Informe sobre el Curso Histórico

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Introducción

El informe sobre la cuestión del "curso histórico" del 23º Congreso del CCI, que publicamos a continuación, confirma un cambio significativo de análisis con respecto al elaborado en un texto fundamental de 1978 titulado "El curso histórico"[1].

Brevemente dicho, este cambio de análisis es un resultado directo del cambio en el contexto mundial tras la caída del bloque imperialista del Este en 1989, que a su vez condujo a la desintegración del bloque occidental. Lo que, en efecto, cambia en la nueva situación, con la plena entrada del mundo en el período de descomposición del capitalismo[2], es la necesidad de analizar los cambios significativos en la evolución de la relación de fuerzas entre las clases; especialmente, el hecho de que la alternativa: revolución o destrucción de la humanidad en una guerra mundial, ya no se plantea en los mismos términos pues con la desaparición de los bloques imperialistas, la guerra mundial ya no está en el orden del día.

Para llevar a cabo el cambio necesario en nuestro análisis, hemos retomado el método de Marx y del movimiento marxista desde su creación, consistente en cambiar de posición, de análisis e incluso de programa completo, en cuanto dejan de corresponder a la marcha de la historia, y eso para seguir siendo fieles a la finalidad misma del marxismo como teoría revolucionaria. Un ejemplo conocido es el de las importantes modificaciones que Marx y Engels hicieron sucesivamente al propio Manifiesto Comunista, resumidas en los prefacios posteriores que ellos añadieron a esa obra fundamental, a la luz de los cambios históricos que se habían producido. Las generaciones siguientes de marxistas revolucionarios adoptaron el mismo método crítico:

- “El marxismo es una concepción revolucionaria que pugna constantemente por alcanzar nuevos conocimientos, que odia, sobre todas las cosas, el estancamiento de las fórmulas fijas, que conserva su fuerza viva y creadora, en el chocar espiritual de armas de la autocrítica y en medio de las tormentas de la historia” (Crítica de la Críticas, 1916, Rosa Luxemburg).

La insistencia de Rosa en su tiempo sobre la necesidad de reconsiderar los análisis previos para ser fiel a la naturaleza y el método del marxismo como teoría revolucionaria, estaba directamente relacionada con lo que significó la Primera Guerra Mundial. La guerra de 1914-1918 marcó el punto de inflexión del capitalismo como modo de producción, entre su período de ascenso o progreso y un período de decadencia y hundimiento, que cambió fundamentalmente las condiciones y el programa del movimiento obrero. Pero sólo la izquierda de la Segunda Internacional comenzó a reconocer que el período anterior había terminado definitivamente y que el proletariado entraba en la "época de guerras y revoluciones", como la Tercera Internacional lo llamaría más tarde. La derecha oportunista de la socialdemocracia afirmó falsamente que la primera guerra Inter imperialista era una guerra de defensa nacional - como las guerras limitadas y de mucho menor alcance del siglo XIX - y se unió a la burguesía imperialista, mientras que el ala centrista afirmó que la guerra era sólo una aberración temporal y que las cosas "volverían a lo normal" tras el cese de las hostilidades. Al fin y al cabo, los representantes de esas dos corrientes acabaron luchando contra la ola revolucionaria proletaria que puso fin a la Primera Guerra Mundial, mientras que los líderes de las insurrecciones proletarias como Rosa, Lenin y Trotski en los recién formados partidos comunistas preservaron el "honor del socialismo internacional" al descartar las anticuadas fórmulas de la socialdemocracia que ahora se utilizaban para justificar la contrarrevolución.

Los cambios sin precedentes que produjo el fin de la guerra fría en 1989 no fueron del mismo alcance que los de 1914. Pero marcaron una nueva etapa significativa en el desarrollo de la decadencia capitalista, coincidiendo con el surgimiento de su fase final, la de la descomposición social. Si bien el cambio de 1989 no modificó el programa de la clase obrera que ha seguido siendo válido durante toda la decadencia del capitalismo, significó, eso sí, un cambio importante en cuanto a las condiciones en que había evolucionado la lucha de clases hasta entonces durante los siete decenios entre 1914 y 1989. El Informe que publicamos aquí contribuye al esfuerzo crítico de actualizar el análisis marxista sobre ese importante giro en la historia del mundo.

