Enviado por CCI Online el
El FSE ha tenido una amplitud considerable. Unos 40.000 participantes, según los organizadores, llegados de todos los países de Europa, desde Portugal hasta los países de Europa central; un programa de casi 600 seminarios y talleres en locales de lo más variado (teatros, ayuntamientos, prestigiosos edificios del estado) repartidos en cuatro lugares en torno de París; y para concluir, una gran manifestación con 60 a 100.000 personas por las calles de París, con los impenitentes estalinistas de Rifondazione comunista de Italia delante y los anarquistas de la CNT atrás. Con menos cartel en los media, hubo otros dos "foros europeos" en el mismo período: uno para los diputados y otro para los sindicalistas europeos. Y por si tres "foros" no fueran suficiente, los anarquistas organizaron un "Foro Social Libertario" en las afueras de París, simultáneo con el FSE y presentado abiertamente como "alternativa" a éste.
"Otro mundo es posible". Este era uno de los grandes lemas del FSE. No cabe ninguna duda de que muchos de los manifestantes del 15 de noviembre, especialmente quizás entre los jóvenes que empiezan a politizarse, existe una verdadera y acuciante necesidad de luchar contra el capitalismo y por "otro mundo" diferente del mundo en que vivimos con su miseria sin fin y sus guerras tan horribles como interminables. Sin duda, algunos se habrán sentido inspirados por esa gran reunión unitaria. El problema es saber no solo que "otro mundo es posible" -y necesario-sino también, y sobre todo, de qué otro mundo se trata y cómo se logrará edificarlo.
¿El FSE da una respuesta seria a estas preguntas? Cuando se miran de cerca las ideas que propaga, nos damos cuenta que, primero, de nuevas no tienen nada y, segundo, de "anticapitalistas" menos todavía.
¿Un mundo libre de la lógica mercantil?
"El mundo no está en venta", tal ha sido uno de los eslóganes más repetidos en el FSE. Eslogan que se ha concretado con “la salud no está en venta” o “la educación no está en venta”...
Pero cuando uno se pone a mirar de cerca la realidad que hay detrás de esos lemas, pronto empieza a olerse la trampa. Para empezar, la propuesta no es acabar con la venta del mundo, sino solo de "limitarla": "Sacar los servicios sociales de la lógica mercantil". ¿Y qué quiere decir eso en concreto? Sabemos perfectamente que mientras exista el capitalismo, habrá que pagarlo todo, incluso los servicios como la salud y la educación. Esas partes de la vida social que los "altermundialistas" pretenden "sacar de la lógica mercantil" son de hecho parte del salario social del obrero, gestionado en general por el estado. El nivel de salario del obrero, la proporción de la producción que le corresponde a la clase obrera no solo no se puede "sustraer" de la lógica mercantil, sino que es el meollo mismo del problema del mercado y de la explotación capitalista. El capital pagará siempre su mano de obra lo menos posible, o sea, lo que es necesario para reproducir la fuerza de trabajo más la próxima generación de obreros. Ahora que el mundo se hunde en una crisis cada día más profunda, cada capital nacional necesita menos brazos, y a los que necesita debe pagarles menos, si no quiere ser eliminado por sus competidores en el mercado mundial. En tal situación, solo gracias a su propia lucha podrá la clase obrera resistir a las reducciones de salario -por muy "social" que este sea- y ni mucho menos haciendo llamadas al estado capitalista para que "sustraiga" los salarios de las leyes del mercado, de lo cual sería totalmente incapaz, incluso si, por no se sabe qué locura, le dieran ganas de hacerlo. (...)
¿Un comercio equitativo?
"¡Comercio equitativo, no al librecambio!", ése es otro gran tema del FSE, con el decorado de pequeños campesinos franceses y sus productos "naturales". Y, en efecto, ¿quién no va a conmoverse con la esperanza de ver a los campesinos y artesanos del Tercer Mundo vivir decentemente del fruto de su trabajo? ¿Quién no va a querer parar de una vez la apisonadora del agrobusiness que expulsa a los campesino de sus tierras para que se amontonen por millones en villas miseria de México o Calcuta?
Para empezar, el movimiento del "comercio equitativo" no es nada nuevo. Las asociaciones de las llamadas obras de caridad (como la inglesa Oxfam, presente, claro está, en el FSE) practican el "comercio equitativo" vendiendo artesanía en sus tiendas de beneficencia desde hace más de 40 años, lo cual no ha impedido que se hundan en la miseria millones de seres humanos en África, Asia, Latinoamérica...
