Publicado en Corriente Comunista Internacional (https://es.internationalism.org)

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octubre 2014

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A 100 años de la primera carnicería mundial, la barbarie continúa

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En este año se “conmemora” mundialmente el estallido de la Primera Guerra Mundial hace 100 años. Para el cinismo de la burguesía no es contradictorio festejar esta carnicería con bombos y platillos porque festeja su propio modo de existencia despreciando el dolor que ha significado para millones de familias explotadas la mutilación y muerte de sus seres queridos, y tratando que todos los explotados adopten su ideología de violencia, pogromo, asesinato, desesperanza y resignación.

Tanto la derecha como la izquierda del capital aportan sus propios argumentos que tienen como fondo la justificación de la guerra vista como un fenómeno inevitable, y fuente de progreso social[1]. Los ‘argumentos’ y matices son en realidad adaptados según la necesidad y gusto de las fracciones de la burguesía de cada país ya que no representan la verdad del origen y consecuencias de la PGM. Son mentiras que tratan de ocultar la incapacidad del capitalismo para ofrecer desde entonces un futuro a la humanidad sumida en una espiral sanguinaria.

La “Gran Guerra” marcó la entrada del capitalismo en la decadencia

Desde el punto de vista del proletariado, es primordial comprender la Primera Guerra Mundial, en especial por tres razones[2]:

  • Porque con la PGM se abrió una nueva época del capitalismo: la época de su decadencia, de su agonía, en un estado de destrucción al que arrastra a la humanidad. En la fase ascendente, las crisis, resultado de las contradicciones del sistema, se superaban mediante la conquista de nuevos mercados, pero con el reparto del mercado mundial entre las potencias centrales del capitalismo, éstas no pueden proseguir su expansión económica si no es destruyéndose entre ellas.
  • Porque las causas subyacentes de la guerra que están presentes desde 1914 se agravan y aceleran sin cesar. Las fuerzas productivas encadenadas por relaciones de producción históricamente caducas se transforman progresivamente en fuerzas destructoras de potencial inimaginable. La guerra somete lo esencial de la producción a las necesidades bélicas crecientes.[3].
  • Y lo más importante, porque con la decadencia ya es posible para la clase revolucionaria, dar a la historia una dirección diferente: poner fin a la guerra imperialista y construir una nueva sociedad. La alternativa ante la que nos encontramos desde hace 100 años puede resumirse así: socialismo o barbarie. La gravedad de esa alternativa es más dramática que la de cualquier otra época, ya que abre las puertas no sólo al declive social y cultural, sino a la destrucción de la especie humana, mientras existen las posibilidades históricas de desarrollo hacia la libertad consciente de la humanidad. Ya antes de 1914, la izquierda de la Internacional Socialista en torno a Rosa Luxemburg y Lenin, lucharon contra la amenaza de destrucción imperialista. Los marxistas comprendieron que se encontraban en una encrucijada histórica, la de hoy, la lucha por la supervivencia de la humanidad.

“Engels dijo: ‘La sociedad burguesa está en una encrucijada, o el paso al socialismo o la regresión a la barbarie’, Qué significa ‘regresión a la barbarie’.... Un vistazo a nuestro alrededor en estos momentos muestra lo que significa… esta guerra mundial es una regresión a la barbarie. El triunfo del imperialismo lleva a la aniquilación de la sociedad. Al principio esto sucede esporádicamente por la duración de una guerra moderna, pero después cuando inicia el periodo de guerras sin límite, éste progresa a sus inevitables consecuencias. Hoy enfrentamos la alternativa exactamente como Federico Engels lo preveía hace una generación. El triunfo del imperialismo y el colapso de toda la civilización como en la Roma antigua: éxodo, desolación, degeneración – un gran cementerio” (Rosa Luxemburg, Folleto de Junius, 1915).

Muestra de la fuerza social del proletariado es que la PGM fue interrumpida por sus revoluciones de 1917 y 1918, pero una vez que la oleada revolucionaria fue derrotada por fuerzas burguesas que incluyeron la traición de la socialdemocracia[4], el estalinismo y el fascismo, el camino quedó nuevamente abierto a más horribles formas de barbarie de la Segunda Guerra Mundial donde la mayoría de las víctimas no fueron soldados, sino civiles sujetos a los múltiples holocaustos de Auschwitz, Estalingrado, Dresden, e Hiroshima.

El periodo de la descomposición acelera las dinámicas asesinas

Así, la barbarie capitalista continúa en una espiral de crueldad y muerte creciente. El curso hacia otra guerra mundial quedaba abierto, pero el retorno a lucha de la clase obrera en 1968 logró atajarlo. Sin embargo, en casi todo el periodo desde las guerras de Corea y Vietnam en 1950 hasta nuestros días se han presentado guerras localizadas. Gran parte de la humanidad vive esta pesadilla mortal cotidiana. Y peor aún, las guerras han adquirido otro carácter desde finales de los 80, multiplicándose localmente, porque nos encontramos en una situación donde ni la burguesía ni el proletariado ha podido dar una respuesta decisiva a la crisis económica irreversible y más profunda cada día, producto de la caducidad de este sistema. La sociedad vive así en un contexto de estancamiento, de putrefacción: en el periodo de descomposición del capitalismo[5], que acelera y profundiza la barbarie y hace más difícil para el proletariado alcanzar una conciencia clara del significado de las guerras imperialistas y de su respuesta revolucionaria contra esta destrucción.

La máquina ciega de aniquilamiento arrastra al mundo entero hacia el abismo

Los últimos meses son clara muestra de que el capitalismo se hunde cada vez más en la barbarie y en la guerra con zonas enteras en caos permanente, tendencias a la fragmentación de Estados, y el peligro creciente de que las confrontaciones militares entre imperialismos aumenten y salgan de control. Lo que acontece en Medio Oriente y en África es una real tragedia humana con éxodos masivos, tráfico de gente y xenofobia en aumento exponencial. Los conflictos se han hecho más bestiales y sangrientos que nunca con el peligro de extenderse a otras zonas.

La guerra en Siria que ya duró más de tres años, es un infierno en el que son destruidas poblaciones completas[6], con violaciones masivas de mujeres y el uso de niños como soldados y comandos suicidas. Esta guerra confirma que la espiral de caos no puede ser detenida por la clase en el poder que está en un impasse total. Conflictos como los de Siria han empezado a ‘atraer’ todo tipo de comandos asesinos que actúan por su propio interés. En Oriente Medio, el Norte de África y Ucrania se han visto que bandas armadas –sin un claro objetivo político o religioso– se expanden e imponen su régimen de terror.

Ya son cuatro guerras imperialistas que han ensangrentado a Iraq[7] desde 1980[8]. La tragedia traspasa fronteras hasta Siriae Israel con más de 50 millones de refugiados y más de 1200 000 muertos. Esta vez, Estados Unidos está enfrentado a una multitud de fracciones guerreras lo que lo hace impotente respecto e este caos, ilustrando la aceleración de su debilitamiento desde 1990 que junto con su propia política[9], son factores de primer plano para el aumento de la desestabilización y mayor hundimiento en la descomposición del Medio Oriente. En esta desestabilización juega también la tendencia del Estado kurdo a su independencia que afectaría a Turquía, y el conflicto en aumento, desde 1980, entre Irán y Arabia Saudita, que toca “indirectamente” territorio iraquí.

El aumento de la descomposición también se muestra en partes del Norte de África y del Sahara al Océano Índico. Un gran número de fronteras existentes antes de la PGM se ‘difuminan’ y gran número de países colapsan con tendencias a su desintegración: Mali, Libia, Nigeria, etc. República del Congo y su zona fronteriza con Ruanda han sido zonas de guerra durante los pasados 20 años. Después de la Guerra en Biafra en los años 1960, una nueva oleada de conflictos violentos devasta al país. El hecho de que Boko Haram pueda esparcir tanto terror y raptar a niñas que iban a la escuela, muestra la real perspectiva de crueldad ciega de este periodo y de este sistema.

En Europa central, después de la separación de Yugoslavia en una serie de guerras, desde 2013 hasta la fecha ha habido confrontaciones sangrientas que terminaron en la anexión a Rusia de lo que antes era Ucrania. La importancia de esta zona de guerra son las fronteras que involucran a todo el continente europeo y a los EEUU debido a la continuidad de un conflicto, con intereses económicos y estratégicos, que se potencia desde 1989. Esto significa que el peligro de la extensión de la guerra a más regiones de Europa está latente.

Este tipo de guerras son una expresión directa de la descomposición capitalista, las potencias imperialistas que gobiernan el mundo promueven fuerzas irracionales en defensa de sus sórdidos intereses, pero en el estado avanzado de agonía capitalista no pueden controlarlas. Una clara manifestación de esta tendencia es que el espíritu pogromista[10] se está extendiendo a lo largo del planeta, el desencadenamiento del oscurantismo y de la irracionalidad es un terreno favorable para el odio religioso, étnico y racial. En África Central, Nigeria, Kenia, no musulmanes son masacrados por fanáticos islamistas, provocando contra-masacres por las bandas cristianas. En Iraq, Afganistán y Pakistán, los terroristas sunitas bombardean mezquitas y procesiones chiitas, ISIS[11] en Iraq amenaza a cristianos y yazidis con la conversión, expulsión o muerte. En Burma, la minoría musulmana es atacada regularmente por “militantes budistas”. En Grecia, inmigrantes son atacados por grupos fascistas; en Hungría, el Partido Jobbik despotrica contra judíos y romanos. En la “democrática” Europa occidental las campañas xenofóbicas contra musulmanes, inmigrantes ilegales y otros se ha convertido en la norma política, como en la recientes elecciones europeas.

El 97 % de israelíes apoyó los ataques violentos sobre Gaza, en marchas la consigna favorita ha sido “muerte a los árabes”; por su parte, la población en Gaza vitoreaba cuando los bombardeos de su gobierno intentaban matar tantos israelíes, hombres, mujeres y niños, como fuera posible. Los gritos “muerte a los judíos” se pueden oír nuevamente, como en los años 30, no sólo en Gaza y West Bank, sino también en manifestaciones pro palestinas en Francia, Alemania e Inglaterra, y han sido atacadas sinagogas y comercios judíos. El irónico sueño sionista de “Un hogar judío” para proteger a los judíos ha dado nacimiento a sus propios pogromistas judíos, ejemplificados por las bandas con Betar y la Liga de Defensa Judía.

El ambiente de guerra se expresa aún en países “alejados” de las confrontaciones inter-imperialistas: el desgarramiento de la vida social se extiende con el aumento incontrolado de bandas criminales, muchas veces conectadas con diversas fracciones del Estado, lo que se traduce en una real guerra con una militarización exacerbada de las fuerzas de represión que hunde a las poblaciones en la angustia y el terror permanente de los secuestros, la tortura, los asesinatos individuales y colectivos. Es el caso de América Latina en la que por ejemplo, Venezuela presenta un nivel increíble del crimen; Brasil, donde han muerto más de medio millón de personas en los pasados 10 años, con linchamientos y otro medio millón de encarcelados; y no se diga México, sometido a la guerra de y “contra” los cárteles de la droga que ha dejado más de 10 millones de asesinatos de civiles que recientemente se han extendido a un amplio grupo de estudiantes del estado de Guerrero[12].  

Sólo la lucha de la clase trabajadora puede frenar la barbarie asesina

En esta espiral de sangre y fuego que se acelera y magnifica arrastrando a la humanidad a su destrucción, todas las burguesías son responsables, tanto las que se enfrentan en las zonas de guerra, como las que arman a ejércitos y terroristas, o las que alaban la “paz nacional” –droga que impide ver que son hermanos los que están muriendo en otros países. El patrioterismo nacionalista así como la diferenciación racial y religiosa son reales venenos que llevan a divisiones que van de la indiferencia a odios asesinos. La movilización de la población para la guerra, el cultivo del espíritu de venganza y del sálvese quien pueda, propios de la descomposición, destruyen el pensamiento, destruyen la moral y crean el ambiente de pogromo que Rosa Luxemburg criticaba ya en 1915 porque es un ataque directo a la conciencia proletaria. Entender esto es hoy es más vital ya que la clase trabajadora está viendo su conciencia de clase socavada por la ideología dominante de la descomposición.

Sin embargo, aún en este pantano pestilente de guerra irracional siguen habiendo signos de que la clase trabajadora no está derrotada: pequeñas manifestaciones de israelíes han coreado que “Netanyahu, y Hamas[13], los dos son nuestros enemigos”, y en Ucrania hay manifestaciones por aumentos salariales que se vienen a sumar a los movimientos de la clase de entre 2003 y 2013. Estos signos, aún confusos y tímidos indican que la lucha del proletariado internacional continúa su marcha. Lucha que frenó la primera guerra mundial al transformar la indignación moral en lucha revolucionaria y que ahora, a casi 100 años después, la clase obrera tiene la responsabilidad de continuar como su tarea histórica irrenunciable ante la disyuntiva que se hace más aguda de socialismo o barbarie.

CCI, septiembre de 2014


[1] Ver: “1914 ‘commemoration’: Right and left justify imperialist war”, ICC on line, January 18, 2014.

[2] Ver: « 1914: le début de la saignée », ICC on line, February 18, 2014.

[3] Ver: “100 años de decadencia”, CCI en línea, enero de 2014.

[4] Ver: “Socialisme ou barbarie!”, CCI en línea, 12 Julio, 2014.

[5] Ver: “La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo”, Revista Internacional no 107, 4º trimestre 2001 [1].

[6] 10 millones de personas han huido a campos de refugiados.

[7] Ver: « Les ravages croissants de l’impérialisme et de la décomposition ». CCI en línea 12 de Julio, 2014.

[8] La Primera Guerra del Golfo en 1991, y la segunda Guerra del Golfo en 2003, con la población expuesta a repetidos ataques con misiles lanzados por los EEUU.

[9] Política, por ejemplo que ha llevado durante 25 años en relación a Irán.

[10] Ver: “Middle East: war, pogroms, and the destruction of consciousness”. ICC on line, August 16, 2014.

[11] Estado Islámico en Iraq y al-Sham-. Esta organización terrorista ha dicho que su objetivo es formar un estado islámico o califato, que se extienda desde Turquía por toda Siria hasta Egipto y que incluya los territorios palestinos, Jordania y Líbano.

[12] Ver artículo en éste número.

[13] El Primer ministro israelí y el Movimiento de Resistencia Islámico, respectivamente.

