Enviado por Revista Interna... el
Editorial
Al desempleo masivo respondamos con luchas masivas
En el otoño de 1992, las manifestaciones de masas de la clase obrera en Italia fueron el despertar de las luchas obreras ([1]). En este otoño de 1993, las manifestaciones obreras en Alemania han confirmado la reanudación de los combates de clase frente a los ataques que están cayendo sobre el proletariado de los países industrializados. En el Ruhr, en el corazón de Alemania, más de 80 000 trabajadores han invadido las calles y cortado las carreteras para protestar contra los anuncios de despidos en las minas. El 21 y 22 de septiembre, sin consigna sindical alguna (lo cual es significativo en un país conocido por la «disciplina» de sus «fuerzas sociales»), los mineros de la región de Dortmund cesaron espontáneamente el trabajo, llevándose con ellos a sus familias, hijos, a desempleados y a trabajadores de otros sectores, llamados a expresar su solidaridad. Cualquiera que sea el resultado de las manifestaciones todavía en curso ([2]) en el momento de cerrar esta Revista internacional, este movimiento es, en un aspecto importante, un buen ejemplo de cómo puede entablar la lucha la clase obrera: ante la agresión masiva a las condiciones de trabajo, respuesta unida y masiva.
La reanudación de la lucha de clases
Hoy, más que nunca, la única fuerza que puede intervenir contra la catástrofe económica, es la clase obrera. Es la única clase social capaz de romper las barreras nacionales, sectoriales y por categorías del orden capitalista. La división del proletariado, reforzada por la putrefacción actual de la sociedad, mantenida por esas barreras, deja el campo libre a las medidas «sociales» a mansalva que se están tomando en todos los países.
El interés de la clase obrera, de todos aquellos que soportan por todas partes la misma explotación y los mismos ataques de parte del Estado capitalista, del gobierno, de la patronal, de los partidos y de los sindicatos es la unidad más amplia posible, de la mayor cantidad posible, en la acción y la reflexión, para así encontrar los medios de organizarse y hacer surgir una dirección al combate contra el capitalismo.
Un signo del despertar de la combatividad del proletariado internacional es que los obreros, en Alemania, hayan reaccionado por cuenta propia contra las maniobras sindicales estériles que, el año pasado, tuvieron que soportar durante meses. Y estos hechos, los más significativos del momento, no son hechos aislados. Ha habido, al mismo tiempo, otras manifestaciones en Alemania: 70 000 obreros contra el plan de desempleo de Mercedes, varias decenas de miles en Duisburg contra 10 000 despidos en la metalurgia. En varios países, el número de huelgas aumenta en movimientos que los sindicatos y sus aliados por ahora canalizan, pero que demuestran que ya no domina la pasividad. Cabe esperarse, en el plano internacional, a una lenta y larga serie de manifestaciones obreras, de escarceos entre proletariado y burguesía.
No es fácil, en las actuales circunstancias, la reanudación internacional de la lucha de clases. Muchos factores vienen a entorpecer el desarrollo de la combatividad y de la conciencia del proletariado:
– la descomposición social que corrompe las relaciones entre los miembros de la sociedad y disuelve los reflejos de solidaridad, empujando a aislamiento y la desesperanza, engendrando un sentimiento de impotencia para construir un ente colectivo, para asumirse como clase con intereses comunes frente al capitalismo;
– la avalancha de desempleo que está golpeando a un ritmo de 10 000 despidos solo en Europa del oeste, y que va a seguir incrementándose, es vivida en un primer momento como un mazazo que paraliza a los obreros;
– las múltiples y sistemáticas maniobras sindicaleras, tanto del sindicalismo oficial como del de «base», encerradores de la clase obrera en corporativismos y divisiones, maniobras que logran contener y encuadrar el descontento;
– los temas propagandísticos de la burguesía, el clásico de sus fracciones de izquierda con eso de que defienden los «intereses obreros», las campañas ideológicas a repetición desde la caída del «muro de Berlín» sobre la «muerte del comunismo» y «el fin de la lucha de clases», para mantener la confusión sobre las posibilidades reales de luchar como tal clase obrera. Esas campañas acentúan en los trabajadores las dudas sobre la perspectiva de su emancipación gracias a la destrucción del capitalismo.
