Enviado por Accion Proletaria el
La camarilla de Le Pen aún no había consumado su triunfo en las elecciones europeas cuando el presidente Macron anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones legislativas a continuación. Los rumores de una disolución circulaban desde hacía varias semanas, pero la noticia no dejó de inquietar a las cancillerías europeas en un contexto de auge del populismo en Europa y en todo el mundo. Tras Orbán en Hungría y Meloni en Italia, con la extrema derecha en apogeo en Alemania y el payaso Farage a punto de torpedear al Partido Conservador en el Reino Unido, Macron, en una jugada más propia de una partida de póker que de un político previsor ha lanzado el “petardazo” poniendo en bandeja la llegada al poder de Rassemblement National (Agrupación nacional).
El “Rassemblement National”, un puro producto de la crisis del capitalismo
Ante la perspectiva de un gobierno populista, el RN se ha apresurado a dejar de lado su retórica "social" y sus posiciones más radicales sobre Europa para intentar tranquilizar al aparato del Estado, a la patronal y a los "socios europeos". Eso sí, ¡el gobierno de Bardella no vacilará en sus ataques contra nuestras condiciones de vida!
Sin embargo, eso no bastará para ahuyentar el burdo amateurismo de la dirección del RN, ni las tropelías racistas y notoriamente retrógradas de este partido fundado por la escoria de la extrema derecha, ni el riesgo de estallidos de violencia una vez conocido el resultado1, ni tampoco la inestabilidad política que se apoderará del país durante mucho tiempo. Tanto más cuanto que las facciones populistas de la burguesía no sólo han demostrado repetidamente su incapacidad para defender eficazmente el capital nacional (como Trump en Estados Unidos o los partidarios del Brexit en Gran Bretaña), sino que también son particularmente poco aptas para impulsar hábilmente "reformas" contra la clase obrera. Para la burguesía, el RN en el poder representará una aceleración considerable del caos social y una onda expansiva que debilitará a Francia, y en consecuencia a Europa, en el escenario mundial.
El auge del populismo en el mundo no es, por tanto, el producto de maniobras bien orquestadas de la burguesía contra la clase obrera2, como afirman repetidamente los partidos de izquierda, según los cuales el llamado "bloque burgués"3 preferiría arrojarse en brazos de la extrema derecha antes que en los suyos. En realidad, tanto en Estados Unidos como en Europa, el populismo es ante todo un producto puro de la profunda descomposición de la sociedad capitalista.
Las contradicciones del sistema han alcanzado un grado tan inextricable que la burguesía es ya incapaz de hacer frente a la crisis y al caos creciente: inseguridad generalizada y paro masivo, guerra en todos los continentes, repetidas catástrofes medioambientales e industriales, millones de migrantes arrojados a vagar por las carreteras, hundimiento de los sistemas sanitarios y educativos, deterioro continuo de las condiciones de trabajo, desesperación, miedo al futuro... A los ojos de todos, la clase dominante ya no tiene la menor perspectiva que ofrecer a la sociedad, aparte de intentar "salvar los muebles" día a día. Es este contexto de crisis y de sálvese quien pueda el que ha permitido al populismo prosperar, promover su ideología nauseabunda e irracional, señalar chivos expiatorios a quienes culpabilizar, fomentar el repliegue sobre las “identidades” nacionales y raciales…4
La izquierda "radical" o "moderada" es siempre la burguesía
Así que surge la pregunta: ¿hay que ir a votar para cerrar el paso al racismo descarado del RN, a su autoritarismo a ultranza y a sus promesas de ataques sin cuartel a la clase obrera, en particular a los proletarios de origen inmigrante? Independientemente de que Macron tenga éxito en su apuesta, de que el RN o el "Nuevo Frente Popular" (NFP) ganen las elecciones, o de que no surja ninguna mayoría, la crisis del capitalismo no desaparecerá. Cualquiera que sea la camarilla burguesa en el poder, izquierda o derecha, radical o moderada, no hará más que acentuar los ataques a nuestras condiciones de vida. ¡El proletariado no tiene nada que defender ni nada que ganar participando en el circo electoral!
