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Situación internacional
¿Quién provoca la guerra en la antigua Yugoslavia?
Los responsables son, como en el resto del mundo, las grandes potencias imperialistas
En este invierno, especialmente en febrero, la guerra imperialista en Yugoslavia ha pasado a un plano superior, más dramático. Se ha agudizado lo que el mundo capitalista se juega en esta guerra. Fue la matanza del mercado de Sarajevo. Ha sido la intervención militar directa de Estados Unidos y Rusia. Mientras tanto, la barbarie guerrera y los conflictos regionales invaden el planeta entero: desde las repúblicas del sur y del este de la difunta URSS, Afganistán, Oriente próximo, hasta Camboya y África. Se va extendiendo al mismo tiempo la crisis económica y sus estragos se ceban en millones de seres humanos. También en este plano estamos ante un atolladero, cercanos a la catástrofe en un futuro de inevitable caída dramática en una miseria que se extiende por el planeta, lo cual además alimentará nuevos conflictos, hará prender nuevas guerras. El capitalismo arrastra al mundo a la desolación y la destrucción. La guerra en la antigua Yugoslavia no es ni mucho menos una guerra de otros tiempos, del pasado, ni de un período transitorio, el precio que pagar para acabar con el estalinismo, sino una guerra imperialista de hoy, de la situación surgida tras la desaparición del bloque del Este y de la URSS. Una guerra de la fase de descomposición del capitalismo decadente. Una guerra que es el anuncio del único porvenir que el capitalismo pueda ofrecer a la humanidad.
Como mínimo 200 000 muertos, y ¿cuántos inválidos, cuántos heridos? Ése es el tributo que está pagando la población en Bosnia y en la antigua Yugoslavia en aras del los nacionalismos y de los intereses imperialistas. Vidas rotas, “purificación étnica” masiva, familias expulsadas de sus casas y deportadas, familias separadas y cuyos miembros no volverán sin duda a verse: ésa es la realidad cotidiana del capitalismo. Hay que denunciar el terror llevado a cabo por cada campo, por unas milicias y una soldadesca sanguinaria, ebria de violaciones y de torturas. Hay que denunciar el terror que los Estados bosnio, serbio y croata ejercen sobre los refugiados de quienes se exige la movilización forzada en los diferentes ejércitos bajo pena de muerte en caso de deserción. Y debemos denunciar claro está la miseria y el hambre, clamar nuestro horror ante esos ancianos reducidos a la mendicidad, asesinados por un “snipper” porque no corren demasiado rápido, nuestro horror ante esos padres que andan buscando con qué comer y que terminan reventados por obuses que caen a ciegas, nuestro horror ante esos niños traumatizados para siempre en sus carnes y en su alma. Debemos denunciar la barbarie del capitalismo. Es él el responsable de tamañas tragedias.
También hay que denunciar, en esta locura guerrera, en esta barbarie sin fin, los nuevos «valores», los nuevos «principios» que surgen del «nuevo orden mundial» que la burguesía nos prometió tras la caída del muro de Berlín. En realidad esos nuevos valores no son sino caos y cada cual a sacar tajada. Los bruscos cambios de alianzas y las traiciones son la norma. Nada más firmarse son conculcados los acuerdos de alto el fuego; los bosnios, croatas y serbios se alían por turno unos con otros para después enfrentarse al aliado de la víspera. Los croatas y los bosnios se han degollado mutuamente en Mostar bajo la divertida mirada de los milicianos serbios al mismo tiempo que se enfrentaban, aliados, contra los serbios en Sarajevo. Incluso los «musulmanes» del enclave de Bihar se han matado unos a otros en pleno asedio.
