Balance del año 2020: ¿Qué perspectivas tiene la humanidad?

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El año 2020 ha vuelto a poner de manifiesto la barbarie en la que el capitalismo está sumiendo cada vez más a la humanidad.

El número de víctimas de la pandemia de Covid-19 es espantoso: cuando publicamos este documento se ha superado los 2 millones de muertos[1], "viejos" (a veces de apenas 60 años) rechazados en los hospitales porque no hay más camas (Italia), descampados transformados en cementerios improvisados (Brasil), camiones frigoríficos aparcados en la calle para almacenar el excedente de cadáveres (Nueva York), Trabajadores de hospitales que necesitan mascarillas, guantes, batas (Francia), cientos de millones de personas encerradas en sus casas, prohibidas de la vida social, ancianos que mueren aislados, sin siquiera una mano que les sostenga para tranquilizarlos, jóvenes señalados y tratados como egoístas, irresponsables, incluso asesinos en potencia.

No es casualidad que esta situación nos recuerde a las epidemias de peste que azotaron a la sociedad medieval mientras se hundía en su propia decadencia. El capitalismo es ahora también un sistema decadente; ya no tiene ningún futuro que ofrecer a la humanidad, excepto más y más sufrimiento. Según la OMS, esta pandemia no es más que una "señal de alarma" porque debemos "prepararnos para el futuro para algo que puede ser aún peor".

"¿Nosotros,” prepararnos? Pero ¿quién es ese "nosotros"? ¿Los Estados que, en todas partes y durante décadas, han destruido los sistemas de salud, reduciendo el número de médicos y enfermeras y cerrando hospitales? ¿Estados que militarizan la sociedad, que elevan al personal sanitario sacrificado al rango de "héroes de guerra" con medallas, que proclaman "emergencias sanitarias" para controlar y reprimir mejor? "Hago la guerra por la mañana, al mediodía, por la tarde y por la noche. Y espero el mismo compromiso de todos nosotros", dijo el presidente francés Emmanuel Macron. Este "nosotros" sólo prepara a la humanidad para un mañana aún más oscuro. Todos los Estados, a su nivel, han participado en la propagación del virus al continuar con su mórbida competencia, al ser incapaces de coordinarse para limitar los viajes internacionales; han llegado a entablar una patética "guerra de máscaras", para robarse unos a otros. Esta incapacidad para contener la epidemia revela que la gangrena está alcanzando las más altas cotas de los Estados y empieza a afectar incluso a la gestión de la economía mundial, agravando la crisis histórica del capitalismo. Así, la recesión mundial iniciada en 2019 se ha agravado considerablemente por el efecto "sálvese quien pueda", a diferencia de lo que ocurrió en 2008, cuando, en forma de G7, G8 o G20, los Estados lograron coordinarse mínimamente para limitar y frenar los efectos de la llamada crisis de los subprimes[2].

Incapaz de ofrecer la más mínima perspectiva a la humanidad, el capitalismo es un sistema que se está pudriendo en la raíz. En todos los estratos de la sociedad, el no futuro pesa en los pensamientos y genera un aumento de los miedos, la irracionalidad y el sálvese quien pueda.

Los tejemanejes de los laboratorios y su búsqueda de beneficios a toda costa, consecuencia de la naturaleza de este sistema de explotación, conducen al rechazo de las vacunas y de la ciencia. La incapacidad de los Estados para controlar la epidemia, la incoherencia de las medidas adoptadas y las mentiras de los gobiernos, en lugar de entenderse como producto de este capitalismo en declive, se atribuyen a la oscura voluntad de un puñado de individuos manipuladores. La visión conspiranoica, de que todo lo que pasa es fruto de una tenebrosa conspiración de “las élites”, se desarrolla, fuera de toda coherencia de pensamiento. Se niega la verdadera responsabilidad, la del sistema y su clase dirigente, la burguesía.

Prepararse para las luchas futuras

Pero el año 2020 también es una fuente de esperanza. En enero, hace un año en Francia, el movimiento contra la reforma de las pensiones llegó a su fin[3]. Durante varios meses, cientos de miles de manifestantes pisaron el asfalto, felices de estar juntos en las calles y en la lucha, de mantenerse unidos, de sentir ese sentimiento de solidaridad entre generaciones, entre sectores, que los animaba a todos. Los trabajadores ferroviarios de más de 50 años, que realizaron   huelgas semana tras semana, no tienen nada que ganar; la reforma no les afecta directamente. No, ellos luchaban por las próximas generaciones, por los más jóvenes, por el futuro.

Por supuesto, este movimiento también reveló grandes debilidades. Los trabajadores del ferrocarril permanecieron demasiado aislados, y los empleados del sector privado sólo participaron en la huelga por delegación. No hubo verdaderas asambleas generales que permitieran a todos los trabajadores, a los pensionados, a los parados y a los estudiantes precarios debatir, desarrollar juntos una reflexión política, organizarse, tomar la lucha en sus manos. Esta meta aún no ha sido tomada y es alta. Pero este movimiento es un destello, una promesa: la clase obrera de Francia ha demostrado que vuelve a ser combativa y solidaria. ¡Qué contraste con el mortífero mundo de individuos en competencia que nos impone la burguesía!

En 2020 se produjeron otras manifestaciones, primero contra la violencia policial y luego contra la ley de "seguridad global", que prohíbe filmar a la policía golpeando tranquilamente a la gente. La represión estatal es obviamente repugnante, al igual que las leyes que la legitiman. Sólo exigir una policía menos brutal y una justicia más justa es engañarse con la trampa de un capitalismo humano y una democracia al servicio del interés común. No es casualidad que la izquierda del capital se suba a este corcel, galopando para reclamar alto y claro un “estado más justo”. Es una farsa que da la idea de que se podría “reformar” el capitalismo.

Con la atomización y el asombro ligados a la epidemia, con el agravamiento de la crisis económica que golpea a los trabajadores paquete a paquete, en forma de despidos, la lucha masiva es en lo inmediato muy difícil. ¡Pero el futuro pertenece a la lucha de clases! No hay otro camino.

Sólo la lucha masiva y unida encarna una perspectiva. La solidaridad intergeneracional expresada en las manifestaciones de principios de 2020 demuestra una vez más que la lucha de la clase obrera lleva el germen de una comunidad humana unida. Las discusiones preparan este futuro de lucha. Debatir sobre las movilizaciones de clase más masivas y unitarias de los últimos años frente a los ataques, la de la reforma de las pensiones, la del CPE en 2006[4], la de los indignados en 2011[5], para aprender de las fortalezas y debilidades de estos movimientos, sigue siendo una necesidad. Estas, al igual que la historia del movimiento obrero y sus grandes luchas, demuestran de lo que es capaz nuestra clase cuando toma masivamente sus luchas en sus manos.

 "Sólo saldremos victoriosos si no hemos olvidado cómo aprender" (Rosa Luxemburgo).

Pawel, 4 de enero de 2021

 

[2] Ver La irrupción de la descomposición en el terreno económico: Informe sobre la crisis económica https://es.internationalism.org/content/4629/la-irrupcion-de-la-descomposicion-en-el-terreno-economico-informe-sobre-la-crisis

Cuestiones teóricas: 

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