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El artículo que presentamos a continuación es una contribución de un simpatizante de lengua inglesa que ha sido traducido al español por un compañero próximo. La cuestión de la Nación es abordada en el terrible avispero de Oriente Medio, desgarrado por guerras interminables. Los hechos extremos y brutales que se producen en esa región constituyen una prueba concluyente de la obsolescencia histórica de la Nación y del tremendo peligro que representa en el marco imperialista para la supervivencia de la humanidad.
Las formas bárbaras que allí toma la contienda entre naciones arrojan una luz de comprensión sobre la forma, aparentemente más “civilizada” y “pacífica”, que vemos actualmente en la pugna entre el nacionalismo catalán y el nacionalismo español. La división del mundo en naciones y la acción misma de los Estados Nación (incluidos los aspirantes a tener su “propia estructura nacional”) es un factor de guerra y destrucción, es una ilustración muy evidente de que la Nación -sea cual sea su tamaño, influencia o justificación ideológica- es REACIONARIA Y CONSTITUYE UN PELIGRO PARA LA HUMANIDAD. El proletariado no tiene que elegir campo en los conflictos nacionales sino luchar contra todos los bandos en la perspectiva de la unificación de la humanidad, de la COMUNIDAD HUMANA MUNDIAL.
El militarismo y la guerra, manifestaciones centrales del capitalismo por cerca de un siglo hasta la fecha, se han convertido en sinónimo de la decadencia del sistema económico capitalista y de la necesidad de derrocarlo. La guerra en este período, y en el futuro, es una cuestión central para la clase obrera.
En el período ascendente del capitalismo, las guerras podían ser todavía un factor de progreso histórico, que llevaba a la creación de unidades nacionales viables y que servía para extender las relaciones de producción capitalistas a una escala global: “De la formación del ejército de ciudadanos en la Revolución Francesa al Risorgimento italiano; de la Guerra Americana de Independencia a la Guerra de Secesión, la revolución burguesa tomó la forma de luchas de liberación nacional contra las monarquías reaccionarias y los vestigios de las clases que había dejado el feudalismo […] Esas luchas tenían el principal objetivo de destruir las superestructuras políticas decadentes del feudalismo y liquidar el pensamiento parroquiano y autárquico que frenaba la marcha del capitalismo hacia su unificación.” (Folleto de la CCI, Nación o Clase[1]). Como decía Marx en su folleto sobre la Comuna de París, La guerra civil en Francia [1871][2]: “El máximo esfuerzo heroico que todavía puede llevar a cabo la vieja sociedad es la guerra nacional”.
Por el contrario, la guerra, hoy en día y durante los últimos cien años, sólo puede desempeñar un papel reaccionario y destructivo, y actualmente amenaza la existencia misma de la humanidad. La guerra se ha convertido en un modo de vida permanente de todos los Estados nacionales, sin importar cuán grandes o pequeños sean; y aunque no todos los Estados poseen los mismos medios para llevar a cabo la guerra, todos ellos están sujetos a los mismos impulsos imperialistas. El callejón sin salida en el que se encuentra el sistema económico significa la adopción forzosa, so pena de muerte, de una política de capitalismo de Estado en las naciones viejas o nuevas, y esta dinámica es implementada por los partidos de la burguesía desde la derecha extrema a la extrema izquierda. El capitalismo de Estado es la más acabada defensa del Estado nación y un ataque permanente contra la clase obrera.
En el período ascendente del capitalismo, la guerra tendía a pagarse por sí misma tanto económica como políticamente, rompiendo las barreras para el desarrollo capitalista. En la fase de su decadencia, la guerra es un absurdo peligroso, cada vez más divorciada de cualquier justificación económica. La mera observación de los últimos 25 años de las llamadas “guerras por el petróleo” en el Medio Oriente muestra que se necesitarían siglos para cualquier recuperación rentable, y eso suponiendo que mañana se detuvieran y dejaran paso a un desarrollo económico sostenido.
Dedicar un gran porcentaje de los recursos nacionales a la guerra y al militarismo hoy en día es normal para todos los Estados, y si bien esta ha sido la situación desde principios del siglo XX, en el siglo XXI y especialmente en los últimos años asistimos a un redoblamiento de los gastos militares y a la realidad que todas las naciones se han comprometido en una loca carrera armamentística. Este fenómeno está directamente ligado a la evolución histórica del capitalismo: “El imperialismo no es la creación de un Estado o un grupo de Estados. Es el producto de la evolución mundial del capitalismo en un momento dado de su maduración. Es un fenómeno internacional por naturaleza, un todo inseparable que no puede entenderse más que en el conjunto de sus relaciones recíprocas, de las cuales ningún Estado se puede sustraer”[3]. La posición que se adopte frente a la guerra imperialista determina de qué lado de la frontera de clases se está; ya sea apoyando el dominio del capital a través de la defensa de la nación y el nacionalismo (compatibles tanto con el trotskismo como con el ala izquierdista del anarquismo), o apoyando la defensa de la clase obrera y el internacionalismo contra todas las formas de nacionalismo. Las “soluciones” nacionales, las identidades nacionales, la liberación nacional, la “luchas” nacionales, la defensa nacional, todo eso sólo sirve a los intereses imperialistas y por lo tanto a los intereses capitalistas. Son diametralmente opuestas a los intereses de la clase obrera cuya guerra de clases tendrá que acabar con el imperialismo, sus fronteras y sus Estados nacionales.
En 1900, había 40 naciones independientes; en la década de 1980, había poco menos de 170. En la actualidad hay 195, la última de las cuales, Sudán del Sur, reconocida y apoyada por la “comunidad internacional”, inmediatamente se ha colapsado en la guerra, el hambre, la enfermedad, la corrupción, el control político mediante los cabecillas de la guerra [warlordism[4]] y el gansterismo: otra expresión concreta de la descomposición del capitalismo y de la obsolescencia del Estado-nación. Los nuevos Estados-nación de los siglos XX y XXI no son expresiones de un crecimiento juvenil, sino que han nacido seniles y estériles, enredándose inmediatamente en el entramado de imperialismo, con sus propios medios de represión interna —ministerios del interior, servicios secretos y ejércitos nacionales— y en el militarismo exterior, con pactos, protocolos, acuerdos de mutua defensa, la implantación de asesores y bases militares de las grandes potencias[5].
“Hoy en día el Estado-nación no es más que una tapadera que encubre los deseos imperialistas, un grito de batalla para las rivalidades imperialistas, la última medida ideológica con que las masas pueden ser persuadidas para hacer el papel de carne de cañón en las guerras imperialistas”[6]. Desde que Rosa Luxemburgo escribió estas palabras no se han producido revoluciones burguesas en los países subdesarrollados, sino únicamente disputas reaccionarias entre bandas burguesas y sus partidarios imperialistas locales y globales. El Estado militar y la guerra se convierten en el modo de supervivencia para todo el sistema mientras cada nación, cada proto-Estado, cada expresión nacionalista, y cada identidad étnica o religiosa se convierten en expresiones directas del imperialismo.