Una vez terminado el conflicto actual, si se acaba algún día, no por ello se volverá a la situación de anteguerra. Los Estados que subsistan estarán devastados y serán incapaces de recuperarse en la situación actual de crisis económica mundial. Como ninguna otra, las burguesías locales no podían evitar la crisis, sino todo lo contrario: cegadas por su propio nacionalismo, por sus diferentes intereses particulares, la guerra en Yugoslavia no podrá ni mucho menos desembocar en la creación de Estados reforzados y viables. A todo lo más, algún que otro señor de la guerra, reyezuelo o matón local podrán beneficiarse de su poder y de sus chantajes hasta que aparezca el primer rival que quiera suplantarlos. Eso es lo que ha ocurrido Líbano, en Afganistán y en Camboya. Es lo que está ocurriendo en Georgia, en Palestina, en Tayikistán y en otros lugares. Le ha tocado a Yugoslavia el turno de la «libanización».
La intervención imperialista de las grandes potencias
es la responsable del desarrollo de la guerra y de su agravación
Es cierto que el estallido de Yugoslavia es una consecuencia directa de la situación engendrada por la descomposición social que estamos viviendo, pero el imperialismo ha encontrado en ese estallido un campo abonado para hacer germinar sus acciones funestas. Al principio fue Alemania quien animó y pagó la independencia de eslovenos y croatas. Entonces, Estados Unidos y Francia, entre otros, apoyaban a los serbios para que éstos reaccionaran y dieran una lección a Croacia y a Alemania.
«No existen apoyos desinteresados y en cuanto el problema de Bosnia se convirtió en problema de los Balcanes, también se transformó en un problema de relación de fuerzas política acabando por imponerse los intereses de las grandes potencias en la realidad del conflicto»[1].
Hoy, dos años de intervenciones directas, militares y diplomáticas, de las grandes potencias en el conflicto con la tapadera de la ONU o de la OTAN, y por si falta hiciera los últimos acontecimientos de febrero, la amenaza de represalias aéreas, el envío de cascos azules rusos, los cazas F16 de la OTAN derribando aviones serbios, todo ello pone de relieve claramente, sin ambigüedad, el carácter imperialista del conflicto en el que las grandes potencias defienden sus intereses unas contra otras:
«Una política internacional eficaz sigue siendo contrapesada por los intereses rivales de las principales potencias europeas. Con Gran Bretaña, Francia y Rusia protegiendo de hecho a los serbios y Estados Unidos haciendo lo que pueden en favor del gobierno musulmán, ahora este país está ejerciendo la presión sobre la tercera parte en lucha, los croatas, a cuyo protector tradicional, Alemania, le parece políticamente poco apropiado el levantarse contra las demás potencias»[2].
Hace tiempo que la máscara «humanitaria» ha caído. La prensa burguesa internacional, como puede comprobarse en lo anterior, ya no la saca a relucir. Así aparece en pleno día la naturaleza y los objetivos de las grandes proclamas de los pacifistas y demás caterva «humanista» del mundo burgués que llamaban a salvar Bosnia, a hacer cesar la masacre. Han servido durante dos años para intentar movilizar a las poblaciones, y especialmente la clase obrera de los grandes países industrializados, tras las intervenciones militares, tras las banderas del imperialismo de su propia burguesía nacional. Una vez más, esos grandes pacifistas, «filósofos», escritores, artistas, curas, ecologistas y demás han aparecido con su doble lenguaje como lo que son: militaristas peligrosos al servicio del imperialismo.
Estados Unidos a la contraofensiva
Desde la guerra del Golfo en la que EEUU hizo la demostración de su apabullante liderazgo mundial, la burguesía estadounidense ha tenido que soportar, en Yugoslavia, afrentas cuando no el fracaso. Incapaces de oponerse al desmantelamiento de ese país, de oponerse a la independencia de Croacia favorable a los intereses de Alemania, Estados Unidos optó por Bosnia como punto de apoyo en la región. Y a pesar de su enorme poderío, EEUU se mostró incapaz de garantizar la unidad y la integridad del nuevo Estado de Bosnia-Herzegovina. Resultado: una Eslovenia y una Croacia independientes bajo influencia alemana, una Serbia bajo influencia francesa primero y ahora sobre todo rusa, una Bosnia desmantelada, un Estado inexistente en el cual era difícil apoyarse. El balance era de lo más negativo para la primera potencia mundial. Los Estados Unidos no podían quedarse parados en un fracaso que cuestionaba su «credibilidad» y su liderazgo, apareciendo débiles ante el mundo entero. Eso no haría sino animar todavía más a sus mayores rivales imperialistas, europeos y japoneses, y los pequeños imperialismos de los países «secundarios» a afirmarse y poner en entredicho el «nuevo orden mundial» americano.
