2.Presentación a los textos de la Izquierda Comunista Mejicana

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Textos de La Izquierda Mexicana (1937-1938)

La guerra de España de 1936-1939 iba a ser una prueba decisiva para los grupos de izquierda salidos de la 3ª Internacional integrada ésta definitivamente en el campo de la burguesía. La formidable, inmediata y espontánea respuesta de las masas trabajadoras contra el “alzamiento” militar de julio de 1936 acabó rápidamente por ser desviada y extirpada de su terreno de clase, y eso gracias a la “izquierda”, los partidos socialistas y estalinista, y también gracias a los anarquistas de la FAI y a los sindicalistas de la CNT, para terminar siendo una guerra capitalista.

El que los partidos socialistas y estalinistas exaltaran la campaña por la guerra y se pusieran al frente de ella no tiene nada de sorprendente. Pasados desde hacía tiempo al campo capitalista, esos partidos “obreros” no hacían más que cumplir su tarea capitalista, al ser la guerra la continuación de la política de defensa de los intereses del capital por otros medios. Por su pasado “obrero” y “socialista”, esos partidos son los mejor situados entre las fuerzas políticas de la burguesía para mistificar a la clase obrera, desviarla de su lucha y alistarla para la matanza imperialista.

Respecto a esos partidos de izquierda, su toma de posición a favor de la guerra y a su participación como dirigentes de ella no es, desde luego, ninguna sorpresa. Lo contrario sí que hubiera sido. Pero ¿cómo explicar que corrientes como la anarco-sindicalista, la CNT, o la de los trotskistas y detrás de éstos, la gran mayoría de grupos de izquierda hubieran caído y se hubieran entrampado en el torbellino de la guerra?. Unos llegarían incluso a participar desde dentro del gobierno de defensa nacional (...republicano) como la CNT o, de manera más subalterna, el POUM; los demás, aunque se opusieran a la participación gubernamental (los trotskistas), no dejaron, sin embargo, de predicar la participación en la guerra en nombre del frente único antifascista lo más amplio posible. Otros, más radicales, se fueron a la guerra en nombre de la resistencia antifascista OBRERA; algunos otros, lo hicieron por aquello del “enemigo nº1” a destruir en el frente militar, para poder después, tras la victoria (¡?) dedicarse a la lucha de la clase obrera. Los hubo incluso que llegaron a considerar que el Estado de la zona republicana no era sino una simple fachada que había perdido todo significado.

En su gran mayoría, aquellos grupos de izquierda que durante años habían encontrado su fuerza y razón de ser en la resistencia a la degeneración de los P C y de la Internacional Comunista, aquellos grupos que combatían sin cuartel al estalinismo, en nombre del internacionalismo proletario, se dejaron, sin embargo, atrapar en los engranajes de la guerra a causa de los sucesos en España.

Es verdad que estos grupos se metieron de lleno y justificaron su apoyo activo a la guerra de España arrastrando muchas críticas y reservas, recurriendo a todo tipo de justificaciones falaces para calmar su propia angustia, como. ¿Por qué?

Había, para empezar, el fenómeno del fascismo. Nunca se planteó este problema de manera clara y correcta, ni se analizó a fondo en la Internacional Comunista que acabó diluyendo el tema mediante consideraciones sobre tácticas y maniobras de Frente Único.

La diferencia de formas de la dictadura burguesa (Democracia o Fascismo) se iba convirtiendo poco a poco antagonismo fundamental de la sociedad, sustituyendo al de la oposición histórica de la clase: Proletariado-Burguesía.

De esta manera. Las fronteras de clase quedaron ocultadas y confusas: Democracia venía a ser el terreno de movilización del proletariado y Fascismo sinónimo de capitalismo. Según esta “nueva” ideología de división en la sociedad, el terreno histórico del proletariado desaparecía definitivamente, quedándole a la clase obrera como toda alternativa, la de servir de apéndice a uno de los dos canales de la burguesía. El asco y el odio lógico de los obreros por la represión bárbara y sin guantes de las bandas asesinas del fascismo eran terreno fácil para ser explotados con mano maestra por todas las fuerzas llamadas democráticas del capital para embaucar al proletariado, haciendo que se fijara en un “enemigo principal” y que así se olvidara de que el fascismo no era sino un elemento de una clase que, frente a él, permanece siempre unida como clase enemiga.

