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Irak
Un revés de Estados Unidos que vuelve a incrementar las tensiones guerreras
El 23 de febrero último, el acuerdo entre Sadam Husein y el Secretario general de la ONU sobre la continuación de la misión para el desarme de Irak, era la concreción del callejón sin salida en el que se había metido Estados Unidos. Clinton se veía obligado a dejar la operación «Trueno del desierto» cuyo mortífero objetivo era bombardear una vez más masivamente a Irak. Esta operación militar habría debido servir para reafirmar el liderazgo estadounidense ante el mundo entero, especialmente ante las demás grandes potencias imperialistas como Francia, Rusia, Alemania, etc. Ese revés norteamericano no debe extrañarnos.
«Frente a un mundo dominado por la tendencia a “cada uno para sí”, en el que los antiguos vasallos del gendarme estadounidense aspiran a quitarse de encima la pesada tutela que hubieron de soportar ante la amenaza del bloque enemigo [el bloque del Este regentado por la URSS], el único medio decisivo de EEUU para imponer su autoridad es el de usar el instrumento que les otorga una superioridad aplastante sobre todos los demás Estados: la fuerza militar. Pero en esto, EEUU está metido en una contradicción:
– por un lado, si renuncia a aplicar o a hacer alarde de su superioridad militar, eso no puede sino animar a los países que discuten su autoridad a ir todavía más lejos;
– por otro lado, cuando utilizan la fuerza bruta, incluso, y sobre todo, cuando ese medio consigue momentáneamente hacer tragar sus veleidades a los adversarios, ello lo único que hace es empujarlos a aprovechar la menor ocasión para tomarse el desquite e intentar quitarse de encima la tutela americana» ([1]).
Al intentar reeditar la guerra del Golfo de 1990-91, la burguesía americana se ha encontrado aislada. Excepto Gran Bretaña, ninguna potencia significativa ha venido a apoyar plenamente la iniciativa de Estados Unidos ([2]). En 1990, la invasión de Kuwait dio a EEUU un argumento aplastante para obligar a todos los demás países a apoyarle en la guerra. En 1996, Estados Unidos volvió a lograr imponer el lanzamiento de sus misiles sobre Irak, a pesar de la oposición de la mayoría de las demás potencias y de los principales países árabes. En 1998, la amenaza y los preparativos de los bombardeos han aparecido como algo totalmente desproporcionado en relación con las limitaciones irakíes a las inspecciones de la ONU. El pretexto era de fácil rechazo. Pero, además, Clinton y su equipo se ataron las manos dejando esta vez –contrariamente a 1990– un margen de maniobra considerable tanto a Sadam como a los imperialismos rivales. Aprovechándose del aislamiento americano, Sadam podía aceptar en el día y en las condiciones de su conveniencia la reanudación de la misión de desarme de los inspectores de Naciones Unidas. Antes incluso de la firma del acuerdo entre la ONU e Irak, ya había partes de la clase dominante americana que empezaban a darse cuenta del atolladero en que se había metido Clinton. Como así lo dijo la prensa de EEUU después del acuerdo: «Al presidente Clinton no le quedaba otra opción» ([3]).
No ha sido Sadam Husein quien ha infligido ese revés a EEUU. Ni mucho menos. Sin el apoyo interesado y los consejos prodigados a Sadam por Rusia y Francia, sin la actitud aprobadora de la mayoría de los países europeos, de China y de Japón a la política antiamericana de aquellas dos potencias, la población irakí –que ya tiene que soportar a diario el yugo de Sadam y entre la que cada seis minutos muere un niño a causa del embargo económico– ([4]) hubiera debido soportar una vez más el terror aéreo norteamericano y británico.
Las reacciones oficiales y de los medios, han sido reveladoras del revés de EEUU. En lugar de las declaraciones exaltadas sobre la salvaguarda de la paz y de lo bueno que es el mundo civilizado, hemos oído dos discursos: uno satisfecho y victorioso por parte de Francia y Rusia y el otro agrio y vengativo por parte de la burguesía norteamericana. A la autosatisfacción de la burguesía francesa, expresada en términos diplomáticos por un antiguo ministro gaullista, el cual decía que Francia «ha ayudado [a Clinton] a evitar un terrible traspiés, dejando abierta la opción diplomática» ([5]), ha respondido la amargura y las amenazas de la estadounidense: «si el acuerdo ha sido un éxito hasta el punto de que los franceses están sacando los beneficios de él, éstos tendrán una responsabilidad especial para asegurar que se aplique estrictamente en las semanas venideras» ([6]).
Esta vez la burguesía americana ha tenido que echarse atrás y abandonar sus «tempestades del desierto»: «La negociación [con el secretario general de la ONU, Kofi Annan] hace imposible para Clinton la continuación con bombardeos. Por eso, EEUU no quería que K. Annan fuera [a Bagdad]» ([7]). Por eso Francia y Rusia animaron y apadrinaron el viaje del secretario general de la ONU. Varios hechos significativos y muy simbólicos lo demuestran: los viajes de Kofi Annan entre Nueva York y París en el Concorde francés, entre París y Bagdad en el avión presidencial de Chirac y sobre todo, a la ida como a la vuelta, entrevistas «preferentes» de aquél con éste. Las condiciones de esa gira han sido como una bofetada para Estados Unidos y el acuerdo obtenido es un fracaso de la burguesía americana.
