Enviado por CCI el
Rara vez se ve tal entusiasmo en la prensa social-centrista: «Teruel ha caído en manos de los ejércitos republicanos. Por primera vez pasan a la ofensiva y, apoyados en un material perfeccionado y organizados como un ejército verdaderamente moderno, avanzarán y acabarán definitivamente con Franco»
Hemos leído los panegíricos sobre el Ejército del Frente Popular: cómo éste ha superado todos los errores de los viejos ejércitos, acabado con la descentralización, ganado en disciplina y llevado adelante la guerra como un verdadero ejército burgués. Los Zyromsky y consortes no han tardado en poner en evidencia que la ofensiva de Teruel ha sido el resultado de la organización general llevada a cabo primero por Caballero y ahora por Negrín. Lo que no añaden es que este mismo ejército, moderno él, ha tenido primero que fortalecer el "Orden burgués", como se ha visto en las jornadas de Mayo en Barcelona; reprimir sin miramientos (las cárceles republicanas ilustran claramente su ferocidad) y establecer una censura de la cual las publicaciones periódicas anarquistas pueden estar orgullosas.
Se vocea en todos los tonos que en Teruel se ha consagrado la obra de Negrín y de sus cómplices centristas y que la ofensiva republicana eclipsaba incluso los crímenes de los verdugos. Todo esto no podía durar mucho tiempo y rápidamente se restablecía el equilibrio: Franco retoma la ofensiva y de Teruel no quedarán más que ruinas entre las que dos ejércitos capitalistas expondrán, puede que durante semanas, a los proletarios a las balas y a la metralla.
Es necesario repetirlo: El vencido de las victorias o de las derrotas tanto de Franco como de Negrín es el mismo: los proletarios que han sido alistados en las trincheras de ambos frentes. Cuando Franco avanza pisa con su bota la nuca de los explotados y su victoria está enlosada de cadáveres; cuando es Negrín el que avanza sus tropas, la represión antifascista se desata y los asesinatos se suceden dejando miles de obreros abatidos en los campos de batalla. Son cadáveres que servirán de pedestal a las macabras especulaciones de los traidores de todos los países. ¿No es Marty, el ex - amotinado del Mar Negro y actual carnicero de la Guerra Española, quien, mientras vocifera contra el POUM, escribe que la Francia republicana puede apoyarse en los cadáveres de los voluntarios internacionales para establecer la amistad franco - española que permita "firmar un tratado comercial cuya ejecución reanimaría la economía francesa" ?
Dejemos pues la Batalla de Teruel y todas las otras batallas a los estrategas de café y a los estados mayores capitalistas. De todo ello - no son del mismo parecer los trotskistas y sus aliados- no puede salir sino mercancía burguesa y derrotas obreras. Hace tiempo que mostramos que la dirección de la guerra no va pareja con la preparación de la revolución sino que el proceso revolucionario es antagónico a aquella: El proletariado lucha por la revolución, oponiéndose a la guerra imperialista en todos sus aspectos y en todo momento, por medio del derrotismo revolucionario y la confraternización, por encima de trincheras y frentes militares.
La batalla de Teruel nos demuestra una vez más que toda verborrea sobre ofensivas, contraofensivas, retiradas "estratégicas", ... , no tiene sino una importancia relativa. Un examen ajustado de los hechos nos pondrá de manifiesto que todos los aspectos de la guerra van emparejados a una ofensiva más real: la que el capitalismo lleva a cabo en España y en todos los países contra los obreros.
En nuestros países el avance sobre Teruel - asediada desde hace más de un año por las tropas republicanas- es aprovechado para caldear el entusiasmo antifascista de las masas e incrementar las acciones del gobierno republicano ante países como Inglaterra, que quiere cerrar negocios con Salamanca o como Francia, que desde luego tampoco desdeña comerciar con Franco. Un ejemplo será suficiente para ponerlo de manifiesto: "L`Humanité" que desea reanimar el comercio francés con la carne de los obreros controlados por Negrín, anunciaba hace un mes que los obuses de las fábricas francesas Lafitte eran utilizados por Franco para bombardear Madrid y últimamente nos ha mostrado los cañones de Creusot abandonados por los nacionalistas en Teruel. Ciertamente este comercio no conoce fronteras...
Con la ofensiva sobre Teruel Negrín muestra a la burguesía mundial que el ejército republicano aun existe y que pueden invertir sus capitales sin temor. Pero lo esencial es la situación interior donde esta ofensiva, similar a la desencadenada, sin provecho alguno, en el frente aragonés tras los sucesos de Mayo, es utilizada como pantalla para encubrir el ataque contra los obreros. La censura sigue haciendo estragos de una virulencia terrible. Los sindicatos, pese a su adhesión a la causa de la guerra están inquietos porque en su interior el descontento obrero es tan grande que se ven forzados a atajarlo. No es casual que la prensa de Barcelona no haya cesado de hablar de revolución: "Ante todo ganar la guerra". Barrios - presidente de las Cortes - ha ido aun más lejos, declarando sin aspaviento alguno que el proletariado tendrá por derecho un puesto hegemónico en el Gobierno de España solamente cuando haya ganado la guerra. Hasta ese momento es preciso que la burguesía y sus sirvientes social-centristas dominen totalmente la situación.
No hace falta ir muy lejos para descubrir que la ofensiva de Teruel coincide con toda clase de dificultades: la carestía de la vida crece progresivamente y esto atiza el descontento en la retaguardia. En los sindicatos también el descontento es grande por lo que las negociaciones para rehacer la unidad en la UGT hay que verlas como medidas de seguridad indispensables, teniendo en cuenta que la escisión de la UGT se utilizó para desviar el descontento que los obreros sienten hacia Negrín y hacia los asesinos centristas.
Los anarquistas de "La Solidaridad" han caracterizado bien la situación al afirmar lloriqueando (éste ha acabado siendo el lenguaje de nuestros feroces libertarios) que: «Cuando se exige de los asalariados un mayor rendimiento en el trabajo, se están atacando constantemente sus conquistas sociales» (04.12.37).
Es evidente que el descontento está presente en Barcelona en las industrias de guerra. Si no fuese así, sería difícil explicar el decreto de Companys aumentando los salarios y disminuyendo las horas de trabajo.
Los anarquistas, que han tomado rápidamente posición en contra del aumento de los salarios y contra la disminución de la jornada de trabajo, explican con toda afectación que: «Los obreros están dispuestos a realizar cualquier sacrificio para abatir el fascismo y para establecer unas buenas relaciones entre el frente y la retaguardia, sin que ello suponga restablecer una burocracia en la producción ni tampoco entender el sacrificio de los obreros como una abdicación de sus aspiraciones sociales».
Así pues, la realidad de la situación no es la lucha de los obreros por sus “aspiraciones sociales” sino la lucha del capitalismo por aniquilarlas y esta batalla continúa implacablemente como lo deben constatar con desesperación los anarquistas quienes se dan cuenta del sordo descontento de los proletarios reventados por la producción de guerra.
Nosotros dejaremos la batalla por Teruel y todas las demás peripecias de la guerra imperialista de España para ocuparnos de un solo punto: ¿Podrán los proletarios dominados por el Frente Popular darles la señal para la lucha contra la guerra a los proletarios dominados por Franco? ¿Podrán anunciar el fin de la guerra por su confraternización con los explotados del otro frente? ¿Podrán desencadenar la lucha contra el Estado capitalista que establece y mantiene el orden en ambos bandos?.
BILAN nº 46 enero 1938