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Este texto de Internationalisme forma parte de una serie de artículos publicados durante el año 1947 titulada "Problemas actuales del movimiento obrero". Remitimos al lector a la presentación de la primera parte publicada en el no 33 de esta Revista Internacional, la cual sitúa la crítica que Internationalisme hace del concepto que el Partido Comunista Internacionalista de Italia tiene sobre la organización en el contexto histórico de aquel tiempo.
Tras haber criticado el concepto del jefe genial el cual teoriza que únicamente las individualidades como tales tienen capacidades para profundizar la teoría revolucionaria, en esta parte Internationalisme prosigue su crítica contra el remate de aquella visión, "la disciplina" que concibe a los militantes de la organización como simples ejecutantes que no tienen por qué discutir sobre las orientaciones políticas de la organización.
Internationalisme reafirma que "la organización y la acción concertada comunistas tienen por única base la conciencia de los militantes que la componen. Cuanto mayor y más clara es esta conciencia más fuerte será la organización, más concertada y eficaz será su acción".
Desde aquel entonces, las escisiones a repetición a partir del tronco común inicial que era el Partido Comunista Internacionalista de Italia (PCInt) con la misma visión de la organización hasta el actual desmoronamiento del más fuerte de esos partidos, el Partido Comunista Internacional (Programa Comunista), no han hecho sino confirmar la validez de las advertencias de Internationalisme sobre semejantes concepciones.
La disciplina fuerza principal
Cuando las elecciones al parlamento en Italia, a finales de 1946, se publicó en el Órgano central del PCI de Italia, un artículo de fondo que era por sí mismo un programa. Su título, "Nuestra Fuerza" ; su autor, el secretario general del Partido. ¿De qué se trataba? De la turbación que había provocado en las filas del PCI la política electoral del Partido. Toda una parte de los camaradas, obedeciendo más, parece, al recuerdo de una tradición abstencionista de la fracción de Bordiga, que, a una clara posición global, se rebelaba contra la política de participación en las elecciones. Esos compañeros reaccionaban más bien con mal humor y falta de entusiasmo, "negligencias" prácticas en la campaña electoral que con una lucha política e ideológica franca en el seno del Partido. Por otra parte, algunos camaradas llevaban su entusiasmo electoral hasta tomar parte en el Referéndum para elegir entre Monarquía o República, votando claro está a favor de la República, a pesar de la posición abstencionista sobre el Referéndum Así pues, queriendo evitar "traumas" al partido con una discusión general sobre el parlamentarismo, al reanudar con la política caduca llamada de "parlamentarismo revolucionario", lo único que han conseguido es traumatizar de verdad la conciencia de los miembros que no sabían ya a qué "genio" encomendarse. Al participar los unos con demasiado calor, los otros demasiado fríamente, el Partido se ha constipado, y ha salido muy enfermo de la aventura electoralista.
Contra esta situación es contra lo que alza vehementemente la voz el secretario general en su editorial. Blandiendo la espada de la disciplina, corta de un tajo las improvisaciones políticas locales de derechas o de izquierdas. Lo importante no es lo justo o lo erróneo de una posición, sino la toma de conciencia de que hay una línea política general, la del Comité Central a quien se debe obediencia. Es la Disciplina. El alma divina de la disciplina. La Disciplina sería la Fuerza Principal del Partido, y del Ejército, se podría añadir. Aunque el secretario general dice que es “libremente consentida”. ¡Qué Dios sea alabado! ¡Este añadido nos tranquiliza!
Este recordatorio de la disciplina ha tenido resultados beneficiosos: del Sur, del Norte, de la Derecha y de la Izquierda, un número creciente de militantes han traducido a su manera la "disciplina libremente consentida" dimitiendo libremente.
Los dirigentes del PCI nos dicen que este abandono masivo responde a la "transformación de la cantidad en calidad" y que la cantidad que abandonó el Partido se llevó consigo una falsa comprensión de la disciplina comunista. Nosotros respondemos que los que se han quedado, y el Comité Central en primer lugar, no solo tienen una falsa concepción de la disciplina, sino, peor aún, tienen una falsa concepción del comunismo.
¿Qué es la disciplina? UNA IMPOSICIÓN DE LA VOLUNTAD DE OTROS. El añadido "libremente consentida" no es más que un adorno para hacerla más atractiva. Si emanara de quienes están sometidos a ella, no habría necesidad de recordárselo y, sobre todo, de recordarles constantemente que fue "libremente consentida".
