Críticas a los llamados “comunistizadores”. (I): Introducción a la serie

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Desde 1989 y el colapso de los regímenes falsamente llamados “comunistas” del antiguo bloque imperialista alrededor de la URSS, el marxismo genuino ha tenido que defenderse contra una campaña intensificada basada en distorsiones y mentiras, que afirma que el marxismo es una ideología anticuada y desacreditada que, puesto en práctica, sólo podía preparar el terreno para el gulag totalitario estalinista. Estas campañas se han visto favorecidas no sólo por la existencia de regímenes que han mantenido, bajo una bandera roja, la explotación y represión de los trabajadores, sino también por todas las viejas expresiones del movimiento obrero que, tras pasarse al lado de la burguesía, continúan invocando una versión desfigurada del marxismo como pretexto para su participación en las guerras imperialistas y su defensa de más formas estatales de dominación capitalista; y esto ha sido una característica de los últimos 100 años o más. Así, la movilización de la clase obrera en los campos de batalla de 1914-18 fue dirigida por exsocialistas que utilizaron pasajes de Marx y Engels aplicables cuando aún eran posibles las guerras nacionales para justificar su apoyo a una guerra mundial imperialista y reaccionaria. Posteriormente, los estalinistas y los trotskistas demostraron su adhesión al campo del capital pintando la Segunda Guerra Mundial bajo un falso barniz marxista, en particular llamando a la defensa de la “patria socialista” o de un supuesto “Estado obrero degenerado” en la URSS.

Pero la contrarrevolución que envolvió a la clase trabajadora después de las heroicas luchas de 1917-1923 no solo tomó las formas abiertas del estalinismo y el fascismo. También necesitaba su lado “democrático”, especialmente en la ideología del antifascismo que fue diseñada para atraer a los trabajadores e incluso a los ex militantes revolucionarios hartos de los horrores de la represión fascista y el asesinato en masa. Pero a un nivel más teórico, esta contrarrevolución democrática también dio lugar a una nueva distorsión del marxismo, que se ha llamado “marxismo occidental” y que ha sido un componente clave de lo que llamamos modernismo1. A diferencia de los estalinistas y los trotskistas, esta tendencia es más amorfa y no ofrece un programa definido para la estatización del capital (aunque generalmente acepta que hay algo no capitalista en lo que Marcuse y otros han llamado “marxismo soviético”). Tuvo su origen principalmente en universidades o “institutos de investigación social” reconocidos por el Estado, en particular la Escuela de Frankfurt, la principal fuente de inspiración intelectual para el “marxismo occidental”.

Esta corriente puede considerarse la fuente del modernismo porque pretende ofrecer una crítica a los “dogmas obsoletos” del marxismo, que tal vez alguna vez fueron válidos pero que ya no son aplicables en el “capitalismo moderno”. Por supuesto, el marxismo genuino está lejos de ser un dogma estático y debe analizar constantemente los cambios interminables provocados por la sociedad más dinámica y expansiva jamás vista en la historia humana. Pero la esencia del modernismo consiste en invocar el nombre de Marx para despojar al marxismo de sus principios fundacionales, de todos sus rasgos revolucionarios. Por lo tanto, se caracteriza por todos o algunos de los siguientes elementos:

- En primer lugar, el rechazo del carácter revolucionario de la clase obrera. El fracaso de los intentos revolucionarios de 1917-23 demostró, para el modernismo, el fracaso histórico de la clase obrera, incluso su entusiasmo por la contrarrevolución, ya sea por su sumisión al fascismo (un elemento fuerte en los escritos de Adorno, por ejemplo ) o porque el propio marxismo “tradicional” fue visto como responsable del estalinismo (lo que luego alinearía estas ideologías “posmarxistas” con los temas principales de las campañas ideológicas que siguieron al “colapso del comunismo” de 1989). En el período de auge de la posguerra, Marcuse, llegó a la conclusión de que la clase obrera de Occidente había sido sobornada por la prosperidad económica y las ideologías “unidimensionales” como el consumismo, empezó a buscar otros sujetos “revolucionarios”, como los estudiantes protestando contra la guerra de Vietnam o los campesinos supuestamente en una “lucha anti imperialista” en las periferias del sistema2;