Podemos mirar un poco más de cerca el papel reaccionario del Estado nacional a través de un necesario breve resumen de la importante región del Oriente Medio durante el siglo pasado.
La nación capitalista se ha conservado, incluso cuadruplicado, en los últimos 100 años. Sin embargo, su programa democrático burgués y sus tendencias unificadoras están muertas y enterradas; y en lo sucesivo, sus “pueblos” sólo pueden ser sometidos a la represión o movilizados como carne de cañón para defender los intereses imperialistas. También “... hay que decir que las nuevas naciones surgen con un pecado original: son territorios incoherentes, formados por un amasijo caótico de retazos étnicos, religiosos, económicos y culturales; sus fronteras por lo general son artificiales e incorporan minorías de los países limítrofes. Todo esto no puede llevar sino a la disgregación y el conflicto permanentes”[7]. Un ejemplo de esto es la anarquía de nacionalismos, etnicidades y religiones que existen en el Medio Oriente. Las tres religiones principales están subdivididas en una miríada de sectas, muchas de ellas enfrentadas entre sí mismas y con las demás: chiitas, sunitas, maronitas, cristianos ortodoxos y coptos, alauitas, etcétera. Hay numerosas minorías lingüísticas y varios millones de personas sin Estado: kurdos, armenios, palestinos y, ahora, sirios.
En la Primera Guerra Mundial, lo que atrajo a las grandes potencias (principalmente Gran Bretaña y Francia) fue el inmenso botín proporcionado por el colapso del Imperio Otomano, un botín aún más apetitoso porque jugaba una posición estratégica (ubicada entre el este y el oeste, entre Europa y África, el Canal de Suez, el estrecho de los Dardanelos). Incluso antes de que se descubriera petróleo en la región, y mucho antes de conocerse la cantidad de sus reservas de petróleo, Gran Bretaña movilizó 1,5 millones de soldados en la región. Después de haber resistido a la amenaza de Alemania y Rusia, y a pesar de las rivalidades entre ellos, la mayor parte de la región fue repartida por Gran Bretaña y Francia: Siria, Irak, Líbano, Transjordania, Irán, Arabia Saudita y un "Protectorado" Palestino, todos con fronteras dibujadas por las potencias imperialistas vencedoras con la mirada desconfiada de unas a otras y hacia sus antiguos antagonistas. Estas “naciones” absurdas se convirtieron en criaderos permanentes para una mayor inestabilidad y guerra, no sólo a través de las rivalidades de las potencias más grandes, sino también a través de los propios conflictos regionales. A menudo, esto dio lugar a desplazamientos masivos de poblaciones, bajo la justificación de la necesidad de formar entidades nacionales distintas: en pocas palabras, proporcionaron el terreno para el pogromismo, la exclusión, la violencia entre las religiones y sectas que no sólo perduran actualmente, sino que se han vuelto mucho más extendidas y peligrosas: sunitas/chitas; judíos/musulmanes; cristianos/musulmanes y sectas mucho más antiguas que anteriormente se hallaban en el abandono, pero que hoy en día han sido arrastradas al torbellino imperialista. La región se ha convertido en una violenta fusión de regímenes totalitarios, religión, terrorismo y control militarista [warlordism]: un declive que indica el hecho de que no existe ninguna solución a la barbarie capitalista, a excepción de la revolución comunista. Con la Declaración de Balfour de 1917, Gran Bretaña apoyó la creación de una patria judía en Palestina que había previsto utilizar como aliada tanto a nivel local como frente a sus principales rivales. El Estado sionista nació de este marco militarista de sangrientas luchas con los gobernantes árabes[8]. Los EE.UU., principales beneficiarios de la Primera Guerra Mundial, comenzaban entonces a suplantar a la Gran Bretaña como primera potencia del mundo y esto quedó en evidencia en el Medio Oriente.
La contrarrevolución estalinista de los años 1920 y 30, apoyada e instigada por las potencias occidentales, incrementó las maniobras imperialistas sobre el Medio Oriente, incluyendo con ello la Segunda Guerra Mundial. En dicho período las facciones turcas, árabes y sionistas oscilaban entre el campo británico o alemán, eligiendo finalmente al primero. La región era importante para ambos bandos[9], pero relativamente apartada de la destrucción de los mayores campos de batalla de la guerra, emplazados principalmente en Europa y el Lejano Oriente. Finalmente, como el desenlace de la guerra lo confirmó, tanto Gran Bretaña como Alemania estaban peleando batallas perdidas aquí [en Europa] (y en otras partes) mientras toda la jerarquía imperialista recibía un revés con la aparición de la superpotencia americana. Esto se agudizó aún más con la creación del Estado sionista que era fuertemente apoyado por los EE.UU. (e inicialmente también por Rusia), en detrimento de los intereses nacionales británicos. El establecimiento del Estado-nación de Israel punteó una nueva zona de conflicto en cuyo nacimiento vio la creación de un enorme e irresoluble problema de refugiados. La existencia de Israel es probablemente uno de los ejemplos más evidentes de cómo un país formado en la decadencia del capitalismo está enmarcado por la guerra, sobrevive por la guerra y vive bajo el terror constante de la guerra.
Otro capítulo en la historia del imperialismo se abrió cuando Oriente Medio se convirtió, inevitablemente, en un factor de la Guerra Fría que se consolidó tras la Segunda Guerra Mundial entre los bloques ruso y americano, y que llevó a una serie de enfrentamientos en la región entre representantes o “subcontratados”[10] de las dos principales potencias. Así, las guerras árabe-israelíes de 1967 y 1973 fueron hasta cierto nivel “guerras subcontratadas” entre ambos bloques, y las victorias aplastantes de Israel redujeron considerablemente la capacidad de la URSS para mantener los puntos de apoyo que había establecido en la región, especialmente en Egipto. Al mismo tiempo, ya en los 70 y a principios de los 80, podíamos ver los gérmenes de los conflictos caóticos y multipolares que han caracterizado el periodo histórico abierto por la caída de la URSS y su bloque en 1989-91. Así, el derrocamiento del Shah de Irán en 1979 resultó en la formación de un régimen que tendía a escapar del control de ambos bloques. Los intentos de Rusia de sacar provecho del nuevo equilibrio de fuerzas en la región —como su intento de ocupación de Afganistán en 1980— la embrollaron en una larga guerra de desgaste que contribuyó notablemente al colapso de la URSS. Al mismo tiempo, al animar el avance de los muyahidines islamistas —incluyendo el núcleo de lo que posteriormente habría de convertirse en Al Qaeda, para liderar la oposición a la ocupación rusa —, los EEUU, Gran Bretaña y Pakistán estaban construyendo un monstruo que pronto mordería la mano de sus creadores. Mientras tanto, el imperialismo norteamericano también tuvo que retirarse tras las derrotas sufridas en el Líbano, principalmente a manos de fuerzas que actuaban bajo la influencia de Irán y Siria.
