La guerra de Ucrania alimenta la barbarie y el caos en todo el mundo

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Más de un año ya de una carnicería atroz, cientos de miles de soldados masacrados en ambos bandos, más de un año de bombardeos y de ejecuciones indiscriminadas, asesinando a decenas de miles de civiles, más de un año de destrucción sistemática convirtiendo el país en un gigantesco campo de ruinas, mientras que las poblaciones desplazadas se cuentan por millones, más de un año de enormes presupuestos hundidos en esta carnicería por ambas partes (Rusia está comprometiendo actualmente cerca del 5% de su presupuesto estatal en la guerra, mientras que la hipotética reconstrucción de la Ucrania en ruinas requeriría más de 400,000 millones de dólares). Y esta tragedia está lejos de terminar.

En términos de enfrentamientos imperialistas, el estallido de la guerra en Ucrania fue también un importante paso cualitativo en el hundimiento de la sociedad capitalista en la guerra y el militarismo. Es cierto que desde 1989, diversas aventuras bélicas han sacudido el planeta (las guerras de Kuwait, Irak, Afganistán, Siria...), pero éstas nunca habían supuesto un enfrentamiento tan abierto entre grandes potencias imperialistas. El conflicto ucraniano es el primer enfrentamiento militar de esta magnitud entre Estados a las puertas de Europa desde 1940-45, en el que participan los dos países más grandes de Europa, uno de los cuales dispone de armas nucleares u otras armas de destrucción masiva y el otro cuenta con el apoyo financiero y militar de la OTAN, y que puede provocar una catástrofe para la humanidad.

El imperialismo estadounidense a la ofensiva exacerba el caos

Aunque Rusia invadió Ucrania inmediatamente, una de las principales lecciones de este año de guerra es sin duda que, detrás de los protagonistas en el campo de batalla, el imperialismo estadounidense está a la ofensiva.

Ante el declive de su hegemonía, Estados Unidos lleva aplicando desde los años 1990 una política agresiva para defender sus intereses, especialmente hacia el antiguo líder del ex bloque rival, Rusia. A pesar del compromiso adquirido tras la desintegración de la URSS de no ampliar la OTAN, los estadounidenses han integrado en esta alianza a todos los países del antiguo Pacto de Varsovia. En 2014, la "Revolución Naranja" sustituyó al régimen prorruso de Ucrania por un gobierno prooccidental y, unos años más tarde, una revuelta popular amenazó al régimen prorruso en Bielorrusia. Ante esta estrategia de cerco, el régimen de Putin reaccionó empleando su fuerza militar, vestigio de su pasado como jefe del bloque. Tras la toma de Crimea y del Donbass en 2014 por parte de Putin, Estados Unidos comenzó a armar a Ucrania y a entrenar a sus militares para utilizar las armas más sofisticadas. Cuando Rusia desplegó su ejército en las fronteras de Ucrania, estrecharon la trampa afirmando que Putin invadiría Ucrania al tiempo que aseguraban que no intervendría sobre el terreno. Mediante esta estrategia de cerco y asfixia a Rusia, Estados Unidos ha dado un golpe maestro que tiene un objetivo mucho más ambicioso que el de simplemente frenar las ambiciones rusas:

- A partir de entonces, la guerra en Ucrania conduce a un claro debilitamiento del poder militar que le queda a Moscú y a una rebaja de sus ambiciones imperialistas. También demuestra la superioridad absoluta de la tecnología militar estadounidense, que es la base del "milagro" de la "pequeña Ucrania" que está haciendo retroceder al "oso ruso";

- El conflicto también les ha permitido apretar las tuercas dentro de la OTAN, ya que los países europeos se vieron obligados a alinearse tras la posición estadounidense, especialmente Francia y Alemania, que estaban desarrollando su propia política hacia Rusia e ignorando a la OTAN, que el presidente francés Macron consideraba estaba en "muerte cerebral" hasta hace dos años;

- El principal objetivo de los estadounidenses al dar una lección a Rusia era sin duda una advertencia inequívoca a su principal rival, China. Durante los últimos diez años, Estados Unidos orienta la defensa de su liderazgo contra el ascenso del retador chino: primero a través de una guerra comercial abierta durante la presidencia de Trump, pero la administración Biden ahora ha intensificado la presión en el plano militar (las tensiones en torno a Taiwán). Así, el conflicto en Ucrania ha debilitado al único aliado militar importante de China y está poniendo en tensión el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, uno de cuyos ejes pasaba por Ucrania.