La burguesía siempre ha afirmado que SUS leyes, SU orden, SU democracia, son el resultado de la "libre voluntad" del pueblo. En nombre de ese "libre albedrío" ha construido cárceles en cuyos frontones ha inscrito con letras de sangre "Liberté, Egalité, Fraternité". Siempre en este mismo nombre enrola al pueblo en los ejércitos, donde entre masacre y masacre le revela su "libre albedrío" que se llama Disciplina.
El matrimonio es un contrato libre, dicen, por lo que el divorcio y la separación se convierten en una burla intolerable. "Sométete a TU voluntad" ha sido la cumbre del arte jesuítico de las clases explotadoras. Así, envuelta en papel de seda y con un bonito envoltorio, presentaban su opresión a los oprimidos. Todo el mundo sabe que era por amor, por respeto a su alma divina, para salvarla, que la Inquisición cristiana quemaba a los herejes que compadecía sinceramente. El alma divina de la Inquisición se ha convertido hoy en "libre consentimiento".
Un, Dos, Izquierda, Derecha… Ejerced vuestra disciplina “libremente consentida” y seréis felices…
¿Cuál es la base de la concepción comunista? No de la disciplina, ojo, sino de la organización y la acción comunista.
Se basa en la premisa de que las personas sólo actúan libremente cuando son plenamente conscientes de sus intereses. Esta conciencia está condicionada por la evolución histórica, económica e ideológica. La "libertad" sólo existe cuando se adquiere esta conciencia. Cuando no hay conciencia, la libertad es una palabra vacía, una mentira; no es más que opresión y sumisión, aunque formalmente se "consienta libremente".
Los comunistas no están en el negocio de traer algún tipo de libertad a la clase obrera. No tienen ningún regalo que ofrecer. Todo lo que tienen que hacer es ayudar al proletariado a tomar conciencia de "los fines generales del movimiento", como lo expresa el Manifiesto Comunista de forma notablemente precisa.
El socialismo, decimos, sólo es posible como acto consciente de la clase obrera. Todo lo que promueve la conciencia es socialista, PERO SÓLO LO QUE LA PROMOCIONA. No se puede lograr el socialismo mediante engaños y trampas. No porque la trampa sea un medio inmoral, como diría un Koestler, sino porque la trampa no contiene ningún elemento de conciencia. El bastón es completamente moral cuando el objetivo es la opresión y la dominación de clase, porque logra concretamente ese objetivo, y no hay otra manera, y no puede haber otra manera. Cuando se utiliza la coacción -y la disciplina es una coacción moral- para compensar la falta de conciencia, se da la espalda al socialismo, se crean las condiciones para el no socialismo. Por eso nos oponemos categóricamente a la violencia en el seno de la clase obrera después del triunfo de la revolución proletaria, y nos oponemos resueltamente al uso de la disciplina en el seno del Partido.
¡Que se nos entienda bien!
No rechazamos la necesidad de organización, no rechazamos la necesidad de acción CONCERTADA. Al contrario. Pero negamos que la disciplina pueda servir jamás de base a esta acción, siendo por su propia naturaleza ajena a ella. La organización comunista y la acción concertada tienen ÚNICAMENTE como base la conciencia de los militantes que las fundan. Cuanto mayor y más clara sea esta conciencia, más fuerte será la organización, más concertada y eficaz será la acción.
En más de una ocasión, Lenin denunció violentamente el uso de la "disciplina voluntaria" como herramienta de la burocracia. Si utilizó el término disciplina, siempre lo hizo -y lo explicó muchas veces- en el sentido de voluntad de acción organizada, basada en la conciencia y la convicción revolucionaria de cada militante.
No se puede exigir a los militantes, como hace el Comité Central del PCI, que lleven a cabo una acción que no comprenden, o que va en contra de sus convicciones. Eso es creer que se puede hacer un trabajo revolucionario con una masa de idiotas o de esclavos. Es fácil ver por qué con esta política se necesita disciplina, elevada al nivel de una deidad revolucionaria.
En realidad, la acción revolucionaria sólo puede ser emprendida por militantes conscientes y convencidos. Y entonces esta acción rompe todas las cadenas, incluidas las forjadas por la santa disciplina.
Los viejos militantes recuerdan qué emboscada, qué arma formidable contra los revolucionarios constituyó esta disciplina en manos de los burócratas y de la dirección de la IC. Los hitlerianos en formación tenían su santo Vehme, los Zinoviev a la cabeza de la IC tenían su santa Disciplina. Una verdadera inquisición, con sus comisiones de control torturando y hurgando en el alma de cada militante.