El antifascismo, en tanto que entidad que sustituye al anticapitalismo, en tanto que frente inmediato privilegiado de la lucha contra el capitalismo, se había convertido en la mejor plataforma para que el proletariado se hundiera en las arenas movedizas del capitalismo, y a estas arenas se dejaron arrastrar la mayoría de los grupos de izquierda, para en ellas desaparecer. Si bien hubo militantes aislados que pudieron retomar un posición proletaria después de la guerra mundial, no ocurrió así con los grupos políticos como la Union Communiste de Francia, el Grupo Internacionalista de Bélgica, la minoría de la Fracción Italiana y tantos otros que se perdieron en el naufragio.

Otra piedra con que tropezarían esos grupos de izquierda fue la de su comprensión incompleta del profundo significado histórico de la guerra en la fase de ocaso del capitalismo. No veían en la guerra más que su motivación inmediata, contingente, de enfrentamiento ínter imperialista. No se daban cuenta que más allá de esas determinaciones inmediatas y directas; las guerras imperialistas de nuestro periodo expresan el callejón sin salida a que ha llegado el sistema capitalista como tal. A este nivel la única solución posible ante esas contradicciones es su superación por la revolución comunista. Sin ésta, la sociedad entra inexorablemente en un movimiento de decadencia y autodestrucción. La guerra imperialista se presenta entonces como la única alternativa a la revolución. Este carácter histórico de movimiento de destrucción y autodestrucción, en oposición directa a la revolución, marca a cualquier guerra actual, sea cual sea la forma que tome de guerra local o generalizada, guerras llamadas antiimperialistas, de independencia o de liberación nacional, guerra de la democracia contra el totalitarismo, y también las que se presentan dentro de un mismo país bajo la forma de fascismo contra antifascismo.

Dos grupos, porque estaban sólidamente afirmados en el terreno de clase y del marxismo, supieron mantenerse firmes y no sucumbir ante la doble prueba que significó la guerra de España 1936 - 1939; fueron las fracciones italianas y belga de la Izquierda Comunista. A pesar de muchas debilidades, su obra sigue siendo una muy seria contribución al movimiento revolucionario y aún hoy es una preciosa fuente de reflexión teórica para los revolucionarios. Sabían que estaban condenados al peor de los aislamientos, pero no por eso doblegaron sus convicciones, pues también sabían que ese es el precio que tiene que pagar cualquier grupo auténticamente revolucionario en un periodo de derrota y retroceso del proletariado, que termina en la guerra. Y cuando el ensordecedor ruido de los cañones y de las bombas de la guerra en España, cubría la ya débil voz de la Izquierda Comunista, del otro lado del mundo, desde México, firmado por un “Grupo de Trabajadores Marxistas”, llegaba un manifiesto que Bilan saludó calurosamente como “rayo de luz”.

Fue en la negra oscuridad de la guerra de España como un grupo de revolucionarios, algunos en ruptura con el trotskysmo, vuelve a encontrar el camino de clase y se forma para denunciar la guerra imperialista, para denunciar a sus proveedores conscientes o no, para llamar a los obreros a romper con aquellas repugnantes alianzas de clase en los frentes de guerra antifascista. Muy difícil fue el esfuerzo para constituir este grupo revolucionario, trágicamente aislado en un país como México, sometido a la represión del Estado democrático, atacados por todas partes y en particular por los trotskistas que desencadenaron contra él una furiosa campaña de inmundas calumnias y de denuncias policíacas. A partir de la oposición a la guerra “antifascista” en España, el grupo sintió la necesidad imperiosa de remontar el curso de la historia y someter a examen crítico y teórico todas las posturas, postulados y práctica del movimiento trotskista y asimilados.

Sobre muchas cuestiones fundamentales compartimos sus planteamientos y conclusiones políticas, y, en particular, sobre el periodo de decadencia y la cuestión nacional. En ellos saludamos a predecesores nuestros, un momento más de la continuidad histórica del programa del proletariado. Al publicar una primera serie de documentos de este grupo, mostramos también la vida y la realidad de esa continuidad política. Esos documentos, totalmente ignorados, encontrarán, estamos seguros, un vivo interés en todos los militantes revolucionarios, porque aportan nuevos elementos para conocer y reflexionar sobre los problemas de la revolución proletaria.

Presentación publicada en el número 10 de nuestra REVISTA INTERNACIONAL , septiembre 1977.