En 1989, en el momento mismo de los acontecimientos que sacudieron el mundo, la CCI ya había analizado, en varios textos, los importantísimos cambios que se estaban produciendo. En sus “Tesis sobre la Descomposición” (Revista Internacional Nº 62, 1990) y el texto “Militarismo y Descomposición” (Revista internacional 64, 1991[3]), La CCI predijo que el próximo período estaría dominado por una putrefacción acelerada y el caos en un modo de producción agónico que seguiría estando atravesado por las contradicciones violentas y destructoras de la decadencia capitalista, pero en una nueva forma y contexto. El resurgir de la lucha de clases proletaria, que comenzó en 1968 y evitó el estallido de una tercera guerra mundial, encaraba ahora nuevas dificultades y un largo período de repliegue y desorientación, pero la profundización de la crisis económica mundial empujará al proletariado a reanudar su lucha.

Además, el desmoronamiento del bloque del Este puso fin, tal vez definitivamente, a la división del mundo en dos campos armados, que había sido la forma principal en que el imperialismo había funcionado mundialmente en su fase decadente. La Primera y Segunda Guerras Mundiales, así como los acontecimientos anteriores y posteriores a ellas, demostraron que el capitalismo ya no podía evolucionar mediante la expansión colonial como en el siglo XIX, y que lo único que les quedaba a cada uno de los imperialismos rivales era tratar de forzar una nueva división del mercado mundial en beneficio propio por medio de las matanzas bélicas. Ese intento se articuló mediante la tendencia a agrupar a los diferentes países detrás de cada uno de los dos gánsteres más poderosos, un proceso plenamente confirmado después de 1945. Después del período 1914-1989 dominado por la división del mundo en dos bloques imperialistas rivales, la tendencia a formar bloques dejó de ser dominante en las relaciones Inter imperialistas y cada potencia sigue ahora su sangriento camino guiada por la idea de "cada uno para sí".

El informe examina y reafirma este análisis modificado desde 1989. Pero amplía aún más su alcance.

En 2015, el 21º Congreso de la CCI puso en marcha un importante proyecto a largo plazo en el que se examinarían 40 años de su existencia para “identificar con la mayor lucidez posible nuestras fuerzas y nuestras flaquezas, identificar lo que seguía siendo válido en nuestros análisis y los errores hechos, para así armarnos para superarlos.” (“40 años después de la fundación de la Corriente Comunista Internacional, ¿Qué balance y qué perspectivas para nuestra actividad?” Revista Internacional 156[4]). El Informe sobre la cuestión del curso histórico del 23º Congreso es consecuencia de ese esfuerzo específico, llevando más lejos el análisis ya contenido en textos elaborados hace treinta años, reexaminando punto por punto el texto original sobre el curso histórico de 1978. Y concluye diciendo que el propio término "curso histórico" ya no puede considerarse adecuado para definir todos los períodos de la lucha de clases. Se aplica al período comprendido entre Sarajevo 1914 y el hundimiento de la URSS en 1989, pero no al período precedente ni al siguiente. Al sacar esta conclusión, el informe subraya una distinción muy importante que debe hacerse entre dos conceptos diferentes:

- Por una parte, el concepto de curso histórico aplicable al período comprendido entre Sarajevo y la caída del Muro de Berlín (incluidas sus diferentes fases) y que trata de la dinámica de la sociedad durante ese mismo período, indisolublemente ligada, pero no idéntica, a la relación de fuerzas entre las clases ;

- Por otro lado, el concepto de relación de fuerzas entre las clases, aplicable a todos los períodos de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.

Esos dos conceptos - curso histórico y relación de fuerzas entre las clases - no son por lo tanto idénticos o sinónimos, pero el texto de 1978 no establece claramente esta distinción.

Nos complace observar que antes de su publicación, el Informe ya ha provocado un animado debate público (varias docenas de contribuciones hasta la fecha en nuestro foro en línea sobre el tema desde julio) porque sus principales conclusiones ya se incluyeron en la Resolución sobre la situación internacional del 23º Congreso que ya se ha propuesto a nuestros lectores. Aún no es el momento de hacer un balance de este debate, que aún está en sus primeras etapas. Pero debe desarrollarse. El debate crítico es una parte esencial del esfuerzo marxista para desarrollar una nueva compresión a la vez que seguimos combatiendo “en medio de las tormentas de la historia”.