Durante este periodo podemos ver el comienzo de la pérdida de poder de EEUU, que es tanto una expresión como una contribución al ambiente de descomposición actual. Al derrumbe del bloque ruso le siguió la desintegración de la “alianza” dirigida por EEUU y la aparición de las tendencias centrífugas en cada nación. EEUU respondió enérgicamente a esta situación, intentando cohesionar a sus aliados en torno suyo al lanzar la Guerra del Golfo de 1990-91, que resultó en la muerte de aproximadamente medio millón de iraquíes (mientras que a Saddam Hussein se le permitió conservar su puesto). Pero las tendencias contra el mantenimiento de bloques eran demasiado poderosas y el liderazgo estadounidense estaba irremediablemente socavado. Tras el 11 de septiembre, los Neo-conservadores evangélicos, actuando en nombre del imperialismo estadounidense, comenzaron nuevas guerras en Afganistán e Irak que tenían la apariencia de una cruzada contra el Islam, y que atizaron aún más las llamas del fundamentalismo islámico.
En la película de 1979 Apocalypse Now, dirigida por Francis Ford Coppola, el coronel norteamericano renegado le preguntaba a su asesino, designado por la CIA, que qué pensaba de sus métodos. El asesino le respondía: “Yo no veo ningún método, señor”. No hay método en las guerras actuales en Oriente Medio más allá de un gran free-for-all [“gratis para todos”, expresión en inglés usada para describir una situación de conflicto sin restricción ni reglas algunas para los contrincantes]. No hay motivaciones económicas fundamentales —billones de dólares se han convertido en humo sólo en las guerras en Irak y Afganistán—, sino tan solo un nuevo descenso en la barbarie. A pesar de ser un personaje ficticio, el coronel Kurtz es un símbolo de la exportación de la guerra desde “el corazón de la oscuridad”, que de hecho se encuentra en los principales centros del capital, más que en los desiertos de Oriente Medio o las junglas de Vietnam y el Congo.
En Siria hay actualmente cerca de un centenar de grupos combatiéndose entre ellos y al régimen oficial, todos ellos apoyados o dirigidos en un sentido u otro por poderes locales y grandes potencias. La nueva “nación”, el Califato del ISIS, con su propio imperialismo, su carne de cañón y su brutalidad e irracionalidad, es tanto una expresión independiente de la decadencia capitalista como un reflejo de todas las grandes potencias, que de un modo u otro, la crearon. Hoy día el ISIS se está expandiendo en todas direcciones, ganando nuevos asociados en África, incluyendo a Boko Haram en Nigeria, y también compite con los talibanes en Afganistán, que a su vez amenazan la región de Helmand que durante tanto tiempo fue un mini-protectorado del ejército británico. Y si fuera eliminado el día de mañana, sería reemplazado por otros yihadistas, tales como los afiliados a Al-Qaeda de Jahbat Al-Nusra. La segunda parte de la “Guerra contra el terror”, como la primera, sólo va a acrecentar el terrorismo existente en Oriente Medio y su exportación a los países centrales del capitalismo.
Una de las características del número creciente de guerras en Oriente Medio ha sido el resurgimiento de Rusia. Durante la Guerra Fría, fue expulsada de Egipto y Oriente Medio en general, y su poder menguó. Ahora, Rusia ha resurgido, no como antes liderando un bloque —sus únicos aliados son unas pocas y débiles ex-repúblicas soviéticas— sino como una fuerza moldeada por la descomposición que debe reafirmar el imperialismo de su “identidad” nacional. La debilidad de Rusia es clara en su desesperación por aferrarse a sus bases en Siria: las más importantes fuera de la propia Rusia. Otro factor de gran influencia, incluso para Rusia, es el acercamiento entre EEUU e Irán vinculado al acuerdo nuclear de 2015. Este acuerdo también expresa una debilidad fundamental del imperialismo estadounidense y es la fuente de considerables tensiones entre EEUU y sus otros aliados regionales principales: Israel y Arabia Saudí.
Dondequiera que se mire, el embrollo imperialista en Oriente Medio se vuelve cada vez más imposible de desenredar. A considerar está la posición de Turquía, que no ha dudado en añadir aceite al fuego de la guerra; su guerra con los kurdos no tiene fin y sus acciones tienen consecuencias para EEUU, Rusia y Europa, manejando los intereses de unos contra los de otros. Sus relaciones con Rusia, en particular, están en horas bajas desde que derribaron un caza de combate ruso, mientras que ha usado descaradamente el pretexto de represaliar ataques del ISIS para atacar bases militares kurdas. También hay que considerar el involucramiento de Arabia Saudí, que aunque supuestamente es aliada de EEUU y Gran Bretaña, ha sido un partidario de primer orden de varias bandas islamistas de la región, no solo mediante la exportación de su ideología wahabí sino también mediante la de armas y dinero.
En lo que a los Estados nacionales del periodo de decadencia se refiere, Arabia Saudí debe ser una de las peores bromas históricas que se puedan encontrar. Minada por la bajada en los precios del crudo, algo que Irán ha hecho todo lo posible por provocar (mostrando el petróleo no como un factor de peso económico sino como arma del imperialismo), y temeroso ante la perspectiva de que la teocracia rival iraní se convierta en el policía de la región, el régimen saudí propinó un golpe a Irán con la ejecución del popular clérigo chií Sheikh Nimr al-Nimr, y con más decapitaciones y crucifixiones que apenas se han mencionado en los medios occidentales. Esta planeada provocación a Irán muestra una cierta debilidad y desesperación en el régimen saudí, así como un mayor peligro de que las cosas se salgan de control. Los actos del régimen saudí ponen de relieve, de nuevo, las tendencias centrífugas de cada nación, así como la debilidad de las principales potencias, particularmente de EEUU, a la hora de controlarlas. Algo seguro es que este episodio de la rivalidad iraní-saudí agravará la guerra, los pogromos y el militarismo en toda la región, con más tensiones y alianzas inciertas ganando terreno. Las tensiones similares que ya existían en Egipto —al que Arabia Saudí financió en su lucha contra los Hermanos Musulmanes— no harán sino empeorar.
El Estado nacional del Líbano ya estaba desmembrándose en los 80; estas tensiones se fortalecerán a partir de ahora y las consecuencias de la disolución de este frágil Estado serían desastrosas no sólo para Israel, cuya guerra encubierta con las facciones palestinas y con Hezbolá sigue retumbando.
