Enviado por Revolucion Mundial el
El “triunfo de los capitalistas rojos” y el “boom de la economía China”, serían, por tanto, los portadores de una nueva fase de expansión gloriosa del capitalismo.
Un crecimiento insolente
El crecimiento del PIB chino detenta sin duda nuevos récords: 7.8% en 2002, 9.1% en 2003 y pronósticos de crecimiento de dos cifras para 2004. Desde su entrada en la OMC en 2001 cuando el comercio mundial estaba en una baja pronunciada, los intercambios entre China y el resto de Asia tuvieron un fuerte aumento y en 2003, mientras que los intercambios mundiales no aumentaron de 4.5%, Asia vio elevar sus cifras de 10 a 12% con las de China que explotaron literalmente hasta el 40 % en sus importaciones y hasta el 35% en sus exportaciones. Entre 1998 y 2003, las exportaciones han aumentado 122%, la producción de automóviles 172%, la producción de “alta tecnología” 363%. En 2003, China se convirtió en la primera zona de inversiones internacionales con 53.5 mil millones de dólares, adelante aún de los propios Estados Unidos, y reina la especulación financiera más loca de su especie. En dos años, el Imperio del Centro ha adquirido el estatus de locomotora de la economía mundial. Algunos economistas proyectan que habrá sobrepasado a Japón en 15 años y a los Estados Unidos en 45 años. Su PIB equivale desde ahora al de Francia o de Gran Bretaña.
Japón, Estados Unidos y Europa se disputan los productos “made in China” y las nuevas regiones industriales chinas que se reproducen como hongos atraen a las inversiones como imanes. La Unión Europea planea de esta forma reforzar sus relaciones con China y hacer próximamente su primera asociación comercial. La burguesía del otro lado del Atlántico invierte de forma masiva y progresiva en el país aportando un apoyo activo y potente al desarrollo de la economía China tras haberla impulsado fuertemente hasta encontrarse en una situación de competencia desfavorable de frente al Estado Chino. En 2003, como resultado de la invasión del mercado americano por los productos chinos, el déficit comercial americano de frente a Pekín alcanzaba 130 mil millones de dólares.
Construir sobre arena
He aquí una imagen idílica: un crecimiento insolente que juega con las crisis, la de 1997 en el Sudeste Asiático y la del estallido de la burbuja financiera de la “nueva economía” en 2001, fecha de la entrada de China en la OMC.
Esta entrada en la OMC no constituye, de hecho, una verdadera ruptura para la economía China, sino una etapa de su política de liberalización comercial abierta a finales de 1970. Al principio, ésta ha favorecido las industrias exportadoras y ha protegido a otras –del automóvil, alimentaria, de bienes de consumo industrial. Más tarde, en el curso de los diez últimos años, China ha puesto en marcha un régimen arancelario preferencial apuntando al desarrollo de industrias de exportaciones concentradas en el litoral marítimo.
Sin embargo, a pesar de la exhibición de las fortunas que se hacen hoy en el último gran bastión del supuesto “comunismo”, las fuerzas destructoras del capitalismo en crisis están en marcha. Los propios expertos burgueses se hacen claramente la pregunta: “¿Hasta cuándo va a durar esto?” y han llamado a enlentecer las inversiones constatando casi con “alivio” que éstas en capital fijo no han aumentado más que a 18% en ritmo anual en el mes de mayo (contra 43% en el 1er trimestre). La inflación es galopante, signo de este “sobrecalentamiento” que tanto temen los economistas. En abril este último era oficialmente de 3.8% pero en realidad más del 7%, según los analistas que conocen bien el flujo de las estadísticas chinas. En el rubro de los productos alimentarios era de 10%. Pero es el mercado de materias primas con la rapidez y la avidez de la demanda industrial, lo que ha conocido una violenta oscilación y el aumento más brutal jamás visto desde hace treinta años. El acero, el aluminio, el zinc, el algodón y sobre todo el petróleo están a la alza alimentando una burbuja especulativa ya incontrolable y explosiva.
El propio Estado Chino se esfuerza en limitar la progresión del crecimiento y ha intentado reaccionar congelando los créditos y ordenando el bloqueo de los precios de consumo que se contraen actualmente a un ritmo superior a 1% mensual. Está, de esta manera satisfecho de poder limitar el crecimiento a 15.5% para el mes de julio.
