Enviado por Revolucion Mundial el
Morir a crédito
Si mentir fuera un pecado mortal, la burguesía
sería una clase en vía de extinción
Se ha de oírla gritar por todas partes, en cualquier sitio: por la tele, la radio,
en su prensa y sus revistas: "¡Ya está! Miren, allá, a lo lejos, ese puntito
luminoso, es la salida del túnel!". ¿Una prueba? El desempleo está bajando...
eso dicen. En EU y en Francia, la tasa de desempleo ha registrado estos meses
pasados su mayor retroceso desde que estalló la crisis del 2007. En Alemania,
ha alcanzado el nivel más bajo desde 1992! Y las grandes instituciones
internacionales expresan, también, un optimismo delirante. Según el FMI, el
crecimiento mundial en 2011 será de 4,4 %. El Banco asiático de desarrollo
prevé un crecimiento de 9,6 para China y de 8,2 para India. Alemania, Francia y
EU deberían respectivamente alcanzar tasas de 2,5, 1,6 y 2,8. Hasta el FMI se
atreve a pronosticar, a pesar del sismo y de la catástrofe nuclear, ¡un
crecimiento de 1,7 para Japón!
Argumento decisivo a favor de la vuelta de la buena coyuntura, las bolsas suben, suben...
¿Entonces? ¿Esa famosa lucecita al fondo del túnel anuncia realmente una resurrección
eminente? ¿No sería más bien una alucinación clásica de un ser agonizante?
¡Miseria, miseria!
Las cosas irían mejorándose en EU. Desvanecido el espectro del crac de
1929. Imposible cruzar las interminables filas de desempleados esperando
delante de las oficinas de empleo, como en los tiempos de pesadilla de los años
30. Sin embargo... A finales de marzo, los restaurantes McDonalds anunciaron un
reclutamiento excepcional de "50.000 "jobs" en un solo día". Ese día, el 19 de
abril, ¡tres millones de personas estaban esperando delante de las puertas
de los restaurantes!
El estallido de la miseria en la primera potencia mundial evidencia el
nivel de delicuescencia de la economía internacional. Por todos los confines
del mundo, las condiciones de vida se vuelven cada día más inhumanas. Según las
estimaciones del Banco Mundial, mil doscientos millones de individuos ya están
viviendo por debajo del nivel de pobreza (1,25 dólar por día), y el porvenir se
anuncia aún más oscuro. Para una parte siempre más amplia de la humanidad, la
vuelta de la inflación significará una dificultad mayor para tener un techo o
simplemente alimentarse. Un nuevo capítulo de la crisis histórica del
capitalismo se abre ante nuestros ojos
Desde el verano del 2007 y el estallido de la burbuja dicha de los
"subprimes" en EU, la crisis mundial va agravándose irremediablemente, con un
rumbo siempre más frenético, sin que la burguesía descubra ni la sombra de una
solución. Peor aun, sus intentos desesperados para encauzar el mal que
corroe su sistema lo que hacen es preparar nuevas agravaciones. La historia
económica de estos últimos anos parece ser una especie de espiral infernal, un
torbellino que lo aspira todo hacia el fondo. Y son en los últimos cuarenta
años que se ha ido preparando ese drama.
Desde finales de los 60 al famoso verano del 2007, la economía mundial
no ha podido sobrevivir sino recurriendo sistemáticamente al endeudamiento.
¿Por qué?
El capitalismo produce más mercancías que las que puede absorber su
mercado. De esa manera puede vender sus mercancías con beneficio. Pero la
pregunta es: ¿a quién?
Claro está que los obreros compran esas mercancías... siempre que no
rebasen la capacidad de sus sueldos. O sea, que buena parte de éstas sigue aun
sin venderse, precisamente la parte que no ha sido pagada a los obreros cuando
la produjeron, y que contiene un valor añadido (una plusvalía) que para el
Capital tiene el poder mágico de generar ganancia.
