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Publicamos aquí un artículo escrito por el grupo comunista estadounidense Workers Offensive (Ofensiva Obrera; www.workersoffensive.org [2]) que ofrece una oportuna crítica a las ''políticas de identidad'' que están ganando terreno por todo el mundo, y que, como examinamos en otro artículo sobre la cuestión, estuvieron detrás de la reciente escisión de la Anarchist Federation británica[1]. Basándose sólidamente en un punto de vista de clase y en los análisis de revolucionarios como los de Rosa Luxemburgo, el texto muestra como las ideas identitaristas sirven para canalizar un descontento real, provocado por una exacerbada opresión racial, hacia objetivos e instituciones políticas de la burguesía, y argumenta que sólo la expansión y la profundización de la lucha de clase puede superar las muchas divisiones que la sociedad y las relaciones sociales capitalistas han impuesto sobre los explotados
World Revolution, sección en Gran Bretaña de la CCI
Las políticas de identidad racial en los EEUU han asumido, históricamente, una de estas dos formas: el “integracionismo” y el nacionalismo negro. La visión de los integracionistas fue elocuentemente expuesta, en su mayoría, por Frederick Douglass[2], que buscaba eliminar las barreras raciales a la movilidad social ascendente reformando las instituciones políticas, sociales y económicas dominantes dentro del marco del capitalismo, para que fueran inclusivas de cara a los negocios negros y sus élites profesionales. La perspectiva del nacionalismo negro, cuyo exponente más famoso fue Marcus Garvey[3], era bastante más escéptica con respecto a la capacidad de Norteamérica para incluir la diversidad racial en las filas de la clase dominante. Sus partidarios defendían que los negros debían levantar sus propios enclaves económicos y políticos independientes dentro de las mismas ciudades americanas, muchos de ellos llamaban a los negros a volver a África[4].
Tanto la ideología integracionista como la nacionalista negra fueron predicadas en el marco y en términos de ''portavocía selecta'', que empujaban a los obreros negros a someterse a la tutela de ''su'' clase capitalista. Este principio está encapsulado en la política de la ''representación simbólica'', en sus distintas versiones, según la cual la igualdad entre los distintos grupos de la sociedad se mide por el grado de representación selecta que tienen en los salones del poder[5]. Es un tipo de política que también ha sido definida como ''corretaje de élites''. En este marco, los intereses diversos y a veces conflictivos de los negros, que están determinados principalmente por la clase a la que pertenecen, son puestos como subtítulo bajo el membrete de los intereses raciales homogéneos, con los capitalistas negros, como se podía predecir, de portavoces de una empíricamente inexistente “comunidad negra”[6].
En resumen, a pesar de sus diferencias superficiales, tanto la perspectiva de los integracionistas como la de los separatistas raciales (es decir los nacionalistas) dan por sentado muchas cosas que son una apología del orden social capitalista existente. Será el objetivo de este texto probar lo inservible de la política de identidad para liberar a los negros estadounidenses de la opresión racial y para aportar, en un esquema general, una guía para su emancipación y la de todos los pueblos oprimidos.
La idea del derecho de las naciones a la autodeterminación entró en el discurso público formalmente cuando el entonces presidente de los EEUU, Woodrow Wilson, publicó sus Catorce Puntos ya al final de la Primera Guerra Mundial. Mucho antes de eso, sin embargo, la ''cuestión nacional'' había sido objeto de fervientes polémicas, no sólo entre los más ardientes defensores del capitalismo, sino también en el movimiento socialista internacional. Arraigada en parte en la experiencia de la revolución americana y de la francesa, pero también en las grandes convulsiones sociales que tuvieron lugar entre mediados del siglo. XIX y principios del XX, esta teoría sostiene que una nación, o un grupo de personas que comparten una identidad cultural, tiene el derecho de separarse de un cuerpo político que le es ajeno y de decidir por sí misma la forma en la que debe ser gobernada. Naturalmente, este postulado atraía a las débiles de entre las camarillas capitalistas. Subordinados económicamente con respecto a las facciones dominantes y excluidos en la práctica del poder político, veían aquí la oportunidad de mejorar su posición en el tablero capitalista para formarse su propio aparato de Estado. No obstante, también encontró un apoyo significativo entre los socialistas, que temían que sus movimientos de masas colapsasen bajo ellos y que los obreros acudiesen a los partidos capitalistas si no se postraban ante las ilusiones de las masas. Solo unos pocos en la Internacional Socialista mantuvieron sus principios contra el oportunismo descarado de la dirección en torno a la cuestión de las nacionalidades. El ala izquierda del movimiento socialista, cuya principal representante era Rosa Luxemburgo, rechazó el derecho de las naciones a la autodeterminación como un mito burgués y reafirmó la validez del concepto, nuclear en el marxismo, de la lucha de clases.
Las naciones, según Luxemburgo, son abstracciones cuya existencia no puede probarse con medios reales. No existen como entidades políticas internamente homogéneas, debido a los intereses contradictorios y relaciones antagónicas entre las clases sociales que las componen. Por tanto, como explica Luxemburgo: ''no hay literalmente un sólo ámbito social, desde las más toscas relaciones materiales a las más sutiles relaciones morales, en el que las clases poseedoras y el proletariado consciente mantengan una misma actitud, y en el que aparezcan como una 'entidad nacional' consolidada''[7]. Pero el nacionalismo no es simplemente un sistema ideológico artificial propagado por la clase dominante para mantener a las masas explotadas bajo su yugo. Más bien, como todas las demás ideologías y teorías políticas, está arraigada en realidades socioeconómicas y procesos históricos. Para ser más específicos, el nacionalismo fue la herramienta ideológica con la cual la burguesía europea en ascendencia puso de su lado al campesinado pobre y al proletariado en su lucha para derribar (¡y sustituir!) a la nobleza feudal. Lo mismo ocurrió con la raza, una categoría sin base científica alguna, ya que el grado actual de diversidad biológica de nuestra especie es de lejos demasiado superficial como para poder hablar de diferenciación en categorías raciales distintas, pero que sirvió igualmente como justificación ad hoc del tráfico transatlántico de esclavos y el colonialismo, ambos cruciales en la acumulación primitiva del capitalismo[8].
Por tanto, la función del concepto de raza en el contexto americano es bastante comparable a la del nacionalismo en la Europa del siglo XVIII. Como explica Adolph Reed, estas ideologías ''ayudan a estabilizar un orden social legitimando sus jerarquías de riqueza, poder y privilegio, incluyendo su división social del trabajo, como si fueran el orden natural de las cosas''[9].
La institucionalización de la división racial del trabajo en los Estados Unidos, que fue realmente profunda históricamente hablando y asumió la forma del esclavismo, la segregación racial y el racismo estructural ''post-racial'', sucesivamente, hacen del contexto americano algo único en más de un rasgo significativo. Por ejemplo, mientras que en otros países ha habido segmentos de la fuerza de trabajo, racial y étnicamente diferenciados, que se han incorporado históricamente al capitalismo como un sector particularmente vulnerable de la clase obrera que puede ser sometido a formas de explotación intensificadas (es decir, a una extracción de plusvalor intensificada), los trabajadores negros de los Estados Unidos sufren un impacto desproporcionado del desempleo estructural que produce naturalmente el capitalismo. Su estatus como población excedente o sobrante – 'sobrante' sólo en el sentido de que no pueden ser empleados rentablemente por el capital – puede atribuirse en buena parte a su exclusión histórica de la economía formal, y particularmente de aquellos sectores que experimentan mayor crecimiento, que algunos han identificado como el origen de su relativo subdesarrollo[10].
En lugar de eso, la mayoría de los obreros negros viven en un estado crónico de desempleo o subempleo, y se han visto más afectados que ninguna otra subsección de la clase obrera estadounidense por la tendencia a la precariedad laboral que ha florecido bajo el neoliberalismo. Es precisamente este lúgubre estado de cosas lo que el racismo pretende racionalizar. Así, el pensamiento racialista asume una doble función en el capitalismo de nuestros días: 1) ayuda a canalizar determinados grupos de personas hacia determinadas ocupaciones y permite el mantenimiento de un ejército de trabajadores de reserva, que puede ser desplegado durante periodos de expansión capitalista elevada; y 2) siembra la división en las filas de la clase obrera y la ata ideológicamente a 'su' clase explotadora[11].
Puesto que el racismo está ligado a la subestructura económica de la sociedad, se debe entender lógicamente que su abolición no la traerá la clase explotadora ni ningún movimiento político liderado por ella. Los autoproclamados líderes de la así llamada ''comunidad negra'', que pretenden ser los mediadores entre esta colectividad idealizada y el establishment mayoritariamente blanco, están profundamente incrustados en las relaciones de producción capitalistas y son por tanto cómplices en la reproducción del racismo. Estos ''brahmanes negros'', como Manning Marable definió ya popularmente a este estrato profesional-gerencial (una capa de la sociedad que incluye al clero, políticos y profesionales de clase media), son poco más que proxenetas profesionales de la pobreza, que se montan de forma oportunista sobre la ola del descontento proletario negro para conseguir prominencia política y lucrarse[12].
La manifestación más reciente de este fenómeno es una red activista norteamericana que se autodenomina como 'Black Lives Matter' [Traducido literalmente: Las vidas negras importan], que se ha convertido en sinónimo del movimiento contra la violencia racial policíaca, un ejemplo clarísimo de cómo los capitalistas y sus lacayos pueden cooptar la resistencia genuina de los obreros negros. Esta organización, cuyos lazos con el Partido Demócrata y el lobby de las ONG son ya evidentes a esta altura, intenta domar la espontaneidad explosiva del elemento proletario que hay en este tipo de movimientos, que a menudo toma la forma de disturbios y saqueos, para llevarla a alguna forma de compromiso con el sistema capitalista y que no interfiera de ninguna manera con sus beneficios[13]. No es sorprendente, visto lo visto, que su manifiesto parezca la plataforma del DNC [Comité Nacional Demócrata], pero añadiendo peticiones de reparación histórica e inversiones en negocios regentados por negros, lo que efectivamente significa pedir redistribución de la renta para capitalistas negros, algo nada casual. Los Black Lives Matter son partidarios modernos de Garvey, sólo que han cambiado la homofobia y misoginia explícita de éste por una retórica vacía de justicia social, con la que pretenden darle un barniz de radicalismo a su política esencialmente capitalista.
Por razones en las que ya hemos indagado aquí, la clase capitalista y sus estratos aliados, los cuales tienen un interés material en la preservación del orden social existente, son incapaces de presentar una respuesta adecuada al racismo anti-negro en los Estados Unidos, mucho menos a la barbarie generalizada en nuestra sociedad. Por tanto, la solución a la profunda crisis económica, social y moral que presenta el capitalismo en esta coyuntura, se encuentra en ese amplio segmento de la humanidad que depende de la venta de su fuerza de trabajo. En el contexto norteamericano, la creación de un frente multi-género, multi-nacional y racial, etc. de la clase obrera, que una a todos los que, aún no igualmente desempoderados, comparten una misma relación fundamental con respecto a la economía, será lo preciso para abolir el capitalismo y las jerarquías que lo acompañan. Con este fin, todas las formas de política identitaria, que adoptan la colaboración entre explotadores y explotados, y por tanto comprometen el éxito de la lucha de los obreros por su emancipación, deben ser combatidas firmemente. Y sin embargo no es suficiente con oponerse a este tipo de ideas; los socialistas deben afrontar activamente las formas de opresión no-clasistas, destacando sus fundamentos capitalistas y explicando cómo podría abolirlas una sociedad socialista.
Es cierto, por ejemplo, que, en los Estados Unidos, los negros son asesinados por la policía en una proporción más de dos veces mayor al porcentaje de su población con respecto a la población general, mientras que los blancos y latinos son asesinados en una proporción que apenas es proporcional a su segmento poblacional. Sin embargo, es importante hacer notar que la mitad de todos los asesinados por la policía son blancos. Además, en estados con poblaciones negras muy pequeñas, el porcentaje de negros asesinados por la policía es muchas veces menor que la media nacional, lo que sugiere que, aunque el racismo anti-negro es un factor importante en los asesinatos policiales, claramente, no es el principal. De hecho, en términos empíricos, el factor más determinante a la hora de estudiar la probabilidad de que alguien sea abatido por la policía no es su raza, sino su clase. Más del 95% de los asesinatos policiales están concentrados en barriadas en las que la media anual de ingresos familiares no llega a los 100.000$, mientras que la media de estos ingresos en la mayoría de los barrios en los que tienen lugar ejecuciones policiales está alrededor de los 52.000$[14]. Los asesinatos policiales no son, por tanto, un mecanismo para establecer y reproducir la supremacía blanca, sino que más bien la supremacía blanca es un sistema dedicado a mantener la dominación de los capitalistas sobre los obreros, sin importar la raza de ninguno. O como lo explica sucintamente Adolph Reed: ''el patrón en esos estados con altas tasas de homicidios policiales sugiere […] que éstos son producto de un enfoque político que emerge del imperativo de contener y suprimir las bolsas de poblaciones obreras sub-empleadas y económicamente marginales, producido por el revanchismo capitalista''[15].
