Todos los gobiernos están recortando trabajos, servicios y salarios en un intento por reducir su deuda interna. A veces todavía aumentan préstamos, pero esa es otra historia.
En Gran Bretaña, en agosto, el gobierno anunció el éxito en sus ahorros durante el año 2011/12. Incluido en la lista de los ahorros estaban la reducción de gastos en asesores, recorte de personal, recorte de servicios, suspensión de proyectos, haciendo más procesos digitales, renegociar con proveedores, reducción de costos de edificios, evitando grandes proyectos, y otras formas de ahorrar gastos.
En la campaña contra el derroche en el sector público ha realizado la introducción generalizada de lo que se conoce como prácticas Lean. Estas se basan en el sistema de producción Toyota. Se podría argumentar que la necesidad de recoger millones de vehículos Toyota en los últimos años no sería una buena publicidad para tal forma de trabajar, pero los gobiernos tienen la costumbre de seguir las modas en este tipo de cosas.
En relación con el despilfarro, el enfoque Lean-Toyota significa eliminar, entre otras cosas: movimientos innecesarios de producto, archivos, movimiento de personas más de lo necesario, esperas innecesarias, sobreproducción, duplicación de procesos y defectos que deben ser reparados (hacerlo bien la primera vez). En la práctica significa un estudio de todas las prácticas de tiempo y movimientos de todos los procesos del trabajo, de tal manera que este tiempo se use más y más a la actividad productiva. Los ahorros por eficiencia terminan por enfocarse en los trabajadores individuales y cuánto puede el patrón obtener de ellos.
Los ahorros por eficiencia debería estar entre las consignas de los gobiernos modernos no sorprenderían a Frederick Winslow Taylor cuyo libro: Principios de gestión científica se publicó en Estados Unidos hace alrededor de cien años, en 1911. El enfoque de Taylor para obtener el máximo de los trabajadores era brutal pero eficaz. En la década de 1880 fue capaz de reducir el número de trabajadores paleando carbón en la Bethelem Steel Works desde 500 a 140 sin pérdida de producción. Cada parte de un proceso de trabajo fue programado con el fin de identificar qué parte podría omitirse y qué trabajadores deben asumir qué tarea.
En los principios Taylor tenía una opinión muy baja de los trabajadores : “la pereza natural del hombre es grave”. Pero también sabía que la represión directa no era la mejor forma de explotar a los trabajadores. Describió su enfoque como científico, pero era sobre todo ideológico: “uno de los primeros requisitos para un hombre apto para manejar la pala como ocupación regular es que sea tan estúpido y tan flemático que él parezca a lo más cercano al buey que a cualquier otra cosa. (…) Por lo tanto el trabajador que se adapta mejor a la manipulación de la pala es incapaz de entender la ciencia real de hacer esta clase de trabajo.” En el caso de la manipulación de la pala el mejor candidato para el trabajo “era un hombre tan estúpido que incluso era incapaz de hacer otros tipos de trabajo”.
Los críticos del método taylorista lo vieron como deshumanizante por la forma de explotar, incapacitar y alienar a los trabajadores. En realidad “el manejo científico no aseguró –como pretendía Taylor– que los trabajadores vieran a sus patronos como los mejores amigos del mundo (¡!) Al contrario, sembraron los conflictos de clase a una escala épica” (). Al describir la ola de huelgas en los Estados Unidos entre 1909 y 1913 Davis dice que “Es particularmente significativo que los centros de la tormenta de estas huelgas estuvieran ubicados en las industrias controladas por la administración científica y la introducción de nuevas tecnologías de ensamble masivo”. No es de sorprender que Taylor quería que los trabajadores “hagan lo que se les dice rápido y sin hacer preguntas o cualquier sugerencia” (). Esto va contra la naturaleza humana: a diferencia de las máquinas, las personas son curiosas y creativas. No por nada Lenin denunció el taylorismo como la “esclavitud del hombre a la máquina”.
Sin embargo, tras el derrocamiento del Estado ruso en 1917, Lenin pensó que podrían adoptarse métodos de producción capitalista. En “Las tareas inmediatas del gobierno soviético”, Lenin escribió: “el Ruso es un mal trabajador comparado con los obreros de los países avanzados. No podía ser de otra manera bajo el régimen zarista y en vista de la persistencia de la resaca de la servidumbre. La tarea que el gobierno soviético debe señalar a los trabajadores en todo su alcance es : aprender a trabajar. El sistema de Taylor, la última palabra del capitalismo en este sentido, como todo progreso capitalista, es una combinación de la refinada brutalidad de la explotación burguesa y varios de los mayores logros científicos en el campo del análisis de los movimientos mecánicos durante el trabajo, la eliminación de movimientos superfluos y torpes, la elaboración de métodos correctos de trabajo, la introducción de los mejores sistemas de contabilidad y control, etc. La República Soviética debe a toda costa adoptar todo lo valioso de los logros de la ciencia y la tecnología en este campo.” Este enfoque, junto con la militarización de la gestión laboral y la administración de un hombre, parecía apropiado para algunos bolcheviques en un periodo cuando la joven República Soviética fue rodeada y luchaba por su vida en la guerra contra los ejércitos blancos y sus partidarios imperialistas. Otros bolcheviques, especialmente los Comunistas de izquierda como Osinski, se opusieron a la introducción de tales métodos, que socava la capacidad de la clase obrera para dirigir la producción y fue uno de los factores que agravó el abismo y, en última instancia, el conflicto entre los trabajadores y el Estado soviético.
El taylorismo fue dictado por las necesidades de la explotación capitalista, pero en su forma pura demostró ser ineficiente en la extracción del talento y potencial de los trabajadores. En su época la burguesía reconoció la insuficiencia del taylorismo y los crudos métodos tayloristas principalmente fueron considerados obsoletos por la década de 1930. Sin embargo, esto no significó el final de la medición del tiempo y el movimiento.
Entre las nuevas teorías de administración la teoría X y Y que fueron introducidas por Douglas Mc Gregor en la década de 1960. La teoría X asume que los trabajadores son perezosos y sólo responderán a la zanahoria y el garrote, a la recompensa y el castigo. La teoría Y se basa en la motivación de los trabajadores. Los trabajadores tienen que identificarse con las necesidades de sus patronos y traer sus propias iniciativas para el proceso de trabajo, por lo que terminan por tomar la iniciativa en su propia explotación.
Hoy, con las prácticas Lean introducidas en los principales departamentos del servicio civil británico (incluyendo oficinas recaudadoras de impuestos, Ministerio de justicia y Ministerio de defensa), los trabajadores tienen “ahorros de eficiencia” como parte integral de su trabajo. Hay reuniones periódicas (en ocasiones diarias) sobre las prioridades del trabajo; estas se realizan de pie, por razones de eficiencia. Los trabajadores toman los tiempos de los procesos de trabajo, identifican formas de desperdicio y proponen cambios en las prácticas de trabajo. Este enfoque va junto al énfasis creciente en la gestión de los administradores que se describen como “líderes”. Los ahorros se realizan por sugerencias de los trabajadores, los “líderes” intentan imponer objetivos imposibles y decide cuál puesto es el siguiente a eliminar.
Como parte de la precariedad del empleo los trabajadores ahora deben preocuparse no sólo por perder sus puestos de trabajo, sino también tienen que proponer medidas que, en nombre de la eficiencia, podrían ponerlos fuera del trabajo. El ingenio y la creatividad humana pueden orientarse hacia el mayor de los logros, pero son manipulados o aplastados en la brutalidad de las relaciones sociales capitalistas.
Car, 7 de septiembre
Ante las nuevas convocatorias de “huelgas generales” de 24 horas (para el 31 de octubre por parte de CGT y para el 14 de noviembre por 5 sindicatos encabezados por el dúo CCOO-UGT), los compañeros Asamblearios – Trabajadores Indignados y Auto-organizados de Alicante, han difundido una declaración titulada Ante los “paros de 24 horas” ¿Qué huelga queremos?: la huelga de masas.
Los compañeros que llevan una trayectoria de lucha activa de más de 2 años han tenido el mérito de denunciar unas movilizaciones que no hacen otra cosa que desmovilizar y desmoralizar, que son el complemento a los golpes del gobierno Rajoy. Pero no se han quedado ahí, han planteado una perspectiva, el combate por la huelga de masas, que frente a la desmovilización sindical es la orientación que tienden a tomar las luchas obreras desde la Revolución Rusa de 1905.
Es falso que no hay alternativa a las “movilizaciones para desmovilizar” de los sindicatos. Siguiendo el paso que han dado los compañeros de Alicante creemos que un debate se debe desarrollar para clarificar la alternativa que históricamente tiene el proletariado desde 1905. En ese sentido van dos contribuciones de dos compañeros.
Saludamos la declaración y las contribuciones y animamos a que otros compañeros, colectivos, hagan sus aportaciones.
CCI 1-11-12
¿Por qué un paro de 24 horas es una huelga? Mucho más importante, ¿cómo un paro de 24 horas va a beneficiar a la clase obrera?
Nuestra posición política, se identifica con el internacionalismo y la autonomía proletaria, entendemos que toda acción de las minorías conscientes debe ir encaminada a favorecer la generación de conciencia, unidad y autoorganización de la clase obrera.
Sabemos que han sido muchas las movilizaciones en los últimos tiempos y muchos los esfuerzos de parte del proletariado por organizarse. Este periodo de nuevas movilizaciones masivas que se inician, simbólicamente, en mayo de 2011, y que viene a ser la respuesta a los ataques cada vez más brutales contra las condiciones de vida de la población, no es lineal y pasa por distintos momentos. En un principio hay serios impulsos hacia la autoorganización generándose un movimiento asambleario difuso y aún embrionario. Posteriormente, y aprovechando el cansancio y la notable disminución de la participación masiva, retoman el protagonismo los sindicatos y los grupos de izquierdas, llevando las movilizaciones por los derroteros típicos: movilizaciones controladas, movilizaciones desunidas y sectoriales, movilizaciones desmotivadoras donde no se consigue nada y el sentimiento de soledad y hastío de los participantes es patente. Ante todo esto creemos que es lógica la falta de participación de la mayoría de los trabajadores en movilizaciones que consideran ajenas a sus propios intereses y es lógico que se abra un impasse reflexivo.
Necesitamos pensar, aprender de lo que ha pasado y buscar los caminos para nuestra autoorganización, algo que no se dará por decisión de vanguardias clarividentes o por impulsos ansiosos, aunque sean con la mejor intención.