Además, esa consigna en boca de los altermundialistas es doblemente hipócrita. José Bové, por ejemplo, presidente del sindicato francés Confederación Campesina, podrá hacer de superestrella de la altermundialización echando pestes contra el agrobusiness y el malvado MacDonald. Eso no impide a los militantes de ese sindicato manifestarse para exigir que se mantengan las subvenciones de la Política agrícola común europea. La PAC, al bajar artificialmente los precios de los productos franceses, es precisamente uno de los medios principales que mantienen la desigualdad en el comercio en perjuicio de esos campesinos del Tercer Mundo a los que supuestamente se quiere favorecer. Ahí Bové no tiene nada de original, está haciendo lo mismo que los sindicalistas que se manifestaron en 1998 en Seattle durante la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC), para los cuales "comercio equitativo" significaba imponer aranceles a la importación de acero "extranjero" producido más barato por obreros de otros países. El comercio equitativo es, en definitiva y por muy buenas intenciones que se le eche, otra forma de guerra comercial (...)
En nombre de la “lucha” contra el “neoliberalismo” se nos pide apoyar al Estado burgués
El hilo que uno todos esos temas es éste: contra los "neoliberales" de las grandes empresas "transnacionales" (las malvadas "multinacionales" denunciadas en los años 70), se nos propone que tengamos confianza en el estado, más todavía, que lo fortalezcamos. Los "altermundialistas" pretenden que serían las empresas las que habrían "confiscado" el poder de un estado "democrático" para imponer su ley "mercantil" al mundo, de modo que el objetivo de la "resistencia ciudadana" debe ser recuperar el poder del estado y de los "servicios públicos".
¡Menudo embuste! La realidad muestra que la intervención del Estado en la economía –y no digamos en toda la vida social- es cada vez mayor, incluido en Estados Unidos, considerados la tierra de promisión del “liberalismo”. Es el estado el que regula los intercambios mundiales, fijando los tipos de interés, barreras aduaneras, etc. Ya es por sí solo un actor ineludible de la economía nacional, con un gasto público que alcanza el 30-50% del PIB según los países, y con déficit presupuestarios cada vez mayores. Cuando los obreros se empeñan de verdad en defender sus condiciones de vida ¿con quién se topan primero en su camino si no es con las policías del estado? Exigir, como hacen los altermundialistas, el fortalecimiento del estado para protegernos de los capitalistas es una patraña monumental: el estado burgués está para defender a la burguesía contra los obreros, y no lo contrario. (...)
¡Quien paga se aprovecha! Ha sido toda la burguesía francesa, de derechas como de izquierdas, la que ha financiado con liberalidad el FSE, la que le ha prestado sus locales. Y será toda la burguesía, de derechas como de izquierdas, la que piensa sacar tajada del éxito innegable del FSE, sobre todo en dos planos:
Primero, el FSE ha sido un medio para la izquierda del aparato político estatal de mudarse de piel, tras el desprestigio debido a los años en el gobierno arreando golpe tras golpe a las condiciones de vida de la clase obrera y asumiendo la responsabilidad de la política imperialista del capitalismo francés. (...) Toda la burguesía está interesada en que el frente social no esté desguarnecido y que las luchas obreras, y más generalmente que la aversión y los cuestionamientos que provoca la sociedad capitalista sean desviados hacia las viejas recetas reformistas cerrando el camino hacia una conciencia de la necesidad de derrocarla y acabar con las calamidades que genera.
Segundo, la burguesía francesa entera tiene el mayor interés en que se extienda y se refuerce el ambiente netamente antiamericano del FSE. Las destrucciones de las dos guerras mundiales, las terribles pérdidas humanas y además, y sobre todo, el resurgir de la lucha de clases y el fin de la contrarrevolución después de 1968, todo ello ha contribuido a desprestigiar el nacionalismo que la burguesía utilizó para meter a la población en la escabechina de 1.914 y, después, la de 1.939. Ahora que, aun no existiendo un "bloque europeo" y menos todavía una "nación europea" en los que enraizar un patriotismo "europeo" belicoso, las burguesías de algunos países europeos, especialmente la francesa y la alemana, tienen el mayor interés en jalear el sentimiento antiamericanocon el fin de presentar la defensa de sus propios intereses imperialistas contra el imperialismo americano como si fuera la defensa de una visión del mundo "diferente", incluso "altermundialista" si cabe. (...)