INFORME SOBRE LA CUESTIÓN DEL CURSO HISTÓRICO

Según la concepción materialista de la historia desarrollada por Marx, las contradicciones del sistema capitalista conducen a una alternativa histórica: socialismo o barbarie; o bien una lucha que desemboca en el derrocamiento de la burguesía por el proletariado, o bien la ruina mutua de ambas clases y de la propia sociedad.

La comprensión del desarrollo de la lucha de clases en el capitalismo - sus diferentes etapas históricas, sus avances y retrocesos, las respectivas fuerzas cambiantes de los adversarios - ha sido, por lo tanto, de importancia decisiva para los análisis de la vanguardia comunista del proletariado y un aspecto intrínseco de la aplicación del método marxista.

Los grandes cambios en los parámetros de la situación mundial en 1989, provocados por el desmoronamiento del bloque del Este y la entrada del capitalismo decadente en su fase final de descomposición social, llevaron a la organización a tener en cuenta las dificultades crecientes del proletariado en esta nueva situación y a modificar su análisis de la dinámica de la sociedad según la relación de fuerzas entre las clases. En efecto, este análisis, tal como se expone en el texto sobre el Curso Histórico (a partir de aquí CH78) del III Congreso de la CCI en 1978, ya no era apropiado en el mundo posterior a 1989, en el que las rivalidades imperialistas ya no se canalizan hacia el enfrentamiento entre dos bloques imperialistas rivales, sino hacia un mundo en el que la respuesta capitalista, o sea una nueva guerra mundial imperialista, ya no es una posibilidad histórica en un futuro próximo. Los textos elaborados por la CCI inmediatamente después del hundimiento del bloque del Este, como "Militarismo y descomposición" (Revista Internacional 64, 1991), las "Tesis sobre la descomposición social del capitalismo" (Revista Internacional 62, 1990), el artículo "Tras el hundimiento del bloque del Este, inestabilidad y caos" (Revista Internacional Nº 61, 1990[5]), ya definen claramente lo que está en juego en la relación mundial de fuerzas entre las clases basándose en un paradigma diferente al del texto del CH78.

En los dos decenios transcurridos desde 1990, la CCI ha elaborado, en numerosos textos y artículos, ese cambio de análisis sobre la relación de fuerzas  entre las clases y lo que está en juego en la dinámica de la sociedad, en particular en los informes y resoluciones sobre la lucha de clases para sus congresos internacionales que han sido publicados en nuestra prensa. Estos confirman en particular las dificultades y amenazas crecientes para el proletariado creadas por el período de descomposición social del capitalismo.

A este respecto, podemos citar, por ejemplo, el “Informe sobre la lucha de clases para el 13º Congreso de la CCI” en 1999 (Revista Internacional 99[6]) o el Informe sobre la lucha de clases para el 14º Congreso en 2001 (Revista Internacional 107), cuyo subtítulo era “El concepto del curso histórico en el movimiento revolucionario”[7].

También hay que tener en cuenta otros artículos que tratan del problema de la relación de fuerzas entre las clases en el período de descomposición, como: “Al inicio del siglo XXI - ¿Por qué el proletariado no ha acabado aún con el capitalismo?” (Revista Internacional 103 y 104[8]), y los artículos "Entender la descomposición (I): las raíces marxistas de la noción de descomposición", el de la Revista Internacional n° 117 en particular[9].

Sin embargo, aunque la organización sí ha desarrollado los elementos teóricos principales para comprender lo que está cambiando en la relación de fuerzas entre las clases, no ha realizado hasta ahora un examen específico del texto sobre el CH78. Es evidente que es necesario rectificar esta anomalía -aunque sea tarde- si queremos ser escrupulosamente fieles a nuestro método histórico, que consiste no sólo en modificar o cambiar nuestro análisis y nuestra argumentación a la luz de los grandes acontecimientos, sino también en justificar ese cambio con referencia específica al análisis original. Nuestro método político nunca ha sido el de abandonar las posiciones o análisis previos sin dar cuenta de ellos y justificar tal cambio públicamente, porque una invariancia o monolitismo a-histórico es imposible y sólo puede ser una barrera para el esclarecimiento de la conciencia de clase. Lo que sigue siendo válido en el texto CH78; lo que ha sido superado por el cambio de contexto histórico en el capitalismo decadente, y cómo éste ha revelado las limitaciones del texto CH78, todo ello debe ser entendido y explicado con la mayor claridad posible, para que los anacronismos restantes puedan hacerse resaltar y ser aclarados.