Si bien ha surgido gradualmente una polarización de las tensiones imperialistas entre EEUU y China, esto es, sin embargo, el producto de una política sistemática llevada a cabo por la potencia imperialista dominante, Estados Unidos, en un intento de detener el declive irreversible de su liderazgo. Tras la guerra de Bush padre contra Irak, con la polarización de Bush hijo contra el "eje del mal" (Irak, Irán, Corea del Norte), la ofensiva estadounidense tiene hoy como objetivo impedir cualquier aparición de contendientes. Treinta años de semejante política no han aportado disciplina ni orden a las relaciones imperialistas, sino que, por el contrario, han exacerbado el sálvese quien pueda, el caos y la barbarie. Estados Unidos es hoy uno de los principales vectores de la aterradora expansión de los enfrentamientos bélicos.

La intensificación del sálvese quien pueda y de las tensiones imperialistas

Contrariamente a las declaraciones periodísticas superficiales, el desarrollo de los acontecimientos muestra que el conflicto en Ucrania no ha conducido en absoluto a una "racionalización" de las contradicciones guerreras. Además de los grandes imperialismos, que sufren la presión de la ofensiva estadounidense, la explosión de una multiplicidad de ambiciones y rivalidades acentúa el carácter caótico e irracional de las relaciones imperialistas.

La acentuación de la presión estadounidense sobre los demás grandes imperialismos sólo puede empujarlos a reaccionar y con ello agudizarse el peligro de nuevas confrontaciones militares:

- Para el imperialismo ruso, se trata de una cuestión de supervivencia porque ya es evidente que, cualquiera que sea el resultado del conflicto, Rusia saldrá claramente disminuida de la aventura que ha puesto al descubierto sus límites militares y económicos. Está agotada en el plano militar, habiendo perdido doscientos mil soldados -especialmente entre sus unidades de élite más experimentadas-, una gran cantidad de tanques, aviones y helicópteros modernos. Está fuertemente debilitada desde el punto de vista económico por los enormes costes de la guerra y también por el hundimiento de la economía provocado por las sanciones occidentales. Mientras la facción de Putin intenta por todos los medios conservar el poder, surgen tensiones en el seno de la burguesía rusa, especialmente con las fracciones más nacionalistas o con ciertos "señores de la guerra" (Prigozhin). Estas condiciones militares desfavorables y políticas inestables podrían incluso llevar a Rusia a recurrir a las armas nucleares tácticas.

- Las burguesías europeas, especialmente Francia y Alemania, habían estado instando a Putin a no ir a la guerra e incluso estaban dispuestas, como revelaron las indiscreciones de Boris Johnson, a respaldar un ataque limitado en escala y tiempo para sustituir al régimen existente en Kiev. Ante el fracaso de las fuerzas rusas y la inesperada resistencia de los ucranianos, Macron y Scholz tuvieron que sumarse tímidamente a la posición de la OTAN liderada por Estados Unidos. Sin embargo, no se trata de someterse a la política estadounidense y abandonar sus propios intereses imperialistas, como ilustran los recientes viajes de Scholz y Macron a Pekín. Además, ambos países han aumentado fuertemente sus presupuestos militares con vistas a un rearme masivo de sus fuerzas armadas (una duplicación en el caso de Alemania, es decir, 107,000 millones de euros). Estas iniciativas han suscitado tensiones entre la pareja francoalemana, sobre todo en lo que respecta al desarrollo de programas conjuntos de armamento y a la política económica de la UE.