 

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Conflictos imperialistas

Cultura de la teoría y cultura de debate: necesidades para la lucha contra el capitalismo

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Nota introductoria: publicamos una contribución de un compañero con la que nos sentimos muy de acuerdo. Este texto responde a un debate organizado por simpatizantes y militantes de la CCI sobre la primera guerra mundial y donde un grupo de elementos actuó de forma agresiva interrumpiendo, amenazando, insinuando…, entorpeciendo con ello la necesaria clarificación. CCI

No es una novedad histórica en el transcurso del movimiento obrero contra el capitalismo, pero conviene recordarlo: la cultura de la teoría y el debate son esenciales para luchar contra las relaciones sociales capitalistas. Más si cabe en el período histórico actual, en el que la burguesía a nivel internacional trata de coordinarse en la medida de lo posible en la gestión de la bancarrota de su aparato económico para mejor atacar al proletariado y dificultar el desarrollo de la conciencia política de este; en el que, especialmente bajo la fachada “democrática”, la clase dominante adapta su aparato político, sindical e ideológico para confundir y canalizar el descontento a callejones sin salida; y en el que la atomización, la destrucción de tejido social y el paro galopante, dificultan sobremanera la reagrupación y la lucha. Vivimos una situación histórica donde se acentúan las visiones inmediatistas, que solo ven un eterno presente desligado tanto de sus raíces pasadas como de lo que puede encerrar para el porvenir, donde un pensamiento teórico con perspectiva se hace muy difícil de desarrollar. «La conciencia, la clarividencia, la coherencia y unidad de pensamiento, el gusto por la teoría, deben abrirse un difícil camino en medio de la huida hacia quimeras, drogas, sectas, misticismos, rechazo de la reflexión y destrucción del pensamiento que están definiendo a nuestra época».[1]

 Es algo que se muestra evidente: el margen para el “espontaneísmo” en el paso del malestar y la protesta a la lucha eficaz contra la clase capitalista es nulo. Habrán, no hay duda, explosiones más o menos profundas de malestar (como la “primavera árabe”, o los distintos tipos de movimiento de protestas masivas que han tenido lugar los últimos años en España, Israel, Grecia, Brasil, Turquía o EEUU[2]), pero sin una claridad política de las tendencias existentes en el sistema (muy especialmente la naturaleza sistémica e histórica de la crisis del modo de producción capitalista, y la necesidad y la posibilidad de superarlo por una civilización superior: el comunismo) y la superación de ilusiones sobre un supuesto “capitalismo de rostro humano”, de las estrategias que la burguesía emplea para canalizar y esterilizar el malestar creciente, y sin la recuperación de las enseñanzas históricas respecto a las características de la lucha proletaria (la necesidad de la extensión y masificación de la lucha, y la creación de órganos centralizadores de reagrupamiento y unificación), la derrota y esterilización de las luchas, y el consecuente hundimiento de mayores zonas del mundo en la miseria y la barbarie militarista, es una tendencia inevitable.

Un siglo después del inicio de la Primera Guerra Mundial, que abría el periodo de decadencia capitalista de crisis, guerras y revoluciones, el proletariado y la humanidad no explotadora se encuentra ante el mismo desafío: sólo la acción directa de masas y la conciencia política pueden hacer frente, y en última instancia derrotar, al poder del capital y su Estado. Los viejos métodos e ideologías que pudieran jugar un papel útil en el siglo XIX, como el parlamentarismo y el sindicalismo, son un obstáculo para la lucha proletaria, convirtiéndose desde entonces en armas predilectas de la burguesía para el mantenimiento de su dominación.

 Esta conciencia política necesariamente se desarrolla sobre todo en minorías, por el peso de la ideología de la clase dominante sobre el conjunto de la población, incluso en los propios períodos revolucionarios. Es la vanguardia política del proletariado. Sin esa labor de vanguardia, el proletariado está desarmado frente a la burguesía, y especialmente frente a los agentes de esta en su seno: la izquierda del capital.

 La necesidad de la teoría, de tratar de conocer lo más exactamente posible el terreno que se pisa, no es pues un lujo, sino una necesidad para la lucha. El proletariado es la única clase de la sociedad capitalista que no tiene ningún interés en esconder y falsificar la realidad, todo lo contrario; necesita la claridad y la teoría. Y la teoría requiere necesariamente de un pensamiento crítico, científico; es decir, basado en evidencias, no en anteojos ideológicos. Y un método para llevarlo a cabo, el método científico aplicado a los fenómenos sociales e históricos: el marxismo, en honor a Marx y Engels que lo desarrollaron y sistematizaron.

 “El concepto materialista de la historia, descubierto por Marx poco antes y aplicado con consumada habilidad en el Manifiesto, ha resistido perfectamente la prueba de los hechos y los golpes de la crítica hostil. Constituye hoy uno de los instrumentos más valiosos del pensamiento humano.

Las demás interpretaciones del proceso histórico han perdido toda significación científica. Podemos decir con certeza que en nuestro tiempo es imposible no sólo ser un militante revolucionario sino aún un observador versado en política, sin asimilar la interpretación materialista de la historia” ([3]).

Pero el marxismo como método científico es lo contrario a un dogma, a una repetición acrítica de consignas sin ser sometida a la criba de la crítica y su confrontación con el desarrollo histórico y la lucha de clases:

 “Contrariamente a la corriente bordiguista, la CCI nunca ha considerado el marxismo como una “doctrina invariante”, sino como un pensamiento vivo para el que cada acontecimiento histórico importante es una ocasión de enriquecimiento. En efecto, tales acontecimientos permiten, ya sea confirmar el marco y los análisis elaborados con anterioridad, reforzándolos, o bien poner en evidencia la caducidad de ciertos de ellos, imponiendo un esfuerzo de reflexión con el fin de ampliar el campo de aplicación de los esquemas previamente válidos pero superados, o la necesidad de elaborar otros nuevos, capaces de abordar la nueva realidad. Recae sobre las organizaciones y militantes revolucionarios la responsabilidad específica y fundamental de llevar a cabo este esfuerzo de reflexión teniendo cuidado, tal y como hicieron nuestros predecesores (Lenin, Rosa Luxemburgo, la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista Internacional –Bilan–, la Izquierda Comunista de Francia, etc.), de avanzar a la vez con prudencia y audacia:

  •  apoyándose firmemente en las adquisiciones fundamentales del marxismo;
  •  analizando la realidad sin anteojos y desarrollando la teoría sin “ninguna prohibición ni ostracismo” (Bilan).

De forma particular, frente a acontecimientos históricos de tal magnitud, es importante que los revolucionarios sean capaces de distinguir claramente los análisis que se han vuelto caducos de aquellos que se mantienen válidos, con el fin de evitar un doble error: ya sea el de caer en la esclerosis, o el de “tirar el bebé con el agua sucia”. De forma más precisa, es necesario poner claramente en evidencia lo que en estos análisis es esencial, fundamental, y conserva toda su validez en circunstancias históricas diferentes, a diferencia de lo que es secundario y circunstancial. O dicho de otro modo: saber establecer la diferencia entre lo esencial de una realidad y sus diferentes manifestaciones particulares” ([4]).”

El modo de vida atomizado y alienante bajo el capitalismo, y el teatro de la política burguesa, incluyendo sus tentáculos izquierdistas y sindicalistas, son un obstáculo al que es necesario enfrentarse para el desarrollo de la conciencia y la teoría. En concreto, la política burguesa de seguidismo ciego a “líderes”, de las intrigas y estrategias electorales, de la manipulación y la mentira, del activismo estéril, es lo contrario a la claridad política y la auto-organización y solidaridad que requieren la lucha contra el capitalismo.

La cultura de debate

En ese marco, la cultura del debate va ligada a la necesidad de la teoría, de una manera general en las minorías más combativas de la clase trabajadora, y de manera muy particular en la vanguardia política proletaria. La conciencia y la teoría sólo pueden desarrollarse de forma colectiva, aunque sea minoritaria. Las tareas de vanguardia sólo pueden ser un factor activo en el desarrollo de la conciencia y la lucha proletaria realizando un esfuerzo por comprender las dificultades y evoluciones del periodo histórico. Y ese esfuerzo únicamente puede darse bajo la forma de un intercambio y confrontación colectiva y honesta de posiciones, a nivel público e internacional.

 “La cultura del debate sólo puede desarrollarse a contracorriente de la sociedad burguesa. Como la tendencia espontánea en el capitalismo no es, ni mucho menos, el esclarecimiento de las ideas, sino la violencia, la manipulación y la lucha por obtener una mayoría (cuyo mejor ejemplo es el circo electoral de la democracia burguesa), la infiltración de esa ideología en las organizaciones proletarias siempre lleva gérmenes de crisis y de degeneración” ([5]).

De la misma forma, las crecientes contradicciones de las relaciones sociales capitalistas, y los efectos nefastos que el mantenimiento de estas tiene para el conjunto de la vida humana a todos los niveles, exigen una profundización teórica y una visión científica, y más concretamente, un esfuerzo de comprensión del conjunto de causas que explican el retraso histórico de la conciencia política en el seno del proletariado en relación a la gravedad de la crisis histórica del modo de producción capitalista.

 “¿Cuál es el origen de esa preocupación en la nueva generación? A nuestro parecer, es el resultado de la crisis histórica del capitalismo, hoy mucho más grave y más profunda que en 1968. Esta situación exige la crítica más radical posible del capitalismo, la necesidad de ir a la raíz más profunda de los problemas. Uno de los efectos más corrosivos del individualismo burgués es la manera con la que destruye la capacidad de discutir y, especialmente, de escucharse y aprender unos de otros. Al diálogo se le sustituye el "parloteo", donde el que gana es el que más vocifera (como en las campañas electorales burguesas). La cultura del debate es el medio principal de desarrollar, gracias al lenguaje humano, la conciencia, arma principal del combate de la única clase portadora de un porvenir para la humanidad. Para el proletariado es el único medio de superar su aislamiento y su impaciencia y de encaminarse hacia la unificación de sus luchas.

Otra preocupación actual estriba en la voluntad de superar la pesadilla del estalinismo. En efecto, muchos militantes que hoy están en busca de posiciones internacionalistas proceden de un medio influido por el izquierdismo o directamente procedente de sus filas; presentar caricaturas de la ideología y del comportamiento burgués decadentes como si fueran "socialismo" es el objetivo del izquierdismo. Esos militantes han tenido una educación política que les ha hecho creer que intercambiar argumentos es "liberalismo burgués" y que "un buen comunista" es alguien que "cierra el pico" y hace acallar su conciencia y sus emociones. Los camaradas que están hoy decididos a rechazar los efectos de ese producto moribundo de la contrarrevolución comprenden cada día mejor que, para ello, no solo hay que rechazar las posiciones de ese producto sino también su mentalidad. Y así contribuirán a restablecer una tradición del movimiento obrero que podía haber acabado por desaparecer a causa de la ruptura orgánica provocada por la contrarrevolución” ([6]).

En este sentido, nos parece interesante señalar aquí, como expresión de métodos izquierdistas burgueses en medios que se reclaman de posiciones revolucionarias, la intervención de algunos elementos de tendencia bordiguista en el debate abierto organizado por el Foro de discusión internacionalista (animado por simpatizantes y militantes de la CCI) el pasado mes de septiembre en Madrid , sobre la Primera Guerra mundial y su significado histórico en la vida del capitalismo y en la perspectiva de su derrocamiento revolucionario.

Aunque al debate asistieron en su mayoría simpatizantes y algún militante de la CCI, también fueron invitados y acudieron personas en la esfera de otras corrientes ajenas a la Izquierda Comunista, como el anarquismo o el maoísmo. El propósito de debate era honesto, puesto que pese a reclamarse la mayoría de posiciones similares, existían divergencias y dudas sinceras en cuestiones como las características y causas del proceso de degeneración de las organizaciones de la II Internacional, o de si la alternativa histórica actual seguiría siendo “Guerra o Revolución”, o se adecuaría más a la realidad la fórmula “Hundimiento paulatino del capitalismo en la barbarie o Revolución”, etc. Esto es una expresión sana de divergencias partiendo de la honestidad, ya que al contrario de la burguesía, el debate político proletario no tiene otro fin que la obtención de la mayor claridad posible, y no la defensa de intereses particulares frente grupos o fracciones rivales. La propia CCI, por ejemplo, ha hecho público los últimos años una serie de debates internos sobre “Las causas del período de prosperidad consecutivo a la II Guerra mundial”, así como análisis de crisis internas. La duda, las divergencias y las dificultades, dentro de un marco teórico firme y argumentado, son expresión de un pensamiento científico vivo. La “certeza” absoluta acrítica pertenece más bien al terreno del dogma.

Estos elementos (que en ningún caso se identificaron como militantes o simpatizantes de alguna corriente bordiguista, aunque es evidente que lo eran), acudieron como bloque no con el ánimo de debatir honestamente, ya fuera apasionadamente y ya fueran las diferencias, sino con el de hacer “reinar” sus posiciones a base de elevar la voz y ningunear las posiciones e interrumpir las exposiciones de los demás, al más puro estilo del circo parlamentario burgués y de la telebasura. Su fin estaba muy alejado de la búsqueda de clarificación colectiva, lo que se evidenció de forma caricaturesca en algún punto, por ejemplo cuando en algún momento del debate surgió alguna discrepancia entre estos mismos “contertulios” (dos ejemplos: sobre si el objetivo del proletariado es únicamente liberarse a sí mismo, o al conjunto de la humanidad no explotadora y sobre los sindicatos donde andaban divididos ya que uno de ellos denunciaba el sindicalismo mientras que los otros lo defendían a ojos cerrados), y rápidamente se le dio al discrepante la consigna de “en casa hablamos”, lo que puso fin a la discrepancia. Pura mentalidad y actitudes de política burguesa e izquierdista.

Una mentalidad que busca, repetimos, no la claridad, sino el rebatir de forma impulsiva, ansiosa y agresiva, incluso irracional, haciendo alusiones a la testosterona, aquellas posiciones que se consideran enemigas, en machacar al rival. Afortunadamente, la claridad política ni se decreta, ni está basada en la interpretación interesada de supuestos textos sagrados. Es el desarrollo histórico y la lucha de clases quien la determina.

E insistimos, no se trata de divergencias de posiciones programáticas en sí, sino de señalar la absoluta necesidad de la cultura de la teoría y del debate para la lucha proletaria, y de combatir las mentalidades y actitudes que son obstáculo para el desarrollo de esta.

Stan, 1-11-14


[1] “Tesis sobre la Descomposición”, Revista Internacional no 62, Corriente Comunista Internacional. Ver /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [1]

[2] Para un balance de los movimientos de 2011 ver nuestra hoja internacional “De la indignación a la esperanza”. https://es.internationalism.org/node/3349 [2]

[3] “A 90 años del Manifiesto Comunista”, León Trotski.

[4] “Texto de orientación: militarismo y descomposición”, Revista Internacional no 64.

Ver /revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [3]

[5] “La cultura del debate: un arma de la lucha de clase”, Revista internacional no 131.

/revista-internacional/200711/2088/la-cultura-del-debate-un-arma-de-la-lucha-de-la-clase [4]

[6] ídem.

 

Cuestiones teóricas: 

  • Cultura [5]

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Cultura del debate

El Estado capitalista es el culpable de la barbarie contra los trabajadores

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La masacre perpetrada contra los estudiantes normalistas de Ayotzinapa en el estado de Guerrero es una expresión rotunda de la barbarie que el capitalismo mundial ha venido profundizado desde los años sesenta contra el proletariado a escala planetaria, es decir, contra la humanidad toda. Porque la masacre expresa no un hecho aislado, sino histórico. Y esto es así, sobre todo, si consideramos la barbarie inaudita que con las dos guerras mundiales, pasando por la guerra civil española, puso en práctica el poder del dinero en la primera mitad del siglo XX.

