Enviado por Revolucion Mundial el
Jamás una elección presidencial americana había sido puesta en la escena por los medios de información burgueses como la que se desarrolló en los entre el candidato demócrata J. Kerry y el del partido republicano G. W. Bush.
La victoria de Bush relanza la campaña antinorteamericana
Todos los días, los periódicos, las pantallas de televisión estuvieron invadidas de reportajes y de comentarios destinados a persuadirnos de la importancia vital de esta elección, para nuestro porvenir y el del mundo. En las potencias imperialistas, como Francia, el mismo Estado orquesta toda una campaña ideológica, presentando a J. Kerry, como alternativa, ciertamente un poco inexperto y falto de envergadura, pero más honesto y sobre todo menos belicista y guerrero que G. Bush. Esta propaganda tenía por objetivo, a partir de las elecciones en EUA, involucrar a los trabajadores en un ambiente chauvinista, al alimenta la propaganda anti-norteamericana. Por eso, la reelección de Bush, a pesar de la campaña de repudio orquestada por las mismas fuerzas imperialistas opositoras a los EUA, es recibido con satisfacción. Desde la invasión de Irak, la propaganda ideológica de estos Estados no ha cesado de hacer responsable a G. Bush y a los halcones de la administración norteamericana del estado de guerra en Irak, así como del desarrollo del terrorismo en dirección a los países occidentales. G. Bush ha sido presentado como irresponsable, extremista y peligroso. Todo esta justo para poner por delante la irracionalidad de la política de la administración Bush. Así, no es el capitalismo en quiebra el que se ha convertido irracional y radicalmente mortal para la supervivencia de la humanidad, sino solamente la actual administración Bush. La reelección de Bush, el mantenimiento en el poder de los sectores más arcaicos del partido republicano van a permitir, de este modo, a la burguesía continuar orquestando de mejor modo, con aún más amplitud, su confusa campaña antiyanqui. Así, no podrán más que reforzarse las campañas ideológicas de mistificación nacionalista contra la clase obrera mediante la utilización cada vez más importante de la fuerza militar por parte de los EUA, que se encuentra atrapado en el lodazal iraquí y confrontado a un proceso irreversible de debilitamiento de su liderazgo mundial. Esas campañas ideológicas, producto de tensiones interimperialistas, permiten al mismo tiempo a las potencias imperialistas, criticas de las acciones militares de la mancuerna EUA-GB, esconder sus propios intereses guerreros en el mundo.
La reelección de Bush: expresión del debilitamiento en curso de la primera potencia mundial
Todos los comentaristas y otros politólogos burgueses norteamericanos habían analizado que, dada la ausencia total de envergadura de los dos candidatos, y la poca diferencia entre sus programas respectivos, incluso sobre los planes económicos y sociales, J. Kerry habría ganado las elecciones presidenciales si hubiera asegurado la victoria en el Estado de Ohio. Hace poco tiempo aún, este estado norteamericano poseía la más grande concentración de actividad industrial por habitante de los EUA, por el contrario, al curso de los últimos años la desindustrialización cada vez más rápida y brutal ha dejado sin recursos y sin empleo a una gran parte de la población. A pesar de una movilización muy grande del electorado demócrata, Ohio ha finalmente votado mayoritariamente por el partido conservador, constituyéndose verdaderamente en un microcosmos electoral diferente de lo que ha pasado a nivel nacional. La carta electoral de esas elecciones en los EUA muestran una vasta extensión dominada por el voto republicano, y algunas zonas demócratas reagrupadas sobre las franjas litorales del Atlántico y del Pacífico, en las grandes ciudades portuarias como Nueva York, Boston, Baltimore y San Francisco. En lo que es nombrada “La América Profunda”, los llamados de J. Kerry a votar por el partido demócrata no han encontrado eco favorable. Como lo afirman los propios comentaristas burgueses, los dos candidatos han mentido en sus campañas de una manera caricatural, sin que esto haya tenido ninguna incidencia sobre la movilización electoral relativamente más fuerte que durante el escrutinio presidencial precedente. Las motivaciones electorales de una mayoría de los electores norteamericanos se encontraron determinadas por factores que hacían llamado a todo, menos a la razón y a la lucidez. G. Bush se ha presentado como el defensor intransigente de la moral cristiana, de la fuerza y de la grandeza del pueblo americano. El New York Times revela que “numerosos norteamericanos afirman no haber votado en función de cuestiones políticas, sino en función de valores. Han votado por el que comparte su creencia y su modo de vida. Las palabras que salen a colación regularmente en las encuestas realizadas en todo el país a los electores son de este tipo: fe, familia, integridad y confianza”. La “América Profunda”, los sectores rurales sumidos por los efectos de la crisis en una miseria creciente y en la desmoralización, en ausencia total de perspectiva han sido particularmente permeables a estos temas místicos, permitiendo satanizar al extranjero (al musulmán fanático) como el responsable de todos los males. Además, la mediocridad del conjunto de la campaña electoral, la ausencia de luchas de envergadura del proletariado, y la falta de una alternativa visible de frente a la descomposición de la sociedad, ha llevado al repliegue sobre sí o sobre la comunidad. La irracionalidad, producto del miedo y de la impotencia, ha dominado esas elecciones.
