Contribución a la historia del movimiento obrero en África

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Contribución a la historia del movimiento obrero en África

Durante muchas generaciones, África ha sido sinónimo de catástrofes, guerras, matanzas permanentes, hambrunas, enfermedades incurables, gobiernos corruptos, en resumen una miseria absoluta sin salida. Por mucho, cuando se evoca su historia (fuera de los "exotismos" y los folklores), se menciona a los "buenos y valientes" fusileros senegaleses o magrebíes, famosos soldados de complemento del ejército colonial francés de las dos guerras mundiales y para el mantenimiento del orden en las antiguas colonias. Pero nunca se pronuncian las palabras "clase obrera" y mucho menos se evocan sus luchas, esencialmente porque todo eso no ha entrado nunca en el imaginario de las masas ni a nivel mundial ni de la propia África.

Y, sin embargo, el proletariado mundial está muy presente en África y ya ha demostrado con sus luchas que forma parte de la clase portadora de una misión histórica. Pero la antigua burguesía colonial ocultó deliberadamente su historia y lo mismo hizo la nueva burguesía africana tras la "descolonización".

El objetivo principal de este texto es, por consiguiente, dar los elementos que certifican la realidad muy viva de la historia del movimiento obrero africano en sus combates contra la clase explotadora. Cierto es que se trata de la historia de una clase obrera en un continente históricamente subdesarrollado.

¿Cuál es la razón y la manera con la que se ha ocultado la historia del proletariado de África?

"¿Tiene África una historia? Hace no tanto, se contestaba que no a esa pregunta. En un pasaje que se hizo famoso, el historiador inglés Hugh Trevor-Roper comparaba la historia de Europa y la de África, concluyendo que, en el fondo, ésta no existía. El pasado africano no tenía el menor interés excepto "las tribulaciones de unas tribus salvajes en unos lugares del mundo, sin duda pintorescos, pero sin la menor importancia". A Trevor-Roper puede sin duda considerársele como un conservador, pero resulta que el marxista húngaro Endre Sik defendía el mismo enfoque en 1966: "Antes de entrar en contacto con los europeos, la mayoría de los africanos llevaban todavía una existencia primitiva y salvaje, y muchos de ellos ni siquiera habían superado el estadio de la barbarie más primitiva. (...) ¿Es pues realista hablar de su "historia" -en el concepto científico de la palabra- antes de la llegada de los invasores europeos?"

"Esas afirmaciones son duras, pero la mayoría de los historiadores de esos años podían firmarlas hasta cierto punto" ([1]).

Y así era cómo, con el desprecio racista de por medio, los pensadores de la burguesía colonial europea decretaron la no existencia de la historia del continente negro. Y, por consiguiente, la clase obrera tampoco tendría historia alguna allí.

Pero lo que además llama la atención de esas afirmaciones es comprobar cómo se dan la mano en sus prejuicios a-históricos sobre África, los "bien pensantes" de los dos bloques imperialistas que se repartían el mundo de entonces, o sea el bloque "democrático" del Oeste y el bloque "socialista" del Este. En efecto, el pretendido "marxista", Endre Sik, no es más que un estalinista de buenas maneras cuyos argumentos son tan falaces como los de su rival (o compañero) inglés Trevor-Roper. Con su negación de la historia de África (y de sus luchas de clases), esos señores, representantes de la clase dominante, tienen una visión de la historia todavía más obtusa y cerril que "las salvajes tribulaciones de las tribus africanas". Esos autores forman parte, en realidad, de los "sabios" que dieron su "bendición científica" a las tesis abiertamente racistas de los países colonizadores. No es ni mucho menos el caso del autor que reproduce esas afirmaciones, Henri Wesseling, marcando sus distancias con sus colegas "historiadores" con estas palabras: "(...) La verdad es muy diferente. Algunos africanos como el jedive de Egipto, el sultán de Marruecos, el rey zulú Cetwayo, el rey de los matabeles Lobengula, el almami Samori y el "makoko" (rey) de los batekes, ejercieron una influencia considerable en el curso de los acontecimientos."

Henri Wesseling se honra así al restablecer la verdad histórica contra los falsificadores bien pensantes. Pero hay otros "científicos" que incluso una vez que reconocen la realidad de una historia de África e incluso de la clase obrera del continente, persisten, sin embargo, en esa visión tan ideológica de la historia, especialmente sobre la lucha de clases. Excluyen la posibilidad de una revolución proletaria en el continente africano con argumentos tan dudosos como los que usan los historiadores racistas ([2]): "(...) Rebeldes, los trabajadores africanos también lo son hacia la proletarización: el testimonio de su resistencia permanente al salariado íntegro (...) hace que se tambalee la teoría importada de que la clase obrera es portadora de una misión histórica. África no es tierra de revoluciones proletarias, y las escasas copias catastróficas de ese modelo han tenido que enfrentarse violentamente, todas ellas, a la dimensión social viva del "proletariado"."