En la imagen del joven normalista desollado, Julio Cesar Mondragón, se expresa de manera cruda el rostro del capitalismo y la auténtica moral burguesa: para que las leyes de la acumulación del capital, que tienen como objetivo la extracción de la ganancia se mantengan como dominantes, es preciso destruir física, intelectual y moralmente a la clase que se opone a dichas leyes, al enemigo de clase, esto es, al proletariado. Los personeros del capital y sus aparatos de dominación, haciendo uso del monopolio de la violencia que les confieren sus propias leyes, actúan sobre el Cuerpo que resiste a dichas leyes, al Cuerpo que siente, piensa, protesta y toma consciencia, aunque sea de manera incipiente, de la explotación burguesa. Contra el Cuerpo donde está depositado el futuro de la humanidad se enfilan todas las armas barbáricas del sistema.

La explotación en el proceso de trabajo, como lo plantea Marx, significa el desgaste de músculo, sangre, sudor, nervio, cerebro y piel del obrero colectivo, del sujeto universal por excelencia. Esa explotación sobre la fuerza de trabajo es la esencia del capital que se encuentra oculta, velada, por la apariencia al nivel de las relaciones de intercambio. Y esa explotación significa el deterioro gradual, sistemático, y definitivo del Cuerpo del obrero como sujeto social. Cuando este sujeto se opone, se resiste y actúa contra esas leyes, cuando va más allá de dichas leyes (que se conservan de tiempo en tiempo con la imposición de las llamadas reformas estructurales a escala mundial), entonces el capital pone en práctica otros mecanismos de dominación.

Estos mecanismos se expresan al nivel del derecho constitucional con la imposición de leyes draconianas destinadas a disminuir los costos de la fuerza de trabajo (reformas laborales y seguridad social, a través del aparato “democrático” del Estado); con leyes en el ámbito del sistema educativo con el objetivo de reproducir las ideas de la clase dominante de acuerdo al momento histórico (reformas educativas); a nivel político ideológico con la imposición de ideas, valores y cultura (sistema de partidos, sindicatos, medios de comunicación, iglesia e instituciones oficiales de cultura). Todos estos mecanismos respaldados por el arma histórica fundamental del capitalismo: la guerra armada contra el mundo de los trabajadores. Es aquí donde entran en escena las armas de represión física y psicológica representadas por el sistema de inteligencia y policiaco en el sentido amplio. Con el desollamiento y la masacre (y con todas las masacres históricas), el Estado capitalista pretende dar un mensaje al proletariado: a cualquier cuerpo extraño que cometa actos en contra de las leyes del sistema capitalista se le aplica la muerte en sus diversas modalidades, como la tortura, el asesinato, el desollamiento, la desaparición, la masacre, las guerras de exterminio e imperialistas. Frente a esta lógica de la historia, podemos decir que si la burguesía de la época de la Revolución Francesa entró en pánico ante la política de Terror de la Convención republicana, entonces Maximilien Robespierre y los jacobinos se horrorizarían ante el espectáculo dantesco, terrorífico, ofrecido por la época actual de la barbarie capitalista.

La hipocresía burguesa trata de esconder su responsabilidad

Ahora bien, el rasgo que caracteriza la moral burguesa, en cada uno de los Estados nacionales y en todas las instituciones mundiales del capital, es la hipocresía. Frente a los hechos consumados y materializados en la masacre de Ayotzinapa, las diferentes instituciones de poder de la burguesía mundial se aprestaron a condenar tan “abominables” eventos. Por un lado, la ONU, la OEA y el gobierno de Washington exigieron castigo a los culpables mediante una investigación transparente y llevar ante la justicia a los responsables; por el otro y al otro lado del océano, el Parlamento Europeo se planteó la posibilidad de suspender el proceso de modernización del Acuerdo Global entre México y la Unión Europea, vigente desde el año 2000, hasta “reconstruir la confianza” con las autoridades mexicanas en materia de derechos humanos. Solo faltaría que el Banco Mundial izara la bandera con su lema que reza: “Working for a world free of poverty”, y prometiera recursos para sacar de la pobreza a todas las normales rurales en México como muestra de su alma “filantrópica” y “humanitaria”.

Los Estados capitalistas más poderosos del planeta, como expresión fehaciente del capital internacional y en alianza con los estados capitalistas del mundo subdesarrollado, han encabezado las más atroces masacres contra el proletariado internacional y han sembrado de cadáveres y de fosas comunes al planeta entero a lo largo de la historia.

Como lo señala Lenin, glosando La guerra civil en Francia de Carlos Marx, “[En el siglo XIX se desarrolló, procedente de la Edad Media] el poder estatal centralizado con sus órganos omnipresentes: el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura. [Al desarrollarse el antagonismo de clase entre el capital y el trabajo], el poder del Estado fue adquiriendo cada vez más el carácter de poder público para oprimir el trabajo, de máquina del despotismo de clase. Después de cada revolución, que marca un paso adelante en la lucha de clases, se acusa con rasgos cada vez más destacados el carácter puramente represivo del poder del Estado. [Después de la revolución de 1848-1849, el poder del Estado se convierte en una] máquina nacional de guerra del capital contra el trabajo. El Segundo Imperio lo consolida”.

Y agregaríamos que la Comuna de París y la Revolución Rusa son otros momentos de aceleración de la centralización del poder estatal del capital y de reforzamiento de su carácter represivo. Justamente, la fase de decadencia del capitalismo mundial se abrió con la primera guerra mundial, para continuar con la guerra civil española hasta culminar con la carnicería de carácter verdaderamente planetaria que significó la segunda guerra mundial. Los Roosevelt, Churchill, De Gaulle, Hitler y Stalin como herederos del poder político de los monarcas, emperadores, zares y republicanos-liberales completaron la obra de sus antecesores para repartirse los espacios de acumulación de capital y para descargar la artillería pesada, incluyendo la bomba atómica, sobre el proletariado. Una maquinaria estatal que se perfecciona permanentemente para enfrentar a su enemigo de clase: el proletariado internacional. En el siglo XX desarrolla aún más su carácter guerrero, como herencia del siglo XIX.

Si bien no existe una diferencia esencial entre esos Estados de principios de siglo xx y los actuales “Estados democráticos”, el ingreso del capitalismo en una fase de descomposición acentúa sus expresiones bestiales al momento de contener la indignación que genera. El carácter imperialista de todos los Estados, la amenaza de guerra mundial, la absorción de la sociedad civil por el monstruo estatal, la crisis permanente de la economía capitalista, características de su etapa decadente se mantienen durante la fase de descomposición, y además, aparece como la última consecuencia, la síntesis rematada de todos esos elementos. El pudrimiento de raíz de la sociedad se produce debido a que las contradicciones del capitalismo no cesan de empeorar, y por un lado la burguesía es incapaz de dar la menor perspectiva al conjunto de la sociedad y por otro el proletariado no está de momento en condiciones para afirmar la suya.

En las sociedades de clases, los individuos actúan y trabajan sin controlar real y conscientemente su propia vida. Pero esto no significa, sin embargo, que la sociedad pueda funcionar de forma totalmente ciega, sin orientación ni perspectiva. Efectivamente, “ningún modo de producción puede seguir viviendo, desarrollarse, afianzarse en bases firmes, mantener la cohesión social, si no es capaz de dar una perspectiva al conjunto de la sociedad en la que impera. Y esto es tanto más cierto para el capitalismo, al haber sido el modo de producción más dinámico de la historia” ([1]).

 La democracia asumió solamente otros rostros en las dictaduras militares de América Latina, África y Asia que sirvieron para imponer la lógica del capital mediante las reformas estructurales y para destruir todo movimiento social, del signo que fuera. Y las potencias industrializadas, apoyados por organismos internacionales como el BM, el FMI, la ONU, la OCDE, han continuado imponiendo su “democracia” en diferentes espacios como el Medio Oriente, los Balcanes, el Norte de África, en Asia y en los antiguos espacios del llamado bloque socialista. Todas estas guerras del capital han sido libradas entre las distintas fracciones burguesas para repartirse el botín, auténticas guerras interimperialistas.

Entonces, ¿por qué se horrorizan con las recientes masacres en México como la perpetrada contra los estudiantes normalistas de Ayotzinapa? En realidad no se encuentran horrorizados, simplemente y sencillamente es la forma hipócrita como la burguesía mundial festeja su triunfo sobre los trabajadores. Y eso es tan claro como el agua no contaminada porque presentan el conflicto como un acto de barbarie del gobierno y la policía municipal de Iguala, Guerrero, que se ha coludido con el narcotráfico para llevar a cabo la masacre. Eso es lo que afirman y han difundido los medios de comunicación ligados a los grandes capitales en el mundo como The New York Times, Libération, The Guadian o Le Monde. Este último, por ejemplo, publicó el miércoles 8 de octubre que los hechos “revelan la barbarie de la policía municipal y sus vínculos con el crimen organizado” y aunque señaló que se cometió un “crimen de Estado”, solo lo señala para el caso del estado de Guerrero.

En suma, para la burguesía mundial no es el Estado capitalista en México el responsable de tales actos de barbarie, sino que la responsabilidad cae sobre las espaldas de “malos” funcionarios que se ligaron al crimen organizado, es decir, como siempre ocurre el capital inventa a sus “chivos expiatorios” provincianos para lavarle la cara al Estado político de la burguesía en México y, de paso, embellecer el rostro de la democracia burguesa en el mundo exigiendo “justicia”. Los administradores pueden cambiar, el Estado es el mismo para el capitalismo, solo es necesario perfeccionarlo.

El control violento y sanguinario de regiones enteras por el narco es parte del Estado

Entonces, además del reforzamiento histórico del carácter represivo del Estado que hemos señalado, ahora se ha sumado un nuevo ingrediente que convierte al Estado capitalista mundial en un órgano de dominación aún más sanguinario: el narcotráfico y el crimen organizado (por el Estado, claro). Los trabajadores tenemos claro que los argumentos de la burguesía para explicar las causas de la Masacre de Ayotzinapa es una mentira monumental. Existen infinidad de documentos que demuestran que los cárteles de la droga y el crimen organizado son parte de la estructura del Estado en México y en el mundo. El que todas las estructuras del Estado están corrompidas y podridas hasta la médula y fusionadas con el narcotráfico, incluyendo a la iglesia, los empresarios, los partidos políticos, el ejército, la marina, la policía y la burocracia estatal no es un defecto que habría que corregir, sino que es el modus vivendi del capitalismo. Por lo tanto, resulta inverosímil el argumento del gobierno mexicano que presenta los hechos como un acto en el que el gobierno municipal de Iguala y un grupo de policías tomaron la decisión de cometer los crímenes contra los normalistas. En el marco del Operativo Guerrero Seguro existe una jerarquía clara y precisa para la toma de decisiones, y en ese Operativo participan todas las estructuras de la “seguridad” nacional: Ejército, Marina, Policía Federal, Procuraduría General de la República, y como órgano máximo de coordinación la Secretaría de Gobernación y el Presidente de la República como jefe de las fuerzas armadas. Todo crimen, toda masacre contra el proletariado, es una acto represivo del Estado burgués como aparato de represión institucionalizada. El rasgo que hoy agrega el acto barbárico de Iguala a diferencia de uno acontecido en Morelia en 2009, donde la población en plena celebración patriotera del 15 de septiembre fue atacada por el crimen organizado (por y desde el poder político usando las bandas del narco), es que el objetivo es un contingente del proletariado que se ha caracterizado por su combatividad, su condición de acentuada pobreza y un vinculo arraigado con los sectores más depauperados. Ahora no solo se trata de infringir terror y temor en las clases oprimidas, ahora atacan lo que según los cálculos de la burguesía considera como embriones de rebeliones futuras. En este sentido los reclamos de los familiares de los jóvenes masacrados y de los desaparecidos avanzan alguna claridad al rechazar que se imponga la versión impulsada desde el gobierno de todos los niveles de que la autoría intelectual y material recae en solo un grupo de vulgares matarifes municipales aliado con tal o cual cartel del narcotráfico y tienden a identificar al Estado burgués como responsable de esta bestialidad.

La solidaridad proletaria se expresa de nuevo

Y a pesar del terror sembrado por la burguesía, el proletariado más joven no ha doblado la espina dorsal frente a la Masacre. Por el contrario, ha levantado la cabeza para manifestar su indignación ante los hechos. Este es el aspecto más relevante que tenemos que destacar: la manifestación más genuina de la solidaridad de clase, propia de la moral proletaria, que se despertó como producto de esa masacre en la que se conjunta la historia de represiones, y que se expresó sobre todo en los jóvenes estudiantes que son un sector importante del proletariado y que culminaron en la masiva manifestación de protesta e indignación en la Ciudad de México, y en una veintena de ciudades del país, el día 22 de octubre; además de las diversas manifestaciones de solidaridad en todas partes del mundo.

El proletariado tiene la responsabilidad histórica de recuperar la memoria, la historia de las luchas de clases y comprender la naturaleza del Estado capitalista mundial, para desarrollar su conciencia de clase acerca de la alternativa histórica ante esta barbarie, acerca de la necesidad de su lucha por la abolición de este sistema que está ya gangrenado desde sus cimientos; debe comprender radicalmente que si no logra destruirlo, la barbarie capitalista como se conoce hasta ahora, degenerará aún más de manera dramática y brutal. Efectivamente, la verdadera amenaza al orden burgués proviene de la lucha de la clase obrera y sobre todo de la posibilidad de su toma de conciencia de la relación que existe entre la penuria diaria de su existencia y la barbarie de este tipo que son en realidad una unidad dentro del capitalismo, de la posibilidad muy concreta de que pueda tomar conciencia de la necesidad de cuestionar al mismo sistema capitalista y plantearse seriamente la necesidad de su destrucción revolucionaria.

Plexus, octubre de 2014


[1] es.internationalism.org/book/export/html/2123.

 

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Ayotzinapa

El verdadero rostro del capitalismo putrefacto

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Presentamos a continuación un volante elaborado por “Proletarios Comunistas Internacionalistas”. Es evidente que compartimos tanto su indignación como la postura política, sobre todo en su insistencia en que sea la clase obrera la que debe asumir una respuesta, no de manera aislada, no con actos de “violencia radical, ejemplares” que pretendidamente podrían “detonar” la movilización, pues denuncian muy bien que estas “estrategias” pertenecen al arsenal del izquierdismo y que lo único que consiguen es atomizar más a la clase trabajadora  ya que estos actos desesperados la reducen a la impotencia y la ponen de rodillas frente al despliegue del terror estatal de la burguesía.

Los compañeros denuncian muy bien el carácter de clase del Estado democrático burgués. El Estado no es neutral, sus partidos políticos no son tampoco neutrales y menos “defiende obreros” aunque se rasguen las vestiduras. La democracia es el cosmético de la feroz dictadura del capital. La democracia justifica y acentúa  la explotación asalariada, la democracia defiende al capital…Por eso los discursos de los gobernantes son hipócritas y buscan engañarnos permanentemente tratando de presentarnos un Estado que estaría al “servicio” de los ciudadanos. La dominación del capital descansa sobre el Estado democrático, garante de este sistema en plena descomposición social.

Es justamente esta idea, la de que el capitalismo decadente está sumido en su última fase, la de la descomposición social, la que debemos poner como telón de fondo de estos acontecimientos en Guerrero. Una de las características de esta fase terminal del capitalismo es la tendencia a la pérdida de control de la burguesía de su aparato político, junto a esto hay que agregar  la terrible gansterización de la vida social y en especial la del Estado, además, el narcotráfico que nos lo quieren presentar como algo “ajeno y en contra” de la democracia, es hoy su complemento, trabajan juntos y hacen parte del ejercicio de un mismo terror estatal contra la población (cobros de piso, extorsiones, control policial de regiones enteras, aplastamiento de cualquier protesta social que altere el “orden establecido”, deciden quién es candidato y quién es electo…). Por ello acordamos con los compañeros cuando afirman que Estado y el  narco son la misma cosa, los intentos por separar estos dos planos de la realidad son pura hipocresía ideológica.

