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Proseguimos en este número de la Revista internacional la publicación de nuestro debate interno sobre cómo explicar el período de prosperidad de los años 50 y 60 del siglo xx. Recordemos que este debate se inició por las críticas que hicimos a nuestro folleto la Decadencia del capitalismo sobre el análisis que en él se hace acerca de las destrucciones habidas durante la Segunda Guerra mundial. Éstas se consideraban en efecto como la base del mercado de la reconstrucción que constituiría una salida para la producción capitalista. Une posición (llamada "la economía de guerra y el capitalismo de Estado") se expresó desde el principio "en defensa del enfoque defendido por nuestro folleto", según el cual "el dinamismo económico de que se trata se debió sobre todo a las consecuencias de la guerra: el reforzamiento extraordinario de los Estados Unidos en el plano económico e imperialista, y la economía de guerra permanente característica del capitalismo decadente". Otras dos posiciones, que entonces compartían la crítica al análisis de la reconstrucción defendido en la Decadencia del capitalismo, se oponían, sin embargo, en el análisis de los mecanismos que explican la prosperidad de los años 1950 y 60: mecanismos keynesianos para una de las posiciones (llamada "el capitalismo de Estado keynesiano-fordista"); para la otra: explotación de los últimos mercados extracapitalistas e inicio de la huida ciega por la vía del endeudamiento (llamada "mercados extracapitalistas y endeudamiento").
En la Revista internacional no 133 se publicó la presentación del debate y tres contribuciones que exponían de manera sintética las tres posiciones principales. En el no 135 de nuestra Revista, se publicó un artículo, "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", que desarrollaba más exhaustivamente la tesis del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista".
En este número se exponen las otras dos posiciones con los siguientes textos "Les bases de la acumulación capitalista" y "Economía de guerra y capitalismo de Estado" (en defensa respectivamente de las posiciones "Mercados extracapitalistas y endeudamiento" y "Economía de guerra y capitalismo de Estado"). Queremos, sin embargo, introducir esa exposición con unas consideraciones relativas, por un lado, a la evolución de las posiciones en presencia y, por otro, al rigor del debate.
La evolución de las posiciones presentes
Durante un período del debate, todos los diferentes enfoques expresados se reivindicaban del marco de análisis de la CCI ([1]). Ese marco solía incluso servir de referencia para argumentar las críticas que una posición podía hacer a otra. Ya no es así hoy y esto desde hace algún tiempo. Tal evolución es una de las posibilidades inherentes de cualquier debate: unas diferencias que aparecen mínimas al principio pueden, a medida que se discute, revelarse más profundas de lo que se pensaba, hasta poner en entredicho el marco teórico inicial de la discusión. Y eso ha ocurrido en este debate nuestro, en particular con la tesis llamada "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista". Esto puede apreciarse leyendo el artículo "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista" (Revista internacional no 135). Esta tesis asume ahora abiertamente la puesta en entredicho de diferentes posiciones de la CCI. Esos cuestionamientos deberán integrarse en el debate mismo, por eso nos limitamos aquí a dejar constancia de su existencia. Otras contribuciones posteriores tratarán sobre esos cuestionamientos. Así, para esa tesis:
- "El capitalismo genera en permanencia la demanda social que es la base del desarrollo de su propio mercado", mientras que para la CCI, "Contrariamente a lo que pretenden los adoradores del capital la producción capitalista no crea automáticamente y a voluntad los mercados necesarios para su crecimiento" (Plataforma de la CCI).
- El apogeo del capitalismo corresponde a cierto estadio de "la extensión del salariado y su dominación mediante la constitución del mercado mundial". Para la CCI, en cambio, este apogeo se alcanza cuando las principales potencias económicas se han repartido el mundo y se "alcanza un grado crítico de saturación de esos mismos mercados que le habían permitido la formidable expansión del siglo xix" (Plataforma de la CCI).
- La evolución de la cuota (o tasa) de ganancia y el tamaño de los mercados son dos cosas totalmente independientes, mientras que para la CCI, "la dificultad creciente que tiene el capital para encontrar los mercados donde realizar su plusvalía, acentúa la presión a la baja que ejerce sobre la tasa de ganancia el crecimiento constante de la proporción entre el valor de los medios de producción y el de la fuerza de trabajo que los pone en funcionamiento" (ídem).
Llevar el esclarecimiento sistemático y metódico de las divergencias hasta la raíz, sin temer los cuestionamientos que pudiera producir, es lo normal en un debate proletario que sirva realmente para reforzar las bases teóricas de las organizaciones que se reivindican del proletariado. Las exigencias de claridad de un debate así, imponen, por lo tanto, el mayor rigor militante y científico especialmente en las referencias a los textos del movimiento obrero, en su uso para tal o cual demostración o polémica. Y precisamente el artículo "Origen, dinámica et límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", de la Revista no 135, plantea problemas en ese sentido.
El debate exige un rigor a veces mal asumido
El artículo en cuestión empieza citando Internationalisme no 46 (publicación de la Izquierda comunista de Francia): "Nuestros antepasados de la Izquierda comunista de Francia, en 1952, decidieron cesar su actividad de grupo porque: "La desaparición de los mercados extracapitalistas acarrea una crisis permanente del capitalismo (...) ya no puede ampliar su producción. Ahí se podrá ver la confirmación brillante de la teoría de Rosa Luxemburg: el estrechamiento de los mercados extracapitalistas provoca una saturación del mercado propiamente capitalista. (...) De hecho, las colonias han dejado de ser un mercado extracapitalista para las metrópolis, al haberse transformado en nuevos países capitalistas. Han perdido así su carácter de salidas mercantiles. (...) la perspectiva de guerra... está llegando a su realización. Estamos viviendo en un estado de guerra inminente...". La paradoja es que ese error de perspectiva haya sido anunciado ¡en vísperas de los Treinta gloriosos!".
De la lectura del pasaje citado surgen las dos ideas siguientes:
- En 1952 (fecha en que se escribió el artículo de Internationalisme), los mercados extracapitalistas han desaparecido, de ahí la situación de "crisis permanente del capitalismo".
- La previsión del grupo Internationalisme de lo ineluctable e inminente de la guerra se deriva de su análisis del agotamiento de los mercados extracapitalistas.
Ahora bien, ese no es el verdadero pensamiento de Internationalisme. Es una deformación de él mediante una cita (la reproducida arriba) que recoge pasajes del texto original, respectiva y sucesivamente, de las páginas 9, 11, 17 y 1 de la revista Internationalisme.
El primer pasaje citado, "La desaparición de los mercados extracapitalistas acarrea una crisis permanente del capitalismo", viene inmediatamente seguido, en Internationalisme, de la frase siguiente no citada: "Rosa Luxemburg demuestra por otra parte que el momento de apertura de esa crisis se realiza mucho antes de que esa desaparición sea absoluta".