- China se ha posicionado con mucha prudencia en relación con el conflicto ucraniano, ante las dificultades de su "aliado" ruso y las amenazas poco veladas de Estados Unidos hacia ésta. Para la burguesía china, la lección es amarga: la guerra en Ucrania ha demostrado que toda ambición imperialista mundial es ilusoria en ausencia de una potencia militar y económica capaz de competir con la superpotencia estadounidense. Hoy, sin embargo, China, que aún no dispone de fuerzas armadas a la altura de su expansión económica, es vulnerable a la presión norteamericana y al caos bélico circundante. Ciertamente, la burguesía china no renuncia a sus ambiciones imperialistas, en particular a la reconquista de Taiwán, pero sólo podrá progresar a largo plazo evitando ceder a las numerosas provocaciones estadounidenses (globos "espía", prohibición de la aplicación Tik Tok...) y llevando a cabo una amplia ofensiva diplomática de encanto destinada a evitar cualquier aislamiento internacional: recepción en Pekín de un gran número de jefes de Estado, acercamiento iraní-saudí auspiciado por China, propuesta de un plan para detener los combates en Ucrania...

Por otra parte, el sálvese quien pueda imperialista provoca una explosión del número de zonas potenciales de conflicto. En Europa, la presión sobre Alemania está llevando a disensiones con Francia, y la UE ha reaccionado con ira al proteccionismo de la “Inflation Reduction Act” (Plan/Proyecto de Reducción de la Inflación) de Biden, vista como una auténtica declaración de guerra a las exportaciones europeas a EEUU. En Asia Central, el declive de la potencia rusa va de la mano de una rápida expansión de la influencia de otras potencias, como China, Turquía, Irán o Estados Unidos en las repúblicas de la ex URSS. En Extremo Oriente, persisten los riesgos de conflictos entre China, por un lado, e India (con enfrentamientos fronterizos regulares) o con Japón (que se está rearmando masivamente), por no hablar de las tensiones entre India y Pakistán y las recurrentes entre las dos Coreas. En Oriente Medio, el debilitamiento de Rusia, la desestabilización interna de protagonistas importantes como Irán (revueltas populares, luchas entre facciones y presiones imperialistas) o Turquía (situación económica desastrosa) tendrán un gran impacto en las relaciones imperialistas. Por último, en África, mientras la crisis energética y alimentaria y las tensiones bélicas hacen estragos en varias regiones (Etiopía, Sudán, Libia, Sáhara Occidental), la competencia agresiva entre los buitres imperialistas estimula la desestabilización y el caos.

Explosión de la irracionalidad del militarismo

Un año de guerra en Ucrania ha puesto de relieve, sobre todo, que la descomposición acentúa uno de los aspectos más perniciosos de la guerra en la decadencia: su irracionalidad. En efecto, los efectos del militarismo son cada vez más imprevisibles y desastrosos, independientemente de las ambiciones iniciales:

- Estados Unidos libró las dos guerras del Golfo, así como la guerra de Afganistán, para mantener su liderazgo en el planeta, pero en todos los casos, el resultado es una explosión de caos e inestabilidad, así como un enorme éxodo de refugiados;

- Sean cuales sean los objetivos de los numerosos buitres imperialistas (rusos, turcos, iraníes, israelíes, estadounidenses o europeos) que intervinieron en las horribles guerras civiles siria o libia, estos heredaron un país en ruinas, faccionado y dividido en clanes, con millones de refugiados huyendo a los países vecinos o a los países industrializados.

La guerra en Ucrania es una confirmación ejemplar de ello: cualesquiera que sean los objetivos geoestratégicos de los imperialismos ruso o estadounidense, el resultado es un país en ruinas (Ucrania), un país arruinado económica y militarmente (Rusia), una situación imperialista aún más tensa y caótica en el mundo, y aún más millones de refugiados.

La acentuación del militarismo y de la irracionalidad de la guerra implica una expansión aterradora de la barbarie guerrera por todo el planeta. En este contexto, pueden formarse alianzas coyunturales en torno a objetivos particulares. Por ejemplo, Turquía, miembro de la OTAN, está adoptando una política de neutralidad hacia Rusia en Ucrania, con la esperanza de utilizar esto para aliarse con Rusia en Siria contra las milicias kurdas apoyadas por Estados Unidos.

