Enviado por Revolucion Mundial el
Nuestra experiencia de intervención en Argentina nos lleva a abordar una actividad muy extendida consistente en organizar Comedores Populares que se proponen una triple finalidad:
- proporcionar comida a un cierto número de personas
- realizar actividades de enseñanza más o menos elemental
- crear un medio de reunión adonde los vecinos puedan discutir, desarrollar una solidaridad y poder reflexionar sobre cómo luchar contra la situación cada vez más insoportable que nos impone el capitalismo.
Apoyamos la voluntad de solidaridad y de lucha contra el capitalismo que hay en esa tentativa, sin embargo, debemos preguntarnos si la actividad de los Comedores Populares constituye o no un medio para concretar esa voluntad.
¿Por qué proliferan en Argentina –y en otros países- organizaciones de base del tipo Comedores, piqueteros, economía solidaria etc.?
En los últimos 10 años están proliferando una multitud de organizaciones de base: Comedores Populares, Piqueteros, Redes de Economía Solidaria, Redes de Empresas Autogestionadas etc.
Las primeras organizaciones de este tipo han surgido de la iniciativa de gente de los barriales que apenas tienen de qué comer. También, han sido creadas por personas que apenas tienen ingresos[1] y que como forma de supervivencia tratan de compartir con otros en su misma situación un mínimo de productos y servicios. Otro problema cada vez más frecuente, es que los obreros –especialmente de empresas pequeñas y medias- se encuentran con que al volver del descanso de fin de semana el dueño ha cerrado dejándolos a todos en la calle, lo cual les ha obligado a ocupar la fábrica para intentar mantener su trabajo.
El movimiento piquetero tiene un origen similar. En 1996-97 se produjeron en diferentes regiones argentinas cortes de carretera protagonizados por desocupados que luchaban por obtener un medio de vida. Estas primeras acciones expresaban una lucha proletaria genuina. Sin embargo, no pudieron extenderse, se quedaron aisladas, la gente empezó a desmoralizarse y a “buscarse la vida”. Una minoría trató de mantener a toda costa la organización primitiva. Pero esta fue poco a poco infiltrada y “organizada” por sindicalistas radicales, por grupos de extrema izquierda (principalmente trotskistas) dando lugar a lo que hoy conocemos como “movimiento piquetero” que ya no se parece en nada a la organización inicial[2]. Es una estructura directamente vinculada al Estado a través del reparto de los bolsones de comida y los subsidios que otorga el gobierno. Además, sus miembros tienen que asistir obligatoriamente a las asambleas y a las movilizaciones convocadas. Sí no están convencidos corren el riesgo de perder esas ayudas. Los líderes piqueteros detraen una porción del dinero que les corresponde a los miembros. Lo que en un principio era una organización obrera vinculada directamente a la lucha, al hacerse permanente, al pretender mantenerse hubiera o no hubiera luchas, ha ido siendo absorbida por las estructuras del Estado.
El proceso es más o menos el mismo en las otras organizaciones. Tomemos el caso de los Comedores Populares. Los compañeros que los inician buscan responder al problema de cómo obtener un mínimo de comida. Reaccionan frente a una situación desesperada. Pero rápidamente, organizaciones políticas, sindicales, ONG’s, la propia Iglesia, les ofrecen sus “servicios”: la coordinación entre comedores, las gestiones ante los organismos de asistencia de la Provincia etc. En la Capital Federal hay más de 100 comedores coordinados, se calcula que son más de 400 los comedores de la zona sur del Gran Buenos Aires… Poco a poco, se comprueba amargamente que, a cambio de unas subvenciones administradas con cuentagotas, de migajas que no calman el hambre, esas organizaciones escapan al control de los interesados y se transforman en estructuras a través de las cuales el Estado burgués los encuadra, los controla y los utiliza políticamente para sus fines.
¿Por qué son recuperadas por el Estado y transformadas en algo radicalmente contrario a las intenciones de sus iniciadores?
