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El sangriento ataque al Ayuntamiento de Moscú el 22 de marzo, el frío cinismo de Putin en Ucrania, el extremismo criminal del gobierno de Netanyahu que masacra en masa y mata de hambre a civiles... todo esto confirma que el sistema capitalista está en bancarrota, que la sociedad burguesa está realmente absorbida por un torbellino de destrucción y caos generalizado. Y este proceso sólo puede acelerarse, como la aterradora desintegración del Medio Oriente, donde el riesgo de una confrontación catastrófica directa entre dos potencias regionales, Israel e Irán, es inmenso.
La CCI ha destacado repetidamente la dinámica histórica del caos que reina en la sociedad capitalista desde la desaparición de los bloques y el inevitable debilitamiento del liderazgo estadounidense en el planeta. A partir de ahora la disciplina entre “aliados” tiende a desaparecer, se desatarán los sórdidos intereses imperialistas, tanto de grandes como de pequeñas potencias. Incluso un aliado de Estados Unidos como Israel, que depende enteramente de la protección estadounidense, se permite hacer lo que le plazca, multiplicar las provocaciones, como el ataque a la representación iraní en Damasco, y desatar un caos en la región que Washington está intentando frenar lo mejor que puede. En cuanto a Irán, viene echando más leña al fuego desde el inicio de la guerra en Gaza (a través de Hamás, Hezbolá y los hutíes) y acaba de dar un nuevo paso en el enfrentamiento lanzando un ataque aéreo masivo directamente contra Israel. A pesar de los intentos desesperados de Estados Unidos por contener el fuego, la evolución de la situación en el Medio Oriente confirma la continua disminución de su poder en el mundo y corre el riesgo de arrastrar a la región hacia una conflagración general.
La burguesía no puede hacer nada ante la dinámica mortífera de su sistema. La crisis económica crónica, los desastres ecológicos y las guerras expresan la espantosa cara de la descomposición del capitalismo, la descomposición de la sociedad resultante de un modo de producción obsoleto, moldeado para la explotación de la fuerza de trabajo, la competencia de todos contra todos y la guerra, y que ya no tiene nada que ofrecer excepto terror, sufrimiento y muerte. Cada vez más regiones del mundo se están volviendo inhabitables para las poblaciones, como Haití, presa del caos, entregada a bandas criminales, o como muchos estados de África y América Latina, expuestos a una corrupción generalizada, a los señores de la guerra, a las mafias y a traficantes de drogas.
Las elecciones americanas, creciente fuente de desestabilización
El epicentro de esta espiral infernal se sitúa en el corazón mismo del capitalismo, en primer lugar, a nivel de la primera potencia mundial, Estados Unidos. Después de haber amplificado el caos en las últimas décadas tratando de imponer su papel de policía mundial (en particular, en Irak y Afganistán), Estados Unidos busca por todos los medios contrarrestar su irreversible decadencia y no duda en pisotear sin contemplaciones a sus antiguos “aliados” convirtiéndolos en rivales.
La aplicación de esta política también exacerba las tensiones dentro de la propia burguesía estadounidense, como lo demuestran los enfrentamientos que ya están marcando la campaña electoral para las elecciones presidenciales del ya próximo noviembre. Estas tensiones alimentan la desestabilización del aparato político estadounidense, cada vez más fragmentado y polarizado, no sólo por las divisiones entre republicanos y demócratas, sino también, y, sobre todo, por las crecientes divisiones al seno de cada uno de los dos campos rivales. El populista Trump aparece por el momento, como el favorito a pesar de todos los intentos de sacarlo del juego electoral por parte de las fracciones más responsables de la burguesía estadounidense. De hecho, la oleada de populismo sigue profundamente arraigada en la vida política estadounidense, como también es claramente evidente en varios países europeos.
Esta situación hunde en la incertidumbre a la burguesía estadounidense, pero también a las cancillerías de todo el mundo, incapaces de determinar de antemano cuál será la posición de Washington sobre cuestiones candentes que afectan a la geopolítica mundial. Estos enfrentamientos entre facciones dentro de la burguesía estadounidense (desde las declaraciones incendiarias de Trump hasta los bloqueos políticos en el Congreso respecto del apoyo militar a Ucrania) constituyen un importante acelerador de la desestabilización imperialista.
La sangrienta profundización del sálvese quien pueda imperialista
El caos interno está debilitando la credibilidad y la propia autoridad de Estados Unidos, que también está cada vez más socavada por una situación internacional caótica. Esta inestabilidad envalentona aún más a los grandes rivales, así como a las potencias secundarias: refuerza tanto a Putin como a Zelensky en su lógica mortífera, estimula la intoxicación bélica de Netanyahu, Irán y los grupos terroristas afiliados.