La huelga que sabemos eficaz y sentimos necesaria, deberían auto convocarla los trabajadores y extenderse por toda la sociedad, apropiándonos de todos los espacios, ocupando todos los lugares, creando un nuevo tipo de relación y comunicación social. Esa huelga no detiene la vida, la inicia, esa huelga es la huelga de masas que durante el último siglo se ha expresado sobradamente y que todos sus enemigos (todas las burguesías públicas y privadas) han silenciado concienzudamente hasta enturbiar su recuerdo. Tanto es el miedo que le tienen, tanta es la fuerza que supone para el proletariado.
Una verdadera huelga es un movimiento masivo e integral que no sólo consiste en un paro laboral. Es el arma fundamental de la clase obrera que toma el control de sus vidas y lo expresa en todos los aspectos de la sociedad que combate, expresando a la vez todos los aspectos de la sociedad humana a la que aspira. Pero desde luego no es algo que pueda convocar nadie (ni siquiera con la mejor intención) forma parte de un proceso de conciencia y lucha de los trabajadores. No se trata de que dure 24 horas, 48 o sea indefinida, su radicalidad no es una cuestión de tiempo. Su radicalidad estriba en que es y forma parte del movimiento real de los trabajadores, que se organizan y dirigen a sí mismos.
La huelga de masas es el resultado de una etapa particular en el desarrollo del capitalismo, la etapa que inicia el siglo XX. Fue ampliamente desarrollado por Rosa Luxemburg a partir del movimiento revolucionario de los trabajadores en Rusia en 1905. La huelga de masas “es un fenómeno histórico producido en un momento dado por una necesidad histórica que surge de las condiciones sociales”.
La huelga de masas no es algo accidental; no es el resultado ni de propaganda ni de preparativos que tendrían lugar de antemano; no se puede crear artificialmente; es el producto de una etapa definida de la evolución de las contradicciones del capitalismo.
La condiciones económicas que generaron la huelga de masas, no se circunscribían a un país, sino que tenían un significado internacional. Esas condiciones hacen surgir un tipo de lucha con dimensiones históricas, una lucha que era un aspecto esencial del surgimiento de las revoluciones proletarias. En resumidas cuentas, la huelga de masas “no es sino la forma universal de la lucha de clases proletaria resultado de la presente etapa del desarrollo capitalista y de sus relaciones de producción”.
Esa “etapa presente” consistía en que el capitalismo estaba viviendo sus últimos años de prosperidad. El desarrollo de los conflictos interimperialistas y la amenaza de la guerra mundial, el fin de cualquier mejora gradual de las condiciones de vida de la clase obrera, resumiendo, la creciente amenaza contra la misma existencia de la clase obrera en el capitalismo, esas eran las nuevas circunstancias históricas que acompañaban el advenimiento de la huelga de masas.
La huelga de masas es un producto del cambio en las condiciones económicas a un nivel histórico, condiciones que hoy día sabemos son las del final de la ascendencia capitalista, condiciones que prefiguraban las de la decadencia capitalista.
Ya existían entonces las fuertes concentraciones de obreros en los países capitalistas avanzados, acostumbrados a la lucha colectiva, y cuyas condiciones de vida y de trabajo eran las mismas en todas partes. Y, consecuencia del desarrollo económico, la burguesía se iba volviendo una clase más concentrada y se iba identificando de manera creciente con el aparato de Estado. Igual que el proletariado, los capitalistas habían aprendido a hacer frente, juntos, a su enemigo de clase. De la misma manera que las condiciones económicas hacían más difícil para los obreros el obtener reformas a nivel de la producción, también las “ruinas de la democracia burguesa”, hacían cada vez más difícil para el proletariado la consolidación de lo ganado a nivel parlamentario. Así pues, el contexto político, igual que el contexto económico de la huelga de masas, no era el contexto del absolutismo ruso sino el de la decadencia creciente de la dominación burguesa en todos los países.
En lo económico, en lo social, en lo político, el capitalismo había puesto las bases para grandes enfrentamientos de clase a escala mundial.
La meta de la forma de organización sindical (obtener mejoras en el seno del sistema) resulta cada vez más difícil de realizar en el capitalismo decadente. En este período, el proletariado no emprende una lucha con la perspectiva segura de ganar verdaderas mejoras. Las huelga de hoy, las grandes manifestaciones, no consiguen nada.
Por consiguiente el papel de los sindicatos, obtener mejoras económicas en el seno del sistema capitalista, desaparecía. Hay otras implicaciones revolucionarias derivadas de la dislocación de los sindicatos por la huelga de masas:
1) La huelga de masas no se podía preparar de antemano, surgió sin plan del estilo de “método de movimiento de la masa proletaria”. Los sindicatos, dedicados a una organización permanente, preocupados por sus cuentas bancarias y sus listas de adhesiones no podían ni siquiera plantearse el estar a la altura de la organización de la huelgas de masas, forma que evoluciona en y por la lucha misma.
2) Los sindicatos dividieron a los obreros y sus intereses entre todos los diferentes ramos industriales mientras que la huelga de masas “fusionó a partir de diferentes puntos particulares, causas diferentes”, y de esta manera tendió a eliminar todas las divisiones en el proletariado.
3) Los sindicatos sólo organizaban a una minoría de la clase obrera mientras que la huelga de masas juntó a todas las capas de la clase sindicados y no sindicados.
La lucha va unida a la realidad en la que se da, no se puede plantear por separado. Desde principios del siglo pasado la decadencia de un sistema que ha agotado los mercados extracapitalistas y limitado así su necesidad insaciable de crecimiento se hace patente provocando una crisis constate y constantes cataclismos sociales (guerras y miserias sin precedentes para la humanidad)
El período desde 1968 expresa el punto de culminación de la crisis permanente del capitalismo, la imposibilidad de expansión del sistema, la aceleración de los antagonismos interimperialistas; cuyas consecuencias amenazan a toda la civilización humana.
En todas partes, el Estado, con la terrible extensión de su arsenal represivo, toma a cargo suyo los intereses de la burguesía. Frente a él, encuentra a una clase obrera que aunque debilitada numéricamente con relación al resto de la sociedad desde los años 1900, está aún más concentrada, y cuyas condiciones de existencia se han ido igualando en todos los países hasta un grado sin precedentes. A nivel político, la “ruina de la democracia burguesa” es tan evidente que apenas si puede ocultar su verdadera función de cortina de humo del terror de Estado capitalista.
¿De qué modo corresponden las condiciones objetivas de la actual lucha de clases a las condiciones de la huelga de masas?. Su identidad reside en que las características del actual período constituyen el punto más agudo alcanzado por las tendencias del desarrollo capitalista, que empezaban a prevalecer en los años 1900.
Las huelgas de masas de los primeros años de este siglo eran una respuesta al final de la era de ascendencia capitalista y al amanecer de las condiciones de la decadencia del capitalismo.
Si se tiene en cuenta que estas condiciones han llegado a ser absolutamente patentes y crónicas hoy día, se puede pensar que lo que objetivamente impulsa hacia la huelga de masas es mil veces más amplio y fuerte hoy.
Los “resultados generales del desarrollo capitalista internacional” que, eran la raíz del surgimiento histórico de la huelga de masas, no han dejado de madurar desde principios del siglo.
¿Como podemos favorecer el desarrollo de la huelga de masas, de la autoorganización internacional del proletariado, de su necesaria unidad?
Nuestras contribuciones no serán más que eso contribuciones de una parte consciente dentro de nuestra clase. No podemos aspirar a más, tampoco a menos.
Una de esas contribuciones es esto mismo, criticar las acciones erróneas que suponen trabas a la autoorganización y la profundización de la conciencia. Aún desde la mejor intención por parte de sus militantes: el activismo, el sindicalismo de base, el izquierdismo,… forman parte de las barreras que los trabajadores debemos superar para alcanzar nuestra autonomía de clase.
Otra contribución será alentar la reflexión, la clarificación de lo vivido.
También la extensión de las luchas genuinas, su coordinación e información, así como el encuentro y la organización de los revolucionarios.
Y otra más, recuperar la memoria de nuestras luchas y sus herramientas fundamentales, como es la huelga de masas.
ASAMBLEARIAS
Trabajadores Indignados y Autoorganizados “por un 15 M obrero y anticapitalista”
A finales de 2011 los compañeros de Trabajadores Indignados y Autoorganizados2 (todavía comisión de Toma La Plaza) lanzamos la idea de colaborar con diversos grupos de carácter asambleario, hicimos la propuesta a TLP y nos referíamos principalmente a organizaciones como CNT, CGT y SO que habían realizado acciones conjuntas y teóricamente apostaban por el asamblearismo. A aquella “cosa”, a aquel intento, lo llamamos “extensión del movimiento asambleario” y se trataba de un proyecto que incentivara lo que el propio nombre indica, desde la unidad de los explotados por encima de las divisiones partidistas. Lo pusimos por escrito e hicimos unos primeros intentos y contactos. Para la huelga del 29M hace su aparición un Bloque Critico Asambleario, que venía a plasmar nuestra idea de unir iniciativas (por encima de siglas) para extender un movimiento asambleario de trabajadores (en su sentido amplio) y cuestionador del actual estado de cosas. En las asambleas que se realizaron en esta jornada se dieron las primeras pinceladas para seguir trabajando.
Desde esas pinceladas se tomaron rutas dispares e incompletas: unas que propugnaba la autogestión, otras que se centraban en la organización y la lucha de los trabajadores. En esta segunda (donde yo participé) se esbozaron no pocas cosas: una comisión de solidaridad con los trabajadores que acudiera a los centros de trabajo, una caja de resistencia (continua con ella la TIA), protocolos para la realización de asambleas tras las movilizaciones masivas (se hicieron varias asambleas), protocolos para responder a la represión…
El verano de 2012, la TIA trata de relanzar el Bloque a través de encuentros estivales centrados en debates en el Hort Comunitario de Carolinas. La idea inicial era encontrarnos trabajadores y militantes para compartir experiencias y ver si surgían actividades. Así fue el primer encuentro, donde la pertenencia de unos u otros a tal o cual grupo careció por completo de importancia. Todo esto cambia a partir de la propuesta por parte de un grupo (que hasta ese momento no había asistido a ninguna reunión) de participar en la jornada de lucha del 26 se septiembre, dentro de la jornada de lucha estatal organizada por varias organizaciones.