En las luchas mismas va a tener que encarar el proletariado esos obstáculos. Va aparecer cada día más claramente la quiebra general e irreversible del sistema capitalista. El brusco acelerón de la crisis, al multiplicar sus consecuencias desastrosas contra la clase obrera asesta sin duda un duro golpe, pero también es un terreno favorable para una movilización en el terreno de clase en torno a la defensa de los intereses fundamentales del proletariado. Y eso, junto con la intervención activa de las organizaciones revolucionarias, partícipes de la lucha de clase, defensoras de la perspectiva comunista, va a contribuir a que la clase encuentre los medios para organizar y orientar el enfrentamiento en el sentido de sus intereses y, por lo tanto, en el sentido de los intereses de la humanidad entera.
El fin de los «milagros»
Hace ya tiempo que ya nadie se atreve a hablar de «milagros económicos» en el llamado Tercer mundo. La miseria se ha generalizado en esos países irremediablemente. El continente africano ha sido dejado en el mayor abandono. La vida humana vale menos que la de cualquier animal en la mayoría de las regiones de Asia. Se incrementan como la plaga hambrunas que dejan en los huesos a millones de personas. En Latinoamérica, las epidemias se extienden por zonas de las habían desaparecido.
En los países del ex bloque del Este, la prosperidad y el bienestar prometidos tras el hundimiento del estalinismo son puro espejismo. La perfusión del capitalismo «liberal» inyectada al moribundo estalinismo, lo único que ha provocado es incrementar la quiebra económica de esa forma extrema de estatalización puramente capitalista, ocultada durante sesenta años tras la burda patraña del «socialismo» o de «comunismo». En el Este también, la pobreza se extiende por doquier en unas condiciones de vida insoportables para la mayoría de la población.
También se han acabado los «milagros económicos» en los países desarrollados. La marea de desempleo y los ataques a las condiciones de vida de la clase obrera en todos los frentes pone brutalmente en primer plano la crisis económica. La propaganda del «capitalismo triunfante» sobre el «comunismo en quiebra» no ha cesado de dar la matraca con lo de que «nada mejor en el mundo que el capitalismo». La crisis económica nos muestra sobre todo que lo peor está por llegar en el capitalismo.
Ataques masivos contra la clase obrera
La crisis ha puesto al desnudo las contradicciones básicas del capitalismo, el cual no sólo es incapaz de asegurar la supervivencia de la sociedad, sino que además destruye las fuerzas productivas, y en primer término, del proletariado.
A los defensores del modo de producción capitalista, dominador del planeta y responsable de la barbarie infligida a millones de seres humanos hundidos en el mayor desamparo, les quedaba mantener la ilusión de un funcionamiento «normal» en los países desarrollados. La clase dominante, en los países capitalistas del «primer mundo», en los Estados «democráticos», pretendía dar la impresión de que existía un sistema capaz de asegurar a cada cual medios de subsistencia, trabajo y condiciones de vida decentes. Y, aunque ya desde hace años el incremento de los que llaman «nuevos pobres» deslucía el bonito paisaje que nos enseñaban, la propaganda se las iba arreglando, presentando esos problemas como «precio que pagar» por la «modernización».
Pero hoy, la crisis económica ha vuelto a llamar a la puerta con mayor fuerza y a los Estados «democráticos», con el agua al cuello, se les cae la careta. Sin la menor perspectiva, incluso lejana, de prosperidad y de paz que ofrecer, por mucho que así lo pretenda, el capitalismo no cesa de minar las condiciones de existencia de la clase obrera, no cesa de fomentar la guerra ([3]). Los trabajadores de las grandes concentraciones industriales de Europa del oeste, de Norteamérica o de Japón que todavía albergaran ilusiones sobre los «privilegios» que se les dice que poseen para que estén tranquilos, van a quedar desencantados con lo que se les viene encima.
Lo de las «reconversiones», «reestructuraciones» de la economía y demás lindezas, justificaciones de las oleadas anteriores de despidos en los sectores «tradicionales» de la industria y de los servicios, empieza a sonar a carraca. Ahora es en los sectores de la industria ya «modernizados» como el automóvil o la aeronáutica, en sectores punta como la electrónica y la informática, en los servicios más «pingues» de la banca y los seguros, en el sector público ya ampliamente «adelgazado» durante los años 80, en correos, salud y educación, donde están lloviendo planes de reducción de plantillas, de paro parcial o total, que afectan a cientos de miles de trabajadores.