Esta situación lo único que va a provocar es una agravación de los antagonismos imperialistas y las tensiones guerreras, pues Estados Unidos no va a conformarse y aceptar que su autoridad sea puesta en solfa sin reaccionar.
Lo que acaba de ocurrir es la última ilustración de la tendencia a «cada uno para sí» propia del período histórico actual del capitalismo decadente, su período de descomposición. Si Sadam Husein ha sido esta vez capaz de hacer tropezar a EEUU ha sido sobre todo por la dificultad creciente de este país para mantener su autoridad y una disciplina tras su política imperialista. Esto no sólo pasa con los pequeños imperialismos locales – como los países árabes (Arabia Saudí, por ejemplo, se ha negado a que las tropas estadounidenses usen sus bases aéreas) o Israel, que está poniendo en peligro la Pax Americana en Oriente Medio, sino y sobre todo con las grandes potencias rivales.
La burguesía americana no va a dejar sin respuesta la afrenta. Está en peligro su hegemonía en todos los continentes, especialmente en Oriente Medio y el conflicto palestino-israelí. Ya está preparando la «próxima crisis» en Irak: «Pocos creen en Washington que se ha escrito el último capítulo de esta historia» ([8]). La rivalidad entre imperialismos en Irak se va a centrar en la cuestión de las inspecciones de la ONU, de su control, en si se va a levantar o no el embargo económico contra Irak. En este último aspecto, Rusia y Francia son duramente combatidas por un EEUU que basa su fuerza en el mantenimiento de su impresionante flota en el golfo Pérsico cual enorme cañón apuntando a la sien de Irak.
La burguesía estadounidense se está preparando ya para la «próxima crisis» en la ex Yugoslavia, en Oriente Medio y en África. Ya ha anunciado claramente que va a proseguir su ofensiva en este ya tan martirizado continente, ofensiva que va hacer tambalearse la presencia francesa en primer lugar y la influencia europea en general. Se propone no dejar a los europeos, sobre todo a Francia y Alemania, inmiscuirse más todavía en los conflictos de Oriente Medio. Se propone mantener su presencia militar en Macedonia ahora que las tensiones aumentan en el vecino Kósovo. En esta región, está claro que los recientes enfrentamientos entre la población albanesa y las fuerzas de policía serbias tienen unas repercusiones que sobrepasan con mucho los límites de la zona. Detrás de las camarillas nacionalistas albanesas está, naturalmente, Albania y, en cierta medida, otros países musulmanes como Bosnia y Turquía, país éste que ha sido siempre uno de los puntos de apoyo del imperialismo alemán en los Balcanes. Detrás de la soldadesca serbia está el «hermano mayor» ruso y, más discretos, los aliados tradicionales de Serbia, Francia y Gran Bretaña, una Serbia advertida solemnemente por el gendarme americano. Así, a pesar de los acuerdos de Dayton en 1995, la paz no podrá ser definitiva en los Balcanes. Esta región sigue siendo un polvorín en el que los diferentes imperialismos, y especialmente el más poderoso de ellos, no cesarán en su esfuerzo por imponer sus intereses estratégicos como lo vimos entre 1991 y 1995.
Así, el revés que ha sufrido EEUU lo único que anuncia es un incremento y una agudización de los diferentes conflictos imperialistas en todos los rincones del mundo.
Para todas esas regiones, eso significa el hundimiento irreversible en la barbarie guerrera y para sus poblaciones, más matanzas y más terror.
El atolladero histórico del capitalismo es la causa de los conflictos sangrientos que hoy se están multiplicando pero también de la intensificación de los que ya existían desde hace tiempo. Los discursos sobre la paz y las virtudes de la democracia sólo sirven para adormecer a las poblaciones y, sobre todo, para limitar al máximo la menor toma de conciencia en el proletariado internacional de la realidad guerrera del capitalismo. Y esta realidad es que cada imperialismo no cesa un instante en prepararse para la próxima crisis que no dejará de surgir.
RL
14 de marzo de 1998
[1] «Resolución sobre la situación internacional del XIIº Congreso de la CCI», en Revista Internacional nº 90.
[2] El que Kohl haya afirmado a principios de febrero, en la «conferencia sobre la seguridad» de Munich, que Alemania ponía sus bases aéreas a disposición de EEUU (lo cual, hace algunos años, ni necesitaba decirse) no debe comprenderse como un apoyo de verdad a este país. Por un lado, hacer despegar los aviones desde Alemania para ir a bombardear a Irak no es desde luego la solución más cómoda a causa de la distancia y los países «neutros» que tendrían que sobrevolar. La propuesta alemana era de lo más platónico. Por otro lado, la política del imperialismo alemán consiste en avanzar sus peones evitando desafiar abiertamente a Estados Unidos. Tras haberse opuesto al gran padrino durante la conferencia, dando su apoyo a la posición francesa sobre la cuestión de las industrias europeas de armamento (a las que los americanos son hostiles), la diplomacia alemana tenía que dar pruebas de «buena voluntad» sobre algo que no la comprometía mucho.
[3] International Herald Tribune, 25/02/98.
[4] Le Monde diplomatique, marzo de 1998.
[5] Idem.
[6] Le Figaro, citado por el International Herald Tribune del 25/02/98.
[7] The Telegraph, 24/02/98.
[8] New York Times, citado por el International Herald Tribune, 25/02/98.