México: elecciones y democracia, la gran trampa de la burguesía

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Todos los días y a todas horas en lo que va del año se han repetido los mensajes de los partidos de izquierda y derecha llamando a votar. Esa ruidosa campaña para promover las elecciones que cada determinado tiempo se reedita, es una actividad necesaria para la burguesía porque con ella renueva y busca perpetuar al instrumento con el que refuerza su control ideológico. Los discursos engañosos, las promesas e incluso los insultos con que se presentan los candidatos y partidos en cada elección, son parte de una rutina con la que se busca sembrar la esperanza en la democracia y las urnas.

La burguesía a lo largo del tiempo ha ido depurando sus mecanismos de sometimiento y control, particularmente con la democracia y las urnas electorales ha logrado crear la ilusión de que ellas permiten expresar la voluntad y otorgan la capacidad de elegir. Por eso es que la burguesía para evitar que los trabajadores se reconozcan como parte de una clase explotada y revolucionaria, busca a toda costa diluirla como individuos aislados y revestirlos como “ciudadanos libres”. Colocados los explotados en la condición de ciudadano se convierten en un cuerpo pasivo que solo atiende y cumple los mandatos de acudir mansamente a las urnas a elegir al que será su verdugo…

Los trabajadores no obtienen ninguna mejora con el cambio de los personajes del personal que dirigen al Estado. Sea de izquierda o de derecha el partido que se coloque a la cabeza del gobierno, mantiene los mismos objetivos: la defensa de los intereses de la burguesía y la perpetuación del sistema capitalista. Durante años en cada proceso electoral López Obrador se dedicó a llamar a votar por él para lograr un “cambio social” y al subir al gobierno todo ha quedado igual para los trabajadores, su vida, que el capitalismo la marca por la explotación y la miseria no solo no ha mejorado sino se ha degradado más. El ataque continuo que grupos de empresarios realizan desde los medios de difusión masivos al gobierno de AMLO, hacen parecer que son motivados por su accionar diferente. El propio López Obrador se encarga de hacerlo creer así, sin embargo, detrás de ese enfrentamiento hay una disputa motivada por el choque de intereses políticos y económicos de fracciones burguesas, pero ambos bandos defienden intereses que están muy lejanos de los que atañen a los trabajadores.

La dificultad de la burguesía para mantener su unidad

El voto y las urnas tienen sobre todo como función el control ideológico de la población, de ninguna manera son un “poder” o una “fuerza social” son tan solo una expresión formal que la burguesía establece para revestir a la dictadura del capital de tonos democráticos en el que sus partidos hacen un juego de repartición del gobierno. No obstante, los compromisos pactados desde los partidos de la burguesía son tan solo la parte más visible de la estructura de poder, pero no la principal; los acuerdos y coaliciones entre los grupos de empresarios y las diversas fracciones de la burguesía son en realidad donde se definen los objetivos, los proyectos políticos e incluso donde establecen quien encabezará el gobierno. Esto no significa que permanentemente logre obtener una homogeneidad en sus decisiones y orientaciones, en tanto existen intereses enfrentados. En lo único que siempre los mantiene unidos es en su combate en contra de los trabajadores. El proceso de descomposición que sufre el capitalismo está marcando una tendencia en la que cada vez más se presentan dificultades en la burguesía para mantener su unidad. En esta pugna permanente y creciente, cada fracción de la burguesía busca satisfacer ambiciones personales exacerbadas por una tendencia al cada uno para sí (1).

Esa fractura y fragmentación de la unidad de la burguesía mexicana toma cada vez mayor dimensión, dividiendo incluso a sus partidos. El último gobierno de México en el que la burguesía logró mantener la cohesión fue en el de Miguel de la Madrid (1982-88), después de este, se desataron una serie de fenómenos que mostraban el avance que la descomposición social tomaba. Es en ese marco de ruptura de la unidad de la burguesía y de descomposición ya muy avanzada en el que ha llegado al gobierno AMLO, encabezando a un partido, denominado MORENA (2), que es expresión de la misma descomposición en tanto es producto de la fractura del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el cual fue un partido con el que la burguesía buscaba consolidar su aparato político de izquierda.

Al fracturarse su partido de izquierda, al repetirse esa misma situación en el resto de sus partidos de derecha y por la agudización de la competencia que empuja a un crecimiento de las prácticas de corrupción, se pretendía, en un acto pragmático, que a través de AMLO y su partido, se lograra cohesionar a las diversas fracciones de la burguesía, muy heterogéneas en sus intereses económicos y políticos, utilizando como un soporte social a una masa descontenta muy bien controlada, formada lo mismo por grupos de la pequeña burguesía, que por grupos de sectores depauperados. De esa forma se pretendía imitar la estrategia usada por el PRI, que era el centro de cohesión de la burguesía con una amplia estructura social, formada por sus “sectores” (obrero campesino y popular) a los cuales usaba como grupos de presión. De esa manera se arma un gobierno con un proyecto propulsor de la economía nacional, de reorganización de las instituciones para encontrar una limitación de la violencia y de la descontrolada corrupción.

