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Entre 1855 y 1914, el proletariado que surgía en la colonia de AOF (África Occidental Francesa) hacía el aprendizaje de la lucha de clases intentando agruparse y organizarse con el fin de defenderse de sus explotadores capitalistas. En efecto, a pesar de su extrema debilidad numérica, pudo demostrar su voluntad de luchar y tomar conciencia de su fuerza como clase explotada. Por otra parte, el desarrollo de las fuerzas productivas en la colonia en vísperas de la Primera Guerra Mundial era suficiente para dar lugar a un choque frontal entre la burguesía y la clase obrera.
Huelga general y motín en Dakar en 1914
El descontento y la inquietud de la población iban acumulándose desde hacía más de un año, aunque a principios de 1914 aún no lograba expresarse en huelgas y manifestaciones, pero en mayo se desbordó el vaso de la rabia conduciendo a la clase obrera a desencadenar una huelga general insurreccional.
Esta huelga fue, ante todo, una respuesta de la población de Dakar a las enormes provocaciones del poder colonial cuando las elecciones legislativas de mayo, cuando el “comercio gordo” ([1]) y el alcalde de la ciudad amenazaron con cortar el agua y la electricidad a todos aquellos que querían votar por el candidato autóctono (un tal Blaise Diagne, del que ya hablaremos). Por casualidad estalló en aquel momento una epidemia de peste y el alcalde de Dakar (el colono Masson), para evitar que se propagase a los barrios residenciales (en los que vivían los europeos) decretó de buenas a primeras la quema de todas las viviendas sospechosas de estar infectadas, que evidentemente pertenecían a la población local.
Esto no hizo sino encender la mecha, desencadenando la huelga general y un motín contra los métodos criminales de las autoridades coloniales. Un grupo de jóvenes, llamado “Juventudes senegalesas” llamo al boicot económico, llenando las calles de Dakar con carteles que decían: “¡Matemos de hambre a los que nos matan de hambre!”, retomando así la consigna del candidato y futuro diputado negro.
Por su parte, y disimulando mal su inquietud, el “comercio gordo” lanzó una violenta campaña de disuasión contra los huelguistas a través del periódico El AOF, diciendo:
“He aquí nuestros estibadores, carreteros y demás mano de obra privados de sus salarios (…) ¿Con qué van a comer? (…) sus huelgas, las que afectarían la vida del puerto, dificultarán más la vida de los desgraciados que la de los afortunados: paralizarían el desarrollo de Dakar desalentando a quienes podrían venir a instalarse” ([2]).
Pero no hubo nada que hacer, nada pudo impedir la huelga. Por el contrario, ésta se extendió al resto de sectores, especialmente a los sectores clave de la economía de la colonia, o sea el puerto y el ferrocarril, afectando también al comercio y los servicios, empleados públicos y del sector privado. Las memorias secretas del Gobernador de la colonia, Williams Ponty, dan buena cuenta de sus consecuencias:
“La huelga (añadía el Gobernador general), por la abstención fomentada desde bajo, estaba perfectamente organizada y fue un gran éxito. Fue (…) la primera manifestación de este tipo que se ha podido ver tan unánime en estas regiones” (Thiam, idem).
La huelga duró 5 días (del 20 al 25 de mayo) y sus autores terminaron acorralando a las autoridades coloniales que tuvieron que apagar el incendio que ellas mismas habían provocado. En efecto, ¡qué huelga ejemplar! He aquí una lucha que supuso un giro esencial en la confrontación entre la burguesía y la clase obrera del AOF. Era la primera vez que una huelga se generalizaba más allá de las categorías profesionales, reuniendo a los obreros y la población de Dakar y su región en un mismo combate contra el poder dominante. Claramente, fue una lucha que modificó bruscamente la relación de fuerzas en favor de los oprimidos, de ahí la decisión del mismísimo Gobernador (con el aval de París) de ceder a las pretensiones de los huelguistas:
“Cese de los incendios de cabañas, devolución de los cadáveres a sus familias, reconstrucción de los edificios destruidos con materiales duros, desaparición total en el conjunto de la ciudad de las chabolas de paja y otros materiales blandos y su sustitución por inmuebles de cemento, viviendas a buen precio” (Thiam, ídem).
Sin embargo, este Gobernador no dice nada sobre el número de víctimas quemadas dentro de sus propias casas o acribillados por las balas de las fuerzas del orden. A lo sumo, las autoridades locales de la colonia únicamente hacen mención de “la restitución de los cadáveres”, pero no dicen ni pío sobre las condiciones de las matanzas o su amplitud.
Pero a pesar de la censura sobre los actos y palabras de la clase obrera de aquel período, es lícito pensar que los obreros no quedaron pasivos viendo como quemaban sus casas y las de sus vecinos, y que sin duda libraron una encarnizada batalla. La clase obrera, aunque muy minoritaria, fue sin duda un elemento decisivo en los enfrentamientos que doblegaron a las fuerzas del capital colonial. Pero, sobre todo, la huelga tenía un carácter muy político:
“Ciertamente se trataba de una huelga económica, pero también política, una huelga de protesta, una huelga de sanción, una huelga de represalias, decidida y aplicada por toda la población del Cabo Verde (…). Su huelga tenía pues un carácter claramente político, la reacción de las autoridades también lo tuvo (…) La administración estaba tan sorprendida como desarmada. Sorprendida porque nunca había tenido que hacer frente a una manifestación de este tipo y desarmada porque lo que tenía enfrente no era una organización sindical clásica con despachos, estatutos, sino un movimiento general de toda una población cuya dirección era invisible porque el mismo movimiento la había tomado a su cargo” (Thiam, ídem).