Finalmente, debemos destacar el creciente papel de China, a pesar de que sus principales focos de rivalidad imperialista —con EEUU, Japón y otros— están localizados en el extremo Oriente. Tras haber surgido como aliado subordinado de la URSS a finales de los 40 y principios de los 50, China empezó a tomar un camino independiente en los 60 (tras la “ruptura Sino-soviética”) lo que a corto plazo llevó a un nuevo entendimiento con EEUU. Sin embargo, desde los 90, China se ha convertido en la segunda potencia económica mundial, y esto ha incrementado enormemente sus ambiciones imperialistas a nivel más global, sobre todo a través de sus intentos de penetrar en África. Por el momento, ha intentado operar junto al imperialismo ruso en Oriente Medio, bloqueando los intentos de EEUU de disciplinar a Siria e Irán, pero su potencial para desbaratar el equilibrio de poderes a nivel mundial —y acelerar así el hundimiento en el caos— sigue en gran medida sin explotar. Esto nos ofrece una prueba más de que el despegue económico de una antigua colonia como China no es ya un factor de progreso humano, sino que trae consigo nuevas amenazas de destrucción, tanto militar como ecológica.
Vemos clara la naturaleza reaccionaria del Estado nacional, una expresión antes progresiva que ahora se ha convertido no sólo en un grillete para el avance de la humanidad, sino también en una amenaza a su misma existencia. La práctica disolución de los países sirio e iraquí —que ha forzado a millones a huir de la guerra y a evitar luchar por ningún bando —, el nacimiento del Califato del ISIS, el proyecto nacional de Jahbat Al-Nusra, la defensa de la nación étnica kurda: todo ello es expresión de la decadencia imperialista que no ofrece a las poblaciones de estas áreas más que miseria y muerte. No hay solución a la descomposición de Oriente Medio en el marco del capitalismo. Frente a todo esto, es vital que el proletariado mantenga y desarrolle sus propios intereses contra los de los Estados nacionales. La situación de la clase obrera en los principales centros del capitalismo es clave aquí, dada la extrema debilidad del proletariado en las mismas zonas de guerra. Y aunque la burguesía está sometiendo a la clase obrera en los países centrales del capitalismo a ataques ideológicos constantes en torno a las cuestiones de los refugiados y el terrorismo, todavía no se atreve a movilizarlo directamente para la guerra. Potencialmente, la clase obrera sigue siendo la peor amenaza para el orden capitalista, pero debe comenzar a transformar este potencial en una realidad si quiere evitar el desastre al que este sistema se dirige. Entender que sus intereses son internacionales y que el Estado nacional es obsoleto como estructura viable para la vida humana, será una parte esencial de esta transformación.
Boxer, 13-1-16
[3] Rosa Luxemburg, Folleto de Junius. La crisis de la socialdemocracia, 1915. https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf [4]
[4] War Lords: Señores de la Guerra. Esta expresión viene de las violentas convulsiones que sacudieron el territorio chino en la década de 1920, despedazado en territorios en cada uno de los cuales reinaba un “Señor de la Guerra”.
[5] Ver nuestra Serie Balance de 70 años de liberación nacional: https://es.internationalism.org/revista-internacional/201707/4221/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-primera-parte [5] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/201110/3231/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-ii-en-el-siglo [6] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201202/3316/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-iii-las-nuevas [7]
[6] Ibid.
[7] «Balance de 70 años de luchas de “liberación nacional” - III. Las nuevas naciones nacen moribundas», Revista Internacional nº 69, https://es.internationalism.org/node/3316 [8].
[8] Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/163/conflictos-imperialistas-en-oriente-medio-ii-la-utilizacion-del-sio [9] .
[9] Véase la 3ª parte de los artículos anteriores en la Revista Internacional, nº 118, "Notas sobre los conflictos imperialistas en Oriente Medio (III) [10]".
[10] En inglés se utiliza el término Proxy Wars que podríamos traducir por “guerras por delegación” o “guerras subcontratadas”. Se trata de guerras, muy comunes en Medio Oriente, pero en realidad extendidas a todos los continentes, donde cada gran potencia elige un bando burgués local que aún luchando por sus propios intereses sirve en realidad a esa gran potencia. Los diferentes bandos que se enfrentan actualmente en Yemen, provocando una terrible devastación, tienen como patrocinadores potencias superiores como Arabia Saudí en un frente e Irán en el otro.
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Honduras es un pequeño país de Centroamérica, la extensión de su territorio representa poco más del 1% del que ocupa EUA; su actividad productiva se centra en el cultivo de frutos, en la extracción de minerales y en la maquila, pero su capacidad económica está tan degradada que hay una gran masa de trabajadores desempleados, analizando los datos oficiales del 2017 se puede concluir que alcanza una tasa del 18% y entre los más afectados son los jóvenes que son arrojados de forma creciente a la lumpenización, alimentando a las pandillas criminales conocidas como “maras salvatruchas”, o son empujados a la migración masiva, formando caravanas integradas incluso por niños que viajan sin familia.
Pero a pesar de ser un país pequeño, con una economía poco significativa y descuidada en su infraestructura, favoreciendo a los destrozos continuos por los huracanes, es un área de importancia militar. No es casualidad que Honduras fuera durante los años 80, el centro de las operaciones militares norteamericanas contra las fuerzas guerrilleras en El Salvador y Nicaragua. Precisamente es en 1982 cuando se construye la base militar en Palmerola, ubicada a 86 km de su capital, Tegucigalpa, donde tiene su base el Comando Sur de EUA (SouthCom), que tiene el control total de la vigilancia en la región. Todo ello hace que tradicionalmente la burguesía de ese país se discipline políticamente en torno a las orientaciones norteamericanas. En diciembre del año pasado cuando se votó en la ONU la decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, el Estado hondureño tuvo oportunidad de mostrar su incondicionalidad política. Bastó que el gobierno de Trump expusiera: “Tomaremos nota de los nombres [de los Estados que votan en contra]” para que la representación hondureña votara a favor. Es por tanto una geografía importante política y militarmente para EUA, por lo que no está dispuesto a dejar que se aleje de su control.
Justo por esa preocupación, en 2009, sectores de la burguesía hondureña apoyados por los EUA impusieron un golpe de Estado contra el gobierno de Manuel Zelaya, que buscaba romper la disciplina hacia el Tío Sam. El gobierno de Zelaya, de forma sistemática buscó el acercamiento con otras fuerzas de la burguesía colocados en la cabeza de Estados latinoamericanos, como Venezuela y Brasil, que tenían como objetivo conformar un bloque regional para debilitar el liderazgo de EUA y promover su asociación con fuerzas imperialistas europeas y asiáticas, a las que le abrían las puertas al continente por medio de proyectos económicos, políticos y militares.
El golpe de Estado de 2009 puso en evidencia la dificultad de la burguesía en Honduras para asegurar su unidad, pero también los esfuerzos de los EUA por recuperar su liderazgo en el continente. Los conflictos actuales que se viven en ese país se explican en este contexto.