Para dar soporte a su proyecto, el nuevo gobierno construye una campaña ideológica en la que presenta a sus tareas como equivalentes a las enfrentadas en la formación del Estado nacional y consolidación del poder de la burguesía (3). A partir de este proyecto se pretendía controlar las disputas en las que se mezclan intereses políticos y económicos de todos los grupos burgueses, incluyendo los de las agrupaciones mafiosas que extienden su poder económico al político al fusionarse en las estructuras de gobierno, generalizando la violencia y la corrupción. Pero los esfuerzos por lograr la cohesión se esfuman rápidamente, ampliándose las disputas y el ambiente de violencia generalizada que, en vez de limitar la corrupción ha propiciado su desarrollo, mostrando que –dicho sea de paso– la corrupción es parte de la vida de la burguesía.

Apenas conformado el gobierno, se abren disputas por la suspensión de la construcción del gigante nuevo aeropuerto en la CDMX y a partir de ello se han ampliado y extendido hasta el presente. La fractura de la clase en el poder ha llegado a tales niveles que el gobierno de AMLO ha buscado respaldo en el ejército para con ello forzar a un cierto orden. De manera que les ha entregado a las fuerzas militares la concesión de la construcción de sus “megaproyectos” (nuevos aeropuertos, el internacional y los locales, el tren Maya…) y su futura operación, así como la administración de los puertos y aduanas comerciales. En términos políticos, les ha entregado, a través de la “Guardia Nacional”, el control y la negociación con las agrupaciones de las mafias del narcotráfico. La situación que ha expuesto la estrecha relación económica y política entre el gobierno de AMLO y la estructura militar ha sido la apología y defensa (hasta obtener su liberación) de personajes como el general Salvador Cienfuegos, jefe militar en el gobierno de Peña Nieto, detenido por la policía norteamericana por colaborar y proteger los negocios de grupos dedicados al narcotráfico.

En este proceso conflictivo y en mitad del período sexenal, se han realizado las campañas y elecciones, en la que definen no solamente a diputados y senadores federales y locales sino además a gobernadores de 15 estados y en cientos de localidades el cambio de munícipes y alcaldes. Por el momento de fractura de la burguesía y por la amplitud de puestos del Estado que había que renovar, se ha presentado como un momento estratégico en el que cada fracción de la burguesía intenta colocarse en un mejor lugar dentro de la estructura del poder, por lo que rehace sus alianzas, no solamente a través de sus partidos (en esta ocasión los tres principales partidos, PRI, PAN y PRD, se han aliado en contra del partido de AMLO, Morena), sino también con las fuerzas del narcotráfico dispersas a lo largo del país.

Dinero, narcotráfico, violencia y engaño, la cara oculta de las elecciones

Sin duda las elecciones es un momento relevante para la burguesía porque refuerza su control ideológico y le permite redefinir la distribución formal de su poder, sin embargo, el nivel de descomposición le ha dificultado tener todo el escenario bajo su control. Los millones que gasta en ese “rito democrático”, no han podido impedir que pierda credibilidad y para reanimarlo integran nuevos partidos (aun cuando son pequeñas expresiones de la burguesía) e insertan en las boletas electorales a personajes de la farándula más ridícula.

Desde la década de los 70 la burguesía mexicana buscó fortalecer la mascarada electoral a través de la “apertura democrática” y la “reforma electoral”, sin embargo, con el despegue de sus disputas internas el escenario electoral pierde también control por lo que el Estado buscó crear un instrumento de contención de esos enfrentamientos (4). Este instrumento creado para tal fin en 1990, fue el Instituto Federal Electoral (IFE, transformado posteriormente a instituto nacional, INE), con él logró ordenar un poco las disputas, además de animar a la esperanza en la democracia y dar credibilidad al voto, reforzando el engaño del “poder ciudadano”.

El grado de los enfrentamientos de la burguesía han alcanzado tal magnitud en la actualidad que el INE se ha convertido en un promotor de la división, llevando un enfrentamiento abierto en contra del gobierno de Obrador y su partido.