O, en otras palabras, para Rosa Luxemburg como para Internationalisme, la situación de crisis que prevalecía cuando se escribía ese artículo no implica en absoluto el agotamiento de los mercados extracapitalistas, "pues la crisis se inicia mucho antes de esa situación". Esta primera alteración del pensamiento de Internationalisme tiene consecuencias en el debate pues alimenta la idea (defendida por la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista") de que los mercados extracapitalistas tienen muy poca importancia en la prosperidad de los años 1950 y 60.
La segunda idea atribuida a Internationalisme, "lo ineluctable de la guerra inminente resultante del agotamiento de los mercados extracapitalistas", no es, en realidad, una idea del grupo Internationalisme como tal, sino de algunos camaradas en su seno con los que se había entablado una discusión. Esto lo demuestra el siguiente pasaje de Internationalisme, utilizado también en la cita pero con cortes importantes y significativos (amputaciones en negrita en el texto siguiente): "Para algunos de nuestros camaradas, en efecto, la perspectiva de guerra, que nunca han dejado de considerar como inminente, está llegando a su realización. Estamos viviendo en un estado de guerra inminente y la cuestión que debe analizarse no es estudiar los factores que llevan hacia la conflagración mundial -estos factores ya están presentes y funcionando-, sino, al contrario, examinar por qué la guerra mundial no ha estallado todavía a escala mundial". Esta segunda alteración del pensamiento de Internationalisme tiende a desprestigiar la postura defendida por Rosa Luxemburg e Internationalisme, puesto que la tercera guerra mundial, que debería haber sido la consecuencia de la saturación de los mercados, no ocurrió.
El objetivo de esta puntualización no es discutir sobre el análisis de Internationalisme, el cual contiene errores efectivamente, sino poner de relieve la interpretación tendenciosa que de ese análisis se ha hecho en las columnas de esta Revista internacional nuestra. Tampoco se trata de perjudicar el fondo del análisis del artículo "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", que debe diferenciarse completamente de los argumentos litigiosos que acabamos de criticar. Una vez hechas estas aclaraciones necesarias, prosigamos serenamente la discusión sobre las divergencias en el seno de nuestra organización.
Las bases de la acumulación capitalista
La tesis llamada de los "Mercados extracapitalistas y del endeudamiento", como su nombre indica, considera que es la venta en los mercados extracapitalistas y la venta a crédito lo que constituyó los mercados que permitieron la realización de la plusvalía necesaria a la acumulación del capitalismo durante los años 1950 y 60. Durante este período, el endeudamiento fue tomando progresivamente el relevo de los mercados extracapitalistas todavía existentes en el mundo, a medida que éstos se iban haciendo insuficientes para dar salida a las mercancías producidas.
Se plantean dos cuestiones sobre esta tesis:
- ¿Puede verificarse su validez mediante el análisis de los intercambios entre diferentes zonas económicas con niveles diferentes de integración en las relaciones de producción capitalistas? ¿Puede hacerse lo mismo con el análisis del endeudamiento en esa época? Una próxima contribución tratará este problema.
- ¿En qué se diferencia de las otras dos tesis principales en presencia? ¿En qué es compatible o no con ésas? El objeto de esta contribución es precisamente hacer un análisis crítico de la tesis llamada del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista". Más tarde habrá otra para comentar la tesis de "La economía de guerra y el capitalismo de Estado".
Ya lo adelantamos en el texto de presentación de la tesis de los "Mercados extracapitalistas y el endeudamiento" aparecido en la Revista internacional no 133: ni el aumento del poder adquisitivo de la clase obrera, ni los pedidos del Estado - de los que una gran parte es improductiva, como lo ilustra el ejemplo de la industria de armamento - en nada pueden participar en el enriquecimiento del capital global. Dedicamos lo esencial de este artículo a este tema que, a nuestro parecer, es objeto de una importante ambigüedad en la tesis del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista", en especial a causa de las virtudes que atribuye, para la economía capitalista, al aumento del poder adquisitivo de la clase obrera.
Para esa tesis,
"Este sistema pudo momentáneamente garantizar la cuadratura del círculo que consiste en hacer crecer en paralelo las ganancias y los mercados, en un mundo ya plenamente dominado por la demanda salarial" ([2]).
¿Qué significa hacer crecer las ganancias? Producir mercancías y venderlas, pero para satisfacer ¿qué demanda? ¿La procedente de los obreros? La frase siguiente del artículo es igual de ambigua y no nos informa mejor:
"El crecimiento garantizado de las ganancias, de los gastos del Estado y el aumento de los sueldos reales pudieron garantizar la demanda final tan indispensable para que quede plenamente cumplida la acumulación capitalista" ([3]).
Si el incremento de las ganancias está asegurado, lo está también la acumulación capitalista, y en este caso es inútil invocar el aumento de los salarios y de los gastos del Estado para explicar una acumulación "plenamente cumplida".
Esa imprecisión en la formulación de lo central del problema no nos deja otra opción que la de interpretar a riesgo de equivocarnos. ¿Quiere decirse que los gastos del Estado y el aumento de los salarios reales garantizan la demanda final, permitiendo así que crezcan las ganancias, base de la acumulación capitalista? ¿Es ésa la buena interpretación, como parece sugerirlo todo el texto? Si es así, hay realmente un problema con esta tesis, pues, a nuestro parecer, pone en entredicho las bases mismas del análisis marxista de la acumulación capitalista, como lo veremos luego. Si, en cambio, no es ésa la buena interpretación, habrá que decirnos qué demanda garantiza la realización de la ganancia gracias a la venta de las mercancías producidas.
Lo que los capitalistas acumulan es lo que queda de la plusvalía extraída de la explotación de los obreros, una vez pagados todos los gastos improductivos. Al no poder hacerse un aumento de sueldos reales sino es en detrimento de la plusvalía total, también se hace, por lo tanto, en detrimento de la parte de la plusvalía destinada a la acumulación. De hecho, un aumento de salario significa, en la práctica, devolver a los obreros una parte de la plusvalía resultante de su explotación. El problema de esa parte de la plusvalía "devuelta" a los obreros es que, al no estar destinada a la reproducción de la fuerza de trabajo (que ya está asegurada por el salario "no aumentado"), tampoco puede participar en la reproducción ampliada. En efecto, servirá para la alimentación, la vivienda o el ocio de los obreros, pero ya no podrá participar en el incremento de los medios de producción (máquinas, salarios para nuevos obreros, etc.). Por eso, aumentar los salarios por encima de lo necesario para reproducir la fuerza de trabajo es pura y simplemente, desde un enfoque capitalista, un despilfarro de plusvalía que de ningún modo puede participar en el proceso de la acumulación.