Los acontecimientos recientes de la lucha de clases en Estados Unidos dan motivos para un prudente optimismo, ya que revelan una voluntad de organización por parte de algunos trabajadores a la hora de presionar por sus intereses de forma colectiva, frente a los jefes, independientemente de organizaciones institucionales (Partido Demócrata) o institucionalizadas (sindicatos), que tratan o bien de disuadirles activamente de obrar de esa manera, o bien de sofocar abiertamente sus tentativas. La oleada reciente de huelgas ilegales y no-sindicales (es decir, huelgas salvajes) de los trabajadores de las industrias logísticas y de servicios, muchas de las cuales han sido multi-raciales debido al desplazamiento en las últimas décadas de un gran sector de la población obrera a puestos de trabajo no cualificados y de bajos salarios, es un signo del potencial que puede estar fermentando bajo la superficie[16]. Con cada lucha victoriosa, los trabajadores estadounidenses aprenden por sí mismos que hay más de lo que los une que de lo que los separa. Desafortunadamente, esta ola emergente de militancia se ha visto confinada a un puñado de industrias y no se ha contagiado al resto de la clase. Aunque aún en su infancia, estas experiencias tienen un mayor potencial transformador que todo el proselitismo izquierdista 'concienciador' del mundo. Los imperativos materiales de la lucha de clases se imponen a la consciencia de los actores sociales como una barrera objetiva que impide todo progreso posterior. Asi, por ejemplo, si los obreros varones blancos creen que son inherentemente superiores a los obreros negros o las mujeres, no protagonizarán ningún esfuerzo de organización común con ellos, y su resistencia será aplastada por los jefes en cada ocasión. Es la lucha de clases la que desafía las creencias más profundas que tiene la gente con respecto al mundo y a los demás, la que traza las líneas de la pugna entre obreros y capitalistas en el lugar de trabajo. En otras palabras, el proceso mismo de levantar un movimiento de solidaridad – esto es, un movimiento social que une a todos los que son explotados bajo el capitalismo – también acaba socavando las ideologías variadas que emplea el sistema para fortalecerse y estabilizarse.
E.S.
13 de octubre de 2017
[1] Ver en nuestra Web en inglés: https://en.internationalism.org/icconline/201802/14822/reflections-split-anarchist-federation [3]
[2] Escritor norteamericano del siglo XIX abolicionista y reformador social. Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Frederick_Douglass [4]
[3] Jamaicano, vivió entre 1887-1940, exponente de un nacionalismo negro. Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Marcus_Garvey [5]
[4]John Henryk Clarke, Marcus Garvey and the Vision of Africa (Baltimore: Black Classic Press, 2011), p. 207.
[5]Manning Marable, Beyond Black and White: Transforming African-American Politics (Brooklyn: Verso, 2009), p. 188.
[6]Adolph Reed, “Why Is There No Black Political Movement?”, en Class Notes: Posing as Politics and Other Thoughts on the American Scene, (New York City: The New Press, 2000), p. 4-5.
[7]Traducido libremente de Rosa Luxemburg, “The National Question and Autonomy,” en The National Question: Selected Writings (New York City: Monthly Review Press, 1976), p. 135-136.
[8]Karl Marx, Capital vol. 1 (London: Penguin Classics, 1990), p. 915.
[9]Adolph Reed. “Marx, Race, Neoliberalism,” New Labor Forum 22 (2013): p. 49.
[10]Manning Marable, How Capitalism Underdeveloped Black America (Boston: South End Press, 1983), p. 48-49.
[11]Marx, op. cit., 781-782.
[12]Marable, op. cit., p. 170-171.
[13]Janell Ross, “DeRay Mckesson is Running for Mayor. What Does That Mean for Black Lives Matter?”, Washington Post, 4 de febrero de 2016.
https://www.washingtonpost.com/news/the-fix/wp/2016/02/04/black-lives-matter-runs-for-mayor/?utm_term=.a86f31b8178f [6]
[14]Aunque no sea un buen indicador de posicionamiento de clase, como lo entienden los marxistas (como la relación de una persona con respecto a la economía), podemos hacer generalizaciones significativas a partir de los datos que tienen en cuenta los ingresos
[15]Adolph Reed, “How Racial Disparity Does Not Help Make Sense of Patterns of Police Violence”, Nonsite, 16 de septiembre de 2016. https://nonsite.org/how-racial-disparity-does-not-help-make-sense-of-patterns-of-police-violence/ [7]
[16]Ver por ejemplo, la huelga de 4.000 estibadores en Newark, Nueva Jersey (https://www.nj.com/news/index.ssf/2016/01/surprise_walkout_by_ila_shuts_down_the_nj_and_ny_p.html [8]) que no fue aprobada por la International Longshoremen's Association (sindicato oficial de trabajadores portuarios), la cual publicó una petición a sus miembros para que volvieran al trabajo ese mismo día, o la protesta de camioneros en Hialeah, Florida (https://www.cbsnews.com/miami/news/truck-drivers-protest-pay-rates-by-blocking-okeechobee-road/ [9]) que bloqueó el tráfico en la carretera de Okeechobee, una de las principales arterias del transporte de personas y mercancías que entran y salen de la ciudad, hasta que fueron obligados a dispersarse, violentamente, por la policía.
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HOJA REPARTIDA EN LAS MANIFESTACIONES DE JUBILADOS
Para el 17 de marzo están convocadas en más de cien localidades españolas, manifestaciones de pensionistas, invitando expresamente a otros sectores de la clase obrera – los asalariados, los parados, los jóvenes – a que se sumen a ellas. Y necesitamos luchar todos unidos porque las pensiones actuales y futuras están en el juego.
El desencadenante de estas protestas ha sido la ridícula y humillante subida de un 0’25% de las pensiones, y sobre todo, la amenaza a partir de 2019, de la puesta en marcha del llamado “factor de sostenibilidad”, que recalcula las pensiones en función del supuesto aumento de la esperanza de “vida” (de ¿qué vida?), las pensiones van a verse recortadas el primer año un 0’5%. Los expertos calculan que, en los próximos 20 años, con estas medidas, las pensiones de jubilación perderán como mínimo un 25% de su poder adquisitivo.
Es una lucha en interés de toda la clase trabajadora. De nuestros predecesores cuyos salarios y pensiones fueron esquilmados con la excusa de asegurar un futuro a las sucesivas generaciones obreras y hoy se ven estafadas como lo prueba la liquidación del Fondo de Reserva. Pero también de las actuales y futuras generaciones del proletariado. Por los que hoy no llegan a 677 euros/mes de pensión (que son la mitad de todos los pensionistas) y que marca el límite estadístico de la exclusión social.
El hachazo a las pensiones no viene solo. Se suma a un brutal desempleo juvenil (más del 40%), a una precarización laboral que afecta a trabajadores de todas las edades (6 millones, la tercera parte de todos los activos) y a la peor caída de los salarios en 60 años: desde 2008 fueron recortados en un 26%. La situación de las nuevas generaciones es tal que, según datos del Consejo Económico y Social, en España más de 422 mil familias sobreviven gracias a los ingresos de una pensión de jubilación.
Se nos sangra más aún con la implacable degradación de la atención sanitaria (retirando la financiación de medicamentos y disminuyendo las plantillas sanitaria etc.) y de todo tipo de prestaciones sociales, etc. ¡Y aún tienen la caradura de sugerir que nos hagamos planes de pensiones privados!
Por lo tanto: Si nos están atacando a todos a la vez. ¡Todos unidos debemos responder!
En estas movilizaciones se propone como solución el “blindaje constitucional” de las pensiones para ponerlas a salvo de nuevos recortes. ¡Somos mayores para creer en semejantes cuentos de hadas! En todos los países, hasta aquellos de constituciones más “avanzadas y sociales”, como Francia o Suecia, las pensiones se han visto rebajadas, se han endurecido las condiciones para acceder a ellas (retrasando en todo el mundo la edad de jubilación). Llegado el caso, cualquier Gobierno, de cualquier color político, se salta la ley para imponer las necesidades del capital, como por ejemplo hizo Zapatero en 2011 decretando la congelación de las pensiones.
Quienes se lanzan hoy a manifestarse, trabajadores y trabajadoras de 60-80 años, han vivido en sus carnes todo el cinismo del engaño democrático. Poco después de la aprobación de la constitución en 1978 cuyo artículo 35 proclamaba el derecho al trabajo, sufrieron la cadena de reconversiones industriales de los 80 que condenó a muchos de ellos a un desempleo crónico. ¡Fueron UN MILLON DE PUESTOS DE TRABAJO los que se destruyeron entonces!
Y recientemente sufrimos una oleada de desahucios que ha dejado a muchos sin hogar aun cuando el artículo 47 de la Constitución garantiza “una vivienda digna y adecuada”.
La actual generación de pensionistas ha sufrido a lo largo de todo este período “constitucional” más de 5 reformas de las pensiones. La primera dictada por el gobierno “socialista” de Felipe González en 1985 supuso situar en 65 años la edad de jubilación, ampliar de 8 a 15 años el periodo cotizado para poder cobrar una pensión, y calcular sobre los últimos 8 años y no los dos últimos como sucedía hasta ese momento. Esta reforma, que provocó la huelga general de junio 1985, ha abierto la puerta a sucesivos golpes a las pensiones, realizados por los gobiernos de Aznar, Zapatero y Rajoy, refrendados en su inmensa mayoría por los sindicatos, como por ejemplo la de Zapatero en 2011 que prolongaba hasta los 67 años la edad de jubilación. O sea que los baluartes del Estado democrático, los partidos y sindicatos, han sido en realidad los agentes del empobrecimiento de trabajadores y pensionistas. La constitución democrática no nos ha protegido, sino que ha servido para imponernos más miseria.
Todos esos tajos a nuestras condiciones de vida han sido justificados siempre como sacrificios que una parte de la clase obrera tenía que asumir para mejorar las condiciones de vida futuras. La Reforma de 1985 se presentó con la coartada que ese dinero iría a mejorar la formación y la cualificación de los jóvenes trabajadores. 30 años más tarde el “problema” es que los jóvenes están demasiado “formados” para encontrar trabajo. Las más recientes – como las de Zapatero o Rajoy- se han hecho con la excusa de que el dinero que se les sustrae a los pensionistas se dedicaría a promover el empleo – por ejemplo liberando a los patronos del pago de cotizaciones sociales - y por tanto a asegurar las condiciones de vida presentes y futuras de los trabajadores, cuando se está expandiendo la epidemia de los trabajadores pobres (que ni aún con trabajo pueden conseguir una vivienda) y el futuro que sienten los más jóvenes, es que encadenando contratos precarios y desempleo, jamás lograran una pensión.
Lo que pretenden nuestros explotadores, utilizando las maniobras de sus partidos y sindicatos, es sembrar la cizaña en nuestras filas, el DIVIDE Y VENCERAS. Que los jóvenes vean a los jubilados como un lastre que impediría el crecimiento económico; que los trabajadores nativos vean a los emigrantes el enemigo que les robaría trabajo y seguridad social…. Cuando la verdad es que en este mundo no hay más que un parásito: el sistema capitalista que hace que una minoría explotadora viva a expensas de la riqueza producida por toda la clase obrera.
Las pensiones, los seguros de paro y enfermedad, fueron históricamente la creación de la clase obrera en el siglo XIX y principios del XX, conscientes de la importancia de la solidaridad de clase. Pero los sistemas llamados de “Seguridad Social” son otra cosa RADICALMENTE OPUESTA. Son el resultado de la usurpación de esos recursos y de esa solidaridad por parte del Estado capitalista. El régimen de la Seguridad Social, desarrollado principalmente en Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, ha supuesto un inmenso negocio para los Estados pues usan el dinero de los trabajadores para sus especulaciones financieras y para reflotar empresas y bancos
Además, ha servido para inculcar la idea de que todos seríamos unos “protegidos” de Papá Estado destruyendo la solidaridad y ocultando que todo sale de nuestro trabajo. También, les permite sembrar la división diciendo que los emigrantes nos quitarían esos privilegios. El problema para el futuro de la humanidad no es que haya demasiados seres humanos o que estos vivan demasiado tiempo. Lo que de verdad amenaza a la especie humana y a toda la naturaleza del planeta es la pervivencia de un sistema basado en la explotación y en la acumulación, en la apropiación por unos pocos de lo que producimos entre todos. El futuro solo puede basarse en la solidaridad y no en la competencia de unos con otros.
El hachazo a las pensiones en España añade más sufrimiento a otros hachazos en otros países, por ejemplo, el terrible en Grecia donde ha habido desde 2010 ¡13 recortes! Pensionistas de España, Francia, Italia, de todo el mundo, se hacen la pregunta angustiosa que se hacía un pensionista griego: “No me puedo morir pues ¿de que vivirán mis nietos?”. El desempleo, la precariedad, el derrumbe del sistema de pensiones son problemas mundiales nacidos de la crisis del capitalismo. Solo la lucha unida, solidaria y auto-organizada, de todos los trabajadores, en todos los países, podrá abrir un camino hacia su solución.