Un corsé de hierro colocado sobre el cuerpo de los partidos, aprisionando y sofocando cualquier manifestación de conciencia revolucionaria. El colmo del refinamiento consistía en obligar a los militantes a defender públicamente lo que condenaban dentro de la organización. Era la prueba del bolchevique perfecto. Los juicios de Moscú no eran de naturaleza diferente, con esta concepción de la disciplina voluntaria.
Si la historia de la opresión de clase no hubiera legado esta noción de "disciplina", la contrarrevolución estalinista habría tenido que reinventarla.
Sabemos de algunos militantes de primera fila del PCI italiano que, para evitar el dilema de participar en la campaña electoral en contra de sus convicciones o romper la disciplina, no encontraron otra cosa que el ardid de un viaje oportuno. Engañar la conciencia, engañar al Partido, desaprobar, callar y dejar que las cosas sucedan: estos son los resultados más claros de estos métodos. ¡Qué degradación del Partido, qué degradación de los militantes!
La disciplina del PCI se extiende no sólo a los miembros del Partido italiano, sino que también se exige a las fracciones belga y francesa.
El abstencionismo se daba por descontado en la Izquierda Comunista de Italia. Así, una camarada de la fracción francesa escribió un artículo en su periódico intentando conciliar el abstencionismo con el participacionismo del PCI italiano. En su opinión, no se trataba de una cuestión de principios, por lo que la participación del PCI era perfectamente admisible. Sin embargo, cree que habría sido "preferible" abstenerse. Como vemos, se trata de una crítica un tanto benévola, dictada sobre todo por la necesidad de justificar la crítica de la fracción en Francia a la participación electoral de los trotskistas en Francia.
Esas críticas no cayeron bien en el secretariado del partido. Fulminante, el secretario declaró que las críticas en el extranjero a la política del Comité Central en Italia eran inadmisibles. Consideró que en Francia habían clavado una puñalada por la espalda al partido.
Marx y Lenin decían: enseñar, explicar, convencer. "...disciplina... ...disciplina..." responde el Comité Central.
No hay tarea más importante que formar militantes conscientes, mediante un trabajo perseverante de educación, explicación y discusión política. Esta tarea es al mismo tiempo el único medio de garantizar y fortalecer la acción revolucionaria. El PCI italiano ha descubierto un medio más eficaz: la disciplina. Después de todo, esto no es sorprendente. Cuando se profesa el concepto del Genio contemplándose y reflejándose del que brota la Luz, el Comité Central se convierte en el Estado Mayor que destila y transforma esta luz en órdenes y ukases, los militantes en tenientes, suboficiales y cabos, y la clase obrera en una masa de soldados a los que se enseña que "la disciplina es nuestra principal fuerza...".
Esta concepción de la lucha del proletariado y del partido es la de oficial de carrera del Ejército francés. Encuentra su fuente en la opresión secular y en la dominación del hombre por el hombre. Incumbe al proletariado borrarla de la faz de la tierra.
El derecho de Fracción y el régimen interior de la organización revolucionaria
Puede parecer sorprendente, después de los largos años de luchas épicas en el seno de la IC sobre el derecho de Fracción, volver hoy a esta cuestión. Para todo revolucionario, parecía haber sido resuelta por la experiencia. Sin embargo, es este derecho de Fracción el que estamos obligados a defender hoy frente a los dirigentes del PCI italiano.
Ningún revolucionario habla de libertad o democracia en general, porque ningún revolucionario se deja engañar por las fórmulas en general, porque siempre busca poner de relieve su verdadero contenido social, su contenido de clase. Más que a nadie, le debemos a Lenin la tarea de rasgar los velos y desenmascarar las mentiras descaradas que encubren las bellas palabras "libertad y democracia" en general.
Lo que es cierto para una sociedad de clases también lo es para las formaciones políticas que operan en ella. La II Internacional era muy democrática, pero su democracia consistía en ahogar el espíritu revolucionario en un océano de influencia ideológica de la burguesía. Los comunistas no queremos este tipo de democracia, en la que se abren todas las compuertas para apagar la chispa revolucionaria. La ruptura con los partidos burgueses que se llamaban socialistas y democráticos era necesaria y estaba justificada. La fundación de la III Internacional sobre la base de la exclusión de esta supuesta democracia fue una respuesta histórica. Esta respuesta es una conquista definitiva para el movimiento obrero.