Solamente en cuanto al “pacifismo socialdemócrata” queremos remarcar y contextualizar una idea. El pacifismo tiene su origen en la ilusión de una sociedad en “paz”, por eso esta idea cristaliza fundamentalmente en clases sin porvenir como la pequeña burguesía. Sin embargo las ONG hacen parte de los tentáculos del Estado en la sociedad, están abiertamente tripuladas por los Estados y aunque éstas explotan ese modus vivendi de esas capas intermedias no debemos perder de vista que son cortafuegos y oficinas de la burguesía. El  pacifismo es más una ideología de la fantasía, de lo no real. En una sociedad basada en la división entre clases sociales donde una minoría explota y vive a expensa de la enorme mayoría y cuyos intereses son irreconciliables, la “paz social” es una mera utopía. La siguiente cita redondea la idea: “En realidad el pacifismo nunca ha existido en una sociedad dividida en clases con intereses antagónicos. En esta sociedad lo que rige las relaciones entre las clases es la lucha. Por eso el pacifismo no ha sido nunca más que pura ideología. En el mejor de los casos un espejismo de capas impotentes y heterogéneas de una pequeña burguesía sin porvenir. En el peor una patraña, una mentira desvergonzada de las clases dominantes para que las clases explotadas abjuren de la lucha de clase y acaten el yugo de la opresión. Cuando se razona en términos de “pacifismo o terror”, es decir cuando se contrapone áquel a éste, se está cayendo en la trampa, se le está dando verosimilitud a este falso dilema, como ocurre también con la trampa igualmente construida sobre el falso dilema: guerra o paz.” (Terror, Terrorismo y violencia de clase, CCI).

Como lo dijimos arriba, saludamos la reacción de los compañeros por difundir una postura auténticamente proletaria e internacionalista, por denunciar con indignación esta muestra atroz, cruda y bárbara de lo que es capaz el Capitalismo en descomposición. Cuando las burguesías europeas derraman sus lágrimas de cocodrilo acusando a sus congéneres mexicanos de “asesinatos de lesa humanidad” en realidad lo hacen para ocultar sus propios crímenes. El mundo civilizado actual tiene rostros distintos pero la misma naturaleza: un capitalismo que está hundiendo a la humanidad en la barbarie, la desolación y la muerte. Como lo subrayan los compañeros, solo el proletariado mundial puede detener y revertir esta tendencia.

Nuestra solidaridad para los familiares de asesinados y desaparecidos, la clase obrera siempre pone lo muertos y esta vez sus hijos han pagado el precio. Rechazamos esa moral hipócrita de la burguesía que “se asusta y critica” su propia barbarie, saludamos los esfuerzos de reflexión que nos ayudan a entender los hechos en un marco proletario como lo hace esta hoja de los “Proletarios comunistas Internacionalistas”.

CCI, 14-10-14.

El Estado es la forma máxima de organización política y militar de la burguesía.
¡El Estado asesina!
¡La justicia no puede venir del Estado!

La forma en que el Estado llevó a cabo el asesinato de decenas de personas en Iguala es ya bien conocida: la policía del “movimiento progresista” cercó y disparó contra los estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa. El resto del trabajo, que consistió en asesinar a más de 40 estudiantes, quemar y ocultar sus cuerpos, lo llevó a cabo un grupo armado también ligado al Estado: el narco, junto con la policía del municipio de Iguala. La indignación y la rabia ante esta atrocidad es indescriptible, pero también es inmensa la hipocresía de todos los partidos, ONG e instancias oficiales y no oficiales del Estado.

¿”Guerra entre el Estado y el narco”
o un Estado que cada vez depende más del narcotráfico?

La estrecha colaboración entre la policía del “Movimiento Progresista” con los grupos armados del narcotráfico no habla de la “penetración” del “crimen organizado” en el Estado, sino más bien revela que la burguesía, en medio de la descomposición del capitalismo y cada vez más hundida en pugnas internas, recurre con mayor frecuencia a mayor violencia y a prácticas criminales. El narcotráfico no es un segmento separado de la burguesía y en tanto tal, los intereses del narco jamás han dejado de tener presencia en el aparato de Estado, la forma máxima de organización de la clase de los capitalistas contra la clase obrera.

La prensa, un instrumento de la burguesía, intenta reforzar la idea de que los Policías de Iguala eran un brazo armado de "Guerreros Unidos", pero ahora con el ejército y la gendarmería en las calles ya todo “está bien”. ¡Proletarios, recordemos!: el Estado es una máquina para que una clase reprima a otra, una máquina para el sometimiento y la explotación de otra clase.

El dolor de las familias usado en las disputas entre partidos
y en las pugnas internas de éstos

La izquierda del capital en la entidad sigue una estrategia a través de los medios: limpiar la imagen del PRD, PT, Morena, Movimiento Ciudadano, rumbo a las próximas elecciones. En medio del sufrimiento de las familias de los desaparecidos, los partidos, verdaderos engranajes de la maquinaria asesina de la burguesía, señalarán a uno u otro funcionario, a uno u otro policía, pero se guardarán de decir que el Estado, del cual ellos forman parte, es la causa de la barbarie que viven los explotados día tras día. Todos los partidos que integran el Estado (no solamente el PRI y el PAN), así como los que aspiran a formar parte de él, utilizan a su favor el descontento social y cuando llega el momento lo combaten a sangre, metralla y cárcel.

¿A qué terreno corresponden los llamados "derechos humanos"?

Los voceros del Estado y sus servicios de “derechos humanos”, a cuenta del gobierno o “independientes”, nos hablan todo el tiempo de “ejecuciones extrajudiciales” para inculpar a uno u otro funcionario, pero finalmente, para exculpar a la burguesía como clase social a cargo de tribunales, ejércitos, policías y bandas criminales. Para esos defensores de la ley y el orden burgués bastaría que las ejecuciones se dieran “dentro del marco de la ley”. De ese modo ocultan que la violencia y el terror son en sí mismos la forma brutal en la que el Estado garantiza el buen andar de los negocios de la burguesía.

Los llamados "derechos humanos" están pues dentro de un terreno donde la burguesía tiene absoluto control. No importa que los reivindique el magisterio, los aparatos sindicales, los llamados "medios libres" o los propios normalistas. ¡Es necesario romper con esa visión burguesa de las cosas! Por ello es importante saber de antemano qué sigue en el guión del gobierno después de las llamadas "investigaciones” para seguir manteniendo la falsa idea de que la justicia puede venir de la burguesía.

El circo de los "derechos humanos"
tiene por finalidad el reforzamiento del dominio burgués

Lo más importante para la clase de los capitalistas es mantener el "prestigio" del Estado. El circo de las comisiones de investigación y de “derechos humanos” seguirá el mismo protocolo que sigue la burguesía en todo su historial de crímenes: investigación – juicio – amparos – sentencias - reforzamiento-del-Estado. Recordemos el caso de la masacre del poblado de Las Dos Erres en Guatemala, donde el ejército asesinó a más de 500 hombres, mujeres y niños: La conclusión de toda la etiqueta que se coloca la burguesía concluyó en una sentencia macabra, en una burla: Un “monumento” erigido por los asesinos para “mantener la memoria”, pedazos de papel con el sello del Estado para comprar, silenciar y hacer cómplices a los familiares, y una Ley de Reconciliación Nacional, con la participación de toda la fauna de organismos de “derechos humanos” y el gobierno, en otras palabras, una ley para afirmar el sometimiento de los familiares de las víctimas a la colaboración de clases, a la aceptación de los términos impuestos por los asesinos. Una burla para lavarle la cara al Estado y a la clase a la que sirve: la burguesía.

La única justicia: ¡luchar por la destrucción del capitalismo!
¡Romper con toda colaboración de clases!

El hundimiento en la miseria y la existencia de la sociedad burguesa son la causa de una descomposición mayor del capitalismo que amenaza con destruir consigo también a los explotados. En medio de esa situación, el proletariado se ha encontrado con enormes dificultades para desarrollar luchas en sus propias manos, para extenderlas y para romper con todo el aparato político del capital, que no se limita solamente a la “derecha”, sino que también la integran los partidos, sindicatos oficiales e “independientes” y los grupos del izquierdismo, los cuales mantienen toda expresión de lucha en los confines de la visión burguesa que encadena con mayor fuerza al proletariado: el nacionalismo, instrumento ideológico en el que se funda toda colaboración con la burguesía.

Es contra esa izquierda del capital con la que la clase obrera tiene que romper. Los métodos desesperados del izquierdismo mantienen las luchas aisladas y por ello mismo, toda lucha de los trabajadores se vuelve susceptible a la represión. La impotencia de los estudiantes proletarios por reconocerse como parte de la clase obrera y por desarrollar formas propias, que no los aísle en gremios, separándolos del resto de la clase trabajadora, es otro obstáculo a superar.

El pacifismo socialdemócrata y la violencia minoritaria tienen un mismo origen: el pensamiento pequeñoburgués. La única forma de enfrentar a la burguesía es la lucha masiva, consciente y organizada del proletariado

La solidaridad proletaria no es un seguimiento ciego de manifestaciones y consignas, sino la crítica sin concesiones a todo lo que impida el desarrollo de la lucha del proletariado —como una sola clase a escala mundial — contra la burguesía, contra el Estado, contra el capital. Es necesario recuperar los métodos de lucha que le son propios a la clase proletaria, ajenos a la violencia minoritaria y la organización autoritaria y militarista. No se trata de si las protestas son "pacíficas" o no. Se trata de su contenido: si contribuyen o no al desarrollo de una perspectiva autónoma del proletariado y a su generalización; y por autonomía entendemos, no la autonomía regional del pequeño-burgués, sino la autonomía del proletariado frente al resto de las clases. Se trata de recuperar, en la historia y experiencia mundial de la clase obrera, las formas y métodos que desarrollen verdaderamente la solidaridad con el resto de la clase obrera, su reflexión y su lucha dentro de un terreno de clase. Es necesario por tanto, romper con la ideología de martirologio y disciplina ciega que pregona la FECSM, con el pacifismo socialdemócrata de los partidos y ONG, con el aislamiento que imponen tanto los sindicatos oficiales como “independientes” o “de base”, con la violencia minoritaria de los grupos que pretenden dar “ejemplos” con su acción individual o minoritaria a lo que suponen que son unos “obreros pasivos y obedientes”, pues el origen de todas esas prácticas está, finalmente, en el pensamiento pequeñoburgués y en el marco de la izquierda del capital.

Si la clase obrera no se organiza por sí misma, si no se ataca de raíz todas las causas de la barbarie, toda la indignación, toda la rabia, todo el dolor, toda la fuerza, no irá sino orientada al reforzamiento del Estado, al reforzamiento de la burguesía.

La "justicia" no vendrá de los verdugos que son el Estado y las facciones burguesas de todos los colores.

¡Al Estado no hay que pedirle justicia, es necesaria su destrucción!

¡No reclamamos "derechos humanos", llamamos a organizarnos por nuestras necesidades, contra el capitalismo y todo su aparato de derechas e izquierdas!

Como explotados, la mejor solidaridad empieza por reconocernos como una misma clase: el proletariado.

Proletarios Comunistas Internacionalistas

Con muy pocos recursos hacemos un esfuerzo por desarrollar y dar a conocer una perspectiva proletaria. Lee, discute y reproduce este volante.

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Masacres en el Estado de Guerrero (México)

Guerra, pogromos y destrucción de la conciencia

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Según las últimas encuestas, el 87 %, incluso 97 % de los israelíes apoyaba la ofensiva militar en Gaza cuando se encontraba en su punto más intenso. Algunos incluso hacían fiestas en las colinas con vista a la Franja, bebiendo cerveza mientras observaban el mortal espectáculo de fuegos artificiales desde lejos. Algunos de los entrevistados a raíz de los ataques con cohetes de Hamas dijeron que la única solución es matar a todos los habitantes de Gaza - hombres, mujeres y niños. The Times of Israel publicó un artículo de un blogger judío-americano Yochanan Gordon titulado "Cuando el genocidio es permisible'[1] . En las marchas que siguieron al asesinato de los tres jóvenes israelíes en Cisjordania -el evento que desencadenó el conflicto actual- el lema "muerte a los árabes" se convirtió en un favorito del público.

En Gaza, se informa que la población sometida a los despiadados bombardeos israelíes -aéreos y de artillería- aplaudió cuando Hamas o la Yihad Islámica desataron una nueva ronda de cohetes, con la intención, aunque raramente con cualquier "éxito", de matar a tantos israelíes como sea posible (hombres, mujeres y niños). El grito de "Muerte a los Judíos" se pudo escuchar una vez más, al igual que en la década de 1930, y no sólo en Gaza y Cisjordania, sino también en las manifestaciones "pro-palestinas" en Francia y Alemania, donde sinagogas y comercios judíos han sido atacados. En Gran Bretaña también se ha producido un aumento de incidentes antisemitas.

Hace tres años, en el verano 2011, tras “la primavera árabe” y la rebelión de los "Indignados" en España, los lemas eran muy diferentes: "Netanyahu, Assad, Mubarak, la misma lucha" -que era la consigna de las decenas de miles de israelíes que habían salido a las calles contra la austeridad y la corrupción, contra la escasez crónica de vivienda y otras formas de privación social. Provisional y nerviosamente, la unidad de intereses entre judíos empobrecidos y árabes empobrecidos fue dirigida sobre la cuestión de la vivienda en las reuniones que cruzaron la división nacional siendo un tema para ambos independientemente de su nacionalidad.

Hoy, hay informes de pequeñas manifestaciones de israelíes que corean que Netanyahu y Hamas son ambos nuestros enemigos, pero ellos han sido rodeados, silenciados e incluso aún físicamente atacados por los sionistas del ala derecha con sus peticiones cada vez más ostensiblemente racistas. Destino irónico del sueño sionista: "una patria judía" que supuestamente debía proteger a judíos de la persecución y los pogromos han dado a luz a sus muy propios pogromistas judíos,  tipificado por pandillas como Betar y la Liga de Defensa judía.

En 2011, los oradores del movimiento de protesta expresaron el temor de que el gobierno encontraría una excusa para comenzar otro asalto sobre la Franja de Gaza y así conduciría a la protesta social al  callejón sin salida del nacionalismo. Esta última conflagración, más asesina que cualquiera de las guerras anteriores sobre la Franja de Gaza, parece haber comenzado con una provocación por parte de Hamas o posiblemente una célula separada jihadista -el brutal secuestro y asesinato de los jóvenes israelíes. Pero el gobierno israelí, con su despliegue espectacular de tropas para encontrar a los jóvenes, y el arresto de cientos de sospechosos palestinos, estaba demasiado impaciente por aprovechar los acontecimientos para propinar un golpe contra la coalición recientemente formada entre Hamas y la OLP, y al mismo tiempo, contra los que están detrás de Hamas, Irán en particular. "La República islámica" chiita actualmente está siendo cortejada por EU como un aliado en Irak contra el avance de los sunitas fundamentalistas agrupados en ISIS. Pero independientemente de los motivos del gobierno israelí para "aceptar"  la provocación de Hamas (que desde luego incluye el lanzamiento constante de cohetes hacia Israel), no hay ninguna duda de que el aumento actual del nacionalismo y el odio étnico en Israel y Palestina es un golpe mortal contra el reciente crecimiento de la conciencia social y de clase que vimos en 2011.