El último acto de ese bloque convertido en “Espacio”, fue la jornada de lucha del 26 de septiembre. Esta jornada supone un cambio profundo en el sentido que para mí tenía el bloque (no por el cambio de nombre, este me gusta más) si no por todo lo que ha conllevado y la contradicción que supone con la idea inicial, recuerdo: “extensión del movimiento asambleario”.
Y que pasó en esa jornada. Bueno podemos analizarlo en dos partes (tal como se plantearon los actos).
Por un lado la asamblea. Fue participativa, en momentos dispersa (como suele pasar), se habló de muchas cosas y poco del tema principal (“medios de lucha de los trabajadores”), no aparecieron sigla ni partidismos, fue respetuosa y en momentos emotiva. Dio un sentido de unidad y de búsqueda de una reflexión colectiva que está por hacer.
La manifestación. Muchas siglas, bloques separados y muy significados, esteticismo “radical” y falta de planteamientos comunes más allá del panfleto común (lo mejor para mí de la mani), totalmente alejada de las pocas personas que en la calle nos miraban con extrañeza. La sensación: de desconexión con la realidad y desunión.
Justo ambos actos respondían a posiciones bien distintas por parte de los convocantes y que dieron pie a largos debates previos que se saldaron con un consenso de ocasión para salvar una (para mí) falsa unidad.
Por un lado estábamos los que nos planteamos nuestra actuación como una contribución a la generación de conciencia, unidad y autoorganización de los trabajadores y consideramos que el espacio privilegiado para esto es la asamblea. Para nosotros el movimiento es el movimiento autónomo del proletariado, y nadie puede suplantarlo ni dirigirlo más que el mismo. Es obvio que ese movimiento no se muestra hoy día salvo en pequeñas y cortas explosiones pero eso no deja de hacer más cierto que la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos o no será. Por ello (y aunque estamos dispuestos a colaborar con compañeros que pertenecen a organizaciones con sus siglas y sus ideología) priorizamos espacios horizontales y sin siglas donde busquemos todo lo que podemos poner y tener en común.
Por otro, los que defienden que son las organizaciones de la “izquierda radical” las que deben unirse, porque ellas son las que representan a los trabajadores, y aspiran a un frente común con un programa mínimo común aunque cada cual preserve sus (muchas) diferencias y peculiaridades y también sus propias actividades.
Es fácil saber quien estaba por la asamblea y quien por la mani. Quien quería siglas y quienes se oponían a ellas. Quienes valoraban por encima de todo un nombre genérico común (con el cual cualquier trabajador se pudiera identificar) y quienes no daban demasiada importancia a un nombre común y si a las siglas particulares.
Tras todo esto es necesario plantearnos que queremos hacer con esto del ECA y como ya el debate quedó in albis antes del 26, muy “sabiamente” dejamos las disputas para después y pospusimos una valoración y definición del ECA que está pendiente. Una valoración que necesariamente implica una confrontación de las dos tendencias que aparecen y que difícilmente pueden estar consensuándose eternamente.
Pero una valoración seria implica entender la realidad en la que nos desenvolvemos y responder a varias preguntas, ¿por qué cambia la concepción del BKA?, ¿cómo se pasa de un planteamiento de espacio reflexivo, al frentismo izquierdista de un día para otro?, ¿Cómo podemos llegar a considerar un éxito a dar un paseo nocturno con 500 personas más?
Ciertamente las cosas han cambiado. Cuando el BKA recogía la idea de extender un movimiento asambleario se veía como posible, dado el número de luchas masivas que se estaban dando y cierta tendencia a la autoorganización de las mismas (primeras asambleas del 15M, primeros momentos en las movilizaciones de los docentes,…) Pero la situación de base ha cambiado y las movilizaciones han sido primero controladas (sindicatos y demás) y posteriormente desmovilizadas o llevadas a callejones sin salida.
La extrema izquierda ve este momento como el suyo, donde ellos deben tomar el relevo y denunciar el papel de los malos dirigentes para crear un polo de atracción hacia sus posiciones. Desde esta perspectiva este tipo de movilizaciones tiene un sentido.
Para nosotros, NO.
Si los trabajadores no se movilizan en estos momentos es porque saben que nada van a conseguir (con esos “jefes” y esas “luchas”) aunque necesitan cambiar las cosas,… pero aún no saben cómo. Para nosotros es un momento de reflexión colectiva. Debemos contribuir a que los trabajadores encuentren la seguridad y el camino de su organización autónoma y de su propia dirección de las futuras luchas. Es el momento de sacar lecciones y ser fieles a nuestra clase y no suplantar a las masas.
Hace un año (o menos) hubiera sido impensable la jornada del 26 porque las masas la hubieran superado y por que las masas no hubieran permitido el protagonismo de ninguna organización. Si hoy estas organizaciones se muestran y tratan de sustituir (en miniatura) el protagonismo de las masas, es precisamente porque estas no están dispuestas a movilizarse por nada. No entender esto es no entender nada y seguir eternamente en la dinámica del activismo ansioso que nada tiene que ver con el verdadero ritmo de la lucha de la clase obrera.
Quizás algunos nos hayamos sentido más acompañados en estos actos que estando en nuestros pequeños grupos, pero la compañía no es un imperativo político, al menos para una política del proletariado, sí lo son la coherencia y la honestidad. Los revolucionarios no estamos solos, formamos parte de una clase que necesita y puede cambiar el mundo. Fuera de ella carecemos de sentido y nos convertimos en otra cosa.
¿Cómo podría darse una colaboración permanente entre compañeros de diversos grupos? Entiéndase dos cosas:
Hablo de colaboración permanente, no de colaborar ocasionalmente y sobre cuestiones tácticas.
Hablo de compañeros honestos con los que tenemos serias diferencias pero de los que no dudamos de su compromiso con la causa de los explotados.
Pues bueno dicho de forma más precisa, como podría para mí ser el ECA un espacio permanente de encuentro. Pues asumiendo las siguientes premisas:
Sé que estas premisas no se dan hoy y no pretendo llegar a un acuerdo que supongo que todos cedamos en cuestiones que consideramos fundamentales, esa es la falsa unidad a la que me refería antes. Si considero que estas posiciones son necesarias y básicas para la lucha de nuestra clase es obvio que no puedo renunciar a ellas a través de un consenso.
¿Cuando considero que se darán estas premisas?, cuando la dinámica propia y autónoma del proletariado las imponga y discutir sobre las mismas sea un absurdo.
Hasta entonces, hasta el momento en que la historia decida, solo podemos seguir hablando, discutiendo (aunque sea tácitamente absurdo) todo lo anterior y muchas otras cosas. Creo que el ECA no puede aspirar a más en el tiempo presente, pero tampoco a menos.
V
En el marco de la situación actual, y aprovechando los recientes textos sobre “La organización del proletariado fuera de los periodos de luchas abiertas” y el del “Análisis y reflexión en torno al ECA de Alicante” adjunto algunas reflexiones incompletas:
La situación actual presenta, en lo que se refiere a la lucha proletaria, una característica principal: el retraso tanto en su capacidad política (naturaleza y profundidad de la crisis; papel del Estado y la “democracia”) como en su capacidad de lucha (herramientas y métodos proletarios de lucha, capacidad de autoorganización). Ambos planos -el político y la capacidad de lucha- están interrelacionados y se retroalimentan, ya sea en círculo vicioso, ya sea en un círculo virtuoso.
Este retraso de momento no aparece como una derrota: pese a la gran confusión y miedo, no existe una total y callada aceptación y comprensión hacia las “necesidades de la economía”; ni la atomización y la descomposición social ha alcanzado aún los niveles de deshumanización que dejarían las manos completamente libres a la burguesía.
Como terreno fértil para la reaparición histórica de la lucha proletaria está, sin lugar a dudas, la profundidad de la crisis, la agudización de los antagonismos sociales y el desgaste del cuerpo ideológico, político y sindical burgués.
En la época inmediatamente anterior de grandes luchas proletarias (del mayo francés a Polonia), que en casos puntuales y locales alcanzan niveles pre-insurreccionales, el retraso del que hablábamos arriba no se da de la misma forma. Mientras existía un importante retraso a nivel político (ilusiones democráticas, hacia los sindicatos y los partidos “obreros”, en la autogestión o la cogestión, nacionalismos, etc) este hecho no impedía una gran capacidad para la lucha y para el desarrollo de métodos proletarios (asambleas obreras, delegados revocables, extensión de la lucha, autoorganización, etc). Es necesario también comentar que ni la crisis ni el paro presentaban entonces, a nivel general, la gravedad que presentan ahora, y por lo tanto no eran un freno tan grande para la lucha (ni por supuesto muchos Estados contaban con el arsenal de canalización anti-proletario con el que cuentan hoy).
Aproximadamente 40 años después de esa oleada de luchas, con una dramática ruptura (a la vez producto de la crisis capitalista y el paro, y a la vez de una estrategia burguesa y sindical “multidisciplinar” -a nivel ideológico, social, laboral, urbanístico, ...- contra la amenaza de la lucha proletaria) de tejido social y obrero; con un “olvido” de los métodos de lucha proletaria; con una gran atomización y despolitización; con inmensos niveles de precariedad y paro... ¿se puede esperar en la fase actual que, pese a un desarrollo tan desigual de ambos planos del combate, aparecieran grandes luchas proletarias?, ¿bastaría en la fase actual un, digamos, “instinto de clase” sin un mínimo de capacidad política para el desarrollo de luchas, como en épocas anteriores?
En mi opinión no. El periodo actual del capitalismo decadente le exige a la lucha que ambos planos vayan mucho más paralelos que en épocas anteriores. O expresado de forma más concreta: el desarrollo de luchas con métodos proletarios (que vayan más allá de explosiones de cólera o desesperación puntuales) le exige a la clase trabajadora mucha más capacidad política (un mínimo de comprensión del terreno que se pisa; de nuestros aliados, de nuestros enemigos y de nuestros falsos amigos), por las razones arriba expresadas y por la mayor sofisticación y reparto de tares en el seno de la burguesía, que en el pasado.
De esta forma, lo político, lo “intelectual”, por las dificultades y la gravedad de la situación, va a jugar un papel decisivo en este periodo: ¿se puede ser capaz de hacer frente a la “austeridad” y la miseria, presentadas como fatalidades, sin un mínimo de comprensión de la realidad?, ¿se puede, bajo circunstancias tan difíciles, encontrar el camino de la lucha minimamente eficaz, sin cuestionar el papel sindical y para-sindical...? El volcán sobre el que se asienta la sociedad burguesa está más caliente que nunca, pero el cráter está obstruido por una losa que requiere más que voluntad, cólera e indignación para ser retirada.
