8.La guerra imperialista en España y la masacre de los obreros asturianos

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Una nueva ola de Unión Sagrada recorre la España republicana. “Entente en la retaguardia”, “concordia entre los sectores antifascistas”, todos quisieran hacer revivir las semanas que siguieron a la constitución del primer Gobierno Caballero. Alrededor de los mineros asturianos se apilan innobles campañas para borrar de la cabeza de los proletarios los crímenes del Gobierno Negrin y sus cómplices social-centristas o anarquistas. En nuestros países el “Comité por Bilbao” se ha cambiado de etiqueta y ahora se llama “Comité pro Asturias”.

¡Pobres proletarios! Tras más de una año de guerra imperialista, de asquerosa carnicería, de feroz represión tanto de Franco como de los jefes republicanos, serán una vez más engañados por traidores que utilizan la tragedia asturiana para mantener y consolidar la Unión Sagrada.

Como es posible no reflexionar, y quedarse fijado a estúpidas ilusiones, al examinar la evolución y sobre todo el mecanismo capitalista que mueve los acontecimientos actuales en la Península Ibérica. El proletariado es incapaz, por su propia función histórica, de hacer la guerra “antifascista” (nombre con el que han bautizado la carnicería militar) y de luchar paralelamente por la revolución proletaria. Hay que elegir entre el terreno de clase, donde los obreros ya probaron el 19 de Julio que podían vencer, y el terreno capitalista donde la burguesía desde hace meses y meses muestra que sabe que obtendrá su victoria.

¿Qué queda del espejo que ciega a tantos que se dicen comunistas de izquierda, Don Quijotes de una revolución inexistente?. Palabras, declamaciones, mientras que la realidad capitalista se alza imponente y lanza su bofetada, que ellos encajan protestando: “eso jamás lo dijimos”. Pobres “revolucionarios” que no tienen la valentía de reconocer sus monstruosas aberraciones y que, a pesar de todo, continúan navegando en las aguas del antifascismo.

Hoy, cuando vientos de “concordia” soplan en la zona republicana, cuando se tejen los hilos de un nuevo acto de movilización nacionalista, puede que aún voceen que es el “triunfo” de las fuerzas revolucionarias que “imponen” la Unión Sagrada, que “imponen” su presencia en el Gobierno de Valencia, que “imponen” todas las medidas posibles de colaboración de clase en nombre de los intereses futuros de la “revolución”.

Mientras que, para nosotros, la situación nunca ha sido más clara y ha presentado la necesidad de mantener una posición de clase, basada en la teoría marxista, para sacar a los obreros de la terrible situación en la que se encuentran.

¿Qué nos enseñan los sucesos de estos últimos meses?: El Gobierno Negrin, presentado como el “gobierno de la victoria” alrededor de la resistencia de Madrid contra las tropas italianas y de la ofensiva en el País Vasco, lo que hace en realidad es continuar la feroz represión que su colega Largo Caballero había iniciado el 4 de Mayo en Barcelona, y que desde entonces hasta la caída de Bilbao y Santander fue un ataque permanente contra los proletarios, una limpieza de comités obreros, una masacre de militantes de POUM, de los Amigos de Durruti: el triunfo integro y completo de la legalidad burguesa.

A penas se rinde Santander, en Madrid y Valencia bullen los complots fascistas en los cuales los Cuerpos Armados de la República  participan activamente. Mientras los “victoriosos” militares permiten el desencadenamiento de la represión y las “traiciones” se preparan a plena luz del día, el Gobierno Negrin y su canalla centrista paren la derrota de Vizcaya. Todo fue tan evidente  en la forma con que los republicanos entregaron Santander a Franco que no sorprende que los franquistas forcejean sobre Madrid y Valencia casi con la certeza de gozar del beneplácito de Negrin y sus aliados centristas.

De un golpe hemos asistido a un viraje en la situación. La derrota militar y los llamamientos desesperados de los mineros asturianos han determinado una campaña para restablecer la Unión Sagrada. Se matan dos pájaros de un tiro: como la situación  se hace insostenible en Barcelona, en Valencia, donde las masas sufren un racionamiento extremo mientras la vida se encarece y el pacto UGT/CNT  había tratado ya de canalizar el descontento de los obreros por el trabajo para la guerra, los mineros asturianos serán el punto de convergencia de todos los sectores antifascistas que –CNT incluida- darán su confianza a Negrin.