Corriente Comunista Internacional
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La Serie que estamos publicando sobre la diferencia radical -una diferencia de clase[1]- entre la Izquierda y la extrema izquierda del Capital, por un lado, y las pequeñas organizaciones que se reclaman de la Izquierda Comunista, por otro; tiene hasta la fecha 3 partes: Una falsa visión de la clase obrera; Un método y un modo de pensamiento al servicio del capitalismo; Un funcionamiento que niega los principios comunistas[2]. El cuarto artículo lo dedicamos a la cuestión moral y tiene como fin demostrar el abismo que separa la moral de esos partidos que dicen defender a los explotados y la moral proletaria que las organizaciones verdaderamente comunistas deben practicar.
El proletariado tiene una moral. En consonancia, sus organizaciones deben tener una moral coherente con su combate histórico y la perspectiva comunista que lleva consigo. Mientras en una organización burguesa reina el amoralismo, la ausencia de escrúpulos, el pragmatismo y el utilitarismo más rastreros, en una organización proletaria debe existir una coherencia entre el programa, el funcionamiento y la moral.
¿Cuál es la moral en un partido de la burguesía? Pues sencillamente el todo vale, las maniobras y las puñaladas por la espalda, las intrigas y las calumnias, la peor hipocresía. El colmo nos lo da el estalinismo que pide a los militantes la comisión de los actos más repugnantes en nombre de la “dictadura del proletariado”, la “defensa del socialismo” etc. Al igual que el estalinismo, los grupos trotskistas propugnan el mismo pragmatismo moral y la misma actuación ciega y sin escrúpulos, apoyándose en los errores teóricos de Trotski en su libro Su moral y la nuestra[3], que sin embargo contiene reflexiones y elementos válidos.
Por su parte, los partidos socialistas se han erigido en los campeones de los buenos sentimientos: la “solidaridad”, la “inclusión”, la “memoria histórica”, lo “políticamente correcto”, el “buenísmo” …
Esta palabrería se ve desmentida radicalmente por lo que hacen en el gobierno donde atacan sin piedad a la clase obrera, reprimen sus huelgas con una fiereza que para sí quisiera la derecha y toman medidas, por ejemplo, contra los emigrantes, que rezuman el peor racismo[4]. En cuanto a su funcionamiento interno es un muestrario de las intrigas más refinadas, los súbitos cambios de alianzas, las guerras de familias. Los partidos socialistas son expertos en las peores jugadas de infiltración, destrucción desde dentro, creación de caballos de Troya etc. Igualmente, es proverbial su sabiduría para manejar “dossiers” con los cuales hundir tanto a “amigos” que se pretende apartar del alto mando como a enemigos a quienes se intenta atar a alianzas forzadas o descabalgar de espacios de poder.
¿Cuál es el bagaje moral que se impone a los militantes que han pasado por partidos burgueses en general y más específicamente por las organizaciones de izquierda y extrema izquierda?:
Todo esto se justifica y enmascara, sin embargo, con la hipocresía propia de la ideología burguesa que defiende la peor barbarie y las más indignas tropelías en nombre de los “más elevados valores morales”: solidaridad, justicia, honradez… Es la famosa doble moral: el político, el dirigente, tienen “su” moral que consiste en enriquecerse mediante los más sórdidos tráficos, aplastar a los rivales -incluidos los “compañeros” de partido- y mantenerse en el poder a toda costa no dudando en cometer los actos más condenables. Simultáneamente, defiende “otra moral” para sus subordinados, para los afiliados, para la infantería de choque del partido, que, como hemos dicho antes, debería practicar la rectitud, el sacrificio, la obediencia etc.
Para destruir en los militantes el instinto proletario de moralidad, se insiste mucho en que toda moral es “burguesa o religiosa”, que el militante no puede tener moral sino guiarse únicamente por “consideraciones políticas”. Esta argumentación se basa en que “durante toda la historia de la sociedad de clases, la moral dominante siempre ha sido la moral de la clase dominante. Eso es tan cierto que moral y Estado, pero también moral y religión, se han hecho casi sinónimos en la opinión popular. Los sentimientos morales de la sociedad siempre han sido utilizados por los explotadores, por el Estado y la religión para santificar y perpetuar la situación existente y que las clases explotadas se sometan a la opresión. El “moralismo” mediante el cual las clases dominantes han procurado siempre romper la resistencia de las clases laboriosas, inyectando una conciencia culpable, es uno de los grandes azotes de humanidad” [6]
El moralismo nos infiltra el sentimiento de culpa. Nos hace sentir culpables por comer, por luchar por nuestras necesidades, por aspirar a la felicidad. Eso según el moralismo expresaría un sentimiento egoísta y excluyente. Nos dicen los moralistas ¿Cómo te atreves a comer con el hambre que hay en el mundo? ¿cómo osas despilfarrar el agua duchándote todos los días si el medio ambiente está cada vez más deteriorado? ¿Cómo pretendes dormir en un colchón confortable si los emigrantes duermen en colchones de gomaespuma tendidos en el duro suelo?
La moral de la burguesía, sobre todo de la burguesía decadente de los siglos XX y XXI, consiste en hacer creer a los obreros que los mínimos medios de subsistencia que tienen (vivienda, comida, vestido) o las comodidades que disfrutarían (electrodomésticos, TV e Internet, vacaciones pagadas) serían lujos insolentes, conseguidos a costa de los pobres del mundo, un “privilegio”, ocultando que no son sino los materiales imprescindibles para seguir siendo explotados.
El moralismo y sus predicadores de izquierda y extrema izquierda quieren hacernos sentir culpables de los males del mundo causados por el capitalismo haciendo del problema de un sistema social el problema de los individuos. Así por ejemplo el azote del desempleo sería la culpa individual de cada uno de los 212 millones de parados que hay en el mundo.
De forma más general, la culpa destruye la convicción y la combatividad. Esta sociedad propaga el sentimiento de culpa como modo de vida y hace de la culpabilización hacia los demás un medio de la lucha individualista de unos contra otros, pues aquel que se siente culpable en un momento dado, busca culpables en los demás en otro momento. Sentirse culpable unas veces y buscar culpables otras, no es contradictorio, forma parte de un universo moral individualista e inhumano que orbita siempre alrededor de la Culpa. El combate contra la culpa, tanto cuando viene de la propaganda capitalista y de sus partidos especializados, como cuando brota en las relaciones entre militantes como forma de individualismo, es un combate central de la moral proletaria.
El combate contra el moralismo burgués no debe conducirnos a rechazar la moral. Debemos distinguir entre moralismo y moral, “La perversión de la moral del proletariado en manos del estalinismo no es razón para abandonar el concepto de moral proletaria, del mismo modo que el proletariado no debe rechazar el concepto de comunismo so pretexto de que fue recuperado y pervertido por la contrarrevolución en la URSS. El marxismo ha mostrado que la historia moral de humanidad no es sólo la historia de la moral de la clase dominante. Las clases explotadas tienen valores éticos propios, y estos valores han tenido un papel revolucionario en el progreso de la humanidad. La moral no es idéntica a la función de la explotación, al Estado o la religión, el futuro pertenece a una moral más allá de la explotación, del Estado y de la religión”.
“La concepción de la moral en el movimiento obrero, aunque nunca estuvo, como pudiera decirse, en el centro de atención ni se desarrollara mucha teoría sobre ella, no es como la pinta el izquierdismo. La moral no es una cuestión ``idealista´´ o escolástica que sólo interesa a los imitadores de los filósofos del Imperio Bizantino, que debatían sobre el sexo de los ángeles mientras los otomanos atormentaban las murallas de Constantinopla. La moral, como todo producto social del ser humano por definición, es una de las principales características de las relaciones sociales que nos hemos dado. Una realidad que bien podría resumirse como el sentido, colectivamente calibrado, de lo adecuado, o no, de la forma y orientación que damos a las relaciones en las que estamos envueltos... ¿debe ser esto algo ajeno al proletariado, a la clase que es a la vez fruto de unas relaciones sociales determinadas y portadora de otras relaciones, de otra forma mucho más elevada de organizar nuestra existencia social? Si en el pasado no se desarrolló demasiado la cuestión, fue porque el movimiento del proletariado contaba con una larga y rica tradición de vida organizacional, en la que la mayoría de sus militantes observaban unas reglas para debatir, para dirigirse a sus camaradas, para convivir con ellos, para prestarles auxilio y toda su confianza y solidaridad cuando la necesidad lo requería; es decir, observaban una moral obediente a la naturaleza misma de la clase proletaria: la clase de la solidaridad, de la confianza, la portadora de las verdaderas capacidades creativas de la humanidad y de una verdadera cultura humana”.[7]
En realidad, el individuo burgués quiere una moral para la mayoría explotada (la moral de los esclavos que diría Nietzsche) y “otra moral” mucho más “relajada”, liberada de todo escrúpulo, para la clase dominante. Para el capital cualquier cosa -incluso el asesinato- es válido con tal de aumentar la ganancia o de conquistar el poder. Como decía Marx, el capital “nació en el lodo y en la sangre” y todos los medios fueron empleados para allanar su expansión: matanzas, trata de esclavos, alianzas sórdidas con las clases feudales, asesinatos de estado, conspiraciones… No olvidemos que uno de los ideólogos primigenios de la burguesía fue Maquiavelo y la palabra maquiavelismo se emplea para significar la bajeza moral y la ausencia escandalosa de escrúpulos[8].
La doble moral es el guante que mejor calza en la ideología y métodos del Capital. Es el espejo de la competencia feroz y el sálvese quien pueda que reinan en las relaciones de producción capitalistas. “En todo negocio de especulación se sabe que un día llegará el desastre, pero todo el mundo tiene la esperanza de que caerá sobre el vecino, después de haber recogido uno mismo la lluvia de oro y haberla puesto a salvo. “Después de mí, el diluvio”, tal es la divisa de todo capitalista y de toda nación capitalista”[9]
El proletariado rechaza firmemente la doble moral. En su lucha, los medios han de estar en coherencia con los fines, no se puede luchar por el comunismo utilizando la mentira, la calumnia, la insinuación, la murmuración, la maniobra, la duplicidad, el sentimiento de culpa, el ansia de protagonismo etc. Semejantes actitudes deben ser combatidas enérgicamente y rechazadas por radicalmente incompatibles con los principios del comunismo. Con esos “atajos morales” no se avanza ni un milímetro en el duro camino hacia el comunismo, lo que se hace es atarse de pies y manos a las conductas propias del sistema capitalista, contaminarse con sus leyes de funcionamiento, separándose pues de toda perspectiva revolucionaria.
La moral proletaria tiene para la CCI un papel central. “Nuestra visión sobre este tema tiene su concreción viva en nuestros estatutos (adoptados en 1982). Los estatutos no son una serie de reglas para definir qué es lo que está o no está admitido, sino una orientación para nuestras actitudes y nuestra conducta, incluyendo un conjunto coherente de valores morales (en particular en lo que a relaciones entre militantes y entre éstos y la organización se refiere). Por eso es por lo que se requiere un profundo acuerdo con estos valores a cualquiera que quiera ser miembro de nuestra organización. Los estatutos forman parte de nuestra plataforma”
Ahora bien, desarrollar un funcionamiento organizativo y unas relaciones entre camaradas basado en los criterios morales del proletariado no es fácil, requiere una lucha muy perseverante. Hoy el proletariado padece un serio problema de identidad y confianza en sí mismo, esto, en el contexto general histórico de lo que llamamos la Descomposición del Capitalismo[10], dificulta la vivencia práctica, cotidiana, de una moralidad proletaria no solamente en la clase obrera en su conjunto sino, igualmente, en sus organizaciones revolucionarias. Lo que la sociedad actual exuda pestilentemente por todos sus poros es la ausencia de escrúpulos, la picaresca, el desmadre, el escepticismo, el cinismo… Todo ello ataca sin descanso la moralidad proletaria.
Contrariamente a la visión que el estalinismo ha dado de los comunistas como individuos fanáticos capaces de todo para imponer “el comunismo”, estos han tenido siempre una sólida actitud moral[11] y con ello han expresado la importancia de la cuestión moral para el movimiento obrero[12].
Hay un prejuicio respecto al marxismo que dificulta entender su firme anclaje en los criterios morales. Frente al socialismo utópico, el marxismo defendió la necesidad de asentar las posiciones comunistas no sobre criterios morales sino sobre un análisis científico de la situación del capitalismo, las relaciones de fuerzas entre las clases, la perspectiva histórica etc. Sin embargo, de ahí no se desprende que el marxismo únicamente tenga que basarse sobre criterios científicos y rechace los morales, el marxismo “nunca ha negado la necesidad o la importancia de la contribución de los factores no teóricos y no científicos en el progreso de la especie humana. Al contrario, siempre ha comprendido su carácter indispensable, e incluso su relativa independencia. Por eso ha sido capaz de examinar la interconexión entre ellos en la historia, y reconocer su esencia complementaria”.