Es verdad que les estadísticas de la burguesía ocultan esa realidad, pues el cálculo del PIB (Producto interior bruto) integra sin más todo lo relativo a la actividad económica improductiva, gastos militares o publicitarios, ingresos de curas o policías, consumo de la clase explotadora o aumentos de salarios a la clase obrera. Al igual que las estadísticas burguesas, la tesis del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" confunde "incremento de la producción", o sea el incremento del PIB y "enriquecimiento del capitalismo", dos cosas que no son, ni mucho menos, equivalentes, pues el "enriquecimiento del capitalismo" significa aumento de la plusvalía realmente acumulada, excluyendo la plusvalía esterilizada en gastos improductivos. Esta diferencia no es mínima, especialmente en el período considerado que se caracteriza por el despegue de los gastos improductivos:
"La creación por el keynesianismo de un mercado interior capaz de dar una solución inmediata a la comercialización de una producción industrial masiva pudo dar la ilusión de un retorno duradero a la prosperidad de la fase de ascendencia del capitalismo. Pero al estar completamente desconectado de las necesidades de valorización del capital, ese mercado acabó en la esterilización de una porción significativa de capital" ([4]).
La idea de que el aumento de los salarios de la clase obrera podría ser, en ciertas circunstancias, un factor favorable a la acumulación capitalista es totalmente contradictoria con la posición de base del marxismo (y no sólo de éste, dicho sea de paso). Para el marxismo "el carácter esencial de la producción capitalista (...) es la valorización del capital y no su consumo" ([5]).
Sin embargo, replicarán los compañeros que defienden la tesis del capitalismo de Estado keynesiano-fordista, también esta tesis se basa en Marx. La explicación que da esa tesis sobre el éxito de las medidas de capitalismo de Estado para evitar la sobreproducción se basa en efecto en la idea de Marx de que:
"la masa de un pueblo nunca puede consumir más que la cantidad media de los bienes de primera necesidad, que su consumo no aumenta por lo tanto al ritmo del aumento de la productividad del trabajo" (Marx, Teorías sobre la plusvalía, libro IV).
Gracias a esa frase de Marx, la tesis mencionada entrevé la solución para superar una contradicción de la economía capitalista: mientras existan incrementos de productividad bastante altos que permitan que el consumo aumente al ritmo del aumento de la productividad del trabajo, el problema de la sobreproducción queda solucionado sin impedir la acumulación puesto que, por otra parte, las ganancias, también en aumento, son suficientes para asegurar la acumulación. Marx, en vida suya, no dejó nunca constancia de un aumento de salarios al ritmo de la productividad del trabajo. Pensaba incluso que eso no podía producirse. Y sin embargo, sí se produjo en ciertos momentos de la vida del capitalismo, pero eso no permite en absoluto que se deduzca que el problema fundamental de la sobreproducción, tal como Marx lo puso de relieve, se vería solucionado gracias a esos aumentos, ni siquiera momentáneamente. El marxismo no reduce esa contradicción (la sobreproducción) a una cuestión de proporción entre aumento de salarios y aumento de productividad. Una cosa es que el keynesianismo hubiera visto en ese mecanismo de reparto de la riqueza el medio para mantener momentáneamente cierto nivel de actividad económica en un contexto de fuerte aumento en la productividad del trabajo. Otra cosa, ilusoria, es que los "mercados" así creados hayan permitido efectivamente un desarrollo del capitalismo. Tenemos que examinar aquí más detenidamente cómo esa manera de "resolver" el problema de sobreproducción gracias al consumo obrero repercute en los engranajes de la economía capitalista. Es cierto que el consumo obrero y los gastos del Estado permiten dar salida a una producción creciente. Pero eso tiene una consecuencia, como hemos visto, que es la esterilización de una riqueza producida que no encuentra dónde emplearse útilmente para valorar el capital. La burguesía ya ha experimentado otros recursos del mismo estilo con los que controlar la sobreproducción: la destrucción de excedentes agrícolas, sobre todo en los años 1970 (y eso que la hambruna ya asolaba el mundo), la fijación de cupos a escala europea y también mundial de la producción de acero, petróleo, etc. Sean cuales sean los medios utilizados por la burguesía para absorber o hacer desaparecer la sobreproducción, esos medios se resumen, en fin de cuentas, en una esterilización de capital.
Paul Mattick ([6]), citado por la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" ([7]), constata también él, que en el período que estamos tratando, hay un aumento de salarios al ritmo del incremento de productividad:
"Es innegable que en la época moderna han aumentado los salarios reales. Pero sólo en el marco de la expansión del capital, la cual supone que la relación entre salarios y ganancias permanece generalmente constante. La productividad del trabajo debía entonces aumentar con una rapidez que permita a la vez acumular capital e incrementar el nivel de vida de los obreros" ([8]).
Es, sin embargo, una lástima que la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" no haya ido más lejos en su uso de la obra de Mattick. En efecto, para él como para nosotros, "toda prosperidad se basa en el incremento de la plusvalía encaminado a la ulterior expansión del capital" ([9]). En otras palabras, la plusvalía no se incrementa gracias a las ventas en mercados resultantes de los aumentos de sueldos o de los gastos improductivos del Estado:
"Todo el problema se reduce en último término al simple hecho de que lo que se consume no puede ser acumulado, de manera que el «consumo público» creciente no puede ser ningún medio para transformar en su contraria a una tasa de acumulación que haya llegado a detenerse o que sea descendente" ([10]).
Ahora bien, esta particularidad de la prosperidad de los años 1950 y 60 pasó desapercibida para la economía burguesa oficial y para la tesis del capitalismo de Estado keynesiano-fordista:
"Como los economistas no distinguen entre economía y economía capitalista, tampoco se dan cuenta de que productividad y "productivo en el sentido capitalista" son dos cosas diferentes, que tanto los gastos públicos como los privados sólo son productivos si generan plusvalía y no porque produzcan bienes materiales o amenidades" ([11]).
Esto es tan cierto que:
"la producción adicional obtenida mediante la financiación deficitaria, se presenta como demanda adicional, pero es una demanda de un tipo especial, ya que si bien resulta del incremento de la producción, de lo que se trata es de una producción total que aumenta sin que al mismo tiempo aumente correlativamente la ganancia total" ([12]).
De lo precedente se deduce que la prosperidad real de las décadas 1950 y 60 no fue tan importante como lo quiere presentar la burguesía, cuando ésta alardea de los PIB de los principales países industrializados de entonces. La constatación que hace Mattick al respecto, es perfectamente válida:
"En Estados Unidos, no obstante, persistió la necesidad de mantener estable el nivel de la producción mediante el gasto público, lo que condujo a un más amplio aunque más lento incremento del endeudamiento del Estado. Esta situación pudo justificarse también con la política imperialista de EEUU y más tarde particularmente con la guerra de Vietnam. Pero como el desempleo no descendió por debajo del cuatro por ciento de la ocupación total ni la capacidad productiva se utilizó a pleno rendimiento, es más que posible que sin el "consumo público" de los armamentos y de las matanzas de hombres, la cifra de desempleados se hubiese situado muy por encima de lo que realmente fue. Y como aproximadamente la mitad de la producción mundial corresponde a Estados Unidos, no es posible hablar, a pesar del auge del Japón y de Europa occidental, de una superación total de la crisis mundial y no se puede hablar en estos términos sobre todo si se incluye a los países subdesarrollados en el análisis. Por muy vivo que fuese el auge de la coyuntura, se limitó únicamente a algunas partes del capital mundial sin comportar un auge general del conjunto de la economía mundial" ([13]).
La tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" subestima esa realidad.