La gente del marketing moderno ya no intenta vendernos directamente los productos, sino que usan un método más sutil y eficaz: venden "una visión del mundo" a la que adosan los productos que la simbolizarían. Los organizadores del FSE han hecho exactamente igual: nos proponen una "visión del mundo" irreal, en la que el capitalismo ya no sería el capitalismo, en la que las naciones ya no serían imperialistas, en donde se puede conseguir "otro mundo" sin hacer ninguna revolución internacional comunista. Y en nombre de esa "visión" nos quieren vender una serie de viejos productos adulterados que son los partidos pretendidamente "socialistas" y "comunistas", disfrazados para la ocasión en "redes ciudadanas".
Teniendo en cuenta que ha sido la burguesía francesa la que, en esta ocasión, ha entregado los fondos, es lógico que sean sus partidos políticos los que saquen la primera tajada del FSE. No hay que creer, sin embargo, que el tinglado lo ha montado la burguesía francesa sola, ni mucho menos. De hecho, ese esfuerzo por dar nuevo prestigio a su ala izquierda, mediante los "foros sociales" favorece ampliamente a toda la burguesía mundial.
¿"Otro mundo libertario"?
El "Foro social libertario" se presentaba deliberadamente como alternativa al Foro más "oficial" organizado por los grandes partidos burgueses. Podemos preguntarnos hasta qué punto la oposición entre ambos foros era real: al menos uno de los grupos principales que organizaron el FSL (Alternative Libertaire) participó también activamente en el FSE, y además la manifestación organizada por el FSL se unió, tras un corto recorrido "independiente", a la del foro mayor, el FSE. (...)
Empecemos por el "debate" sobre los "espacios autogestionados" (squatts -okupas-, comunas, redes de intercambio de servicios, cafés "alternativos", etc.). Si ponemos "debate" entre comillas, es porque los animadores hicieron todo lo que estuvo en su mano para limitarlo a unas cuantas reseñas descriptivas de sus "espacios" respectivos, evitando toda evaluación crítica, incluso las procedentes del campo anarquista. Nos dimos pronto cuenta que eso de la "autogestión" es algo muy relativo: un participante inglés explicó que tuvieron que comprar su "espacio liberado"... por la bonita cantidad de 350.000 libras (unos 500.000 euros). (...)
Otra característica del anarquismo, muy clara en todos los debates del FSL, es su visión profundamente elitista y educacionista. El anarquismo ni se imagina que "otro mundo" pudiera surgir de las entrañas mismas de las contradicciones del mundo actual. El paso del mundo actual al del futuro solo podrá pues hacerse mediante "el ejemplo" dado por los "espacios autogestionados", mediante una acción educativa sobre los quebrantos del "productivismo" actual. Pero, como lo decía ya Marx hace más de un siglo, si una nueva sociedad debe aparecer gracias a la educación del pueblo, lo que se plantea es saber quién va a educar a los educadores. Pues quienes se pretenden educadores están también ellos formados en y por la sociedad en la que vivimos, y sus ideas de "otro mundo" permanecen en realidad sólidamente amarradas al mundo actual.
En resumidas cuentas, ni el FSE ni su “alternativa radical”, el FSL, no ofrecieron ninguna alternativa válida para luchar contra este mundo de miseria y guerra sino que nos plantearon viejas ideas que ya revelaron hace mucho tiempo su inadecuación cuando no su carácter claramente contrarrevolucionario.
Nuestro mundo es portador de un mundo nuevo
Es totalmente inevitable, en el capitalismo como en toda sociedad de clases, que las ideas dominantes de la sociedad sean las de la clase dominante. Si es posible comprender la necesidad y la posibilidad material de una revolución comunista, solo es porque en la sociedad capitalista existe una clase social que encarna ese porvenir revolucionario: la clase obrera. En cambio, si intentamos simplemente "imaginar" lo que podría ser una sociedad "mejor", basándonos en nuestros deseos e imaginaciones actuales tal como se han formado en y por la sociedad capitalista (y con el modelo de nuestros "educadores" anarquistas), lo único que podemos hacer es "reinventar" el mundo capitalista actual, cayendo ya sea en el sueño reaccionario del pequeño productor que no ve más allá de su "espacio autogestionado", ya sea en el “Gran Hermano” de un Estado “benefactor” mundial que “protege” a sus habitantes.
Para el marxismo, al contrario, se trata de descubrir en el seno mismo del mundo capitalista de hoy las premisas del mundo nuevo que la revolución comunista debe hacer surgir. Como lo decía el Manifiesto Comunista en 1848: "Las tesis de los comunistas no se basan ni mucho menos en ideas, principios inventados o descubiertos por este o aquel reformador del mundo. Solo son la expresión general de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se está realizando ante nosotros".