Precisemos de entrada que los autores de esa cita son sociólogos universitarios, un grupo compuesto por investigadores anglófonos y francófonos. Ya el propio título de su obra, Clases obreras del África negra, explicita perfectamente cuáles son sus preocupaciones de fondo. Y por otro lado, aunque ellos no nieguen la realidad de la historia del continente africano como lo hacen sus colegas historiadores, en cambio, como éstos, su método procede de la misma ideología con la pretensión de que su manera de ver es la "verdad científica" sin antes confrontarla a la historia real. Ya de entrada, cuando hablan de "las escasas copias catastróficas de ese modelo", confunden (¿involuntariamente?) la revolución proletaria, como la de 1917 en Rusia, con el golpismo al modo estalinista o las luchas de "liberación nacional" que pulularon por el mundo tras la Segunda Guerra mundial, bajo el apelativo de "socialista" o "progresista" y demás patrañas. Y fueron, sí, esos modelos contra los que tuvo que enfrentarse violentamente el proletariado que se les resistía, ya fuera en China, en Cuba, en los antiguos países del bloque soviético, en el "Tercer mundo" en general y en África en particular. Pero, sobre todo, esos sociólogos adoptan el enfoque claramente contrarrevolucionario cuando alertan contra la "teoría importada de una clase obrera portadora de una misión histórica", de lo que lógicamente se puede concluir que África no es tierra de revoluciones proletarias. Ese grupo de "sabios", al negar la posibilidad de cualquier lucha revolucionaria en territorio africano, excluye de hecho que pueda extenderse cualquier otra revolución ("exportada") a África. Y así, cierran el camino de salida de la barbarie capitalista de la que son víctimas las clases explotadas y la población africana en general. Al fin y al cabo tampoco aportan ningún esclarecimiento a la verdadera historia de la clase obrera.

Para nosotros, les guste o no a esos sociólogos, la clase obrera sigue siendo la única clase portadora de una misión histórica ante una quiebra del capitalismo que se agrava día tras día, la de África incluida como lo confirma el historiador Iba Der Thiam ([3]), el cual hace el siguiente balance de las luchas obreras de principios del siglo XIX hasta los primeros años de 1930: "En el plano sindical, el período entre 1790 y 1929 fue, como hemos visto, una etapa decisiva. Período de despertar y, después, de afirmación, fue para la clase obrera la oportunidad, repetida a menudo, de dar pruebas de su determinación y de su espíritu abnegado y luchador.

"Desde el surgimiento de una conciencia presindical, hasta la víspera de la crisis económica mundial, hemos seguido todas las fases de una toma de conciencia cuyo rápido proceso, comparado al largo camino de la clase obrera francesa en el mismo ámbito, parece excepcional.

"La idea de huelga, o sea de un medio de lucha, de una forma de expresión consistente en cruzarse de brazos e interrumpir provisionalmente el desarrollo normal de la vida económica para hacer valer sus derechos, obligar a la patronal a ocuparse de las reivindicaciones salariales por ejemplo, o aceptar la negociación con los huelguistas o sus representantes, hizo en menos de quince años, unos progresos considerables, adquiriendo incluso pleno derecho a pesar de una legislación restrictiva, siendo reconocida como una práctica quizá no legal pero sí legítima.

"(...) La resistencia patronal, excepto en algunos casos, dio escasas veces prueba de una rigidez extrema. Con un lúcido realismo, los propietarios de los medios de producción no ponían en general muchos inconvenientes en preconizar y entablar el diálogo con los huelguistas, incluso ocurría que presionaban al Gobernador para que acelerara los procedimientos de intervención, y cuando sus intereses estaban amenazados llegaban incluso a apoyar a los trabajadores, en conflictos como los que enfrentaban a éstos con el ferrocarril por ejemplo, en donde, cierto es, la parte del Estado en los capitales era importante".

Esta cita es casi ampliamente suficiente para definir a una clase obrera portadora de esperanzas, una clase con una historia en África, historia que comparte, además, con la burguesía a través de enfrentamientos históricos de clases, como así ocurrió a menudo en el mundo desde que el proletariado se constituyó como clase bajo el régimen capitalista.

Antes de proseguir con la historia del movimiento obrero africano, avisamos a nuestros lectores que nos enfrentamos a unas dificultades debidas a la denegación de la historia de África por los historiadores y demás pensadores de las antiguas potencias coloniales. Esto se concreta, por ejemplo, en que los administradores coloniales aplicaban una política de censura sistemática de los hechos y expresiones de la clase obrera, sobre todos los que ponían de relieve su fuerza. Por eso estamos limitados a apoyarnos en unas fuentes escasas de autores más o menos conocidos, pero cuyo rigor en sus obras nos parece globalmente probado y convincente. Por otra parte, aunque sí reconocemos la seriedad de los investigadores que transmiten las referencias, sin embargo, no compartimos ciertas interpretaciones de los acontecimientos históricos. Lo mismo ocurre con algunas nociones como cuando hablan de "conciencia sindical" en lugar de "conciencia de clase" (obrera), o, también, de "movimiento sindical" (por movimiento obrero). Lo cual no quita que, por ahora, confiamos en su rigor científico mientras sus tesis no choquen contra los acontecimientos históricos o impidan otras interpretaciones.

Algunos datos

Senegal fue la más antigua colonia francesa en África. Francia estuvo ahí instalada oficialmente entre 1659 y 1960.

El historiador mencionado sitúa el comienzo de la historia del movimiento obrero africano a finales del siglo XVIII, de ahí el título de su obra: Historia del Movimiento sindical africano 1790-1929.

Los primeros obreros profesionales (artesanos carpinteros de obra, carpinteros, albañiles, etc.) eran europeos que se instalaron en San Luis de Senegal (antigua capital de las colonias africanas). 

Antes de la Segunda Guerra mundial, la población obrera de las colonias del África Occidental Francesa (AOF) se encontraba sobre todo en Senegal, entre San Luis y Dakar, ciudades que fueron, respectivamente, capital de la AOF y capital de la federación que agrupaba la AOF, el África Ecuatorial Francesa (AEF), Camerún y Togo. Sobre todo en Dakar que era el "pulmón económico" de la colonia AOF, con su puerto, los ferrocarriles y, evidentemente, el grueso de los funcionarios y empleados de los servicios.