Así tanto la derrota militar como la victoria serán un medio para aplastar al proletariado. La clase obrera debe oponer a la guerra capitalista su guerra de clase y no realizar la Unión Sagrada durante la derrota “para batir al fascismo” porque sabe que la mínima victoria  será su masacre.

Las condiciones que les piden a los proletarios para auxiliar a los mineros asturianos, para atacar en Aragón, suponen el abandono de su espíritu de clase y su sumisión al Estado capitalista (en Aragón la ofensiva sólo comenzó cuando los anarquistas fueron obligados a aceptar al general republicano Pozas y las directrices militares de Valencia. Ciertamente es una evolución demasiado tortuosa la que vemos actualmente en España. Se trata de dos hechos contradictorios que se sucede, se entrecruzan, y nos dan la clave de la matanza capitalista. Mientras se suceden los llamamientos de los centristas a acabar con los anarquistas, la CNT responde con una campaña  para integrar todos los sectores y organizaciones antifascistas en un Gobierno de guerra en el cual “deben figurar, en primer lugar las dos centrales sindicales” (Solidaridad Obrera[1]). Por otra parte, las Cortes se abrirán a la participación de Miguel Maura, jefe del partido conservador, y Portela Valladares, líder influyente de la derecha republicana, que habían huido en Julio de 1.936.

En la “Dépéche” de Toulouse Portela Valladares ante de volver a Valencia hizo estas declaraciones que merecen ser transcritas: “El Gobierno de la República española actúa como un Gobierno de orden, autoridad y respeto. Se comporta de acuerdo con la Constitución. Los derechos de los ciudadanos están asegurados. Los Comités de Control, más o menos arbitrarios, han sido disueltos. Solo hay una autoridad, la ley que es la misma para todos los ciudadanos. Y aún hay más. Se ha querido verificar el pasado y la situación de los delitos cometidos en una época en que el poder no tenía autoridad”[2]

¿Cual es el significado que podemos darle a este doble movimiento: la tentativa de conciliar todas las organizaciones para reforzar la Unión Sagrada y la posibilidad abierta a la derecha republicana de reaparecer en la arena política con su lenguaje de autoridad tan característico?.

La necesidad de la campaña por un “Frente Popular Antifascista” (el adjetivo indica la integración de las Centrales Sindicales en el Frente popular, y en particular la CNT) se desprende de la maniobra que han tenido que efectuar para lograr el abatimiento completo de los mineros asturianos y ahogar el descontento que la política de Negrin ha hecho surgir, quien al mismo tiempo que masacraba a los obreros entregaba Vizcaya a Franco. Los centristas que son cómplices directos en este asunto están sumamente interesados en publicar cartas abiertas en las que se considera como “provocador o agente del fascismo” a todo aquel que trabaje contra la unidad y no quiera adoptar una actitud cordial hacia la CNT. Apenas ayer los anarquistas estaban considerados como los aliados de la “quinta columna” y los arrestos caían por cientos.

Los mineros asturianos no deben descartar las lecciones de la rendición de Santander y liquidar, ante todo, la canalla contrarrevolucionaria que solo pretende arrojarlos al verdugo.

Los obreros de Barcelona y Valencia no deben alertarse y  tender a rebelarse contra el Gobierno de Valencia, aliado de Franco: su hartazgo de esta guerra deberá combatirse. Aquí la maniobra es clara: El Estado capitalista ha de restablecer el orden y la autoridad a toda costa. ¡Bien! Llamaremos a los mismos anarquistas que permitieron la masacre de Mayo para maniobrar mejor con los obreros. Pero, esta vez, la CNT tendrá que maniobrar abiertamente en el terreno de la legalidad burguesa.

Ellos responden al llamamiento de la burguesía y declaran, en una de sus manifestaciones, que Bakunin sin duda habría actuado como ellos de haber vivido en España. Su razonamiento es simple:  nos han echado del gobierno porque éramos peligrosos y podíamos impedir sus “traiciones”. Devolviéndonos al  Gobierno el proletariado marcará, a través de los ministros anarquistas, un tanto.