De acuerdo con la opinión de este autor, hay que concluir que se trataba de una huelga eminentemente política que expresaba un alto grado de conciencia proletaria. Fenómeno tanto más notable pues se situaba en un contexto poco favorable a la clase obrera, marcado en lo exterior por el ruido de botas y en lo interior por luchas de poder y arreglos de cuentas entre fracciones de la burguesía, a través de unas elecciones legislativas en las que –por primera vez en la historia– se jugaba la elección de un diputado del continente negro. Esa era la trampa mortal que la clase obrera supo volver contra la clase dominante, desencadenando la huelga victoriosa con la población.
1917/1918: movimientos de huelga que inquietaron seriamente a la burguesía
Como es sabido, el período de 1914/1916 se caracterizó en el mundo en general y en África en particular por un sentimiento de terror y abatimiento desencadenado por el estallido de la primera carnicería mundial. Es cierto que justo antes del comienzo de la guerra se había producido el formidable combate de clase en Dakar en 1914 ([3]) y también una dura huelga de mineros en Guinea en 1916; pero, en general, lo que dominaba era un estado de impotencia en la clase obrera al mismo tiempo que se deterioraban sus condiciones de vida en todos los planos. En efecto, fue necesario esperar a 1917 (¿pura casualidad?) para volver a ver nuevas expresiones consecuentes de lucha en la colonia:
“La acumulación de efectos de la inflación galopante, el bloqueo de salarios y todo tipo de molestias, por un lado ponen al desnudo la naturaleza de las estrechas relaciones de dependencia existentes entre la colonia y la metrópoli así como la imbricación de Senegal en el sistema capitalista mundial, y por otro habían causado una ruptura del equilibrio social y favorecido la afirmación de la conciencia y de la voluntad de lucha de los trabajadores. Los informes políticos señalan que desde 1917, cara a la situación de crisis, al marasmo de los negocios, a la fiscalización aplastante, a la pauperización de las masas, siempre más trabajadores, en situación de precariedad creciente, reivindican aumentos salariales” (Thiam, ídem).
Efectivamente, huelgas estallaron entre diciembre de 1917 y febrero de 1918 contra la miseria y la degradación de las condiciones de vida de la clase obrera, y esto a pesar de la instauración del estado de sitio en toda la colonia, acompañado de una censura implacable. Sin embargo, incluso con los pocos detalles sobre las causas y resultados de las huelgas de este tiempo, se puede ver a través de algunas notas confidenciales la existencia de verdaderas confrontaciones de clases. Así pues, en una nota del Gobernador William Ponty (a su ministerio) sobre el movimiento de huelga de los carboneros de la empresa italiana El Senegal, se puede leer:
“(…) Dado que se les dio satisfacción enseguida, el trabajo se reanudó al día siguiente (…)”.
O también:
“Una pequeña huelga de dos días también se produjo durante el trimestre en las obras de las empresas Bouquereau y Leblanc. Portugueses sustituyeron a la mayoría de los huelguistas” (Thiam, ídem).
Pero, sin que se pueda saber cuál fue la reacción de los obreros sustituidos por “esquiroles”, el Gobernador general indicaba sin embargo que: “Los obreros de todas las profesiones debían hacer huelga general el 1 de enero”. Más adelante, informa a su Ministro que albañiles distribuidos en una decena de obras se pusieron en huelga el 20 de febrero reivindicando un aumento de salario de 6 a 8 francos al día, y que “la satisfacción [de la pretensión] puso fin a la huelga”.
Como puede verse, entre 1917 y 1918, la combatividad obrera fue tal que las confrontaciones entre la burguesía y el proletariado desembocaron a menudo en victorias de éste, como certifican las citas de los distintos informes u observaciones secretas de las autoridades coloniales. Las luchas de los trabajadores en ese período no pueden comprenderse sin tener en cuenta el contexto histórico de la Revolución Rusa en particular y de Europa en general:
“La concentración de trabajadores asalariados en los puertos, los ferrocarriles, crea las condiciones para la aparición de las primeras manifestaciones del movimiento obrero. (…) Por fin, los sufrimientos de la guerra –esfuerzo de guerra, pruebas sufridas por los combatientes– crean la necesidad de una distensión, la esperanza de un cambio. Ahora bien, los ecos de la Revolución Rusa de octubre llegaron a África; había tropas senegalesas entre las unidades en Rumania que se negaron a ir contra los soviets; había marineros negros en las unidades navales amotinadas del Mediterráneo; algunos asistieron a los motines de 1917, vivieron o siguieron el desarrollo revolucionario de los años del final de la guerra y de los de posguerra en Francia” (Jean Suret-Canale, op. cit.).