Numéricamente hablando, la clase obrera ha sido siempre históricamente escasa en África en general, debido, claro está, al débil desarrollo económico del continente, que a su vez se explica por la escasa inversión in situ de los países colonizadores. El gobernador de la colonia estimaba la población obrera en 1927 en 60 000 personas. Algunos dicen que la mitad de los obreros no constaba en esas cifras, los "jornaleros" permanentes y los aprendices.

Desde sus primeros combates hasta los años 1960, el proletariado estuvo siempre y sistemáticamente enfrentado a la burguesía francesa que poseía los medios de producción bajo la administración colonial. Esto significa que la burguesía senegalesa nació y creció a la sombra de su "gran hermana francesa", al menos hasta los años 1960.

Luchas de clase en Senegal

"La historia del movimiento sindical africano sigue sin escribirse prácticamente hasta hoy. (...) La razón fundamental de esa carencia nos parece que estriba, por un lado, en la indigencia de investigaciones dedicadas a los diferentes segmentos de la clase obrera africana en una perspectiva que sea a la vez sincrónica y diacrónica; y por otro, a la ausencia de un estudio sistemático de los diferentes conflictos sociales que se han producido, unos conflictos sociales que encierran, cada uno de ellos, informaciones sobre las preocupaciones de los trabajadores, sus formas de expresión, las reacciones de la administración colonial y de la patronal, las de los políticos, y las consecuencias de todo tipo que esas experiencias tuvieron en la historia interior de las colonias en el cuádruple plano económico, social, político y cultural" ([4]).

Como lo subraya Iba Der Thiam, varios factores explican las dificultades para escribir la historia del movimiento obrero en África. Y sobre todo, el obstáculo más importante contra el que han chocado los investigadores que se debe, sin la menor duda, a que los verdaderos poseedores de las informaciones sobre la clase obrera, o sea, las autoridades coloniales francesas, impidieron durante mucho tiempo que se abrieran los archivos del Estado. Por la sencilla razón de que tenían el mayor interés en ocultar ciertos hechos.

En efecto con la apertura parcial de los archivos coloniales del AOF (¡después de la caída del muro de Berlín...!), nos enteramos de que no sólo existía una clase obrera en África desde el siglo XIX sino que, evidentemente, llevó a cabo unas luchas a menudo victoriosas contra su enemigo de clase. 1855 fue la primera expresión de una organización obrera, en San Luis del Senegal, donde un grupo de 140 obreros africanos (carpinteros de obra, albañiles, etc.) decidió luchar contra las vejaciones de los amos europeos que les imponían condiciones de trabajo inaceptables. Puede leerse también en esos archivos que hubo un sindicato clandestino de "Carpinteros de obra del Alto Río" en 1885. Hubo sobre todo un número importante de huelgas y enfrentamientos muy duros entre la clase obrera y la burguesía colonial francesa, como la huelga general con motines en 1914 en Dakar donde, durante 5 días, quedó totalmente paralizada la vida económica y social. El propio Gobernador federal del AOF, William Ponti, reconoció en sus notas secretas que "la huelga estuvo perfectamente organizada y obtuvo un éxito pleno". Hubo otras muchas huelgas victoriosas, especialmente la de abril de 1919 y la de 1938 realizadas por los ferroviarios (europeos y africanos unidos) y en la que el Estado acabó recurriendo a la represión policial antes de verse obligado a satisfacer las reivindicaciones de los huelguistas. Añadamos el ejemplo de la huelga general de 6 meses (entre octubre de 1947 y marzo de 1948) de los ferroviarios de toda la AOF, durante la cual los huelguistas tuvieron que sufrir los balazos del gobierno socialista (la SFIO) antes de salir victoriosos del combate.

Y, en fin, también se produjo allí el famoso "Mayo del 68" mundial que se extendió por África y en particular en Senegal, que vino a romper el "consenso nacional" o "patriótico" que entonces reinaba desde la "independencia" de los años 1960. Con sus luchas en un terreno de clase proletario, los obreros y los jóvenes escolarizados tuvieron que enfrentarse violentamente al régimen profrancés de Senghor, exigiendo una mejora de sus condiciones de vida y de estudios. El movimiento obrero reanudó así el camino de la lucha que había conocido desde principios del siglo XX, pero que había quedado cegado por la engañosa perspectiva de la "independencia nacional".

Esos son algunos ejemplos para ilustrar la existencia real de una clase obrera combativa y a menudo consciente de cuáles son sus intereses de clase, una clase que ha encontrado, sin duda, cantidad de dificultades de todo tipo desde su nacimiento.

Nacimiento del proletariado africano

Hay que precisar de entrada que se trata de un proletariado que emerge bajo un régimen de capitalismo colonial, habida cuenta de que, al no haber podido realizar su propia revolución contra el feudalismo, la burguesía africana, también ella, debe su propia existencia a la presencia del colonialismo europeo en su suelo.

En otras palabras, se trata del nacimiento del proletariado, motor del desarrollo de las fuerzas productivas bajo el reino del capitalismo triunfador sobre el régimen feudal, el antiguo sistema dominante, cuyos residuos son todavía hoy muy visibles en muchos lugares del continente negro.

"Durante los siglos que precedieron la llegada de los colonizadores, las sociedades africanas, como todas las demás sociedades humanas, conocían el trabajo y usaban una mano de obra, en unas condiciones que les eran peculiares. (...)