El marxismo no es una ideología fría-como dijo un autor griego en los años 60- que ve a los militantes como peones que un “Comité Central” maneja a su antojo en una partida de ajedrez con las clases dominantes. Los militantes en sus relaciones entre sí y con la organización, así como con el proletariado, se comportan con la más estricta rectitud moral.
Esto último es vital para comprender que, en nuestra época, la descomposición social hace aún más importante la moral para la lucha revolucionaria: “Hoy, frente a la tendencia de “cada uno para sí” de la descomposición capitalista, y la corrosión de todo valor moral, será imposible para las organizaciones revolucionarias –y más en general para la emergencia de nuevas generaciones de militantes– derrocar el capitalismo sin esclarecerse sobre esos asuntos morales y éticos. En el desarrollo consciente de la lucha de los revolucionarios, la lucha teórica específica por re -asimilar el trabajo del movimiento marxista sobre estas cuestiones ha llegado a convertirse en un tema de vida o muerte para la sociedad humana. Esta lucha es indispensable, no solamente para la resistencia proletaria a la descomposición y al amoralismo ambiente, sino para la reconquista proletaria de la confianza en sí mismo para el futuro de la humanidad por medio de su propio proyecto histórico”.
La dificultad que hoy tienen ante sí las generaciones revolucionarias es que, de un lado, la moral proletaria fundada en la solidaridad, la confianza, la lealtad, la cooperación consciente, la búsqueda de la verdad etc., es más necesaria que nunca y, sin embargo, las condiciones históricas de la decadencia y la descomposición capitalista, así como de las dificultades del proletariado, la hacen parecer más utópica, más impracticable, más desprovista de todo sentido.
Como dice nuestro texto sobre la ética “la barbarie y la cruel deshumanización de la decadencia capitalista no tienen precedentes en la historia de la especie humana. No es fácil, después de Auschwitz e Hiroshima, y ante los genocidios y la destrucción permanente y general, mantener la confianza en la posibilidad de un progreso moral (…) La opinión popular parece estar confirmando la sentencia de Thomas Hobbes (1588-1679) de que el hombre sería, por naturaleza, un lobo para el hombre. El hombre es visto básicamente como destructor, predador, egoísta, irremediablemente irracional, y con un comportamiento social más bajo que muchas especies animales”.
Hay, además, un elemento que añade aún más dificultad al desarrollo moral: es el desfase entre el avance de las ciencias naturales y tecnológicas y el retraso cada vez más acentuado de las ciencias sociales – humanas, observado por Pannehoek en su libro Antropogénesis: un estudio de los orígenes del hombre. “Las ciencias naturales son consideradas como el campo en el que el pensamiento humano, en una serie continua de triunfos, ha desarrollado con mayor pujanza formas conceptuales de la lógica... Al contrario, en el otro extremo permanece el gran campo de las acciones y relaciones humanas [donde] el pensamiento y la acción están determinados principalmente por la pasión y las impulsiones, por la arbitrariedad y la imprevisión, por la tradición y la creencia (...) El contraste que aparece aquí, con la perfección por un lado y la imperfección del otro, quiere decir que el hombre controla los fuerzas de la naturaleza, , pero que no controla las fuerzas de la voluntad y la pasión que le son inherentes. Donde sí ha permanecido quieto, quizás echándose incluso atrás, es en la falta manifiesta del control sobre su propia «naturaleza». Esta es, evidentemente, la razón por la que la sociedad va todavía tan lejos por detrás de la ciencia. Potencialmente el hombre posee el dominio sobre la naturaleza. Pero no posee todavía el dominio sobre su propia naturaleza.”
Esta situación de desconocimiento o incomprensión de esos aspectos profundos de la conducta humana hace más difíciles de abordar fenómenos que la descomposición social e ideológica del capitalismo exacerba cada vez más: “el aumento del nihilismo, del suicidio de los jóvenes, de la desesperanza, como así lo expresaba el «no future» de las revueltas urbanas en Gran Bretaña, del odio y de la xenofobia que animan a «skinheads» y «hooligans» (…) la imparable marea de la drogadicción, fenómeno hoy de masas, poderosa causa de la corrupción de los Estados y de los organismos financieros, que afecta a todas las partes del mundo y, en especial, a la juventud, un fenómeno que expresa cada vez menos la huida hacia mundos quiméricos, que se parece cada día más a la locura y al suicidio (…) la profusión de sectas, el resurgir del espíritu religioso, incluidos algunos países avanzados, el rechazo hacia un pensamiento racional, coherente, construido, incluso en algunos ámbitos «científicos» (…) el «cada cual a lo suyo», la marginalización, la atomización de los individuos, la destrucción de las relaciones familiares, la exclusión de los ancianos, la aniquilación de lo afectivo y su sustitución por la pornografía” (Tesis sobre la descomposición, tesis 8).
Mientras que todos los partidos burgueses -sean de derechas o de izquierdas- tienen como fin gestionar el presente para conservar el capitalismo, la organización revolucionaria es un puente entre el presente y el porvenir comunista del proletariado. Por ello cultiva las cualidades morales que antes hemos mencionado y que serán el pilar de la futura sociedad comunista mundial. Estas cualidades se ven constantemente amenazadas por el peso de la ideología dominante y de la descomposición capitalista. Por ello su cultivo requiere un esfuerzo permanente, una vigilancia y un espíritu crítico incansables, junto con una constante elaboración teórica.
Este cultivo en las organizaciones revolucionarias tiene lugar tanto hacia dentro –funcionamiento interno- como hacia fuera –intervención. No se trata de que la organización se aísle del mundo y se encierre en pequeñas comunidades autogestionadas –ese es el error reformista del anarquismo- sino de que en su seno exista un combate permanente por el desarrollo de esos principios. Como decía Lessing –un poeta alemán del siglo XVIII- “hay una cosa que amo más que la verdad: es la lucha por la verdad”. En la organización revolucionaria tan importante como los propios principios es la lucha por ellos.
La lucha por el comunismo no se reduce a una mera cuestión de propaganda: explicar cómo será la futura sociedad, presentar su papel histórico como superación de las contradicciones que hunden al capitalismo etc. Eso sería concebirlo de forma truncada y unilateral. A diferencia de los modos de producción que le han precedido, el comunismo no puede surgir de procesos alienantes y alienados, sino de la plena conciencia y del compromiso subjetivo masivo del proletariado. En la organización revolucionaria, la lucha por vivir de manera coherente con los principios del comunismo es aún más determinante. La lucha por el comunismo se hace imposible sin una vigilancia y una respuesta permanente contra los comportamientos de envidia, celos, rivalidad, calumnia, mentira, intriga, manipulación, robo, violencia hacia el semejante etc.
En uno de sus excesos polémicos, Bordiga dijo que se puede llegar al comunismo mediante una monarquía. Quería demostrar con ello que lo importante es “llegar al comunismo” mientras que “la forma de llegar” es lo de menos, cualquier medio sería bueno. Rechazamos rotundamente tal forma de pensar: para llegar hay que saber cómo llegar, los medios son coherentes con el fin comunista que nos proponemos. Contra el pragmatismo de estalinistas y trotskistas, que siguen ciegamente la máxima jesuítica de “los medios justifican el fin”, el proletariado y sus organizaciones revolucionarias deben mantener una clara coherencia entre el fin y los medios, entre la práctica y la teoría, entre la acción y los principios.
La moral dominante oscila entre dos alternativas que aparecen como opuestas pero que giran alrededor del conflicto individuo - sociedad y que no solo no permiten resolverlo. sino que, además, lo agravan.
En un polo tenemos el individualismo exacerbado donde el individuo hace “lo que da la gana” a costa de los demás. En el otro polo, tenemos la sumisión del individuo a los “intereses de la sociedad” (formula tras la que se esconde el dominio totalitario del Estado), que, básicamente, presenta dos formas: un colectivismo de individuos anónimos e impersonales (la fórmula preferida del estalinismo o de los trotskistas) o el imperativo moral kantiano que lleva a la renuncia individual y el sacrificio por los demás (en esta tendencia comulga también el moralismo cristiano).
En realidad, ambos polos morales no son opuestos sino complementarios pues reflejan dos aspectos de la dinámica del capitalismo. Por un lado, el utilitarismo moral de Bentham es una visión idealizada de la competencia feroz que es el motor del capitalismo. Que cada individuo luche por su bienestar sin tener ninguna consideración hacia los demás sería la “felicidad de todos”, es decir, la “felicidad” del buen funcionamiento del sistema capitalista quien - al contrario del feudalismo- no respeta privilegios ni posiciones adquiridas, sino que somete toda posición a una competencia extrema.
Un segundo componente del polo utilitarista y amoral es la deformación de la teoría de Darwin transformada en “darwinismo social”. Según esta visión la selección natural sería el resultado de una guerra feroz y despiadada donde el triunfo de “los mejores” y la eliminación de los “débiles” iría “perfeccionando la raza humana”. No es aquí el lugar para analizar lo que realmente defiende la teoría de la evolución[13], lo que es evidente es que esa visión moral constituye una idealización con ropajes seudocientíficos de la realidad misma del capitalismo que es efectivamente la guerra de todos contra todos, realidad que se ha exacerbado con la descomposición del sistema.
Frente a ese polo moral descaradamente bárbaro, Kant y otros teóricos vislumbraron el resultado de caos y destrucción que llevaba consigo el capitalismo. De ahí que preconizaran otro polo moral en apariencia opuesto: el famoso imperativo moral. Este constituye una especie de “autocontención en el egoísmo desmelenado” para no destruir la cohesión social. Es decir, un reconocimiento y una aceptación “crítica” de la barbarie de la competencia, pero intentando ponerle límites y regulaciones para evitar que resulte excesivamente destructiva. El capitalismo conduce a la destrucción del género humano pues lleva en su ADN la aniquilación del carácter social de la humanidad, penosamente adquirido a lo largo de muchos siglos de existencia. El freno a esa tendencia lo opone el imperativo moral kantiano que, a su vez, es una versión idealizada del papel “regulador” y garante de la mínima cohesión social que asume el Estado, papel que se ha reforzado bajo el capitalismo decadente dado el caos y la autodestrucción que sus contradicciones desatan.
El moralismo kantiano es la otra cara del utilitarismo. La tendencia que se desarrolló desde fines del siglo XIX en la socialdemocracia bajo el eslogan de la “vuelta a Kant” no solo demolía el materialismo marxista, sino que atacaba la moral proletaria que nada tiene que ver con el imperativo moral.
El estalinismo y los grupos izquierdistas han transmitido la idea de que la militancia comunista sería ese sacrificio ciego del militante al imperativo moral encarnado por los intereses superiores del “Partido” o de la “Patria del Socialismo”.
El rechazo a esta barbarie moral que conduce a la sumisión ciega y la autodestrucción de militantes ha llevado en muchos casos al otro extremo de la moral burguesa: el individualismo desmelenado de claro tinte pequeñoburgués, una de cuyas expresiones más acerbas es el anarquismo.
El proletariado lleva en su seno la superación del conflicto individuo – sociedad, como dice el Manifiesto Comunista, en el comunismo “a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos”. Bajo el capitalismo, el trabajo asociado mundial de los proletarios contiene en perspectiva esa superación: si el trabajo de conjunto lleva mucho más lejos la suma de los trabajos individuales, la aportación de cada cual es imprescindible y singular para la culminación de ese trabajo de conjunto.
Las organizaciones revolucionarias se han visto constantemente asaltadas por ese conflicto individuo – sociedad bajo la forma del individualismo. En numerosos textos hemos tratado este problema que aquí simplemente apuntamos[14].
Este individualismo que se pretende “liberado”, “rebelde” y “crítico”, es, en realidad, prisionero de todos los impulsos destructivos que se incuban en el capitalismo (competencia, egoísmo, protagonismo, manipulación, culpabilización, rivalidad y espíritu de revancha) y los hace pesar brutalmente sobre la vida organizativa. Su “rebeldía” no va más allá de una polarización ciega y cretina “contra toda autoridad” lo que lleva a ser un factor de desorganización y de tensiones entre camaradas. En fin, su “criticismo” se basa en la desconfianza y el rechazo de todo pensamiento coherente, reemplazándolo por la especulación, los prejuicios y las ocurrencias más extravagantes.
Este individualismo está en los antípodas de la solidaridad que no es solamente una de las columnas vertebrales de la lucha proletaria sino igualmente del funcionamiento de las organizaciones revolucionarias. Tampoco podemos aquí desarrollar este punto que hemos argumentado ampliamente en nuestro texto Confianza y Solidaridad[15].