Los ecos de la Revolución Rusa de octubre de 1917 llegaron hasta África, especialmente a la juventud que en gran parte había sido reclutada por el imperialismo francés y expedida como carne de cañón a Europa para la carnicería de 1914-18. En este contexto, se comprende mejor la pertinencia de las inquietudes de la burguesía francesa, sobre todo teniendo en cuenta que continuaba la ola de luchas.
1919: año de luchas y tentativas de constitución de organizaciones obreras
1919 fue un año de intensas luchas de los trabajadores y también de la aparición de múltiples estructuras asociativas de carácter profesional aunque la autoridad colonial seguía prohibiendo, en AOF, cualquier organización sindical y coalición de trabajadores superior a veinte personas. Sin embargo, muchos trabajadores tomaban la iniciativa de crear asociaciones profesionales (“peñas”) susceptibles de asumir la defensa de sus intereses. La prohibición se dirigía en especial a los trabajadores indígenas y correspondió por lo tanto a sus camaradas europeos, en este caso a los ferroviarios, la iniciativa de crear la primera “peña profesional” en 1918. Los ferroviarios ya estuvieron en el origen de un primer intento (público) en 1907.
Estas “peñas” profesionales fueron los jalones de las primeras organizaciones sindicales reconocidas en la colonia:
“(…) Poco a poco, saliendo del marco estrecho de la empresa, el proceso de coalición de los trabajadores progresaba, se emancipaba por cierto con bastante rapidez, pasando primero por la unión a nivel de ciudad como en San Luis o Dakar, luego reagrupando a nivel de la colonia a todos aquellos que sus obligaciones profesionales asociaban en las mismas servidumbres profesionales. Tenemos ejemplos en los maestros, carteros, mecanógrafas, trabajadores del comercio. (…) Así nacía el movimiento sindical, reforzando sus posiciones de clase. Ampliaba el campo y el marco de su acción, y disponía de unas fuerzas de asalto cuya activación podía ser particularmente eficaz contra el patrón. Así pues, el espíritu de solidaridad entre trabajadores tomaba cuerpo poco a poco. Hay incluso pruebas de que los elementos más avanzados estaban tomando conciencia de los límites del corporativismo y sentando las bases de una unión interprofesional de los trabajadores de un mismo sector en un marco geográfico mucho más amplio” (Thiam, op. cit.) ([4]).
En efecto, como sabremos más tarde por un informe policial sacado de los archivos, existía una Federación de las Asociaciones de los Funcionarios Coloniales del AOF.
Pero en cuanto tuvo conocimiento de la magnitud del peligro que representaba la aparición de los grupos obreros federados, el Gobernador pidió una investigación sobre las actividades de los sindicatos emergentes y encargó a su Secretario General eliminar esas organizaciones y a sus responsables:
“1) ver si es posible liquidar todos los indígenas destacados;
“2) saber en qué condiciones se les contrató;
“3) guardar a buen recaudo esta nota y devolvérmela personalmente con la información requerida” (Thiam, ídem).
¡Vaya vocabulario y cinismo se gasta ese Sr. Gobernador! Hizo lógicamente aplicar tal sucia “misión”, que efectivamente se concretó por despidos masivos y por la “caza al obrero” y de cualquier trabajador susceptible de pertenecer a una organización sindical o similar. La actitud del gobernador fue lisa y llanamente la de un capo de Estado policial en sus obras más criminales y, en ese sentido, también utilizó a fondo la segregación entre obreros europeos y obreros “indígenas” como se pone de manifiesto en este documento de archivo:
“Que las leyes civiles metropolitanas se extiendan a los ciudadanos habitantes de las colonias se concibe, puesto que se trata de miembros de una sociedad evolucionada o de originarios acostumbrados desde hace tiempo a nuestras costumbres y vida cívica; pero querer aplicarlas a razas que siguen estando en un estado próximo a la barbarie o, cuanto menos, totalmente ajenas a nuestra civilización, es a menudo imposible, cuando no es un deplorable error” (Thiam, ídem).
He aquí un Gobernador perfectamente despectivo aplicando una política de apartheid. De hecho, no contento con haber decidido liquidar a los obreros indígenas, se permite el lujo de justificar sus actos con teorías claramente racistas.
A pesar de esta criminal política anti-proletaria, la clase obrera de aquel entonces (obreros europeos y africanos) se negó a capitular y siguió luchando con más fuerza por la defensa de sus intereses de clase.
Huelga de los ferroviarios en abril de 1919
1919 fue un año de fuerte agitación social en el que varios sectores entraron en lucha con diversas reivindicaciones, tanto de carácter salarial como por el derecho a constituir organizaciones de defensa de sus intereses como trabajadores.