Y si China evita responder inmediatamente a las provocaciones y presiones de Washington, está aumentando la presión sobre Taiwán y Filipinas y está considerando más abiertamente la posibilidad a largo plazo de poder fortalecer su estatus como rival del Tío Sam.
La creciente agresividad de los tiburones imperialistas, pequeños o grandes, que intentan explotar los enfrentamientos entre camarillas burguesas en Estados Unidos, no significa en modo alguno que se librarán de las tensiones internas: Putin está atrapado entre la carnicería en el Donbass y la “guerra contra el terrorismo” del Estado Islámico, cuyos comandos se infiltran desde las antiguas repúblicas “soviéticas” de Asia Central, una amenaza que el clan gobernante y sus servicios secretos no han logrado neutralizar a pesar de las advertencias de varios servicios secretos extranjeros. En China, Xi se enfrenta al estancamiento económico, la desestabilización de las “Rutas de la Seda” debido al caos ambiental y las tensiones internas dentro del aparato del Partido Comunista Chino. En cuanto a la precipitada carrera de Israel, es producto de feroces enfrentamientos entre las camarillas nacionalistas extremistas en el poder y otras facciones de la burguesía, así como de la lucha por la supervivencia política de un Netanyahu, perseguido por la justicia.
La actual inestabilidad de la política estadounidense preocupa también a las cancillerías europeas y tiende a acentuar las divisiones dentro de la propia Unión Europea en cuanto a la política a adoptar frente a las presiones de la OTAN y de Estados Unidos. Así, las disputas al seno de la “pareja franco-alemana”, ya obligada a un “matrimonio forzado”, se intensificaron drásticamente.
El futuro de la humanidad no pasa por las urnas
Ante el hundimiento de la sociedad en la barbarie, el proletariado no tiene nada que esperar de las futuras elecciones presidenciales en Estados Unidos, como tampoco de todas las demás que están por venir. Cualquiera que sea el resultado de las elecciones del próximo noviembre en Estados Unidos, de ninguna manera revertirán la tendencia hacia el caos, la guerra y la fragmentación del mundo y la clase trabajadora sufrirá más que nunca las consecuencias de la explotación capitalista.
El plazo electoral sólo les importa para difundir entre la clase obrera la ilusión de que puede, mediante una “elección correcta”, influir en el curso de las cosas, cuando realmente, el circo electoral sólo expresa el desgarramiento de las camarillas burguesas que chocan cada vez más brutalmente disputándose el poder. Contrariamente a las mentiras difundidas por los demócratas, y en particular por los grupos de izquierda, que proponen la elección del campo “progresista” o “de un mal menor” de Biden al “mal absoluto” de Trump, el proletariado tendrá que contrarrestar el discurso “democrático”, rechazando la trampa de las urnas y liderando su lucha de clases autónoma.
En cuanto a las facciones burguesas, sólo chocan por la estrategia más eficaz y menos costosa para perpetuar la supremacía estadounidense, que coinciden en querer mantener por todos los medios, cualesquiera que sean las consecuencias para la humanidad y el planeta. ¿Atacar militarmente a Irán o debilitarlo con un bloqueo económico? ¿Aumentar la presión sobre Rusia a riesgo de hacerla implosionar o “congelar” la guerra de posiciones? ¿Formular un verdadero chantaje de seguridad hacia los “aliados” europeos?… Cualesquiera que sean las respuestas, siempre serán parte de la lógica de la guerra y su financiación siempre requerirá nuevos “sacrificios” por parte de los trabajadores. En resumen, cualquiera que sea la facción que gane las elecciones, el resultado será una mayor desestabilización, nuevas masacres y una política de “tierra arrasada”.
El proletariado debe continuar su lucha de clases
Frente a esta barbarie indescriptible, frente a las promesas de un caos generalizado, el proletariado representa la única alternativa posible para salvar a la especie humana de una destrucción programada por la lógica asesina de un sistema capitalista completamente obsoleto. La clase trabajadora ha reanudado su lucha y su potencial revolucionario permanece intacto para, en última instancia, afirmar su perspectiva y proyecto comunista.
Es por esta lucha que debemos combatir como clase, rechazando desde ahora cualquier lógica planificada de guerra y “sacrificio”. ¡Los discursos burgueses que presentan a la guerra como una “necesidad”, en nombre de preservar la paz, son mentiras viles! ¡El verdadero culpable es el sistema capitalista!
EKA, 18 de abril de 2024