Algunos planes de despidos
anunciados en Europa
en tres semanas de septiembre de 1993 ([4])
Alemania ..................... Daimler-Benz...................... 43900
..................................... Basf/Hoechst/Bayer............. 25000
..................................... Ruhrkohle ......................... 12000
..................................... Veba................................ 10000
Francia ..................... Bull .................................. 65000
..................................... Thompson-CSF .................... 4174
..................................... Peugeot ............................. 4023
..................................... Air France .......................... 4000
..................................... GIAT ................................. 2300
..................................... Aérospatiale ....................... 2250
..................................... Snecma ............................... 775
Reino Unido..................... British Gas.........................20000
..................................... Inland Revenue ................... 5000
..................................... Rolls Royce ......................... 3100
..................................... Prudential ........................... 2000
..................................... T&N .................................. 1500
España ..................... SEAT ................................. 4000
Europa ..................... GM-Opel-Vauxhall ................ 7830
..................................... Du Pont ............................. 3000
Total, más de 150 000
Fuente: Financial Times, Courrier international
Ningún sector escapa a las «exigencias» de la crisis económica general de la economía mundial. La obligación para cada unidad capitalista en actividad de «reducir los costes» para seguir en la competencia, aparece, desde la empresa pequeña y la mayor hasta el Estado encargado de la defensa de la «competitividad» del capital nacional. En los países más «ricos », arrastrados también ellos a la recesión, el desempleo está hoy incrementándose a velocidades de vértigo. Ya no queda ningún islote de salud económica en el mundo capitalista. Se acabó el «modelo alemán», por todas partes anuncian «planes, «pactos sociales» y «terapias de choque». De choque, sí, pero sobre todo para los trabajadores.
Prácticamente un trabajador de cada cinco está hoy desempleado en los países industrializados. Y un parado de cada cinco lo está desde hace más de un año con cada vez menos posibilidades de volver a encontrar trabajo. La exclusión total de todo medio normal de subsistencia se está convirtiendo en fenómeno de masas: ahora ya se cuentan por millones a quienes se ha dado en llamar «nuevos pobres» y «sin domicilio fijo», abocados a las peores privaciones en las grandes ciudades.
El desempleo masivo que hoy se está desplegando no es ni mucho menos aquella «reserva» de mano de obra en espera de una futura reactivación económica. No habrá reactivación alguna que permita al capitalismo integrar o reintegrar en la producción a la creciente masa de millones de personas sin trabajo en los países desarrollados. Al contrario, hasta el mínimo de subsistencia va ser difícil de alcanzar. La masa de parados de hoy no es el «ejército reservista» del capitalismo, como así ocurría en el siglo pasado cuando así lo definió Marx. Esos desempleados se van a añadir a los montones de quienes ya están totalmente excluidos del más mínimo acceso a unas condiciones de vida normales, igual que en los países del Tercer mundo o del ex bloque del Este. Así se está concretando la tendencia a la pauperización absoluta que la quiebra definitiva del modo de producción capitalista está acarreando.
Para quienes tienen todavía trabajo, los aumentos de sueldo son ridículos, comidos por la inflación, y eso cuando no han quedado bloqueados o, lo que es peor, cuando no han sido reducidos. A cada ataque directo de los sueldos se le añaden subidas de cuotas diversas, tasas e impuestos, gastos de alojamiento, de transporte, de salud y de educación. Además, una parte creciente de los ingresos familiares debe dedicarse a mantener a hijos y parientes sin trabajo. En cuanto a los diferentes subsidios, pensiones, enfermedad, desempleo, formación y demás, están siendo sistemáticamente reducidos por todas partes, y eso cuando no se suprimen pura y simplemente.
Contra todo eso debe luchar enérgicamente la clase obrera. Los sacrificios hoy exigidos a los obreros por cada Estado, en nombre de la solidaridad «nacional» lo único que hacen es abrir la puerta a nuevos sacrificios mañana, pues no existe la menor salida a la crisis en el marco del capitalismo.
La crisis es irreversible como indispensable es la lucha de clases
Hasta los profesionales de la propaganda sobre lo bueno que es el capitalismo andan con cara torcida. Ni siquiera se atreven a hablar de «reanudación económica» cuando las estadísticas del crecimiento muestran algún que otro signo positivo. Ahora dicen, por lo bajines, que se trata de una «pausa» en la recesión, poniendo cuidado, eso sí, en precisar que a lo mejor hay una reactivación, pero que sería sin duda muy débil y muy lenta. El lenguaje prudente que usan demuestra lo desconcertada que está la clase dominante, todavía más hoy que ante las recesiones anteriores desde hace 25 años.