Cuando hablamos de democracia obrera, de democracia dentro de la organización, lo hacemos de forma muy distinta a como lo hacen la Izquierda Socialista, los trotskistas y otros demagogos. La democracia a la que nos seducen, con trémolos en la voz y miel en los labios, es aquella en la que la organización es libre de proporcionar ministros para la gestión del Estado burgués, libre de participar en la guerra imperialista. Estas democracias organizativas no están más cerca de nosotros que las organizaciones no democráticas de Hitler, Mussolini y Stalin, que hacen exactamente el mismo trabajo. Nada es más repugnante que la anexión (los partidos socialistas lo saben todo sobre la anexión imperialista) de Rosa Luxemburgo por el Tartufo de la Izquierda Socialista para oponer su "democratismo" a la "intolerancia bolchevique". Rosa, al igual que Lenin, no resolvió el problema de la democracia obrera, pero ambos sabían cuál era su posición respecto a la democracia socialista y la denunciaron por lo que valía.
Cuando hablamos de régimen interno, nos referimos a una organización basada en criterios de clase y en un programa revolucionario que no esté abierto al primer abogado burgués que se presente. Nuestra libertad no es abstracta en sí misma, sino esencialmente concreta; es la de revolucionarios agrupados que buscan juntos los mejores medios para actuar por la emancipación social. Sobre esta base común y trabajando por el mismo objetivo, surgen inevitablemente muchas diferencias a lo largo del camino. Estas diferencias expresan siempre o bien la ausencia de todos los elementos de respuesta, o bien las dificultades reales de la lucha, o bien la inmadurez del pensamiento. No pueden suprimirse ni prohibirse; al contrario, deben resolverse mediante la experiencia de la propia lucha y la libre confrontación de ideas. El sistema de organización consiste, pues, no en sofocar las divergencias, sino en determinar las condiciones de su solución. Es decir, en lo que se refiere a la organización, favorecer que salgan a la luz en lugar de dejarlas pasar a la clandestinidad. Nada envenena más el ambiente de la organización que las divergencias que permanecen en la sombra. A la primera dificultad, al primer contratiempo serio, el edificio que se creía sólido como una roca se resquebraja y se derrumba, dejando un montón de piedras. Lo que al principio era una tempestad se transforma en una catástrofe decisiva.
Necesitamos un Partido fuerte, dicen los camaradas del PCI, un Partido unido y la existencia de tendencias y la lucha de fracciones lo dividen y debilitan. En apoyo de esta tesis, estos mismos camaradas invocan la resolución presentada por Lenin y votada en el X Congreso del PC ruso prohibiendo la existencia de fracciones en el Partido. Este recordatorio de la famosa resolución de Lenin, y su adopción hoy, marca toda la evolución de la fracción italiana en un Partido. Lo que la izquierda italiana y toda la izquierda de la IC combatieron y combatieron durante más de 20 años se ha convertido hoy en el credo del militante "perfecto" del PCI. Recordemos también que la resolución en cuestión fue adoptada por un partido 3 años después de la revolución (nunca podría haber sido prevista ni siquiera antes) que se enfrentaba a innumerables dificultades: bloqueo exterior, guerra civil, hambruna y ruina generalizada en Rusia. La Revolución Rusa había llegado a un terrible callejón sin salida. O la revolución mundial la salvaba o sucumbiría bajo la presión combinada del mundo exterior y las dificultades internas. Los bolcheviques en el poder estaban sometidos a esta presión y retrocedían económica y, lo que era mil veces más grave, políticamente. La resolución sobre la prohibición de las fracciones, que Lenin presentó como provisional, dictada por las terribles condiciones contingentes en las que se debatía el partido, formaba parte de una serie de medidas que lejos de fortalecer la Revolución no hacían sino agudizar su degeneración.
El X Congreso fue testigo de la votación de esta resolución, del aplastamiento por la violencia estatal de la revuelta obrera de Kronstadt y del comienzo de la deportación masiva de los opositores del Partido a Siberia.
La supresión ideológica dentro del Partido sólo podía concebirse como algo que iba de la mano de la violencia dentro de la clase. El Estado, órgano de violencia y coacción, sustituyó a las organizaciones ideológicas, económicas y unitarias de la clase: el partido, los sindicatos y los soviets. El GPU sustituye al debate. La contrarrevolución se impone a la revolución bajo la bandera del socialismo y se instaura el régimen más inicuo del capitalismo de Estado.