En el siglo XIX y principios del XX, en la época en que el capitalismo era un sistema progresista, el proletariado podía constituir organizaciones de masas permanentes: sindicatos, cooperativas de consumo, cooperativas de producción, asociaciones de mujeres y de jóvenes, universidades populares, casas del pueblo etc. Aunque esas organizaciones caían con frecuencia en graves desviaciones reformistas, en ilusiones de gestión cotidiana de la miseria, globalmente pertenecían al proletariado. Estas organizaciones podían existir sobre la base de un programa que no ponía en cuestión el conjunto del sistema capitalista pues éste tenía delante de si una perspectiva de crecimiento y desarrollo económico y social. Eran auténticas escuelas de lucha de los obreros donde éstos podían reunirse y desarrollar su solidaridad de clase.
La situación cambia radicalmente con la entrada del capitalismo en su fase histórica de decadencia. De forma global, el sistema no puede desarrollarse más allá de situaciones puntuales o parciales; ya no puede dar una perspectiva duradera y permanente de progresión de las condiciones de vida de la clase obrera y, en general, de las masas oprimidas. Con ello, las organizaciones de masas permanentes basada en la lucha contra aspectos parciales de la explotación pierden su razón de ser, ya no tienen dinámica ni contenido. Su existencia, tras el impulso inicial de sus miembros más sinceros, solo puede garantizarse si se integran y vinculan al Estado Capitalista.
El caso más claro son los sindicatos. Se ha intentado formar a lo largo de todo el siglo XX toda clase de sindicatos: asamblearios, combativos, anarquistas, radicales, de base, unitarios etc. SIEMPRE HAN FRACASADO COMO ORGANISMOS OBREROS. Si durante más de 80 años los sindicatos siempre traicionan y se vuelven contra los obreros es porque no es posible en la decadencia del capitalismo una organización de masas permanente que tenga como objetivo la mejora de tal o cual aspecto parcial de la explotación. Además, en la decadencia del capitalismo el Estado se vuelve totalitario, tiende a absorber bajo sus garras el conjunto de la sociedad. No puede tolerar una organización masiva de los explotados y oprimidos, tiene que destruirla. Esta destrucción se hace por dos vías: la represión y la integración. La vía integradora es tanto más fácil por cuanto esas organizaciones han perdido todo el sentido que tenían en el pasado y ya no sirven realmente a los intereses obreros. Por un lado, el Estado, a través de múltiples agentes (comisiones parlamentarias, instituciones ministeriales diversas, sindicatos, Iglesia, partidos, ONG’s etc.) busca cómo fagocitar cualquier tentativa de expresión independiente de las masas. De otro lado, toda tentativa de organización permanente sobre una base que no ponga en cuestión el capitalismo facilita esa absorción.
Las causas del hambre y de la miseria
¿Cuál es la causa de la malnutrición rayana en el hambre de muchos niños del conurbano bonaerense, de numerosas provincias argentinas, de un buen número de países sudamericanos, africanos, asiáticos… y que empieza a afectar también a países europeos? ¿Es el mal gobierno? ¿Es la corrupción? ¿Es el mal reparto de las riquezas? ¿Injusticia? ¿Escasez de alimentos? En la última pregunta está la clave de la respuesta. Constatamos fácilmente que no hay escasez de alimentos. Por sólo limitarnos a Argentina vemos que sobra carne, trigo, soja, que las huertas de Tucumán rebosan de todo tipo de hortalizas y frutales, mientras allí es uno de los lugares de mayor índice de malnutrición infantil.