"La economía era esencialmente agrícola; una agricultura sobre todo para el consumo inmediato, pues se usaban técnicas rudimentarias con las que no se lograba sino escasas veces, obtener sobreproductos importantes; una economía basada igualmente en actividades de caza, pesca, cosechas, a las que podían añadirse en ciertos casos, ya explotaciones de algunas minas, ya una artesanía local poco rentable, y, en fin, actividades de intercambio de una amplitud relativa que se desarrollaban en mercados de periodicidad regular y, a causa de lo módicos y escasos que eran los medios de comunicación, en el seno de cada grupo, región, raras veces de un reino.

"En tal contexto, los modos de producción solían estar vinculados a una estirpe y no solían segregar antagonismos lo bastante vigorosos para hacer surgir clases sociales verdaderas en el sentido marxista de la palabra.

"(...) Si la noción de "bienes" en las sociedades precoloniales del Senegal y de Gambia ya era diferente de su noción europea moderna, más lo era la noción de trabajo y de servicio. En efecto, si en las sociedades modernas basadas en el desarrollo industrial y el trabajo asalariado, se negocia el trabajo como un bien económico, y como tal está forzosamente sometido a los mecanismos ineluctables de las leyes del mercado, en el que las relaciones entre oferta y demanda determinan los precios de los servicios, en las sociedades precoloniales negro-africanas, senegalo-gambianas, el trabajo no nos parece que tuviera una función autónoma, independiente de la persona. Es una especie de actividad comunitaria derivada lógicamente de las normas de la vida colectiva, una actividad impuesta por el estatuto social y las necesidades económicas (...).

"La conquista colonial, basada esencialmente en la mentalidad de la potencia, de la búsqueda de la acumulación de la ganancia mediante la explotación de los recursos humanos, materiales y mineros, recurrió ampliamente a la mano de obra indígena, no vacilando en echar mano de los medios que el ejercicio del poder estatal ponía a su disposición para utilizar primero gratuitamente el trabajo de la población local, antes de introducir el salariado, creando así unas condiciones y relaciones nuevas tanto para el trabajo como para el trabajador" ([5]).

Esta exposición es, en su conjunto, bastante clara y pertinente en su enfoque teórico y en su descripción del contexto histórico del nacimiento del proletariado en África. Es convincente su argumentación para demostrar que el trabajo en las sociedades negro-africanas y, más en particular senegalo-gambianas, precoloniales no significaba lo mismo que en las sociedades modernas de tipo occidental. Respecto a lo que se afirma sobre el salariado, se puede afirmar efectivamente que la noción de trabajo asalariado la introdujo en Senegal el aparato colonial francés, el día en que éste decidió "asalariar" a las personas a las que explotaba para asegurarse una ganancia y extender su dominación por el territorio conquistado. Y así fue como se abrieron las primeras obras industriales, agrícolas, mineras, ferrocarriles, vías navegables, carreteras, fábricas, imprentas, etc. Así pudo el capitalismo colonial francés introducir nuevas relaciones de producción en su colonia africana creando así las condiciones para el surgimiento de la clase obrera. Al principio, los primeros trabajadores fueron explotados bajo el régimen del trabajo forzoso (el abominable sistema de la "corvée"). Lo cual quiere decir que en aquel tiempo ni siquiera pudieron negociar la venta de su fuerza de trabajo, como lo atestigua esta cita:

"A título de obras civiles, Blanchot, por ejemplo, exigió al alcalde que asegurara faenas forzosas a los trabajadores encargados de las obras de construcción de los muelles, a partir del 1º de enero de 1790, y, después, del embarcadero de San Luis. El personal exigido constaba originalmente de "20 personas con grilletes y un vecino encargado de reunirlos, llevarlos a la obra y allí vigilarlos". Se trataba primero de una requisición obligatoria, que nadie, una vez designado, podía evitar, so pena de sanción. Era un trabajo casi gratuito. Se escogía a los trabajadores, se les convocaba, se les ponía a trabajar bajo vigilancia, sin condición alguna de sueldo, sin el menor derecho a discutir las modalidades del uso que de ellos se hacía, ni siquiera protestar sobre las razones y circunstancias por las que se les había escogido. Esta dependencia del trabajador respecto a su empleador la certifica la orden nº 1 del 18 diciembre de 1789 que establece el trabajo forzado para la construcción de muelles y embarcaderos, pues no consta en ella ninguna duración, pudiéndose así aplicar mientras durara la obra que la originó. A lo más, se hace una mención a una "gratificación" de dos botellas de aguardiente. Y para que quedara claro que no se trataba de un salario a modo de compensación por el trabajo realizado, el texto daba claramente a entender que se trataba de un simple gesto debido a la buena voluntad de las autoridades, sin obligación ninguna ni de derecho ni por moral, de modo que ese trabajo forzado "podría realizarse sin ningún regalo si las obras se retrasaban por negligencia"" ([6]).

Requisición obligatoria sin negociación alguna, ni sobre sueldos, ni sobre condiciones de trabajo, en fin, una dependencia total del empleado respecto al empleador, al cual, a lo más, se le animaba a que ofreciera a su explotado como único "alimento", unas botellas de aguardiente. Ese era el estatuto y las condiciones en las que nació el proletariado, el futuro asalariado, bajo el capitalismo colonial francés en Senegal.

Cuatro años más tarde, en 1794, el mismo Blanchot (comandante entonces del Senegal) decidió una nueva "gratificación" dando la orden de que se proporcionara a los trabajadores requeridos "el cuscús". Cierto es que puede ahí apreciarse una "ligera mejora" de la gratificación, pues se pasaba de dos botellas de aguardiente al cuscús, pero seguía sin tratarse en absoluto de "compensación" y menos todavía de salario propiamente dicho. Hubo que esperar hasta 1804 para que existiera oficialmente la remuneración por el trabajo realizado, en ese año en el que la economía de la colonia vivió una fuerte crisis causada por el esfuerzo de guerra realizado por el aparato colonial para conquistar el imperio de Futa-Toro (región vecina de San Luis). En efecto, la guerra ocasionó el cese del comercio fluvial, escasearon los productos, apareció la especulación sobre los precios de los alimentos de primera necesidad, acarreando subidas del coste de vida y, por todo ello, se originaron fuertes tensiones sociales.