El avance del capitalismo hizo de América Latina una zona de disputa, por sus recursos naturales, por el paso de mercancías legales o ilegales, o por su ubicación estratégica para la guerra. El siglo XIX, marcado por el ansia de la acumulación capitalista, llevó a que los Estados europeos ansiosos por restaurar las zonas coloniales perdidas en América, llevaran a cabo operaciones militares, sin embargo se encontraron con la respuesta amenazante de EUA, que mediante la “doctrina Monroe” (1823), que proclama: “América para los americanos”, hace explícito sus intenciones imperialistas y su decisión de no permitir ninguna convivencia con otras fuerzas opositoras en el continente americano[1]. Bajo ese postulado político los EUA deciden dar su apoyo al gobierno mexicano durante la intervención francesa en 1862-65 y el apoyo militar a Cuba cuando el intento de invasión de España en 1898. Pero ese mismo principio doctrinal es usado para dejar su mensaje intimidatorio e imponer su disciplina a los Estados latinoamericanos y que se concreta de forma directa con invasiones militares y despojos, como la llevada a cabo a México en 1846-48 y en las primeras décadas del siglo XX reafirma esa práctica con las guerras de ocupación de Cuba (1906), Nicaragua (1915-34), Haití (1934) …
La preparación de la segunda guerra mundial requería que los EUA ablandaran su política agresiva para evitar que se aprovecharan los resentimientos por las fuerzas imperialistas rivales, por tal razón implementa la política del “buen vecino” consistente en extender cierta colaboración comercial y militar, acordonando así al continente. Al finalizar los conflictos armados y la apertura de la “guerra fría”, los EUA aseguran su dominio en América colaborando de forma muy cercana con cada Estado latinoamericano y respondiendo militarmente a todo intento de cuestionamiento, como lo ejemplifican las acciones militares en contra de los movimientos guerrilleros (auspiciados fundamentalmente por la URSS, el bloque rival) o la promoción de golpes de Estado contra aquellos gobiernos que desviaran su disciplina. Cuba fue el único Estado que logra mantenerse durante toda la “guerra fría” como cabeza de playa de una fuerza imperialista opuesta a EUA, aunque su presencia, más allá de la “crisis de los cohetes” en 1962, no representó un gran peligro para el Tío Sam, en tanto mantuvo el control a partir de los acuerdos presentes durante todo el período con la URSS (además de mantener, desde finales del siglo XIX, una base militar en Guantánamo, al sureste de la isla).
Con la caída del Bloque del Este se define de forma muy clara la apertura de una nueva fase en el capitalismo, la de su descomposición, en la que encontramos una inestabilidad en las relaciones de la misma burguesía mundial. Como la CCI ha venido exponiendo “la barbarie ‘organizada’ ha dejado el sitio a una barbarie anárquica y caótica en la que predominan la tendencia a ‘cada uno por su cuenta’, la inestabilidad de las alianzas, la gangsterización de las relaciones internacionales…”[2]. En ese marco en América Latina se inicia también un proceso de cuestionamiento más abierto al liderazgo de EUA.
La implosión del Bloque del Este implicó no solo la desarticulación del núcleo imperialista de la URSS y sus Estados aliados, significó también la dislocación de las fuerzas imperialistas asociadas en el bloque opositor. Se terminaba así la razón para la articulación de alianzas y disciplinas, no había ya un enemigo común a enfrentar que justificara la existencia de la unidad en un bloque. Esta situación implicó una dispersión de las fuerzas de la burguesía, desatando un enfrentamiento de “todos contra todos”[3] y de forma especial se pone en cuestionamiento el liderazgo norteamericano. Así a partir de mediados de los 90 vemos surgir en América Latina, como nunca antes, Estados que cuestionan a los EUA, con un acercamiento muy claro con Estados de origen europeo o asiático. En ese contexto de desorden –y aprovechando la “coyuntura” de crecimiento de los precios de mercancías como el petróleo y algunos granos–, Estados como el venezolano, el brasileño y el argentino, impulsan acuerdos comerciales y políticos con fuerzas imperialistas opositoras a EUA, creando incluso instancias como la Alianza Bolivariana para América (ALBA).
En esa expansión de cuestionamiento a los EUA, también en Honduras se abren grietas que llevan a que sectores de la burguesía hondureña conciban la posibilidad de que, a través del gobierno de Manuel Zelaya (2005-2009), se fortalezcan posturas que rompen la disciplina hacia los EUA. La alianza del gobierno de Zelaya con el chavismo prometía, para algunos sectores de la burguesía un mejoramiento de sus condiciones comerciales y financieras, pero representaba un reto para los EUA. Se pone así en evidencia la dificultad de la burguesía hondureña para lograr la unidad y seguir la política con filiación norteamericana, pero también expone la dificultad que vive la burguesía norteamericana y que le impide actuar de forma rápida y unificada en su “traspatio”.
El golpe de Estado de 2009 en Honduras, es condenado en un principio por Obama –en ese entonces presidente de EUA–, no obstante el gobierno norteamericano presionó antes de la asonada militar con el bloqueo comercial a los frutos hondureños y luego promovió el diálogo y la pacificación de la zona para apoyar así al gobierno golpista, dejando ver una postura ambigua, que más allá de la hipocresía y el doble lenguaje de la burguesía, muestra la dificultad en la que se mueve el gran gendarme para definir su actuación política a su interior pero también en su política de dominio, lo cual se agrava con el arribo de Trump al gobierno. No es el espacio para abundar sobre este tema[4], solo diremos que colocar a la cabeza del gobierno de EUA a un personaje tan irresponsable, revela el avance de la descomposición y multiplica la profundidad de las fracturas que complica a la burguesía tener el control de su política al interior de su territorio y al exterior. Esto no significa que se han atrofiado totalmente sus fuerzas para seguir su agresiva “doctrina”, sin embargo, tal fractura interna favorece a que otras fuerzas imperialistas, de Europa, Asía y el Medio Oriente, cuestionen su liderazgo y se abran grietas que permiten la filtración de cuestionamientos desde América Latina.
En los últimos años de este siglo se ha notado una declinación de la fuerza de los Estados latinoamericanos que cuestionan el dominio de EUA y en ese proceso los EUA han intervenido con presiones políticas y militares, pretextando a veces la lucha contra el narcotráfico, el lavado de capitales o la corrupción, pero lo que ha influido también de forma significativa es el avance de la crisis económica que ha limitado las potencialidades de la burguesía latinoamericana. De esta manera hemos visto declinar el fortalecimiento relativo que tenían los “gobiernos de izquierda” de la burguesía de Venezuela, Brasil y Argentina, lo cual ha permitido a EUA actuar más agresivamente. En ese plano las revueltas electorales y poselectorales que se han presentado en Honduras se inscriben en las dificultades que vive la burguesía ante la descomposición social que sufre su sistema.