En ese sentido, las minorías que surgen del seno del proletariado buscando las herramientas teórico-prácticas, políticas, para enfrentarse al sistema capitalista son expresión también de una lucha contra lo existente; de un enfrentamiento soterrado fuera de los periodos de luchas abiertas – y también en este-, y son de una gran importancia como vanguardia política del proletariado. Infravalorar su papel e importancia es negar que la clase obrera también reflexiona, también “hace política”, y que ese elemento es crucial en su lucha, tanto para sus “intereses económicos” como para los políticos. Negarles a esas minorías otro papel que el de diluirse en movimientos confusos, o en artificiales “órganos unitarios” copados por el sindicalismo “radical” y por la extrema izquierda, es contribuir a desarmar al proletariado y a allanar el camino a la peor de las políticas y al peor de los “sustitucionismos”: al de la burguesía, sus sindicatos y su izquierda.
Por lo tanto, mi opinión es que los elementos políticamente más avanzados son parte del proletariado y de su lucha contra el capitalismo; que los órganos unitarios del proletariado no se pueden crear ni preparar artificialmente porque surgen por y para la lucha; que las minorías tienen un papel importante a jugar en el camino que lleve a la autoorganización y a la conciencia de clase, pero que ese papel se neutralizará si se diluyen en “espacios”, “coordinadoras”, etc, e incluso en genuinos órganos surgidos de la lucha proletaria, y se auto-limitan en defender posiciones proletarias (por supuesto de acuerdo a un contexto y a las necesidades del momento). En este caso, estas minorías no actuarían como revolucionarios (casi siempre en ínfima minoría; casi siempre a contracorriente; casi siempre vistos como “ajenos” a las masas), y se convertirían en otra cosa.
Draba
1 El Bloque Crítico Asambleario es un espacio donde confluyen desde la última huelga general (29M) compañeros de distintas organizaciones o sin organización en Alicante, desde una perspectiva asamblearia. Nace queriendo dar respuesta a las huelgas convocadas por los sindicatos y con la intención de extender el movimiento asambleario. El 26 de septiembre desde este bloque se realiza una jornada de lucha (en consonancia con la huelga convocada en Euskadi y la jornada de lucha a nivel estatal convocada por sindicatos “de base”) donde por primera vez aparecen siglas de organizaciones. Esta jornada ha sido precedida por largos debates donde se expresan corrientes muy distintas sobre que es y debiera ser el bloque. Para la ocasión el bloque cambia de nombre pasándose a llamar “espacio crítico asambleario”.
2 La TIA es un colectivo que nace de la agrupación espontanea de compañeros del ámbito asambleario y autónomo en Alicante alrededor de las asambleas multitudinarias de mayo de 2011. En ese entorno se encargarán de la “estructura organizativa” del movimiento y confluirán con otros compañeros llegando a planteamientos comunes al asamblearismo, el anticapitalismo y el internacionalismo proletario. Las muchas diferencias con los restos del 15M les llevaran a separarse formalmente de las organizaciones que se apropian este nombre y a funcionar independientemente. La incorporación al grupo de compañeros procedentes de las Asambleas Abiertas de Trabajadores hace que el grupo se denomine: Asamblearios – TIA.
Una compañera ha desarrollado varios comentarios muy interesantes donde elabora unas reflexiones sobre las recientes huelgas en Sudáfrica. El comentario más importante y que hemos tomado como materia para la discusión es el titulado Las “huelgas salvajes tipo las de Sudáfrica señalan el camino” y se encuentra en el Foro de Discusión en el siguiente enlace:
https://es.internationalism.org/node/3501#comment-1824 [8]
En dicho comentario desarrolla de forma más coherente sus ideas e integra sus comentarios anteriores.
Saludamos calurosamente la iniciativa de la compañera y sobre todo su propuesta de debate público. Ello contribuirá sin duda a la clarificación del medio proletario y desde aquí animamos a todos los compañeros interesados a unirse al debate.
Lo que sigue a continuación en nuestra respuesta.
Querida compañera:
Nos pides “una crítica” de tus comentarios, que como verás, han sido publicados íntegramente y con mucho gusto por nuestra parte. Más que una crítica, lo que vamos a hacer es una exposición analítica de algunas posiciones con objeto de animar un debate que contribuya a la clarificación de las cuestiones que plantea la lucha de clases.
Antes que nada queremos saludar tú propuesta de un debate público e igualmente el espíritu abierto a la reflexión y la crítica que expresa tu correspondencia. Y también el contenido mismo de los comentarios que has enviado, donde hay una defensa intransigente de la lucha obrera contra las trampas del Estado democrático.
La verdad es que suscribimos totalmente los principios políticos desde los que abordas un análisis de la lucha de los mineros Sudafricanos:
Estos principios no son únicamente expresión general del legado de la Izquierda Comunista en su lucha contra la degeneración de la Internacional Comunista, sino del combate y el trabajo teórico de sus fracciones más claras, como Internationalisme (órgano de la Izquierda Comunista Francesa), o Bilan (órgano de la Izquierda Comunista Italiana) de cuyo aporte –críticamente asumido- se reivindica la CCI.
Compartimos igualmente algunas lecciones esenciales que sacas de la lucha en Sudáfrica:
Este conjunto de posiciones y análisis nos proporciona un terreno común a partir del cual podemos abordar puntos en los que podemos no estar de acuerdo o bien que necesitarían una mayor aclaración. En una primera aproximación, pensamos que es mucho más importante lo que nos une que lo que nos separa y es desde lo que nos une como podremos desarrollar un debate.
Cada vez más militantes proletarios toman conciencia de la necesidad de impulsar una lucha al margen y en contra de los Sindicatos. Ven a los sindicatos como órganos ajenos, que están al servicio del Estado y de los capitalistas. Desconfían de sus convocatorias y de sus planteamientos.
Ahora bien, ¿qué alternativa oponer a los sindicatos y al sindicalismo? Hemos de basarnos en la experiencia histórica de la clase obrera y esta nos muestra que, a lo largo de los últimos 100 años, en lo que se conoce como la época de decadencia del capitalismo, las luchas más significativas se manifiestan como explosiones masivas, que se extienden a todos los colectivos obreros sin distinción de sector, empresa, nacionalidad, raza etc., que se auto-organizan en Asambleas Generales y en cuanto adquieren una mayor unificación forman Comités elegidos y revocables y en una situación pre-revolucionaria Consejos Obreros. La lucha económica se convierte en política y viceversa, las reivindicaciones tienden a situarse en el terreno autónomo de la clase obrera frente a la nación, la defensa de la economía etc.
Las luchas obreras genuinas que han venido expresándose desde hace 100 años tienden a ser una explosión de creatividad e iniciativa independiente de grandes masas obreras y explotadas, momentos donde crece la solidaridad, la confianza y la unidad; situaciones donde el proletariado se manifiesta como una clase autónoma capaz de levantar ante toda la sociedad una alternativa contra el Capital y su Estado; momentos donde este amenaza con verse aislado y donde su inmenso aparato represivo empieza a paralizarse.
A esa tendencia se le ha llamado de diversas maneras: la huelga de masas por parte de Rosa Luxemburgo; acción directa de masas contra la máquina gubernamental burguesa, por el Primer Congreso de la Tercera Internacional (1919); tú le llamas “huelga salvaje”.
Lo interesante más que el nombre es, en primer lugar, el sentido histórico de esta tendencia de la clase obrera, su comprensión en profundidad, sus orígenes, dinámica y consecuencias. Para ello, permítenos un breve desarrollo histórico. La lucha obrera en la decadencia del capitalismo desarrolla una forma y un contenido radicalmente diferentes de lo que prevalecía en el periodo ascendente del capitalismo. En este periodo, la lucha se basaba en el sindicato y consecuentemente en huelgas de presión para un día o en huelgas de resistencia de larga duración pero encerradas en el sector[1]. Todo estaba mediatizado por el sindicato y la lucha se encerraba en el campo estrictamente económico, se limitaba a una presión corporativa sobre los patronos del ramo con objeto de conquistar mejoras y reformas en las condiciones de explotación, no se planteaba la abolición de la explotación. El ámbito político estaba rígidamente separado y se delegaba en los partidos socialistas y su actuación en el Parlamento.
Ese esquema no solo es inapropiado en las condiciones históricas de la decadencia capitalista (a partir de la Primera Guerra Mundial por dar una fecha meramente orientativa) sino que se vuelve contra la clase obrera y cae totalmente al servicio del Estado Capitalista de tal forma que constituye su principal mecanismo de dominación. Respaldado por una represión omnipresente, el Capital goza como primera línea de defensa de un aparato de partidos de Izquierda (socialistas, “comunistas” y “más a la izquierda”) y de sindicatos de todos los colores.
Hubo un acontecimiento histórico de enorme importancia que mostró la nueva forma y el nuevo contenido de la lucha obrera. Fue la Revolución Rusa de 1905 y a ella le dedicó Rosa Luxemburgo un estudio que es en nuestra opinión muy importante y que podría servir de base- necesariamente crítica- para la comprensión de la lucha obrera actual[2].
Las luchas en Sudáfrica constituyen una confirmación de lo que venimos diciendo. Su carácter explosivo, sus tendencias a la extensión y a la auto-organización[3], la búsqueda de una acción independiente como clase, la solidaridad que se expresa, la indignación ante el cinismo de la policía, el gobierno y el partido en el poder, todo ello resalta y refuerza esta experiencia y la constituye como un material que el proletariado mundial debe hacer suyo, tanto por las lecciones que ofrece como por la solidaridad internacional que tiene que crecer y desarrollarse.
Está claro igualmente que Sudáfrica es el Estado más importante del continente africano, con fuertes ambiciones económicas e imperialistas, de ahí que lo que allí suceda en el terreno social tiene importantes repercusiones, máxime cuando el Capital en ese país gobierna a través del monumental equívoco de haberse producido una “liberación social y racial” a manos del partido de Mandela, el ANC, lo que constituye una pieza importante en la telaraña de engaños con los que el capital ataca la conciencia del proletariado mundial. Que sus hermanos de Sudáfrica se rebelen contra un poder vendido como “ejemplo de liberación”, como el no va más de lo “políticamente correcto”, no deja de ser un aporte significativo al complejo proceso de maduración de la conciencia proletaria.
