EDITORIAL: Frente a la guerra imperialista, ¡lucha de clases!

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Una sola noche fue suficiente para que el trueno de las armas y el aullido de las bombas volvieran a resonar en Ucrania, a las puertas de las regiones que fueron el origen histórico de un capitalismo hoy en putrefacción. En pocas semanas, esta guerra de una escala y brutalidad sin precedentes habrá devastado ciudades enteras, arrojado a millones de mujeres, niños y ancianos a los gélidos caminos del invierno, sacrificando innumerables vidas humanas en aras de la Patria. Járkov, Sumi o Irpin son ya campos de ruinas. En el puerto industrial de Mariúpol, completamente arrasado, el conflicto se ha cobrado ya las vidas de como mínimo 5.000 personas, probablemente más. La devastación y los horrores de esta guerra recuerdan a las aterradoras imágenes de Grozni, Faluya o la devastada Alepo. Pero en otros lugares se necesitaron meses, a veces años, para llegar a tal devastación, en Ucrania, en cambio, no ha habido ninguna "escalada asesina": ¡en apenas un mes, los beligerantes han lanzado todas sus fuerzas en la matanza, asolando uno de los mayores países de Europa! Esta guerra es la aterradora hora de la verdad para el capitalismo decadente: desplegando su mortífera maquinaria, la burguesía se quita de golpe la hipócrita máscara de civilización, paz y compasión que exhibe con esa insoportable arrogancia típica de las clases dominantes que se han vuelto anacrónicas. Ahí la vemos agitándose en un furioso torrente de propaganda para ocultar mejor su repugnante rostro asesino. ¿Cómo no horrorizarse al ver a esos jóvenes rusos, reclutas de 19 o 20 años, de rostro adolescente, acabar en asesinos, como en Bucha y en otras localidades recientemente abandonadas? ¿Cómo no indignarse cuando Zelensky, el "servidor del pueblo", toma descaradamente como rehén a toda una población decretando la "movilización general" de todos los hombres de entre 18 y 60 años, a los que se les prohíbe salir del país? ¿Cómo no horrorizarse ante los hospitales bombardeados, los civiles aterrorizados y hambrientos, las ejecuciones sumarias, los cadáveres enterrados en las guarderías y el grito desgarrador de los huérfanos? La guerra en Ucrania es una manifestación odiosa de la vertiginosa caída del capitalismo en el caos y la barbarie. Un cuadro siniestro se perfila ante nuestros ojos: desde hace dos años, la pandemia de Covid lo ha acelerado considerablemente, del que ella misma es el producto monstruoso1. El IPCC2 está prediciendo cataclismos y un cambio climático irreversible, que amenazan aún más a la humanidad y a la biodiversidad a escala mundial. Las grandes crisis políticas se multiplican, como vimos tras la derrota de Trump en Estados Unidos, el fantasma del terrorismo se cierne sobre la sociedad, así como el riesgo nuclear que la guerra ha vuelto a poner en primera plana. La simultaneidad y la acumulación de todos estos fenómenos no es una desafortunada coincidencia, sino que, por el contrario, es testimonio de la sentencia por asesinato del capitalismo ante el tribunal de la historia. Si el ejército ruso cruzó la frontera, no fue ciertamente para defender al "pueblo ruso" "asediado por Occidente", ni para "ayudar" a los ucranianos de habla rusa, víctimas de la "nazificación" del gobierno de Kiev. La lluvia de bombas que cae sobre Ucrania tampoco es producto del "delirio" de un "autócrata loco", como repite la prensa en todos los tonos cada vez que es necesario justificar una masacre3 y ocultar que este conflicto, como todos los demás, es ante todo la manifestación de una sociedad burguesa decadente y militarizada que ya solo puede ofrecer a la humanidad su propia destrucción.