Impotente en los Balcanes, la ofensiva estadounidense se ha desarrollado en torno a dos ejes a nivel mundial: en Somalia y en Oriente Próximo con la apertura -tras la acción militar asesina de Israel en Líbano en julio del 93- de negociaciones de paz entre el Estado hebreo y la OLP[3]. Con ello daban la prueba de su capacidad militar y diplomática, su capacidad para «arreglar conflictos», lo cual ponía a su vez en evidencia... la incapacidad de los europeos para poner fin a la guerra en Bosnia. Más todavía: EEUU lo hizo todo por sabotear todos los sucesivos planes de reparto de Bosnia que en provecho de los serbios propugnaban los europeos. La administración estadounidense animaba al gobierno bosnio a que fuera intransigente, a la vez que volvía a rearmar a su ejército, lo cual le ha permitido a éste retomar la ofensiva contra serbios y croatas durante el último invierno.
Sin embargo, eso no era suficiente para ganar el terreno perdido por la primera potencia mundial, para borrar la impresión de debilidad que había dado. Es cierto que EEUU logró bloquear la acción de los europeos, las negociaciones de paz sobre todo, pero sin haber conseguido volver a tomar la iniciativa. A la postre, la continuación de un conflicto tan sangriento estaba mermando, de rebote, todavía más la «credibilidad» de los propios Estados Unidos. La matanza del mercado de Sarajevo vino como anillo al dedo para reanimar el juego imperialista.
Clinton justificaba la no intervención militar aérea norteamericana con la negativa de franceses y británicos, pero cada vez había más representantes del Estado norteamericano que propugnaban la acción. «Seguiremos teniendo un problema de credibilidad si no actuamos» contestó a Clinton Tom Foley[4], speaker (presidente) de la Cámara de Representantes. Puede apreciarse que el tal Foley expresa claramente que el problema no son las consideraciones «humanitarias» de las que tanto se habla en los informativos televisivos para uso de la población en general, sino el crédito militar que Estados Unidos ofrece.
El ultimátum de la OTAN vuelve a dar la iniciativa a EE.UU.
El ultimátum de la OTAN, tras la matanza del mercado de Sarajevo, ha dejado patente la impotencia europea, la de Francia y Gran Bretaña especialmente, obligadas a dar su aprobación a las represalias aéreas que siempre habían rechazado y habían saboteado desde el inicio del conflicto. Ha puesto de manifiesto la preponderancia de la OTAN, cuyos dueños son los Estados Unidos, sobre la ONU y los cascos azules en el terreno, en donde el peso de Francia y Gran Bretaña es mayor. La retirada de los cañones serbios, obtenida bajo la amenaza aérea de la OTAN ha sido un éxito para Estados Unidos. El ultimátum le ha permitido volver a tomar la iniciativa, poner un pie en el terreno tanto en lo militar como en lo diplomático. Sin embargo, ese éxito es por ahora limitado. Ha sido un primer paso que no ha borrado el retroceso de los meses anteriores, especialmente el del reparto de Bosnia.
«Los gobiernos europeos han hecho el papel de cínicos. (...) Querían usar el bombardeo de Sarajevo y otras ciudades para presionar sobre el gobierno bosnio y que éste aceptara un mal plan de reparto que les niega territorio vital y rutas comerciales. Si ahora han aceptado firmar las represalias aéreas de la OTAN contra los cañones de los asediantes, esperan a cambio que como mínimo Washington se una a su maniobra diplomática en el momento mismo en que el gobierno bosnio ha empezado a recobrar fuerza militar y a recuperar algunas de sus pérdidas iniciales»[5].