Los ferroviarios fueron los primeros en entrar en huelga, entre el 13 y el 15 de abril, empezando por dirigir una advertencia al patrono:
“El 8 de abril de 1919, apenas siete meses después del final de las hostilidades, estalló un movimiento reivindicativo en los servicios del ferrocarril Dakar-San Luis (DSL) a iniciativa de los trabajadores europeos e indígenas que mandaron un telegrama anónimo al Inspector general de obras públicas, en los siguientes términos: “los ferroviarios de Dakar-San Luis, de acuerdo unánimemente, presentan las siguientes reivindicaciones: aumento de sueldo para el personal europeo e indígena, aumento regular y consolidado de las indemnizaciones, mejora salarial y de las indemnizaciones por baja médica… dejarán de trabajar dentro de ciento veinte horas a partir de este día, es decir el 12 de abril, si no hay una respuesta favorable a todos los puntos. Firmado: Ferroviarios Dakar-San Luis”” (Thiam, ídem).
Con este tono particularmente firme y combativo, los obreros del ferrocarril anunciaron a sus patronos que si no atendían sus reivindicaciones irían a la huelga. Así mismo cabe destacar que la huelga tenía un carácter realmente unitario. Por primera vez, de manera consciente, europeos y africanos elaboraron juntos su lista de reivindicaciones. Aquí asistimos a una muestra de internacionalismo del que solo la clase obrera es auténticamente portadora. Fue un paso de gigante que pudieron hacer los ferroviarios esforzándose por superar las fronteras étnicas con que su enemigo de clase trata sistemáticamente de dividirlos para derrotarlos.
Reacción de las autoridades frente a las reivindicaciones de los ferroviarios
El Gobernador general, nada más al recibir el telegrama de los obreros, convocó a los miembros de su administración y a los jefes del ejército para requerir inmediatamente al conjunto del personal y de la administración de la línea del Dakar-San Luis, poniéndolo a las órdenes de la autoridad militar. Así puede verse en el decreto del Gobernador:
“La tropa empleará primero la culata de sus fusiles. A un ataque con armas blancas, responderá con las bayonetas (…) Será indispensable para las tropas abrir fuego si la seguridad del personal de la administración está en peligro así como la suya misma (…)”
Y la autoridad francesa concluye que las leyes y los reglamentos que regulan la actuación del ejército son inmediatamente aplicables.
Sin embargo, ni esa terrible decisión abiertamente represiva, ni el estruendo que las acompañó lograron impedir la huelga:
“A las 18 h 30, Lachère (jefe civil de la red ferroviaria) telegrafió al jefe de la Federación informándole que “trenes impares no han salido hoy; los trenes cuatro y seis sí, el dos se paró en Rufisque (…)” y pidiéndole instrucciones urgentes sobre cómo proceder con respecto a las reivindicaciones de los trabajadores. En realidad el tráfico ferroviario estaba casi completamente paralizado. Lo mismo ocurría en Dakar, San Luis o Rufisque. Toda la red estaba en huelga, tanto europeos como africanos (…); las detenciones hechas aquí o allá, los intentos de oponer a los trabajadores de una raza contra otra no funcionaron. El personal o se quedaba en las estaciones sin trabajar o sencillamente se iba. En Rufisque, el 15 de abril por la mañana, la huelga fue total. Ningún operador ni europeo ni africano estaba en su puesto. Por tanto se ordenó cerrar la estación. Allí estaba el centro del movimiento de huelga. Senegal jamás había vivido un movimiento de tal amplitud. Por primera vez, europeos y africanos protagonizaban juntos una huelga además hecha con éxito, y a escala territorial. Los medios económicos enloquecieron. Giraud, Presidente de la Cámara de Comercio, entró en contacto con los ferroviarios tratando de conciliar. La firma Maurel y PROM alertó a su dirección en Burdeos. La firma Maison Vieille dirigió a su sede en Marsella el siguiente telegrama alarmista: “Situación intolerable, actuad”. Giraud volvió a la carga dirigiéndose directamente al Presidente del Sindicato de defensa de los intereses senegaleses (patronal) en Burdeos, estigmatizando la dejadez de las autoridades” (Thiam, ídem).
Cundió el pánico entre los dirigentes de la administración colonial ante tales llamas de la lucha obrera. En efecto, a raíz de las presiones de los poderes económicos de la colonia tanto sobre sus sedes en las metrópolis como sobre el Gobierno central, las autoridades en París dieron luz verde para negociar con los huelguistas. Entonces el Gobernador general convocó a los representantes de los huelguistas (al segundo día de la huelga) con propuestas que iban en el sentido de sus reivindicaciones. Pero cuando el Gobernador expresó su deseo de entrevistarse con la delegación de los ferroviarios sólo compuesta de europeos, los obreros se negaron a acudir si no estuviesen presentes los delegados africanos en pie de igualdad de derechos con sus camaradas blancos. En efecto, los obreros en huelga desconfiaban de sus interlocutores, no sin razón, ya que después de haber dado satisfacción a los ferroviarios en cuanto a los puntos principales de sus reivindicaciones, las autoridades prosiguieron sus maniobras tergiversando algunas de las reivindicaciones de los indígenas. Lo que aumentó la combatividad de los ferroviarios que decidieron seguir la huelga haciendo que una vez más los representantes de la burguesía francesa en Dakar presionaran al Gobierno central de París, como muestran los sucesivos telegramas:
“Urge satisfacer al personal del DSL y que esa decisión se notifique sin demora o nos arriesgamos a una nueva huelga” (el representante del “comercio gordo”);
“Les pido insistentemente (…) que aprueben la mediación del Gobernador general transmitida en mi cable del 16… de toda urgencia antes del 1o de mayo, porque de lo contrario vamos (si quieren) hacia una nueva huelga en esa fecha” (el Director de ferrocarriles);
“Pese a mis consejos, si la compañía no da satisfacción, la huelga se reanudará” (el Gobernador general)” (Thiam, idem).