Estamos abiertos a una profundización más detallada que nos permita conocer mejor la experiencia allí vivida por el proletariado[4], sin embargo, no podemos verla como un acontecimiento aislado. La cultura que impone la sociedad actual es la del inmediatismo, ver cada acontecimiento en si mismo por lo que a menudo da la impresión deformada de ser el “principio de todo”. Frente a ello vemos necesario esforzarnos por colocar cada experiencia, en su contexto mundial e histórico, en la continuidad en la que se inscribe y de la que cobra sentido.
El proletariado llegó al punto más alto de su lucha con la oleada revolucionaria mundial de 1917-23. Después siguió la noche de una larga contra-revolución. Desde 1968 el proletariado renace y protagoniza toda una serie de experiencias: el Mayo 68 en Francia, el Otoño Caliente en Italia y el Cordobazo en Argentina durante 1969, las luchas en Polonia en 1970, 1976 y 1980, las luchas en España en 1971-76… Estas luchas se prolongan en sucesivas olas en los años 80 pero se constata que no logran romper las fronteras del sector económico y del control sindical, a pesar de tentativas de extensión y de auto-organización que surgen aquí y allá de forma dispersa. Los acontecimientos de 1989 con la caída de los regímenes estalinistas y la enorme campaña anti-comunista desarrollada por la burguesía suponen un importante retroceso de la combatividad y la conciencia del proletariado pues para millones de proletarios “el comunismo ha fracasado”, “el proletariado ha desaparecido disuelto en la clase media y la clase baja”, “lo que existen son ciudadanos” etc.
Ese largo retroceso se prolonga hasta 2003. A partir de esa fecha, con el aldabonazo que suponen las manifestaciones masivas en Francia y Austria contra la reforma de las pensiones, percibimos que la situación social empieza a cambiar, pequeñas luchas dispersas en diferentes países presentan algunos signos prometedores; a partir de 2006 vemos diferentes “arroyos”, a veces ríos, de lucha proletaria:
Estos diferentes cursos no han logrado en ningún momento converger en un gran movimiento unitario. Lo que tendríamos que valorar y llevar la discusión es ¿qué representan dentro de esta dinámica general las huelgas en Sudáfrica?
Las luchas en Sudáfrica contienen aportes muy positivos. Del mismo modo, nos dan lecciones en negativo: los obreros han tenido que hacer frente a la acción combinada de dos sindicatos –uno más “moderado” puesto que más directamente comprometido con el partido gubernamental y el otro más “extremista”-. El control sindical y las ilusiones sobre una sociedad donde “ahora tenemos democracia y la raza negra es respetada” han hecho que la lucha haya quedado esencialmente confinada en el sector minero y su extensión haya resultado muy difícil. A menudo, las huelgas que por simpatía o por el estímulo del ejemplo surgían en otros sectores obreros o en ciudades industriales o portuarias, han quedado aisladas bajo el férreo cordón sanitario sindical.
Todo esto es un rico filón para la reflexión del proletariado internacional. Ahora bien,¿son las luchas obreras por importantes que sean la única fuente de la conciencia revolucionaria? Esta pregunta la hacemos al hilo de este llamamiento que haces respecto a la huelga sudafricana:
«Se trata del embrión más claro y avanzado de la revolución socialista que está pariendo la crisis capitalista actual. Y como tal embrión, tiene todas las limitaciones de un embrión. No hay duda de esto. Pero es lo mejor que hoy nuestra clase tiene. Y por eso, es un deber apoyarlo para que evolucione hasta madurar y ser capaz de triunfar sobre el capitalismo. Y este deber implica, desde ya, por lo menos campañas sistemáticas nuestras hacia el resto de la clase proletaria para que conozca esta lucha y la haga suya y la apoye solidariamente poniéndose en huelga contra la burguesía del “propio” país, y de esta manera vaya aprendiendo a caminar por el camino de la revolución socialista, de acuerdo con la exigencias y posibilidades de la situación concreta respectiva»
Engels recordaba que la lucha del proletariado tiene 3 componentes inseparables pero que cada cual tiene vida propia: la lucha económica, la lucha política y la lucha ideológica. Pensamos que esta clarificación sigue siendo plenamente válida. Dando toda la importancia a las luchas obreras inmediatas, ¿no sería necesario considerar igualmente los esfuerzos en la comprensión teórica de la situación económica y política y los combates ideológicos contra la opresión y la alienación propias de esta sociedad? El movimiento del proletariado no es únicamente una acción política y económica, se esfuerza igualmente por desarrollar una visión integral de la humanidad, “nada de lo humano le es ajeno”[8], su reflexión y su actividad aborda elementos éticos, científicos etc. A nuestro juicio, “lo mejor que hoy tiene nuestra clase” va más allá de tales o cuales experiencias de lucha por importantes que sea y se manifiesta en un esfuerzo de conjunto donde se integran junto con las lecciones de las luchas el desarrollo teórico revolucionario. Esta unión es la que a nuestro juicio prepara las luchas futuras.
Un último punto de debate pero no por ello menos importante. Dices:
«En mis dos comentarios abundo un poco más sobre cómo entiendo la situación política de diversos países (España, Grecia, Sudáfrica), caracterizándola como prerrevolucionaria, y explico lo que entiendo por una situación así. Es posible que se diga que todavía no es prerrevolucionaria pero que tiende hacia ella. Esto hay que demostrarlo analizando la situación concreta respectiva. En todo caso, dada mi lejanía respecto de esos países, puedo equivocarme al respecto, pero creo que no tanto, por los síntomas que incluso desde lejos se pueden ver. Pero lo que sí queda claro, en todos los casos, es que la crisis capitalista actual está generando crisis políticas, situaciones políticas cada vez más críticas, que van llevando hacia el estallido de situaciones revolucionarias para las que el proletariado consciente debe estar preparado, lo cual implica trabajar desde ahora para estarlo, pero este trabajo debe estar revolucionado por la revolución que está sufriendo la situación misma».
Es cierto que la burguesía mundial va perdiendo margen económico frente a la agravación incontenible de la crisis, pero no debemos subestimar su capacidad de maniobra política, de “acompañamiento” al hundimiento del capitalismo, como ha mostrado estos últimos años[9], y sobre todo debemos polarizarnos sobre el análisis de la situación del proletariado.
Cuando Lenin escribía sobre la situación pre-revolucionaria de 1917, el proletariado, aunque había sufrido la traición de la socialdemocracia que permitió el estallido de la guerra mundial, se reconocía como clase, con sus propios intereses y una perspectiva revolucionaria, venía de una tradición ininterrumpida de organización y de lucha, en la que las nuevas generaciones crecían en la educación socialista, por lo que todo ello transmitía una enorme confianza de la clase obrera en sí misma y hacia ella por parte de todos los explotados. Desde 1848, cuando la clase obrera aparece como sujeto social con sus propios intereses y reivindicaciones y su propio partido en la escena social, hay una continuidad de la lucha y la organización. El tiempo que trascurre entre una tentativa revolucionaria y la siguiente es de 20-30 años: 1848-1871-1905-1917.
Es decir, el proletariado de 1917-23 contaba con capacidades subjetivas muy importantes que, sin embargo, no lograron impedir la derrota de su tentativa revolucionaria.
¿Cuenta el proletariado de hoy con esas capacidades subjetivas? Ya hemos visto que su reanudación histórica a partir de 1968 arrastra el tremendo lastre de la contra-revolución. Su larga sombra ha continuado y continúa aún marcando a las generaciones actuales de la clase obrera. El desprestigio y la desconfianza que el estalinismo ha impuesto sobre las nociones básicas de la lucha obrera, como la solidaridad (transformada en el envío de tropas a la guerra imperialista contra el bloque USA), el partido del proletariado (que en Rusia y los países del bloque del este se identificaba con el Estado) etc. han hecho mella particularmente en una generación que, ante la campaña sobre “el fin del comunismo” tras el hundimiento del bloque del Este, prácticamente se ha desentendido de la lucha obrera.
Si añadimos a eso, la larga y lenta evolución de la crisis y la desintegración social, sin que ninguna de las dos clases antagónicas (la burguesía y el proletariado) hayan sido capaces de plantear su alternativa a la situación histórica, lo que ha dado lugar a una nueva etapa de la decadencia (la descomposición[10]), el resultado es una gran desconfianza de la clase obrera en sus propias fuerzas.
De hecho hoy se produce lo que hemos llamado una dificultad de la clase obrera de encontrar su propia identidad de clase, de verse como clase social con sus propios intereses.
Todo eso se plasma en que si bien es cierto que la crisis capitalista actual está generando crisis políticas, situaciones políticas cada vez más críticas, sin embargo existe a la vez un gran desnivel entre la creciente gravedad de la situación objetiva y la capacidad subjetiva del proletariado. De ahí que no veamos probable en un horizonte inmediato como pareces plantearlo tú, esas situaciones políticas cada vez más críticas lleven al estallido de situaciones revolucionarias.
En nuestra opinión queda un largo camino por recorrer para llegar a esa posibilidad. Eso desde luego no quiere decir echar un cubo de agua fría a nuestra pasión por la revolución proletaria, significa sencillamente la necesidad de una discusión a fondo del conjunto de condiciones tanto objetivas como subjetivas que crean una situación revolucionaria. Habría que considerar desde luego la crisis capitalista pero también si realmente la burguesía y su Estado están aislados de la sociedad y sufriendo una creciente parálisis en sus medios de dominación. Y sobre todo en la ecuación hay que ver la variable más importante: la capacidad subjetiva del proletariado, no solo su combatividad que está indudablemente creciendo sino igualmente su conciencia, su confianza en sí mismo y en el porvenir, sus niveles de solidaridad, el grado de desarrollo en sus filas de las bases para crear una nueva Internacional.
Sobre ello te proponemos abrir una discusión pues en el intercambio que hasta ahora hemos tenido apenas hemos dado los primeros pasos.
Un saludo fraternal
CCI, 13.11.12
[1]Aunque se pedía la ayuda del resto de la clase obrera mediante colectas económicas, acoger a hijos de huelguistas etc.