Por otro lado la demostración de fuerza de EEUU ha quedado limitada por la retirada de unos serbios remolones y la protección que los cascos azules rusos han venido a otorgarles. «La alianza (la OTAN) no ha demostrado nada. Seguiremos poniendo en duda su voluntad y capacidad»[6]. La aviación americana ha querido corregir un poco esa mala impresión derribando cuatro aviones serbios que sobrevolaban el territorio bosnio a pesar de la prohibición y eso después de casi mil infracciones comprobadas con anterioridad y que no habían acarreado ninguna reacción por parte de la OTAN. La «credibilidad» de Estados Unidos le imponía aprovechar la primera ocasión en el mejor momento para ellos. Y es lo que hicieron.
Tras el ultimátum, Estados Unidos deja a los europeos en el banquillo
El ruidoso retorno de Estados Unidos se ha concretado en la firma del acuerdo croata-musulmán. Desde principios de febrero se ha venido notando la presión de EEUU sobre Croacia: «Ha llegado el momento de hacer pagar a Croacia, económica y militarmente»[7]. La amenaza que precede al chantaje. Y eso lo comprenden los croatas inmediatamente, como demuestra la destitución del jefe croata de Bosnia el ultra nacionalista Mate Boban, que es sustituido por otro más «razonable» y más controlable. Tras la amenaza vino el caramelo: «el único medio para que Croacia pueda obtener un apoyo internacional para exigir el retorno de la Krajina es volver a formar una alianza con Bosnia»[8].
No nace falta decir que esa nueva alianza apadrinada por Estados Unidos, que promete a Croacia la recuperación de la Krajina ocupada por los serbios, va dirigida directamente contra éstos. Es un paso hacia la «paz» que significa, en realidad, una agravación mayor si cabe de la guerra, tanto en lo «cuantitativo» -toda la antigua Yugoslavia a sangre y fuego como en lo «cualitativo», o sea la guerra «total» entre los ejércitos regulares de Serbia y Croacia.
En el momento de escribir este artículo, el acuerdo entre bosnios y croatas no ha apagado los enfrentamientos en torno a Mostar. Lo que sí es seguro es que han sido un éxito para Estados Unidos. A los países europeos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, obligadas a «saludar» la iniciativa, les ha sentado como una bofetada. Las negociaciones de Ginebra apadrinadas por la Unión Europea se han quedado sin voz. El acuerdo confirma la impotencia y la exclusión, al menos por el momento, de los países europeos. La burguesía americana, tras dos años de vejaciones procedentes de Europa, ha cuidado incluso la ceremonia de la firma del tratado: en Washington y con Warren Christopher, secretario de Estado, en la foto entre los dos firmantes: «Europa como árbitro de la crisis yugoslava ha dejado de existir»[9].
La agresividad imperialista de Rusia
El fuerte retorno de Rusia «en el concierto de naciones», su firme oposición al ultimátum de la OTAN, su posterior éxito diplomático mediante el cual les salva la cara a los serbios, «obteniendo» la retirada de su artillería de las cimas de Sarajevo, el envío de cascos azules rusos, todo ello plasma el nuevo reparto de las cartas imperialistas desde la matanza del mercado de Sarajevo. Pone de relieve el despertar de la «arrogancia» imperialista de Rusia, cuya aspiración a volver a desempeñar un papel de primer orden en el ruedo internacional ya se viene manifestando desde hace varios meses.
Hasta ahora la actitud de Estados Unidos respecto a Rusia ha sido la de un apoyo sin grietas a Yeltsin tanto en lo interior contra las fracciones estalinistas conservadoras como en el exterior. La intervención rusa en su antiguo imperio se ha hecho con el permiso y el apoyo estadounidense.