En todo el planeta sobran alimentos, los escaparates están repletos, muchos productos perecederos que no se venden son arrojados al mar…Aquí vemos una de las causas fundamentales del hambre o la malnutrición que afectan actualmente a gran parte del género humano: LA SOBREPRODUCCION. El Manifiesto Comunista, escrito en 1848, dice que “durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la sobreproducción”. El capitalismo es la primera sociedad de la historia humana en la que se pasa hambre no porque se produzca demasiado poco sino porque se produce demasiado. El capitalismo no entra en crisis por escasez de producción sino por exceso de producción. A diferencia de lo que ocurría en el feudalismo, no es por la sequía, ni por las malas cosechas, ni por las plagas de langosta, por lo que se produce el hambre y la miseria sino “porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiada industria, demasiado comercio”, prosigue el Manifiesto Comunista, que concluye que tal absurdo “precipita en el desorden a toda la sociedad burguesa”.
La actividad de buscar comida en las sobras de empresas alimentarias o distribuidoras, de recabar subsidios de las instituciones asistenciales del gobierno, supone encerrar a un puñado de compañeros en un círculo cerrado que no sólo no puede solucionar las causas de la miseria, sino que tampoco palia los efectos de esas calamidades. Mientras que el número de bocas necesitadas de comida crece vertiginosamente los comedores apenas consiguen dar de malcomer (¡no de comer!) a un puñado de bocas.
Se trata de una actividad de gestión de la miseria. No se soluciona el hambre, lo que se hace es adaptarse a ella. Supone convertirse en auxiliares involuntarios del Estado en su tarea de perpetuar a los explotados y oprimidos dentro de las cárceles de la de miseria, el hambre y la desesperación. Millones de seres humanos son abandonados a su suerte por el Estado capitalista y los bolsones que reparten las organizaciones piqueteras y las sopas que organizan los comedores dan la impresión de que se está “haciendo algo”, de que el Estado “democrático” no se olvida de los más desfavorecidos, de que habría “solidaridad” con ellos… Cuando en realidad lo que se está haciendo es mantener y agravar la situación, dejarla encerrada como en un gueto dentro del barrial o del poblado.
La cultura y la formación son una necesidad humana pero no garantizan un puesto de trabajo
Con la organización de Comedores Populares se pretende, como decíamos al principio, un segundo fin: proporcionar cultura y formación a niños y adultos.
La cultura y la formación son necesidades de la clase obrera que se propone construir una sociedad sin explotación, sin fronteras, sin estados, en la cual todos los hombres puedan conocer y aplicar para su vida en común, todo lo que la historia de la humanidad ha aportado a sus conocimientos.
Observamos en todos los países –tanto los más desarrollados como en los menos- un abandono creciente por parte del Estado de servicios como la educación. Las instalaciones escolares se deterioran y no son renovadas, la enseñanza –salvo para una élite privilegiada- pierde calidad o es directamente abandonada en los barrios más pobres. Que asociaciones de los barrios más olvidados organicen cursos para darse cultura, pone en evidencia la voluntad de conocimiento, el ansia de dignidad, de esos millones de seres humanos que por vivir en el conurbano bonaerense son despreciados por las altas esferas tratándolos de “lúmpenes”, de la misma forma que en Francia Sarkozy ha llamado “canalla” a los jóvenes de los barrios de suburbios.
Ahora bien, ese intento, pese a su buena intención, no pone en cuestión el sistema capitalista ni se inscribe realmente en una dinámica de lucha contra él. Por ello, consideradas en sí mismas, son actividades que el Estado recupera y esteriliza, terminando por convertirlas en un medio auxiliar de su objetivo de control y encuadramiento de la población.
Por otra parte, la cultura y la formación no garantizan un puesto de trabajo. Al trabajador se le exigen cada vez mayores requisitos de formación y adiestramiento, pero ni aún con eso puede conseguir un trabajo regular porque el problema del capitalismo es el desempleo galopante y su capacidad de crear empleos es muy inferior al número de los que destruye. Además, ni siquiera con un puesto de trabajo se pueden garantizar unos medios de vida suficientes pues los salarios van cayendo cada vez más hasta niveles que ni siquiera permiten vivir decentemente. ¡Recordemos lo que decía una trabajadora del hospital Garrahan: “ni siquiera tener un sueldo todos los meses te permite vivir”!