- el rechazo de cualquier continuidad con el desarrollo histórico progresista, tanto en general como más particularmente el del movimiento proletario: se acepta a Marx, pero se rechaza a menudo a Engels por ser, en el mejor de los casos, un divulgador; la Segunda Internacional no juega ningún papel en el desarrollo del marxismo y está completamente identificada con su ala oportunista; el mismo tratamiento también puede reservarse para la Internacional Comunista, considerada como nada más que la fuente del “marxismo soviético” moderno;

- en línea con lo anterior, el rechazo del objetivo de la dictadura del proletariado y la construcción de un partido revolucionario de clase. De hecho, la militancia revolucionaria a menudo se presenta como la forma más alta de alienación.

El marxismo se transforma así en una utopía individual de rechazo del capitalismo a nivel de ideología cultural, desvirtuando así al joven Marx y su planteamiento del problema de la alienación, o transformando la crítica de la economía política en un sofisticado argumento a favor de la naturaleza perenne e inmutable del capitalismo y en un rechazo a la teoría de la decadencia del capitalismo.

El modernismo penetra en el movimiento revolucionario

En nuestro artículo “Modernismo: del izquierdismo a la nada”, publicado en el número 18 de Révolution Internationale en abril de 1975, identificamos a la Escuela de Frankfurt como una de las principales fuentes del modernismo, y mostramos que sus principales impulsores se identificaban abiertamente con la clase dominante y la guerra imperialista de 1939-45:

En las décadas de 1930 y 1940, los compañeros de viaje estalinistas en el Instituto de Investigación Social de Frankfurt (Marcuse, Horkheimer, Adorno) comenzaron a establecer el marco utilizado por los modernistas de hoy. Según ellos, el marxismo y el proletariado fracasaron porque no eran ‘revolucionarios’. Por ejemplo, los trabajadores no se habían unido fervientemente a la defensa de la España republicana en 1936-38... Incapaces de ver que los aplastantes levantamientos obreros de 1917-23 finalmente permitieron una nueva guerra imperialista, estos diletantes ‘eligieron’ con entusiasmo apoyar al campo de los aliados durante este mismo conflicto imperialista”.

El artículo señala, por ejemplo, que durante la guerra Marcuse trabajó para la Oficina de Investigación de Inteligencia del Departamento de Estado de EE. UU. y se convirtió en el jefe interino de su sección de Europa del Este.

El título del artículo, que sitúa los orígenes del modernismo en el ala izquierda del capital, es perfectamente apropiado en este caso. Sin embargo, experiencias posteriores confirmaron que el modernismo, al igual que las diversas tergiversaciones del socialismo criticadas en el Manifiesto Comunista, también podían enraizarse en corrientes que inicialmente habían buscado ubicarse en el terreno del proletariado. En la década de 1960, ante el auge económico de la posguerra, el grupo Socialisme ou Barbarie se propuso demostrar que Marx estaba equivocado en lo que respecta a la inevitabilidad de las crisis económicas en el capitalismo. En 1948, luego de haber roto con el trotskismo, S o B insistió en que el capitalismo se había convertido en un sistema decadente y que ello había sido acogido por la Izquierda Comunista en Francia (GCF) como un desarrollo potencialmente positivo aunque la GCF les había advertido explícitamente de las dificultades de una ruptura total con el trotskismo y contra la arrogancia intelectual de considerarse los únicos capaces de resolver los problemas a los que se enfrenta la clase obrera y el movimiento revolucionario sin una referencia a la tradición comunista que ya se había hecho preguntas profundas sobre la derrota de las revoluciones de 1917-23 y sobre la naturaleza del sistema “socialista” en la URSS y otros países3. En realidad, S o B tuvo que demostrar que no estaba menos fascinado por el crecimiento capitalista en los años 50 y 60 de lo que lo había estado una figura como el socialdemócrata Bernstein en los años 1890. Y como cada vez más llegaron a ver los dogmas del estalinismo y el trotskismo como arraigados en el propio marxismo, empezaron a cuestionar no sólo las contradicciones económicas del sistema, sino incluso la contradicción fundamental entre la clase obrera y el capital, sustituyéndola por un nebuloso conflicto entre “dadores y ejecutores de órdenes” que reproducía la clásica obsesión anarquista por la “autoridad”. Una consecuencia lógica de la negación de las contradicciones internas del capital fue la elaboración de una concepción del socialismo como un sistema de “autogestión” que podría coexistir con la producción de mercancías, otra regresión hacia el anarquismo presentada como una alternativa nueva y radical al “marxismo tradicional”4.