Rusia esté poniendo coto a las aspiraciones imperialistas del Irán «islamista» y de Turquía, la cual tiene inclinaciones proalemanas, en las repúblicas meridionales ex soviéticas. Rusia está imponiendo sus condiciones a Ucrania, tercera potencia nuclear del mundo pero con una economía hecha trizas, para que ésta abandone sus flirteos con Alemania. En resumen, que una Rusia aliada se otorgue una zona de influencia en el territorio de la difunta URSS es de lo más conveniente para la burguesía norteamericana.
Pero que Rusia tenga pretensiones más precisas sobre los países del antiguo Pacto de Varsovia, que se oponga a la integración de éstos en la OTAN, es algo que pone nerviosas a las burguesías europeas, y a la alemana en primer término, y que provoca interrogantes en el seno mismo de la estadounidense por mucho que Clinton haya cedido a la exigencia rusa de rechazar esa adhesión. En fin, el que Rusia tenga acceso militar por primera vez en toda su historia a los Balcanes, aunque sea con la forma simbólica ¡pero vaya símbolo!- de unos cuantos cientos de cascos azules, que haya podido dar ese paso importante en la realización de un objetivo histórico viejo ya de varios siglos y nunca alcanzado, el tener una abertura al Mediterráneo, eso es algo que pone en alerta a la burguesía de Estados Unidos. Tampoco hay que pasarse: esa antigua aspiración de abrirse al Mediterráneo por parte de Rusia, al igual que la de Alemania, no podrá ser aceptada por los imperialismos americano, británico y francés, los cuales sí que están presentes, esté quien esté en el poder en Rusia, Yeltsin y sus «reformadores» o quien sea. Como dice Clinton respecto a Rusia: «No estamos ante algo blanco o negro, sino ante lo gris. Hay cosas que obligatoriamente no nos gustarán»[10].
Además, en la situación incontrolada e incontrolable que prevalece en Rusia cada día más, el caos y la anarquía que allí se despliegan, las salidas del gobierno de Yeltsin de los «reformadores» proamericanos como Gaidar en beneficio de las fracciones «conservadoras» de la burguesía rusa, cuya mentalidad ultranacionalista y revanchista queda bien plasmada en las bravuconadas de Zhirinovsky, no hacen sino alarmar todavía más a las potencias occidentales. El riesgo existe de ver a una Rusia descontrolada, en manos de neo-estalinistas revanchistas o de un patán como Zhirinovsky.
Debe quedar claro que cualquiera que sea la fracción que esté en el poder, el retorno de Rusia al primer plano de los antagonismos imperialistas no es una vuelta a la situación de «estabilidad» que predominó desde Yalta hasta la caída del muro de Berlín y que alimentó todos los conflictos imperialistas de la época. No significa que vayan a emerger otra vez dos grandes potencias capaces de imponer a sus protegidos los límites que no hay que traspasar. No hay posibilidad de reconstrucción de un bloque imperialista del Este dirigido por Rusia y opuesto a un bloque del Oeste. Ese retorno de Rusia, alimentado y peligrosamente agudizado por la situación de caos en el país y la huida ciega de la burguesía rusa, va a acarrear, eso sí, una agravación terrible de las tensiones y de los antagonismos imperialistas, es portador de más caos y más guerras en el plano internacional.
El haber usado la OTAN (creada en 1949 para hacer frente a la URSS) para imponer hoy el ultimátum a los serbios, ha sido una «bofetada magistral». Ha sido un aviso a Rusia, a Yeltsin evidentemente pero también a todas las demás fracciones del aparato de Estado ruso, a los revanchistas y a los nostálgicos de la grandeza de la URSS. «El ultimátum de la OTAN ya era bastante humillante» para Rusia[11], pero Estados Unidos ha querido enviar un mensaje claro a su «socio» ruso (la prensa americana ya no habla de «aliado»): ¡cuidado! hay límites que mejor es no traspasar. Y por si el mensaje no hubiera sido bien oído, el ataque de la aviación de EEUU a aviones serbios ha venido a darle la intensidad auditiva necesaria. ¿No es la primera vez de su historia que la OTAN como tal dispara una bala en 45 años de existencia?.