[2] Se puede encontrar dicho libro en https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf [9] Ver el aporte reciente de los compañeros de Alicante: Debate a propósito de la huelga general, /content/3535/debate-proposito-de-la-huelga-general [10]
[3] Señalas en ese terreno algo que nos parece importante: la formación de un Comité de Coordinación de Huelga, que ha intentado unificar las Asambleas de las diferentes empresas y zonas mineras.
[4] La censura y la falta de noticias así como la deformación con la que se transmiten lo dificulta
[5] Ver /revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [11]
[6] Ver /revista-internacional/200904/2483/las-revueltas-de-la-juventud-en-grecia-confirman-el-desarrollo-de- [12]
[8] Esta frase del poeta esclavo romano Terencio fue tomada por Marx como divisa y la repetía continuamente
[9] Nuestros análisis sobre la naturaleza y gravedad de la crisis actual pueden verse en la Revista Internacional.
[10] Ver nuestras “Tesis sobre la descomposición” en la Revista Internacional nº 62 /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [14]
En dos artículos anteriores[1], analizamos el contexto en que tuvo lugar la masacre de mineros en huelga en Marikana por la policía sudafricana el 16 de agosto último. Mostramos cómo los sindicatos y el Gobierno tendieron una trampa mortal a los trabajadores para ahogar la dinámica de la lucha que golpea desde hace varios meses “la mayor democracia africana”. Mientras sus policías maltrataban y asesinaban a los trabajadores impunemente, la burguesía esgrimía el tema de apartheid para adentrarlos en el campo estéril de la llamada lucha de razas donde los trabajadores negros serían víctimas. Las huelgas parecían extenderse a otras minas, pero no se ha podido determinar con certeza si realmente se están desplazando hacia el terreno de los conflictos interraciales o continúan extendiéndose.
Desde la publicación de nuestro artículo, asistimos al movimiento más importante de huelga en Sudáfrica desde el fin del apartheid en 1994. Estas huelgas son doblemente significativas porque, no sólo demuestran –por si fuera necesario– que detrás del llamado milagro económico “de los países emergentes”, se esconde, como en todas partes, una miseria creciente, sino que también destacan que los trabajadores del mundo, lejos de tener intereses divergentes, están luchando en todas partes contra las indignas condiciones de vida impuestas por el capitalismo. Por lo tanto, a pesar de las debilidades, sobre las cuales luego volveremos, las huelgas que han sacudido Sudáfrica se inscriben en la raíz de las luchas obreras alrededor del mundo.
Tras la masacre del 16 de agosto, la lucha parecía flaquear, aplastada por el peso de las maniobras de la burguesía. De hecho, mientras la huelga se extendió a otras minas con idénticas reivindicaciones, se organizó una reunión de buitres entre los sindicatos de Marikana y la dirección del estado, todo bajo la santa mediación de los dignatarios religiosos. La maniobra fue diseñada para sofocar la extensión de las huelgas dividiendo a los trabajadores entre quienes, por un lado, se beneficiaban de las negociaciones y de toda la atención mediática y, por otro lado, los que se lanzaban a la huelga ante la indiferencia general, con excepción de la atención de los policías (blancos y negros) que continuaban su campaña de terror, sus provocaciones y sus incursiones nocturnas.
Sobre el terreno, la AMCU, el sindicato que había aprovechado la huelga salvaje de Marikana el 10 de agosto para lanzar su munición en una guerra de territorio mortal contra su competidor del MUN, instó a los trabajadores a atacar físicamente a los mineros que habían vuelto a trabajar: "La policía no podrá protegerlos todo el tiempo, la policía no duerme con ellos en sus barracones. Si uno va a trabajar, debe saber que sufrirá las consecuencias". Debido al apagón mediático que golpeó brutalmente esta lucha, no somos capaces de determinar si los trabajadores han cedido realmente a la violencia o si los sindicatos continuaron su ajuste de cuentas con el pretexto de las huelgas; ya que se han perpetrado varios asesinatos y asaltos durante el movimiento.
Aunque la propaganda alrededor de la "vuelta del apartheid " nunca fue tomada en serio por los trabajadores, en este contexto, la lucha retrocedía de hecho. Sin embargo, en este punto, el movimiento conocía un nuevo aliento.
El 30 de agosto, la población supo, a través del diario de Johannesburgo, La estrella, que cuando la policía afirmó haber disparado a los mineros Marikana "en defensa propia", había mentido descaradamente como demostraron los informes de la autopsia, ya que realmente dispararon a los mineros por la espalda mientras intentaban huir de sus torturadores. Según varios periodistas presentes en el acto, la policía perseguía incluso a los huelguistas para asesinarlos a sangre fría. Sin embargo, casi al mismo tiempo, el Tribunal de Pretoria anunció su intención de inculpar a los doscientos setenta detenidos el 16 de agosto cuando la policía disparó... por el asesinato de sus compañeros (!), en virtud de una ley antidisturbios que prevé la acusación por asesinato de todos los detenidos en el lugar de un tiroteo policial. Es que, en “la mayor democracia africana”, no se andan con rodeos. Mientras ninguno de los policías que abatieron a los mineros de Marikana fue molestado, el Estado inculpó a los supervivientes del tiroteo. Con un poco de imaginación, el tribunal de Pretoria ¡casi podría haber ejecutado por segunda vez a los muertos por su propio asesinato!
La consternación fue tal que, el 2 de septiembre, el tribunal se vio obligado a retirar los cargos y a anunciar la liberación de todos los presos. Sobre todo, el Estado se percató inmediatamente de su error, ya que, sobre la base de las mismas reivindicaciones, las huelgas se multiplicaron en la mayoría de las minas en el país. En efecto, el 31 de agosto, quince mil trabajadores de una mina de oro, operada por Golds Fields, cerca de Johannesburgo, lanzaron una huelga salvaje. El 3 de septiembre, los mineros de Morder Est, empleados por Golden One, entraron a su vez en lucha. El 5 de septiembre, casi todos los mineros de Marikana se manifestaron recibiendo los vítores de la población y se negaron, al día siguiente a aceptar el lamentable acuerdo firmado entre los sindicatos y la administración de Lómin. A partir del 14 de septiembre, las compañías Amplats, Aquarius y Xstrata, que operan cada una en varios sitios, anunciaron la suspensión de su actividad, mientras que la producción de casi todas las minas del país parecía detenerse. La ola de huelga incluso se había extendido a otros sectores, en particular a la de los transportistas motorizados.
Esta dinámica fue, en parte, alimentada por la conmoción causada por el testimonio de los huelguistas encarcelados: "ellos [la policía] nos han golpeado y apaleado, nos han pisoteado los dedos con sus botas", "todavía no puedo entender lo que me pasó, ¡ésta es mi primera vez en la cárcel!" "Pedimos un aumento de sueldo y nos disparan, nos llevan a la cárcel y nos golpean, incluso, ¡me han robado los 200 RAND [20 euro] que llevaba!".
El terror de la policía cayó también sobre los huelguistas en libertad a través de intervenciones muy violentas, resultando en detenciones por motivos incongruentes, con muchos heridos y varios muertos[2]. Así, el 14 de septiembre, el portavoz del Gobierno dijo: "es necesario intervenir porque llegamos a un punto donde debemos tomar decisiones importantes". Después de este buen ejemplo de frase hueca de las que sólo los políticos tienen el secreto, el portavoz agregó, mucho menos lacónicamente: "Si permitimos que esta situación se extienda, la economía sufrirá seriamente". Al día siguiente, se organizó una irrupción brutal, alrededor de las 2 de la mañana, en los dormitorios de los trabajadores de Marikana y sus familias. La policía, apoyada por el ejército, hirió a muchas personas, incluyendo a varias mujeres. Por la mañana, estallaron disturbios y se levantaron barricadas en las carreteras. Poco más necesitó la policía para desatar la violencia sobre los trabajadores de todo el país en nombre de la "seguridad".
Mientras que sus policías aterrorizaban a la población, el Estado, con la complicidad de los sindicatos, asestó un gran golpe a la lucha, el 18 de septiembre, permitiendo un aumento del 11 a 22% sólo a los mineros de Marikana. Esta victoria engañosa fue claramente para dividir a los trabajadores y evitar la movilización de los trabajadores que había estado en el centro de la lucha. Claramente, la burguesía sacrificó ese 22% para los mineros de Marikana con el fin de sofocar el espíritu de lucha de los otros huelguistas, detener la extensión del combate y privar a la mayor parte de de los trabajadores del aumento de sueldo reclamado.
Sin embargo, el 25 de septiembre, los 9 mil empleados de la mina Beatrix que a su vez entraban en huelga, y los de Atlatsa se lanzaron a la lucha el 1 de octubre. La violencia policial marcó una nueva muesca en su cinturón con un montón de brutales detenciones, palizas y asesinatos. El 5 de octubre, la compañía Amplats sacó la artillería gruesa al anunciar el despido de 12 mil mineros. En esta escalada varias compañías, apoyadas por los tribunales, amenazaron con despedir masivamente a través de un chantaje asqueroso: los trabajadores, o aceptan aumentos miserables propuestos por la dirección, o bien son expulsados. Golden One finalmente tuvo que despedir a mil cuatrocientas personas, Golden Field a otras mil quinientas, etc..
En el momento de escribir estas líneas, los últimos grupos de huelguistas regresan poco a poco al trabajo. Pero esta lucha y a pesar de las debilidades que la han caracterizado, expresa cierto aumento de la conciencia de clase. Los trabajadores sudafricanos han sentido la necesidad de luchar colectivamente, han formulado reivindicaciones concretas y unitarias y han buscado constantemente ampliar su lucha. En un contexto donde la crisis y la miseria serán inexorablemente más profundas, este movimiento es una firme experiencia para el desarrollo de la conciencia de todos los proletarios de la región y una lección para los proletarios de todo el mundo.
El Generico, 22 de octubre
[1] Lecciones de la experiencia sudafricana, ver https://es.internationalism.org/node/3468 [17] y Matanza en Sudáfrica: la burguesía lanza a sus sindicatos y su policía contra los trabajadores, ver https://es.internationalism.org/node/3453 [18]
[2] Es imposible determinar el número de huelguistas asesinados por la policía sudafricana, pero la prensa informó de siete muertos en Rustenburg y al menos una muerte en las filas de los camioneros.
En Grecia, tras la tercera consigna de huelga general de los sindicatos, incluyendo al más influyente que es el Pame, nuevas manifestaciones tuvieron lugar el miércoles 26 de septiembre en Salónica y Atenas que contó con más de 30 000 trabajadores. La ira era tal que una vez más vimos violentos enfrentamientos con la policía y esta vez incluso entre policías en huelga y las fuerzas del orden!