También los capitalistas consumen... y en general no sufren mucha
miseria. Pero no pueden comprar todas las mercancías que contienen la
plusvalía. No tendría sentido. El Capital no puede comprar sus propias
mercancías para realizar su ganancia; sería como sacar dinero de su bolsillo
izquierdo para ponerlo en el derecho. Como lo sabe cualquier pobre, nadie se
puede enriquecer así.
Para acumular, desarrollarse, el Capital debe entonces encontrar
compradores que no sean ni los obreros ni los capitalistas. O sea que ha
imperativamente de encontrar cauces fuera de su sistema, so pena de ser
ahogados con mercancías invendibles que atascan el mercado y que producen un
nuevo tipo de crisis que no se conocía en la historia anterior: la crisis de
sobreproducción.
Esta contradicción interna (la tendencia natural a la sobreproducción
y la obligación de ir encontrando permanentemente cauces exteriores) también es
una de las raíces del increíble dinamismo de ese sistema. El capitalismo ha
debido realizar comercio con todas las esferas económicas sin excepción: las
antiguas clases dominantes, los campesinos y artesanos del mundo entero. La
historia de finales del siglo xviii y de todo el xix ¡es la de la
colonización, de la conquista del planeta por el capitalismo! La burguesía
estaba entonces hambrienta de nuevos territorios en los que obligaba a la
población, por cualquier modo, a comprar sus mercancías. Pero al hacerlo,
también transformaba sus economías arcaicas, integrándolas poco a poco a su
sistema. Las colonias, lentamente, también se integraban al capitalismo y
producían según las leyes de ese sistema. No solo sus economías eran entonces
siempre menos capaces de ser cauces para las mercancías europeas y de EU, sino
que ellas también empezaban a generar a su vez una sobreproducción. Para
desarrollarse, el Capital estaba entonces condenado a descubrir nuevos
territorios, siempre y siempre más.
Esta historia hubiera podido ser interminable si nuestro planeta no
fuera una bolita redonda; para su desgracia, el Capital le dio la vuelta en 150
años. A principios del siglo xx,
todos los territorios están conquistados, las grandes naciones históricas del
capitalismo se han repartido el mundo. Desde entonces, ya no se trata para
ellas de nuevas conquistas sino de tomar, por la fuerza armada, los territorios
que dominan las demás naciones concurrentes. Alemania, la menos rica en
colonias, se mostrará por ello ser la nación más agresiva, desencadenando la Primera
Guerra Mundial, por esa necesidad que formulará explícitamente Hitler en su
marcha hacia la Segunda Guerra Mundial: "exportar o morir".
Desde ese momento, tras 150 años de expansión, el capitalismo se
vuelve un sistema decadente. El horror de las dos guerras mundiales y la Gran
Depresión de los años 30 lo prueban dramáticamente.
Sin embargo, aun tras haber destruido durante los años cincuenta los
pocos mercados extracapitalistas que aun sobrevivían (como el campesinado en
Italia y España, obligados a la emigración), el capitalismo no se ha hundido en
una crisis mortal de sobreproducción. ¿Por qué? Ahora volvemos a nuestra idea
inicial que debíamos demostrar: si "el capitalismo produce más mercancías
que las que puede absorber su mercado", ha sabido crear un mercado
artificial; desde finales de los 60 al famoso verano del 2007, la economía
mundial no ha podido sobrevivir sino recurriendo sistemáticamente al
endeudamiento.
Estos últimos cuarenta años se pueden resumir a una serie de
recesiones y relanzamientos financiados a golpe de crédito. El Capital ha
recurrido siempre más masivamente al endeudamiento en cada crisis abierta. Y
ahí no se trata de apoyar el "consumo de las familias" a través de ayudas
estatales... no, sino a los Estados que se han endeudado para mantener
artificialmente la competitividad de sus economías cara a las demás naciones
(financiando directamente una inversión infra-estructural, prestando a los
bancos con tasas bajísimas para que puedan a su vez prestar a las empresas y a
las familias...). En breve, abriendo de par en par las compuertas del
crédito, el dinero ha corrido a mares y, poco a poco, todos los sectores de la
economía se han colocado en situación clásica de sobre-endeudamiento: cada día,
siempre mas deudas deben contraerse para... rembolsar las deudas de ayer.