Al igual que la intervención directa de EEUU en la antigua Yugoslavia, la intervención militar rusa, tan directa como aquélla, es un nuevo factor de la mayor importancia en la situación internacional. Ambos países han dado un paso más en la guerra, un paso más en la agudización de las tensiones imperialistas, un paso adelante en el caos y en el ambiente de «todos contra todos» que prevalece no sólo en los Balcanes –pobre población cuyo sufrimiento dista mucho de terminarse– sino en el mundo entero.
Europa impotente
El cambio en la situación internacional en el plano imperialista ilustrado por el espectacular retorno de los imperialismos estadounidense y ruso en la antigua Yugoslavia tiene su corolario en la impotencia y debilitamiento de las potencias europeas, especialmente Francia y Gran Bretaña. Estas, que habían conseguido durante dos años sabotear los intentos de intervención militar norteamericana, humillando abiertamente a Estados Unidos, ocupando un papel de primer plano en los terrenos militar y diplomático, han tenido que tragarse sus pretensiones y apoyar al fin y al cabo lo que habían rechazado sistemáticamente, o sea, las represalias aéreas de la OTAN contra los serbios. Por su parte, Alemania ha tenido que asistir impotente a la contraofensiva americana, que significa, sí, presión sobre los serbios, lo cual podía satisfacerla, pero también presión sobre Croacia, su aliado, de lo que, al contrario, difícilmente podrá estar contenta.
El avance alemán bloqueado
Con los últimos acontecimientos, Alemania comprueba cómo se multiplican los obstáculos ante su avance como potencia imperialista dirigente, como polo imperialista alternativo a Estados Unidos. Rusia, con el permiso norteamericano, tiende a disputarle Europa central y Ucrania. En Yugoslavia, en donde «Austria, Croacia y Eslovenia ya no pueden contar con un liderazgo alemán claro»[12], Alemania ve a Estados Unidos disputarle Croacia, algo impensable hace menos de dos meses. Incapaz de ofrecerle a ésta lo que EEUU le prometen, la Krajina, Alemania ve cómo el imperialismo americano le prohíbe incluso el menor papel en las negociaciones y en la alianza entre croatas y musulmanes. Alemania está ausente del terreno, pues no tiene soldados en la ONU. Es la única gran potencia junto con Japón en no poseer un escaño permanente en el Consejo de seguridad de Naciones Unidas, lo cual le impide tener en ese organismo la menor influencia y menos todavía ejercer el derecho de veto. Lo único que le queda a Alemania es trabajar bajo mano, y de ello no se priva, y por ahora, asistir, impotente a la contraofensiva norte-americana.
Además, la nueva «arrogancia» rusa in-quieta a Alemania. Pues aunque intente a veces «flirtear» con Rusia, al tener ambas la misma ambición de acceder al Mediterráneo, a largo plazo e históricamente, los dos países tienen intereses imperialistas opuestos y contradictorios, especialmente en Europa del Este y en los Balcanes. Alemania está cogida entre su aspiración a convertirse en una de las primeras potencias imperialistas, afirmándose por lo tanto contra Estados Unidos, y la inquietud ante una Rusia caótica de la que sólo EEUU podría protegerla militarmente.
Incapaz de seguir el avance estadounidense, el imperialismo francés está fuera de juego
Francia, para quien, a nivel general e histórico, «el mantenimiento de la cooperación franco-alemana como núcleo de la Comunidad Europea sigue siendo una prioridad de su diplomacia»[13], se ha opuesto sin embargo localmente al avance alemán en Croacia hacia el Mediterráneo. Al mismo tiempo se oponía a toda ingerencia norteamericana, de modo que intentó jugar sola, junto con Gran Bretaña. Pero eso es algo superior a las fuerzas de un país como Francia.
