Brexit, con acuerdo o sin él: la democracia capitalista es un fraude

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Desde todo el abanico del espectro político, se nos llama a defender la democracia.

La "alianza rebelde" de los políticos opuestos al no-acuerdo Brexit, denuncia a Boris Johnson como culpable de realizar un "golpe de estado" contra el parlamento. Dicha alianza organiza marchas y concentraciones contra la suspensión de cinco semanas del parlamento en el período previo al 31 de octubre, y une sus fuerzas para obligar a Boris a respetar las sagradas costumbres y procedimientos parlamentarios.

Los duros pro-Brexit, desde Farage a la revista Spiked, responden que son los "Remainers"[1] los que insultan a la democracia porque se niegan a respetar la "voluntad del pueblo" encarnada en el referéndum de junio de 2016. También afirman ser los defensores de la democracia británica contra la burocracia entrometida de la UE.

Pero vivimos en una sociedad que hace que los propios términos "democracia" y "pueblo" carezcan de sentido. Vivimos en una sociedad capitalista basada en la explotación de una clase por otra. La clase explotadora tiene la mayor parte de la riqueza en sus manos, y el Estado, el poder político, está ahí para garantizar sus privilegios, al igual que los medios de dominación ideológica como la prensa, la televisión y las redes sociales. En una sociedad así, "el pueblo" es un término utilizado para ocultar estas divisiones de clase y "democracia" sirve para enmascarar el monopolio del poder de la clase dominante.

La clase explotada, por otro lado, aunque generalmente comprende a la mayoría de la población, no puede expresar sus propias necesidades reales. Sus esfuerzos para organizarse contra la explotación son reprimidos por la fuerza o domesticados e incorporados al Estado: esa es la historia de los sindicatos y los partidos "obreros" (como el Partido Laborista) en los últimos 100 años o más.

Por supuesto, en contraste a los primeros años del capitalismo, a los trabajadores no solo se les permite sino que se les exhorta positivamente a votar en las elecciones y referendos locales y nacionales. Pero solo pueden hacerlo como "ciudadanos" atomizados, como una masa de individuos aislados; y el propio acto de votar en las elecciones burguesas se ha convertido en una expresión de impotencia, de ausencia de la clase obrera como clase.

Además, los temas en torno a los cuales se organizan las elecciones, los referendos y los debates parlamentarios demuestran claramente que vivimos bajo un monopolio ideológico. ¿A favor o en contra del Brexit? Para entrar en este debate hay que asumir que los intereses de la nación, de "Gran Bretaña", son nuestros intereses. Pero los obreros no tienen patria, y la nación, como el pueblo, es una falsa comunidad que oculta divisiones de clase irreconciliables. Y más aún: ninguna de las dos opciones del conflicto de Brexit protegerá a los trabajadores de los crecientes ataques a su nivel de vida exigidos por la crisis económica mundial. Si el Brexit pasa, sin duda, que habrá ataques salvajes contra los trabajadores inmigrantes, ya sean ilegales o legales, como las recientes normas que insisten en que los residentes de la UE resuelvan su "estatuto de asentados" antes del 31 de octubre: casi una garantía de futuros escándalos "Windrush"[2].  Pero la UE, que supuestamente defiende los derechos de los trabajadores, ya ha demostrado su voluntad de imponer una austeridad draconiana a diferentes sectores de la clase obrera: el caso de Grecia es el más elocuente aquí (y fue el gobierno de "ala izquierda" de Syriza[3] el que aplicó las medidas de austeridad exigidas por la UE).

La religión de la democracia

La democracia y la nación se han convertido hoy en lo que era la religión en los días en que Karl Marx acuñó por primera vez el término "opio del pueblo". La democracia y el interés nacional son el "aroma espiritual" de la sociedad burguesa, "su sanción moral, su solemne complemento, su consuelo y justificación universal"[4]. En otras palabras, no se puede argumentar fuera de los supuestos de la democracia y la nación, que son las verdades últimas de esta sociedad, la justificación de todos los sacrificios exigidos en el trabajo y en la guerra.