Obviamente el pánico cundió entre todos los estamentos de las autoridades coloniales. En resumen, el Gobierno francés dio finalmente su aprobación al arbitraje de su Gobernador, abalando los acuerdos negociados con los huelguistas, y el trabajo se reanudó el 16 de abril. Una vez más, la clase obrera arrancó una victoria a las fuerzas del capital gracias a su unidad de clase explotada por un mismo explotador y, sobre todo, al desarrollo de su conciencia de clase.
Este movimiento, más allá de lograr las reivindicaciones de los ferroviarios, tuvo consecuencias positivas para el resto de los trabajadores, como por ejemplo la extensión de la jornada de 8 horas a toda la colonia inmediatamente después de la huelga. Sin embargo, ante la resistencia a aplicarlas por parte de la patronal y la dinámica de lucha creada por los ferroviarios, los obreros de otras ramas también se deciden a luchar para hacerse oír.
La huelga general de los carteros
Para ganar aumentos de salarios y mejores condiciones de trabajo, los carteros de San Luis se pusieron en huelga el 1º de mayo de 1919. Esta duro 12 días y tuvo como resultado la parálisis casi total de los servicios postales. Cara a la amplitud del movimiento, las autoridades requirieron al ejército para que éste les procure las fuerzas especializadas en correos para poder proseguir el servicio público. Dado que este cuerpo militar no era capaz ni mucho menos de hacer eficazmente de esquiroles, la autoridad administrativa tuvo que resolverse a negociar con el comité de huelga de los carteros al que se propuso un aumento de sueldo de 100 %. Efectivamente:
“La perfidia de las autoridades coloniales relanzó inmediatamente el movimiento de huelga que se disparó con un vigor nuevo, sin duda tonificado por las perspectivas apetitosas que fueron entrevistas. Duró hasta el 12 de mayo y se acabo triunfalmente” (Thiam, ibíd.).
Es una vez más una victoria para los obreros de correos, ganada gracias a la tenacidad de su lucha. Decididamente, los obreros se volvían siempre más conscientes de su fuerza y de su identidad de clase.
En realidad, es todo el sector público el que fue más o menos concernido por el movimiento. Muchas categorías profesionales pudieron ampliamente beneficiarse de las consecuencias del éxito de la lucha en correos: los fuertes aumentos de salarios que ganaron se repercutieron sobre los agentes de obras públicas, los agentes de cultura, maestros, auxiliares de salud, etc. Pero el éxito del movimiento no cesaba; los representantes del capital, una vez más, se negaron a abdicar.
Amenaza de una nueva huelga en ferrocarriles y maniobras políticas de la burguesía
Tras el movimiento de los obreros de correos y seis meses apenas luego del final victorioso de su propio movimiento, los empleados de ferrocarriles indígenas decidieron salir en lucha sin sus camaradas europeos, dirigiendo a las autoridades nuevas reivindicaciones:
“Por esta carta, pedimos una mejora del sueldo y algunas modificaciones del reglamento del Personal indígena. (…) Nos permitimos decirles que no podemos seguir con esta vida de galera y esperamos que evitarán ustedes llevarnos a medidas de las que ustedes serían los responsables. (…) y queremos, como el personal sedentario (formado casi únicamente por europeos) ser recompensados. Actuad con nosotros como actuáis con ellos, y todo irá a pedir de boca” (Thiam, idem).
De hecho, los ferroviarios indígenas querían también gozar de unas ventajas materiales que ciertos funcionarios habían ganado con la huelga de los empleados de correo. Sobre todo, reclamaban una igualdad de tratamiento con los ferroviarios europeos, amenazando con otra huelga.
“La iniciativa de los agentes indígenas del DSL suscitó, naturalmente, mucho interés en el campo patronal. La unidad de acción que permitió el triunfo del movimiento del 13 al 15 de abril había dejado de existir, y había que hacerlo todo para que la fosa que se había abierto entre trabajadores indígenas y europeos no se cerrara nunca más. Ese era el medio para debilitar al movimiento obrero, dejándolo gastarse en rivalidades fratricidas que volverían ineficaz cualquier intento de coalición por venir.
La administración de la red se esforzó entonces, partiendo de ese análisis, de acentuar las disparidades para aumentar las frustraciones de los medios indígenas con vistas a solidificar la ruptura que iba naciendo” (Thiam, ídem).
Los responsables coloniales pasaron cínicamente a la acción decidiendo no ajustar los ingresos de los indígenas con los de los europeos, sino al contrario, aumentar escandalosamente a éstos mientras posponían satisfacer las reivindicaciones de los ferroviarios autóctonos, con la voluntad evidente de ahondar la fosa que separaba a ambos grupos para que se enfrenten entre ellos, logrando así neutralizarlos.