Marx dijo, refiriéndose a Luis Bonaparte, que los grandes acontecimientos de la historia ocurren, por así decirlo, dos veces, y añadió: "la primera vez como tragedia, la segunda como farsa".
El PCI italiano reproduce como farsa la grandeza y la tragedia de la Revolución Rusa y del Partido Bolchevique. El Comité de Coalición Antifascista de Bruselas frente al Soviet de Petrogrado; Vercesi en lugar de Lenin; el pobre Comité Central de Milán en lugar la Internacional Comunista de Moscú, donde se sentaban revolucionarios de todos los países; la tragedia de una lucha de decenas de millones de hombres frente a las mezquinas intrigas de unos pocos jefecillos. En 1920, el destino de las revoluciones rusa y mundial dependía de la cuestión de los derechos de las fracciones. "Ninguna fracción" en Italia en 1947 fue el grito de los impotentes que no querían ser obligados a pensar por el arma de la crítica y verse perturbados en su tranquilidad dogmática. "Ninguna fracción" llevó al asesinato de una revolución en 1920. "Ninguna fracción" en 1947 es una farsa ridícula de un partido inviable.
Sabemos que el Buró Internacional de la Fracción italiana se disolvió con el estallido de la guerra. Durante la guerra, surgieron diferencias políticas dentro de la Izquierda Comunista de Italia y entre los grupos que afirmaban formar parte de ella. ¿Qué método debería utilizarse para reconstruir la unidad organizativa y política de la Izquierda Italiana? Nuestro grupo abogaba por la convocatoria de una conferencia internacional de todos los grupos que decían formar parte de ella, con el objetivo de mantener un debate lo más amplio posible sobre todas las cuestiones en las que había desacuerdo. En nuestra contra, prevaleció el otro método, que consistía en mantener las diferencias al mínimo y exaltar la constitución del Partido en Italia en torno al cual debía formarse la nueva agrupación. No se toleró ninguna discusión o crítica internacional y a finales de 1946 se celebró un simulacro de Conferencia. Nuestro espíritu de crítica y discusión franca fue considerado intolerable e inaceptable, y en respuesta a nuestros documentos (los únicos presentados a la Conferencia para su discusión) se decidió no sólo no discutirlos, sino eliminarnos por completo de la Conferencia.
Pero incluso como farsa, la prohibición de las fracciones se convierte en un serio obstáculo para la reconstrucción de la organización revolucionaria. La reconstrucción del Buró Internacional del Izquierda Comunista de Italia podría servir de ejemplo palpable de este método.
En Internationalisme Nº 16, de diciembre de 1946, publicamos nuestro documento para todos los grupos que decían ser miembros de la Izquierda Comunista de Italia como preparación de la Conferencia. En este documento enumeramos todas las diferencias políticas existentes en la Izquierda y explicamos francamente nuestro punto de vista. En el mismo número de Internationalisme encontrarán también la "respuesta" de este singular Buró Internacional. “Puesto que", dice esta respuesta, "su carta demuestra una vez más la constante distorsión de los hechos y de las posiciones políticas adoptadas tanto por el PCI italiano como por las fracciones francesa y belga" y, además, "que su actividad se limita a lanzar confusión y lodo contra nuestros camaradas, hemos descartado unánimemente la posibilidad de aceptar su solicitud de participar en la reunión internacional de las organizaciones de la GCI".
Se puede pensar lo que se quiera del espíritu con el que se dio esta respuesta, pero hay que decir que, a falta de argumentos políticos, no carece de energía y decisión burocrática. Lo que no dice la respuesta, y que es muy característico de la concepción de la disciplina verdaderamente general profesada y practicada por esta organización, es la siguiente decisión tomada en gran secreto.
He aquí lo que nos escribió al respecto un camarada del PCI italiano al día siguiente de esta reunión internacional: "El domingo 8 de diciembre tuvo lugar la reunión de los delegados del Buró Político Internacional del PCI. Con referencia a su carta a los camaradas de las fracciones de la GCI y el PCI en Italia, se le enviará en breve una respuesta oficial. Con referencia a su solicitud de reuniones conjuntas para seguir discutiendo, su ... propuesta fue rechazada. Además, se ha ordenado a todos los camaradas que rompan toda comunicación con las fracciones disidentes. Por lo tanto, lamento comunicarle que no podré seguir en el futuro en contacto con su grupo", firmado JOBER - 9 de diciembre de 1946.