Pero este "aroma" se ha convertido en una peste muy mala porque el parlamento, al igual que la propia sociedad capitalista, es una institución profundamente decadente. En los tiempos de Marx y Engels, cuando el capitalismo era todavía un sistema ascendente, tenía sentido que los partidos obreros tuvieran presencia en los parlamentos burgueses porque eran el escenario de conflictos reales entre los sectores progresistas y reaccionarios de la clase dominante, y todavía había espacio para luchar por reformas duraderas en nombre de los trabajadores. Pero tales actividades siempre contenían el riesgo de la corrupción de los delegados obreros, que se convirtieron en los principales vehículos del "cretinismo parlamentario", la creencia de que el capitalismo podía superarse simplemente acumulando votos para los partidos obreros en las elecciones burguesas.

En el capitalismo decadente, todas las facciones de la clase dominante son igualmente reaccionarias, y no hay margen para una mejora duradera de los niveles de vida[5]. Y la profunda impotencia de los procedimientos parlamentarios ante el crecimiento del Estado totalitario en su conjunto se ha hecho cada vez más evidente, sobre todo en la pantomima actual del Brexit.

El callejón sin salida del parlamento y el ascenso del populismo, con sus falsas críticas a la "élite", ha llevado a muchos a la conclusión de que sería mejor tener una "democracia antiliberal", una cohorte de "hombres fuertes" que pueden hacer las cosas. Pero esta es otra falsa opción para la clase obrera.

La alternativa proletaria

El movimiento histórico de la clase obrera ha mostrado otro camino. La Comuna de París de 1871 ya superó los límites del parlamentarismo, de modo que "en vez de decidir una vez cada tres o seis años qué miembros de la clase dominante habían de «representar» al pueblo en el parlamento"[6], la clase obrera comenzó a organizarse en asambleas vecinales cuyos delegados no solo eran elegidos y mandatados, sino que podían ser depuestos en cualquier momento. Los soviets o consejos obreros que surgieron en Rusia en 1905 y 1917 llevaron estos principios un paso más allá, ya que se basaban en asambleas de trabajadores en las fábricas y otros lugares de trabajo, haciendo que los contornos del poder proletario fueran aún más claros que en 1871.

Durante la ola mundial de movimientos revolucionarios de 1917-21, los consejos obreros surgieron en oposición directa a las instituciones parlamentarias (y sindicales); y la burguesía lo entendió muy bien, porque —sobre todo en Alemania, donde se iba a decidir el destino de la revolución mundial— hizo todo lo posible para anexionar los consejos, para convertirlos en un apéndice impotente del parlamento y del Estado local, y luego para aplastar violentamente cualquier intento de restaurar su poder real, como en Berlín en 1919[7].

La democracia capitalista ha demostrado ser el enemigo mortal de la revolución proletaria, de la emancipación de los explotados. Y el objetivo de esta revolución es crear una sociedad en la que no haya clases. Entonces, por primera vez, tendría sentido hablar de "el pueblo", o mejor dicho, de una humanidad unificada. Y una verdadera comunidad humana no tendrá necesidad de lo que los griegos llamaron "kratos", de cualquier tipo de Estado o poder político.  Amós 7.9.19

 

[1]Quienes rechazan el resultado del referéndum de la UE de 2016 sobre la membresía del Reino Unido en la Unión Europea.

[2]El escándalo de Windrush es un escándalo político británico de 2018 sobre personas que fueron detenidas por error, se les negaron derechos legales, amenazaron con la deportación y, en al menos 83 casos, fueron deportadas del Reino Unido por el Ministerio del Interior.

[4]Karl Marx, “Introducción para la Critica de ‘La filosofía del derecho’ de Hegel”, Marxists Internet Archive, 1844, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm.

[5] Ver el punto VI (La lucha del proletariado en el capitalismo decadente) y el Punto VIII (La mistificación parlamentaria y electoral) de nuestra Plataforma Política https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso

[6]Karl Marx, “La guerra civil en Francia”, Marxists Internet Archive, 1871, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/guer.htm#s3.

[7] Sobre esta experiencia ver Lista de artículos sobre la tentativa revolucionaria en Alemania 1918-23 https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23

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