En España, decenas de miles de manifestantes llegaron gritando su rabia el martes 25 de septiembre ante un Parlamento protegido por 2 000 policías. El sábado 29, apenas cinco días después y evidencia del profundo descontento, el Parlamento se vio nuevamente rodeado durante toda la noche.
En Italia, 30 000 funcionarios estaban en la calle el viernes 28 en Roma para protestar contra un nuevo paquete de austeridad sobre pensiones y "reclasificaciones".
En definitiva, la última semana de septiembre estuvo marcada por la creciente ira en muchos países de Europa frente a los ataques brutales y él anuncio de nuevos planes de austeridad sin fin. En México los ataques más inmediatos se perfilan bajo la nueva “Reforma laboral”, no existen situaciones “griegas”, “españolas” o “mexicanas”, todos los trabajadores en todo el mundo están siendo atacados.
Obviamente, ante todas estas medidas drásticas, los responsables son los funcionarios designados por los gobiernos así como los partidos de oposición y los sindicatos; la 'troika' de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Casi todo el mundo quiere hacernos creer que el problema de la crisis podría resolverse país por país y nos machacan la ilusión de que todo el mundo no se encuentra en el mismo barco, que es posible para algunos evitar lo peor, para que otros puedan relanzarse si hacen los "esfuerzos necesarios". En México la burguesía nos recalca que “no la estamos pasando tan mal como los europeos” (Felipe Calderón dixit). Nos dicen que nuestra economía “está blindada” y nos hacen creer que nuestras vidas estarían separadas de los trabajadores europeos y de otras partes del mundo. Lo cierto es que somos una misma clase trabajadora en todo el mundo, una clase que sufre el mismo yugo de explotación, que apenas sobrevive y que es aplastada cada vez que se revela aisladamente. La burguesía hace todo lo posible para evitar la toma de conciencia de que todos los trabajadores son atacados y que en este sentido pertenecen a una misma clase mundial.
No hay ninguna salida a la crisis; eso es claro e inequívoco, aunque el deseo de un futuro económico más brillante es una esperanza que tiene todo el mundo. La pobreza y la miseria son el futuro para todos en este sistema capitalista. Hace más de 40 años que se anuncia diariamente que habrá un mejor mañana si estamos de acuerdo en los sacrificios de hoy. ¡Pero cada sacrificio abre la puerta a otros peores! Incluso, no es falta de voluntad por parte de los capitalistas o los Estados, esto el resultado de la inmersión en la bancarrota inexorable que requiere esta ley implacable de creciente brutalidad de los ataques.
Entonces, ¿qué hacer?, ¿cómo luchar? A pesar del descontento creciente que ha llevado a enfrentamientos con la policía, las “jornadas de acción” como la que recientemente vivimos en México a propósito del 2 de octubre, muestran su esterilidad. Décadas de esta forma de “acción” lo demuestran… son en cambio un medio para encuadrar a los trabajadores detrás de las banderas sindicales y atraparlos entre las vallas de la policía y el sonido de los altavoces de los dirigentes sindicales impidiendo cualquier discusión.
El ejemplo de España es muy llamativo. El año pasado, el movimiento de los indignados fue una demostración real y potente de la voluntad de la población y la clase obrera que colectivamente, fuera de los sindicatos, discutió las maneras de combatir los ataques y expresar su indignación contra las condiciones de miseria impuesta por el Estado español. Lo más significativo fue la creación de espacios de discusión en las calles a través de asambleas generales libres y abiertas a todos, una apertura a los sufrimientos y luchas en todo el mundo. En España, cuando un trabajador "de otra parte" tomaba el micrófono para ir en solidaridad con el movimiento y a veces para contar cómo la pasaban en su terruño, la simpatía fue inmediata y palpable, cálida y entusiasta. En ese momento, ninguna bandera ni nacional ni regional eran visibles y aquéllos que querían limitar la lucha en la acción separatista no eran particularmente bienvenidos, en cualquier caso sus discursos no causaban ningún entusiasmo. Y es que el movimiento de los indignados no permaneció encerrado en la frontera hispana, "dio pasitos" en muchos países, en Israel o Estados Unidos con el movimiento de los "Ocupar".
La burguesía es conciente del peligro potencial que supone la maduración de estas ideas "absurdas" (ante sus ojos) en los cerebros de los explotados; ella sabe que nunca es bueno, desde su punto de vista, que un sentido de solidaridad en la lucha se desarrolle entre los trabajadores, mucho menos a nivel internacional. Hoy, a principios de octubre, se lleva a cabo una enorme campaña de la burguesía que intenta inyectar progresivamente el veneno nacionalista y la defensa de las “instituciones”, sus instituciones. Así, el IFE (Instituto Federal Electoral) salió de las recientes elecciones como un “instituto ciudadano ejemplar”, el Tribunal Federal Electoral “hizo cumplir la ley”, los ciudadanos “ejercieron su derecho” y la izquierda se mostró “más civilizada que nunca”…a excepción de Obrador que sigue insistiendo en que Peña Nieto hizo trampa y hoy anuncia la creación de un nuevo partido de izquierda…¡una “nueva institución” destinada a controlar a todos aquéllos que dejen de creer en la “institución llamada PRD”!. El movimiento “#yo soy 132” está integrado a la defensa de la legalidad, de la democratización de los medios y demás linduras sujetas en el corsé de las “instituciones nacionales”. Hoy es el PAN y el PRD los que enarbolan la bandera de la “democracia sindical”, vieja consigna del izquierdismo en los años 70 y 80... ¿Se volvió el PAN de izquierda?, ¿por fin el PRD asume su dicho de “amigo de los trabajadores? ¡¡NO!! Esas escaramuzas en las cámaras de diputados y senadores de la burguesía son solo una sórdida lucha por posiciones. Además, no hay en el fondo ninguna contradicción en que el PAN se sume hoy a la demanda de “democracia sindical”, esa consigna solo busca recredibilizar un órgano que ya no pertenece a los trabajadores, es una consigna que siempre ha sido ajena al campo del proletariado… ¡parece radical pero es pan con lo mismo!
Lo que demostró el movimiento de los Indignados en España desde sus primeros días y los debates que se desarrollaron en su seno, fue la esperanza en otro mundo. Esta esperanza, la confianza que la clase obrera debe tener en sí misma, deben desarrollarse y vivirse en sus luchas ya que son potentes alicientes para enfrentar y superar las trampas que nos tiende la burguesía todos los días. Esto le permitirá salir de los movimientos repetitivos que solo conducen a la desmoralización y la desmovilización. El gran ejemplo lo tendremos en México el 20 de noviembre: los sindicatos organizarán una gran “jornada de acción” para encerrarnos en callejones sin salida, para vaciarnos, para matarnos las ganas de protestar y oponernos a esta vida a la que nos condena el capitalismo.
La gravedad de la crisis, si bien hace crecer en nosotros un profundo descontento, también contiene algo tremendo; revela que no se trata de doblar a tal o cual patrón o gobierno en turno sino de cambiar drásticamente el sistema, de luchar por la liberación de toda la humanidad y acabar con las cadenas milenarias de opresión. ¿Seremos capaces? ¿Nosotros, la clase obrera, podremos hacer esa tarea? ¿Cómo hacerlo? Frente a la barbarie creciente y a la incapacidad manifiesta del capitalismo para ofrecer algo distinto a la miseria, todas estas preguntas surgen y pasan por la cabeza, conscientemente o no. El proletariado tiene la fuerza para recuperar la confianza en sí mismo, en su capacidad para unirse y vivir la solidaridad en su seno... el amanecer comenzó a despuntar en el horizonte. Se acerca el día en que las palabras de Karl Marx cobrarán todo su significado: " las revoluciones proletarias como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: Hic Rhodus, hic salta!1” (18 Brumario).
CCI, octubre de 2012
1 ¡Aquí está la rosa, baila ahora !. El significado de esta alocución nos dice que llega un momento en que ya no hay vuelta atrás y debemos enfrentar los problemas.
Una vez más, misiles y aviones israelíes han estado machacando Gaza. En 2008, en la operación “Plomo Fundido” se llegó a casi 1500 muertos, la mayoría de ellos civiles, a pesar de asegurar que se trataba de “ataques quirúrgicos” contra objetivos terroristas. La franja de Gaza es una de las zonas más pobres y pobladas del mundo y es absolutamente imposible separar las zonas residenciales de las “instalaciones terroristas” que las rodean. Con todas las armas sofisticadas a disposición de los Israelíes, la mayor parte de víctimas en la campaña actual son también civiles, mujeres, niños y ancianos.
No es que esto preocupe a los militaristas que dirigen el Estado de Israel. De nuevo Gaza está siendo castigada de forma colectiva, como lo ha sido no sólo con el asalto anterior sino también con el bloqueo que ha paralizado su economía, ha obstaculizado los esfuerzos para la reconstrucción tras la devastación de 2008 y ha situado a la población en el límite del hambre.
En comparación con la potencia armamentística esgrimida por los Israelíes, las capacidades militares de Hamas y de los grupos yihadistas más radicales de Gaza, son insignificantes. Pero gracias al caos en Libia, Hamas ya tiene en sus manos misiles de largo alcance. No sólo Ashdod en el sur (donde fueron asesinados tres residentes de un bloque de viviendas por un misil disparado desde Gaza) sino Tel Aviv y Jerusalén están ahora en el punto de mira. El miedo atroz que atenaza todos los días a los residentes de Gaza también está empezando a hacerse sentir en las principales ciudades de Israel.
En resumen: ambas poblaciones se toman como rehenes por las estructuras militares enemigas que dominan Israel y Palestina, con un poco de ayuda del ejército egipcio que patrulla las fronteras de Gaza para evitar incursiones indeseables o fugas. Ambas poblaciones se encuentran en la línea de fuego en una situación de guerra permanente, no sólo en forma de cohetes y proyectiles, sino teniendo que asumir la carga creciente de una economía distorsionada por las necesidades de la guerra. Y ahora la crisis económica está obligando a los gobernantes de ambos lados de la frontera a introducir nuevos recortes en el nivel de vida, nuevos aumentos en los precios de las necesidades básicas.