A partir de las elecciones del 26 de noviembre de 2017 en Honduras se han desatado enfrentamientos callejeros en los que murieron 34 manifestantes y cientos de personas fueron detenidas.
En el circo electoral se inscriben los principales partidos de la burguesía: el Partido Nacional (PN), que presentó como candidato al actual presidente Juan Orlando Martínez. El partido oponente fue la Alianza de Oposición Contra la Dictadura (AO), formado por la unidad del Partido Libertad y Refundación (LIBRE) y el Partido Innovación y Unidad Socialdemócrata (PINU-SD), colocando como su candidato al comentarista de deportes y conductor de programas de concurso en la TV, Salvador Nasralla. Ambos partidos tienen como ideario la defensa del capitalismo liberal, aunque se diferencian en que mientras el PN es repudiado por la corrupción[5] que fomenta y la radicalidad de las medidas económicas aplicadas en contra de la población trabajadora, la AO se presenta como una estructura “alternativa” y crítica del gobierno, levantando propuestas radicaloides, como lo de formar un gobierno de transición y una nueva constitución, presentándose además como herederos de la legalidad del gobierno depuesto en 2009, llevando por ello como coordinador político al ex presidente Manuel Zelaya, el cual, como decíamos arriba, se asoció durante su gobierno con Chávez.
La dificultad de la burguesía para organizar su política y lograr su unidad se expone en la mala operación del relevo de gobierno. El gobierno para asegurar la reelección de Juan Orlando Martínez se adelantó en declarar su triunfo, ante lo cual el opositor Nasralla convocó a salir a las calles por la “defensa de la democracia”, teniendo una gran convocatoria, arrastrando así a una masa confusa (y confundida) formada principalmente por estudiantes, aunque también por algunos trabajadores de las zonas rurales y obreros de la maquila en algunas áreas.
Toda esta fuerza social es arrastrada y conducida como “ciudadanos” defensores del capitalismo y su democracia. No obstante, el gobierno responde a estas manifestaciones con la represión directa acompañada del decreto del “toque de queda” (del 1 y hasta el 10 de diciembre). Es importante resaltar que la dificultad de la burguesía para llevar a cabo su política se evidencia aún más cuando sectores de la policía se niegan a aceptar la orden de disparar en contra de las manifestaciones (4-diciembre), por lo que el gobierno tiene que hacer uso del ejército para enfrentar las manifestaciones, pero, además, para anular la incipiente indisciplina policial, les promete aumento de salarios y adelanta el pago del aguinaldo.
La tensión que se creó en Honduras llevó a la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA), buscando la conciliación y pidiendo la anulación del proceso electoral. No obstante, esta vez el gobierno de EUA se apresuró a reconocer el triunfo de Juan Orlando Martínez, respaldando esa decisión de forma inmediata los gobiernos de Colombia y México.
Finalmente, el 27 de enero se concretó la reelección, en un clima de enfrentamiento entre fracciones de la burguesía, pero arrastrando con ella a la clase trabajadora, que queda en una condición de mayor confusión y más controlada. Aún cuando la burguesía se encuentra en una dificultad para controlar la evolución de la situación en el plano político y su aparato económico, logra trasladar sus efectos a los explotados por el ambiente que generan, pero además en este proceso la izquierda del capital no deja de tener una participación:
- Los disturbios y los resultados han reforzado la visión de que, pese a los fraudes, las elecciones son necesarias. El mismo aparato de izquierda e izquierdista, aun cuando afirma ser crítico de la oposición electorera, se han integrado en la campaña contra los trabajadores al convocarlos a la defensa del voto y la democracia. Así lo hacen los estalinistas del Partido “Comunista” de Honduras, en su documento “Alerta a la población ante el fraude electoral montado por el partido de gobierno”, lo mismo que los trotskistas de “Socialismo o Barbarie” de Honduras. Estos últimos se muestran más “radicales”: en su posicionamiento “Honduras en lucha contra la dictadura”, se lamentan porque no hubo una incorporación de grandes masas obreras a las movilizaciones, pues afirma, “La clase trabajadora tiene motivos más que suficientes para incorporarse a la lucha” y aunque ni en Zelaya ni en Nasralla ven una postura “proletaria”, lloriquean porque estos no llamaron a la huelga. En suma, la izquierda y el izquierdismo no hacen sino completar la política de sometimiento que desde el gobierno y los partidos oficiales la burguesía lanza en contra de los trabajadores.
- La estructura sindical, aunque se ha involucrado tangencialmente en el conflicto no ha abandonado su trabajo de control. Por ejemplo, la Red de sindicatos de maquila ha expresado un llamado a que se lleve un escrutinio transparente, se dialogue y se concilie, “a fin de que el aparato productivo no colapse y quienes laboramos en empresas no quedemos sin empleo” (La Tribuna, 3-dic-2017). Lo que muestra su trabajo orientado a imponer el control de los trabajadores, resaltando el miedo y la visión de que no hay más camino que la democracia.
El nivel de conciencia de los trabajadores hondureños ha enfrentado dificultades a lo largo de la historia. Aunque a mediados del siglo XX los trabajadores de los muelles y las fincas fruteras expusieron una gran combatividad en huelgas y manifestaciones, su fuerza de clase era en gran medida limitada por el nacionalismo, motivado por el origen norteamericano de las principales empresas (como la United Fruit Company, la Cuyamel Fruit Company, la Standard Fuit Company…).
Durante los años 80, hubo una degradación de las condiciones de vida de los trabajadores y como resultado de ello se presentaron intentos de respuesta y, aunque esas expresiones fueron copadas por los sindicatos no dejaron de generar persecuciones en tanto se seguía la denominada “Doctrina de Seguridad Nacional”, sembrando entre los explotados el terror y el miedo.
Luego en los 90 el dominio sindical se extiende y mientras que el sindicalismo oficial impone una sumisión frente a los gobiernos (lo mismo si se encuentra en el gobierno el partido nacionalista o el liberal), la Central Unitaria de Trabajadores de Honduras (CUTH) cubre el flanco de contención mediante el uso de consignas que suenan radicales (como el rechazo a las políticas de privatización) pero que llevan de trasfondo la inyección de veneno nacionalista.
Podemos afirmar que las dificultades que se viven por la burguesía hondureña no son expresiones que corresponden solo a pequeños Estados “bananeros”. Los problemas que vive la burguesía hondureña no son sino expresión de la descomposición capitalista que avanza y problematiza las relaciones entre la misma burguesía, pero que aún tiene la capacidad de usar los efectos en contra de los trabajadores e impulsar procesos en los que los envuelve y somete su fuerza.