Felizmente, los ferroviarios indígenas olieron la trampa que preparaban las autoridades coloniales y evitaron salir a la huelga en esas condiciones, esperando días más favorables. Ya veremos más adelante que si daban la impresión en aquel entonces de haber olvidado la importancia de la unidad de clase que habían manifestado aliándose a sus compañeros europeos, los ferroviarios indígenas supieron sin embargo decidir ampliar su movimiento a otras categorías obreras (empleados de servicios públicos y privados, europeos como africanos). De todos modos, es conveniente tomar en cuenta que lo que aquí importa es el carácter balbuceante de la unidad de clase entre los obreros, doblada por una conciencia que se iba desarrollando lentamente y con dientes de sierra. Recordemos también que el poder colonial institucionalizó las divisiones raciales y étnicas en cuanto aparecieron los primeros contactos entre las poblaciones europea y africana. Lo que no significa para nada que no habría otros intentos de unificación entre obreros europeos y africanos.
La revuelta de los marinos senegaleses en Santos (Brasil) en 1920: huelga y represión
A partir de las memorias de un cónsul francés se conoce la existencia de un movimiento de lucha de los marinos del vapor Provence (matriculado en Marsella) en Santos en mayo de 1920, donde tuvo lugar una lucha de solidaridad obrera seguida de una feroz represión policial. Veamos cómo el diplomático relata el incidente:
“Al haberse producido actos de indisciplina a bordo del vapor Provence (…) he ido hasta Santos y, tras investigación, he castigado a los principales culpables. (…) Cuatro días de prisión y además los he hecho llevar a la cárcel de la ciudad para proteger la seguridad del barco. (…) Todos los choferes senegaleses se solidarizaron con sus camaradas, adoptaron una actitud amenazante y quisieron bajarse del barco a pesar de mi prohibición formal. (…) Los senegaleses intentaron liberar a sus camaradas, siguieron los policías amenazando e injuriándolos, las autoridades tuvieron finalmente que detenerlos” (Thiam, ídem).
Se trataba de obreros marinos (choferes, engrasadores, marineros) inscritos tanto en Dakar como en Marsella, empleados por el “comercio gordo” francés para el transporte de mercancías entre los tres continentes. Las notas del diplomático se quedan desgraciadamente mudas sobre la causa de la revuelta. Sin embargo parece que ese movimiento puede estar enlazado con otro que ocurrió en 1919 cuando marinos senegaleses, tras una pelea, fueron desembarcados y remplazados por europeos (según fuentes policiales). Tras la huelga que provocó ese incidente, muchos sindicados indígenas dimitieron de la CGT que había aprobado la decisión de adherirse a la CGT-U (una escisión de aquella).
De todos modos, este acontecimiento parece haber preocupado suficientemente a las autoridades coloniales, como lo demuestra el relato que de él se hizo:
“El cónsul no dejaba de espetar, pidiendo de forma vehemente que los culpables fueran deferidos en cuanto llegaran a Dakar ante los tribunales competentes, y expresaba su sorpresa e indignación en estas palabras: “La actitud de estos individuos es tal que se convierte en verdadero peligro para los barcos en los que se embarquen en el porvenir, y para la seguridad de los estados mayores y de los equipajes. Están animados de un espíritu negativo, han perdido si alguna vez lo tuvieron el menor respeto hacia la disciplina y se creen que pueden darle órdenes al comandante.”
“Descubría, ciertamente por primera vez, el estado de ánimo de los senegaleses tras la Primera Guerra Mundial y estaba manifiestamente escandalizado por el espíritu de contestación y su determinación a no aceptar sin protestar lo que consideraban ser atentados contra sus derechos y libertades. La clase obrera estaba madurando política y sindicalmente” (Thiam, ídem).
Se asistió efectivamente a un magnífico combate de clase por parte de los obreros marineros que, a pesar de una relación de fuerzas desfavorable, pudieron mostrar al enemigo su determinación de hacerse respetar siendo solidarios en la lucha.
1920: la reactivación de la acción de los ferroviarios se concluye con una victoria
Ya vimos cómo, en 1919, tras el movimiento victorioso en los correos, los ferroviarios indígenas querían precipitarse por la brecha abierta para relanzar la huelga, antes de decidir finalmente anular su acción debido a condiciones desfavorables.
Seis meses tras ese episodio, decidieron relanzar de una buena vez su acción reivindicativa. El movimiento de los ferroviarios tuvo como motivo la degradación general de las condiciones de vida debida a las consecuencias desastrosas de la Gran Guerra, que acentuó el descontento previsible de los trabajadores y de la población en general. Así, por ejemplo, el precio del kilo de mijo, que en diciembre de 1919 era de 0,75 francos, se multiplicó por tres en sólo cuatro meses; el kilo de carne pasó de 5 a 7 F, el de pollo de 6 a 10 F, etc.