El NFP pretende tener un programa de "ruptura con el pasado", pero esta coalición hará lo que siempre ha hecho la izquierda desde hace un siglo y en todos los países: defender los intereses del capital nacional y hacer pagar la crisis a los explotados. La izquierda, incluso cuando pretende ser "radical", siempre ha sido el brazo armado de la burguesía contra la clase obrera. En Grecia, Tsípras y su gobierno de "ruptura" han aplicado la peor de las políticas de austeridad durante más de tres años. La izquierda "radical" española, mano a mano con el PSOE, ha atacado sin tregua las condiciones de vida de los trabajadores, los parados, los pensionistas, etc. Mélenchon, antiguo miembro del aparato del Partido Socialista, y su camarilla de estalinistas arrepentidos no son una excepción a la regla. Es más, el NFP ya ha prometido contribuir a la masacre de Ucrania enviando miles de millones de euros en armas y municiones. Como Macron o el Frente Popular de Léon Blum, ¡mañana pedirán "sacrificios" para financiar la guerra y los sórdidos intereses imperialistas de Francia!
Tampoco hay que hacerse ninguna ilusión sobre el destino de los refugiados con la izquierda en el poder: ¡cazarán sin piedad a los migrantes y los dejarán languidecer en campos de detención o ahogarse por miles en el Mediterráneo, como siempre han hecho! Si las fuerzas navales griegas se han cubierto de ignominia, se lo deben en particular a la obra del "radical" Tsípras (¡otra vez él!), que no dudó en firmar despreciables acuerdos migratorios con Turquía y fue un celoso arquitecto del auténtico "campo de exterminio" que fue Mória. ¿Es necesario documentar la histeria antirrefugiados del Partido Socialista francés o la xenofobia apenas velada del PCF de Marchais o Roussel? ¿Es necesario recordar la abominable "política migratoria" de la izquierda en España? El racismo y la xenofobia, las alambradas contra los inmigrantes y los campos de detención están lejos de ser patrimonio exclusivo de la extrema derecha.
El "antifascismo", un arma de guerra contra la clase obrera
Como en Alemania con las recientes manifestaciones contra la AfD (Alternativa por Alemania), la izquierda y los sindicatos franceses han intentado reproducir las movilizaciones democráticas de 2002, cuando el FN llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Según esto, no habría más remedio que movilizarse, no como trabajadores en lucha, sino en las urnas, como "ciudadanos", para defender la "democracia" y bloquear el camino al "fascismo"5.
La evocación melancólica del "Frente Popular" de 1936 se inscribe plenamente en esta campaña de propaganda. Porque el Frente Popular, hoy como ayer, es la negación misma del proletariado. Tras la derrota de la oleada revolucionaria iniciada en Rusia en 1917, el proletariado fue derrotado. En Alemania, la revolución de 1918-1919 fue aplastada con derramamiento de sangre. La contrarrevolución estalinista segó a los revolucionarios y desorientó totalmente a la clase obrera. Sobre las cenizas de la derrota, la burguesíaa francesa empujó al poder a Léon Blum y su coalición, con el objetivo de preparar la guerra. Y fue en nombre de la defensa de la democracia que el Frente Popular (que ya había encerrado a los refugiados españoles en campos de concentración a cielo descubierto) encadenó a millones de proletarios a la bandera del antifascismo, militarizando las fábricas y preparando los espíritus para la masacre. Su "obra" llevó a millones de trabajadores a la tumba durante la Segunda Guerra Mundial por una causa, la defensa de la nación, que no era la suya6.
La situación histórica ha cambiado mucho desde entonces: el proletariado no está derrotado ni dispuesto a dejarse la piel en defensa de la bandera nacional. Todo lo contrario. Frente a los "sacrificios" exigidos por la "economía de guerra" y la competencia internacional, el proletariado levanta la cabeza. Desde hace dos años, las luchas masivas se multiplican: en el Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Alemania, Canadá, Finlandia y otros lugares. En todas partes, el proletariado contraataca y empieza a redescubrir su combatividad, sus reflejos de solidaridad y su identidad.
Hoy, la amenaza que representa para el proletariado la propaganda antifascista no es el reclutamiento masivo para la guerra, sino la pérdida de su identidad de clase renaciente, condición de su unidad y de su capacidad de reflexionar para encontrar el camino de la revolución, de la destrucción del Estado burgués, ya sea "democrático" o "autoritario".
