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La simple afirmación general de que actualmente, en España, se desarrolla una batalla sangrienta entre la burguesía y el proletariado, lejos de permitir establecer las posiciones y las fuerzas políticas que pueden permitir la defensa y la victoria del proletariado, puede conducir al peor desastre y a la masacre de los trabajadores. Para llegar a conclusiones positivas hay que determinar primero si las masas han ocupado su terreno específico de clase, si tienen posibilidades de evolucionar, de hacer salir de su seno las fuerzas capaces de enfrentar el ataque enemigo.
Varias alternativas ocupan, en este momento, la escena política. Comencemos por la representada por el Frente Popular y a la cual los centristas han dado una consagración “teórica”. Se trataría de una lucha a muerte de los “facciosos, los rebeldes, los fascistas” contra el “gobierno legal, defendiendo el pan y la libertad”; el deber del proletariado sería, por consiguiente, defender el gobierno que sería en definitiva el de la burguesía progresista en lucha contra las fuerzas del feudalismo. Los obreros al permitir la victoria contra los representantes del régimen feudal podrido, pasarían después a la fase superior de la lucha por el socialismo. En nuestro número anterior pusimos en evidencia que en España está claro que es la burguesía quien detenta el poder y el único protagonista de la transformación del mecanismo económico y político es el proletariado.
El Frente Popular en España, como de otra parte en otros países, se revela ser, como demuestran los hechos actuales, no una fuerza de la que los obreros puedan servirse, sino un arma poderosa del enemigo que tiene por función su aplastamiento. Es suficiente reflexionar sobre el hecho de que está claro que bajo su gobierno se ha podido organizar metódicamente toda la acción de la derecha, donde las ayudas no consistían solamente en la conspiración (este aspecto muy teatral es el menos importante), que han tenido facilidad para preparar; que, en el aspecto social, la acción del gobierno del Frente Popular había determinado la desmoralización de las masas campesinas, la hostilidad profunda de los obreros se encamina de muevo hacia la eclosión de grandes huelgas del tipo de las de 1.931-32 y que fueron aplastadas por el terror dirigido justamente por el gobierno de izquierda compuesto de un equipo análogo al del Frente Popular de hoy.
Al mismo tiempo del comienzo de los hechos actuales, la orientación bien marcada del Frente Popular ha sido la de llegar a un compromiso con la derecha, así lo testimonia la tentativa de constitución del gobierno Barrios. También Azaña pudo asombrarse del hecho que Franco, hizo todo sin el menor riesgo, sin que nadie le parara desde el primer día. Es un gran desconocimiento que planea sobre la situación y el capitalismo ha decidido un primer ataque frontal contra la clase obrera de España y del mundo entero sobre el frente de la guerra imperialista.
En Barcelona la fachada oscurece la realidad. Parece que la burguesía se retira provisionalmente de la escena política, parece que la burguesía no está a la cabeza de ciertas empresas, se ha llegado a considerar que el poder burgués no existe. Pero si éste último es verdaderamente inexistente habría de surgir otro: el del proletariado. Y aquí la respuesta trágica de los hechos es cruel: todas las formaciones políticas, hasta la más extremista, la CNT, proclaman abiertamente que ponerse detrás de la máquina del estado capitalista a la cabeza de la cual está Companys sería útil para la clase obrera. Nuestro aviso sobre esta cuestión es absolutamente claro: dos principios se oponen, dos clases, dos realidades: una, la de la colaboración y la traición; la otra de la lucha. A la tensión extrema de la situación corresponden también las fuerzas extremas de la colaboración. Si de cara a una conflagración social del tipo de la de Barcelona los obreros son encaminados no a atacar la máquina estatal capitalista, sino a su salvaguarda, entonces es la colaboración y no la lucha de clases lo que triunfa. La vía para la eclosión de la lucha de clases no se encuentra de ningún modo en el aumento sucesivo de las conquistas materiales, dejando intacto desde el principio el instrumento de dominación del enemigo, sino en la vía opuesta que conoce el desarrollo de los movimientos proletarios. La socialización de una empresa dejando intacto el aparato estatal es un eslabón de la cadena que bloquea al proletariado detrás de su enemigo tanto en el frente interior como sobre el frente imperialista del antagonismo fascismo-antifascismo, al igual que el desarrollo de una huelga por la misma reivindicación de clase dentro de una industria socializada es un anuncio que puede conducir a la defensa y a la victoria del proletariado español e internacional.
