Enviado por Revolucion Mundial el
Nuevo gobierno
La burguesía renueva su equipo para reforzar la explotación de los trabajadores
En las urnas como en Las Vegas, sólo se puede perder. No importa si se juega por ingenuidad o ludopatía, en el casino, “la casa” siempre gana. De eso se tratan las elecciones, en eso consiste la trampa democrática: en un juego truqueado donde el proletariado siempre pierde y “la casa”, es decir, la burguesía, siempre gana.
Hoy, después de una enconada batalla entre facciones burguesas, “movilizaciones ciudadanas” e ilusiones democráticas, se ha designado a los “funcionarios públicos” que pondrán el rostro mientras la burguesía en su conjunto, ayer como hoy, continúa sangrando y crucificando al proletariado. Los resultados “favorecen” en cada caso a tal o cual partido generando molestia en las facciones con candidatos “no favorecidos”. Pero esto forma parte del guión burgués pues todos ellos reconocen que “en democracia hoy se gana y mañana se pierde”. Así, el actual presidente Felipe Calderón del PAN, anunció con una sonrisa en el rostro que su gobierno colaborará y dará su respaldo al virtual presidente de México, Enrique Peña Nieto, del PRI; mientras López Obrador “el candidato de las izquierdas” y los suyos, se retuercen en la amargura cuales babosas entre la sal.
Desde el punto de vista de la burguesía y su Estado e independientemente de los resultados electorales, la mistificadora campaña democrática ha sido excelente, con una “participación ciudadana” masiva. Y efectivamente, las cifras parecen darles toda la razón pues en esta ocasión el abstencionismo ha sido uno de los más bajos en la historia reciente. 49 millones de ciudadanos, en su mayoría trabajadores, tacharon y metieron un papelucho en unas cajas con la ilusión de que sus miserables vidas cambiarían en algo con los resultados sin darse cuenta de que los resultados son “lo de menos” pues el propio mecanismo de las urnas, quede quien quede, es una trampa.
La democracia es una trampa… ¿con qué finalidad?
Una trampa que se renueva en virtud de las promesas e ilusiones fomentadas por la burguesía gracias a la coacción y al infame aprovechamiento del hambre que carcome a amplios sectores de la población, por un lado. Por el otro, una trampa promovida a través de argumentos ideológicos cifrados en “el compromiso ciudadano”. Así, por todos lados, llovieron alicientes para hacer de estas elecciones “una fiesta ciudadana”. Unos votaron porque las tripas se les calmaron un poco con el kilo de frijol que les dieron, otros porque creyeron en las promesas de futura bonanza económica, sea porque “el cambio verdadero” estaba “por venir” o porque “el PRI sí sabe gobernar” y el salario “volverá a alcanzar”. Otros votaron porque simplemente se tragaron el cuento de que ejercer su derecho ciudadano “sirve” de algo a condición de que dicho voto sea “libre, razonado e informado”.
Peña Nieto ganó de la misma forma que hubiera ganado López Obrador o cualquier otro: con montañas de kilos de tortilla y aluviones de promesas falsas de “mejores días futuros” que nunca vendrán. Y no vendrán no sólo porque “los políticos mienten” sino porque es imposible que el capitalismo agonizante nos brinde otra cosa que más miseria y más explotación. Así, la triste realidad será con Peña y hubiera sido con AMLO o cualquier otro –en contraste con las dispendiosas campañas plagadas de excesos y dinero a raudales–, la de mayores ataques y degradación de nuestras condiciones de vida. Ganó Peña Nieto y con ese resultado tendrán que vivir los próximos 6 años no sólo los millones que votaron por otros fantoches sino todos aquéllos que se movilizaron abiertamente en contra de EPN a través del movimiento “#yo soy 132”. Éstos últimos temían y confirman sus recelos sobre “la imposición”, pero dichos temores se habrían visto confirmados si el ganador hubiera sido otro porque en el juego de las elecciones “la imposición” es el propio mecanismo electoral. El problema entonces no es que ganó EPN o el cómo ganó, pero la izquierda nos machacará que “la imposición” y “el fraude” no pueden aceptarse, que las movilizaciones que arrastraron a millones a las urnas, deben seguir.
Pero, ¿qué cambiaría si hubiera ganado AMLO o cualquier otro? Nada, no cambiaría nada porque dada la crisis del capitalismo, la agudización de los ataques contra las condiciones de vida de la clase trabajadora y de las demás clases y capas no explotadoras, no hará más que continuar. En el mundo entero, los gobiernos de las distintas naciones capitalistas se ven obligados a poner en marcha los mismos mecanismos para intentar frenar sus descalabros económicos impulsando medidas brutales de austeridad y reformas que permitan explotar más y mejor a la clase obrera. Una mirada “a vuelo de pájaro” sobre las naciones del mundo demuestra que los diversos gobiernos, sean del partido que sean, no hacen más que atacar al proletariado a través de las mismas brutales medidas. En México la situación es la misma y las reformas “estructurales” venideras que EPN impulsará para “modernizar al país” van en ese sentido; un sentido en absoluta continuidad con las medidas realizadas por el PAN en contra de los trabajadores y en absoluta consonancia con las medidas propuestas a su vez por AMLO. Así, la próxima reforma laboral que se tiene que aplicar forzosamente ante la agudización de la crisis capitalista en la región, la aplicará EPN pero la hubiera tenido que aplicar AMLO o JVM de haber ganado.
Cada cierto tiempo el capitalismo, en México como en otras “naciones democráticas”, se viste de luces y propina a las clases no explotadoras de su región la negra gracia de elegir a sus verdugos. Cada cierto tiempo, la insulsa “masa de ciudadanos” se agolpa con mayor o menor entusiasmo a las urnas, desdibujando sus propios intereses en cuanto clases explotadas, para inmolarse ante el altar preferido de la burguesía, la democracia. Y la burguesía se sirve de esta farsa para reoxigenar su desfalleciente sistema y mantener al proletariado y a las demás clases no explotadoras, atadas de pies y manos, encerradas en la camisa de fuerza del “ciudadano responsable que vota”.
Después de esta “jornada ejemplar”, el único resultado que perdurará es el de la frustración entre aquéllos que creyeron que votando las cosas cambiarán. Por su parte, el conjunto del proletariado se verá sumido en una vorágine de duros golpes a sus condiciones de vida que de todos modos le serían propinados por quien hubiere ganado las elecciones. Pero los trabajadores cuando se arrancan el corsé de ciudadano y luchan por los intereses que comparten con el resto de sus hermanos en el mundo, tienen en sus manos una perspectiva real de transformación social. Sólo una posibilidad real existe ante las condiciones de explotación y miseria presentes y no es la de los zombis que votan sino la de la lucha en nuestro propio terreno, ajeno a la mistificación ciudadana y lejos del juego democrático.
“Para defender sus intereses, el proletariado no debe aferrarse a las instituciones democráticas, ya que no son obra suya, sino de la burguesía. Ellas existen en la medida en que impiden al proletariado plantear sus reivindicaciones de clase y adquirir la conciencia política que le haga descubrir la necesidad de destruir el Estado burgués democrático” ([1]).
Opabinia, 3-07-2012
[1]) Declaración de principios de la Fracción Belga de la Izquierda Comunista. Octobre no 3, abril de 1938.