Sin embargo, los peligros que acechan son innumerables. La burbuja inmobiliaria continúa por ejemplo causando sudores fríos a las autoridades chinas; el sector bancario está en realidad en estado de semi quiebra con al menos 50% de créditos dudosos. 60% de las inversiones no provienen del ciclo de producción mismo sino de capitales reciclados en Hong Kong o en los paraísos fiscales, es decir, de la propia especulación financiera o del lavado de dinero. Las ganancias astronómicas que se realizan hoy en China no son en realidad más que el resultado de una especulación desenfrenada que atraviesa China y el mundo y no provienen de la venta real de mercancías y de la valorización del capital productivo. Las mercancías que inundan el mercado mundial se van a quedar cada vez más sin compradores, a pesar de los precios bajos a los que son ofrecidos. También, la perspectiva real es la de nuevas agravaciones de la crisis histórica del capitalismo. Lo que pasa en China no tiene nada que ver con un desarrollo de las fuerzas productivas como lo fue en el siglo XIX. Mientras que en este periodo las fases de crecimiento contenían la promesa de un desarrollo siempre más impetuoso de las fuerzas productivas, hoy representan la certeza de contradicciones agravadas por el sistema.
La miseria agravada de la población y de la clase obrera en China
Lo que sufre la población china es sorprendente. El 20% de los más pobres del país reciben menos del 6% del presupuesto, contra más del 8% en India y 9% en Indonesia, país reconocido por su extrema pobreza.
En la famosa Delta de Perles, en la provincia de Guangdong entre Shenzen y Cantón, región de arrozales transformado en diez años en primer centro manufacturero del planeta, los salarios, por tanto considerados entre los mejores de China, ascienden a 100 euros por mes ¡y los obreros no tienen más que 9 días de vacaciones por año!
En lo que respecta al despido, éste se ha hecho masivo en China. Oficialmente, de 4.7%, ha aumentado hasta el 35% en ciertas regiones como el Liaoning. A finales de 2003, se contaban 27 millones de proletarios despedidos por las empresas del Estado que están en quiebra total. Millones de empleos han sido suprimidos en el campo donde las revueltas se multiplican y están sometidos a garrotazos. En resumen, son más de 150 millones de campesinos migrantes que se amontonan en ciudades perdidas próximas a los centros urbanos del Este de China en búsqueda de un trabajo que la mayoría de ellos nunca encontrará.
El sistema educativo se ha dejado totalmente en el abandono y las condiciones sanitarias son terribles. Sin seguro médico, con hospitales que hacen prevalecer el régimen de servicios pagados para poder seguir en actividad, se anuncia una verdadera catástrofe. Las hepatitis B y C afectan a más de 200 millones de Chinos; de uno a dos millones de entre ellos son sero positivos y de aquí a seis años se prevé que lo serán 15 millones. 550 millones de personas están infectadas de tuberculosis con un promedio de 200 000 decesos por año.
A nivel alimentario el caos de la política económica delirante del estado chino hace bajar peligrosamente las reservas de cereal y desorganiza totalmente la agricultura mientras que los campos se secan. La utilización intensiva de pesticidas amenaza 80 millones de hectáreas (más de 130 millones cultivables) con la desertificación. Todo esto no puede más que favorecer futuras penurias con consecuencias catastróficas.
El ambiente está contaminado por la combustión desenfrenada de carbón así como por la construcción de presas gigantescas para responder a una demanda de electricidad cada día creciente. Así, China es desde hoy el segundo productor de gas causante del efecto invernadero en el planeta. La contaminación urbana es una calamidad: 16 ciudades chinas figuran entre las 20 más contaminadas de la Tierra.
También es un verdadero desastre el que se desarrolla en China. Ese desastre no significará un nuevo relanzamiento del sistema hacia un largo periodo de desarrollo de fuerzas productivas, por el contrario, es el anunciador de un nuevo hundimiento económico. Desde la entrada del capitalismo en su crisis abierta, la burguesía nos ha vendido desde el principio el modelo de Brasil y después de Argentina, pero igualmente de los “países industrializados” de Asia, recientemente nos ha hecho mirar el milagro de la “nueva economía” parida por el internet. El derrumbe de los dragones chinos no tardará en mostrar que al reverso de esos milagros está la sombría realidad de un capitalismo en plena quiebra.
ES / 15 de septiembre de 2004.