C. Mir 01-03-18
[1] Para un análisis más global de esta diferencia ver ¿Cuáles son las diferencias entre la Izquierda Comunista y la IVª internacional? https://es.internationalism.org/cci-online/200706/1935/cuales-son-las-diferencias-entre-la-izquierda-comunista-y-la-iv-internacional [16]; Principios revolucionarios y práctica revolucionaria https://es.internationalism.org/cci-online/200710/2062/debate-principios-revolucionarios-y-practica-revolucionaria [17]; La Izquierda Comunista y la continuidad del marxismo https://es.internationalism.org/booktree/156 [18]; "Las Conferencias internacionales de la Izquierda Comunista (1976-1980): Lecciones de una experiencia para el Medio Proletario [19]".
[2] Ver https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201712/4261/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-i-una-falsa-vision-de-l [20] , https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201801/4267/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-ii-un-metodo-y-un-modo- [21] y https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201801/4268/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-iii-un-funcionamiento-q [22]
[4] Un ejemplo de esa conducta donde lo que se proclama nada tiene que ver con lo que se hace (en realidad lo encubre) nos lo da el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Fue él quien reprimió los intentos revolucionarios del proletariado en Alemania en 1918-23 causando 100 mil muertos. Fue él quien mandó asesinar a Rosa Luxemburgo y Karl Liebchenck (1919). Fue, en tiempos recientes, el gobierno socialdemócrata de Schroëder quien lanzó el terrible programa 2010 que ha hecho caer de una manera brutal las condiciones de vida obrera propiciando por ejemplo los contratos basura de 400 euros mensuales.
[5] El propio Trotski tenía una postura ambigua sobre las maniobras. Por una parte, reconocía que “para las clases dominantes, poseedoras, explotadoras, instruidas, su experiencia del mundo es tan grande, su instinto de clase está tan desarrollado, sus medios de espionaje son tan diversos, que al intentar engañarles, fingiendo ser lo que no se es, se tiende en realidad una trampa no a los enemigos sino a los amigos”, sin embargo, al mismo tiempo proclamaba “el valor auxiliar, subordinado, de las maniobras, que deben ser utilizadas estrictamente como medios en relación a los métodos fundamentales de la lucha revolucionaria” (La Internacional Comunista después de Lenin, página 209, edición española Akal). Esta teorización de la maniobra en general sin aclarar que solo puede ser utilizada contra el enemigo de clase, pero jamás frente a la clase misma ni dentro de las organizaciones revolucionarias, ha servido a las organizaciones trotskistas para justificar las maniobras de todo tipo contra el proletariado y contra los propios militantes.
[6] Texto de orientación sobre ética y marxismo, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1139/texto-de-orientacion-sobre-marxismo-y-etica-i [24] . Mientras no especifiquemos lo contrario las citas pertenecen a este texto
[7] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201704/4205/la-importancia-del-debate-moral-y-organizativo [25]
[8] Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/201710/4239/maquiavelismo-consciencia-y-unidad-de-la-burguesia [26]
[9] Marx, El Capital, Libro Primero, sección tercera, capítulo X
[10] Ver nuestras "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [27]".
[11] Lo que no quiere decir que no hubiera diferencias en la concepción moral, unas más utilitarias, como en el caso de Lenin y otras mucho más coherentes como en Rosa Luxemburgo. Es un tema para profundizar.
[12] Podemos exponer dos ilustraciones de ello. En 1839-42 se producen las probablemente mayores movilizaciones del proletariado británico y estas tienen uno de los motivos principales en la indignación y el horror que producía en los sectores más acomodados del proletariado la terrible explotación que sufrían sus hermanos obreros, hombres, mujeres y niños, especialmente de las fábricas textiles. La segunda es la huelga espontánea que se dio en Holanda en 1942 contra las deportaciones de judíos realizadas por los nazis.
[13] Ver por ejemplo Darwinismo y Marxismo, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200905/2567/darwinismo-y-marxismo-i-anton-pannekoek [28]
[14] Estructura y funcionamiento de la organización revolucionaria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [29] ; La cuestión del funcionamiento organizativo en la CCI, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200204/3283/documentos-de-la-vida-de-la-cci-la-cuestion-del-funcionamiento-org [30]
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“El 28 de diciembre pasado, las primeras explosiones de un movimiento que nos traía a la memoria los de la “Primavera árabe”, comenzaban a sacudir el territorio iraní. A este movimiento, ya agotado cuando escribimos estas líneas, responden otras expresiones de cólera contra el deterioro de las condiciones de vida en otros países como se ha visto en Marruecos y sobre todo en Túnez.
Una explosión espontánea de cólera
Irán es un país con poderosas ambiciones imperialistas donde los gastos militares se han multiplicado sin medida por toda la región de Oriente Medio[1]. En el contexto de las esperanzas frustradas posteriores al tratado sobre materia nuclear, la crisis económica y la austeridad agravada por la corrupción y las sanciones internacionales han hundido a la mayor parte de la población en la precariedad y la miseria. Después de meses los jubilados, parados (28% de jóvenes), enseñantes y obreros sin cobrar el salario manifestaban su descontento. Finalmente, el alza de un 50% del precio de la gasolina y de la mayoría de los productos de primera necesidad, como por ejemplo los huevos[2] que subían el doble de su precio en el mercado, iban a avivar los rescoldos del descontento. El movimiento en un país en guerra donde la población pretendidamente “sumisa” irrumpe en Machhad (segunda ciudad del país en el Nordeste) y se propagó hasta llegar casi a Teherán extendiéndose inmediatamente cual mancha de aceite a todos los principales núcleos urbanos: al Norte hacia Rasht y hacia el Sur del país en dirección a Chabahar. Con todas las masas movilizadas la clase obrera estaba presente aunque diluida entre el conjunto de manifestantes: obreros fabriles, enseñantes, muchísimos parados, numerosos jóvenes desempleados, todos estaban presentes junto a numerosos estudiantes. Un hecho significativo es que se movilizaron muchas mujeres. Por tanto y a pesar de una presencia combativa y un gran coraje la clase obrera no ha sido capaz de dar una orientación proletaria a esta lucha, no ha podido afirmarse de manera totalmente autónoma como auténtica fuerza política[3]. A pesar de las ilusiones democráticas y las debilidades políticas, la burguesía ciertamente se inquietó y mucho por el propio hecho de esta explosión de cólera “sin líder”. Al comienzo el gran “guía supremo” Ali Jamenei se mantuvo en un silencio ensordecedor y el presidente H. Rouhaní se mostraba más prudente que firme; el gobierno anunciaba también que la subida de los carburantes sería finalmente anulada. Claro que realmente los símbolos del poder político y religioso fueron tomados rápida y violentamente e incendiados: Bancos, sedes públicas, centros religiosos y concretamente los cuarteles de Bassidji (milicias islámicas del Régimen). Los enfrentamientos violentos con la policía ocasionaron numerosos arrestos, la mayoría de los jóvenes; hubo que lamentar decenas de muertos en la parte de los manifestantes. Poco a poco la fuerza de las autoridades se endurece y con ella su respuesta. Las “violencias” los “actos ilegales” de los “cabecillas” y los “instigadores de los disturbios” serían “severamente castigados” anunciaba Rouhaní, y Jamenei acusaba directamente a los manifestantes de ser “enemigos de Irán”[4]. Contando con que se iba a pudrir la situación para preparar el terreno de la represión con la bendición de todos los grandes estados democráticos, que buscan sacar algún beneficio en este juego, el gobierno pudo aprovechar la falta de perspectiva para apoyar las contramanifestaciones en favor del régimen y su Ayatollah. En estas contramanifestaciones gritaban “muerte a EEUU, “muerte a Israel” en la cara de los “sediciosos”. Tal arrebato patriótico permitía al jefe del Estado manipular con las divisiones y el chantaje: “Nosotros o el caos”[5].
Las debilidades del proletariado en Irán
El movimiento social espontáneo que hemos podido presenciar es el más importante desde el 2009 donde el “Movimiento Verde”, amenazaba arrastrar a los proletarios tras una u otra de las bandas burguesas en competencia. En esa época escribimos: “Ante el bando corrupto y sanguinario Ahmadinedyad encontramos otros que se les parecen como dos gotas de agua; estos son también partidarios de una república islamista y de proseguir con la fabricación del arma atómica iraní. Todos estos grupos defienden sus propios y mismos intereses nacionalistas y personales.”
Hoy día, más que en 2009, el movimiento ha sido una verdadera explosión de los propios explotados y desheredados, pero sin que la clase obrera haya sido capaz de desempeñar un verdadero papel de orientación. Aunque las luchas obreras en Irán se han desarrollado e integrado en el combate del proletariado mundial desde finales de los años 1960, concretamente en los sectores clave de la industria petrolífera, los transportes, la enseñanza, etc.; estas luchas siempre han sido débiles y no han logrado ir más allá del pequeño impacto que alcanzaron en su momento álgido: 1978-79, las cuales únicamente lograron provocar la caída del Shah[6]. Esas debilidades políticas del proletariado fueron aprovechadas entonces por una horda de fanáticos religiosos y en particular por el ayatolá Jomeini, ayudados en esa ocasión por los estalinistas y el nacionalismo radical. Los combates de clase, que han acabaron siendo cada vez más escasos, fueron fuertemente reprimidos tras esta “revolución islámica”. Numerosos obreros combativos fueron entonces ejecutados por el régimen de los mulás y lo mismo ocurrió en las huelgas convocadas con posterioridad. Los proletarios serían más tarde víctimas de la terrible guerra entre Irán e Irak, (1980 a 1988), que dejó más de un millón de muertos.
Si después de todo aquello se pudieron convocar algunas huelgas –por ejemplo, la de 2007 durante la cual se unieron a los cien mil enseñantes millares de obreros fabriles en una importante muestra de solidaridad- la debilidad de la clase obrera en el conjunto de la sociedad era una muestra importante de cómo estaba la situación. Esta dificultad sólo podía ser explotada por la clase dominante echando una capa de plomo sobre un régimen donde el Estado estaba fusionado con los grupos religiosos y el poder de los mulás. Esta ausencia relativa de un proletariado consciente, contaminado por prejuicios nacionalistas e ilusiones democráticas, abría la puerta a los peores efectos de la descomposición social y del militarismo.
Perspectivas
A pesar de la fuerte combatividad y del hecho de que las reivindicaciones en Irán se hayan llevado a cabo en el terreno de las reivindicaciones económicas que propician la lucha proletaria, el combate se ha deshinchado por falta de unidad política, de afirmación de una auténtica identidad y perspectiva de clase. Es más, los obreros se han visto constantemente enfrentados a luchas entre facciones burguesas rivales donde los manipuladores constituyen un gran peligro para el proletariado que corre el riesgo de dejarse ahogar o quedar atrapado por alguna de estas bandas. No sólo estas dificultades constituían un obstáculo, sino que se unían a las condiciones objetivas ligadas al aislamiento de Irán, favoreciendo así la represión. Rodeados por países en guerra, sin posibilidad de que los obreros de esos países próximos les pudieran aportar su solidaridad. En un entorno donde el nacionalismo tiene también un peso importante, estas luchas estaban sometidas a grandes dificultades; lo que significa que las debilidades del proletariado en Irán son las mismas que las del resto del proletariado mundial. De esta manera el principal hándicap de estas últimas luchas se expresó ante todo por la incapacidad del proletariado internacional, incluso el de los países donde éste es más experimentado y está más concentrado, en Europa occidental especialmente, para concebirse como una clase capaz de ofrecer una perspectiva a todos los combates.
Lo intentado en Irán debe ser un acicate y una lección que permita apreciar el potencial que pueden alcanzar las reivindicaciones obreras en el terreno económico. Luchar contra la austeridad, batirse por la defensa de nuestras condiciones de vida es una necesidad. Esta es la primera lección esencial. La segunda es que la verdadera solidaridad es la única que puede ser aportada por el proletariado mundial a sus hermanos de clase en Irán, hasta que puedan tomar conscientemente a su cargo una resistencia y un combate contra la austeridad y contra el sistema capitalista.
WH 5 enero 2018
[1] A la vez que encajaba las sanciones impuestas por Estados Unidos, Irán se dedicaba a gastar grandes sumas de dinero en la guerra del Yemen, en el apoyo a Hezbollah, al régimen de Assad y a sus bandas armadas que operan a nivel internacional y, seguramente, en armamento contra Arabia Saudita. Todo esto, alimentando la austeridad a expensas de la población empobrecida.
[2]Hasta tal punto que se ha hablado de una “revolución de los huevos”.