Y Negrin con alusiones discretas echa un cable a esos nuevos traidores que en el Gobierno Largo Caballero no han dudado en manchar sus manos con sangre obrera. El POUM luchaba también por recuperar su lugar en el Gobierno capitalista de Companys lo que no le ha salvado de los fusiles de los centristas.  Los anarquistas dan prueba de su ligamen al régimen participando en la manifestación patriótica del 11 de Septiembre para festejar, junto a los centristas, la revuelta de Casanova frente a Felipe V, abstenerse de todo ataque a Rusia (conforme al decreto de Irujo), descubrir un sentido particular a la defensa de la patria (discurso de García Oliver en Madrid, publicado en el “Frente Libertario”). La burguesía los utiliza a placer: los pone en un altar para utilizarlos en la maniobra de “ayuda” a los obreros asturianos y ellos acuden solícitos para avivar el sueño de batir al fascismo con un “verdadero “frente antifascista”, olvidando sus muertos y sus presos. Mañana, cuando ya no sean necesarios, la burguesía volverá a lanzarlos a los prisiones o a los verdugos negros o rojos.

Pero, simultáneamente, se desarrollará un fenómeno curioso, respecto al cual no conocemos aún las reacciones de la CNT. UGT verá la victoria de la tendencia reformista, proclive al centrismo, la de González Peña, diputado por Asturias, bajo el doble efecto de la campaña centrista contra Largo Caballero y la presión del Gobierno de Negrin. El “Lenin español” será defenestrado con una facilidad inaudita y la personalidad de Peña indicará simbólicamente a las masas que esos cambios van a permitir a la UGT participar mejor en la guerra antifascista, en particular en Asturias. Aquí no les bastará a los anarquistas  oponer la hegemonía de la CNT a la de las corrientes marxistas en la UGT. Ayer se oponía a la campaña contra Largo Caballero, dirigente de la UGT, y hoy en nombre de la “cordialidad” ¿van a saludar a Peña que acompaña el viraje de los comunistas oficiales respecto a la CNT?.

Además está la vuelta de los políticos de oposición al Frente popular que hoy son calurosamente acogidos en las Cortes. La máquina estatal de Negrin es sólida y todas la ilusiones sobre la revolución están más que muertas. El deslizamiento hacia la derecha permite, finalmente, que los políticos de derechas vuelvan en un ambiente tranquilo, y la Unión Sagrada que se aprestan a consolidar los anarquistas es muy significativa: no solo la entente con Negrin sino también con Maura y Valladares.

Con todas estas maniobras se pretende rematar la masacre de los obreros asturianos. Someterlos a la Unión Sagrada, reprimirlos ferozmente y, después, como premio por su “fidelidad” a la República, entregarlos a los fascistas para que perpetren sobre ellos un nuevo baño de sangre.

En un artículo del señor Chaves, antiguo director del periódico Ahora de Madrid, este se preguntaba ¿por qué no acaba de una vez la guerra en España?. Señala que los móviles que en un primer empujaron a la rebelión militar han desaparecido: en la zona republicana ya no reina el “desorden” y la “anarquía” sino la democracia burguesa y los políticos de derechas y monárquicos pueden volver tranquilamente, incluso el gobierno Negrín hace guiños a los falangistas “honrados”. ¿Por qué seguir con la carnicería cuando ya no hay lucha “por el comunismo” ni siquiera “contra el fascismo”, sino clara y abiertamente por la defensa del sistema capitalista?.

Y, en efecto, la cuestión queda planteada: ¿por qué, y en torno a qué, continua la guerra de España?. La Península Ibérica esta, económicamente, al límite de sus fuerzas y políticamente los obreros caen por decenas de miles y la burguesía sale victoriosa en ambas zonas.

¿Qué pasa?. Una tendencia irracional a continuar la guerra se impone al cansancio que existe en los dos campos e impide que tengan éxito los esfuerzos para llegar a un compromiso.

La guerra en España continúa porque se ha convertido en el eje de la situación mundial de la guerra imperialista que vivimos en todos los países, particularmente desde el punto de vista de las relaciones entre las clases. Son los países democráticos, fascistas, centristas –con la participación de la burguesía española- los que mantienen y accionan el juego político y militar que permite la ofensiva en Aragón mientras que Franco se ocupa de Santander, al tiempo que dejan a Francia organizar la Conferencia de Nyon para “legalizar” la “piratería” en el Mediterráneo o, al menos, permitir a Italia ser a la vez bandolero y policía. Conferencia que parece aportar una ayuda al Gobierno de Valencia, con los envíos de armas de Rusia mientras Inglaterra ayuda a ambas partes y Franco recibe envíos de tropas por parte de Italia  y Alemania.