No es la incultura, la falta de preparación o de formación, lo que provoca que miles y miles de jóvenes no consigan un empleo, sino que es la crisis sin salida del capitalismo la que hace que éste sea incapaz de integrar a la mayoría dentro de la actividad productiva condenándolos a la exclusión social: la legión de seres humanos apartados del proceso productivo, condenados a malvivir y en la más terrible inseguridad, crece dramáticamente en numerosos países.
¿Un lugar de reunión para discutir y organizarse?
Se podría decir que al menos la actividad del Comedor serviría para agrupar a la gente y plantearle los problemas que hay en la sociedad, cómo luchar contra ellos. En definitiva, serviría para ganar gente a la causa de la lucha revolucionaria. Compañeros que participan en esos organismos dan ese argumento: “la verdad es que lo que hacemos no sirve para nada, es reformista y le hace el caldo gordo al Estado, pero, al menos, logramos reunir a la gente, concienciarla y enseñarle a ser solidaria”.
Actualmente en Argentina, en organizaciones de base (piqueteros, comedores, empresas autogestionadas, redes de economía solidaria etc.) hay muchos miles de personas “organizadas”, que supuestamente “se reúnen”, “se conciencian”, “hacen algo” etc. En apariencia, esto representa una fuerza imponente, pero en la realidad, hay miles y miles de personas paralizadas, atadas de pies y manos por el Capital y su Estado. Esto se ha comprobado repetidas veces, la última fue cómo esas organizaciones de masas ahogaron a los trabajadores de Garrahan en una falsa solidaridad.
La actividad que domina esas organizaciones es la asistencia, el mantenimiento de la miseria, su utilización por el Estado para perpetuar la explotación. Todo eso se hace contra la voluntad y los deseos de la mayoría de sus miembros. No se puede discutir de cómo salir de la miseria cuando todo lo que se está haciendo gira alrededor de cómo mantenerse dentro de ella. Por ello, por mucha buena voluntad que se le ponga, por muchos intentos de persuasión que se hagan, no se podrá desarrollar una discusión y una actividad dirigidas a la lucha revolucionaria.
Sí hemos de organizarnos para la lucha contra la miseria hemos de asentar una actividad que vaya a sus causas. Sólo la lucha de la clase obrera puede acabar con las causas de la miseria. Sin embargo, su lucha es todavía muy limitada y va a tardar tiempo en tomar una fuerza revolucionaria que le permita levantarse contra el capitalismo. Entretanto, hay que contribuir con una actividad de discusión, de intervención en las luchas, de reagrupamiento internacional de los revolucionarios, de animación de círculos de discusión en torno a las posiciones comunistas. Es una actividad que parece “abstracta”, desligada de todo lo inmediato que nos rodea, pero cada vez que hay una lucha masiva de la clase obrera vemos la utilidad de que haya un puñado de revolucionarios que contribuyan con análisis, propuestas y orientaciones al avance de su lucha. Así vimos la oleada de huelgas que hubo en Argentina entre junio y agosto, adonde una intervención podría haber ayudado a ir más lejos, a sacar lecciones, a romper las trampas de la burguesía. Hace unos días, Chávez y Maradona montaron una farsa de “lucha antiimperialista” en Mar del Plata. Hacía falta una voz revolucionaria que denunciara ese tinglado que va a desviarlos hacia un activismo inoperante y va hundirlos progresivamente en la confusión y la desmoralización.
Por eso, los compañeros más conscientes y combativos, más indignados contra la miseria y el hambre, deben canalizar esa voluntad y esos sentimientos hacia la clarificación de las posiciones revolucionarias del proletariado, hacia la intervención en su seno, hacia la lucha contra los engaños y las trampas que el Estado capitalista nos tiende.
CCI 19-11-05
[1]Unos 6 millones de habitantes de Argentina solo alcanzan a 1 peso diario
[2] Ver el artículo de los compañeros del Núcleo Comunista Internacionalista: https://es.internationalism.org/book/export/html/185