[3] En esto, algunas minorías de estudiantes se han distinguido, concretamente en Teherán y otras ciudades, por su clara oposición a los eslóganes reaccionarios del tipo “Ni por Gaza ni por Líbano Yo moriré únicamente por Irán”, proponiendo un auténtico internacionalismo proletario con consignas como: “Desde Gaza a Irán ¡abajo los explotadores!”. Estos luchadores defendían igualmente el principio de los “Consejos obreros” rechazando dejarse arrastrar tras las bandas burguesas ya fueran “reformistas” o “fundamentalistas”. Ante esta peligrosa situación las autoridades arrestaron a muchos de ellos centrándose sobre todo en los estudiantes (visitad el foro “libcom”, en inglés)
[4]Tras estos manifestantes “enemigos” los EEUU y las monarquías del Golfo, en concreto Arabia Saudí, se mantenían expectantes, alertados y sobre todo activos. En las redes sociales, por ejemplo, Twitter, la mayor parte de los hashtags que animaban a manifestarse provenían de Arabia Saudí; e Incluso la Organización de los muyahidines del pueblo iraní, opuesta al régimen iraní (asentada en París y próxima a los saudíes) apoyaba a los manifestantes. Pero el movimiento estaba en su mayor parte dentro mismo de Irán. En conclusión, tanto Trump, con sus provocaciones, como las otras potencias extranjeras rivales no podían desear otra cosa que el debilitamiento de Irán. Para el régimen iraní este movimiento constituye una verdadera piedra en el zapato
[5]Evocando la tragedia que siguió a los movimientos de oposición en Siria y la situación de guerra en Irak, el jefe del Estado no tenía otra salida que amenazar a los manifestantes insinuando la idea de que su movimiento podría provocar un caos similar
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Por un lado: un sinfín de guerras, de bombardeos que arrasan regiones enteras y que causan masacres espantosas de la población. Y, por otro: alambradas y muros, flotas destinadas a la caza de los emigrantes, campos de refugiados donde se hacinan decenas de miles de personas y familias que huyen de las matanzas, de la destrucción de sus hogares, de la miseria y la hambruna.
La región siria de Guta oriental, al este de Damasco, se ha convertido nuevamente en epicentro de los conflictos mortíferos que sacuden el mundo. Como otros tantos, y especialmente en los de Oriente Medio, este conflicto lleva la marca de los intereses y los antagonismos imperialistas en los que manda el “cada uno a la suya”. Es una guerra a base de matanzas, en las que todos están implicados, y en la que participan, en mayor o menor medida, todas las grandes potencias y los principales estados de la zona con sus ambiciones expansionistas[1]. Este conflicto lleva pues la impronta del hundimiento en la barbarie guerrera, de las contradicciones irresolubles y del callejón sin salida en que se encuentra todo el sistema capitalista.
Al norte de Guta, un nuevo foco viene a sumar más caos y guerra, más masacres de civiles y los consiguientes éxodos masivos de población. Se trata de la llamada “Operación Rama de Olivo”, desencadenada el 20 de enero por el ejército turco, para bombardear y devastar el enclave de Afrin - en la región de Alepo -, donde se han acantonado combatientes de las YPG kurdas, reforzadas a su vez por milicias partidarias del presidente Assad, y que ha significado una nueva proliferación de las zonas de combate existentes ya en ese país. A las rivalidades entre bandas y fracciones locales se añaden las operaciones de las potencias imperialistas que, como un cesto de cangrejos, se pisan y se enzarzan unas con otras. El pudrimiento del mundo capitalista se traduce en más muerte y desolación, como refleja el comportamiento sanguinario de todos los actores presentes en estos conflictos, bien sean las tropas de Assad o sus aliados circunstanciales, o sus adversarios de la “oposición”; el Daesh o las grandes potencias democráticas.
También el ejército sirio ha desencadenado cerca de Alepo una nueva ofensiva - apoyado esta vez por milicias chiitas sostenidas por Irán, y además por la aviación rusa -contra una región controlada por el Daesh y otras facciones yihadistas opuestas al régimen de Assad. Esta nueva matanza ha provocado el habitual coro de lamentaciones, a cual más hipócrita; pues esta fingida indignación de los “media” occidentales, de las supuestas ONG, y de la llamada “comunidad internacional” ante ataques perpetrados con armas químicas (de las que también hace uso descaradamente la coalición internacional[2]), va pareja a la ineficacia de las resoluciones votadas por la ONU tanto contra el uso de esos gases, como en favor de la protección de la población civil, el respeto a las treguas, etc. Se pone, una vez más, de manifiesto la falta de credibilidad y la desconfianza que infunden las instituciones de la cacareada “comunidad internacional” a las que ya Lenin calificó de “cueva de ladrones”.
El empleo de armas químicas no es nada novedoso en Siria. Desde 2012 han sido sistemáticamente empleadas en los bombardeos aéreos, especialmente durante las batallas de Alepo y la de Homs, y luego en la masacre de Jan Sheijun el 4 de abril de 2017. También están siendo masivamente empleadas en los bombardeos de Guta oriental desde marzo de 2013, y especialmente en el ataque que el 21 de agosto de ese mismo año causó casi 2000 muertos. El número de víctimas se acrecienta con los bombardeos repetidos de los hospitales en los que se sospecha que se presta asistencia a los rebeldes y las destrucciones sistemáticas de las viviendas. Sólo entre 2013 y octubre de 2017 se cuentan 18 mil muertos (de los que al menos 13 mil son civiles, ¡¡¡ y de ellos casi 5 mil son niños!!!). A los que hay que sumar cerca de 50 mil heridos. Entre el 18 y el 28 de febrero, en la que hasta ahora ha sido la última ofensiva aérea, las cifras oficiales hablan de 780 muertos, entre ellos 170 niños. Y todo esto sin contar las víctimas innumerables e innombrables – puesto que apenas se les menciona – de los desabastecimientos que devastan esta arrasada región desde 2017. Y ahora el régimen de Assad lanza una nueva ofensiva terrestre en Guta, que se anuncia igualmente cruenta y mortífera.
Toda esta situación sólo puede empujar el desarrollo de otro de los fenómenos acentuados en la fase de descomposición del capitalismo: la deportación y el éxodo masivo de poblaciones que huyen de las masacres y la miseria de Oriente medio, de África o de América latina. Masas ingentes de gente pobre que afluyen hacia los estados más ricos, buscando desesperadamente una tierra de asilo sobre todo en Europa y los Estados Unidos. Pero la única solución que plantean estos estados ante la avalancha de emigrantes se reduce a tratar, cueste lo que cueste, de cerrarles el paso, de arrinconarles hacinados, de expulsarles sin miramientos aun sabiendo que se les está enviando a la muerte. La única respuesta son los muros y las alambradas. Todo ello acompañado por la inseminación del miedo al extranjero, reprimiendo severamente a todo aquel que tienda la mano al emigrante tratando de ayudarles.
El cinismo de los Estados implicados, y especialmente el de los europeos, no conoce límites. Así Turquía es incentivada con sustanciosas ayudas económicas y financieras, para que se encargue de bloquear el paso de los emigrantes a Grecia, amontonándolos por el contrario en campos de refugiados con condiciones inhumanas. Este acuerdo supone, en realidad, un verdadero mercadeo de seres humanos. Se deja pasar con cuentagotas a una ínfima minoría que consigue llegar a un país europeo, mientras la inmensa mayoría se pudre mes tras mes en dichos campos. Tampoco este cinismo resulta novedoso. Recordémonos los discursos lacrimógenos del gobierno “socialista” de Zapatero en España, que al mismo tiempo levantaba en los enclaves de Ceuta y Melilla, una triple alambrada de espinos en las que cientos de emigrantes se han malherido y desgarrado sus carnes. Y algunos de los que han tratado de eludirla se han visto ametrallados por las fuerzas del orden de esos mismos países. Recordemos como ese mismo gobierno, subcontrató al Estado marroquí para que le hiciera el trabajo sucio subiendo a los emigrantes a los autobuses de la muerte que les dejaban en medio del desierto del Sahara. Todas las burguesías occidentales (¡¡incluyendo al propio gobierno español!!) - y por tanto corresponsables como firmantes de los acuerdos de Schengen, - pusieron el grito en el cielo y multiplicaron sus apariciones en los medios de comunicación para “protestar enérgicamente” contra esa “flagrante violación de los Derechos Humanos”. Pero ¿qué vemos hoy? Pues acuerdos muy similares se han firmado con Turquía, como poco antes se hizo más discretamente también con Libia. Tales acuerdos tienen consecuencias inmediatas en las rutas de los emigrantes hacia los países europeos.
Todos los “media” se han felicitado por el descenso – en casi un 33% - del número de emigrantes ilegales que desembarcaron en las costas italianas en 2017. De hecho «la UE ha optado por frenar el flujo de emigrantes en origen, en lugar de abrir más campos de acogida en Italia y en Grecia. Esta elección nos parece moralmente más que discutible», confesaba el Courrier International en su número 1414. Lo cierto es que el “buen dato” en Italia se corresponde con un aumento significativo de las llegadas por mar a España en ese mismo 2017, lo que ha obligado entre otras cosas a acelerar la puesta en funcionamiento, como centro de retención, de una nueva prisión en Málaga.
También un reciente reportaje de la CNN que mostraba como en Libia los emigrantes eran vendidos en subasta como esclavos, originó una oleada de indignación a escala mundial, de la que la propia prensa se ha hecho eco. Pero, por lo general, esos mismos “media” no muestran la misma beligerancia ante, los acuerdos y las medidas adoptadas por la UE y Libia que han contribuido a crear esta situación. En el mencionado artículo de Courrier International puede leerse: «El 3 de febrero de 2017, los 28 acordaron una “declaración” de apoyo al acuerdo suscrito en la víspera por Italia y el gobierno libio de Fayez al-Sarraj. Las bases de este acuerdo son las mismas que las del pacto UE-Turquía de dos años atrás: Europa proporciona sobre todo dinero, y también material y entrenamiento para los guardacostas libios, que se comprometen por su parte a interceptar las embarcaciones de los emigrantes y a enviarlos a los centros de internamiento en Libia. (…) Las organizaciones de defensa de los derechos humanos y la prensa se han apresurado a denunciar las limitaciones de este plan, preguntándose sobre la capacidad del gobierno de Sarraj (que es una más de las varias fuerzas que pugnan por hacerse con el control de Libia) para llevarlo a cabo y las consecuencias que ello puede tener para los emigrantes de las que se conoce ya el trato inhumano que padecen en Libia». Las preocupaciones de estas organizaciones humanitarias son del mismo tenor que la fraseología “humanitaria” hipócritamente exhibida por el gobierno español en 2005. Estas gesticulaciones no sirven más que para enmascarar los acuerdos cínicos y represivos que han permitido ya hacinar a 700 mil emigrantes africanos en campos de internamiento en Libia.
Pero por muchos acuerdos y dispositivos que se empleen para tratar de cerrar la puerta a los emigrantes, parece claro que la acumulación de guerras regionales, masacres, hambrunas y miseria, el desgarramiento del tejido social en las cuatro esquinas del mundo, solo puede impulsar dramáticamente el fenómeno de los refugiados.[3]
En el centro de la oleada histórica de emigración a la que asistimos se sitúa, indiscutiblemente, la crisis histórica del capitalismo. Para hacer frente a la barbarie de su sistema, la burguesía no puede ofrecer otra cosa que no sean un creciente caos, más exclusiones y divisiones, etc., invocando siempre la defensa de los “intereses de la nación”, término éste destinado a camuflar el frío cálculo sanguinario y competitivo del capital.
Pero para los explotados las fronteras no tienen ningún sentido. Los proletarios no tienen patria. La clase obrera ha sido y es una clase de emigrantes, obligada siempre a desplazarse para vender su fuerza de trabajo, de una región a otras, del campo a la ciudad, de un país a otro. Clase de emigrantes y clase de explotados. Y solo puede resistir a la barbarie capitalista apoyándose en la única fuerza de la que dispone: su unidad internacional cuyos cimientos son la conciencia y la solidaridad. Frente a las campañas ideológicas que la burguesía dedica a sembrar el miedo, la angustia y la xenofobia, los proletarios de Europa y de todos los países desarrollados deben tomar conciencia de que los emigrantes son víctimas del capitalismo y de las políticas cínicas de los Estados. Son sus hermanos de clase que son bombardeados, que son masacrados en las guerras o que son arrojados a los campos de concentración a la intemperie.
La afirmación solidaria y posible de su solidaridad pasa así, primeramente y ante todo, por el desarrollo de la lucha de clase, de la resistencia a los ataques y a la barbarie del capitalismo. La cuestión de los emigrantes plantea en última instancia la perspectiva de la unidad internacional del combate revolucionario contra el sistema capitalista. Y hoy, todavía, el proletariado sigue siendo la única clase revolucionaria, la única fuerza social capaz de poner fin a las contradicciones históricas de un sistema en su etapa terminal, de echar abajo las fronteras nacionales, de abolir la explotación del hombre por el hombre, de poner en pie un mundo sin clases, sin miseria y sin guerras: el comunismo.
PA, 3 de Marzo de 2018.
[1] Abordaremos en un próximo artículo este aspecto crucial de la situación imperialista en Siria que es otra de las manifestaciones de la descomposición social actual.
[2] “En Irak y Siria, las bombas de fósforo de la coalición internacional a examen”. En francés en Le Courrier International del 15 de junio de 2017.
