Enviado por Accion Proletaria el
La clase obrera sabe que la guerra no vale ni el dinero, ni las vidas que cuesta. Además de los más de 2.000 soldados muertos en ese conflicto hasta el momento, miles y miles de irakies han sido asesinados, mutilados o se han quedado sin hogar. Todas las explicaciones oficiales dadas por el Gobierno para justificar la guerra en Irak son mentiras : no existían armas de destrucción masiva, no se ha podido demostrar ninguna relación entre los atentados de Septiembre de 2001 y los supuestos terroristas irakies; Saddam Hussein y su Gobierno no constituían una amenaza real para ninguna otra nación de la región. A medida que van pasando los meses, la Administración Bush va perdiendo credibilidad y ve debilitarse notablemente su autoridad política a nivel mundial.
Todos los activistas anti-guerra nos ofrecen una cantidad enorme de explicaciones, lemas y consignas sobre las causas de la guerra. En las manifestaciones contra la guerra que se realizan por todo el país, mitin tras mitin se nos dice que:
* es una guerra para lograr el control del petróleo. La habrían desencadenado los intereses de las grandes multinacionales. ¡No más sangre por petróleo!, vociferan los izquierdistas.
* es un error político, una gravísima equivocación.
* es la guerra de los republicanos de Bush y compañía.
* es el resultado de una política irracional desarrollada por una fracción reaccionaria de la clase dirigente.
* es el fruto de la torpeza y la estupidez del inepto George W. Bush, incapaz de reconocer que ha cometido un error.
Más allá de la parte de realidad o verdad que puede existir en cada una de estas “explicaciones”, lo bien cierto es que todas ellas intentan ocultar el hecho de que la guerra en Irak es la consecuencia inevitable del desarrollo progresivo de la descomposición de la sociedad capitalista y de lo que ello implica: un debilitamiento creciente de imperialismo USA y unas dificultades, cada vez más importantes, para mantener su hegemonía ante el desarrollo del caos mundial.
En 1.989, cuando se desmoronó la antigua URSS y finalizo la época de la llamada Guerra Fría, todos los políticos y medios de comunicación de la burguesía nos prometieron un nuevo orden mundial, un futuro de paz y prosperidad, en fin, el triunfo definitivo del capitalismo y la democracia. Nos prometieron que billones de dólares que debían haberse invertido en armas, iban a ser transferidos a nuevos programas sociales para hacer realidad esas promesas de paz y estabilidad. Quince años más tarde, podemos comprobar en que se han convertido todas esas promesas y buenas intenciones, en la trágica realidad del incremento del caos a nivel mundial. Ni paz ni prosperidad, al contrario, el desarrollo de la represión estatal y de la dictadura del capital no deja de aumentar.
La época de la Guerra Fría, la férrea disciplina de bloques liderada por los USA y la URSS respectivamente, con las potencias de segundo y tercer orden bailando al son de sus amos correspondientes, es profundamente añorada por la clase capitalista que recuerda con pena como se alejan aquellos “gloriosos años pasados”. La realidad histórica empieza a mostrar, con mucha claridad, que el colapso del imperialismo ruso ha resultado una victoria pírrica para el imperialismo norteamericano y un verdadero triunfo del desarrollo de la descomposición capitalista. Con el colapso de los antiguos bloques imperialistas, el cemento que unía la relación de fuerzas entre todos los países capitalistas desapareció y cada país, pequeño o grande, defiende sus propios intereses en la escena mundial lo que supone el desarrollo del “cada uno (país) para sí”, azuzando y agravando un caos creciente en las relaciones internacionales.
En 1.992, el imperialismo USA adoptó oficialmente la estrategia de prevenir el riesgo de que cualquier potencia rival, ya fuera europea, asiática o cualquier otra pudiera arrebatarle la hegemonía mundial. Desde entonces, ese objetivo central ha guiado e inspirado la política exterior de todos los Gobiernos, demócratas o republicanos, que han llegado a la Casa Blanca. Guiado por esta estrategia el imperialismo USA ha incrementado notablemente el número de intervenciones militares por todo el mundo, para demostrar a todos (antiguos aliados incluidos) que sólo ellos son la única superpotencia mundial.
La invasión por parte de los Estados Unidos de Irak fué, en modo alguno, para incrementar los beneficios de las grandes corporaciones petroleras del país ya que, por mucho que puedan conseguir un peso en ese terreno, jamás podrán compensar los astronómicos gastos que esta suponiendo la ocupación militar. Tampoco ha sido un error político, ni el resultado de la torpeza de las Administración republicana ni del “estúpido carácter” personal de Bush, ya que la invasión a sido una decisión consciente apoyada por todas las fracciones de la burguesía USA, excepto de las minoritarias fracciones aislacionistas. De hecho, la invasión de Irak, ha sido un elemento central de la geoestrategia USA orientada a impedir que ninguna potencia europea, en especial Alemania, puedan conseguir una influencia real en Oriente Medio. Ligada a la ocupación de Afganistán, y a las nuevas alianzas establecidas con las antiguas repúblicas de Asia Central y el Caucaso, la invasión de Irak puede permitir a los USA controlar una de las áreas estratégicas más importantes del mundo.
Para la burguesía USA, el verdadero problema que plantea la guerra de Irak es que la máquinaria militar más poderosa del mundo y de la historia está sumida en una pesadilla de la que no puede escapar y, cada vez es más incapaz de desarrollar las operaciones militares que necesita en otros escenarios imperialistas. Esto hubiera ocurrido igual, fuera quien fuera el presidente, porque es una caracteristica central del capitalismo en descomposición el hecho de que, cada acción que emprende el imperialismo USA para mejorar su situación acaba exacerbando aún más sus problemas a escala mundial. Sin embargo, si que es cierto que las burdas mentiras utilizadas por la Administración Bush a nivel propagandístico e ideológico para justificar la guerra (los Demócratas hubieran preferido utilizar el tema de la defensa de los derechos humanos) y, la mala administración del sentimiento patriótico que generaron los atentados del 11 de Septiembre de 2.001, junto a la desastrosa táctica utilizada para la invasión han acelerado notablemente las dificultades que históricamente tiene planteadas la mayor potencia burguesía mundial. El deterioro de la situación militar y la creciente impopularidad de la guerra suponen un serio problema para la burguesía ya que esta obligada a desarrollar nuevas aventuras guerreras, a enviar más tropas y, a exigir un apoyo creciente a la población, puesto que de ello dependen la defensa de sus intereses imperialistas en todo el mundo.
Las guerras actuales, las guerras que en el futuro vamos a ver desarrollarse por doquier para que la burguesía pueda seguir perpetuando su modo de terror y explotación, no van a cambiar ni a detenerse cambiando de presidente o de política. Todos los Estados, todos los Gobiernos y todos los partidos o dirigentes al mando tienen un único y mismo interés: defender los intereses nacionales cueste lo que cueste.
La clase obrera solo puede hacer frente a esta lógica y a esta carrera bélica sin freno, si es capaz de comprender que en sus manos, en su lucha, en el desarrollo de su conciencia y unidad para acabar con el capitalismo a nivel mundial, reside la única posibilidad de que la humanidad no sucumba ante la barbarie guerrera del capital. La única posibilidad de acabar con esta sombría perspectiva reside en cambiar esta sociedad por una sociedad basada en las necesidades humanas y por tanto, en la construcción de la comunidad humana mundial. Y ello solo puede ser el resultado de la revolución comunista mundial.