S o B, y en particular su visión de la autogestión generalizada, tuvo una gran influencia en la corriente situacionista, cuya hora de gloria fue en los acontecimientos de mayo-junio de 1968. Un artículo de Marc Chirik en Révolution Internationale n° 2, 19695, muestra que la influencia de S o B también se extendió al rechazo por parte de los situacionistas de la concepción marxista del vínculo profundo entre la lucha de clases y una crisis capitalista objetiva. Para ellos, los grandes movimientos de clase del 68 y los años siguientes fueron sobre todo consecuencia de factores subjetivos: a nivel general, el hastío y la alienación de la “vida cotidiana” bajo el capitalismo, pero también, más específicamente, de la intervención ejemplar de los propios situacionistas. Los situacionistas estaban por lo tanto anclados en la visión modernista del mundo, pero habiendo participado en un movimiento de clase real, y a pesar del carácter clásicamente “artístico” -de hecho, pequeñoburgués- de consignas como “Nunca trabajes”, eran mucho menos hostiles a la lucha de la clase obrera que algunos que les sucedieron.

A principios de la década de 1970, tanto S o B como la Internacional Situacionista habían dejado de existir, y la mayoría de las corrientes modernistas -algunas de las cuales habían pasado por la escuela de S o B y el situacionismo, e incluso por la rama bordiguista de la Izquierda Comunista- habían desarrollado un lenguaje más “marxista”, capaz de discernir los errores de la autogestión (aunque, como veremos, muchas veces la resucitaron bajo nuevas formas) y de insistir en el hecho de que el comunismo significaba la erradicación de todas las relaciones sociales capitalistas basadas en el trabajo asalariado y la producción de mercancías. Así nació la corriente “communisateur”, que desde entonces se ha convertido en la forma principal de la ideología modernista. No es una casualidad que este desarrollo coincidiera con el renacimiento de la Izquierda Comunista. Los “comunistizadores”, como el grupo Invariance en torno a Jacques Camatte, el grupo Mouvement Communiste en torno a Barrot/Dauvé6, o la Organisation des Jeunes Travailleurs Révolutionnaires (OJTR) en torno a Dominique Blanc, se presentan mucho más voluntariamente como herederos de la Izquierda Comunista histórica pero también como críticos de sus límites, y sobre todo del “conservadurismo” de los grupos de la izquierda comunista resurgente con su insistencia en la necesidad de una organización política militante y en la lucha defensiva de la clase obrera como condición previa para una futura revolución comunista. Los elementos de esta nueva tendencia se autodenominan “comunistizadores” porque afirman ser los únicos verdaderos comunistas, los únicos que entienden lo que Marx quiere decir en La Ideología Alemana cuando definió al comunismo como el “movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”. En este sentido, aunque hubo algunos debates iniciales entre “comunistizadores” y grupos de la nueva Izquierda Comunista7, esta expresión actualizada del modernismo se convirtió cada vez más en una fuerza destructiva contra la Izquierda Comunista, como lo demuestra el papel de la llamada tendencia de Bérard o ex Lutte Ouvrière que se separó de Révolution Internationale en 1974 y muy rápidamente desapareció de la vida política.