[3] Ver nuestra serie Emigrantes y refugiados víctimas del capitalismo partes I a IV en nuestra publicación - en francés- Révolution Internationale (2015 y 2016).,
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Una de las características de la vida de la burguesía a nivel mundial es sin duda la corrupción que carcome sus respectivos Estados e instituciones. Desde el caso Enron, pasando por los de la Fifa, Petrobras, China Commnunications Construction Company, Panama Papers, así como aquellos que involucran a presidentes y altos funcionarios, hasta llegar al actual escándalo de Odebrecht, por hablar sólo de los últimos 20 años, no hay prácticamente actividad económica, política, social, deportiva, entre otras, que escape al robo, a las coimas, a la estafa. La situación política en el Perú no se diferencia de esta realidad, sin embargo, cabe preguntarnos qué es lo que está a la base de esta situación que involucra a la burguesía mundial, qué posición debemos asumir los trabajadores al respecto? Qué método debemos seguir para construir una posición de clase que nos permita diferenciarnos de las “críticas” que desde el campo de la burguesía y la pequeña burguesía, se lanzan contra la corrupción en el sistema económico-político y romper con sus campañas ideológicas que constituyen un ataque al desarrollo de nuestra consciencia política proletaria. Ciertamente para muchos proletarios es indignante, cuando no repugnante, la descarada hipocresía con la cual las facciones o individuos del aparato político de la burguesía se acusan de corruptos unos a otros. No obstante, para el proletariado no tiene ningún sentido inscribirse en las campañas “anti corrupción”, en concentraciones o marchas contra tal o cual político corrupto; tampoco puede confiar en algo así como una regeneración ético-ciudadana, que permitiría superar la putrefacción del sistema capitalista y su aparato político.
Siguiendo el método de Marx, el materialismo histórico, vemos que ya desde la publicación del Manifiesto Comunista, se señala la naturaleza de las relaciones mercantiles capitalistas, la forma como el capital se impone a la par que la dominación política de la burguesía. El frío interés, el cruel pago al contado, el cálculo egoísta, son la base de los vínculos sociales que surgen con el sistema capitalista. Una explotación abierta, descarada, directa y brutal —se señala en el Manifiesto— convirtiendo la dignidad en un simple valor de cambio. Estas frases del Manifiesto, desnudan la naturaleza de las relaciones capitalistas, es decir, la forma como redujo las relaciones sociales, familiares, a simples relaciones de dinero, donde el fin justifica los medios. Esta situación era la que estaba realmente detrás de todos los discursos de progreso y bienestar, de la acumulación de riqueza a través del trabajo “honesto”. No obstante, en la fase de ascendencia del capitalismo, la burguesía pudo, como señala Marx, forjar un mundo a su imagen y semejanza, donde estableció una base ética y moral que moldeo su ideología, lo cual pudo introducirse efectivamente en la sociedad debido a que las relaciones capitalistas se desarrollaban triunfantes y podían proyectar una superación del estancamiento económico y de los problemas sociales que aquejaban a las sociedades.
Por otro lado, los conflictos entre grupos o facciones de la burguesía siempre fueron una constante. La necesidad de desplazar a viejas clases, como ocurrió durante la transición del modo de producción feudal al capitalista, pero también el desarrollo vertiginoso de la competencia, terminaron planteando diferentes visiones sobre la forma de gestionar el capital o de desarrollar determinados rubros o sectores de la economía, a lo que se agregan diferencias en torno a la política expansionista, el tipo de régimen político a desarrollar en determinado momento. Incluso, se menciona también en el Manifiesto, que en estos conflictos entre la burguesía y de ésta con viejas clases, “se vio forzada a apelar al proletariado, a reclamar su ayuda, arrastrándolo así al movimiento político”, lo que le permitió al proletariado ganar una experiencia en su formación como clase, además de obligar a la burguesía a reconocer algunos intereses, como por ejemplo la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra[1]. Pero al mismo tiempo, su mismo carácter de clase dominante obliga permanentemente a la burguesía a enfrentar en bloque cualquier amenaza contra su sistema, especialmente si se trata de su enemigo de clase, el proletariado. Lo que caracterizó a la burguesía en su ascendencia fue una racionalidad basada en el crecimiento económico, en el desarrollo de las fuerzas productivas, en la expansión del sistema. Para ello fue necesario estructurar un sistema político que permitiera atenuar las diferencias y evitar la parálisis, dentro de un marco que le facilitara organizar con mayor efectividad la explotación de la fuerza de trabajo.
Pero esta expansión del sistema conoce límites, que están ligados al hecho de que “las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno”, lo que significa que los mercados existentes a los inicios del siglo XX ya no son suficientes, con lo cual la competencia económica va a tomar a partir de I guerra mundial un carácter cada vez más violento, va a abrirse una era de guerras devastadoras, donde la crisis económica y social va a tornarse permanente y a profundizar la pauperización a nivel mundial, esto es, el sistema entra en una fase de decadencia. Dentro de esta fase, va a producirse la necesidad para la burguesía de fortalecer el aparato de Estado hasta llegar a formas totalitarias, pero en general se desarrollará una tendencia a la utilización del capitalismo de Estado para enfrentar la crisis económica y la tendencia a la dislocación del cuerpo político y social[2]. En adelante, tanto los sistemas orientados por “principios liberales”, como aquellos de capitalismo de Estado al estilo de la ex Unión Soviética o China, conocerán no sólo una lucha mortal entre facciones burguesas, sino el desarrollo de verdaderas mafias, pandillas, cuyo control férreo del Estado favorecerá todo tipo de modalidades corruptas y criminales. Esta tendencia a la criminalización del aparato de Estado va a complementarse con el desarrollo de la delincuencia a nivel social, actividades como el tráfico ilegal de mercancías y personas, el narcotráfico, el secuestro y el sicariato, la estafa, las pandillas, van marcando una lumpenización social creciente. Como puede verse, la corrupción es un fenómeno ligado tanto a la naturaleza de las relaciones capitalistas, como a la dinámica de luchas entre facciones de la misma clase dominante, no se reduce a un individuo en particular, a un partido, a un país o un determinado tipo de industria.
Las diferencias que llevan a la confrontación entre facciones de la burguesía están marcadas por fenómenos que ya habían aparecido en la decadencia del capitalismo, pero que han conocido un mayor desarrollo con la entrada del sistema en una nueva fase histórica, la de la descomposición[3]. Dicha fase, la concebimos como irreversible ya que se corresponde con la agonía de la sociedad capitalista, en la cual, la burguesía ya no es capaz de ofrecer ninguna perspectiva de bienestar a la humanidad ni el proletariado ha podido poner en marcha un proceso revolucionario que termine por destruir las relaciones capitalistas. Este impase histórico, no hace más que acentuar el pudrimiento de la sociedad desde sus bases. Y es precisamente la exacerbación de la corrupción, de la criminalidad y de la delincuencia, fenómenos que como ya se ha mencionado empeoraron con la decadencia, así como la tendencia al caos social y la pérdida de control de la burguesía sobre su propio aparato político, las expresiones de la descomposición del sistema que hoy parecen no conocer límites.
En la actualidad, esta fase de descomposición está ilustrada por el caso Odebrecht, el cual ha salpicado a casi toda Latinoamérica, y que las diferentes facciones, oficialistas y de oposición, utilizan hipócritamente para tratar de defenestrar a sus contrincantes. La política, los procesos electorales, el apoyo a presidentes y partidos, se vuelve cada vez más un terreno salpicado por el crimen, la corrupción o el narcotráfico[4]. Toda esta dinámica se ve agravada por otro elemento de la descomposición, como es, la tendencia al cada uno para sí, en la cual cada quien trata de salvar su pellejo y evitar la pérdida de sus privilegios y un eventual encarcelamiento. La “lucha contra la corrupción” se ha convertido en un mecanismo de presión entre las mismas facciones de la burguesía. Esta situación de agravación de la corrupción y de toda clase de ilegalidades en el manejo de los gobiernos, está afectando a las mismas instituciones de la burguesía, agravando su situación económica y social, lo cual se traslada dramáticamente hacia el proletariado y la población en general (Venezuela es un buen ejemplo, aunque no el único) lo que se expresa también en una tendencia a la aceleración del caos, la miseria y el crimen, pero también a una tendencia totalitaria de los Estados.
La conjunción de estos elementos termina socavando la gobernabilidad de los Estados, como es el caso actual del Perú. Determinados sectores de la burguesía intentan evitar de los peligros de esta dinámica, como lo expresan las declaraciones del director del Banco Central de Reserva del Perú, al señalar que “el riesgo político puede impactar el PBI”[5]; el BCR había previsto un crecimiento alrededor del 4,2%, meta que no se logró el pasado año 2017, se espera que otro “boom minero” y mayor inversión privada, mantengan el crecimiento en el sector electricidad y servicios, sin embargo este escenario, dominado por la descomposición, hace cada vez más difícil alcanzar niveles mínimos de gobernabilidad. En este sentido, el capítulo inacabado de la vacancia presidencial, que estuvo definido en un primer momento por un acuerdo entre PPK y parte de la bancada fujimorista, para evitar la vacancia de PPK a cambio del indulto al ex presidente Fujimori, ha planteado no sólo la continuación de los intentos de dar vacancia a PPK, sino al inicio de una serie de trámites jurídicos para invalidar el indulto al ex presidente Fujimori. Esto planteó un escenario de recomposición de las fuerzas de la burguesía en el Congreso y la renuncia de algunos funcionarios del gobierno de PPK. Existe una preocupación en sectores de la burguesía peruana, la cual a pesar de experimentar algunos “triunfos”, en términos de ingresos, de captación de inversión o de control de la inflación, temen que un desarrollo de la conflictividad política pueda afectar el escenario de inversiones tanto externas como de aquellas que se hacen por la vía del Estado.
Es de hacer notar que esta confrontación entre facciones de la burguesía peruana no ha impedido que se desarrollen los ataques contra los trabajadores. Desde el año pasado hemos observado los intentos de la clase por desarrollar luchas que parten del plano reivindicativo, los maestros, médicos, por ejemplo, se manifestaron el año pasado por los bajos salarios y las condiciones de explotación a que son sometidos[6]. Este año ha comenzado con amenazas de huelga nuevamente en el sector educación y los médicos desarrollan una serie de paros o manifestaciones para mejorar sus ingresos y el servicio de salud en los hospitales. La reaparición de un proyecto de Ley bautizado popularmente como “ley de la esclavitud juvenil”, que recuerda a otros proyectos de la burguesía a nivel mundial, como la “Ley de contrato del primer empleo” (CPE) en Francia en 2006[7], según la cual el jefe podía despedir a un empleado sin tener que justificar motivo alguno, y que en el mismo Perú se ha tomado como una renovada versión de la Ley Pulpin persiguen, bajo el argumento de preparar mejor a la mano de obra, aumentar la plusvalía y maximizar la explotación de jóvenes que realizan sus estudios universitarios, preparándolos así para que soporten jornadas de más horas de trabajo por sueldos miserables, cuando no trabajar de gratis[8]. Los trabajadores no debemos caer en la trampa de tomar partido por una u otra facción, ya que todas persiguen un mismo objetivo que no es otro que hacernos soportar más horas de trabajo por menos salarios (y eso tomando en cuenta que ya en el Perú no se cumple en general con las 8 horas de trabajo reglamentarias, se trabaja 10, 12 y hasta más horas con apenas 15 minutos para comer algo), dividirnos como clase, lo que va minando nuestra identidad, unidad y capacidad de toma de conciencia política revolucionaria.
Otro aspecto fundamental lo constituye el marco de las confrontaciones inter imperialistas. Es claro que la burguesía peruana, con PPK a la cabeza, conforman en la actualidad un apoyo importante para los intereses de los USA en la región. PPK visitó personalmente a Trump en febrero 2017 y ha sido un permanente crítico al gobierno de Maduro (considerado en la actualidad el más corrupto de Latinoamérica). Otro elemento importante lo constituye el llamado “Grupo de Lima”, donde el canciller peruano Ricardo Luna (co presidente de dicho Grupo) ha sido uno de los impulsores de la intervención de la ONU en la crisis que vive actualmente Venezuela. Este grupo formado por 15 países latinoamericanos y que incluye a Canadá, así como la actuación de la OEA a través de su secretario general Almagro, han sido parte de una estrategia de las burguesías regionales y de los Estados Unidos para cerrar filas contra el “socialismo del siglo XXI”. Para Estados Unidos es muy importante acentuar su influencia en la región, sobre todo en vista de los procesos electorales que se celebraran este año 2018: Colombia, Paraguay, México, Brasil y Venezuela. En Ecuador, aunque no habrá elecciones presidenciales, el expresidente Rafael Correa intenta defenestrar a su antiguo aliado y ahora presidente Lenin Moreno, quien progresivamente se ha venido distanciando del chavismo. No hay que olvidar que las investigaciones por corrupción, sobre todo aquellos casos relacionados con la empresa Odebrecht, pero también con el blanqueo de capitales y el narcotráfico (que ciertamente significan para las mafias de la burguesía ganancias de miles de millones de dólares anualmente) están siendo usados como un mecanismo de presión política entre facciones de las diferentes burguesías latinoamericanas, pero también es parte de una línea central en el afianzamiento de los intereses de los Estados Unidos, con la salida de presidentes como Lula en Brasil o Cristina Kirchner en Argentina, pero que también involucra a Nicolás Maduro y su alta oficialidad militar, representantes de gobiernos populistas de izquierda, cuyo elemento común ha sido su actitud de contestación hacia los Estados Unidos. En abril de este año se realizará la 8va Cumbre de las Américas, teniendo como sede Lima. Este evento será importante para mostrar los avances de la política de los USA en la región, sobre todo frente a gobiernos anti norteamericanos como Venezuela, Bolivia y la influencia de Cuba. En diciembre pasado, los USA emitieron el documento “Estrategia Nacional de Seguridad” donde definen a China y Rusia como sus grandes rivales a nivel global y sobre todo rechazan la influencia de estos países en la región, debido a las relaciones comerciales en el caso de China y la venta de armas por parte de Rusia, pero fundamentalmente, por el apoyo de estos países al régimen de Nicolás Maduro. La cuestión es, ¿qué grado de influencia tiene esta dinámica geopolítica en los conflictos internos de las facciones de la burguesía peruana? En las disputas actuales no parece haber una relación directa, ya que el indulto a Fujimori y el intento de vacancia de PPK aparecen como cuestiones de estricto orden interno. Sin embargo, es obvio que existe un interés de los Estados Unidos y de otras burguesías de la región en que Perú siga siendo uno de los impulsores de una acción en bloque para evitar el contagio de los populismos tipo Chávez-Maduro y mantener una tendencia más al estilo neoliberal, sobre todo en lo que a reformas de las políticas laborales se refiere.
