arrebatado: la Revolución comunista.
Vuestro Estado está aliado con las fuerzas de la contrarrevolución capitalista. Sed solidarios, confraternizad con vuestros camaradas de lucha, vuestros hermanos; luchad junto a ellos para restablecer en Rusia y en otros países las condiciones de la victoria de la revolución mundial.
¡Soldados ingleses y americanos!
Vuestro imperialismo no hace más que desarrollar su plan de colonización y de esclavismo de todos los pueblos para intentar salvarse de la grave crisis en que está inmersa toda la sociedad.
Ya antes de la guerra, a pesar de la dominación colonial y del enriquecimiento de vuestra burguesía, vosotros sufristeis el paro y la miseria, eran millones los que no tenían empleo.
Contra vuestras huelgas por reivindicaciones legitimas, vuestra burguesía no ha dudado en emplear el método más bárbaro de represión: el gas.
Los obreros de Alemania, Francia, Italia y España tienen que ajustar cuentas con su propia burguesía, tan responsable como la vuestra de la inmunda masacre.
Querrán haceros jugar el papel de gendarme, lanzaros contra las masas proletarias sublevadas.
Negaos a disparar, fraternizad con los soldados y los trabajadores de Europa.
Estas luchas son vuestras luchas de clase.
¡Proletarios de Europa!
Estáis cercados por un mundo de enemigos. Todos los partidos, todos los programas se han integrado en la guerra; todos disfrutan de vuestros sufrimientos, todos unidos para salvar de su derrumbamiento a la sociedad capitalista.
Toda la banda de canallas al servicio de las grandes finanzas, desde Hitler hasta Churchill, desde Laval hasta Pétain, de Stalin a Roosevelt, de Mussolini a Bonomi, están en el plan de colaborar con el Estado burgués para predicar el orden, el trabajo, la disciplina y la patria, lo que se traduce en la perpetuación de vuestra esclavitud.
A pesar de la traición de los dirigentes del Estado ruso, los esquemas, las tesis, las previsiones de Marx y de Lenin encuentran en la alta traición de la situación actual su confirmación evidente.
Nunca la división en clases entre explotados y explotadores ha sido tan clara, tan profunda. Nunca la necesidad de acabar con un régimen de miseria y de sangre ha sido tan imperiosa.
Con la matanza en los frentes, con las masacres de la aviación, con los cinco años de restricciones, el hambre hace su aparición. La guerra se despliega sobre el continente, el capitalismo no sabe, no puede finalizar esta guerra.
No es ayudando a uno u otro grupo de las dos formas de dominación capitalista como abreviaréis el combate. Esta vez es el proletariado italiano el que os ha indicado la vía de la lucha, de la sublevación contra la guerra.
Como Lenin lo hizo en 1917, no hay otra alternativa, otro camino distinto a seguir que el de la transformación de la guerra imperialista en guerra civil.[4]
Mientras exista el régimen capitalista, no habrá para el proletariado ni pan, ni paz ni libertad.
¡Proletarios comunistas!
Hay muchos partidos, demasiados partidos. Pero todos, hasta los grupúsculos del trotskismo, se han sumergido en la contrarrevolución.
Falta un solo partido: el partido político de la clase proletaria.
Sólo la Izquierda Comunista ha permanecido junto al proletariado, fiel al programa del marxismo, a la Revolución comunista. Es únicamente sobre la base de este programa que será posible devolverle al proletariado sus organizaciones, sus armas adecuadas para poder conducirle a la lucha a la victoria. Estas armas son el nuevo Partido Comunista, la nueva Internacional.
Contra todo el oportunismo, contra todo pacto en el terreno de la lucha de clases, la Fracción os llama a unir vuestro esfuerzo para ayudarle al proletariado a desprenderse de la argolla del capitalismo. Contra las fuerzas colisionadas del capitalismo debe erigirse la fuerza invencible de la clase proletaria.
¡Obreros y soldados de todos los países!
Sólo a vosotros os corresponde detener la terrible masacre sin precedentes en la historia.
Obreros, detened en todos los países la producción destinada a matar a vuestros hermanos, vuestras mujeres, vuestros hijos.
¡Soldados, cesad el fuego, bajad las armas!
Fraternizar por encima de las fronteras artificiales del capitalismo.
Uníos en el frente internacional de clase.
¡VIVA LA FRATERNIZACION DE TODOS LOS EXPLOTADOS!
¡ABAJO LA GUERRA IMPERIALISTA!
¡VIVA LA REVOLUCION COMUNISTA MUNDIAL!
Junio 1944
[1] Después de que una minoría de sus miembros fuera a apoyar a las milicias en España, , basándose en posiciones influidas por el oportunismo, ya que creía, en total contradicción con el análisis desarrollado durante los años 30, que la guerra no tendría lugar. Este desconcierto se tradujo en el abandono de la publicación de la revista Bilan en favor de la titulada Octobre, lo que suponía mantener la posición errónea de que la clase obrera no tardaría en emerger.
[2] Que publicó l’Etincelle en 45-46 e Internationalisme hasta 1952.
[3] La Carta Atlántica de agosto 1941 fue un pacto elaborado por Churchill y Roosevelt que se presentó como una alianza para defender la paz y la seguridad internacional, rechazando toda política de anexión de territorios. En realidad, sirvió para preparar ideológicamente a la población de los EE.UU. para la movilización militar y su posterior entrada, junto a los Aliados a la 2ª GM.
[4] Esta consigna de transformar la guerra imperialista en guerra civil fue la consigna planteada por los revolucionarios durante la Primera Guerra Mundial. Se basaba en el hecho de que, aunque el proletariado había sido traicionado y engañado ideológicamente por los dirigentes de los partidos de la II Internacional, no había sido derrotado físicamente por la burguesía y conservaba casi intactas todas sus fuerzas vitales. No fue así en 1939, y menos aún en 1944. Este llamamiento de los revolucionarios de la época fue, por tanto, un error, ya que fue un proletariado sin sangre, cuya conciencia de clase y organizaciones habían sido destruidas de arriba abajo, el que emergió de la guerra. Sin embargo, este error de apreciación sobre las capacidades del proletariado de la época no desvirtúa en absoluto el carácter indefectiblemente proletario del manifiesto que hemos publicado más arriba.