Resumen de todos los puntos del texto CH78

Punto 1) Los revolucionarios deben hacer predicciones. De hecho, predecir es una capacidad y necesidad específica de la conciencia humana (cf. la comparación de Marx entre la abeja instintiva y el arquitecto humano consciente). El marxismo, como método científico, al igual que la ciencia en su conjunto, transforma: "las hipótesis basadas en una primera serie de experimentos en predicciones, y al confrontar estas predicciones con nuevos experimentos, el investigador puede verificar (o invalidar) esas hipótesis y avanzar en su comprensión".[10]

El marxismo basa su perspectiva de la revolución comunista en un análisis científico y materialista del hundimiento del capitalismo y de los intereses de clase del proletariado revolucionario.

Esa perspectiva general y a largo plazo es relativamente simple para los marxistas. La dificultad para los revolucionarios es prever a medio plazo si la lucha de clases avanza o retrocede. En primer lugar, el marxismo obviamente no puede basarse en experimentos controlados como los que realiza la ciencia de laboratorio.

Punto 2) Además, la lucha de clases proletaria se caracteriza por períodos de evolución muy diferentes, con máximos y mínimos extremos, porque la clase obrera es una clase explotada sin ningún poder en la vieja sociedad y por lo tanto destinada a largos períodos de sometimiento. Los períodos relativamente cortos de su lucha están determinados por los períodos de crisis del capitalismo (crisis económica y guerra). El proletariado no puede progresar de victoria en victoria, como fue el caso de las nuevas clases explotadoras del pasado. De hecho, la victoria final del proletariado está condicionada por una larga serie de dolorosas derrotas. De ahí la declaración de Marx en El 18 Brumario  de Luis Bonaparte de 1852 sobre el curso muy desigual de la evolución de la lucha de clases[11]. La realidad de un desarrollo tan irregular de la lucha de clases era evidente en el pasado, pero la longitud y la profundidad de la contrarrevolución entre 1923 y 1968 tendieron a oscurecerla.

Punto 3) No obstante, es esencial que los revolucionarios hagan predicciones precisas a medio plazo sobre la evolución de la relación de fuerzas entre las clases. En esto, las consecuencias de los errores son más que elocuentes: el aventurerismo de Willitch-Schapper tras las derrotas de las revoluciones de 1848; la "teoría de la ofensiva" del KAPD cuando la ola revolucionaria había retrocedido en los años 20; la fundación de la IVª Internacional por Trotsky en 1938 en el período más oscuro de la contrarrevolución. En contraste con esos ejemplos, hubo predicciones que demostraron ser perfectamente exactas: Marx y Engels reconocieron que después de las derrotas de 1848 y 1871, era inevitable un período de repliegue de la clase obrera; la predicción de Lenin en las Tesis de abril de 1917 sobre la marea ascendente de la revolución mundial; la identificación de la izquierda italiana de los años treinta como un período de derrota decisiva.

Puntos 4/5/11) Predecir el sentido de la lucha de clases indica si los revolucionarios van con la corriente o contra ella. Los errores, o desdeñar el sentido de la corriente, pueden ser catastróficos. Esto es especialmente cierto en la decadencia capitalista durante la cual lo que está en juego: la guerra imperialista o la revolución proletaria, es mucho más importante que en la época de la ascendencia capitalista.

Punto 6) La oposición y la exclusión mutua de los dos términos de la alternativa histórica, la guerra o la revolución. Si bien la crisis del capitalismo decadente puede llevar a cualquiera de los dos extremos de la alternativa, no se desarrollan al unísono sino de manera antagónica. Este punto se dirige especialmente a Battaglia Communista y a la CWO que consideraban y siguen considerando la guerra mundial y la revolución como igualmente posibles desde 1968.