Un aspecto particular lo constituye la forma como la burguesía, sus partidos y medios de comunicación presentan este escenario. La descomposición que afecta al sistema en su conjunto y que se expresa en aspectos como el incremento de la corrupción al punto de corroer todos los mecanismos e instituciones del Estado burgués, es presentada como un problema de “pérdida de ética y de moral”. Los medios de comunicación exhiben a funcionarios y a sectores de la pequeña burguesía rasgándose hipócritamente las vestiduras. La incapacidad de la burguesía como clase dominante para presentar alguna perspectiva de futuro a la humanidad es lo que está realmente al fondo de toda esta escena. Cada vez la burguesía se ve más impedida de cumplir un mínimo de su propia ética, y esto es así no por un problema idealista, sino por la misma naturaleza del sistema. Ya Marx lo señalaba en el Manifiesto, es el frio cálculo egoísta, la competencia, a lo que agregaríamos esa necesidad de sobrevivir a toda costa, la ausencia de escrúpulos y la deshumanización de un sistema que se pudre desde sus raíces. Como revolucionarios debemos rechazar estas visiones de “rescate de la ética”, “de la ciudadanía”, de la “transparencia”; no es un problema fundamentalmente ético, es un problema histórico, que tiene que ver con los límites y con las contradicciones irresolubles de la sociedad dividida en clases. Es de hacer notar que esta visión de rescate de la ética y ciudadanía ha sido utilizada contra el proletariado, para “explicar” las confrontaciones entre facciones de la burguesía. Otro aspecto, lo constituye la criminalización de las protestas y las luchas, confundiendo las expresiones de indignación y las tentativas de lucha de la clase, con expresiones como las del terrorismo de grupos como Sendero Luminoso, MRTA y sus extensiones partidistas, como ocurrió en la huelga de los maestros del año pasado. A la par que se trata de meter al proletariado en una falsa consciencia ética (el cumplimiento del deber sobre todas las cosas, la vocación, entre otras mentiras), se esparce también la especie de la incapacidad del presidente y de los ministros para “solucionar” los problemas económicos y sociales. Para el proletariado, nada tiene que ver esa actitud de lloriqueo estéril e hipócrita que se da entre sectores de la burguesía y la pequeña burguesía; para el proletariado no es el rescate de la ética burguesa, sino su afirmación en su terreno de clase, su autonomía y la lucha por la construcción del comunismo a escala planetaria, ese es su norte.
Por último, es importante dejar claro que por más que las facciones de la burguesía se confronten, esto no significaría de por sí una ventaja para la lucha proletaria. No hay que subestimar la capacidad de la burguesía para generar “soluciones” y tampoco olvidar que a la hora de enfrentar a los trabajadores, estas facciones olvidan sus diferencias para enfrentar como bloque cualquier tentativa de cambio por parte del proletariado, así lo ha demostrado la historia. Lo que estamos viendo actualmente es un modus vivendi de la burguesía en la fase de descomposición, lo cual es una seria amenaza al futuro de la humanidad, ya que esta confrontación entre facciones y entre burguesías nacionales está hundiendo a la sociedad en una barbarie jamás conocida. El proletariado y sus fuerzas revolucionarias deben siempre estar claros en que sólo su lucha frontal contra este sistema de explotación es lo único que puede garantizar un futuro para la humanidad.
Internacionalismo-Perú, febrero 2018.
[1] Manifiesto Comunista, I – Burgueses y proletarios, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm [41]
[2] Ver Notas sobre la conciencia de la burguesía en el capitalismo decadente, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201712/4264/notas-sobre-la-consciencia-de-la-burguesia-decadente [42]
[3] Ver Tesis sobre la Descomposición, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2123/la-des... [43]
[4]Véase las toneladas de cocaína encontradas en almacenes de Kenji Fujimori, es solo un pequeño ejemplo
[5] PBI: Producto Bruto Interno de un país.
[6] Ver Ola de huelgas en Perú: el Estado y los sindicatos contra los trabajadores. https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4241/ola-de-huelgas-en-peru-el-estado-y-los-sindicatos-contra-los-trabajado [44]
[7] Ver Tesis sobre el movimiento de los estudiantes en Francia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [45]
[8] Ver nuestra hoja de intervención sobre la Ley 1215 https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201803/4279/peru-la-ley-1215-otra-ley-contra-la-clase-trabajadora [46]
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Hoja de intervención de nuestra sección en Perú en las luchas contra la Ley 1215 que obliga a los jóvenes a realizar un año de trabajo gratuito tras 3 años de estudios. ¡Es la reedición de la odiosa Mita que practicaron los Incas y después el imperio español!
LEY Nº 1215: OTRA LEY CONTRA LA CLASE TRABAJADORA
Después de tres años que logramos derrotar los intentos del Humala-Nadine por imponer la "Ley Pulpin" contra la juventud obrera, ahora tenemos en el gobierno PPK y el Fujimorismo, un nuevo intento de precarizar el empleo poniendo mano de obra gratuita a disposición de los tiburones dueños de los institutos y de los empresarios con el barajo del "aprendizaje". Como vemos, esta vez el ataque es contra los estudiantes de los institutos, futuros trabajadores y en ello se han confabulado todos los partidos, desde el Apra hasta los ppkausas quienes ahora han retirado sus firmas para quedar bien ante los futuros votantes.
LA ESCLAVITUD NO ES SOLO EL TRABAJO QUE NO SE PAGA:
El problema de fondo no es que sea solo el proyecto de un congresista, un partido o un gobierno sino el tipo de sociedad que hace posible esto. Y es el Capitalismo el (que divide a la población en clases opuestas: Empresarios vs trabajadores) que hace posible esta barbarie en que los dueños de los talleres y empresas emplean a los trabajadores a fin de obtener la mayor ganancia posible a costa de nuestra fuerza de trabajo. Eso es lo que debemos saber, que el Capitalismo es un orden basado en la explotación y por lo tanto, uno no es solo esclavo cuando no te pagan... Cuando ya comienzas a recibir un pago, un salario (como practicante o empleado formal) CONTINÚAS SIENDO UN ESCLAVO, porque el trabajo asalariado, el empleo no es algo que busquemos porque nos gusta, sino que nos es impuesto por la necesidad y es el capitalista, el empresario el que decide cuantas horas de trabajo y cuanto nos paga por el mismo. ¿Eso es libertad? ¿Acaso eso no es también esclavitud?
Por ello todos los trabajadores (practicantes, profesores, técnicos, contadores, enfermeras, cosmetólogas y mecánicos, obreros o médicos que ahora están en huelga) de cualquier sector, de cualquier país tenemos algo en común: SOMOS ESCLAVOS ASALARIADOS. Pero a la vez no solo somos explotados somos también una clase histórica y mundial, SOMOS PROLETARIOS y compañeros, no tengamos vergüenza de llamarnos y reconocernos como tales porque somos los que producimos la riqueza y movemos el mundo aunque por el momento sea solo como subordinados. Sin nosotros ni el Estado ni los capitalistas serian nada y la verdadera liberación humana y moral, solo vendrá cuando el Capitalismo sea abolido en todo el planeta.
EL CAPITALISMO Y EL ESTADO SIEMPRE JUEGAN A DIVIDIR A LOS TRABAJADORES:
Los explotadores le meten fuerte a separarnos unos de otros, a que nos aislemos cada uno con "sus" problemas, a la competencia, al "cada uno a la suya". A través de su prensa basura, sus canales de TV basura, de la educación oficial buscan los enfrentamientos entre nosotros: "jóvenes vs viejos", "empleados vs desempleados o practicantes" y otras falsas divisiones con tal que no se forje la UNIDAD DE LOS PROLETARIOS. Compañeros no les hagamos el juego porque tan explotado eres tu joven de 18,20 o 25 años como lo es tu padre de 50 años y lo fueron tus abuelos, hoy jubilados. Tan explotado es un empleado bancario de corbata, como un obrero de limpieza, una cosmetóloga o un mecánico automotriz.
ES TIEMPO DE TOMAR CONCIENCIA:
LOS EMPRESARIOS, EL GOBIERNO, LOS PARTIDOS Y SINDICATOS no quieren que reflexionemos sobre nuestra situación de explotados y mucho menos de cómo luchar por abolir esa explotación pues todos esos parásitos viven de la riqueza que nosotros generamos día a día. Quieren seguir metiéndonos sus idiotas ilusiones del "emprendimiento” del "pobre que se hizo rico trabajando", del "triunfador que surgió de abajo". Esas sandeces son puro engaña muchachos. Lo que se proponen con ello es ocultar que somos una clase social destinada a luchar por abolir toda explotación y a la vez, somos portadores de un proyecto histórico que busca liberar a toda la humanidad, proyecto que viene del siglo XIX, tuvo su pico más alto, hace 100 años con la revolución rusa de 1917 y que continua hoy, sin haber perdido vigencia.
Compañeros debemos recuperar nuestra identidad, unidad y capacidad de toma de conciencia política, ello implica debate y reflexión política que nos permita liberarnos de tantos Bartras, Keikos, PPKs y tanto parasito que nos engaña permanentemente, enterrando esa verdad, verdad que liberara a la humanidad entera del yugo de la esclavitud y la explotación. Ponte en contacto y escríbenos a:
[email protected] [49]
INTERNACIONALISMO PERU, MARZO 2018.
Sección de la CCI(Corriente Comunista Internacional)
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/identitatismo_wo.pdf
[2] http://www.workersoffensive.org
[3] https://en.internationalism.org/icconline/201802/14822/reflections-split-anarchist-federation
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Frederick_Douglass
[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Marcus_Garvey
[6] https://www.washingtonpost.com/news/the-fix/wp/2016/02/04/black-lives-matter-runs-for-mayor/?utm_term=.a86f31b8178f
[7] https://nonsite.org/how-racial-disparity-does-not-help-make-sense-of-patterns-of-police-violence/
[8] https://www.nj.com/news/index.ssf/2016/01/surprise_walkout_by_ila_shuts_down_the_nj_and_ny_p.html
[9] https://www.cbsnews.com/miami/news/truck-drivers-protest-pay-rates-by-blocking-okeechobee-road/
[10] https://es.internationalism.org/tag/geografia/estados-unidos
[11] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/area-de-influencia-de-la-izquierda-comunista
[12] https://es.internationalism.org/files/es/el_hachazo_a_las_pensiones_ataca_el_futuro_de_todos_los_trabajadores_hoja_0.pdf
[13] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/lucha-de-clases-0
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[16] https://es.internationalism.org/cci-online/200706/1935/cuales-son-las-diferencias-entre-la-izquierda-comunista-y-la-iv-internacional
[17] https://es.internationalism.org/content/2062/debate-principios-revolucionarios-y-practica-revolucionaria
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[33] https://es.internationalism.org/tag/2/36/los-falsos-partidos-obreros
[34] https://es.internationalism.org/files/es/iran_2018.pdf
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[41] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
[42] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201712/4264/notas-sobre-la-consciencia-de-la-burguesia-decadente
[43] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2123/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[44] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4241/ola-de-huelgas-en-peru-el-estado-y-los-sindicatos-contra-los-trabajado
[45] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200
[46] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201803/4279/peru-la-ley-1215-otra-ley-contra-la-clase-trabajadora
[47] https://es.internationalism.org/tag/4/400/peru
[48] https://es.internationalism.org/files/es/volante_pulpi.pdf
[49] mailto:[email protected]
[50] https://es.internationalism.org/tag/6/713/luchas-obreras-en-peru