Es Honduras por ello una muestra de lo que puede ser un escenario general en América Latina en 2018, en tanto que habrá elecciones en varios países de este continente y dada la falta de unidad de la burguesía, serán una arena de disputa, ante la cual los trabajadores no pueden involucrarse. Su tarea en este momento es la reflexión profunda de cuál es su verdadero terreno de combate, reconociendo que es su conciencia y organización lo que ha de permitir destruir este sistema de explotación y opresión.
RM / febrero-2018
[1] El poder que toma EUA le da oportunidad de apropiarse del gentilicio americano para designar a los habitantes de su país, excluyendo del adjetivo al resto de los habitantes del continente, aspecto que puede ser poco relevante, pero sigue alimentando el chauvinismo latinoamericanista.
[2] “La descomposición: fase última de la decadencia del capitalismo”, Revista Internacional n° 62, 1990. /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [15]
[3] Recomendamos leer para ampliar sobre el concepto de descomposición además del artículo señalado en la anterior nota: “Tesis sobre la crisis económica y política en la URSS y en los países del Este”, Revista Internacional nº 60, 1990, ver /content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este [16] . “Entender la descomposición (I): las raíces marxistas de la noción de descomposición”, Revista Internacional n° 117, 2004, ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/200404/167/entender-la-descomposicion-i-las-raices-marxistas-de-la-nocion-de-d [17]
[4] Para ampliar sobre este aspecto, convocamos a leer “Contratiempos para la burguesía que no por ello son un buen presagio para el proletariado”, en Revista Internacional 157, 2° semestre de 2016. /content/4185/brexit-trump-contratiempos-para-la-burguesia-que-en-nada-son-un-buen-presagio-para-el [18]
[5] John Kelly, Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, en octubre de 2015 afirmó que el sistema judicial y la policía hondureña estaba “totalmente destruidos por dinero del narcotráfico”.
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"Incluso según los estándares de Oriente Medio, su irracionalidad, la destrucción sin sentido, las constantes e retorcidas maquinaciones imperialistas, las guerras, el ataque dirigido por los sauditas contra Yemen a principios de esta semana alcanza nuevos niveles de absurdidad surrealista: los saudíes están liderando una coalición musulmana suní de diez naciones, incluyendo Pakistán no árabe y con armas nucleares, en un ataque a Yemen. Están implicados gánsteres locales como los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Qatar, pero también el dictador egipcio al-Sisi y la camarilla genocida de al-Bashir sudanés. Todos estos déspotas están respaldados por los Estados Unidos y Gran Bretaña, que han ofrecido a la coalición "apoyo logístico y de inteligencia". Esto es lo que escribimos en abril de 2015 en un artículo titulado "Militarismo y descomposición en Oriente Medio", justo después del lanzamiento de lo que los saudíes llamaron con optimismo "Operación Tormenta Decisiva". Desde entonces, la guerra en Yemen se ha vuelto mucho peor, mucho más peligrosa y, después de Siria, posiblemente fundamental para los acontecimientos imperialistas en Oriente Medio, sobre todo la rivalidad entre Irán y Arabia Saudita, sus respectivos "aliados" y las grandes potencias.
En uno de los países más pobres del mundo, con una población de unos 23 millones de habitantes, la "coalición" saudita (que Pakistán ha abandonado silenciosamente) ha arrojado bombas estadounidenses y británicas en lo que es esencialmente un enfrentamiento con Irán por el poder regional. Un vistazo al mapa de Oriente Medio muestra la importancia geoestratégica general de Yemen y el factor que ahora juega en las rivalidades locales y globales. Diez mil personas han resultado muertas a causa de bombardeos y ataques aéreos durante los cuales han sido atacados hospitales, escuelas, zonas residenciales y mezquitas. Tres millones de casas han sido destruidas y edificios antiguos reducidos a polvo, en lo que los romanos llamaron "Arabia bendita". Además de los bombardeos, los sauditas han impuesto un bloqueo tanto a la ayuda de emergencia como a las importaciones comerciales, que la Cruz Roja ha denominado "asedio medieval", causando decenas de miles de muertos. Catorce millones de personas no tienen acceso a sanitarios y agua potable, y los casos de cólera han llegado a un millón. La propagación de la hambruna y la malnutrición también van acompañadas de la propagación de la antigua enfermedad de la difteria, que se puede prevenir fácilmente, así como del aumento de la fiebre del dengue y el paludismo. En treinta largos meses desde su declaración de guerra, la coalición saudita, con la ayuda de los Estados Unidos y Gran Bretaña, ha destrozado la vida de un número cada vez mayor de civiles, reduciéndolos a vivir como animales y seguramente alimentando la próxima ola de refugiados que huyen de este infierno a través de la península árabe o por la ruta africana hacia Europa.
Lo que más temen los sauditas y sus comanditarios es un aumento de la influencia iraní, no sólo en Yemen, sino también mediante un movimiento de "pinza" alrededor del territorio saudita a través de la conexión terrestre entre Irán-Siria-Iraq-Líbano, a lo largo de la frontera turca y el Golfo de Aden en Yemen. Temen igualmente un incremento de la presencia iraní en África[1]. La influencia regional iraní nunca ha sido tan amplia y poderosa como hoy en día, a pesar de los recientes intentos de Estados Unidos de frustrarla. En la actualidad, Irán controla efectivamente un corredor terrestre que va de Teherán a Tartus, en Siria, en la costa mediterránea, “lo que le permite acceder a un puerto marítimo muy alejado hacia el oeste y lejos de las aguas del Golfo Pérsico, fuertemente vigiladas" (Guardian, 8.10.16). Cuanto más se ha debilitado Estados Unidos y se está debilitando en Oriente Medio, más se ha fortalecido Irán. La posición de Rusia también se ha reforzado a espaldas de ella, pero Irán no es un simple peón de Rusia.
Las fuerzas yemeníes Houti que actualmente luchan contra las milicias respaldadas por los sauditas en Yemen tomaron el poder y dominaron la ola de manifestaciones antigubernamentales y anticorrupción que surgió en Yemen como parte de la "primavera árabe" de 2011. Empezó como un oscuro movimiento renacentista chiita en la década de 1990 llamado "Believing Youth", fue radicalizado por la invasión norteamericana de Irak en 2003 y tiene un apoyo más amplio entre muchos suníes mostrando que, aunque la irracionalidad de la religión juega un papel, esto no es una simple división suní/chiita. En realidad, nunca ha habido unas divisiones religiosas o étnicas graves en Yemen, salvo las que han suscitado las grandes potencias, empezando por Gran Bretaña.
Los iraníes lo llaman el movimiento "Ansarullah" y a pesar de sus vínculos con Irán, su historia no es la de un simple peón. A finales de 2014, grandes partes del país fueron tomadas por los houtis y, a medida que la guerra ha ido avanzando, los vínculos entre Houti-Irán y Hezbolá, forjados en el conflicto, se han fortalecido. En diciembre, cuando el líder yemení y caudillo Saleh se alejó de Irán/Houtis y se dirigió hacia Arabia Saudí, fue asesinado con una crueldad que recordaba a los asesinatos de la CIA de los años 60, algo que Hezbolá también conoce.