1804: instauración del salariado y primera expresión del antagonismo de clases

Para encarar la degradación del clima social, el Comandante de la ciudad de San Luis intervino con la orden siguiente: ""(...) como consecuencia de la ley del consejo de la colonia sobre las quejas debidas a la carestía de los obreros que han acabado aumentando sucesivamente los sueldos de sus jornadas de trabajo hasta precios exorbitantes e intolerables, (...) Los maestros, obreros, carpinteros de obra o albañiles, deberán a partir de ahora cobrar una barra de hierro por día ó 4 francos y medio; los maestros aprendices tres cuartos de barra ó 3 francos con 12 sols, los obreros simples un cuarto de barra ó 1 franco con 4 sols". Con esa ley, uno de los documentos escritos más antiguos que poseemos sobre el trabajo asalariado, nos enteramos de que en la ciudad de San Luis había entonces (1804), "obreros, carpinteros de obra, calafateadores y albañiles", empleados por particulares según unas normas y en circunstancias lamentablemente no indicadas, excepto, pues, el montante de los salarios entregados a ese personal" ([7]).

A través de un arbitraje del conflicto entre empleadores y empleados, el Estado decidió regular sus relaciones fijando el montante de los salarios según las categorías y los niveles de cualificación. Notemos de paso que esa intervención del Estado estaba ante todo orientada contra los empleados pues respondía a las quejas presentadas ante el jefe de la colonia por los patronos que se quejaban de los "costes exorbitantes" de las jornadas de trabajo de los obreros.

En efecto, para hacer frente a los efectos de la crisis, los obreros tuvieron que exigir que mejorara el precio de su trabajo para así preservar su poder adquisitivo deteriorado por el coste de la vida. Antes de esa fecha, establecer unas condiciones de trabajo era algo privado, exclusivamente en manos de negociadores socioeconómicos, o sea, sin ninguna legislación formal del Estado.

Esta intervención abierta de la autoridad estatal fue la primera de ese tipo en un conflicto entre obreros y patronos. Este período (1804) da cuenta de la primera expresión patente en la colonia de un antagonismo entre las dos clases sociales históricas principales que se enfrentan bajo el capitalismo, la burguesía y el proletariado. Esa fecha es un hito en la historia del trabajo en Senegal, pues fue entonces cuando quedó constancia oficial del salariado, un sistema que permitía por fin a los obreros poder vender "normalmente" su fuerza de trabajo y ser remunerados.

Sobre la "composición étnica" de los obreros (cualificados), éstos eran en su mayoría de origen europeo, de igual modo que los empleadores solían ser casi todos originarios de la metrópoli. Entre estos estaban los Potin, Valantin, Pellegrin, Morel, d'Erneville, Dubois, Prévost, etc., los primeros a los que se les llamó "la crema de la burguesía comerciante" de la colonia. Subrayemos, en fin, la debilidad numérica de la clase obrera (unos cuantos miles), consecuencia del bajo nivel de desarrollo económico del país, y esto un siglo y medio después de la llegada de los primeros colonos a aquellos territorios. Se trataba, además, de una "economía de factoría" (lo que en francés se llama "comptoir") basada esencialmente en el comercio de materias primas, incluida la del "ébano vivo", que en la jerga de los negreros era la trata de esclavos.

La economía de factoría en crisis de mano de obra

"Mientras Senegal fue una factoría de importancia secundaria cuya actividad principal era el comercio de "ébano vivo" y la explotación de productos tales como la goma, oro, marfil, cera amarilla, las pieles arrastradas por los comerciantes de San Luis o de Gorée por el río o a lo largo de la costa occidental de África, el problema [de la mano de obra] no fue muy importante. Para hacer frente a las escasas obras para un equipamiento y unas infraestructuras limitadas, el Gobernador podía requerir temporalmente una mano de obra entre la población civil o militar de las dos fábricas y, para las obras que no exigían una mano de obra especializada, a la mucho más frecuente de los trabajadores de condición servil, con normas que solían depender casi siempre de su voluntad.

"La supresión de la esclavitud modificó profundamente las circunstancias. Con la amenaza de agotamiento del recurso principal de la colonia, y al haber perdido Francia algunas de sus colonias agrícolas, al haber fracasado la experiencia de la colonización con europeos en Cabo Verde, el Gobierno de la Restauración ([8]) pensó que era necesario emprender ya el mejoramiento agrícola del Senegal implantando cultivos de una serie de productos coloniales susceptibles de alimentar la industria francesa, reconvertir las actividades comerciales de la colonia, y dar trabajo a la mano de obra indígena liberada" ([9]).

Hay que subrayar de entrada que la supresión de la esclavitud respondía, primero y antes que cualquier tipo de consideración humanitaria, a una necesidad económica. La burguesía colonial estaba falta de fuerza de trabajo porque una gran parte de hombres y mujeres en edad de trabajar eran esclavos sometidos a amos locales. Por otra parte, la supresión de la esclavitud se hizo en dos etapas.