Sin embargo, y contrariamente a la propaganda burguesa, el conflicto ucraniano no conduce a un reagrupamiento de los imperialismos en bloques y, por tanto, no abre la dinámica hacia una nueva guerra mundial, sino más bien hacia una aterradora expansión del caos sangriento: Importantes potencias imperialistas como India, Sudáfrica, Brasil e incluso Arabia Saudita mantienen claramente su autonomía respecto a los protagonistas, el vínculo entre China y Rusia no se ha estrechado, al contrario, y mientras Estados Unidos utiliza la guerra para imponer sus puntos de vista en el seno de la OTAN, países miembros como Turquía o Hungría van abiertamente por libre mientras Alemania y Francia intentan por todos los medios desarrollar sus propias políticas. Además, el líder de un bloque potencial debe ser capaz de generar confianza entre los países adherentes y garantizar la seguridad de sus aliados. China, sin embargo, se ha mostrado muy cauta en su apoyo a su aliado ruso, al que tiende a fagocitar. En cuanto a Estados Unidos, tras el "America first" de Trump, que había enfriado a los "aliados", Biden sigue básicamente la misma política: les hace pagar un alto precio energético por el boicot a la economía rusa, mientras que Estados Unidos es autosuficiente en este ámbito y las leyes "anti chinas" golpearán duramente a las importaciones europeas. Es precisamente esta falta de garantías concernientes a su seguridad lo que ha llevado a Arabia Saudita a cerrar un acuerdo con China e Irán.

La guerra de Ucrania alimenta las otras dimensiones de la "policrisis"

Lo que hace aún más delicada la situación es que la "crisis ucraniana" no aparece como un fenómeno aislado, sino como una de las manifestaciones de esta "policrisis"1, acumulación e interacción de crisis sanitaria, económica, ecológica, alimentaria, bélica, que caracteriza los años veinte del siglo XXI. Y la guerra en Ucrania constituye en este contexto un verdadero multiplicador e intensificador de la barbarie y el caos a escala mundial: "En relación con esta agregación de fenómenos destructivos y su "efecto torbellino", es necesario subrayar el papel motor de la guerra como acción querida y planificada por los Estados capitalistas"2. De hecho, la guerra en Ucrania ha acentuado el alza de la inflación y la recesión en varias partes del mundo, ha provocado una crisis alimentaria y energética, ha causado un retroceso en las políticas climáticas (las centrales nucleares e incluso las de carbón vuelven a funcionar) y ha provocado una nueva afluencia de refugiados. Y eso sin mencionar el riesgo siempre presente de bombardear centrales nucleares, como seguimos viendo en torno al sitio de Zaporijjia, o de la utilización de armas químicas, bacteriológicas o nucleares.

En resumen, un año de guerra en Ucrania pone de manifiesto hasta qué punto se ha intensificado el "gran rearme del mundo", simbolizado por el rearme masivo de los dos grandes perdedores de la Segunda Guerra Mundial, Japón, que ha destinado 320,000 millones de dólares a su ejército en 5 años, el mayor esfuerzo armamentístico desde 1945, y sobre todo Alemania, que también está aumentando su presupuesto de defensa. Así, el conflicto ucraniano ilustra claramente la bancarrota de este sistema (siendo obviamente un producto voluntario de la clase dominante). Sin embargo, la impotencia y el horror que provoca la guerra no favorecen hoy el desarrollo de una oposición proletaria al conflicto. Por otra parte, la agravación significativa de la crisis económica y los ataques contra los trabajadores que se derivan directamente de ella, empujan a estos últimos a movilizarse en su terreno de clase para defender sus condiciones de vida. En esta dinámica de regreso de las luchas proletarias, la barbarie bélica acabará por constituir una fuente de toma de conciencia de la bancarrota del sistema, que hoy sigue limitada a pequeñas minorías de clase.

R. Havanese, 25 de marzo de 2023

1 El término es utilizado por la propia burguesía en el Global Risks Report 2023 (Informe de Riesgos Mundiales) presentado en el Foro Económico Mundial en enero de 2023 en Davos.

2Los años veinte del siglo XXI: La aceleración de la descomposición plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad”, Revista Internacional núm. 169 (2022)

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Guerra en Ucrania