Esa dinámica conduce obligatoriamente a un callejón sin salida.
En ese sentido, el verano 2007 abrió un nuevo capítulo en la historia de la decadencia
capitalista. Se fue acabando la capacidad de la burguesía para frenar el
desarrollo de la crisis recurriendo siempre más masivamente al crédito. Hoy en
día, las sacudidas suceden a las sacudidas sin que entre ellas haya respiros o
verdaderos relanzamientos. Se ha vuelto patente la impotencia de la burguesía
para encarar la nueva situación. En 2007, con el estallido de la burbuja de las
"subprimes" y en 2008 con la quiebra del gigante bancario Lehamn Brothers,
todos los Estados del mundo solo han sido capaces de una cosa: reflotar el
sector de las finanzas dejando estallar literalmente la deuda pública. El
problema, es que no se trataba de un "empujoncito" puntual: desde el 2007, la
economía mundial, los bancos y las bolsas ya no sobreviven sino por la
transfusión permanente de dinero publico resultante de nuevas deudas o, más
directamente, de la máquina de hacer billetes. La economía mundial es un pozo
sin fondo o más bien una especie de hoyo negro; absorbe cantidades de
dinero-deuda siempre más astronómicas.
¿El porvenir? ¡Inflación y recesión!
Sin embargo, seria falso afirmar que las inmensas cantidades de dinero
inyectadas hoy por todos los Estados del planeta no tienen ningún efecto. A
doble título. El sistema se hundiría literalmente sin ellas. Pero hay otra
consecuencia: el aumento sin precedentes de la masa monetaria mundial,
particularmente en dólares, está corroyendo el sistema, teniendo en él efecto de
un veneno. El capitalismo se ha vuelto un enfermo agonizante dependiendo de
su suministro de morfina; sin ella se muere, pero cada inyección lo roe un poco
más: si las inyecciones de deudas de los años 1967-2007 permitieron sobrevivir
a la economía, hoy en día las dosis necesarias lo conducen a la muerte.
Concretamente, al hacer funcionar la máquina de hacer billetes, los
bancos centrales producen conscientemente lo que los economistas llaman "papel
mojado". Cuando crece la masa monetaria más rápido que la actividad real, ella
pierde valor. En consecuencia aumentan los precios, es la inflación ([1]). Los EU son evidentemente en este momento los campeones de toda
categoría. Saben que su moneda es el pilar de la estabilidad económica desde
finales de la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, nadie todavía puede
prescindir del dólar. Por ello son ellos quienes pueden desde el 2007 crear la
mayor cantidad de moneda para apoyar a su economía. Si el dólar no se ha
hundido, es porque China, Japón, etc., fueron obligados a su pesar a comprar
dólares. Pero este equilibrio precario también comienza a acabarse. Y sobre
todo, la inflación empieza a desarrollarse de forma importante en EU (entre 2 y
10 % según las fuentes, siendo probablemente la más alta la más realista,
la que de todos modos es resentida por los obreros cuando hacen sus
compras...).