Como hemos dicho, el resurgimiento de la Izquierda Comunista a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970 estuvo profundamente ligado al terremoto de la lucha de clases internacional que sacudió gran parte de Europa y América, y también al retorno cada vez más evidente de la crisis económica abierta. En este período, cuando los “comunistizadores”, y especialmente Camatte, cuestionaron cada vez más la importancia central de la lucha de clase de los trabajadores, la idea de que la clase obrera era solo una “clase para el capital”, y que su futuro estaba en su negación más que en su afirmación como clase, tuvo mucho menos peso que el que tuvo después de las dificultades de la lucha de clases en la década de 1980 y sobre todo que solo será con el inicio de la fase de descomposición capitalista tras el colapso del Bloque del Este en 1989. Como ya lo hemos argumentado en otro lugar8, este período estuvo marcado por un debilitamiento real de la identidad de clase, de la conciencia del proletariado de verse a sí mismo como una fuerza distinta y antagónica al seno de la sociedad capitalista. Estas condiciones proporcionaron un terreno más fértil para los “comunistizadores”, quienes en general argumentaron que es precisamente esta identidad de clase lo que el proletariado debe abolir, no como el resultado final de la lucha revolucionaria, sino como su condición previa. Y en un período en que la crisis del sistema capitalista está dando lugar cada vez más a revueltas populares en las que la clase obrera no tiene un papel diferenciado, puede parecer que las ideas de los “comunistizadores” están justificadas, y que comenzamos a ver la “revuelta de la humanidad” contra el capital que Camatte y otros predijeron en los años 1970.

Al mismo tiempo, los primeros signos de un resurgimiento de la lucha de clases en la primera década del nuevo siglo van acompañados de un cierto resurgimiento del anarquismo, atrayendo a elementos jóvenes en búsqueda de las ideas revolucionarias, pero en su mayoría, incapaces de relacionarse con la verdadera tradición marxista, a la que todavía tienden a asociar con la derrota de la revolución rusa y la degeneración del bolchevismo. Frente a la indigencia del marco teórico del anarquismo, los “comunistizadores”, en particular individuos como Dauvé y grupos como Théorie communiste, Aufheben y Endnotes, han sido capaces de ofrecer al medio anarquista una apariencia de profundidad teórica, mostrando su familiaridad con la terminología marxista sin cuestionar la mayoría de los prejuicios centrales del anarquismo, especialmente el rechazo a la organización política centralizada. Vista desde otro ángulo, la corriente de la “communisation” es en sí misma una nueva variante del anarquismo, como lo intentaremos demostrar en los siguientes artículos de esta serie. Pero, dado que muchos de sus adherentes se refieren no sólo a Marx, sino también a Bordiga, al KAPD y otros componentes de la tradición comunista de izquierda, a menudo pueden confundirse con la verdadera tradición comunista de izquierda, lo que puede constituir un factor extremadamente negativo en la política. evolución de los nuevos elementos en busca de la claridad comunista.

Precisamente por eso es esencial que la Izquierda Comunista se desmarque claramente de la tendencia a la “communisation” en torno a las cuestiones más importantes que las separan:

  • En primer lugar, insistir en que a pesar de todos los cambios en la composición de la clase obrera que hemos visto en las últimas décadas, a pesar de todos los reveses ideológicos y políticos sufridos por la clase obrera, ésta sigue siendo la única clase revolucionaria en la sociedad capitalista, y que sus luchas por la defensa de sus intereses materiales siguen siendo el único terreno en el que puede desarrollarse un asalto revolucionario contra el capital. De ahí el necesario repudio hacia todas las teorías que llaman a la clase obrera a negarse a sí misma o a renunciar a sus luchas defensivas.

  • En segundo lugar, reafirmar que, para luchar contra el embate de la ideología burguesa, y para la posterior transformación de las luchas económicas inmediatas en una ofensiva política y social contra todo el sistema capitalista, la minoría revolucionaria debe organizarse a escala internacional y sobre la base de una plataforma política coherente. Reafirmando así la crítica a la idea de que la militancia comunista es “el estadio más alto de la alienación”, que las organizaciones políticas proletarias sólo pueden ser “sectas” o “mafias” y deben disolverse en una cooperación laxa entre individuos soberanos. Al hacerlo, mostraremos cómo la hostilidad hacia la organización revolucionaria ha conducido a una parte de la corriente de la “communisation” hacia el parasitismo político y su propensión hacia el individualismo, la lleva hacia el arribismo burgués.