Para nosotros, el origen real de la acumulación no está ni mucho menos en las medidas keynesianas impuestas en aquella época ([14]), sino en la realización de la plusvalía gracias a la venta en mercados extracapitalistas y en la venta a crédito. La tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista", si la hemos interpretado correctamente, comete un error teórico en ese plano que abre la vía a la idea de que es posible, para el capitalismo, sobrepasar su crisis con tal de que consiga de manera continuada aumentar la productividad del trabajo e incrementar en la misma proporción los salarios de los obreros.
La tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" se reivindicaba, al iniciarse nuestro debate, de la continuidad con el marco teórico desarrollado por Marx y enriquecido por Rosa Luxemburg sobre las contradicciones económicas del modo de producción capitalista, pero ya no es lo mismo hoy en lo que a Rosa Luxemburg se refiere. Sin embargo, a nuestra manera de ver, tanto si esa tesis se reivindica de la teoría de Rosa Luxemburg como si la rechaza, eso no cambia para nada su incapacidad para explicar las contradicciones que socavan la sociedad capitalista durante el período llamado de los Treinta Gloriosos. En efecto, como hemos visto en las diferentes citas de Paul Mattick en las que nos hemos apoyado para criticar esa tesis, el debate con ella no tiene nada que ver con el debate más clásico, que opone la necesidad de mercados extracapitalistas para el desarrollo del capitalismo (defendida por Rosa Luxemburg) y el análisis de los defensores de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia como explicación única y exclusiva de la crisis del capitalismo (defendida por Paul Mattick).
En cuanto a la otra pregunta de saber si la venta a crédito puede ser un medio duradero para una acumulación real, sí que entra plenamente en el debate entre baja de la cuota de ganancia y saturación de los mercados extracapitalistas. La respuesta a esa pregunta está en la capacidad que tenga o deje de tener el capitalismo para reembolsar sus deudas. Ahora bien, el incremento continuo de la deuda, ya desde finales de los años 1950, es un signo de que la actual crisis abierta del endeudamiento hunde sus raíces hasta e incluido el período de "prosperidad" de los años 1950 y 60. Pero esto es otro debate sobre el que habremos de volver cuando haya que comprobar, en la realidad de los hechos, la tesis de los mercados extracapitalistas y del endeudamiento.
Silvio
Economía de guerra y capitalismo de Estado
El objetivo principal de este artículo es desarrollar algunas de las bases para el análisis del periodo del boom económico ocurrido tras la Segunda Guerra mundial que fueron expuestas, esquemáticamente, en la Revista internacional no 133 con el título: "Capitalismo de Estado y economía de guerra" ([15]). Nos parece además de utilidad, examinar brevemente algunas de las objeciones planteadas a ese análisis por otros participantes en el debate.
Como se señalaba justamente en la introducción al debate en la Revista internacional no 133, la importancia de este debate va más lejos del análisis sobre el boom de posguerra y, puesto que toca aspectos fundamentales de la crítica marxista de la economía política, debe contribuir sobre todo a una mejor comprensión de las principales fuerzas que gobiernan la sociedad capitalista; fuerzas que determinaron a su vez tanto el extraordinario dinamismo del periodo ascendente del capitalismo, que le hicieron progresar desde el inicio de su existencia, en las ciudades-Estado de Italia y de Flandes, hasta la creación de la primera sociedad planetaria, como el carácter sumamente destructivo del periodo decadente de este sistema en el curso del cual la humanidad ha sufrido dos guerras mundiales cuya barbarie enmudecería al mismísimo Gengis Khan y que amenaza hoy día la existencia misma de nuestra especie.
¿Cuál es la base de la dinámica expansionista de la economía capitalista?
La clave del dinamismo del capitalismo está en el corazón mismo de las relaciones sociales capitalistas:
- La explotación de la clase productiva por parte de la clase dominante toma la forma de compra de la fuerza de trabajo, entendida ésta como mercancía;
- El producto del trabajo de la clase explotada debe necesariamente tomar la forma de mercancía lo que a la vez significa que la expropiación del trabajo excedente (trabajo añadido, sobretrabajo o plustrabajo) implica necesariamente la venta de estas mercancías en el mercado ([16]).
Lo explicaremos más sencillamente con un ejemplo: el señor feudal se adueñaba del excedente producido por sus siervos y lo utilizaba directamente para mantener su tren de vida; el capitalista, en cambio, extrae la plusvalía de los obreros bajo la forma de mercancías, que no siéndole útiles como tales mercancías, deben ser vendidas en el mercado a fin de ser transformadas en capital monetario. Esto le crea inevitablemente un problema al capitalista: ¿quién le va a comprar las mercancías que representan la plusvalía creada por el plus-trabajo de los obreros? Dicho muy esquemáticamente, dos respuestas se han aportado a esta pregunta en la historia del movimiento obrero:
- Según ciertas teorías el problema no existiría, puesto que el proceso de acumulación de capital y las operaciones normales de crédito permitirían a los capitalistas invertir en un nuevo ciclo de producción; ciclo que, al desarrollarse a una escala más amplia, absorbe la plusvalía producida a lo largo del ciclo precedente; con lo que el conjunto del proceso no hace sino repetirse ([17]).
- Según la mayoría de la CCI, esa explicación es inadecuada ([18]). Veamos: primero, si el capitalismo puede extenderse infinitamente, sin ningún problema, sobre sus propias bases ¿por qué la clase capitalista está obsesionada por las conquistas exteriores?, ¿por qué la burguesía no se queda tranquilamente en casa y sigue ampliando su capital sin lanzarse a la empresa, arriesgada, costosa y violenta, de extender constantemente su acceso a nuevos mercados? R. Luxemburg, en su Anticrítica, responde a estas cuestiones de la siguiente manera:
"(...) Ha de tratarse pues de clientes que obtengan sus medios adquisitivos de los frutos de un intercambio de mercancías; por tanto, de una producción de mercancías, que se desarrolle necesariamente al margen, fuera, del sistema capitalista de producción; ha de tratarse en consecuencia de productores cuyos medios de producción no tengan concepto de capital y a quienes no pueda incluirse en ninguna de las dos categorías: capitalista u obrero, aunque por unas razones o por otras ofrezcan un mercado, o se ofrezcan como mercado a las mercancías del capitalismo" ([19]).
Hasta la publicación de su último artículo en la Revista internacional no 135, parecía razonable pensar que el camarada C. Mcl compartía esa visión de la expansión del capitalismo en su fase ascendente ([20]). En su artículo titulado "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", el camarada parece haber cambiado de opinión al respecto. Eso demuestra, como mínimo, que las ideas cambian en el curso de los debates; sin embargo, nos parece necesario detenernos un momento para examinar algunas de las nuevas ideas que nos avanza.