Ya nadie se atreve a prever «la salida del túnel». Quienes no ven el carácter irreversible de la crisis y creen que el capitalismo es inmortal sólo pueden repetir cual salmo de hechicero: «acabará habiendo necesariamente reanudación económica, pues siempre ha habido reactivación tras la crisis». De hecho, la clase capitalista está demostrando su total incapacidad para dominar las propias leyes de su economía.
Ultimo ejemplo hasta la fecha: el desmoronamiento del Sistema monetario europeo durante todo este año de 1993 para acabar hundiéndose del todo durante el verano ([5]). Esa imposibilidad patente de los Estados de Europa para dotarse de una moneda única ha implicado un parón en la construcción de una «unidad europea» que según las afirmaciones de sus defensores iba a ser un ejemplo de la capacidad del capitalismo para instaurar la cooperación económica, política y social. Detrás de las turbulencias monetarias están, sencillamente, las insorteables leyes de la explotación y la concurrencia capitalistas, las cuales han vuelto una vez más a llamar a la puerta:
– el sistema capitalista es incapaz de formar un conjunto armonioso y próspero, sea cual sea el nivel;
– la clase que extrae sus ganancias de la explotación de la fuerza de trabajo está condenada a la división por la competencia mutua.
A la vez que dentro de cada nación las burguesías afilan sus armas contra la clase obrera, en el plano internacional no cesan de multiplicarse los choques y las peleas. «El entendimiento entre los pueblos», cuyo modelo iba a ser el de los grandes países capitalistas, está dejando el paso a una guerra económica sin cuartel, a que cada cual tire por su lado en desorden total, que es la tendencia de fondo del capitalismo actual. El mercado mundial, saturado desde hace mucho tiempo, se ha vuelto demasiado estrecho para que pueda funcionar normalmente la acumulación de capital, la ampliación de la producción y del consumo necesario para la realización de las ganancias, que son el motor del sistema.
El dirigente de una empresa capitalista tomada aisladamente, cuando se declara en quiebra, podrá dejar la llave bajo el felpudo, proceder a una liquidación y largarse a otro sitio a buscar lo que le falta. Pero la clase capitalista en su conjunto no puede declarar su propia quiebra y proceder a la liquidación del modo de producción capitalista. Sería anunciar su propia desaparición, y eso ninguna clase explotadora lo hizo nunca. La clase dominante no a va a dejar el escenario social de puntillas diciendo una última réplica: «Me voy, pues se acabó mi tiempo», sino que defenderá con uñas y dientes y hasta el final sus intereses y sus privilegios.
Es a la clase obrera a quien le toca la tarea de destruir el capitalismo. Por el lugar que ocupa en las relaciones de producción capitalista, ella es la única capaz de atascar la máquina infernal del capitalismo decadente. Porque no dispone de ningún poder económico en la sociedad, porque no tiene intereses particulares que defender, por ser una clase que, colectivamente, sólo posee su fuerza de trabajo para venderla al capitalismo, la clase obrera es la única fuerza portadora de nuevas relaciones sociales liberadas de la división en clases, de la penuria, de la miseria, de las guerras y de las fronteras.
Esta perspectiva, que es la de una revolución comunista internacional, deberá comenzar por la respuesta masiva a los ataques masivos del capitalismo. Esos han de ser los primeros pasos de un combate histórico contra la destrucción sistemática de fuerzas productivas que hoy impera en el planeta entero y que bruscamente se ha acelerado en los países desarrollados.
OF, 23/09/93
[1] Ver Revista internacional nº 72, «Encrucijada» y en la nº 73 «El despertar de la combatividad obrera», 1er y 2º trimestres de 1993.
[2] Las ganancias inmediatas que puedan sacar los obreros serán sin duda muy pocas a causa de la rápido control ejercido por los sindicatos sobre unos obreros que no saben muy bien cómo proseguir con su iniciativa inicial.
[3] Véase «Tras los acuerdos de paz, la guerra imperialista siempre», en este número.
[4] Sacado de «Annonces de suppressions d’emplois en Europe au cours des trois dernières semaines» (supresiones de empleo anunciadas en Europa en las tres últimas semanas), en Courrier international, 23-29 de septiembre de 1993.
[5] Léase en este número «Una economía corroída por la descomposición».