El debilitamiento de la coherencia del conjunto de la burguesía norteamericana a fin de defender de mejor manera el interés nacional se ha expresado igualmente en el contenido programático electoral del candidato demócrata: “A todo lo largo de la campaña, los electores no han sabido por qué se presentaba J. Kerry. Ellos querían conocer la forma en que veía al mundo y jamás lo dijo”. (New York Times). “Los republicanos han utilizado el argumento que Kerry sería un presidente muy indeciso para proteger al país”, estima Los Angeles Times. Si J. Kerry no ha expresado una visión del mundo diferente de la tristemente achacada a la persona de G. Bush, es que simplemente J. Kerry y los demócratas no la tenían. Sobre la cuestión iraquí, que es actualmente la más espectacularmente dramática, planteaban lo mismo: el reforzamiento ineluctable del imperialismo norteamericano en el lodazal iraquí. La ausencia de toda solución alternativa a la huída guerrera, han hecho necesariamente imposible al candidato demócrata proponer otra política diferente a la de Bush. Le era igualmente imposible, en efecto, prever un retiro de las fuerzas armadas norteamericanas en Irak, así como de atraer a las potencias rivales, como Francia o Alemania, a ese lodazal aún a través de la ONU. Aún si una mayoría de la burguesía norteamericana había escogido apoyar al candidato Kerry, lo que se traducía, entre otras cosas, en ataques contra Bush provenientes del propio partido republicano, tal ausencia total de una política alternativa real no podía más que dejar el camino libre a la montaña de los reflejos más arcaicos y abrir así la vía a la victoria de G. Bush.
Como lo dijimos en RM 83, la elección de uno u otro candidato no constituía el mayor reto para la burguesía americana. Sin embargo, el hecho que el candidato de su elección no haya sido electo a causa de una dificultad para canalizar a esta parte del electorado particularmente permeable a los temas más arcaicos y obscurantistas, constituye una expresión del debilitamiento de la potencia norteamericana. En efecto, el impasse frente al cual está confrontado el liderazgo norteamericano sobre la escena mundial lleva a una cierta dificultad de la burguesía de esta región para controlar su juego político.
De frente a la política imperialista de los EUA que no puede de todas maneras expresar y desarrollar sino una dirección militar y guerrera, la permanencia del equipo Bush por los cuatro años que vienen prevé una evolución de la situación mundial aún más dramática y bárbara. De frente a esta realidad, las fuerzas imperialistas opositoras a EUA (principalmente Francia y Alemania), seguirán refugiándose detrás de la campaña antinorteamericana que será orquestada cada vez con mayor amplitud. Pero la clase trabajadora no tiene nada que esperar de las elecciones burguesas en los Estados Unidos como no tiene nada que esperar en las elecciones de ningún país del mundo. Por el contrario tiene que tomar conciencia que el capitalismo se hunde aún más en el caos y en la barbarie.
Tino / 18 de noviembre