Ahí se trata de una tendencia fundamental, la inflación está ganando
progresivamente a todos los países. Existe por cierto una desconfianza
creciente de los capitalistas con respecto a cualquier moneda. Las convulsiones
venideras, las quiebras probables de grandes empresas, de bancos, incluso de
Estados, plantean una inmensa interrogante sobre el comportamiento del mercado
monetario internacional. La consecuencia es inmediata: el oro se dispara. Tras
una alza de 29 % en 2010, sus cursos baten record sobre record y acaban de
franquear por primera vez la barrera de los 1500 dólares. O sea cinco veces más
que hace diez años. El mismo fenómeno se observa con la plata, en su
punto más álgido desde treinta y un años. La Universidad de Texas, que forma
economistas, colocó últimamente toda su tesorería (unos mil millones de
dólares) en oro. ¡Vemos aquí la confianza que tiene la gran burguesía norteamericana
en su propia moneda! Y no se trata más que de un epifenómeno. Los mismos
bancos centrales han comprado más metal amarillo en 2010 que lo que han
vendido, por primera vez desde 1988. No se trata sino del último párrafo del
acto de entierro de los acuerdos de Bretton Woods (no oficialmente sino en
hechos) que establecieron un sistema monetario internacional apoyado en la
estabilidad del dólar tras la Segunda Guerra Mundial.
Evidentemente, la burguesía es consciente del peligro. Incapaz de cerrar las compuertas del
crédito como de parar las rotativas de la máquina de hacer billetes, intenta
limitar los desgastes y reducir el endeudamiento imponiendo planes draconianos
a la clase obrera. Casi por todos lados, los sueldos tanto del privado como del
público ya están congelados o amputados, las ayudas sociales y de salud se hunden...
en otros términos, la miseria se desarrolla. En EU, Obama anunció que quería
reducir el déficit norteamericano de 4 mil billones de dólares en doce años.
¡Los sacrificios que serán impuestos a la población son inimaginables! Pero
claro está, esa tampoco será la solución. En Grecia, Portugal, Irlanda,
España..., los planes de rigor se suceden y los déficits siguen
profundizándose. El único efecto de esa política es el de hundir aún más la
economía en la recesión. Solo queda una solución a esa dinámica: tras la
quiebra de las familias norteamericanas en 2007, de los bancos en 2008, ahora
es inevitablemente la hora de los Estados dirigirse hacia la quiebra. No hay
que hacerse ilusiones, la incapacidad de pago de países como Grecia anuncia el
porvenir no lejano. Hasta estados norteamericanos como el de California están
expuestos.
Es imposible fijar plazos, saber precisamente dónde y cuándo la economía mundial va a
padecer un nuevo crack. ¿Será la catástrofe que toco a Japón (y que hizo
hundirse la producción de más de un 15 % en marzo) que servirá de
detonador? ¿Será la desestabilización en Oriente Medio? ¿Será el hundimiento
del dólar o la quiebra de Grecia o España? Nadie puede preverlo. Una cosa es
cierta: nos espera una serie de recesiones de una brutalidad impresionante.
Tras el lento desarrollo de la crisis económica mundial desde el 67 hasta el
2007, hoy entramos en una nueva fase de la decadencia del capitalismo
caracterizada por convulsiones incesantes del sistema y el estallido de la
miseria.
Pawel, 30 de abril del 2011
[1]) Los lectores quisquillosos dirán: "pero esta masa monetaria aumentó desmedidamente en los
años 1990-2000 sin producir efecto inflacionista". Tendrán razón y se
explica sencillamente: la saturación del mercado real llevo los capitales a
huir hacia la economía virtual (las bolsas). Dicho de otra forma, al aumentar
la masa monetaria ante todo en la esfera financiera, no fueron los precios de
la mercancía los que aumentaron sino los de las acciones. Pero esta
especulación, tan loca y desconectada sea de la realidad, reposa de todos
modos, in fine, sobre las empresas que producen valor. Cuando éstas son
masivamente amenazadas por la quiebra (en particular los bancos), ese
jueguecito de casino empieza a oler a quemado. Eso fue lo que ocurrió en 2008,
el crac, y lo que va a ocurrir en un provenir cercano. Por ello los
investigadores se echan actualmente sobre el oro y los productos alimenticios,
buscando "valores refugios". Más lejos en el artículo volvemos sobre ese tema.