Puntos 7/8) Estos puntos tienen por objeto mostrar que las guerras mundiales imperialistas del siglo XX y sobre todo la de 1939-45 sólo pudieron ocurrir una vez derrotado el proletariado, sus tentativas revolucionarias aplastadas y tras haberse movilizado tras ideologías bélicas de sus respectivos amos imperialistas con la ayuda de unos partidos obreros traidores que ya habían cruzado la frontera de clase.

Punto 9) La situación del proletariado desde 1968 ya no es la misma que antes de las dos guerras mundiales. Se encuentra invicto y combativo, resiste a las ideologías movilizadoras de los bloques imperialistas y es por lo tanto una barrera ante el estallido de una tercera guerra mundial.

Punto 10) Todas las condiciones militares y económicas para una nueva guerra mundial ya existen, lo único que falta es la adhesión del proletariado, un punto destinado también a Battaglia que tiene otros argumentos para explicarnos por qué la guerra mundial aún no ha estallado.

Comentario sobre el CH78

Lo que sigue siendo cierto en el texto

Los primeros cinco puntos del texto del CH78 conservan toda su relevancia en cuanto a la importancia y necesidad para los revolucionarios de prever la evolución futura de la lucha de clases, o sea la justificación de la necesidad de tales predicciones desde el punto de vista del método marxista; la pertinencia de los ejemplos históricos que demuestren el carácter crítico de las hipótesis de los revolucionarios sobre la lucha de clases y las graves consecuencias de los errores al respecto; los argumentos contra la indiferencia o el escepticismo de Battaglia y la CWO sobre esta cuestión.

El argumento central del texto también conserva su validez para el período 1914-1989. Con el comienzo del período de decadencia del capitalismo, las condiciones para la evolución de la relación de fuerzas entre las clases cambiaron fundamentalmente en comparación con las del período de ascendencia. La tendencia del imperialismo en el período de decadencia a desembocar en conflagraciones mundiales entre bloques rivales, lo cual requiere la movilización masiva de la clase obrera como carne de cañón, estalló con toda su fuerza durante la Primera Guerra Mundial. El estallido de las hostilidades dependía de la derrota política de los principales batallones del proletariado mundial. Los partidos y sindicatos socialdemócratas, corrompidos por un largo proceso de degeneración oportunista y revisionista, fracasaron en el momento crítico de 1914 y, con pocas excepciones, abandonaron el internacionalismo para unirse al esfuerzo bélico de sus propios imperialismos nacionales, arrastrando tras ellos a una clase obrera desorientada. Sin embargo, la vivencia de semejante matanza sin precedentes de obreros uniformados en las trincheras y la miseria en el "frente interior" acabaron haciendo que el proletariado, tras algunos años, recobrara su fuerza en la relación de fuerzas entre las clases, lo que permitió la apertura de la ola revolucionaria mundial de 1917-1923, que obligó a la burguesía a poner fin a la guerra para evitar la contaminación de la revolución proletaria.

A partir de la Primera Guerra Mundial, la idea de un curso histórico, a partir del cual la lucha de clases se orientaría hacia la guerra o hacia la revolución, adquirió así una profunda veracidad. Para imponer su respuesta militar a las crisis de la decadencia capitalista, el imperialismo debía asestar una derrota a las aspiraciones revolucionarias del proletariado y una vez aplastadas, logró su movilización en favor de los intereses de la burguesía. Por el contrario, el resurgimiento del proletariado fue un gran obstáculo ante ese empeño, abriéndosele el camino a su solución: la revolución comunista.