¿Es necesario seguir comentando esta decisión interna y secreta? Realmente no. Sólo añadiremos que, en Moscú, Stalin dispone evidentemente de medios más apropiados para aislar a los revolucionarios: las celdas de la Lubyanka, (la prisión de la GPU) los aisladores de Verkhni Uralsk y, si es necesario, la bala en la nuca. Gracias a Dios, el PCInt aún no tiene esa fuerza y haremos todo lo posible para que nunca la tenga, pero en realidad eso no es culpa suya. Lo que importa en última instancia es el objetivo y el método, que consiste en tratar de aislar y silenciar el pensamiento del adversario, de los que no piensan como tú. Fatalmente, y de acuerdo con la posición que ocupas y la fuerza que posees, te ves abocado a medidas cada vez más violentas. La diferencia con el estalinismo no es una cuestión de naturaleza, sino sólo de grado.
Lo único que debe lamentar el PCI es verse obligado a recurrir a estos medios miserables de "prohibir a sus miembros todo contacto con las fracciones disidentes".
Toda la concepción del régimen interno de la organización y de sus relaciones con la clase queda ilustrada y concretada por esta decisión, en nuestra opinión, monstruosa y repugnante. Excomunión, calumnia, silencio impuesto, estos son los métodos que están sustituyendo a la explicación política, la discusión y la confrontación. Este es un ejemplo típico del nuevo concepto de organización.
Conclusión
Un camarada de la GCI nos escribe una larga carta para "descargar" -como él dice- su estómago de todo lo que le pesa, desde la coalición antifascista hasta la nueva concepción del Partido. “El partido", escribe en la carta, "no es el objetivo del movimiento obrero, es sólo un medio para alcanzar un fin". Pero el fin no justifica todos los medios. Los medios deben estar impregnados del carácter del fin al que sirven para alcanzarlo, el fin debe encontrarse en cada uno de los medios empleados, y en consecuencia el partido no puede construirse según las concepciones leninistas, porque eso significaría, una vez más, ausencia de democracia: disciplina militar, prohibición de la libre expresión, ofensas a la opinión, monolitismo y mistificación del partido.
Si la democracia es el mayor fraude de todos los tiempos, eso no debe impedirnos estar a favor de la democracia proletaria en el Partido, el movimiento obrero y la clase. O propongamos otro término. Lo importante es que siga siendo el mismo. Democracia proletaria significa derecho de expresión, libertad de pensamiento, libertad de discrepar, supresión de la violencia y del terror en todas sus formas, en el partido y naturalmente en la clase.
Comprendemos y compartimos plenamente la indignación de este camarada cuando se pronuncia contra la construcción del partido cuartelero y la dictadura sobre el proletariado. Qué lejos está esta concepción sana y revolucionaria de la organización y del régimen interno de la otra concepción que nos ha dado recientemente uno de los dirigentes del PCI italiano. "Nuestra concepción del Partido", dijo textualmente, "es un partido monolítico, homogéneo, monopolista".
Tal concepción, junto con el concepto de líder genial y de disciplina militar, no tiene nada que ver con el trabajo revolucionario del proletariado, donde todo está condicionado por la elevación de la conciencia, por la maduración ideológica de la clase obrera. Monolitismo, homogeneidad y monopolismo son la trilogía divina del fascismo y del estalinismo.
El hecho de que un hombre o un partido que se autodenomina revolucionario pueda reivindicar esta fórmula es un trágico indicio de la decadencia y degeneración del movimiento obrero. Sobre esta triple base no estamos construyendo el partido de la revolución, sino un nuevo cuartel para los trabajadores. Estamos ayudando efectivamente a mantener a los trabajadores en un estado de sumisión y dominación. Es una acción contrarrevolucionaria.
Lo que nos hace dudar de la posibilidad de recuperación del PCI italiano, más que sus errores puramente políticos, son sus concepciones de la organización y sus relaciones con el conjunto de la clase. Las ideas que marcaron el fin de la vida revolucionaria del partido bolchevique y el comienzo de su decadencia: la prohibición de las facciones, la supresión de la libertad de expresión en el partido y en la clase, el culto a la disciplina, la exaltación del líder infalible, sirven hoy de fundamento y base al PCI italiano y a la GCI. Si el PCI persiste en este camino, nunca podrá servir a la causa del socialismo. Con plena conciencia de la gravedad de la situación, les gritamos: "Alto ahí. Hay que dar marcha atrás, pues aquí la pendiente es fatal".
Marc