Los esfuerzos de Francia y Gran Bretaña han acabado en agua de borrajas, al haber perdido la «confianza» de la parte serbia, al haber quedado paralizadas las negociaciones de paz, propugnadas por esos dos países, tras la ofensiva militar bosnia. Una situación de lo más incómodo. Habiendo perdido todas sus bazas, la burguesía francesa haciendo de tripas corazón, ha rogado a Estados Unidos y a la OTAN que intervengan. Incapaz de jugar más fuerte que los norteamericanos, Francia ha tenido que bajar sus pretensiones para poder conservar su sitio en torno al tapete del juego imperialista. Igual que cuando la guerra del Golfo. Eso es lo que el presidente Mitterrand llama «conservar su rango». No le quedaba más remedio que achantarse o largarse de la mesa con el rabo entre las piernas.
Gran Bretaña bajo presión americana
Para Gran Bretaña, la contradicción y el fracaso son más o menos los mismos. Histórico cabo furriel de Estados Unidos, su más fiel aliado en las rivalidades imperialistas, hostil, también, al menor avance de Alemania en los Balcanes, la burguesía británica también ha querido defender sus intereses específicos en Yugoslavia, lo cual es significativo de los tiempos que corren, del ambiente de caos y de la tendencia de cada cual para sí. La burguesía británica no quería esta vez «compartir» su presencia política y militar con la norteamericana. El nuevo reparto de cartas causado por el bombardeo del mercado de Sarajevo y el ultimátum de la OTAN, contra el que el gobierno de Major se declaró hostil, vino acompañado de una fuerte presión sobre Gran Bretaña antes del viaje de su primer ministro a Washington[14].
«El enfoque a corto plazo en el desastre bosnio que propugna Gran Bretaña amenaza con desestabilizar una buena parte de Europa. (...) John Major debería volver de Washington sin la menor duda de que su política bosnia será estudiada minuciosamente y que todo oportunismo suplementario que agudizara la crisis balcánica, no sería fácilmente olvidado ni perdonado[15].
Esa presión norteamericana y la difícil situación de Gran Bretaña en Bosnia han obligado a la burguesía británica a ponerse firmes y aceptar el ultimátum de la OTAN, tanto más porque se encontraba sola desde que Francia manifestó su acuerdo. Como lo decía The Guardian, «En un discurso en los Comunes, al ministro de Exteriores Douglas Hurd se le han escapado las motivaciones ocultas de ese cambio total. Ha subrayado en tres ocasiones la necesidad de restablecer la credibilidad y la solidaridad en el seno de la OTAN, y especialmente el apoyo de Estados Unidos a esa organización»[16].
Gracias a la OTAN, EEUU obliga a los europeos a ponerse firmes
Estados Unidos acaba de reafirmar con fuerza ante el mundo entero su liderazgo mundial. Ha conseguido lo mismo que con la guerra del Golfo: hacer volver al redil –al menos en la antigua Yugoslavia y por el momento– a las potencias europeas que querían irse. Especialmente Alemania y Francia, y otros países (Italia, España y Bélgica) que aún teniendo un papel secundario no se olvidan de sus intereses imperialistas jugando la baza europea y por lo tanto antiamericana, detrás de Francia y Alemania. Además, la impotencia europea, obligada a dejar hacer a EEUU, es un mensaje para todos los imperialismos del planeta que tuvieran la intención de ir en contra, de un modo u otro, de los intereses estadounidenses. Es una victoria para la burguesía norteamericana. pero ha sido una victoria que es portadora de una mayor agudización de los antagonismos imperialistas y de las guerras.
Hacia la agravación de las tensiones y del caos
El éxito alcanzado por EEUU en la antigua Yugoslavia no es todavía completo. No va a contentarse con eso. Aunque se realizara la alianza croata-musulmana que patrocina EEUU, aún va llevar más lejos todavía el enfrentamiento con Serbia. Las potencias europeas, que acaban de ser humilladas, van a echar leña al fuego. Yeltsin, azuzado por las fracciones más conservadoras y nacionalistas, va a tener que acentuar la política imperialista de Rusia. Peor todavía: puesto que todos los Estados son imperialistas, la cadena de conflictos arrastra a todos los países en un proceso irreversible e inextricable de enfrentamientos y antagonismos sin fin; en los Balcanes: Grecia, Macedonia, Albania, Bulgaria, Hungría, Rumania y Turquía; en el Asia ex soviética: Turquía, Rusia e Irán; en Afganistán: Turquía, Irán y Pakistán ; en Cachemira: Pakistán, país poseedor del arma atómica, contra India, también ella potencia nuclear; India contra China en Tibet; China y Japón contra Rusia por cuestiones de fronteras y por las islas Kuriles y así sucesivamente. Es la guerra de todos contra todos. Mejor no seguir con una lista que dista mucho de ser exhaustiva.