Es por eso que la burguesía se ha apresurado a desacreditar a "los trabajadores", supuestamente reaccionarios y xenófobos, que se suponía iban a votar masivamente al RN7. Esta odiosa mentira no tiene otro objetivo que dividir al proletariado y machacar la idea de que la clase obrera no es portadora de ningún futuro.
Pero la burguesía también puede contar con su nuevo instrumento de mistificación, el Nuevo Frente Popular, para sembrar ilusiones sobre la "democracia" y las elecciones, sobre la "distribución de la riqueza", sobre un capitalismo más "ecológico", más "inclusivo", más "justo"... Tras las ventanas de los despachos donde se reunían los caciques del NFP para repartirse las circunscripciones, los manifestantes, todavía un poco recelosos de estas bonitas promesas, coreaban: "¡No nos traicionéis!” Lo único que no traicionará este Frente supuestamente popular es a su clase: ¡la burguesía!
El futuro de la sociedad no se decidirá en las urnas, sino mediante la lucha del proletariado. La única manera de luchar contra el populismo y la extrema derecha es luchar contra el capitalismo, contra el Estado burgués y su democracia, contra todos los gobiernos. De derechas o de izquierdas, "autoritarios" o "democráticos", "retrógrados" o "humanistas”, la burguesía sólo tiene una agenda: ¡cada vez más miseria y precariedad, más guerra y barbarie!
EG, 21 de junio de 2024
1 Los servicios de inteligencia temen no sólo disturbios en los suburbios y estallidos en manifestaciones "antifascistas", sino también violencia racista de grupos de ultraderecha que podrían sentir crecer sus alas con la llegada de Bardella al poder.
2 Aunque los partidos, tanto de derechas como de izquierdas, pudieron instrumentalizar durante un tiempo al hasta 2018 denominado “Frente Nacional”, cabe recordar que fue el Partido Socialista, miembro del "Nuevo Frente Popular", el que contribuyó a la gestación del Frente Nacional en los años ochenta. En aquella época, el presidente Mitterrand orquestó la mediatización del partido de Jean-Marie Le Pen para poner obstáculos a la derecha (véase en el periódico frances Libération el artículo "Au RN, un autre anniversaire: celui du coup de pouce de Mitterrand" (5 de octubre de 2022).
3 La izquierda en Francia usa este término para referirse a algo así como el conjunto “desde la extrema derecha hasta los liberales”. Un “bloque” que supuestamente estaría “radicalizándose hacia la derecha”. (Nota del traductor).
4Sobre las raíces del auge del populismo, véase nuestro «Informe sobre la vida política de la burguesía : cómo la burguesía se organiza»,en francés en Revista Internacional nº 172.
5El ascenso del populismo no es lo mismo que el ascenso del fascismo: Hitler y Mussolini llegaron al poder porque, ante un proletariado derrotado y aplastado, representaban la mejor opción para que el capital alemán e italiano se prepararan para la guerra mundial, la única "solución" de la burguesía a la crisis. Hoy, aunque las ilusiones sobre el Estado democrático estén hechas añicos, la burguesía sigue necesitando esta mistificación para enfrentarse a la clase obrera.
6 Una vez más, vale la pena recordar que: Primero, fue la democracia la que proporcionó el caldo de cultivo para el fascismo. Segundo, mientras que el régimen de Hitler demostró una barbarie atroz y sin parangón, los Aliados no se quedaron atrás y, durante la guerra, mostraron tal indiferencia hacia el destino de los judíos que a veces se convirtió en pura y simple complicidad.
7 Como era de esperar, los eruditos análisis de la burguesía son una burda mentira. En primer lugar, la clase obrera no puede reducirse a la categoría socio-profesional de los trabajadores industriales: a diferencia de un "empleado" de comercio o de una comadrona ("profesión intermedia"), un "jefe de equipo" en una cadena de producción no forma parte de la clase obrera. Es más, incluso si sólo tenemos en cuenta la categoría sociológica de "obreros" de cuello azul, ¡la abstención es lo predominante!