Hay informes recientes de que Irán ha enviado armas avanzadas y asesores militares a los houtis, incluidos sus mercenarios afganos endurecidos en la batalla (New York Times, 18.9.17). Occidente probablemente los sobreestime, pero los iraníes piensan a largo plazo como lo hicieron con la edificación de Hezbolá, que ahora se ha convertido en la punta de lanza de Irán contra Israel y forma parte de su dispositivo general en todo el Oriente Medio. Los misiles balísticos dirigidos a objetivos saudíes sugieren una participación de Hezbolá. Estas son armas perfectas para los houtis que apuntan a objetivos sauditas de alto valor y aunque solamente destruyan uno de esos blancos mientras tanto siembran el terror y la incertidumbre en la población saudita, una táctica que ya emplearon los Nazis con los V2 lanzados sobre Londres desde 1940.
En cualquier caso, el dirigente houti, Abdul Malik Badreddine al Houti, dirigiéndose al dirigente de Hezbollah, Hassan Nasrullah en el verano, dijo: "Tu apuesta por los yemeníes es correcta" y continuó hablando sobre las fuerzas conjuntas contra Israel que llevan a la cuestión palestina. Estos movimientos se verán reforzados por la política exterior de Trump y su alianza con saudíes e israelíes.
Merece la pena retroceder un poco para ver cómo han cambiado las cosas en la cesta de víboras imperialista de Oriente Medio: hace poco tiempo, las fuerzas norteamericanas e iraníes estaban actuando juntos en Irak y llevaron a cabo acciones militares coordinadas y conjuntas contra Isis, pero estaba claro para todos que una vez derrotada ISIS estallarían nuevas tensiones. Una vez más, incluso en Yemen, el Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos (SOCOM) prefirió trabajar con los houtis en la lucha contra Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) e Isis; y los generales estadounidenses dijeron que la acción saudita en Yemen era "una mala idea" (al-Jazeera, 15.4.17) dada la participación del servicio secreto yemení (OSP) apoyado por Arabia Saudita, que está profundamente conectado con los terroristas. Mientras Washington colmaba al gobierno yemení de apoyo político y financiero, el ex presidente Saleh, aliado de los sauditas, manipulaba la actividad terrorista para obtener el apoyo de Washington en nombre de la "Guerra contra el Terrorismo".
A Washington le resulta difícil hacer frente al tremendo lodazal de Oriente Próximo y sus intentos por hacerlo sólo pueden empeorar la situación.
El asesor de seguridad nacional de Trump, H. R. McMaster, dijo en octubre: "Lo más importante para todas las naciones es enfrentar el flagelo de Hezbolá, los iraníes y la IRGC (Guardias Revolucionarios de Irán)" (Patrick Cockburn en el Independent, 9.12.17). La forma en que los norteamericanos planean hacer esto sin inflamar y desestabilizar aún más el Medio Oriente es algo que cualquiera adivina. La descertificación estadounidense del acuerdo nuclear iraní ha provocado, entre otras cosas, una seria ruptura con Europa (y no animará a los norcoreanos a "ponerse sobre la mesa"), en particular con los tres principales países activos en la región: Francia, Gran Bretaña y Alemania. El reconocimiento incendiario de Trump de Jerusalén como la capital de Israel -un movimiento totalmente estúpido e innecesario que agradará principalmente a su base evangélica- sólo puede rebotar sobre los intereses imperialistas estadounidenses. Avivará las llamas del nacionalismo palestino/árabe y, a pesar de la teatralidad de las Naciones Unidas, en particular de la turca Erdogan, suscitará más protestas globales contra Estados Unidos, tanto de las alas chiítas como de las suníes del Islam. También da a los yihadistas de Isis y al-Nusra un soplo de vida (una de las más fuertes campañas de reclutamiento de Bin Laden fue la opresión de los palestinos) y hace más difícil para Arabia Saudita y sus aliados trabajar con Israel y los Estados Unidos, al tiempo que promueve los intereses de Teherán.
La situación del régimen saudita es más frágil, desde su alianza incondicional con Trump, que fue seguido por una gran disputa con Qatar, purgas de sus enemigos similares a las de los gánsteres, incluidos los hostiles a Trump, y extrañas citaciones del presidente libanés Hariri y el líder palestino Abbas a Riad. El príncipe saudita, el gobernante efectivo del país, dijo en abril pasado, que "quería salir" de la guerra en Yemen y no tenía objeciones a que los norteamericanos intercedieran con Irán ante este embajador. Cualesquiera que sean sus deseos, o los de cualquier individuo implicado, el imperialismo, la descomposición y la irracionalidad son las fuerzas impulsoras detrás del desastre yemení y, con Irán, estas fuerzas sólo van a fortalecerse.
Boxer, 22.12.17
[1]Irán ha establecido una creciente presencia en Nigeria, Camerún y Sudán, entre otros países. Véase weekly.ahram.org.eg/News/19900.aspx. Los sauditas han respondido con un plan del príncipe heredero Mohammed bin Salman para establecer una coalición militar islámica que proporcione logística, inteligencia y formación a una fuerza renovada de "lucha contra el terrorismo" del G5 en el Sahel, tras conversaciones con Francia a mediados de diciembre (Reuters, 14.12.17).
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/mo-la-obsolescencia-historica-del-e-n.pdf
[2] https://es.internationalism.org/cci/200606/968/nacion-o-clase
[3] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/index.htm
[4] https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf
[5] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201707/4221/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-primera-parte
[6] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201110/3231/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-ii-en-el-siglo
[7] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201202/3316/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-iii-las-nuevas
[8] https://es.internationalism.org/node/3316
[9] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/163/conflictos-imperialistas-en-oriente-medio-ii-la-utilizacion-del-sio
[10] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/169/notas-sobre-los-conflictos-imperialistas-en-oriente-medio-iii
[11] https://es.internationalism.org/tag/geografia/oriente-medio
[12] https://es.internationalism.org/tag/2/33/la-cuestion-nacional
[13] https://es.internationalism.org/tag/3/48/imperialismo
[14] https://es.internationalism.org/files/es/conflicto_hondureno.pdf
[15] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[16] https://es.internationalism.org/content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este
[17] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200404/167/entender-la-descomposicion-i-las-raices-marxistas-de-la-nocion-de-d
[18] https://es.internationalism.org/content/4185/brexit-trump-contratiempos-para-la-burguesia-que-en-nada-son-un-buen-presagio-para-el
[19] https://es.internationalism.org/tag/geografia/america-central-y-sudamerica
[20] https://es.internationalism.org/files/es/guerra_yemen.pdf