Un aire de Kishinev

Ha sido muy cacareado el centenario del estallido de Primera Guerra Mundial, nosotros recordamos lo que la revolucionaria internacionalista Rosa Luxemburg escribió desde su celda de la prisión en el Panfleto de Junio (originalmente titulado La crisis de la socialdemocracia) sobre la atmósfera de la sociedad alemana al estallido de la guerra. Luxemburgo nos habla acerca de

"…las manifestaciones patrióticas en la calle, la persecución de automóviles de aspecto sospechoso, los telegramas falsos,  los pozos de agua envenenados con el germen del cólera, los estudiantes rusos que arrojan bombas desde los puentes de Berlín, o de franceses que sobrevuelan Nuremberg; el salir a cazar espías, las multitudes cantando en los cafés con coros patrióticos; todos los barrios de la ciudad transformados en turbas prestas a denunciar, a perseguir mujeres, a llegar hasta el frenesí del delirio ante cada rumor; ...la atmósfera del asesinato ritual, el aire de Kishinev, que hacía que el vigilante de la esquina fuera el único representante que quedaba de la dignidad humana".

En realidad, en el tiempo que ella escribió estas palabras, en 1915,  aclaraba que esta euforia nacionalista inicial había sido dispersada por la miseria creciente de la guerra en casa y en el frente, pero los puntos restantes: la movilización de la población para la guerra, el cultivo del espíritu de venganza, destruyó el pensamiento, destruyó la moralidad, y creó un asqueroso "aire de Kishinev" –el aire del pogromo. Luxemburgo se refería al pogromo en 1903 en la ciudad de Kishinev, en la Rusia zarista donde los judíos fueron masacrados con el pretexto medieval "del asesinato ritual" de un muchacho cristiano.

Así como los poderes feudales que estaban felices de promover disturbios antijudíos para desviar la atención del descontento popular contra su régimen, y no raras veces para asegurarse que la destrucción de los judíos también destruía las grandes deudas que los reyes y señores habían incurrido de la mano de prestamistas judíos, los pogromos del siglo XX también tienen esta característica dual de una manipulación deliberada, cínica de parte de la clase dirigente, y el despertar de los sentimientos más irracionales y antisociales entre la población, más notablemente entre la pequeña burguesía desesperada y la mayor parte de elementos lumpenizados de la sociedad.

En Kishinev y pogromos similares, el régimen zarista tenía sus Centurias Negros, cuadrillas de gamberros de la calle listos para cumplir las órdenes de sus amos aristocráticos. Las autoridades Nazis que promovieron los horrores de la Noche de los Cristales Rotos en 1938 presentaron las palizas, saqueos y asesinatos como una expresión "de la cólera espontánea popular" contra los judíos después del asesinato del diplomático Nazi Ernst vom Rath por Herschel Grynszpan un joven judío polaco.

Los poderes del Inframundo y el poder del proletariado

Los poderes imperialistas que gobiernan el mundo hoy siguen alimentando estas clases de fuerzas irracionales en la defensa de sus propios sórdidos intereses. Bin Laden comenzó su carrera política como un agente de la Agencia Central de Inteligencia inclinado contra los rusos en Afganistán. Pero la destrucción de las Torres Gemelas por Al Qaeda de Bin Laden provee un potente ejemplo de cómo estas fuerzas fácilmente pueden escapar del control de los que tratan de manipularlos. Y aún el debilitamiento progresivo de la hegemonía mundial de los EE.UU. lo ha conducido a cometer el mismo error en Siria, donde, junto a Gran Bretaña, se contentaba de apoyar encubiertamente a los musulmanes radicales que se oponen el régimen de Assad –hasta que amenazaron con instalar en Siria y ahora en Irak un régimen aún más hostil a intereses estadounidenses que el régimen de Assad. Incluso Israel, con sus agencias de servicios secretos sumamente entrenadas, repitió el error cuando al principio animó el crecimiento de Hamas en Gaza como un contrapeso a la OLP.

En la etapa más avanzada de su decadencia, el capitalismo es menos  capaz de controlar las fuerzas del Inframundo que ha conjurado. Una manifestación clara de esta tendencia es que el espíritu del pogromo se extiende a través del planeta. En África Central, en Nigeria, en Kenia, no musulmanes son masacrados por fanáticos islamistas, provocando contramatanzas por cuadrillas cristianas. En Irak, Afganistán y Paquistán, terroristas sunitas bombardean mezquitas y procesiones chiitas, mientras ISIS en Irak amenaza a cristianos y yazidíes con la conversión, la expulsión o la muerte.

En Birmania, la minoría musulmana con regularidad es atacada por "budistas militantes”. En Grecia, los inmigrantes son violentamente atacados por grupos fascistas como Amanecer Dorado; en Hungría, el partido Jobbik se encarrila contra judíos y gitanos. Y en la "democrática" Europa Occidental campañas xenófobas contra musulmanes, inmigrantes ilegales, rumanos y otros se han convertido en la norma política, como en las  recientes elecciones europeas.

En respuesta al pogromo de Kishinev, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, en su histórico congreso de 1903, acordó una resolución llamando a la clase obrera y a los revolucionarios a oponerse a la amenaza de pogromos con toda su fuerza:

"En vista del hecho que los movimientos tales como el tristemente bien conocido pogromo en Kishinev, muy aparte de las atrocidades abominables que cometieron, sirve en las manos de la policía como un medio por cual se procura contener el crecimiento de conciencia de clase entre el proletariado, el Congreso recomienda a los camaradas usar todo lo que está en su poder para combatir tales movimientos y explicar al proletariado lo reaccionario y la inspiración clasista de las incitaciones antisemitas y todas las otras incitaciones nacionales chovinistas".

¡Cómo era correcta esta resolución al ver el pogromo como un ataque directo sobre la conciencia de clase de proletario! En 1905, confrontado con huelgas de masas y la aparición de los primeros soviets de trabajadores, el régimen zarista desató el pogromo de Odesa directamente contra la revolución. Y la revolución respondió no menos directamente: los soviets organizaron milicias armadas para defender los vecindarios judíos contra las Centurias Negras.

Hoy esta cuestión es más universal y aún más vital. La clase obrera está viendo su conciencia de clase, su mismo sentido de sí misma como una clase, zapada y minada por el coloso implacable de la descomposición capitalista. En el nivel social, esta descomposición de la sociedad capitalista significa la lucha de cada uno contra todos, la proliferación de rivalidades de pandilla, la extensión siniestra de odios étnicos, raciales y religiosos. En el nivel de los Estados-nación, significa la extensión de conflictos militares irracionales, alianzas inestables, guerras que al mismo tiempo evitan el control de los grandes poderes, pero también los arrastran más lejos en el caos mismo que ellos han creado. Y vemos en las guerras en Israel/Palestina, en Irak, en Ucrania, como el espíritu del pogromo se convierte en un adjunto directo de guerra, y amenaza con convertirse en su encarnación última: el genocidio, el exterminio organizado de poblaciones enteras por el Estado.

Este cuadro sombrío de una sociedad global en su agonía de muerte puede inducir sentimientos de angustia y desesperación, sobre todo desde que las esperanzas que aparecieron en 2011 han sido destrozados  casi totalmente, no sólo en Israel, sino a través del Oriente Medio entero, que ha visto las protestas de Libia y Siria sumergidas en crueles "guerras civiles"  y la supuesta "revolución" de Egipto dar lugar a un régimen represivo después de otro. Más aún: estos movimientos, sobre todo el de la España "democrática", realmente comenzaron a crear una perspectiva por el porvenir al mostrar el potencial de las masas cuando ellas van juntas a las manifestaciones, a las asambleas, en debates profundos sobre la dirección de la sociedad capitalista y la posibilidad de deshacerse de ella.

Estas manifestaciones fueron un signo de que el proletariado no está derrotado, que no ha sido abrumado totalmente  por la avanzada putrefacción del orden social. Reanimaron, aunque de manera confusa y vacilante, el espectro de la lucha de clases, del proletariado internacional, que hizo las revoluciones de 1905 y 1917-18, que acabó con la Primera guerra mundial con sus huelgas y levantamientos, que bloqueó el camino a la Tercera Guerra Mundial  con el renacimiento de sus luchas después de mayo de 1968 en Francia, y que otra vez han comenzado a mostrar su mano en los movimientos de clase entre 2003 y 2013.

La clase explotada en la sociedad capitalista, comprendiendo los intereses comunes que la unen a través de las barreras nacionales, étnicas y religiosas, es la única fuerza social que puede prevalecer contra el espíritu de venganza, contra el chivoexpiatorismo de minorías, contra los odios nacionales y contra los Estados-Nación y sus guerras infinitas.

Amos


[1] Este ha sido retirado rápidamente tras las numerosas críticas, pero el hecho de que pudo ser publicado es en absoluto indicativo de un estado de crecimiento de ánimo en el Israel.

 

Geografía: 

  • Israel [8]
  • Palestina [9]
  • Oriente Medio [10]

Noticias y actualidad: 

  • Centurias Negras [11]

Acontecimientos históricos: 

  • pogromo de Kishinev [12]

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Medio Oriente

La falsificación de la historia en los programas escolares

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Agradecemos a un compañero muy próximo la traducción de un artículo de nuestra sección en Francia y la introducción que realiza al mismo.

CCI

El artículo que he traducido de la página de la CCI online en francés explica detenidamente el rol ideológico de la historia, la geografía y la educación cívica en la escuela y liceos franceses. En el artículo se dan innumerables ejemplos a partir de la realidad francesa. Su sentido, obviamente, puede extenderse a la realidad española o a la de otras zonas del mundo. Ya que la educación pública es en realidad la de un Estado burgués que utiliza la educación con una finalidad marcadamente ideológica a fin de preservar y presentar como natural el orden de la mercancía.

En el plan de estudio del Estado francés se vincula la historia y la geografía a la educación cívica. Este aspecto democrático y ciudadanista es reiteradamente presentado también en las leyes de educación del Estado español (ya sea la LOE aprobada bajo un gobierno “socialista” o la LOMCE aprobada por el PP) y al mismo tiempo ha sido un motivo de disputa entre diferentes fracciones de la burguesía. El PP a través de la LOMCE ha eliminado la asignatura de Educación para la ciudadanía con la que la izquierda burguesa pretendía adoctrinar a la juventud obrera en los valores constitucionales de la abstracción democrática, dando valor académico a la asignatura de religión al mismo tiempo que establece una materia alternativa que se llama Valores sociales y cívicos en primaria y valores éticos en secundaria. Huelga decir que entienden los planes de estudio por valores éticos, los valores atomizados y aislados del ciudadano burgués.

Otro aspecto muy interesante del artículo traducido es el rol que cumple la educación burguesa (estatal, concertada o privada) en disciplinar a la juventud obrera para acostumbrarla a la alienación del trabajo asalariado al mismo tiempo que pretende adocenar el espíritu crítico de los alumnos y alumnas, por fortuna muchos de ellos y ellas no dejan de denunciar algunos de los efectos más perversos de la dominación burguesa. La escuela y los institutos, el sistema educativo público cumple de esta manera una función en la reproducción de la fuerza de trabajo, de cara a cumplir necesidades de formación que serán indispensables una vez que la burguesía adquiriendo la fuerza de trabajo como mercancía utilice el valor de uso del trabajo como mecanismo de acumulación de capital.

Frente a la mitificación acerca de cómo la educación pública corrige y compensa las desigualdades en realidad es una enorme máquina de reproducir dichas diferencias estructurales. A través de la creación permanentemente de guetos en subdivisiones entre educación privada, concertada y pública, dentro de las propias clases de la educación público-estatal y no sólo. Estas subdivisiones clasifican y marca, señalan ya lo que las instituciones piensan que son los/as alumnos/as. Dividiéndoles en alumnos/as más o menos capaces, en clases que pueden salir a una actividad extraescolar y los que no, las clases que imparten una educación bilingüe (recortada en contenidos en cualquier caso) y las que no… Estas subdivisiones y clasificaciones lejos de compensar las desigualdades sociales las marcan con hierro candente.

Y además existe un presupuesto inicial que permite dicha reproducción y es que la lógica de la mercancía, de sus igualaciones formales y abstractas, está plenamente inserta en las aulas escolares. La igualdad abstracta que identifica falsamente a todos/as los/as alumnos, independientemente de sus vidas, orígenes, procedencias, ingresos, recursos culturales en las familias… Esa abstracción a semejanza que en la economía capitalista o que en la política democrática se impone de un modo coactivo en la educación, imponiendo de una manera obligada su fetichismo, cosificando a las personas (tú eres la nota que sacas, las competencias, objetivos y contenidos con los que te evalúan) y personificando las instituciones coactivas como en este caso el sistema escolar.

Y todo ello en una época de decadencia del capitalismo que vive su fase última la descomposición[1] con su lógica de degradación moral, la tendencia a la agrupación en bandas y una violencia cada vez más descontrolada. Todo ello se encuentra presente en unas aulas escolares que la burguesía presenta ideológicamente como un reino abstracto y neutral del saber.

Por ello y como concluye el artículo traducido, la verdadera educación y formación pasa por la recuperación asociada de las tradiciones históricas, teóricas y morales auténticas del proletariado.

Andrei, Octubre 2014.

La falsificación de la historia en los programas escolares

En las sociedades de clase, la educación es una herramienta de dominación. La sociedad capitalista no escapa en absoluto a esta lógica llegando a amplificar el fenómeno y su racionalización. El sistema escolar tiene por función formar futuros trabajadores dóciles y útiles para los intereses de la burguesía. Para hacerlo, los centros escolares tratan de formatear ideológicamente los espíritus de los jóvenes escolares pero también de dirigir los jóvenes cuerpos para que se adapten a las exigencias del trabajo asalariado. La escuela es pues un centro disciplinario desde todos los puntos de vista. En ningún caso permite la realización personal y el desarrollo del espíritu crítico[2]. La enseñanza de historia-geografía-educación cívica en el ciclo secundario muestra por ejemplo hasta que punto el sistema educativo burgués forma parte integrante de la ideología dominante. Los programas de historia han sido siempre construidos para y a favor de la propaganda de Estado[3]. Su estructura quiere anclar la “realidad” en el orden social burgués. De hecho, la enseñanza de esta disciplina participa en la falsificación del verdadero pasado de las sociedades humanas. Así, las jóvenes generaciones de obreros se mantienen en un clima de ignorancia favorable a la pérdida del espíritu crítico. Queremos, pues, denunciar la propaganda aplicada por el Estado burgués en la formación de los futuros obreros.

A la búsqueda del comunismo primitivo

En tanto que saber académico, la historia inicia con la aparición de la escritura hacia la mitad del IV milenio antes de nuestra era. En concordancia con esto, los saberes sobre las sociedades del pasado comienzan en los programas (escolares) en el mismo periodo puesto que el primer capítulo de historia en la clase de 6º año trata sobre las civilizaciones egipcia y mesopotámica. Estas sociedades han alcanzado ya un nivel de desarrollo particular.