En un primer tiempo, una ley de abril de 1818 prohibió el comercio marítimo del "ébano vivo" y su transporte hacia las Américas, pero no en el interior de las tierras, de modo que el mercado de esclavos siguió siendo libre para los comerciantes coloniales. Sin embargo pronto se dieron cuenta de que eso era insuficiente para remediar la situación de penuria de mano de obra. En ese contexto, el jefe de la colonia decidió aportar su contribución personal pidiendo al jefe del primer batallón que le proporcionara "hombres de faena obligatoria a las demandas que se les hicieran por parte de las diferentes partes del servicio". Gracias a esas medidas, las autoridades coloniales y los comerciantes pudieron solventar momentáneamente la falta de mano de obra. Por otro lado, los trabajadores disponibles tomaban conciencia del beneficio que podían sacar de la escasez de mano de obra, haciéndose cada vez más exigentes para con los empleadores. Esto provocó un nuevo enfrentamiento sobre los costes de la mano de obra, y por consiguiente una nueva intervención de las autoridades coloniales las cuales procedieron a "regular" el mercado a favor de los comerciantes.

En un segundo tiempo, en febrero de 1821, el Ministerio de Marina y Colonias, a la vez que estudiaba la posibilidad de recurrir a una política activa de población de origen europeo, ordenó el fin de la esclavitud bajo "cualquiera de sus formas".

Repitámoslo: para las autoridades coloniales, se trataba de encontrar los brazos necesarios para el desarrollo de la economía agrícola:

"Se trataba (...) de la compra por el Gobernador o particulares de individuos sometidos a esclavitud en comarcas vecinas de las posesiones del Oeste africano; de su liberación mediante acta certificada, a condición de que trabajasen para el contratista durante cierto tiempo. Sería (...) una especie de aprendizaje de la libertad, familiarizando al autóctono con la civilización europea, dándole el gusto por las nuevas culturas industriales, a la vez que se hacía disminuir la cantidad de cautivos. Se obtuvo así (...) mano de obra, y a la vez todo eso correspondía a las ideas humanitarias de los abolicionistas" ([10]).

O sea que se trataba sobre todo de "civilizar" para explotar mejor a los "libertos" y no liberarlos en nombre de una visión humanitaria. Y como si esto no bastara, la administración colonial instauró, dos años más tarde, en 1823, un "régimen de contratados por tiempo", o sea una especie de contrato que vinculaba el empleado a su empleador por una larga duración.

"Los contratados por tiempo eran utilizados por un período que podía llegar hasta 14 años en los talleres públicos, en la administración, en plantaciones agrícolas (eran 300 de un total de 1500 los utilizados por el barón Roger), en los hospitales, en donde servían de mozos de sala, enfermeros o de personal doméstico, en la seguridad municipal, y en los ejércitos; ya sólo en el Regimiento de Infantería de Marina, había 72 en 1828, 115 cuatro años más tarde, 180 en 1842, mientras que el número de las compras de libertos alcanzaba 1629 en 1835, 1768 en 1828, 2545 en 1839. En esta fecha, sólo ya la ciudad de San Luis contaba unos 1600 contratados por tiempo" ([11]).

Hay que subrayar la existencia formal de contratos de trabajo de larga duración (14 años) parecidos a un contrato fijo, de duración indeterminada, de nuestros días. Esto demuestra la necesidad permanente de mano de obra correspondiente al ritmo del desarrollo económico de la colonia. El régimen de los contratados por tiempo se concibió para acelerar la colonización agrícola. Esta política se plasmó en un arranque consecuente de desarrollo de las fuerzas productivas y de la economía local en general. El balance fue, sin embargo, muy contrastado, pues, aunque sí hubo un verdadero ímpetu en lo comercial (importación-exportación), que pasó de 2 millones de francos en 1818 a 14 millones en 1844, en cambio, la política de industrialización agrícola fue un fracaso. Los sucesores del barón Roger abandonaron, por ejemplo, el proyecto de desarrollo de la agricultura tres años después de haberse iniciado, a causa de las divergencias de orientación económica en el Estado. Otro factor que pesó en la decisión de anular el proyecto de desarrollo de la agricultura fue la negativa de muchos antiguos cultivadores, convertidos en empleados asalariados, a volver a la tierra. Sin embargo, los dos aspectos de esta política, o sea, el rescate de esclavos y el "régimen de contratos por tiempo", se mantuvieron hasta 1848, fecha en que se suprimieron por decreto.

"Así era la situación a mediados del s. XIX, una situación caracterizada por la existencia, ahora ya confirmada, del trabajo asalariado, que es lo propio de un proletariado sin defensa, y casi sin derechos, el cual, aunque ya conoce formas primarias de concertación y de coalición, si ya tenía, por lo tanto, una conciencia presindical, no se había atrevido nunca a mantener un conflicto con sus patronos, asistidos éstos por un gobierno autoritario" ([12]).

Así se constituyeron las bases de un proletariado asalariado, que evoluciona bajo el régimen del capitalismo moderno, precursor de la clase obrera africana y que, desde ahora en adelante va a hacer el aprendizaje de la lucha de clases a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

Las primeras formas embrionarias de lucha de clases en 1855

El surgimiento de la clase obrera

Según las fuentes disponibles ([13]), hubo que esperar a 1855 para ver surgir una primera organización profesional de defensa de los intereses específicos del proletariado. Se formó con ocasión de un movimiento lanzado por un carpintero de obra autóctono (vecino de San Luis) que se puso a la cabeza de 140 obreros para redactar una petición contra los maestros carpinteros europeos que les imponían unas condiciones de trabajo inaceptables. En efecto: "Los primeros artesanos que emprendieron grandes obras coloniales eran civiles europeos o militares del cuerpo de ingenieros a los que se atribuían auxiliares y mano de obra indígena. Eran carpinteros de obra, carpinteros, albañiles, herreros, zapateros. Formaban entonces el personal técnicamente más cualificado, con instrucción en algunos casos, más o menos básica, reinaban en los gremios existentes de los que eran la élite dirigente; eran ellos, sin duda, los que decidían sobre mercados, fijaban precios, repartían la faena, escogían a los obreros que contrataban y pagaban a una tarifa muy inferior a la que ellos pedían a los empleadores" ([14]).