Y, al contrario, la derrota de la revolución en Rusia, Alemania y otros países en la década de 1920, permitió que se abriera el curso hacia la Segunda Guerra Mundial. A diferencia del período anterior a la Primera Guerra Mundial, el período anterior a la Segunda no dio lugar a un cambio de rumbo, ya que el proletariado fue derrotado no sólo política sino también físicamente por la brutalidad y el terror sin precedentes del estalinismo y el fascismo por un lado y el antifascismo democrático por otro antes e inmediatamente después de las masacres. A diferencia de la Primera Guerra Mundial, ninguna ola revolucionaria surgió de las ruinas de la Segunda. Esta situación de continua derrota proletaria no condujo, sin embargo, a una tercera guerra mundial después de 1945, como pensaban los revolucionarios de aquella época. En los decenios de 1950 y 1960 hubo un largo período de recuperación económica y de guerra fría, con guerras locales “por poderes”. Durante ese período, el proletariado recuperó gradualmente su fuerza al disminuir el peso de las ideologías de guerra de los años 30. El estallido de una nueva crisis económica mundial llevaría a un nuevo surgimiento de la lucha de clases iniciada en 1968, impidiendo la "solución" imperialista a la crisis, la de una tercera guerra mundial. Pero la clase obrera no pudo ir más allá de sus luchas defensivas mediante una ofensiva revolucionaria. El hundimiento de uno de los dos bloques imperialistas, el bloque del Este, en 1989, puso fin efectivamente a la posibilidad de una guerra mundial, aunque la propia guerra imperialista siguió acelerándose de forma caótica con el impulso de la profundización de la crisis económica mundial.

Casos en los que el texto CH78 ya no es aplicable

Para comprender este problema, citaremos primero un largo extracto del informe de una reunión plenaria de nuestro órgano central internacional de enero de 1990: "En el período de decadencia del capitalismo, TODOS los Estados son imperialistas y toman medidas para asumir esa realidad: economía de guerra, armamento, etc. Por ello, la agravación de las convulsiones de la economía mundial no hará más que avivar las divisiones entre los diferentes estados, incluso, y cada vez más, en el plano militar. La diferencia con el período que acaba de terminar es que las fisuras y antagonismos que antes eran contenidos y utilizados por los dos grandes bloques imperialistas, ahora saldrán a la luz. La desaparición del gendarme imperialista ruso, y la consiguiente pérdida de ligamen del gendarme estadounidense respecto de sus principales "socios" de ayer, ha abierto la puerta al desencadenamiento de toda una serie de rivalidades más locales. Estas rivalidades y enfrentamientos no pueden, por ahora, degenerar en un conflicto mundial (incluso suponiendo que el proletariado ya no pueda oponerse a ellos). Por otra parte, debido a la desaparición de la disciplina impuesta por la presencia de los bloques, es probable que tales conflictos sean más violentos y más numerosos, en particular, obviamente, en las zonas donde el proletariado es más débil. Hasta ahora, en el período de decadencia, tal situación de dispersión de los antagonismos imperialistas, de ausencia de un reparto del mundo (o de sus zonas decisivas) entre dos bloques, nunca se ha prolongado. La desaparición de las dos constelaciones imperialistas que surgieron de la Segunda Guerra Mundial debería acarrear la tendencia a la recomposición de dos nuevos bloques. Sin embargo, tal situación no está todavía al orden del día (...) la tendencia hacia un nuevo reparto del mundo entre dos bloques militares se ve frustrada, e incluso puede verse definitivamente comprometida, por el fenómeno cada vez más profundo y generalizado de la descomposición de la sociedad capitalista, como ya hemos puesto de relieve (véase la Revista Internacional 57).

En un contexto así, de pérdida de control de la situación para la burguesía mundial, no es evidente que haya sectores dominantes de ella que hoy sean capaces de imponer la organización y la disciplina necesarias para la reconstitución de bloques militares. (...) Por todo eso, es fundamental poner de relieve que la solución proletaria, la revolución comunista, es la única capaz de oponerse a la destrucción de la humanidad, y que tal destrucción es la única «respuesta» que la burguesía puede dar a su crisis; pero esta destrucción no vendría necesariamente de una tercera guerra mundial. Podría ser el resultado de la continuación hasta sus consecuencias más extremas de la descomposición ambiente: catástrofes ecológicas, epidemias, hambres, guerras locales sin fin, y un largo etcétera..