  • Ellas son desiguales y divididas en clases sociales.
  • El Estado ha llegado a un nivel importante de sofisticación.
  • La preponderancia del rey y de los sacerdotes en tanto que símbolos políticos e ideológicos está bastante enraizada.

Si se sigue la lógica de los programas, las sociedades humanas están ampliamente organizadas de este modo. Sin razón aparente invitan a pensar a un joven escolar que el Egipto de las pirámides o las ciudades de Ur o de Babilonia son las primeras huellas de la vida de los Hombres en sociedad. Y, sin embargo, nuestra especie vivía ya desde hace centenares de miles de años. Y la elección de cercenar la casi totalidad de esos años no es para nada arbitraria. Tomando como punto de partida el Egipto de los faraones y las ciudades de Mesopotamia, la burguesía desea martillear sobre el carácter determinista de las desigualdades sociales. Se trata de enraizar la idea de que las sociedades desde “la noche de los tiempos” se dividen entre dominantes y dominados. Esta visión profundamente conservadora tiene por función legitimar el orden social capitalista y anclarlo en el espíritu de los jóvenes escolares. Simplificando he aquí el mensaje que el Estado pide que transmitan los profesores a los alumnos: “las desigualdades, la dominación, el Estado, los jefes siempre han existido y no podrá ser de otro modo en el futuro”. Dicho de otro modo, los hombres están destinados naturalmente a dominarse los unos sobre los otros[4].

Por lo tanto, las adquisiciones de la ciencia y del marxismo ofrecen una visión totalmente diferente de los primeros tiempos de la humanidad. En efecto: «durante la mayor parte de su historia, durante cientos de miles, puede ser millones de años, la humanidad ha vivido en una sociedad sin clases, formada por comunidades donde lo esencial de las riquezas era compartida, sin intervención de intercambio o dinero; una sociedad organizada no por los reyes o sacerdotes, los nobles o la máquina estatal sino por la asamblea tribal. Es a ese tipo de sociedad al que se refieren los marxistas cuando hablan de “comunismo primitivo»[5]. Esta visión es profundamente desconcertante para la ideología burguesa. Así, en la escuela como en otras partes, el comunismo primitivo es negado o minimizado con la finalidad de afirmar que el comunismo es un ideal inalcanzable en la realidad. Sin magnificarlas[6], estas sociedades nos dan indicaciones inversas, es decir, que los hombres son capaces de poner en el centro de la organización social la solidaridad, el apoyo mutuo y el compartir.

En su búsqueda de verdad, el marxismo ha permitido comprender que la emergencia de la explotación es un resultado histórico. Negando el movimiento de la historia, la burguesía falsifica la evolución de la humanidad. Ella no incita a que las jóvenes generaciones se cuestionen acerca de los orígenes de nuestra especie. La clase dominante tiene conciencia que sin comprender nuestro pasado es muy difícil entrever las posibilidades de una sociedad del futuro. Por eso ella hace de todo para burlarse de la curiosidad y el espíritu crítico de los alumnos sobre estas cuestiones.

La disolución de la lucha de clases

Para los marxistas, «la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases»[7]. En efecto, después de numerosos milenios, los antagonismos de clase forman el “motor de la historia”, su dinámica, su movimiento. Opresores y oprimidos llevan a cabo «una lucha ininterrumpida, que acaba siempre ya sea por una transformación de toda la sociedad ya sea por la ruina común de las clases en lucha»[8]. Evidentemente el sistema escolar burgués rechaza totalmente este punto de vista. Como lo prueba que el lugar dado a las revueltas o a los movimientos de subversión del orden social en el curso del tiempo es algo casi inexistente en los programas y en los manuales escolares. Las revueltas de esclavos en las sociedades antiguas, los movimientos heréticos o las revueltas campesinas en el seno de la sociedad feudal, las luchas del movimiento obrero desde el siglo XIX se encuentran muy lejos de constituir el corazón de los capítulos abordados en el curso del año. Y cuando son tratados estos acontecimientos lo son bajo el sesgo de una problemática que oculta plenamente su significación. Tomemos el ejemplo de la Comuna de París de 1871. Esta cuestión es abordada en la clase de 4º en el cuadro del capítulo “La evolución política de Francia (1816-1914)”. El objetivo es el de mostrar la forma en que la República se impone en Francia a partir de 1870. En primer lugar, el lugar asignado a la Comuna de París es ínfimo. En segundo lugar, las causas del acontecimiento son presentadas como una reacción al antiguo orden bonapartista. He aquí la forma en la cual un manual (colección Belin) presenta los hechos: «La República proclamada en París el 4 de septiembre de 1870 aparece incierta pues la Asamblea Nacional elegida en 1871 es mayoritariamente realista. El pueblo de París que teme una restauración de la monarquía y quiere continuar la lucha contra Prusia se revuelve a través de la Comuna de París: siendo reprimida en la sangre». Traducid, los obreros parisienses se han rebelado sólo contra la monarquía y el invasor prusiano (para defender la República y la Patria) pero ante la amplitud y las perspectivas revolucionarias que conllevaba “es reprimida en la sangre”. Si la burguesía no puede ocultar este episodio del movimiento revolucionario así como su terrible represión, ella puede, sin embargo, desvirtuarlo. En los programas, la Comuna es separada del movimiento revolucionario internacional. Los documentos resaltan los avances sociales y democráticos segregados por el movimiento. La Comuna es presentada como un laboratorio útil para la construcción de la República. Pero la Comuna de París no se reduce ni a un movimiento patriótico, ni a una lucha por las libertades republicanas. Es sobre todo la manifestación del rol del proletariado como la única fuerza capaz de destruir el capitalismo[9]. La burguesía tiene clara conciencia de esto y se esfuerza por ocultarlo a los futuros obreros. 

Lo mismo vale para la oleada revolucionaria de los años 20´ que se aborda en la clase de tercero. La revolución de Octubre de 1917 aparece en el programa y figura en la misma lista de repertorios históricos que el escolar debe retener a lo largo de su curso. ¿Pero qué es lo que retiene en realidad? Que este acontecimiento es «un golpe de Estado organizado por Lenin, el jefe del partido bolchevique»[10]. O una «revolución bolchevique conducida por Lenin»[11]. Una vez más con esto la burguesía niega la fuerza revolucionaria de las masas obreras y presenta la revolución de octubre como la obra de un Partido y de un hombre cuando fue la realización de las masas obreras[12].

Aún más los programas llevan a cabo la gran mentira que identifica el estalinismo al comunismo. Hasta 2013 esta falsificación era claramente explicitada en las directivas oficiales. La URSS es presentada como «un régimen comunista, fundada por Lenin, que quiere crear una sociedad sin clases y exportar la revolución (IIIª Internacional)»[13]. Con el arreglo del programa de 3º en el cambio realizado en la revisión del año 2013, esta directiva no se escribe ya “negro sobre blanco” pero la asimilación queda muy presente en cualquier caso en los manuales escolares: «Después de la muerte de Lenin en 1924, Joseph Stalin se presenta como su único heredero. Sólo en el poder a partir de 1929, él decide acelerar la puesta en marcha del comunismo en la URSS y la transformación de la economía»[14]. O, las características de la sociedad estaliniana no tienen nada que ver con la perspectiva (todavía a la orden del día) enunciada por el Manifiesto Comunista en 1848. El verdadero rostro de la URSS fue el capitalismo de Estado en el que una nueva burguesía persiguió la explotación del proletariado ruso. Los medios de producción no fueron en ningún caso puestos en común y el Estado no fue para nada abolido sino al contrario utilizado hasta su summum.

Presentar el comunismo como una sociedad ya advenida en el curso del siglo XX en la URSS, Cuba, o en China es una mistificación aún muy eficaz aunque la burguesía no evalúa ya hacerlo su caballo de batalla. Esta mentira insoportable, provoca una gran confusión en el seno de la clase obrera, debe ser condenada y denunciada, en nombre del fin último del proletariado: la reunificación de la sociedad humana.

Pero el arma más eficaz contra la lucha de la clase es la propaganda democrática y ciudadana. Los programas de educación cívica de los colegios y de los institutos son destinados a machacar las “virtudes” de la democracia: «la igualdad republicana es determinante para compensar y corregir las desigualdades. Las leyes protegen los bienes y las personas y fijan los cuadros de la vida en sociedad»[15]. Aún más la necesidad de ser un ciudadano responsable respetando sus derechos y sus deberes para asegurar la armonía social. El rol del Estado es desviado puesto que se le presenta como una entidad que «organiza la protección contra los riesgos mayores y asegura la seguridad sobre el territorio»[16]. Lo que se oculta a los alumnos es que el Estado es una herramienta de conservación social que permite a la clase dominante asegurar sus intereses. En la clase de 4º, un capítulo se consagra «al ejercicio de las libertades en Francia». Una vez más, la burguesía muestra todo su cinismo y su hipocresía puesto que el programa se focaliza sobre la libertad de opinión y de conciencia (religión, laicidad…) pero la explotación de la clase obrera y su alienación son evidentemente silenciadas. Otras tantas mistificaciones que formatean a los alumnos y trituran su espíritu crítico. Para Jules Ferry[17], la enseñanza de la educación cívica debía asegurar el encuadramiento ideológico de los hijos de los obreros: «Ciertamente el Estado no es doctor en matemáticas, doctor en letras ni en química (…). Si le interesa retribuir a los profesores no es para crear ni para extender verdades científicas; no es por esto por lo que se ocupa de la educación: se ocupa de ella para mantener una cierta moral de Estado, un tipo de doctrina de Estado, indispensable para su conservación (…). Mientras que no hay que recelar de ejercer el apostolado de la ciencia, de la rectitud y de la verdad hay que oponerse resueltamente, en todos los lugares, a este otro apostolado, a esta retórica violenta y mentirosa (…). ¡Esta utopía criminal y retrograda que ellos llaman guerra de clases!». La burguesía actual es mucho menos explícita cuando ella enuncia sus proyectos de educación. Además las mistificaciones democráticas y ciudadanas son mucho más completas y están más perfeccionadas que en los tiempos de Jules Ferry. Los programas de educación cívica se elaboran para que el alumno pueda digerir todos los artificios que enmascaran la lucha de clases. La complementariedad de los programas de educación cívica y de historia se dirige a negar la naturaleza de la burguesía como clase explotadora. Para ella, el capitalismo y la democracia representativa son el modo más perfecto de organización social. En definitiva lo que hay que inculcar a los alumnos es que la historia se ha acabado y se ha acabado bien. No hay ninguna necesidad de entrever otras perspectivas, la sociedad capitalista y democrática es lo más perfecto que el hombre sea capaz de construir. Cara a estas mentiras, la experiencia y las adquisiciones teóricas del movimiento obrero permiten decir la verdad. ¡No! La sociedad no es una suma de individuos “libres e iguales” sino una organización de clases antagónicas con intereses divergentes. En todas las partes del mundo, comprendiendo los países democráticos, los obreros son explotados y exprimidos. Un profundo sentimiento de disgusto los asalta a la vista de los privilegios sin control y las malversaciones de los patrones o de los hombres políticos. Además como he podido comprobar por mi propia experiencia los alumnos no son cándidos. Algunos de ellos no dejan de denunciar la corrupción y las desigualdades cuando se le expone la sociedad ideal en la que se nos anuncia vivir. La realidad no engaña a esos jóvenes espíritus.

La propaganda patriótica

Desde los primeros tiempos de la escuela republicana, el patriotismo y la “novela nacional” toman un lugar central en los programas. La Comuna de París había hecho vacilar a la burguesía que reaccionó amplificando la capa de plomo ideológico sobre la clase obrera. Ella deseaba romper el internacionalismo que el proletariado francés había desplegado en 1871. Para el ministro de instrucción Jules Simon, una de las lecciones de la “prueba” que Francia acababa de sufrir es que era necesario «que Francia conozca Francia tan bien como los extranjeros»[18]. Puede ser que más que en otras disciplinas, la historia y la geografía posee un rol ideológico esencial en el sistema escolar. En el umbral del siglo XX, la enseñanza de la historia se despliega en todos los niveles de la enseñanza. El chauvinismo, el nacionalismo y el militarismo envenenan los espíritus de los futuros obreros. Entre 1871 y 1914, la enseñanza de la historia está condicionada por un espíritu de revancha hacia Prusia después de la derrota de Sedán en septiembre de 1870. Sobre los mapas de Francia colgados en las clases, los territorios de Alsacia y Lorena (perdidos en beneficio de Prusia en 1870) son delimitados por punteados para excluirlos pero coloreados en violeta para que se reencuentren en el Hexágono. Progresivamente, la burguesía utiliza la escuela para acuartelar a la clase obrera en un conflicto mundial inevitable y dividirla sobre el plano internacional. Impregna entonces los espíritus de un ideal nacional mezclando con el ardor guerrero y la religión como denuncia Emile Zola en su novela Verdad en 1903 mientras pone en escena un maestro de escuela y su clase: «Cuatro cuadros, violentamente coloreados, pegados al muro, lo irritaban: Santa Genoveva liberando París, Juana de Arco escuchando voces, San Luis curando a los enfermos, Napoleón cabalgando en los campos de batalla. Siempre el milagro y la fuerza, siempre la mentira religiosa y la violencia militar dados como ejemplos, arrojados como simiente en el cerebro de los niños».

Para los países de la Entente, la victoria de 1918 permitirá contener el impulso revolucionario de su clase obrera. Y para este fin la burguesía va a desplegar todo su cinismo para “soldar la nación”, confundiendo a través de la compasión hacia los muertos, la fiereza de haber defendido la patria y la promoción de la coexistencia pacífica. Muy pronto, el Estado instaura la conmemoración obligatoria de los alumnos en los monumentos a los muertos. En el manual Lavisse de 1934, la guerra es presentada como una fatalidad que se impone a la burguesía: “desde 1914 a 1918, los Franceses han sido una vez más forzados a hacer la guerra a Alemania como en 1870”.

El patriotismo no ha desaparecido de los programas hasta hoy pero ha tomado una dimensión más insidiosa puesto que el sentimiento patriótico no aparece en tanto que tal. En adelante, los programas de la escuela y de los institutos presentan la historia de Francia de los siglos XIX y XX como el acontecimiento y la consagración de la democracia y las “libertades” desde 1789. Es omitir que en la sociedad capitalista, la única libertad de la clase obrera es la de vender su fuerza de trabajo. Por otro lado y para legitimar los “beneficios” de las nuevas instituciones mundiales (Unión Europea, ONU), el Estado ha inventado la noción de ciudadanía europea y de ciudadanía mundial. Una vez más se trata de ocultar el verdadero rol de sus instituciones que no existen sino para aportar una fachada de orden en un caos generalizado. Por ejemplo se invoca a los alumnos para que adhieran a la idea según la que la «creación de la ONU responde a la aspiración a mantener la paz»[19]. Si la burguesía adapta su ideología, no es menos cierto que el patriotismo permanece como una vacuna cara a la progresión del internacionalismo en los rangos de la clase obrera.