Hay que decir que esas ideas no están, a primera vista, muy claras. Por un lado C. Mcl nos dice, y en eso estamos de acuerdo, que el entorno extra-capitalista le "proporcionó [al capitalismo] toda una serie de oportunidades" para, entre otras cosas, vender las mercancías sobrantes ([21]). Sin embargo, por otro lado, C. Mcl nos dice que no solamente estas "oportunidades externas" no son necesarias, pues el capitalismo es perfectamente capaz de desarrollar su propia "regulación interna", sino que la expansión exterior del capitalismo frena efectivamente su desarrollo. Si comprendemos bien al camarada C. Mcl, parece que las mercancías vendidas en los mercados extracapitalistas dejan de comportarse como capital y no contribuyen a la acumulación, mientras que las mercancías vendidas en el seno del capitalismo permiten a la vez la realización de la plusvalía (por la conversión del capital en forma de mercancías en capital en forma de dinero) y funcionan igualmente como elementos de acumulación, ya sea en forma de máquinas (medios de producción, capital constante) o de bienes de consumo (medios de consumo para la clase obrera, capital variable). Para hacer válida esta idea, el camarada C. Mcl nos informa que los países capitalistas, que en el siglo xix no tenían colonias, conocieron tasas de crecimiento superiores a las de los países coloniales ([22]). Este punto de vista nos parece erróneo, tanto desde el punto de vista empírico como teórico. Expresa una visión fundamentalmente estática, en la que el mercado extracapitalista no es sino una especie de salida para el demasiado lleno mercado capitalista, cuando éste se desborda.
Los capitalistas no solamente venden en el mercado extracapitalista sino que también compran. Los navíos que transportaban mercancías baratas a los mercados de India y de China ([23]) no volvían vacíos: regresaban cargados de té, especias, algodón y otras materias primas. Hasta los años sesenta de mil ochocientos, el principal proveedor de algodón para la industria textil inglesa fue la economía esclavista de EEUU. Durante la "crisis del algodón", causada por la Guerra civil, India y Egipto se convirtieron en los nuevos proveedores.
En realidad,
"... Dentro de su proceso de circulación, en que el capital industrial funciona como dinero o como mercancía, el ciclo del capital industrial, ya sea capital-dinero o capital-mercancías, se entrecruza con la circulación de mercancías de los más diversos tipos sociales de producción, siempre y cuando que sean, al mismo tiempo, sistemas de producción de mercancías. No importa que la mercancía sea producto de un tipo de producción basado en la esclavitud o del trabajo de campesinos (chinos, ryots indios, etc.), de un régimen comunal (Indias orientales holandesas) o de la producción del estado (como ocurre en ciertas épocas primitivas de la historia de Rusia, basadas en la servidumbre), de pueblos semisalvajes dedicados a la caza, etc.; cualquiera que sea su origen, se enfrentan como mercancías y dinero al dinero y a las mercancías que representan el capital industrial y entran tanto en el ciclo de éste como en el de la plusvalía contenida en el capital-mercancías, siempre y cuando que ésta se invierta como renta; (...) El carácter del proceso de producción de que procedan es indiferente, para estos efectos; funcionan como tales mercancías en el mercado y entran como mercancías tanto en el ciclo del capital industrial como en la circulación de la plusvalía adherida a él" ([24]).
¿Qué pasa con el argumento según el cual la expansión colonial frena el desarrollo del capitalismo?
A nuestro parecer aquí se cometen dos errores:
- como ha señalado la CCI (en la serie sobre Marx y Luxemburg) en numerosas ocasiones, el problema del mercado extracapitalista se plantea a nivel global y no a nivel del capital individual ni siquiera del nacional ([25]);
- la colonización no es la única forma que adopta la expansión capitalista en los mercados extracapitalistas (mercados al margen, fuera del capitalismo).
La historia de EEUU proporciona una ilustración particularmente clara de ese punto, tanto más importante, debido al creciente papel que tuvo la economía americana a lo largo del siglo xix. En primer lugar, la inexistencia de un imperio colonial norteamericano durante el siglo xix no se debió a no se sabe qué "independencia" de la economía de EEUU respecto a un entorno extra-capitalista, sino que encontró dicho imperio en el interior mismo de las fronteras estadounidenses ([26]). Hemos mencionado ya la economía esclavista de los estados del Sur; tras la destrucción de éstos por la Guerra civil (1861-1865) el capitalismo se extendió durante los treinta años siguientes hacia el Oeste americano, siguiendo un proceso continuo que se puede describir así: masacre y limpieza étnica de la población indígena; establecimiento de una economía extracapitalista mediante la venta y concesión de nuevos territorios, anexionados por el Gobierno, a colonos y pequeños ganaderos ([27]); exterminio de esta economía extracapitalista por la deuda, el fraude y la violencia; y extensión de la economía capitalista ([28]). En 1890, el Servicio estadounidense del Censo declara la "Frontera" interna cerrada ([29]). En 1893, los EEUU conocieron una depresión severa y, durante los años 90 de ese siglo, la burguesía americana estaba cada vez más preocupada por la necesidad de extender sus fronteras nacionales ([30]). En 1898 un documento del Departamento de Estado americano explicaba:
"parece que hay un acuerdo general sobre el hecho de que vamos a encontrarnos cada año con un exceso creciente de productos manufacturados que deberemos destinar a los mercados extranjeros si queremos mantener el empleo de los obreros y los artesanos americanos. La ampliación del consumo en el extranjero de productos de nuestras fábricas y talleres se presenta como un problema serio no solamente comercial sino político" ([31]).
Le siguió una rápida expansión imperialista: Cuba (1898), Hawai (1898), Filipinas (1899) ([32]), la zona del Canal de Panamá (1903). En 1900, Albert Beveridge (uno de los principales partidarios de la política imperialista de EEUU) declaraba en el Senado:
"Las Filipinas son nuestras para siempre (...). Y tras las Filipinas están los mercados ilimitados de China (...). El Pacífico es nuestro océano (...) ¿Dónde encontrar consumidores para nuestros excedentes? La geografía nos da la respuesta: China es nuestro cliente natural" ([33]).
La decadencia y la guerra
Los europeos hablan, con frecuencia, del frenesí imperialista de finales del siglo xix como de una "carrera hacia África", Sin embargo, en muchos informes se contempla la conquista estadounidense de Filipinas como algo de una importancia mayor, en la medida que simbolizaba el momento en que la expansión imperialista europea hacia el Este se enfrentaba a la expansión norteamericana hacia el Oeste. La primera guerra de esta nueva época imperialista la hicieron dos potencias asiáticas - Rusia y Japón - por el control de Corea y el acceso a los mercados chinos. Esta guerra fue un factor clave en la primera sublevación revolucionaria del siglo xx: la de Rusia en 1905.
¿Qué es lo que esta nueva "época de guerras y revoluciones" (como la llamó la Internacional comunista) implicaba para la organización de la economía capitalista?
De forma muy esquemática, implica la inversión de la relación entre la economía y la guerra: mientras que en el periodo ascendente del capitalismo la guerra tiene la función de expansión económica; en la decadencia, al contrario, la economía está al servicio de la guerra imperialista. La economía capitalista en la decadencia es una economía de guerra permanente ([34]). Es el problema fundamental que está en la base de todo el desarrollo de la economía capitalista desde 1914 y en particular de la economía del boom que acompañó la posguerra, desde 1945.