La alternativa histórica «Socialismo o Barbarie», tal como la puso de relieve el marxismo, tras haberse concretado en «Socialismo o Guerra imperialista mundial» durante la mayor parte del siglo XX, se fue precisando bajo la forma aterradora de «Socialismo o Destrucción de la humanidad» durante las últimas décadas con el desarrollo de las armas atómicas. Hoy, tras el derrumbe del bloque del Este, esa perspectiva sigue siendo totalmente válida. Pero hay que decir que semejante destrucción puede venir de la guerra imperialista generalizada O de la descomposición de la sociedad.. (…) Incluso si la guerra mundial no podrá ser hoy, y quizás definitivamente, una amenaza para la vida de la humanidad, esta amenaza podría muy bien venir de la descomposición de la sociedad. Y eso más todavía si se considera que si bien el desencadenamiento de la guerra mundial requiere la adhesión del proletariado a los ideales de la burguesía, fenómeno que no está ni mucho menos al orden del día en la situación actual para los batallones decisivos de aquél, la descomposición no requiere adhesión alguna para acabar destruyendo a la humanidad. En efecto, la descomposición de la sociedad no es, en sentido estricto, una «respuesta» de la burguesía a la crisis abierta de la economía mundial. En realidad, ese fenómeno puede agudizarse precisamente porque la clase dominante es incapaz, a causa de la ausencia de alistamiento proletario, de dar SU respuesta específica a la crisis, o sea, la guerra mundial y la movilización que ésta entraña. La clase obrera, al ir desarrollando sus luchas (como así lo ha hecho desde finales de los años 60), al no dejarse alistar tras las banderas de la burguesía, ha podido impedir que la burguesía desencadene la guerra mundial. En cambio, únicamente el derrocamiento del capitalismo podrá acabar con la descomposición de la sociedad. Las luchas del proletariado en el sistema no son un freno a su descomposición, del mismo modo que tampoco pueden ser un freno al hundimiento económico del capitalismo.”.

(Véase "Tras el hundimiento del bloque del Este, desestabilización y caos", Revista Internacional 61)

El año 1989 marca así un cambio fundamental en la dinámica general de la sociedad capitalista en decadencia. Antes de esa fecha, la relación de fuerzas entre las clases era el factor determinante de esa dinámica: de la relación de fuerzas entre las clases dependía el resultado de la exacerbación de las contradicciones del capitalismo: o bien el estallido de la guerra mundial, o bien el desarrollo de la lucha de clases con la perspectiva del derrocamiento del capitalismo.

Después de esa fecha, la dinámica general de la decadencia capitalista ya no está directamente determinada por la relación de fuerzas entre las clases. Cualquiera que sea la relación de fuerzas, mientras ninguna clase sea capaz de imponer su solución (guerra o revolución mundial), el capitalismo seguirá hundiéndose en la decadencia, porque la descomposición social tiende a zafarse del control de las clases en conflicto.

En el paradigma que dominó la mayor parte del siglo XX, la noción de "curso histórico" definía los dos posibles resultados de una tendencia histórica: la guerra mundial o el conflicto de clases. En cuanto el proletariado sufrió una derrota decisiva (como en vísperas de 1914 o tras el aplastamiento de la ola revolucionaria de 1917-23), la guerra mundial se hizo inevitable. En el paradigma que define la situación actual (hasta que se reconstituyan dos nuevos bloques imperialistas, lo que tal vez nunca suceda), es muy posible que el proletariado sufra una profunda derrota sin que ello tenga necesariamente una consecuencia decisiva en la evolución general de la sociedad. Uno puede preguntarse, por supuesto, si tal derrota podría tener como consecuencia impedir definitivamente que el proletariado levante cabeza. Habría que hablar entonces de una derrota definitiva que llevaría al fin de la humanidad. Esta posibilidad no debe excluirse, especialmente en vista del creciente peso de la descomposición. Esta amenaza está claramente indicada en el Manifiesto del IX Congreso de la CCI: "Revolución comunista o destrucción de la humanidad". Pero no podemos hacer un pronóstico en ese sentido, ni en relación con la actual situación de debilidad de la clase obrera, ni siquiera si esta situación se agravaría. Por eso el concepto de "curso histórico" ya no sirve para definir la dinámica de la situación mundial, ni la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado en el período de descomposición. Al haberse convertido en un concepto ahora inadecuado para el nuevo período, debe ser abandonado.