El desarrollo de la conciencia de clase para responder a la ideología de la burguesía

La estructuración de los programas abre la puerta al idealismo y a la desaparición del espíritu crítico. Su arquitectura se caracteriza por juntar acontecimientos apilados o periodos abordados de forma temática sin explicar las relaciones de causa y efecto. Se cuenta la historia pero no se analiza nunca la significación de los hechos lo que ocasiona una pérdida del espíritu crítico. Los programas incitan a narrar el pasado pero no a comprenderlo y sacar lecciones de él. La burguesía ha perdido toda visión coherente y objetiva de la historia y esto se traduce por el idealismo de la enseñanza. Por ejemplo la forma de enseñar la historia de las religiones. Solo las tres grandes religiones monoteístas son estudiadas en detalle y las directivas imponen apoyarse sobre los “relatos sagrados” separados de todo contexto. En nombre de la laicidad es imposible explicar en un cuadro materialista la aparición y la verdadera naturaleza de las creencias divinas.

La escuela es una herramienta esencial de la difusión de la ideología dominante en los rangos de la clase obrera. En el fondo su rol es el de velar la realidad de la sociedad capitalista. ¿Cuál puede ser la respuesta de la clase obrera de cara a esto? El desarrollo de la solidaridad y la unidad en las luchas. Es por las humillaciones sufridas cotidianamente que los obreros descubren que la visión del mundo que la burguesía les presenta no corresponde de ningún modo a la realidad. Como escribió Lenin: «Sólo la acción educa a la clase explotada, sólo ella le da la medida de sus fuerzas, amplía su horizonte, acrecienta sus capacidades, esclarece su inteligencia y templa su voluntad» (Lenin, Relación sobre 1905, 22 de enero de 1917). La lucha «la presiona a comprender la estructura del sistema económico, para conocer lo que es la sociedad, donde se encuentran sus enemigos y sus aliados»[20]. Es pues el desarrollo de la conciencia de clase quien inmuniza contra la ideología burguesa y permite tomar conciencia de su identidad y del rol que debe jugar para superar la sociedad actual. «Es una conciencia de sí. Y esta toma de conciencia es siempre sinónimo de una lucha de clases. La conciencia de clase es pues simplemente la afirmación del proletariado como clase revolucionaria, el ser consciente»[21].

En su toma de conciencia, el proletariado no tiene necesidad de las falsificaciones históricas de la escuela burguesa. Su educación pasa por la transmisión de generación en generación de una historia, de una experiencia, de una teoría, de una moral, de una identidad que pertenece únicamente a la clase obrera. Pues no olvidemos que “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”.

Venceslas


[1] Véase La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo, Revista Internacional 62, 3º trimestre 1990. /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [1]

[2] Ver La supresión de la historia geografía en Terminal S es un ataque económico e ideológico, Révolution Internationale, nº 408. https://fr.internationalism.org/ri408/la_suppression_de_l_histoire_geographie_en_terminale_s_est_une_attaque_economique_et_ideologique.html [13]

[3] Ibidem.

[4] Una visión completamente diferente, es la que se da en el artículo ¿De dónde viene la humanidad? ¿Hacia dónde va? Algunas ideas para comprender la historia de la humanidad. /cci-online/201301/3620/de-donde-viene-la-humanidad-hacia-donde-va-algunas-ideas-para-comprender-la-h [14]

[5] “El comunismo no es un bello ideal, sino una necesidad material”, Revista Internacional, nº68.

[6] Ibidem.

[7] Engels y Marx, Manifiesto Comunista, capítulo I. En la fecha en que fue escrito este texto, en 1847, era ínfimo el conocimiento sobre las sociedades prehistóricas. La organización social anterior, basada sobre la propiedad común de la tierra, era desconocida.

[8] Ibidem.

[9] Para un análisis más detenido de la significación de la Comuna de París véase: “La Comuna de París, primer asalto revolucionario del proletariado”, en Internationalisme, nº 351. https://fr.internationalism.org/isme351/la_commune_de_paris_premier_assaut_revolutionnaire_du_proletariat.html [15]

[10] Manual Nathan del programa de tercero

[11] Manual Magnard del programa de tercero

[12] Ver en Revista Internacional números 71 y 72, La Revolución rusa, la primera revolución masiva y consciente de la historia, "El desarrollo del movimiento, de febrero a octubre del 17 [16]" y "La conquista de los soviets por el proletariado [17]".

[13] Programa de 3º, Boletín oficial especial nº 6 del 28 de agosto de 2008

[14] Manual de historia, geografía, educación-cívica, Nathan 2014

[15] Presentación del programa de educación cívica del 5º Boletín Oficial Especial nº 6 del 28 de agosto de 2008.

[16] Boletín Oficial Especial nº6 del 28 de agosto de 2008.

[17] Político burgués francés de finales del siglo XIX que fue ministro de instrucción pública y primer ministro (NdT).

[18] Patrick García, Jean Leduc. La enseñanza de la historia en Francia del Antiguo Régimen a nuestros días, Armand Collin, 2003.

[19] Modificación de los programas de historia, geografía, educación cívica, septiembre de 2013.

[20] “Ideología y conciencia de clase”, folleto de la CCI Organización comunista y conciencia de clase.

[21] Ibidem.

Rubric: 

Ideología

Los socialistas traicionan el socialismo

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Difícilmente podemos escapar este año a toda una variedad de expertos historiadores que nos dicen cómo inició y qué fue en realidad la Primera Guerra Mundial. Pero muy pocos de ellos –ni siquiera los ideólogos de izquierda que critican a más no poder las sórdidas ambiciones de las dinastías reales contendientes y las clases dominantes de la época– nos dicen que la guerra no podía ser desencadenada hasta que las clases dirigentes tuvieran la confianza de que hundir a Europa en un baño de sangre no llevaría a su vez a desencadenar la revolución.

Difícilmente podemos escapar este año a toda una variedad de expertos historiadores que nos dicen cómo inició y qué fue en realidad la Primera Guerra Mundial. Pero muy pocos de ellos – ni siquiera los ideólogos de izquierda que critican a más no poder las sórdidas ambiciones de las dinastías reales contendientes y las clases dominantes de la época – nos dicen que la guerra no podía ser desencadenada hasta que las clases dirigentes tuvieran la confianza de que hundir a Europa en un baño de sangre no llevaría a su vez a desencadenar la revolución. Los gobernantes sólo pudieron lanzarse a la guerra cuando fue claro que el “representante” de la clase obrera, los partidos socialistas agrupados en la Segunda Internacional, y los sindicatos, lejos de oponerse a la guerra, se convertirían en sus banderines de enganche más cruciales. Este artículo inicia la tarea de recordarnos cómo tuvo lugar esta monstruosa traición.

Cuando estalló la guerra en agosto de 1914, apenas fue una sorpresa para las poblaciones de Europa, especialmente los trabajadores. Durante años, desde el inicio del siglo, una crisis sucedía a otra: las crisis marroquíes de 1905 y 1911, las guerras de los Balcanes de 1912 y 1913, sólo para nombrar las más graves. Estas crisis vieron a las grandes potencias frente a frente, comprometidas en una frenética carrera armamentista: Alemania había comenzado una gran campaña de construcción naval, a la cual Gran Bretaña tenía que responder inevitablemente. Francia introdujo el servicio militar de tres años, y enormes préstamos franceses financiaron la modernización de los ferrocarriles de Rusia, diseñados para el transporte de tropas a su frontera con Alemania, así como del ejército de Serbia. Rusia, después de la debacle de su guerra con Japón en 1905, puso en marcha una profunda reforma de sus fuerzas armadas. Contrariamente a lo que nos dice la propaganda de hoy sobre sus orígenes, la Primera Guerra Mundial se preparó conscientemente y sobre todo fue deseada por las clases dominantes de todas las grandes potencias.

Así que no fue una sorpresa - pero para la clase obrera, llegó como un terrible shock. Dos veces, en Stuttgart en 1907 y en Basilea en 1912, los partidos socialistas de la Segunda Internacional se habían comprometido solemnemente a defender los principios del internacionalismo, a rechazar el enrolamiento de los trabajadores en la guerra, y resistir por todos los medios posibles. El Congreso de Stuttgart adoptó una resolución, con una enmienda propuesta por el ala izquierda –Lenin y Rosa Luxemburg: “En caso de que la guerra estallara, a pesar de ello, [los partidos socialistas] tienen el deber de intervenir para hacerla cesar rápidamente y el de utilizar con todas sus fuerzas la crisis económica y política creada por la guerra para agitar a las masas y con ello acelerar la caída de la dominación capitalista”. Jean Jaurès, el gigante del socialismo francés, declaró en el mismo Congreso que “la acción parlamentaria ya no es suficiente en cualquier dominio... Nuestros adversarios están horrorizados por la fuerza incalculable del proletariado. Hemos proclamado con orgullo la quiebra de la burguesía. No permitamos a la burguesía hablar de la quiebra de la Internacional”. En julio de 1914, Jaurès emitía una declaración aprobada por el Congreso de París del Partido Socialista francés, en el sentido de que: “De todos los medios utilizados para prevenir y detener una guerra, el Congreso considera como particularmente efectiva la huelga general, organizada a nivel internacional en los países, así como la acción y agitación más enérgica”.

Sin embargo, en agosto de 1914, la Internacional se derrumbó, o más exactamente la misma se desintegró como todos sus partidos constituyentes (con algunas honrosas excepciones, como los rusos y los serbios) traicionó su principio básico del internacionalismo proletario, en nombre del “peligro de la nación” y la defensa de la “cultura”. Y ni que decir, cada clase dominante, mientras se preparaba para sacrificar vidas humanas por millones, se presentaba como el punto culminante de la civilización y la cultura –sus oponentes, por supuesto, de no ser más que bestias sedientas de sangre culpables de las peores atrocidades...

¿Cómo pudo ocurrir tal desastre? ¿Cómo pudieron quienes, pocos meses o incluso pocos días antes, habían amenazado a la clase dominante con las consecuencias de la guerra para su propio dominio, dar la vuelta y unirse sin protestar a la unidad nacional con el enemigo de clase –la Burgfriedenpolitik, como los alemanes le llamaron?

De todos los partidos de la Internacional, el Sozialdemokratische Partei Deutschlands, Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), es el que tiene la mayor responsabilidad. No es que los demás no tuvieran culpa, sobre todo el Partido Socialista Francés. Pero el partido alemán era la flor de la Internacional, la joya de la corona del proletariado. Con más de un millón de miembros y más de 90 publicaciones periódicas, el SPD era el partido más fuerte y mejor organizado de la Internacional. En el plano intelectual y teórico, era la referencia para el conjunto del movimiento obrero: los artículos publicados en su revista teórica Neue Zeit (Nuevos Tiempos) marcó el tono de la teoría marxista y Karl Kautsky, editor de Neue Zeit, era considerado el “Papa del marxismo”. Como Rosa Luxemburg escribió: “Con incontables sacrificios, en forma de trabajo de agitación, ha construido la organización más fuerte, la organización modelo del proletariado, ha creado la prensa más grande, ha desarrollado los métodos más efectivos de educación y propaganda. Ha reunido bajo sus banderas a las masas trabajadoras más numerosas y ha elegido los bloques más grandes a los parlamentos nacionales. En general se reconoce que la socialdemocracia alemana es la encarnación más pura del socialismo marxista. Ha adquirido y utilizado un gran prestigio como maestra y dirigente de la Segunda Internacional” (Folleto de Junius).

 El SPD era el modelo que todos los demás trataban de emular, incluso los bolcheviques en Rusia. “En la Segunda Internacional la socialdemocracia alemana era sin duda el factor decisivo. En cada congreso, en cada plenario del Buró Socialista Internacional la socialdemocracia alemana era sin duda el factor decisivo. En cada congreso, en cada plenario del Buró Socialista Internacional, todo dependía de la posición del grupo alemán. Especialmente en la lucha contra la guerra y el militarismo, la posición de la socialdemocracia ha sido siempre decisiva. Bastaba un “los alemanes no lo podemos aceptar” para determinar la orientación de la internacional. Con ciega confianza se sometía a la dirección de la muy admirada y poderosa socialdemocracia alemana: era el orgullo de todos los socialistas y el terror de las clases dominantes de todos los países” (Folleto de Junius). Por lo tanto, estaba bajo el partido alemán traducir los compromisos asumidos en Stuttgart en acción y poner en marcha la resistencia a la guerra.

Sin embargo, ese fatídico 4 de agosto de 1914, el SPD se unió a los partidos burgueses en el Reichstag a votar los créditos de guerra. Durante la noche, la clase obrera en todos los países beligerantes se encontraba desarmada y desorganizada, porque sus partidos políticos y los sindicatos habían pasado al enemigo de clase y en adelante serían los organizadores más enérgicos no de resistencia a la guerra, sino al contrario de la militarización de la sociedad para la guerra.

Hoy, se nos dice que los trabajadores fueron barridos como el resto de la población por una inmensa ola de patriotismo, y a los medios de comunicación les encanta mostrarnos películas de soldados saliendo al frente con vítores de la población. Al igual que muchas leyendas, ésta tiene poco que ver con la verdad. Sí, hubo manifestaciones de histeria nacionalista, pero estas eran en su mayoría acciones de la pequeña burguesía, de jóvenes estudiantes embriagados de nacionalismo. En Francia y en Alemania, los trabajadores se manifestaron por cientos de miles contra la guerra en julio de 1914: fueron reducidos a la impotencia por la traición de sus organizaciones.

En realidad, la traición del SPD no sucedió de la noche a la mañana. El poderío electoral del SPD escondió una impotencia política; peor aún, fue precisamente el éxito electoral del SPD y el poder de las organizaciones sindicales que redujeron al SPD a la impotencia como partido revolucionario. El largo período de prosperidad económica y libertad política relativa que siguió a la derogación de las leyes anti-socialistas de Alemania en 1891 y la legalización de los partidos socialistas, terminó por convencer al liderazgo sindical y parlamentario de que el capitalismo había entrado en una nueva fase, y que este había superado sus contradicciones internas hasta el punto de que se podría lograr el socialismo, no a través de un levantamiento revolucionario de las masas, sino a través de un proceso gradual de reforma parlamentaria. Así, ganar las elecciones se convirtió en el objetivo principal de la actividad política del SPD, y como resultado el grupo parlamentario se convirtió cada vez más en la fuerza preponderante dentro del Partido. El problema era que a pesar de las reuniones y manifestaciones de los trabajadores durante las campañas electorales, la clase obrera no participaba en las elecciones como clase, sino como individuos aislados en compañía de otras personas que pertenecen a otras clases –cuyos prejuicios tuvieron que mimetizarse. De esta forma, durante las elecciones de 1907, el gobierno imperial del Kaiser realizó una campaña a favor de una política colonial agresiva y el SPD –que hasta entonces siempre se había opuesto a las aventuras militares– sufrió pérdidas considerables en el número de escaños en el Reichstag. La dirección del SPD, y sobre todo el grupo parlamentario, llegó a la conclusión de que no debería hacer frente a sensibilidades patrióticas tan abiertamente. Como resultado, el SPD se resistió a todos los intentos dentro de la Segunda Internacional (en particular, en el Congreso de Copenhague en 1910) para discutir los pasos precisos que debían adoptarse contra la guerra, en caso de estallar.