La cadena de conflictos en cascada, arrastrando unos a otros, en el mayor desorden y caos, en una tendencia cada día mayor de cada cual para sí, es una cadena cada vez más tensa. Está arrastrando al mundo capitalista a la barbarie guerrera más sombría. Queda así comprobada la idea marxista de que capitalismo igual a guerra imperialista, en donde la «paz» no es sino preparación de la guerra imperialista. Queda así comprobada la tesis marxista de que en el período de decadencia, todo Estado, grande o pequeño, débil o fuerte, es imperialista. Queda así comprobada la tesis marxista según la cual la clase obrera, el proletariado internacional, sea de donde sea y esté donde esté, no debe otorgar el más mínimo apoyo al nacionalismo, a la burguesía, pues semejante capitulación política no desemboca más que en el abandono de sus intereses de clase, de sus luchas, sólo serían sacrificios en aras del nacionalismo. Queda así comprobada la afirmación marxista de que el capitalismo en decadencia ya no tiene nada de positivo que aportar a la humanidad, que su descomposición la arrastra hacia la nada, hacia el abismo de su pérdida. Se comprueba así la alternativa de la que ya hablaban los comunistas de principios de siglo: socialismo o barbarie.
A costa de incontables sufrimientos, de sangre y lágrimas, se está acercando el momento de veredicto histórico. Destruir el capitalismo antes de que él destruya a la humanidad entera, ése es el reto, dramático y grandioso, ésa es la misión histórica del proletariado.
RL
7/3/94
[1] En el diario francés Libération, el 22/02/94.
[2] The New York Times recogido por el International Herald Tribune, 3/3/94.
[3] La matanza de Hebrón perpetrada por un colono religioso y fanático israelí, a quien los soldados presentes dejaron hacer, expresa la realidad de la «paz» que Estados Unidos impone en Oriente Próximo. Aunque el crimen le sirve al Estado hebreo, al encontrar en él una justificación para intentar hacer callar y desarmar a sus propios extremistas, también está agravando más todavía la situación de caos en el que se están hundiendo los territorios ocupados y el territorio israelí mismo. Las negociaciones de paz y la formación de un Estado palestino, en continuidad con la guerra del Golfo, serán sin duda un éxito de Estados Unidos, que ha eliminado así a todos los rivales imperialistas de la región, pero también seguirá agravándose la situación de desorden, anarquía y descomposición de los dos Estados y de la región entera.
[4] Le Monde, 8/2/94.
[5] The New York Times , 9/2/94.
[6] The Guardian, recogido en Courrier International de 24/2/94
[7] The New York Times, recogido en International Herald Tribune del 8/2/94.
[8] The New York Times, recogido en International Herald Tribune del 26/2/94.
[9] The Guardian recogido en Courrier International, 24/2/94.
[10] Le Monde, 27/2/94.
[11] La Repubblica, recogido en Courrier International, 24/2/94
[12] International Herald Tribune, 14/2/94.
[13] International Herald Tribune, 14/2/94.
[14] El visado dado por el gobierno de EEUU al líder del IRA, Gerry Adams, y la publicidad hecha a su visita a EEUU con una entrevista a Larry King, conocido periodista de CNN, a una hora de alta escucha, ha sido también otra forma de presión americana sobre el gobierno de Major.
[15] International Herald Tribune 26/2/94.
[16] Recogido en Courrier International 17/2/94.