Lo que hizo colmar el vaso y despertó el descontento latente de los ferroviarios que se gestaba desde su movimiento reivindicativo de diciembre de 1919, fue una nota del Inspector General de Obras Públicas del 13 de abril, en la que pedía a sus superiores administrativos el permiso para no aplicar la ley sobre la jornada de 8 horas en la colonia. Los obreros de las rieles pasaron a la acción el primero de junio de 1920:
“Fue el primer movimiento de huelga hecho a escala étnica por los obreros de ferrocarriles, lo que explica la rapidez y unanimidad con la que los medios económicos reaccionaron al episodio y se resolvieron a remediarlo. (…) El mismo 1º de junio se celebraron los “Estados Generales” del Comercio Colonial en Senegal, dirigieron su preocupación al Jefe de la Federación, invitándolo a no asistir pasivamente a la deterioración del clima social” (Thiam, idem).
Los ferroviarios indígenas decidieron lanzarse nuevamente con brazo de hierro contra las autoridades coloniales para lograr las mismas reivindicaciones. Pero esta vez, los ferroviarios africanos habían sacado las lecciones de la acción entonces abortada y ampliaron la base social del movimiento, con varios delegados representantes de cada oficio, plenamente investidos para negociar colectivamente con los responsables políticos y económicos. La inquietud nace desde el segundo día de huelga en los principales responsables coloniales. Alertado por los responsables económicos de Dakar, el ministro de Colonias manda un telegrama al Gobernador:
“Tengo sabido que debido a la huelga, 35.000 toneladas de granos no protegidos están en suspenso en diferentes estaciones del Dakar-San Luis”.
La presión fue entonces acrecentada sobre el director del ferrocarril para que responda a las reivindicaciones de los asalariados. Y el “Jefe de Estación” así contestó a sus superiores:
“Tememos que si acordamos semejante aumento de salario, tan importante y poco justificada, haya repercusiones generales en cuanto a las pretensiones del conjunto del personal y sea una incitación para nuevas reivindicaciones.”
Desde entonces, la Dirección de ferrocarriles se esforzó por romper la huelga utilizando a los blancos contra los negros (lo que ya había dado resultados). Así es como al tercer día del movimiento, logró formar un tren de mercancías y de viajantes gracias a un mecánico europeo y a choferes de la Marina, bien protegido por las fuerzas del orden. Pero cuando quiso repetir la maniobra, no encontró ningún asalariado que se preste a ella, pues los ferroviarios europeos habían decidido su “neutralidad”, ayudados para eso por fuertes presiones ejercidas por huelguistas indígenas. Sabemos el desenlace gracias a un informe del delegado del Gobernador de Senegal ([5]):
“Los empleados del Dakar-San Luis han declarado que si no han obtenido satisfacción al cabo de un mes, se irán de Dakar para cultivar “lougans” ([6]) en las tierras de la colonia.”
El Gobernador de Senegal convocó inmediatamente (al sexto día de la huelga) al conjunto de sus colaboradores sociales para notificarles una serie de medidas elaboradas por sus servicios con vistas a darle satisfacción a los huelguistas y, a final de cuentas, éstos ganaron lo que querían. O sea que los obreros lograron claramente una victoria gracias a su combatividad y a una mejor organización de la huelga, pues esto es lo que les permitió imponer una relación de fuerzas a los representantes de la burguesía:
“Lo que parece ser seguro, es que la mentalidad obrera a lo largo de las pruebas se iba reforzando y afinando, imaginando, con vistas a los retos, formas de lucha más extendidas e intentos de coordinación sindical en una especie de amplio frente de clase, cara a una patronal combativa” (Thiam, ídem).
Pero todavía más significativo de ese auge del desarrollo del frente de clase fueron los acontecimientos del 1º de junio de l920, día en que los ferroviarios desencadenaron la huelga y en el que:
“(…) los equipajes de los remolcadores dejaron el trabajo unas horas después, a pesar de la promesa hecha de esperar el resultado de las negociaciones de las que se había encargado Martin, jefe de servicio de la Inspección marítima, señalaba el Delegado del Gobierno. Ahí tenemos entonces un primer intento deliberado de coordinación voluntaria de movimientos de huelga simultáneos, desencadenados por ferroviarios y obreros de los equipajes del puerto, o sea por el personal de dos sectores que son el pulmón de la colonia cuya parálisis concertada bloqueaba toda la actividad económica, comercial, al entrar como al salir. (…) La situación se hacía tanto más preocupante (para la Administración) pues los panaderos de Dakar también amenazaban con hacer estallar una huelga, precisamente el 1º de junio, y no cabe duda que lo hubiesen hecho si no se les hubieran concedido aumentos inmediatos de salarios” (Thiam, ídem).
Otros movimientos de huelga estallaron simultáneamente en “Obras Han/Thiaroye” y en “Obras de la carretera de Dakar”, en Rufisque. Las fuentes policiales que relatan este acontecimiento no dicen nada sobre el origen del estallido simultáneo de ambos movimientos. Sin embargo, el análisis de varios elementos de información de esta misma policía colonial permite concluir que la extensión del movimiento estaba ligada con los intentos del Gobernador para romper la huelga de los transportes marítimos. Sin decirlo abiertamente, el representante del Estado colonial empezó por llamar efectivamente a la Marina y a unos equipajes civiles europeos para mantener los servicios de transporte entre Dakar y Gorea ([7]). Parece que esta maniobra puede haber provocado acciones de solidaridad en los obreros de otros sectores:
“¿Tuvo un papel esa intervención del Estado defendiendo a la patronal para provocar la solidaridad de las demás ramas profesionales? Sin poder afirmarlo de forma perentoria, no podemos dejar de observar que la huelga estalló casi simultáneamente a los intentos por romper el movimiento de reivindicaciones de los equipajes, en las obras publicas” (Thiam, ídem).