Moviéndose dentro del mundo burgués, la dirección del SPD y la burocracia se orientó cada vez más en la colaboración. El ardor revolucionario que había permitido a sus predecesores oponerse a la guerra franco-prusiana de 1870 se desvaneció en el liderazgo; peor aún, llegó a ser visto como peligroso, ya que podría exponer al partido a la represión. En 1914, atrás de su imponente fachada, el SPD se había convertido en “un partido radical como los demás”. El partido adoptó el punto de vista de su propia burguesía y votó los créditos de guerra: sólo una pequeña minoría se mantuvo firme para resistir la debacle. Esta minoría cazada, perseguida, y encarcelada, sentó las bases del grupo Spartakus que iba a tomar el liderazgo de la revolución en Alemania en 1919 y fundaría la sección alemana de la nueva Internacional, el KPD.

Es casi una banalidad decir que todavía estamos viviendo hoy en la sombra de la guerra de 1914-18. Representa el momento en que el capitalismo rodeaba y dominaba todo el planeta, integrando a toda la humanidad en un solo mercado mundial –un mercado mundial que era entonces y sigue siendo hoy objeto de todos los codiciosos deseos de las grandes potencias. Desde 1914, el imperialismo y el militarismo han dominado la producción, la guerra se ha hecho permanente a todo lo ancho del mundo.

No era inevitable que la Primera Guerra Mundial se desarrollara como lo hizo. Si la Internacional se hubiese mantenido fiel a sus compromisos, podría no haber sido capaz de impedir el estallido de la guerra, pero habría sido capaz de animar la resistencia inevitable de los trabajadores, darle una dirección política revolucionaria, y así abrir el camino por primera vez en la historia, a la posibilidad de crear una comunidad humana mundial, sin clases ni explotación, dando así fin a la miseria y las atrocidades que un capitalismo decadente e imperialista ha causado desde entonces a la humanidad. Esto no es un mero deseo piadoso. Al contrario, la Revolución Rusa es la prueba de que la revolución no solo era necesaria, sino también posible. Fue este inmenso asalto al cielo, esta gran insurrección del proletariado, que hizo temblar a la clase dominante internacional y la obligó a poner fin a la guerra. Guerra o revolución, socialismo o barbarie, 1914 o 1917... la única alternativa de la humanidad no puede ser más clara.

Los escépticos dirán que la Revolución Rusa se mantuvo aislada y finalmente fue derrotada por la contrarrevolución estalinista, y que 1914-18 fue seguido de 1939-45. Esto es completamente cierto. Pero si debemos evitar conclusiones falsas, entonces necesitamos comprender los porque en lugar de tragarnos la infinita propaganda oficial. En 1917, la oleada revolucionaria internacional se inició en un contexto en que las divisiones de la guerra estaban ancladas profundamente, y la clase dominante explota estas divisiones para superar a la clase obrera. Desorientado y confuso, el proletariado no logró unirse en un vasto movimiento internacional. Los trabajadores seguían divididos entre “vencedores” y “vencidos”. Los levantamientos revolucionarios heroicos, como el de 1919 en Alemania, fueron ahogados en sangre, en gran parte gracias a los traidores del partido obrero, la socialdemocracia. Este aislamiento hizo posible la reacción internacional para derrotar a la Revolución Rusa y preparar el terreno para una segunda carnicería mundial, lo que confirma una vez más la alternativa histórica que aún está ante nosotros: ¡“Socialismo o barbarie”!

Jens

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • El "Frente Unido" [18]

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • Segunda Internacional [19]

Rubric: 

1914 - La Gran Guerra

¡Socialismo o barbarie!

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Cuando la guerra estalló el 4 de agosto de 1914 era apenas una sorpresa para las poblaciones europeas y para los trabajadores en particular. Ya habían pasado años desde el comienzo del siglo, que las crisis se suceden unas a otras: las crisis marroquíes de 1905 y 1911, las guerras balcánicas de 1912 y 1913, para citar solo los más graves. Estas crisis conducen  directamente a las grandes potencias a embarcarse en una frenética carrera armamentista: Alemania comenzó un programa de construcción naval inmenso que Gran Bretaña debe responder inevitablemente. Francia introdujo el servicio militar de tres años y financia  la modernización de enormes préstamos del ferrocarril ruso destinado a transportar tropas a la frontera con Alemania, así como la modernización del ejército serbio. Rusia, después de la debacle del conflicto japonés-ruso en 1905, impulsa un programa de reformas de las fuerzas armadas. Contrariamente a lo que la propaganda sobre los orígenes de la guerra nos dice ahora, ésta fue preparada a sabiendas y especialmente deseada  por todas las clases dominantes de las grandes potencias.

No había pues sorpresa alguna, pero para la clase obrera, fue un golpe terrible. Por dos veces, en Stuttgart en 1907 y en Basilea en 1912, los partidos hermanos socialistas de la Segunda Internacional hicieron compromisos solemnes de defender los principios internacionalistas, de rechazar la militarización de los trabajadores en la guerra y de resistir por todos los medios. El Congreso de Stuttgart adopta una modificación de la resolución propuesta por la izquierda -Lenin y Rosa Luxemburgo: "En caso de que la guerra estallase  [los Partido socialista] tienen la obligación de mediar para detenerla rápidamente y utilizar con  todas sus fuerzas la crisis política y económica creada por la guerra para agitar a  las masas populares  y precipitar la caída de la dominación capitalista".  Jean Jaurès, el gran tribuno del socialismo francés, dijo en el mismo congreso que "la acción parlamentaria ya no es suficiente en ningún campo..." Nuestros adversarios se horrorizan de las fuerzas inconmensurables del proletariado. Nosotros, los que hemos proclamado con orgullo la quiebra de la burguesía, no permitamos que la burguesía puede hablar de la quiebra de la Internacional".  En el Congreso del partido socialista francés, en París en julio de 1914,  se adoptó la siguiente formulación de Jaurès según la cual  "el Congreso considera particularmente eficaz la huelga general obrera organizada internacional y simultáneamente en los países afectados, así como la agitación y la acción popular bajo las formas más activas,  entre todos los medios empleados para prevenir y combatir la guerra."

Y sin embargo, en agosto de 1914, la II  Internacional se hunde o, más exactamente, se dislocan todos los partidos que reagrupa (con algunas honrosas excepciones, como los rusos y los serbios) y traicionan el internacionalismo proletario, su principio fundacional, en nombre de la defensa de la "patria en peligro" y de la  "cultura". Y cada burguesía, mientras se prepara para lanzar al matadero a millones de vidas humanas, se presenta evidentemente como el pináculo de la civilización y la cultura, mientras que el enemigo de frente es la verdadera bestia sedienta de sangre y  sería la responsable de las peores atrocidades...

¿Cómo es posible tal catástrofe? ¿Cómo aquéllos que, unos meses o incluso unos días antes, amenazaban a la burguesía de las consecuencias de la guerra y de su propia dominación, se pudieron alinear sin resistencia a la unión sagrada con el enemigo de clase -el Burgfrieden politik según el término alemán ?

De todos los partidos de la II Internacional, es el partido socialdemócrata alemán (SPD), el que tiene la mayor responsabilidad. Decir esto sinceramente  no disculpa en nada a los otros partidos, y particularmente al partido francés. Pero el partido alemán es el buque insignia de la II Internacional, la joya hecha por el proletariado. Con más de 1 millón de miembros y más de 90 publicaciones periódicas, el SPD es por mucho el partido más fuerte y mejor organizado de la II Internacional. En el plano intelectual y teórico, es la referencia para todo el movimiento obrero: artículos publicados en su revista teórica, la Neue Zeit, daban la "línea" en el plano de la teoría marxista y Karl Kautsky, redactor en jefe de la Neue Zeit, a veces era considerado como el "Papa del marxismo". Como lo escribió Rosa Luxemburgo, "a costa de sacrificios innumerables, por un trabajo meticuloso e incansable, [la socialdemocracia alemana] ha construido una organización ejemplar, la más fuerte de todas; creó la prensa más numerosa, dio a luz a medios de formación y de educación más eficaces, aglutinó a su alrededor a las masas de electores considerables y  obtuvo el mayor número de escaños. La Socialdemocracia alemana era la encarnación más pura del socialismo marxista. El partido socialdemócrata ocupaba y reivindicaba un lugar de excepción en tanto que maestro y guía de la Segunda Internacional" (Folleto de Junius ).

El SPD es el modelo que pretenden imitar todos los demás, incluso los bolcheviques en Rusia. "En la segunda internacional, el "grupo de choque" Alemán tenía un papel destacado. Durante el Congreso, en las sesiones del Buró  Internacional Socialista, todo fue suspendido en espera de  la opinión de los alemanes. En particular durante la discusión de los problemas planteados por la lucha contra el militarismo y el tema de la guerra, la posición de la socialdemocracia alemana siempre fue determinante. "Para nosotros los alemanes, esto es inaceptable" fue con regularidad suficiente para decidir la orientación de la internacional. Con una confianza ciega, se seguía a la dirección de la poderosa socialdemocracia alemana tan admirada: era el orgullo de cada socialista y el terror de las clases dominantes en todos los países"(folleto de Junius). Es por lo tanto la responsabilidad del partido alemán el implementar los compromisos de Stuttgart y lanzar la resistencia a la guerra.

Y sin embargo, el fatídico día 4 de agosto de 1914, el SPD se unió a los partidos burgueses del Reichstag para votar los créditos de guerra. De un día para otro, la clase obrera en todos los países beligerantes se encuentra desarmada y sin organización, porque sus partidos políticos y sus sindicatos se pasan al lado de la burguesía y son ahora los principales organizadores no de la resistencia a la guerra sino, por el contrario, de la militarización de la sociedad para embarcarse en ella.

Hoy en día, la leyenda dice que los trabajadores han sido arrollados, como el resto de la población, por una ola de patriotismo, y los medios de comunicación nos muestran imágenes de tropas que parten al frente con la flor en el fusil. Como muchas leyendas, tiene poco que ver con la realidad. Aunque hay manifestaciones de histeria nacionalista, eran esencialmente debido a la pequeña burguesía, jóvenes estudiantes regaron el patriotismo. En Francia y Alemania, los trabajadores por el contrario  que se manifestaron por cientos de miles contra la guerra en julio de 1914: serán reducidos a la impotencia por la traición de sus organizaciones.

En realidad, por supuesto la traición del SPD no ocurrió de la noche a la mañana: se preparó durante mucho tiempo. El poder electoral del SPD ha ocultado una impotencia política, mejor aún, es precisamente el poder electoral del SPD y el poder sindical alemán lo que redujo al  SPD a la impotencia como un partido revolucionario. El largo período de prosperidad económica y  de libertad política relativa tras el abandono de las leyes antisocialistas y la legalización de los partidos socialistas en Alemania, desde 1891, terminaron por convencer a los líderes parlamentarios y de los sindicatos que el capitalismo había entrado en una nueva fase donde había superado sus contradicciones internas, a tal punto que el advenimiento del socialismo  se haría, no por un levantamiento masivo revolucionario, sino por un proceso gradual de reformas parlamentarias. Ganar en las elecciones se convertiría así en el principal objetivo de la actividad política del SPD  y el grupo parlamentario del SPD, por tanto, tendrá un peso cada vez más preponderante dentro del partido. El problema, esto a pesar de las reuniones y manifestaciones obreras durante las campañas electorales, es que la clase obrera no participa en las elecciones como una clase sino como individuos aislados, en compañía de otros individuos pertenecientes a otras clases – por tanto, no hay que descartar los prejuicios. Así, en las elecciones de 1907, el gobierno imperial del Kaiser lidera una campaña a favor de una agresiva política colonial y el SPD -que hasta entonces se había opuesto a las aventuras militares- sufrió pérdidas significativas en el número de escaños en el Reichstag. Los dirigentes del SPD y especialmente el grupo parlamentario, sacaron la conclusión de que no se  debe entrar en conflicto directamente con la sensibilidad patriótica y como tal, el SPD resistirá a todos los intentos dentro de la segunda internacional (incluyendo en el Congreso en Copenhague en 1910) para discutir las medidas específicas que deben adoptarse contra la guerra en caso de que ésta estallase.

Desarrollándose en un mundo burgués, los líderes y el aparato del SPD tomaban cada vez más ese estado de espíritu. El fervor revolucionario que ayudó a sus predecesores para denunciar la guerra franco-prusiana de 1870 se desvanece entre los dirigentes, peor aún, es visto como perjudicial porque expone al partido ante la represión. Finalmente, en 1914, detrás de su fachada de impotencia, el SPD se convirtió en "un partido radical como cualquier otro". El partido adopta el punto de vista de su burguesía, votó los créditos de guerra y solo una pequeña minoría de izquierda siguió firme para resistir a  la debacle. Esta minoría, perseguida, encarcelada, será el origen del grupo Spartakus que se pondrá a la cabeza de la revolución alemana en 1919 y quien fundaría la sección alemana de la nueva internacional, el KPD.

Es casi una obviedad decir que vivimos bajo la sombra de la guerra del 14 al 18. Representa el momento donde el capitalismo ha rodeado y dominado el planeta, integrando a la totalidad de la humanidad en un mercado global único, mercado global que era y que es el objeto de toda avaricia de los poderes. Desde 1914, imperialismo y militarismo dominarán la producción, la guerra se convierte en global y permanente. Desde entonces, ¡el capitalismo amenaza con llevar a la humanidad a su pérdida!

El desarrollo de la primera guerra mundial no era inevitable. Si la II internacional hubiera cumplido sus compromisos, tal vez no hubiera evitado la guerra, pero hubiera podido animar la resistencia obrera que no tardaría en aparecer, para darle una dirección política y revolucionaria, allanando así el camino por primera vez en la historia, a la posibilidad de crear una comunidad global, sin clases y explotación, acabar con la miseria y las atrocidades que el capitalismo imperialista y decadente desde entonces inflige a la especie humana. No es un piadoso e ilusorio deseo; la revolución rusa demostró en cambio que la revolución no solo era necesaria, sino también posible. Porque es este extraordinario asalto al cielo por las masas, este inmenso impulso proletario que ha hecho temblar a la burguesía internacional y obligó a detener prematuramente la guerra. Guerra o revolución, barbarie o socialismo, 1914  o 1917...: ¡la única alternativa que a la humanidad no se le podía presentar de forma  más clara!

Los escépticos argumentarán que la revolución rusa se mantuvo aislado y terminó hundiéndose, arrastrada por la contrarrevolución estalinista y agregarán que al 14-18 le sucedió un 39-45. Es totalmente cierto. Pero para no sacar conclusiones falsas, debemos entender las causas, preguntar por qué y no contentarse solo con tragarse acríticamente la propaganda oficial permanente. En 1917, la ola revolucionaria internacional comenzó en un contexto donde las divisiones de la guerra estaban todavía profundamente arraigadas. Estas dificultades han causado la heterogeneidad en las filas del proletariado y han sido explotadas por la clase dominante para abatir a la clase obrera. Desorientado y perdido, el proletariado en realidad no se ha podido unir en un vasto movimiento internacional. Quedó dividido dentro de los campos de "vencedores" y "vencidos". Los asaltos revolucionarios heroicos, como el de 1919 en Alemania, han podido ser destruidos, aplastados en sangre, principalmente por intermediación del gran partido obrero traidor, la  Social Democracia. El aislamiento entonces permitió a la reacción internacional perfeccionar su crimen, para derrotar a la revolución rusa y para preparar una segunda carnicería mundial, validando otra vez la única alternativa histórica que está todavía por delante de nosotros: ¡"socialismo o barbarie"!

Jens 30 de junio

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • Segunda Internacional [19]

Rubric: 

Historia del movimiento obrero

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