En esta lucha lo que primero llama la atención es que la primera expresión de "lucha de clases" en la colonia oponía a dos fracciones de la misma clase (obrera) y no directamente a burguesía y proletariado. O sea, a una fracción de la clase obrera de base (dominada) en lucha contra otra fracción obrera llamada "élite dirigente" (dominante). Otro rasgo característico de ese contexto es que la clase explotadora era exclusivamente la burguesía colonial, en ausencia de una "burguesía autóctona". En resumen, había una clase obrera formándose bajo un capitalismo colonial en desarrollo. Por eso puede comprenderse por qué la primera expresión de lucha obrera no pudo soslayar la marca de la triple connotación: "corporativista", "étnica" y "jerárquica". Eso queda ilustrado en el ejemplo del líder de ese grupo de obreros indígenas, también él maestro carpintero de obra, y por ello formador de numerosos jóvenes obreros aprendices con él, mientras que a la vez ejercía bajo la dependencia tutelar de maestros carpinteros europeos que tomaban todas las decisiones ([15]).

En ese contexto, la decisión del líder autóctono de agruparse con los obreros africanos de base (menos cualificados que él) para enfrentarse a la actitud arrogante de los maestros artesanos occidentales es comprensible y debe ser interpretada como una reacción sana de defensa de los intereses proletarios.

Por otro lado, según otras fuentes (archivos), ese mismo maestro obrero indígena estuvo más tarde involucrado en la formación del primer sindicato africano en 1885 aún cuando la ley de 1884 de Jules Ferry que autorizaba la creación de sindicatos, había excluido su instauración en las colonias. Por esa razón es por la que el sindicato de obreros indígenas tuvo que existir y funcionar clandestinamente; por eso hay tan poca información sobre su historia, como así lo dice la cita siguiente: "La serie K 30 de los Archivos de la República de Senegal contiene un documento manuscrito, inédito, que nunca se había citado antes en ninguna fuente, clasificado en una carpeta en la que está escrito: "sindicato de carpinteros de obra del Alto Río". Lamentablemente, esa pieza de archivo de una importancia capital para la historia del movimiento sindical en Senegal no viene acompañada de ningún otro documento que pueda aclararnos mejor las cosas" ([16]).

De modo que, a pesar de la prohibición de todo tipo de organismos de expresión proletaria, a pesar de la práctica sistemática de la censura que impidió que se desarrollara una historia verdadera del movimiento obrero en las colonias, se ha podido hacer constar la existencia de las primeras organizaciones obreras embrionarias de lucha de la clase, de tipo sindical. Fue, es cierto, un "sindicato corporativista", de carpinteros de obra, pero, de todas maneras, el Estado capitalista prohibía en aquel tiempo toda agrupación interprofesional.

Eso es lo que las investigaciones sobre textos escritos sobre ese tema y ese período pueden darnos a conocer sobre el modo de expresión de la lucha de la clase obrera en el período de 1855 a 1885.

Los luchas de los emigrados senegaleses en el Congo belga en 1890-1892

"Recordemos primero que cuando se impuso en 1848 la supresión del régimen de los contratos por tiempo, este sistema no desapareció ni mucho menos, sino que se adaptó a la situación transformándose progresivamente. Pero esa solución no consiguió ni mucho menos resolver el espinoso problema de la mano de obra.

"Al no poder seguir comprando esclavos para hacerlos trabajar como tales, los ámbitos económicos coloniales, ante el riesgo de que las plantaciones se convirtieran en eriales por falta de brazos, presionaron a los dirigentes administrativos y las autoridades políticas para que autorizaran la emigración de trabajadores africanos recién liberados hacia regiones donde se apreciara su trabajo con un salario y en unas condiciones discutidas con los patronos. El Gobernador dio curso a ese requerimiento proclamando un decreto del 27 de marzo de 1852 para organizar la emigración de trabajadores en las colonias; el 3 de julio, por ejemplo, un navío de nombre "Les cinq frères" fletado para transportar 3000 obreros destinados a las plantaciones de la Guayana, echó anclas en Dakar y tomó contactos para contratar a 300 senegaleses. Las condiciones eran: "expatriación de seis años a cambio de un regalo valorado entre 30 a 50 francos, un salario de 15 F por mes, alojamiento, alimentación, cuidados médicos, disfrute de un jardinillo y repatriación gratuita al término de su estancia americana"" ([17]).

Se comprueba así, con el ejemplo de los 300 senegaleses destinados a las plantaciones de América (la Guayana francesa), que la clase obrera existía ya de verdad, hasta el punto de ser una "mano de obra de reserva", de la que echaba mano la burguesía para exportar una parte de ella.

Y así, tras haber dado pruebas de capacidad y eficacia al haber terminado, por ejemplo, en 1885, las duras obras del ferrocarril Dakar-San Luis, los obreros de esta colonia francesa suscitaron el especial interés de los medios económicos coloniales, ya fuera como mano de obra explotable in situ ya como fuerza de trabajo exportable hacia el exterior.

Y fue así, en ese marco y circunstancias parecidas, cómo se reclutó una gran cantidad de trabajadores senegaleses para ejercer en diferentes trabajos, en particular en el ferrocarril congoleño de Matadi.

