La guerra de independencia de los EUA, que culminara en las
últimas décadas del siglo XVIII, indudablemente
ayudó a la cohesión de la nueva clase burguesa
norteamericana, a la definición del Estado nación, y
por tanto, a la aceleración del paso en el desarrollo
capitalista. Es la consolidación del modo capitalista de
producción, y con ello la necesidad de la extensión
del mercado, lo que conlleva a que la burguesía
norteamericana perciba como enemigos a vencer (tanto en el terreno
económico, como en el político-militar) a las
potencias colonialistas europeas, presentes como fuerzas
dominantes, en ese entonces, en el continente Americano. Es en
este contexto de la dinámica capitalista que EUA plantea la
doctrina Monroe (1823), con la que prepara el argumento
diplomático para respaldar a los procesos de independencia
de los Estados latinoamericanos, pero en los hechos, será
una amenaza a los viejos colonizadores, en tanto que, con la
declaración: “América para los americanos”,
la burguesía norteamericana define al continente americano
como territorio de su dominio, marcando desde entonces a América
Latina (AL) como su “patio trasero”.