Es también imposible de hacer una mezcla entre el proletariado y la burguesía como lo es entre los frentes territoriales actuales, los ejércitos de la unión sagrada y las fronteras de clase, los ejércitos de clase. Las diferencias se desarrollan sobre las cuestiones fundamentales y no sobre las de detalle. Existe actualmente una oposición aparente entre el detalle y lo esencial, entre la composición, el ardor, el sacrificio, el heroísmo de los proletarios encadenados por el Frente Popular y la fuerza política, histórica que representa éste último. Como Lenin en abril de 1.917, nosotros debemos trabajar sobre el nudo central del problema y es que solo la diferenciación política “real” puede operar. Al ataque capitalista sólo se puede responder sobre una base proletaria. Dejando de lado este problema central se pasa deliberadamente al otro lado de la barricada y las pretendidas realizaciones sociales no son, en definitiva, más que una atadura de los obreros a la burguesía.
Nuestra concepción sobre la guerra, como estado de una manifestación de la lucha de clases, parece encontrar una confirmación en los hechos actuales de España, que prueban que si las rivalidades interimperialistas no estallan en una forma extrema a través de la guerra imperialista mundial, por el contrario el antagonismo de clase se manifiesta en toda su amplitud y el capitalismo internacional, Rusia y compañía, pueden pasar a la masacre del proletariado español exterminando en él al proletariado internacional, ya que los obreros de los otros países son movilizados bajo las mismas posiciones que permiten el exterminio de los trabajadores de España.
De la situación actual en la que el proletariado se ve atenazado entre dos fuerzas capitalistas, la clase obrera no puede pasar a otra opuesta más que iniciando el camino que conduce a la insurrección. No hay evolución posible en este sentido desde dentro de los ejércitos actuales que combaten en Asturias, Cataluña o Madrid, lo que hace falta es una ruptura sin el menor equívoco. La condición esencial para salvar a la clase obrera española reside en el establecimiento de las fronteras de clase que se oponen a las fronteras territoriales actuales. En Cataluña sobre todo donde las fuerzas proletarias son todavía potentes, las energías deben ser movilizadas sobre un plan de clase. Hay que hacer fracasar el plan capitalista consistente en aplastar por el terror a las masas campesinas y en codiciar, mediante la corrupción política, a las masas industriales para dirigirlas hacia el mismo frente de la victoria del capitalismo español e internacional. No podemos admitir ninguna Unión Sagrada en ningún escalón de la lucha, en ningún instante de la batalla. Este acto de la guerra imperialista puede que no esté relacionado con la eclosión inmediata de la conflagración mundial. En ese caso, las batallas actuales en España, salvo que haya una alteración total de la situación, conducirán hacia la victoria de la Derecha, pues a esta última incumbe la función política de aplastar por millares a los proletarios, instaurar el terror general, total, del mismo tipo que el que ha conducido al exterminio del proletariado italiano o alemán. La izquierda, el Frente Popular, tiene una función capitalista diferente consistente en hacer la cama a la reacción, una cama sangrienta donde yacen millares de obreros españoles o de otros países.
La clase obrera no tiene más que su propia fortaleza de clase y no puede vencer desde el momento en que es aprisionada en las fortalezas enemigas que son actualmente los frentes militares. Los heroicos defensores de Irún estaban condenados desde el principio pues habían sido librados al capitalismo por el Frente Popular que había conseguido extirparles su terreno de clase para hacerlos presa de los ejércitos de Franco.
La lucha armada sobre el frente imperialista es la tumba del proletariado. Hay que oponerle la lucha armada sobre el terreno social. A la competición por la conquista de ciudades y regiones hay que oponer el ataque contra la máquina estatal y solamente de este ataque puede surgir la desagregación de los regimientos de la derecha, solamente así el plan del capitalismo español e internacional puede ser roto. De otra forma, con o sin aceptación del plan francés de neutralidad, con o sin aceptación del Comité de Coordinación donde cohabitan centristas, demócratas y fascistas (todos los países importantes participan en él), lo único que triunfará es la orgía capitalista y los mercaderes de cañones de Francia, Inglaterra, Alemania, Italia o el Estado Soviético seguirán enviando armas a los dos Estados Mayores, tanto el de Franco como el de Largo Caballero, para seguir masacrando obreros y campesinos en España.
En todos los países hay que oponer a la consigna capitalista consistente en elegir entre la neutralidad o la no neutralidad o escoger entre el envío de armas y municiones a Franco o a la República, la de manifestaciones de clase y huelgas contra el transporte legal de armas de cualquier imperialismo. Solo así se puede afirmar realmente la solidaridad con la causa del proletariado en España.
BILAN número 34 agosto 1936