  • En tercer lugar, defendiendo la necesidad de que la clase obrera luche a favor de su dictadura política en contra de la sociedad burguesa para iniciar un período de transición al comunismo, frente a la visión de los “comunistizadores” de una especie de “gran disolución” que soslaya tanto la necesidad de un poder político de la clase obrera y un período de transición.

Sobre el método de esta serie

Consideramos esta serie como una extensión de nuestra ya larga serie sobre el desarrollo histórico del programa comunista9. Así, retomando los puntos que nos distinguen de los “comunistizadores” enumerados anteriormente, también adoptaremos un enfoque histórico, centrándonos en algunos de los textos “clásicos” de la teoría de la “communisation” en la década de 1970 y en la trayectoria de algunas de las principales figuras que desarrollaron la teoría de la “communisation”. Por lo tanto, nuestro proyecto de artículos incluirá:

  • Un regreso a la primera gran lucha de la CCI contra la teoría modernista/communautaire en sus propias filas, la “tendencia ex Lutte Ouvrière” a principios de los años setenta;

  • Un recordatorio de la trayectoria política de Jacques Camatte, que revela en muchos aspectos el verdadero “secreto” o dirección de la teoría de la “communisation”;

  • Una crítica a textos como “Sobre la organización” de Camatte y “La militancia: el estadio más alto de la alienación” de OJTR

  • Una respuesta a ciertos textos de Barrot/Dauvé sobre las “medidas comunistas” y la abolición del valor.

Como parte de este trabajo, también volveremos a publicar algunos de los textos de la CCI en respuesta a la concepción modernista del comunismo y la lucha de clases, la mayoría de los cuales no han estado disponibles durante muchos años.

 

CDW

1 En el lenguaje común, el término “modernismo” se usa para describir algunas de las tendencias artísticas que surgieron a finales del siglo XIX y principios del XX, y en particular después de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, la escritura musical experimental de James Joyce y Virginia Wolf, la música atonal de Schönberg, o el expresionismo y el cubismo en la pintura. Por supuesto, sería interesante analizar estos movimientos artísticos en su contexto histórico (ver, por ejemplo: Notas para una historia del arte en el capitalismo ascendente y decadente), pero queremos aclarar aquí que nuestro uso del término modernismo para describir una corriente política particular tiene un significado muy diferente.

2 Véase Crítica de Marcuse de Paul Mattick: El hombre unidimensional en la sociedad de clases, Editorial Grijalbo, 1974, para una respuesta proletaria a la teorización de Marcuse sobre la integración de la clase obrera en el capitalismo. No intentaremos aquí una crítica más desarrollada de las principales figuras e ideologías de la Escuela de Frankfurt, aunque esta sigue siendo una tarea importante para el futuro. Es obvio que esta escuela fue dirigida por intelectuales eruditos, incluso brillantes, que se preocupaban por cuestiones reales, en particular la forma en que la ideología capitalista penetra en la masa de la población y en la clase trabajadora en particular. Al hacerlo, intentaron reunir elementos del marxismo y el psicoanálisis freudiano. Pero, debido a que este intento de síntesis no se planteó desde un punto de vista comunista, sino desde el punto de vista de la “humanidad social”, por retomar la terminología de las Tesis sobre Feuerbach, más bien desde el punto de vista del profesor aislado, no logró realizar esta “crítica teórica” global.

3 El comunismo está en la agenda de la historia: Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo (I) Revista internacional n° 161.

4 El comunismo está en la agenda de la historia – Sobre el contenido de la revolución comunista; Revista Internacional n° 162.

5 “Entendiendo Mayo”

6 No debe confundirse con el grupo obrerista actual, Mouvement Communiste.

7 Por ejemplo, el Mouvement Communiste envió una contribución a la conferencia de Liverpool de 1973 organizada por Workers Voice siguiendo el llamado de Internationalism en los Estados Unidos para una red de discusión internacional.

8 Ver Informe sobre la Lucha de Clases para el XXIII Congreso Internacional de la CCI (2019); Formación, pérdida y reconquista de la identidad de clase proletaria; Revista Internacional n° 164.

9 Temas de reflexión y discusión El comunismo: una necesidad material.

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Los llamados "comunistizadores" - Parte I