Antes de continuar con el examen del boom de posguerra desde ese punto de vista, es necesario volver a considerar, brevemente, algunas otras posiciones que están presentes en el debate.
1) El papel de los mercados
extracapitalistas tras 1945
Vale la pena recordar que, en su folleto la Decadencia del capitalismo, la CCI atribuía ya un papel a la destrucción continuada de mercados extra-capitalistas durante todo este periodo ([35]) y es posible que hayamos subestimado su papel en el boom de posguerra; de hecho, la destrucción de esos mercados (en el sentido clásico, descrito por Luxemburg) continúa aun hoy con las formas más dramáticas, como vemos con las decenas de miles de suicidios habidos entre los granjeros de la India, incapaces de devolver las deudas que adquirieron para comprarle semillas y abonos a Monsanto y a otros ([36]).
No es menos difícil ver cómo pudieron contribuir esos mercados, de manera decisiva, al boom de posguerra si se tiene en cuenta:
- la enorme destrucción que sufrió la pequeña economía campesina en muchos países, entre 1914 y 1945, como resultado de la guerra y de la catástrofe económica ([37]).
- el hecho de que todas las economías europeas subvencionaron masivamente la agricultura durante el periodo de posguerra: la economía campesina supuso para estas economías más que un mercado un verdadero coste.
2) El progreso de la deuda
El argumento de la deuda es mucho más sólido cuando se observan los datos. Es verdad que comparados con los niveles astronómicos alcanzados hoy, tras treinta años de crisis, el incremento de la deuda durante el boom de la posguerra podrá parecer a primera vista insignificante. Sin embargo, comparado con lo que pasaba antes, su subida fue espectacular. En Estados Unidos, sólo ya la deuda federal bruta pasó de 48 mil 200 millones de $ en 1938 a 4,839 billones de $ en 1973, o sea, diez veces más ([38]).
El crédito al consumo en Estados Unidos pasó de 4 % del PIB en 1948 a más de 12 % a principios de los años 1970.
Los préstamos inmobiliarios pasaron igualmente de 7 mil millones de $ en 1947 a 70 mil 500 millones en 1970 - o sea diez veces más a causa del nivel importante de créditos, de bajo interés y fácil acceso, acordados por el gobierno: en 1955, la Federal Housing Administration y la Veterans Administration poseían solo ellas dos el 41 % de todas las hipotecas ([39]).
3) El aumento de sueldos
Para el camarada C. Mcl, la prosperidad del boom de posguerra se debió en gran parte a que los salarios aumentaron al mismo tiempo que la productividad gracias a una política keynesiana deliberada cuyo objetivo era absorber la producción excedentaria y permitir que continuara la expansión del mercado.
Es cierto, como así lo subrayó Marx en el Capital, que los salarios pueden aumentar sin inquietar las ganancias mientras aumente también la productividad. También es cierto que la producción masiva de bienes de consumo es imposible sin el consumo masivo de la clase obrera. Y también es muy cierto que hubo una política deliberada de subida de salarios y del nivel de vida de los obreros después de la Segunda Guerra mundial para preservarse contra las revueltas sociales. Sin embargo, nada de todo eso resuelve el problema básico, identificado por Marx y Luxemburg, según el cual la clase obrera no puede absorber todo el valor de lo que produce.
Además, la hipótesis de C. Mcl se basa en dos suposiciones principales que, a nuestro parecer, no se justifican empíricamente:
- La primera es que el aumento de salarios estaba garantizado por su reajuste con la productividad; pero no hemos encontrado que esa política esté testificada como política general, salvo en casos de menor importancia como en Bélgica ([40]). Tomando dos contraejemplos, la escala móvil implantada en Italia en 1945 vinculaba los salarios a la inflación (lo cual es, evidentemente, algo muy distinto) y el "Contrato social" implantado por el gobierno laborista de Wilson en Gran Bretaña al final del boom fue una tentativa desesperada de reducir los salarios en un período de elevada inflación ajustándolos a la productividad.
- La segunda es que el capital occidental no habría buscado una mano de obra barata hasta el principio del período de "globalización" en los años 80. Eso es sencillamente falso: en Estados Unidos, la emigración del campo a las ciudades redujo la población rural de 24,4 millones en 1945 a 9,7 millones en 1970 ([41]). Y, en Europa, el mismo fenómeno fue aún más espectacular: unos 40 millones de personas emigraron del campo y de fuera de los países de Europa hacia las grandes zonas industriales ([42]).
Los frutos de la guerra
La Segunda Guerra mundial - más todavía que la Primera - demostró la irracionalidad absoluta de la guerra imperialista en la era de la decadencia del capitalismo. Lejos de ser beneficiosa para la conquista de nuevos mercados, la guerra arruinó tanto a los países vencedores como a los vencidos. Con una única excepción: los Estados Unidos de América, único país beligerante que no sufrió ninguna destrucción en su territorio. Esta excepción fue la base del boom de posguerra tan excepcional y que, por eso mismo, no podrá repetirse.
Uno de los defectos principales de las demás posiciones en este debate es que: a) tienden a plantear el problema en términos puramente económicos, y b) sólo consideran el boom de posguerra en sí mismo, no logrando, por eso mismo, comprender que ese boom vino determinado por la situación creada por la guerra.
¿Qué situación era ésa?
Entre 1939 et 1945, se duplicó la capacidad de la economía estadounidense ([43]). Las industrias existentes (la construcción naval, por ejemplo) instauraron técnicas de producción masiva. Se crearon nuevas industrias enteras: producción en cadena de aviones, electrónica, informática (los primeros ordenadores se utilizaron para calcular las trayectorias balísticas), productos farmacéuticos (descubrimiento de la penicilina), plásticos - la lista es interminable. Y aunque la deuda gubernamental alcanzó un vértice durante la guerra, para Estados Unidos la mayor parte de ese desarrollo fue pura acumulación de capital, pues EEUU vació de su sangre a los imperios británico y francés, apoderándose de sus riquezas acumuladas a cambio de entregas de armamento.
A pesar de esa aplastante superioridad, los Estados Unidos conocieron, eso sí, algunos problemas al final de la guerra. Los resumiremos así:
- ¿Dónde encontrar mercados para la producción industrial americana que se había duplicado durante la guerra? ([44])
- ¿Cómo defender los intereses nacionales estadounidenses - que por primera vez se situaban a una escala auténticamente mundial - contra la amenaza de expansión soviética?
- ¿Cómo evitar levantamientos importantes y la amenaza potencial que representaba la clase obrera (ninguna fracción de la burguesía se había olvidado de Octubre 1917), especialmente en Europa?