"Agresores" y "agredidos", todos bandidos imperialistas

Nada les importa la muerte y la destrucción, el caos y la inestabilidad en sus fronteras: para Putin y su camarilla, era necesario defender los intereses del capital ruso y su lugar en el mundo, ambos debilitados por el cada vez más fuerte amarre a Occidente de su tradicional esfera de influencia. Podrá la burguesía rusa hacer de "víctima" de la OTAN, pero Putin nunca ha dudado, ante el fracaso de su ofensiva, en llevar a cabo una aterradora campaña de tierra quemada y matanzas a mansalva, exterminando todo lo que encontraba a su paso, ¡incluidas las poblaciones de idioma ruso que supuestamente había venido a proteger! Tampoco hay que esperar nada de Zelensky y su séquito de políticos y oligarcas corruptos. Este antiguo cómico interpreta ahora a la perfección su papel de servidor sin escrúpulos de los intereses de la burguesía ucraniana. Mediante una intensa campaña nacionalista, ha conseguido armar a la población, a veces por la fuerza, y reclutar a toda una jauría de mercenarios y pistoleros a los que ha alzado al rango de "héroes de la nación". Zelensky está ahora de “gira” telemática por las capitales occidentales, dirigiéndose a todos los parlamentos para suplicar que se le entreguen más y más armas y municiones. En cuanto a la "heroica resistencia ucraniana", está haciendo lo que hacen todos los ejércitos del mundo: ¡disparar al montón, masacrar, saquear y no hacer ascos en apalear a muerte o ejecutar a los prisioneros! Todas las potencias democráticas fingen estar indignadas por los "crímenes de guerra" perpetrados por el ejército ruso. ¡Serán hipócritas! A lo largo de la historia, no han dejado de apilar cadáveres y ruinas por todos los rincones del mundo. Mientras lloran por la suerte de la población víctima del "ogro ruso", las potencias occidentales entregan cantidades astronómicas de armas de guerra, proporcionan entrenamiento y toda la inteligencia necesaria para los ataques y bombardeos del ejército ucraniano, ¡incluido el regimiento neonazi Azov! Y sobre todo la burguesía estadounidense, la cual, al multiplicar sus provocaciones, ha hecho todo lo posible para azuzar a Moscú a una guerra perdida de antemano. Para Estados Unidos, lo principal es desangrar a Rusia y tener vía libre para romper las pretensiones hegemónicas de China, objetivo principal de la potencia americana. Esta guerra también permite a Estados Unidos contener y frustrar el gran proyecto imperialista chino de las "Rutas de la Seda". Para lograr sus fines, la “gran democracia” americana no ha dudado en alentar una aventura militar tan brutal como irracional, aumentando la desestabilización mundial y el caos en el entorno de Europa Occidental.

El proletariado no tiene que elegir un bando contra otro. ¡No tiene patria que defender y debe luchar contra el nacionalismo y la histeria chovinista de la burguesía en todas partes! ¡Debe luchar con sus propias armas y sus propios medios contra la guerra!

Para luchar contra la guerra, es necesario luchar contra el capitalismo

Hoy, el proletariado de Ucrania, aplastado por más de 60 años de estalinismo, está sufriendo una gran derrota dejándose hechizar por las sirenas del nacionalismo. En Rusia, aunque el proletariado se ha mostrado algo más reticente, su incapacidad para frenar los impulsos bélicos de “su” burguesía, explica por qué la camarilla gobernante ha podido enviar a 200.000 soldados al frente sin temer la menor reacción obrera. En las principales potencias capitalistas, en Europa Occidental y en EEUU, el proletariado no tiene hoy ni la fuerza ni la capacidad política para oponerse directamente a este conflicto mediante su solidaridad internacional y su lucha contra la burguesía en todos los países. Por el momento no está en condiciones de confraternizar y entrar en una lucha masiva para detener la masacre. Sin embargo, aunque los peligros de la propaganda y las manifestaciones de todo tipo podrían arrastrarlo al callejón sin salida de la defensa del nacionalismo pro- ucraniano o a la falsa alternativa del pacifismo, el viejo proletariado de los países occidentales, con su experiencia en lucha de clases y en patrañas de la burguesía, sigue siendo el principal antídoto contra la espiral destructiva y mortífera del sistema capitalista. La burguesía occidental se ha precavido de no intervenir directamente en Ucrania porque sabe que la clase obrera no aceptará el sacrificio diario de miles de soldados alistados en enfrentamientos bélicos. Aunque desorientada y aún debilitada por esta guerra, la clase obrera de los países occidentales mantiene intactas sus potencialidades y su capacidad de desarrollar sus luchas en su resistencia a los nuevos sacrificios generados por las sanciones contra la economía rusa y por el colosal aumento de los presupuestos militares: la inflación galopante, el alza de la mayoría de los productos de la vida cotidiana que ello acarrea y la aceleración de los ataques contra sus condiciones de vida y de explotación. Desde ya, los proletarios pueden y deben oponerse a todos los sacrificios que exige la burguesía. ¡Solo mediante sus luchas podrá el proletariado entablar una relación de fuerza con la clase dominante para frenar su brazo asesino!, pues la clase obrera, productora de toda la riqueza, es, al fin y al cabo, la única fuerza de la sociedad capaz de poner fin a la guerra si iniciara el camino de echar abajo el capitalismo. Eso es lo que nos demostró la historia cuando el proletariado se levantó en Rusia en 1917 y en Alemania al año siguiente, ¡poniendo fin a la guerra con aquel tan formidable estallido revolucionario! A la vez que la Guerra Mundial iba acrecentando su barbarie, los revolucionarios mantenían el rumbo defendiendo intransigentemente el principio elemental del internacionalismo proletario. Les incumbe hoy a los revolucionarios transmitir la experiencia del movimiento obrero. Ante la guerra, su primera responsabilidad es hablar con una sola voz izando con firmeza la bandera del internacionalismo, ¡la única que puede hacer temblar de nuevo a la burguesía!

CCI, 4 de abril de 2022

1 La pandemia ha vuelto a China, (Shanghái reconfinado, entre otros). Y desde luego, dista mucho de estar controlada en el resto del mundo.

2 Siglas inglesas del  Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático

3 De Hitler hasta El Asad, pasando por Husein, Milosevic, Gadafi o Kim Jong-un…, el enemigo siempre parece sufrir de graves trastornos psíquicos.

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Guerra en Ucrania