En conclusión: el texto CH78, aunque conserva toda su validez desde el punto de vista del método y del análisis del período 1914-1989, está hoy limitado, por una parte, por el hecho de haber sido superado por acontecimientos históricos importantes y sin precedentes, y, por otra, porque tiende a identificar la noción de curso histórico y la de evolución de las relaciones de fuerza entre las clases, como si fueran idénticas, cuando no es así. En particular, el texto CH78 habla del curso histórico para describir los diferentes momentos de la lucha de clases en el siglo XIX cuando en realidad:

- el aumento de las luchas obreras no significa que se abra la perspectiva de un período revolucionario en un momento en el que la revolución proletaria no está todavía al orden del día, ni puede impedir el estallido de una guerra importante (por ejemplo, la guerra entre Francia y Prusia en 1870, aun cuando el poder del proletariado se había incrementado);

- una gran derrota del proletariado (como lo fue el aplastamiento de la Comuna de París) no condujo a una nueva guerra.

En cierto modo, la tendencia a identificar erróneamente el curso de la historia con la relación de fuerzas entre las clases en general es similar a la forma imprecisa en que se ha utilizado el concepto de oportunismo. Durante algún tiempo hubo una identificación en la CCI entre oportunismo y reformismo, y más ampliamente en el medio político. A finales del siglo XIX y principios del XX, aunque tal identificación ya era un error, se basaba en una realidad: en efecto, en aquella época, una de las principales manifestaciones del oportunismo era el reformismo. Pero con la entrada del capitalismo en su período de decadencia, el reformismo ya no tiene cabida en el movimiento obrero: las organizaciones o corrientes políticas que propugnan la sustitución del capitalismo por el socialismo mediante reformas progresivas del sistema actual pertenecen necesariamente al campo de la burguesía, mientras que el oportunismo sigue siendo una enfermedad que puede afectar y acabar con las organizaciones proletarias.

Hemos tendido, basándonos en lo que las experiencias de la clase obrera durante el siglo XX, a identificar la noción de cómo evoluciona la relación de fuerzas entre las clases, o sea entre burguesía y proletariado, con la noción de "curso histórico", al indicar ésta un resultado alternativo fundamental, la guerra o la revolución mundial, una confirmación de la relación de fuerzas entre las clases. En cierto modo, la situación histórica actual es similar a la del siglo XIX: la relación de fuerzas entre las clases puede evolucionar en una u otra dirección sin afectar decisivamente la vida de la sociedad. De manera similar, esta relación de fuerzas entre las clases o su evolución ya no puede ser descrita como un "recorrido". En este sentido, el término "derrota del proletariado", aunque conserva todo su valor operativo en el período actual, ya no puede tener el mismo significado que en el período anterior a 1989. Lo importante es tener en cuenta y estudiar constantemente la evolución de la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado: ¿podemos considerar que esta evolución está a favor del proletariado (lo cual no significa que la vuelta atrás sea imposible) o que estamos en una dinámica de debilitamiento de la clase (sabiendo que esta dinámica también puede invertirse)?

En un sentido más general y a largo plazo, el abandono del concepto de "curso histórico" pone de manifiesto la necesidad de que los marxistas revolucionarios hagan un estudio histórico más profundo de toda la evolución de la lucha de clases proletaria para comprender mejor los criterios para evaluar cómo evoluciona la relación de fuerzas entre las clases en el período de descomposición capitalista.

 

[9] Este artículo (https://es.internationalism.org/revista-internacional/200404/167/entender-la-descomposicion-i-las-raices-marxistas-de-la-nocion-de-d )constata la indiferencia de otros grupos de la izquierda comunista ante esta cuestión y su rechazo tajante de los análisis de la CCI como "no marxistas", lo que indica que no pueden, por el momento, aportar ninguna contribución teórica a esta cuestión vital de la evolución de las relaciones de fuerza entre las clases... sobre todo porque han olvidado la famosa primera línea del Manifiesto Comunista y, por lo tanto, un precepto esencial del materialismo histórico. En lo que respecta a los parásitos, el artículo recuerda el ataque de la Fracción Interna de la CCI (ahora GIGC) al informe de la CCI sobre la lucha de clases del XIV Congreso de la CCI, y su análisis del efecto de la descomposición capitalista en la lucha de clases, como "oportunista" y "revisionista", "la liquidación de la lucha de clases", y eso que los componentes de este grupo estaban de acuerdo con ese análisis, cuando eran miembros de la CCI algún tiempo antes. La traición organizativa va de la mano con la estupidez política en el medio parasitario.

[10] .-“El Curso Histórico”, Revista Internacional 18.

[11]Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su período impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: ¡Hic Rhodus, hic salta!”

 

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