Comprender cómo intentó Estados Unidos resolver esos problemas es la clave para comprender el boom de la posguerra y de su final en los años 70. Hemos de volver sobre este tema en un próximo artículo; vale la pena, sin embargo, subrayar que Rosa Luxemburg, que escribió antes del pleno desarrollo de la economía capitalista de Estado que se realizó durante la Primera y, sobre todo, la Segunda Guerra mundial, ya dio algunas indicaciones sobre las consecuencias económicas de la militarización de la economía :
"Además, en vez de un gran número de pedidos de mercancías diseminadas y separadas en el tiempo, que en buena parte serían satisfechos por la simple producción de mercancías y, por tanto, no influirían en la acumulación del capital, surge aquí un solo y voluminoso pedido del Estado. Pero la satisfacción de este pedido supone, de antemano, la existencia de una industria en gran escala y, por tanto, condiciones favorables para la producción de plusvalía y de acumulación. Por otra parte, en forma de pedidos militares del Estado, el poder de compra concentrado en una enorme cuantía de las masas consumidoras, se salva de la arbitrariedad de las oscilaciones subjetivas del consumo personal, y está dotado de una regularidad casi automática, de un crecimiento rítmico. Finalmente, la palanca de este movimiento automático y rítmico de la producción capitalista para el militarismo, se encuentra en manos del capital mismo, merced al aparato de la legislación parlamentaria y de la organización de la prensa destinada a crear la llamada opinión pública. Merced a ello, este campo específico de la acumulación del capital parece tener, al principio, una capacidad ilimitada de extensión. Mientras cualquiera otra ampliación del mercado y de la base de operación del capital depende, en gran parte, de elementos históricos, sociales, políticos, que se hallan fuera de la influencia del capital, la producción para el militarismo constituye una esfera cuya ampliación sucesiva parece hallarse ligada a la producción del capital" ([45]).
Menos de 50 después de la redacción de ese libro, alguien describía así la realidad del militarismo imperialista:
"La conjunción de un inmenso aparato militar y de una gran industria de armamento es une experiencia nueva para Estados Unidos. Cada ciudad, cada gobierno de estado, cada despacho del gobierno federal siente plenamente su influencia - económica, política e incluso espiritual (...) debemos comprender sus grandes implicaciones. Nuestro trabajo, nuestros recursos, nuestros medios de existencia, todo está implicado; la estructura misma de nuestra sociedad está implicada por esa conjunción.
"En las reuniones gubernamentales, debemos poner en guardia contra la influencia injustificada - voluntaria o no - del complejo militar-industrial. Existe y seguirá existiendo la posibilidad de un incremento desastroso de potencia incontrolada.
"(...) En ese mismo sentido, la revolución tecnológica de las últimas décadas es responsable en gran parte del cambio radical de nuestra posición militar-industrial.
"En esta revolución, la investigación se ha vuelto algo central; se ha vuelto también más oficial, más compleja y más costosa. Una parte de esa investigación, que se incrementa de modo regular, se realiza para y por el gobierno federal y bajo su dirección."
Ese "alguien" que pronunció esas palabras en 1961, no era un intelectual de izquierda, sino el presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower.
Jens, 10 de diciembre de 2008.
[1]) Ya lo pusimos de relieve en la presentación del marco del debate (Revista internacional no 133).
[2]) En "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", Revista internacional n° 135.
[3]) ídem.
[4]) "Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial (I); Los mercados extracapitalistas y el endeudamiento", Revista internacional nº 133, 2008.
[5]) Libro III, sección 3ª: "Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia", XV: Desarrollo de las contradicciones internas de la ley, Exceso de capital y exceso de población", pp. 254-255, el Capital, t. III, ed. FCE, 1946, México.
[6]) Miembro de la Izquierda comunista. Militó en el KAPD durante la revolución alemana. Emigrado a Estados Unidos en 1926, milita en IWW y escribe múltiples textos políticos y también sobre temas económicos. Citemos dos obras conocidas: Marx y Keynes - Los límites de la economía mixta, publicada en 1969, y Crisis y teoría de la crisis, en 1974. Paul Mattick hace derivar la crisis de capitalismo, fundamentalmente, de la contradicción evidenciada por Marx de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia. En esto diverge de la interpretación luxemburguista de las crisis, la cual, sin negar la baja de la cuota de ganancia, insiste esencialmente en la necesidad de mercados exteriores a las relaciones de producción capitalistas para que el capitalismo pueda desarrollarse. Hay que subrayar la magistral capacidad de Mattick para resumir en Crisis y teoría de la crisis las contribuciones a la teoría de las crisis de los continuadores y epígonos de Marx, desde Rosa Luxemburg a Grossmann, pasando por Tugan Baranowsky, sin olvidar a Pannekoek. Sus desacuerdos con Rosa Luxemburg en nada le impidieron dar cuenta con plena objetividad y de modo inteligible de la obra económica de la gran revolucionaria.
[7]) Esta cita no está en la versión de este artículo publicada en nuestra página WEB. Sí está en la versión impresa de la Revista internacional n° 135.
[8]) Paul Mattick, Integración capitalista y ruptura obrera, citado en el artículo de la Revista n° 135, "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista".
[9]) Paul Mattick, Crisis y teoría de la crisis, Ediciones de bolsillo nº 499, Editorial Península.
[10]) ídem.
[11]) ídem.
[12]) ídem.
[13]) ídem.
[14]) Como lo afirma también Mattick, el keynesianismo, concebido en su origen como un medio para librarse de la crisis, no es, en el fondo, sino un factor agravante de ella: "La producción compensadora estatalmente inducida se convierte así de lo que era inicialmente, un medio para solucionar la crisis, en un medio de profundización de la crisis, ya que arrebata a una parte creciente de la producción social su carácter capitalista, es decir, la capacidad de producir capital adicional" (ídem).
[15]) Por razones de espacio, es imposible referirse a todo el período de 1945 a 1970. Nos proponemos aquí pues, introducir únicamente un análisis de los fenómenos del boom de posguerra que trataremos más en detalle más tarde.
[16]) No es casualidad si el primer capítulo de el Capital se titula "La mercancía"
[17]) Dejamos por ahora de lado la cuestión de las crisis cíclicas a través de las cuales ese proceso evoluciona históricamente.
[18]) No repetiremos aquí lo que la CCI ya ha escrito en múltiples ocasiones para defender la visión de Marx y Engels - y de Rosa Luxemburg, en especial, entre los marxistas de la generación siguiente - para quienes el problema de la inadecuación del mercado capitalista es une dificultad fundamental en el proceso de acumulación ampliada del capital.
[19]) "Apéndice. Una Anticrítica", la Acumulación del capital.
[20]) Véase el artículo escrito por dicho compañero en la Revista internacional no 127, en el cual, bajo el titulo "Marx y Rosa Luxemburg: un análisis idéntico sobre las contradicciones económicas del capitalismo", demuestra de modo muy claro y documentado la continuidad entre el análisis de Marx y el de Luxemburg.
[21]) "Ese entorno le siguió proporcionando toda una serie de oportunidades a lo largo de su fase ascendente (1825-1914) como fuente de beneficios, salida para la venta de sus mercancías en sobreproducción y masa complementaria de mano de obra."
