Enviado por CCI Online el
Publicamos, seguida de una corta respuesta, una carta con amenazas que nos fue enviada por un “partidario” de una pequeña asociación de malhechores autoproclamada “Fracción interna de la CCI” (compuesta por unos cuantos elementos que la CCI excluyó de sus filas por sus comportamientos de delatores).
Paris, 13 de marzo de 2006.
A la CCI
Brillaron por su desprecio a la confrontación política y también por la mínima decencia social.
Verdaderamente juegan un juego que mañana no podrá más que arruinar el poco crédito político que les queda entre los camaradas que los siguen, se transforman en un campo de entrenamiento para la acción militar tras haber sido el de la estupidez política.
No me afectan mucho sus intereses de estanquillo puesto que ya están arruinados definitivamente ante mis ojos, pero para las personas que los observan ingenuamente esperando de ustedes una ilustración de lo que es una política proletaria, ¡es un desastre! Ellos no pueden obtener más que una sórdida repetición de lo que era la política estalinista contra sus oponentes en esa siniestra parte del siglo XX, ¡hermoso ejemplo para la juventud!
Entiendan: si por desgracia uno de ustedes pone la mano en mi presencia sobre un compañero o sobre mí mismo, no dudaré un segundo en denunciarlos. No tengo ningún escrúpulo en eso y sería tenaz: ¡nada de misericordia para los cerdos! Estoy bien entrenado en esa cuestión. En otras palabras, contrariamente a la FICCI, me defendería físicamente muy seriamente.
Saludos, al buen entendedor.
A.
Nuestra respuesta
El correo de este simpatizante de la FICCI requiere algunos señalamientos.
1) A. se permite darnos una pequeña lección de “moral proletaria” y denuncia con virulencia nuestro interés en la “decencia social”. Cualquier lector cuyas neuronas no hayan sido destruidas por la putrefacción de la descomposición capitalista podrá hacerse una idea clara de lo que es la “decencia social” y la “política proletaria” preconizada por nuestro detractor.
2) A. comienza por afirmar que no tendrá “ningún escrúpulo” en “denunciar”, si uno de nuestros camaradas se atreviera a poner la mano sobre “uno de sus compañeros” (¡es decir sus compañeros de la FICCI ¡). La primera cosa que se debe constatar es que ese “partidario” aporta hoy públicamente y sin vergüenza ¡su bendición a la conducta de gángsters de la FICCI (robo, pandillerismo, calumnia, mentiras, groserías, amenazas de muerte contra nuestros camaradas)!
Pero la “política proletaria” según nuestro dador de lecciones no se queda allí. El señor A. no tiene “ningún escrúpulo” en afirmar alto y fuerte que no dudará en llamar a las fuerzas de represión del estado burgués contra nuestros camaradas. ¡Bravo! El señor Sarkozy puede contar con A. para limpiar a Kärcher los militantes de la CCI. ¡Puede así otorgar a los protagonistas de la FICCI la medalla de oro de la “decencia social”!
3) Esta política supuestamente “proletaria” pregonizada por A. no nos sorprende. Puesto que éste se trata con maleantes, no es raro que termine por… llamar a la policía al rescate. ¡Las cosas como son!
Por nuestra parte, hemos rechazado la política típicamente BURGUESA consistente en llamar a las fuerzas de represión del Estado capitalista cuando nuestra organización es atacada. La CCI no fue a “denunciar” a la comisaría cuando, en 1981, el molesto individuo Chenier y sus cómplices nos robaron el material. Nosotros mismos fuimos a recuperar el material. Es en continuidad con esta política (que siempre ha sido la del movimiento obrero), no hemos “denunciado” a los pequeños hampones de la FICCI cuando nos han robado dinero y material político (principalmente la lista de suscriptores de nuestra publicación en Francia).
Tenemos, a propósito de eso, que informar hoy a nuestros lectores que, en la primavera del 2002, una delegación de la CCI fue a recuperar una parte del material de la organización (los archivos del órgano central de la CCI) en la segunda residencia de un miembro de la FICCI, Olivier. Sabíamos que la alarma de esta casa estaba conectada directamente al cuartel de policía (a fin de proteger los objetos de valor contra los robos). Es por esto que esperamos a que Olivier estuviera presente para recuperar nuestros archivos que se apresuraba a “trasladar”. El ciudadano Olivier no puso resistencia y nos devolvió todos los documentos internos que estaban almacenados en ese lugar. Esta operación de recuperación de nuestro material político se llevó a cabo sin ningún escándalo y en el mayor respeto a las reglas de la “decencia social” (¡a tal punto que la compañera de Olivier que estaba presente y que fue testigo de la “escena” ¡nos propuso que también tomáramos un aperitivo!). Es por esto que Olivier no pudo llorar sobre los tejados diciendo que había sido maltratado por nuestros camaradas.
4) Esta carta de amenaza revela sobre todo que la “decencia social” de la que se reivindica su autor pertenece a las costumbres de los hooligans y gangters mafiosos y no a los métodos de la clase obrera: “yo me defendería físicamente muy seriamente”. Esas jactancias se sitúan en plena continuidad de las amenazas de muerte proferidas, ante varios testigos, por el “matón” de Pédoncule (“eminente” miembro de la FICCI) a uno de nuestros camaradas: “¡Te voy a rajar el cuello!”. ¡He aquí la “moral proletaria” de la que se reivindica este “partidario” de la FICCI! ¡Los hampones pueden contar con la lealtad indefectible y sin principios de ese precioso caballero de la “decencia social”!
Por su parte, la CCI no se dejará intimidar por las bravuconadas de A. y otras amenazas de muerte de sus “compañeros degolladores”. Continuaremos defendiendo los principios del movimiento obrero no permitiendo que elementos provocadores (cuya única “moral” es la del lumpen) vengan a sabotear nuestras reuniones públicas. No permitiremos que delatores infiltren las reuniones públicas de la CCI para intimidar a nuestros camaradas y a nuestros contactos.
En cuanto a nuestros pretendidos métodos “estalinistas”, no podemos más que aconsejar a A. que lea nuestro artículo “Respuesta a las vergonzosas calumnias de una pequeña asociación de malhechores” en la cual denunciamos, en otoño de 2005, la complicidad de la FICCI con un estalinista disfrazado en Argentina, el ciudadano B. Pero sobre esta sórdida cuestión, A. prefiere sin duda esconder la cabeza en la arena, como los avestruces ¡para permanecer fiel a sus “compañeros” de la FICCI! Evidentemente, el trato con sus “compañeros” le impregnado hasta el cuello. Si intenta saber realmente lo que significa la “moral proletaria”, no podemos más que aconsejarle que se aleje de ellos.
CCI