Sabemos efectivamente que el movimiento se estaba cansando al cabo del quinto día, gastado por la presión de la represión estatal y los rumores de la decisión de la patronal de remplazar a los huelguistas por esquiroles.
“Los trabajadores, sintiendo que la larga duración de la lucha y la intervención de los militares podían modificar la relación de fuerzas y comprometer el triunfo de su acción, suavizaron el séptimo día de huelga las exigencias iniciales reformulando su plataforma (…). La administración y la patronal hicieron frente para rechazar estas nuevas propuestas, obligando así a los huelguistas a proseguir desesperadamente su movimiento o dejarlo aceptando las condiciones de las autoridades locales. Adoptaron esta solución” (Thiam, ídem).
O sea que los huelguistas volvieron al trabajo con sus antiguos salarios mas la “ración”, constatando la modificación de la relación de fuerzas claramente a favor de la burguesía y midiendo los peligros que corrían al proseguir su movimiento de forma aislada. Se puede constatar que la clase obrera sufrió ahí una derrota pero el haber sabido hacer marcha atrás de forma organizada permitió que no sea demasiado profunda, como tampoco borró en las conciencias obreras los triunfos numerosos y más importantes que habían logrado.
En resumen, ese período que va de 1914 a 1920 estuvo marcado fuertemente por intensos enfrentamientos de clase entre la burguesía colonial y la clase obrera emergente en la colonia del AOF, en el contexto revolucionario a escala mundial, algo que el capital francés concientizaba perfectamente al sentirse sacudido por las luchas ejemplares del proletariado.
“Las actividades del movimiento comunista mundial conocieron, durante el mismo período, un desarrollo ininterrumpido marcado en particular por la entrada en la arena del primer africano de formación marxista ([8]); rompiendo con el enfoque utópico que sus hermanos tenían sobre las cuestiones coloniales, intentó la primera explicación autóctona conocida actualmente, y la primera crítica seria y profunda del colonialismo como sistema organizado de explotación y dominación” (Thiam, ídem).
En el período de 1914 a 1920, entre los obreros que se pusieron a la cabeza de los movimientos huelguísticos en Senegal, ciertos pudieron frecuentar a antiguos “jóvenes tiradores” desmovilizados o supervivientes de la Primera Guerra mundial. Las mismas fuentes informan de la existencia, en aquel entonces, de un puñado de sindicalistas senegaleses entre los cuales estuvo un tal Louis Ndiaye (joven marinero a los 13 años) que militó en la CGT desde 1905 y que fue representante de esa organización en las colonias entre 1914 y 1930. Como muchos “jóvenes tiradores”, fue movilizado en 1914-18 en la Marina, en donde se jugó la vida. Él y el joven senegalés Lamine Senghor (próximo del PCF en los años 20) fueron sensiblemente influenciados por las ideas de la Internacional Comunista. En ese sentido, juntos con otras figuras de los años 20, se considera que desempeñaron un papel destacable y dinamizador en el proceso de politización y de desarrollo de la conciencia de clase en las filas obreras de la primera colonia de AOF.
Lassou (seguirá)
[1]) Así se llamaba en aquel entonces el comercio que no era local, esencialmente el import/export controlado por unas cuantas familias.
[2]) Iba Der Thiam, Histoire du Mouvement syndical africain 1790-1929, Ediciones L’Harmattan, Francia, 1991.
[3]) Véase Afrique noire, l’ère coloniale 1900-1945, Jean Suret-Canale, Éditions Sociales, París, 1961.
[4]) Aquí hemos de recordar lo que ya señalamos cuando la publicación de la primera parte de este artículo en la Revista Internacional no 145 : “Por otra parte, aunque sí reconocemos la seriedad de los investigadores que transmiten las referencias, sin embargo, no compartimos ciertas interpretaciones de los acontecimientos históricos. Lo mismo ocurre con algunas nociones como cuando hablan de “conciencia sindical” en lugar de “conciencia de clase” (obrera), o, también, de “movimiento sindical” (por movimiento obrero). Lo cual no quita que, por ahora, confiamos en su rigor científico mientras sus tesis no choquen contra los acontecimientos históricos o impidan otras interpretaciones.” Mas generalmente, subrayamos aquí una vez más que si los sindicatos fueron durante el primer período de la vida del capitalismo verdaderos órganos de la clase obrera con vistas a la defensa de sus intereses inmediatos en el seno del capitalismo, fueron a continuación absorbidos por el Estado capitalista y perdieron definitivamente cualquier posibilidad de ser utilizados por la clase obrera en su lucha contra la explotación.
[5]) El Gobernador de Senegal era subalterno del Gobernador general de AOF.
[6]) Campos cultivados sobre chamicera.
[7]) Isla senegalesa situada en la bahía de Dakar.
[8]) Se trataba de Lamine Senghor.