No es extraño que, si la estructura estatal encargada de evitar el escalamiento de la violencia electoral se ha desquebrajado, se extiendan los atentados y crímenes. Este escenario de crímenes empieza a tomar dimensiones en las elecciones del 2006 al presentarse 14 asesinatos relacionados en ella, luego, en las elecciones del 2012 fueron 32, pero en 2018 ya fueron 152 los crímenes. En contrasentido al ofrecimiento de pacificación que López Obrador hiciera en campaña bajo el lema, “abrazos no balazos”, la violencia sigue acelerándose, llenando de sangre sus boletas electorales: esta vez fueron 91 los candidatos o personal de los partidos que fueron asesinados durante la campaña electoral de este año.

En las elecciones el único ganador es la burguesía

La pasada campaña electoral ha sido llevada a cabo en medio de la división de la burguesía tan profunda que se escucharon amenazas de golpe de Estado y se expandieron las prácticas que emulando al gansterismo llenaron las urnas de sangre. En ese marco es en el que la burguesía ha distribuido los puestos de gobierno, pero las grietas políticas que la cruzan se han hecho más anchas.

Los resultados de las elecciones han dejado la mayoría en las cámaras a Morena, aunque en algunos estados se han otorgado a la alianza PRI-PAN-PRD. De manera que la división del poder podrá ser usado por el gobierno como argumento que justifique sus “dificultades” para poder lograr el cambio prometido. Estos resultados de las elecciones se han interpretado por los partidos de “oposición” y por el gobierno como un triunfo, cada uno de los partidos aseguran han salido vencedores y todos ellos tienen razón, porque su ruidosa campaña electoral, marcada por la demagogia y el crimen ha logrado que por lo menos el 50% de los 93.5 millones de personas registrados en el padrón oficial, fueran sumergidos en una profunda borrachera electoral. El gran triunfo de la burguesía en estas votaciones ha sido el que lograron que miles de trabajadores fueran sometidos por la confusión de la campaña electorera, alejándolos de su terreno de clase, transformando así su descontento y su necesidad en confusión y esperanza en la democracia…

La clase trabajadora nunca tendrán ninguna posibilidad de obtener un beneficio de las elecciones, por el contrario, la aceptación de su condición de ciudadano, lo conduce a perder su identidad de proletario. Es por ello urgente que los trabajadores reflexionen y tomen conciencia que los gobiernos de izquierda o de derecha son expresiones del poder de la burguesía.

Revolución Mundial, 12-junio-2021

NOTAS:

1 La fase de descomposición no es solo un problema de México, es una tendencia que avanza en el capitalismo. Una de sus manifestaciones más relevantes es la dificultad de la burguesía para lograr su unidad y mantener el control de su política. Hemos visto como incluso en países industrializados, como EUA esta tendencia ha llevado a la formación de gobiernos populistas como el de Trump, caracterizado por su actuación política irresponsable. Para ampliar sobre este problema, recomendamos leer: “Presidencia de Trump: símbolo de un sistema social moribundo”, ubicado en: https://es.internationalism.org/revista-internacional/201611/4186/presidencia-de-trump-simbolo-de-un-sistema-social-moribundo

2 MORENA: Movimiento Regeneración Nacional, es creado en 2011 como un movimiento social, orientado para la participación electoral de 2012. En su estructuración como “movimiento”, agrupó a sectores salidos de otros partidos (PRD y PRI principalmente) y de otras agrupaciones regionales, a partir de esta suma de grupos e individuos en 2012 oficialmente se transforma en partido

3 AMLO define a su gobierno como parte de una “4ª Transformación”, por ser pretendidamente continuidad de los siguientes momentos del pasado: 1º la Independencia (1810 a 1821), 2º la Guerra de Reforma encabezada por Juárez (1859-1861) y 3º la llamada Revolución mexicana que consolidó la república constitucional (1910-1917)

4 La violencia electoral que se presentó en la primera mitad del siglo XX, revelaba también fisuras al interior de la burguesía, como la que se presentó en las elecciones de 1929 hacia los “vasconcelistas” o en 1952 en contra de los seguidores del candidato Miguel Henríquez Guzmán. Pero esa violencia, a diferencia de la actual, se dirigía directamente por el gobierno con el fin de disciplinar a aquellos sectores de la misma burguesía que se salían del orden y la unidad. La integración de las mafias a las estructuras del Estado ha hecho que la violencia se generalice sin control, en tanto los sangrientos ajustes de cuenta se operan lo mismo por policías y militares que por sicarios a sueldo de algún grupo del aparato político de la burguesía mezclado con las mafias. Esa situación ya empezaba a revelarse cuando reprimían a los seguidores de Cuauhtémoc Cárdenas (1988), a los que el gobierno buscaba disciplinar, sin embargo, al incorporarse en esta práctica las “guardias blancas” de los caciques o de grupos burgueses locales, se mostraba ya la dificultad de la burguesía para tener el control absoluto de su aparato político

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