[22]) "En el siglo XIX, allí donde los mercados coloniales cuentan más, TODOS los países capitalistas no coloniales registraron crecimientos claramente más rápidos que las potencias coloniales (71 % más rápido en término medio). Esta constatación es válida para toda la historia del capitalismo. En efecto, la venta al exterior del capitalismo puro permite a los capitalistas individuales realizar sus mercancías, pero frena la acumulación global del capitalismo ya que, al igual que para el armamento, corresponde a una salida de medios materiales del circuito de la acumulación."
[23]) Por ejemplo, el opio en el caso de China: la tan "virtuosa" burguesía británica hizo dos guerras para forzar al gobierno chino a que siguiera permitiendo a la población que se envenenara con el opio británico.
[24]) Marx, el Capital, libro II, cap. IV, p. 98. FCE, México.
[25]) Esquemáticamente, si la industria de Alemania (que no poseía colonias) acabó adelantándose a la de Gran Bretaña (que sí que tenía) y conoció una cuota de ganancia superior, es porque se aprovechó también de los mercados extracapitalistas conquistados por el imperialismo británico.
[26]) Cuando Estados Unidos, por la fuerza y a base de mentiras, despojó a México de Tejas (1836-1847) y de California (1845-47), esos nuevos estados no se integraron en un "imperio", sino en el territorio nacional de Estados Unidos.
[27]) Por ejemplo, el "Oklahoma Land Rush" (la "carrera hacia el territorio de Oklahoma") en 1889. Esa "carrera" empezó el 22 de abril de 1889 a las doce del mediodía con unas 50 000 personas en la línea de salida para adquirir una parte de los 2 millones de acres (8 000 km2) disponibles.
[28]) La historia del desarrollo capitalista de los Estados Unidos merecería una serie de artículos ya sólo ella y no tenemos aquí espacio para desarrollar este tema. Por otra parte, cabe subrayar que esos mecanismos de la expansión capitalista no se limitaron a Estados Unidos, sino que también se encuentran (como puede leerse en la Introducción a la economía política de Rosa Luxemburg) en la expansión de Rusia hacia el Este y en la incorporación en la economía capitalista de China, Egipto y Turquía - países que nunca fueron colonias.
[29]) En la sociedad norteamericana, Frontera (the Frontier) tiene un sentido específico vinculado a su historia. Fue, durante el siglo xix, uno de los aspectos más importantes del desarrollo de Estados Unidos mediante la extensión del capitalismo industrial hacia el Oeste, que se plasmó en la repoblación de esas regiones con gentes sobre todo de origen europeo o africano.
[30]) Esta preocupación se había plasmado ya en la llamada "Doctrina Monroe" adoptada en 1823 que afirmaba sin ambages que Estados Unidos consideraba a todo el continente americano, desde el Norte hasta el Sur, como su propia y exclusiva esfera de interés. La Doctrina Monroe se impuso mediante intervenciones militares estadounidenses a repetición en Latinoamérica.
[31]) Citado en Howard Zinn, History of American People, traducido por nosotros.
[32]) La conquista de Filipinas, en donde Estados Unidos empezó quitando de en medio a la potencia colonial española, para después llevar a cabo una guerra sin cuartel contra los insurrectos filipinos, es un ejemplo especialmente repulsivo de la hipocresía y la barbarie capitalistas.
[33]) Howard Zinn, ídem.
[34]) Vamos a ilustrarlo con un ejemplo: en 1805, la revolución industrial ya estaba muy avanzada en Gran Bretaña: el uso de la máquina de vapor y la producción mecanizada de textiles se habían ido desarrollando con rapidez desde los años 1770. Sin embargo, cuando aquel año los británicos destruyeron las flotas francesa y española en la batalla de Trafalgar, el navío almirante de Nelson, el HMS Victory, ya tenía cerca de 50 años (sus planos se diseñaron en 1756 y el navío fue finalmente botado en 1765). Basta con compararlo con la situación actual en la que las tecnologías más avanzadas dependen de la industria del armamento.
[35]) El folleto la Decadencia del capitalismo - muy justamente a nuestro parecer - asocia ese fenómeno al militarismo creciente de las economías del "Tercer Mundo.
[36]) Podría hablarse también de la eliminación de los pequeños comerciantes en los países desarrollados con la expansión de los supermercados y la comercialización de masas de los productos de consumo más corrientes (incluida la alimentación, evidentemente), fenómenos que empezaron claramente en los años 1950 y 1960.
[37]) El programa de colectivización forzada de Stalin en la URSS durante los años 30, las guerras entre señores y la guerra civil en China entre ambas guerras, la conversión de la economía campesina en economía de mercado en países como Rumania, Noruega o Corea para las necesidades del imperialismo alemán y japonés de ser autónomos en su abastecimiento alimenticio, los efectos de la Gran Depresión sobre los pequeños granjeros norteamericanos (Oklahoma Dust Bowl, tormentas de polvo en Oklahoma), etc.
[38]) Salvo mención contraria, las cifras y gráficos está sacados de las estadísticas gubernamentales estadounidenses disponibles en https://www.economagic.com/. Nos centramos, para este artículo, en la economía de EEUU, porque las estadísticas del gobierno están más fácilmente disponibles, pero, sobre todo, a causa del peso aplastante de la economía norteamericana en la economía mundial en ese período.
[39]) James T. Patterson, Grand expectations.
[40]) De hecho, según un estudio (cedar.barnard.columbia.edu/-econhist/papers/Hanes_sscaled4.pdf), ya habían existido acuerdos de escala móvil de salarios en algunas industrias norteamericanas y británicas desde mediados del siglo xix hasta los años 1930 y sólo se abandonarían después de la guerra.
[41]) Patterson (op. cit.). Fue "uno de los cambios más dramáticos de la historia norteamericana moderna".
[42]) "En Italia, entre 1955 y 1971, unos 9 millones de personas cambiaron de región. (...) 7 millones de italianos dejaron el país entre 1945 y 1970. En los años 1950-70, una cuarta parte de la fuerza de trabajo griega se fue a buscar trabajo al extranjero. (...) Se estima que entre 1961 y 1974, un millón y medio de obreros portugueses encontraron trabajo en el extranjero - el movimiento de población más importante de toda la historia de Portugal, dejando detrás una fuerza de trabajo de sólo 3,1 millones de personas. (...) En 1973, sólo en Alemania del oeste, había casi medio millón de italianos, 535 000 yugoslavos y 605 000 turcos" (Tony Judt, Postwar, A History of Europe since 1945).
[43]) Los Estados Unidos poseían en torno al 40 % de la producción industrial mundial; solo EEUU producía en 1945 la mitad del carbón mundial, los dos tercios del petróleo y la mitad de la electricidad. Además poseía más del 80 % de las reservas mundiales de oro.
[44]) Howard Zinn, ídem, cita a un miembro del Departamento de Estado en 1944: "Como ya saben ustedes, tenemos que prever un aumento enorme de la producción en este país después de la guerra, y el mercado interior norteamericano no podrá absorber indefinidamente toda esta producción. La necesidad de aumentar enormemente los mercados extranjeros es evidente."
[45]) "El militarismo como campo de la acumulación del capital" (subrayado nuestro), en la Acumulación del capital (escrito en 1912), Grijalbo, 1978.