Bielorrusia: sea el régimen autoritario o democrático, ¡es la misma explotación capitalista!

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Desde la victoria de Alexander Lukashenko en las elecciones presidenciales del 9 de agosto de 2020, una victoria ligada a un fraude masivo y a la intimidación, la población ha salido a la calle, siguiendo los llamamientos de la oposición. Decenas de miles, agitando la bandera nacional, han protestado contra el régimen y exigiendo "elecciones libres". Antes de las elecciones, la principal candidata de la oposición, Sviatlana Tsikhanouskaya, ya había atraído a grandes multitudes a sus mítines. Poco después de que se anunciaran los resultados de las elecciones, los sindicatos vinculados a la oposición convocaron una huelga general. Al igual que las manifestaciones, las huelgas se han extendido por todo el país, incluso en fábricas emblemáticas como la de Bel AZ (maquinaria minera) y MTZ (tractores). El "último dictador de Europa", en el poder desde hace un cuarto de siglo, ha reprimido brutalmente las manifestaciones, multiplicando las detenciones y la represión (algunas de las cuales han provocado muertes).

Lukashenko, el líder de un país bajo la influencia rusa tras la implosión de la URSS está hoy en día bajo asedio. Hace treinta años, los regímenes de Europa del Este se derrumbaron uno tras otro, lo que es una expresión aplastante del desorden del aparato estatal llamado "soviético" y de la bancarrota de su estrategia imperialista[1]. Pero el régimen ha permanecido en el poder, principalmente a través de una feroz represión. El hecho de que el último vestigio del estalinismo en Europa Oriental se esté sacudiendo hoy en día demuestra que un anacronismo está a punto de terminar bajo los repetidos golpes del mismo proceso de desintegración de las alianzas imperialistas que llevó a la desaparición del bloque oriental. Una vez más un país en situación estratégica en lo que respecta a Rusia espera acercarse a Occidente, lo que genera cada vez más caos, a imagen de la actual dislocación de Ucrania[2].

La oposición pro- occidental, encabezada por Tsikhanouskaya, ha aprovechado la calamitosa situación económica (desempleo masivo, creciente inseguridad laboral, etc.) y la desastrosa gestión de la pandemia del COVID por parte del gobierno, para sacar a la población a la calle y llamar a la huelga. Pero la clase obrera no tiene nada que ganar si se deja arrastrar a los conflictos entre facciones de la burguesía bielorrusa, cada una de ellas apoyada por buitres imperialistas dispuestos a abatir a su presa.

¡Al contrario!  Todas las llamadas "revoluciones" para liberarse del "comunismo" o del gran hermano ruso han terminado con regímenes democráticos no menos burgueses, regímenes de explotación que, bajo el látigo de la crisis, han empeorado aún más las condiciones de los explotados. Todas las supuestas revoluciones en favor de la democracia han sido teatro de maniobras imperialistas particularmente cínicas: cuando no era el bloque occidental el que utilizaba sus peones para debilitar el campo contrario, era la URSS la que empujaba a los dirigentes a hacerse a un lado para mantener su influencia, como en 1989 cuando el "socialista" Ceausescu fue expulsado para dejar paso a una camarilla pro- rusa. En 2004, mucho después de la implosión de la URSS, la "Revolución Naranja" estalló en Ucrania, llevando al poder a elementos pro- occidentales profundamente corruptos como el “apparátchik”[3] Viktor Yushchenko y la "princesa del gas" Yulia Tymoshenko. La "Revolución Naranja" provocó una guerra civil, la intervención militar rusa, la fragmentación del país y el caos general y la pobreza[4]. Hoy en día, estos países están dirigidos en su mayoría por regímenes autoritarios que presiden las deplorables condiciones de vida y el desempleo masivo.

En Bielorrusia, la burguesía pro- europea también está utilizando a la población como un factor para maniobrar contra el gobierno existente. El 14 de agosto, tras haber huido a Lituania, Tsikhanouskaya anunció la creación de un "Consejo de Coordinación" para asegurar una transferencia pacífica del poder y la celebración de nuevas elecciones. Para el ala democrática de la burguesía, se trata de sacar a Lukashenko del poder y alistar a la clase obrera con la promesa de elecciones. Pero las elecciones no significan nada para el proletariado, ya sea que se lleven a cabo según las "normas internacionales" (como exige el Consejo de Coordinación) o que sean abiertamente fraudulentas, siguen siendo una pura mistificación, cuya única función es reducir al proletariado a la impotencia. Al final, son la burguesía y sus intereses de clase los que los ganan. Las contradicciones del capitalismo no desaparecen; la explotación de los trabajadores, la pobreza y la guerra no se desvanecen simplemente porque la burguesía haya organizado "elecciones libres".

Basta con mirar el pedigrí del "presídium" del consejo de coordinación para reconocerlo. Aparte de Tsikhanouskaya, que se ha apresurado a tomar contacto con las cancillerías occidentales para respaldar su "revolución", la personalidad más visible no es otra que Svetlana Alexievitch, anteriormente una escritora muy disciplinada bajo Brezhnev y miembro de la Unión oficial de escritores soviéticos, que cambió convenientemente de opinión y denunció a los "rojos", lo que le valió el Premio Nobel de Literatura en 2015. En el consejo también hay abogados, un sindicalista (líder del comité de huelga del MTZ), un ex - ministro (Pavel Latushko, otro que ha sentido el cambio de viento) y un líder del Partido Cristiano Demócrata de Bielorrusia, una organización de homófobos fanáticos.