Nada más llegar allá, los obreros inmigrados tuvieron que vérselas con unas condiciones de trabajo y de existencia durísimas, constatando inmediatamente que las autoridades belgas no tenían la menor intención de respetar el contrato. Como lo contaron ellos mismos en una carta de protesta enviada al Gobernador de Senegal, los obreros estaban "mal alimentados, mal alojados, peor pagados y, enfermos, mal curados", morían como moscas y tenían la impresión de que el cólera se había cebado con ellos pues "enterramos a 4 ó 5 personas por día". De ahí que dirigieran en febrero de 1892 una petición a las autoridades coloniales franco-belgas exigiendo con firmeza su repatriación colectiva a Senegal, concluyendo de la siguiente manera: "Ya ninguno de nosotros quiere permanecer en Matadi".

Los obreros eran así víctimas de una explotación particularmente odiosa por parte del capitalismo colonial, que les imponía unas condiciones tanto más brutales y salvajes porque, mientras tanto, los dos Estados coloniales se devolvían la pelota y eso cuando no hacían oídos sordos sobre la suerte de los trabajadores inmigrados: "Y así, gracias a la impunidad de que disfrutaban, las autoridades belgas no hicieron nada por mejorar la suerte de los desventurados reivindicadores. La distancia entre el Congo belga y el Senegal, la querella de preeminencia que impedía al Gobernador francés interceder a favor de aquéllos, las complicidades de las que se beneficiaba la compañía del ferrocarril del Bajo Congo ante el Ministerio francés de las Colonias, el cinismo de algunos ámbitos coloniales a quienes divertían las cuitas de los pobres senegaleses, todo ello dejó a los obreros senegaleses en un abandono casi total, transformándolos en una mano de obra medio desarmada, sin verdaderos medios de defensa, sometida por tanto a todo tipo de abusos" ([18]).

Sin embargo, gracias a su combatividad, al haberse negado a trabajar en las condiciones que se les imponían y por haber exigido con firmeza que se les evacuara del Congo, los emigrantes de la colonia francesa obtuvieron satisfacción. Y cuando volvieron a su tierra, pudieron contar con el apoyo de la población y de sus compañeros obreros, obligando así al Gobernador a acometer nuevas reformas de protección de los trabajadores, empezando por la instauración de un nuevo reglamento para le emigración. El drama sufrido en el Congo por los emigrantes suscitó debates y una toma de conciencia sobre la condición obrera. Y así, entre 1892 y 1912, se tomaron una serie de medidas en favor de los asalariados: descanso semanal, jubilaciones obreras, asistencia médica, en resumen, reformas de verdad.

Además, apoyándose en su "experiencia congoleña", los antiguos emigrantes se hicieron notar en una nueva operación de reclutamiento para las nuevas obras del ferrocarril de Senegal, mostrándose muy exigentes sobre las condiciones de trabajo. Y decidieron así crear, en 1907, una asociación profesional denominada "Asociación obrera de Kayes" con la que defender mejor sus condiciones de trabajo y de vida frente al insaciable apetito de las hienas capitalistas. La autoridad colonial, comprendiendo que la relación de fuerzas se le estaba yendo de las manos en ese momento, aceptó legalizar la asociación de los ferroviarios.

En realidad, no es de extrañar que el nacimiento de un agrupamiento así se realizara entre los ferroviarios, si se sabe que desde que se inició la red, en 1885, ese sector se había convertido en uno de los complejos industriales más importantes de la colonia, tanto por sus beneficios como por el número de sus empleados. Y como veremos más adelante, los obreros del ferrocarril estarán presentes en todos los combates de la clase obrera del África Occidental Francesa.

En general, el período siguiente al retorno de los emigrantes a Senegal (entre 1892 y 1913) estuvo marcado por una fuerte agitación social, especialmente en la función pública: los empleados de Correos organizaron protestas contra sus condiciones de trabajo y los bajos salarios. Los funcionarios y asimilados decidieron crear sus propias asociaciones para defenderse "por todos los medios a su disposición", inmediatamente secundados por los empleados del comercio, los cuales exigieron que se aplicara en su sector la ley del descanso semanal. Se asistía pues a una efervescencia de combatividad entre los asalariados del sector público y del privado con la consiguiente y creciente preocupación de las autoridades coloniales. No sólo no podían arreglarse los problemas sociales candentes al final del año 1913, sino que se incrementaron en el contexto de la crisis resultante de la Primera Guerra mundial.

Lassou (continuará)



[1]) Henri Wesseling, le Partage de l'Afrique (El reparto de África), 1991, Ediciones Denoel, 1996, versión francesa de este libro escrito originalmente en holandés (existe una versión en español).

[2]) M. Agier, J. Copans y A. Morice, Classes ouvrières d'Afrique noire, (Clases obreras del África negra), Karthala- ORSTOM, 1987.

[3]) Histoire du Mouvement syndical africain 1790-1929, Ediciones L'Harmattan, 1991.

[4]) Ibídem.

[5]) Ídem.

[6]) Ídem.

[7]) Ídem.

[8]) Se llama "Restauración" en Francia al período entre la caída de Napoleón y la Revolución de 1830. Se llama así porque volvió la monarquía aunque no ya "absoluta" como en el antiguo régimen, esta vez dominada por la burguesía.

[9]) Iba Der Thiam, op. cit.

[10]) Ídem.

[11]) Ídem.

[12]) Ídem.

[13]) Mar Fall, l'Etat et la question syndicale au Sénégal, ed. L'Harmattan, Paris, 1989.

[14]) Iba Der Thiam, op. cit.

[15]) Ídem.

[16]) Ídem.

[17]) Ídem.

[18]) Ídem.

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