Podemos distinguir tres elementos importantes, íntimamente relacionados en ese "movimiento histórico que se está realizando ante nosotros".
El primero es la transformación, ya realizada por el capitalismo del proceso productivo de toda la especie humana. El menor objeto de uso cotidiano ya no es obra de un artesano que se basta a sí mismo o de una producción local, sino del trabajo común de miles, cuando no de decenas de miles de mujeres y hombres que participan en una red que cubre el planeta entero. Librada por la revolución comunista mundial de las trabas que le imponen las relaciones capitalistas mercantiles de producción y apropiación privada de sus frutos, esa destrucción de todos los particularismos locales, regionales y nacionales, será la base para la constitución de una sola sociedad comunista humana a escala planetaria. (...)
El segundo factor de primera importancia, indisociable del anterior, es la existencia en el seno de la sociedad capitalista de una clase que encarna, y que expresa en el grado más alto, esa realidad del proceso productivo unificado e internacional. Esa clase es el proletariado internacional. El obrero, sea siderúrgico norteamericano, desempleado inglés, empleado de banca francés, mecánico alemán, programador indio o albañil chino, todos ellos tienen algo en común: estar explotados cada día más duramente por la clase capitalista y no poder quitarse de encima esa explotación si no es derribando el orden capitalista mismo. (...)
El tercer factor que vamos a exponer aquí lo describe bien la estadística: en todas las sociedades de clase que precedieron al capitalismo, el 95% de la población, más o menos, trabajaba la tierra y el excedente en alimentos que producía bastaba lo justo para alimentar al 5% restante (señores y religiosos, pero también artesanos, mercaderes, etc.). Hoy, esa proporción es la contraria. Y, en los países más desarrollados, una parte cada vez más baja de la población está directamente involucrada en la producción de los bienes materiales. Es decir que, potencialmente, a nivel de las capacidades físicas del proceso productivo, la humanidad ha alcanzado un estadio de abundancia prácticamente sin límites.
Ya ahora en el capitalismo, las capacidades productivas de la especie humana han creado una situación cualitativamente nueva en relación con toda la historia precedente: mientras que, antaño, la penuria que sufría la mayor parte de la población, por no hablar de los períodos de hambrunas, se debía sobre todo a los límites naturales de la producción (nivel bajo de la productividad de los suelos, malas cosechas, etc.), en el capitalismo, en cambio, la única causa de la penuria son las propias relaciones de producción capitalista. La crisis que echa a los obreros a la calle no es causada por la insuficiencia de producción, sino que es, al contrario, el resultado directo de que lo producido no puede ser vendido. (...)
La responsabilidad del proletariado
Los comunistas no son unos utopistas... En ese sentido, el slogan de los altermundialistas "otro mundo es posible" (incluso "otros mundos son posibles") no es más que pura mistificación. Solo hay otro mundo posible: el comunismo.
Sin embargo, el nacimiento de ese nuevo mundo no es, ni mucho menos, algo indudable. En eso, el capitalismo es como las otras sociedades de clase que lo precedieron, en donde: "Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, maestros y oficiales, en suma, opresores y oprimidos siempre estuvieron opuestos entre sí, librando una lucha ininterrumpida, ora oculta, ora desembozada, una lucha que en todos los casos concluyó con una transformación revolucionaria de toda la sociedad o por la destrucción de las clases beligerantes" (Manifiesto Comunista). Así pues, la revolución comunista, por muy necesaria que sea, no por ello es irrevocable. El paso del capitalismo a un mundo nuevo no podrá evitar la violencia de la revolución proletaria, partera inevitable. La alternativa, en las condiciones actuales de la descomposición avanzada de la sociedad actual, sería no solo la destrucción de las dos clases en lucha, sino la de la humanidad entera. De ahí la inmensa responsabilidad que pesa sobre los hombros de la clase revolucionaria mundial.
Ante la situación actual, el desarrollo de la capacidad revolucionaria del proletariado podrá parecer un sueño tan lejano que grande es la tentación de ponerse a "hacer algo ya", aunque sea junto a esos viejos canallas socialistas y estalinistas, o sea junto al ala izquierda del aparato estatal de la burguesía. Para las minorías revolucionarias, el reformismo no es un mal menor, "a falta de algo mejor", sino la componenda mortal con el enemigo de clase. El camino hacia la revolución que podrá crear "otro mundo" será largo y difícil, pero es el único que existe.
Corriente Comunista Internacional