Pero ¿no hay huelgas en las fábricas? Los comités de huelga y las asambleas generales, ¿no son la prueba de que estamos asistiendo a un movimiento proletario? Es el argumento de los partidos de izquierda, en particular de los trotskistas[5]. Pero no basta con que los trabajadores estén presentes en una movilización para hacer de ella un movimiento de la clase obrera. En realidad, las huelgas fueron totalmente pilotadas por los sindicatos, en particular por el Congreso Bielorruso de los Sindicatos Democráticos cuyo objetivo, preocupado por el "futuro del país", es asegurar "una rápida transferencia de poder" y "ayudar al país a salir de su aguda crisis política"[6]. Fueron los sindicatos, perros guardianes del capital, los que convocaron las asambleas e impulsaron las huelgas con el único objetivo de obligar a Lukashenko a dimitir. El Congreso de Sindicatos Democráticos de Bielorrusia también está vinculado a muchas organizaciones sindicales internacionales (Confederación Sindical Internacional, Organización Internacional del Trabajo) y se beneficia de la larga experiencia de estos organismos sindicales en el control de la clase obrera y el sabotaje de sus luchas.

Estas huelgas no son ni un "paso adelante" ni la premisa de un movimiento de clase. Es un terreno podrido que desarma al proletariado a todos los niveles, que lo entrega con las manos atadas a la burguesía. Además de las ilusiones que está sembrando en la propia Bielorrusia, la clase dominante también la utiliza en todo el mundo para hacer creer a los trabajadores que la democracia burguesa es el objetivo más elevado de la política.

La clase obrera no puede elegir un campo burgués contra otro, no puede dejarse arrastrar detrás de los sindicatos o de los partidos burgueses más "democráticos". Los ataques contra las condiciones de vida y de trabajo lanzados por el régimen de Lukashenko son los mismos que los gobiernos democráticos están imponiendo en todo el mundo. El capitalismo es un sistema en crisis que no tiene nada más que ofrecer a la humanidad.

La única alternativa al deslizamiento del capitalismo hacia la barbarie es la revolución proletaria mundial, que es la única ruta hacia una sociedad verdaderamente comunista. Pero el camino que conduce a ella es largo, difícil y tortuoso. La clase obrera solo puede emprender este camino luchando por sus propias reivindicaciones, sobre todo contra la política de austeridad del Estado, para poder armarse con la experiencia de la confrontación con la burguesía y los obstáculos que ésta pone constantemente en su camino, como el sindicalismo y la defensa de la democracia. Es fundamental que el proletariado saque las lecciones de estas luchas para recuperar su identidad de clase y preparar el terreno para las futuras luchas revolucionarias.

Pero para avanzar en esta dirección, también es indispensable que la clase se apropie de las lecciones de las luchas pasadas, como las de Polonia en 1980[7].

Hace 40 años, una huelga que comenzó en los astilleros de Gdansk se extendió como un incendio forestal por todo el país. Las asambleas generales eran realmente masivas y soberanas. Las negociaciones con el gobierno de Jaruzelski se celebraron en público y no en alcobas estatales secretas. La huelga masiva fue finalmente derrotada por el sindicato "libre y democrático" Solidarnosc que llevó a los trabajadores a las fauces de la represión. Tras la caída del bloque oriental, las primeras elecciones "libres" (y las generosas finanzas americanas) llevaron al líder de Solidarnosc, Lech Walesa, a la presidencia del país. Bajo su gobierno, las políticas de austeridad se multiplicaron.

Democráticas o autoritarias, de izquierda o de derecha, todas las facciones de la burguesía son reaccionarias, incluso cuando están dirigidas por un profesor de inglés aparentemente simpático. Hoy en Bielorrusia, como ayer en Polonia, ¡los explotados no tienen nada que ganar con unas elecciones supuestamente libres! ¡Con Tsikhanouskaya o Lukashenko, es la misma explotación capitalista!

EG, 31.8.20

 

[2]Volveremos en otro artículo sobre las apuestas imperialistas en Bielorrusia y el peso de la descomposición en estos acontecimientos. El intento de asesinato de Alexei Navalny, un opositor pro- europeo de Vladimir Putin forma parte de la misma dinámica de rivalidades imperialistas.

[3]Término en ruso que designa a un funcionario de la administración soviética

[4] Ver Sobre la “revolución naranja” en Ucrania - La cárcel del autoritarismo y la trampa de la democracia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1048/sobre-la-revolucion-naranja-en-ucrania-la-carcel-del-autoritarismo

[5]Aquí es muy lamentable que esta visión deformada de la lucha de clases haya sido retomada en el seno del medio político proletario a través de declaraciones que ven esta movilización de los trabajadores como un "primer paso adelante" en lugar de denunciar la naturaleza burguesa del movimiento y la muy peligrosa trampa que representa para el proletariado. En un artículo "Entre las disputas imperialistas y los movimientos de clase", los camaradas de la Tendencia Comunista Internacionalista afirman que "la única nota positiva es la amplia participación de la clase obrera. El paro de la producción y la interrupción de la cadena de explotación es el único elemento genuinamente de clase en el movimiento; obviamente, sin embargo, esto no es suficiente. Es un buen comienzo, por supuesto, pero se necesita más".

[6]Alexander Yaroshuk , sobre la creación de un comité nacional de huelga: “¡la postergación es la muerte!", de una entrevista del 17 de agosto en el sitio Belarus Partisan retransmitida a través del sitio Médiapart

[7] Ver Polonia (agosto de 1980): Hace 40 años, el proletariado mundial retomaba de nuevo la huelga de masas https://es.internationalism.org/content/4597/polonia-agosto-de-1980-hace-40-anos-el-proletariado-mundial-retomaba-de-nuevo-la-huelga

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