Con su nuevo plan de «salvamento de la Seguridad social»,
el gobierno Raffarin se apresta de nuevo a reducir los costes del
salario social. Esta vez le toca a la sanidad asumir las
consecuencias de este plan de austeridad, tras los significativos
ataques de la primavera pasada contra las pensiones de jubilación,
y los de Enero contra las indemnizaciones por desempleo. Lejos de
ser una especificidad nacional, estos ataques se desarrollan y se
generalizan en el conjunto de países capitalistas que
habían desarrollado el llamado «Estado del bienestar»
a finales de la IIª guerra mundial para reconstruir su
economía devastada, y que por eso necesitaban una mano de
obra saludable. El ataque actual al sistema de asistencia médica
en Francia, como el de hace unos meses en Alemania, significa el
fin del «Estado del bienestar» y hace volar en pedazos
el mito de los «logros sociales». Este ataque desvela
que, frente a la profundización de la crisis económica,
al desarrollo del paro masivo, la burguesía no puede seguir
manteniendo una gran cantidad de fuerza de trabajo. La
supervivencia del capitalismo pasa por una intensificación
de la productividad del trabajo, la búsqueda de mano de
obra lo más barata posible, reduciendo además sus
gastos de mantenimiento. Para muchos proletarios esto significa la
precariedad y la miseria, e incluso la exclusión definitiva
del sistema de producción o la muerte, como se pudo
constatar durante la ola de calor del verano pasado respecto a los
más desvalidos (ancianos, discapacitados, «sin
techo»).