La Unión Sagrada de todos los países se mantiene sobre los cadáveres de los proletarios españoles, mientras que en Alemania e Italia un formidable exutorio funciona plenamente. ¿Quién puede acabar con la guerra de España (hoy verdadera guerra internacional)?. ¿El Gobierno de Valencia?: ¡Teme demasiado a los obreros y prefieren dejar que Franco continúe su avance hasta el último momento!. Además ¿no tiene a sus espaldas a las potencias democráticas y centristas para “localizar” pero no acabar con la carnicería?, ¿Franco?: Italia y Alemania no pueden parase sin provocar un colapso en sus sistemas de dominación.

La guerra española se parece mucho a la 1ª Guerra Mundial hacia finales de 1916: un campo de masacres sin salida posible, sin la “lógica”, sin los “ideales” iniciales de 1914. Y en ambas situaciones históricas solo el proletariado despertándose como clase puede acabar con la carnicería.

Pero aquí la realidad aparece de forma terrible: como los obreros rusos son actualmente incapaces de invertir la dominación centrista sin la ayuda del proletariado mundial, los trabajadores españoles no pueden trasformar la guerra imperialista en guerra civil si fuera no explotan movimientos revolucionarios contra el capitalismo y su guerra. A este nivel la situación en los otros países no es brillante, sobre todo si examinamos el movimiento obreros y el aislamiento en el que luchan las fracciones de la izquierda comunista. Pero el conflicto Chino-Japonés muestra que la ebullición de los contrastes de la sociedad capitalista se ha convertido en el elemento dominante de la situación y, estos mismos contrastes, obligan al capitalismo a arrojarse a la guerra, agitan permanentemente al proletariado mundial, y se expresan en la obra progresiva de las fracciones de izquierda y, por tanto, en fin, hacen saltar la bomba revolucionaria allí donde la materia sangrante del proletariado hace surgir una vanguardia.

La guerra de España es decisiva para todos: para el capitalismo es el medio de ampliar las fuerzas que actúan para la guerra, de incorporar a la unión antifascista a los trotskistas, a los llamados comunistas de izquierda y ahogar al despertar obrero que se dibujaba en 1.936. Para las fracciones de izquierda ha supuesto la prueba decisiva, la selección de los hombres y de las ideas, la necesidad de confrontarse al problema de la guerra. Nosotros nos hemos mantenido y, contra la corriente, seguimos en la brecha.

Los anarquistas y trotskistas nos han cubierto de injurias y calumnias. Nosotros osamos defender la destrucción de los frentes territoriales capitalistas, la confraternización inmediata de todos los explotados, por encima de las trincheras enemigas, contra todos los explotadores. A la guerra civil de la burguesía contra el proletariado oponemos la guerra civil del proletariado contra la burguesía. Los acontecimientos que se desarrollan desde hace un año confirman nuestra opinión, justifican nuestras consignas, nada altera el ardor belicoso de los traidores antiguos o nuevos. Se nos acusa de ser agentes de este o aquel, de Franco, de Hitler o de Musolini. Los proletarios comprenderán que los verdaderos agentes del capitalismo,  pagados como vulgares lacayos, son los verdugos centristas de las jornadas de Mayo en Barcelona, los Ministros anarquistas, los verdugos de Rusia. Y si los trotskistas quieren sumarse a este concierto para probar su “lealtad” republicana tendrán un buen lugar para recibir la respuesta que se merecen.

Nuestra Fracción mantiene firme, frente a las provocaciones de la burguesía, la bandera de transformación de la guerra imperialista de España en guerra civil, la destrucción de los frentes militares, la confraternización de los proletarios. Estas son únicas bases para desencadenar, en la zona republicana y en la fascista, la lucha por la destrucción del Estado capitalista.

Tras la experiencia vivida hay que saber elegir entre las posiciones de clase proletarias y las posiciones del capitalismo disimuladas bajo diferentes versiones. Todos los partidos y grupos se han ido a pique en España: el trotskysmo es un “cadáver apestoso” y ninguna declaración de Troski podrá revivirlo. Los militantes comunistas han de sacar las lecciones de los últimos acontecimientos: deben romper con las organizaciones traidoras y ponerse manos a la obra para reconstruir un organismo de clase: una fracción de la izquierda comunista.

BILAN Nº 44 octubre-noviembre 1937