En Israel el año pasado, el alza de precios de la vivienda fue una de las chispas que encendió el movimiento de protesta en forma de manifestaciones masivas, calles ocupadas y Asambleas –un movimiento directamente inspirado por las revueltas del mundo árabe y que creció con eslóganes como "Netanyahu, Assad, Mubarak son todos iguales" y "árabes y judíos quieren viviendas asequibles". Durante un tiempo breve pero estimulante, todo en la sociedad israelí, incluyendo el “problema palestino” y el futuro de los territorios ocupados, estuvo abierto a preguntas y debate. Y uno de los principales temores de los manifestantes era que el gobierno respondiera a este reto incipiente a la “unidad nacional” con el lanzamiento de una nueva aventura militar.
Este verano, en la Cisjordania ocupada, el alza de los precios del combustible y de los alimentos desembocó en una serie de manifestaciones furiosas, cortes de carreteras y huelgas. Los trabajadores del transporte, salud y educación, universitarios y escolares y los desempleados se plantaron en las calles frente a la policía de la Autoridad Palestina demandando un salario mínimo, trabajos, precios más bajos y acabar con la corrupción. También ha habido manifestaciones contra el creciente coste de vida en el Reino de Jordania.
Con todas las diferencias en los niveles de vida entre las poblaciones israelíes y palestinas, y pese a la mayor opresión y humillación por la ocupación militar sufrida por éstos últimos , las raíces de estas dos revueltas sociales son exactamente lo mismo: la creciente imposibilidad de vivir bajo un sistema capitalista en crisis profunda.
Ha habido muchas especulaciones sobre los motivos que subyacen en la reciente escalada. ¿Está Netanyahu tratando de agitar el nacionalismo para aumentar sus posibilidades de reelección? ¿Hamas ha acelerado los ataques con cohetes para demostrar sus credenciales bélicas frente al desafío de las bandas islamistas más radicales? ¿El objetivo militar israelí es derrocar a Hamas o simplemente reducir sus capacidades militares? ¿Qué papel jugará en el conflicto el nuevo régimen de Egipto? ¿Cómo afectará la actual guerra civil de Siria?
Estas son preguntas que vale la pena plantearse, pero ninguna de ellas afectará a la cuestión fundamental: la escalada del conflicto imperialista se opone totalmente a las necesidades de la gran masa de la población en Israel, Palestina y el resto del Medio Oriente. Cuando las revueltas sociales en ambos lados animan a las masas a luchar por sus intereses reales y materiales contra los capitalistas y el estado que les explota, la guerra imperialista crea una falsa unidad entre los explotados y sus explotadores y agudiza las divisiones entre los explotados de un lado y los explotados de otro. Cuando aviones israelíes bombardean Gaza, se alistan nuevos reclutas para Hamas y la Yihad, para quienes todos los Israelíes, todos los judíos, son el enemigo. Cuando los cohetes jihadistas extallan en Ashdod o Tel Aviv, los Israelíes se vuelcan mucho más hacia “su” Estado de protección y de venganza contra los “árabes”. Los problemas sociales urgentes que estaban detrás de las revueltas están enterrados en una avalancha de odio y locura nacionalista.
Pero si la guerra puede avivar los conflictos sociales, lo contrario también es cierto. Ante la escalada actual, los gobiernos “responsables” como los de los Estados Unidos y Gran Bretaña están pidiendo moderación, un retorno al proceso de paz. Pero éstos son los mismos gobiernos que actualmente están librando guerras en Afganistán, Pakistán e Irak. Estados Unidos también es el principal soporte militar y financiero de Israel. No podemos pedirles que busquen una solución “pacífica” ni tampoco podemos dirigirnos a Estados como Irán, que abiertamente ha armado a Hamas y Hezbollah. La verdadera esperanza de un mundo pacífico no reside en los gobernantes, sino en la resistencia de los gobernados, su creciente comprensión de que tienen los mismos intereses en todos los países, la misma necesidad de lucha y unidad contra un sistema que no puede ofrecerles nada excepto la crisis, la guerra y la destrucción.
Amos 20.11.12
Publicamos a continuación el texto que nos ha enviado una lectora. Es un texto que nos permitirá entender mejor, a la luz de los descubrimientos obtenidos en psicología social y neurología, las conexiones existentes entre las condiciones de vida y el aumento de las conductas adictivas. Al explicar los mecanismos que subyacen bajo ese aumento creciente del consumo de materias estimulantes, nefastas para el organismo, esta aportación ilustra un aspecto del callejón sin salida al que conduce el capitalismo además de todo el cinismo de la clase dominante. Es importante que seamos conscientes de la realidad de los sufrimientos generados por la explotación y la barbarie de la sociedad capitalista. El llamamiento a la “conciencia colectiva”, en referencia a estas cuestiones, es totalmente válido porque se trata de un arma de los explotados para criticar y derrocar una sociedad inhumana. Aplaudimos con fuerza la iniciativa de la compañera y la animamos a seguir por ese camino.
Son numerosos los estudios que se realizan regularmente sobre las conductas adictivas de los jóvenes y las personas sin empleo. Ponen de manifiesto cómo los seres humanos sin trabajo son constantemente difamados por su supuesta falta de voluntad para enfrentarse al consumo de sustancias psicoactivas, verdaderamente alto en esta capa de la población. Por el contrario han sido pocas las investigaciones realizadas sobre el consumo de sustancias psicoactivas entre personas con empleo, cuando empíricamente se sabe que es una realidad que afecta a numerosos trabajadores y cuyas causas son múltiples y muchas veces disfrazadas. Además, las instituciones y los organismos que crea el Estado para combatir las adicciones así como los resultados que publican son, en la mayoría de los casos, hipócritas y poco fiables o ineficaces.
Las poblaciones profesionalmente excluidas, sin empleo, consumen ante todo tabaco, alcohol, medicamentos psicotrópicos (Ansiolíticos, antidepresivos, miorelajantes, etc.), de libre venta o recomendados por un especialista (o no) pero hay quien incluso ingiere drogas ilícitas, entre las que están las denominadas de “diseño”.
Por un estudio del INPES ([1]), realizado a 2594 desempleados el año 2005, conocemos que el 10,5% de ellos son dependientes del alcohol, el 12 % consume cannabis y el 17,4 % toman medicamentos psicotrópicos; que el 45 % de los beneficiarios acogidos a la Renta Activa de Solidaridad (RSA) ([2]) tienen dificultades con el alcohol, mientras que los trabajadores ocupados están en un 15 %.
Los jóvenes son también víctimas del exceso de consumo de sustancias psicoactivas: según los estudios de la OFDT (Observatorio Francés de Drogas y Toxicomanías) ([3]) realizados en 2002 y del ADSP (Actualidad e Informes sobre la Sanidad Pública, también en Francia) ([4]) en 2007, el 40 % de los jóvenes mayores de 18 años consumen diariamente tabaco, frente al 29 % de personas con edades comprendidas entre los 18 y los 75 años. Es más, el 10,5 % de los jóvenes consumen bebidas alcohólicas en exceso y el 13,3 % fuma cannabis regularmente.
Adelantaremos algunas de las explicaciones que se suelen dar sobre las causas del consumo excesivo entre esos sectores de población que intentan insertarse en la vida social. Hay autores que piensan que la adolescencia y sus múltiples cambios (fisiológicos, psicológicos, madurez, etc.) es la causa principal de las conductas de riesgo entre los jóvenes y que ciertamente, los adolescentes perciben el alcohol como un medio para superar mejor el malestar que les genera esos cambios, o bien como una manera de facilitar su relación personal con los demás.
Aunque es cierto que un ambiente alegre, distendido o relajado no se asocia por los jóvenes al consumo de alcohol, sí que encuentran que es, en cierta medida, eficaz para lograr un “buen ambiente” y por supuesto más barato. Pero también se sabe que los profesionales del sector de las bebidas alcohólicas conocen este fenómeno y desarrollan estrategias de marketing entre los jóvenes consumidores, muy aficionados a los sabores dulces. Elaboran productos tipo Premix (premezclas) o Alcopops (licores comercializados en pequeñas botellas de diseño y etiquetado confuso) ya que el envase hace pensar en bebidas de bajo contenido alcohólico, para comercializarlos entre este público. Las bebidas, de alta graduación alcohólica (vodka, whisky, ron…) son mezcladas con bebidas sin alcohol pero muy azucaradas (soda o zumo de “frutas”), para enmascarar el fuerte sabor a etanol. De esta manera, aunque la cantidad de alcohol ingerida es menor que el de una bebida alcohólica tradicional, el riesgo estriba en que los consumidores se olvidan del alcohol que contienen y consumen mayor cantidad; con lo que se agravan las consecuencias para sus cerebros todavía en desarrollo ([5]).
Por otra parte, la ansiedad ante el futuro y el miedo al desempleo, ligados a la situación económica, acentúan también el consumo de substancias psicoactivas entre la población en situación precaria. Isabel Varescon ([6]) demuestra que la dependencia al alcohol es en muchos casos consecuencia del fracaso o la dificultad para realizar una tarea encomendada. Este fracaso se traduce en un sentimiento de incompetencia personal y social. Por su efecto analgésico, el consumo de substancias psicoactivas es un medio que tiene el individuo de paliar su baja autoestima.
La búsqueda de lazos sociales por medio del alcohol y del efecto analgésico de las substancias psicoactivas son estrategias de adaptación de las que los consumidores se dan cuenta demasiado tarde, cuando ya están en una situación muy precaria.
Otra encuesta del INPES, realizada sobre una muestra de 15.994 “trabajadores en activo” de edades entre 16 y 65 años, estima que el 28,1 % de los encuestados presenta un tabaquismo regular, el 13,8 % consumen medicamentos psicotrópicos, el 8,1 % es alcohólico y el 8 % es consumidor habitual de drogas ilícitas. Esta encuesta ha mostrado también la relación que hay entre el tipo de substancias psicoactivas consumidas y el medio profesional, y se constata que, excepto el del área de las finanzas, ningún sector está excluido del consumo de estas substancias. El de la construcción y el de los transportes son los más afectados, ya que el consumo de tabaco, alcohol, medicamentos psicoactivos y drogas ilegales es superior al de todas las demás profesiones. El abuso del tabaco y de las drogas ilícitas está también muy extendido en el medio de la restauración (bares, hoteles y restaurantes, etc.). En lo que se refiere a los medicamentos psicotrópicos, los trabajadores domésticos y los administrativos presentan un consumo más elevado que el de otros sectores (industria, los servicios o el turismo).
Estudios recientes han demostrado que el abuso de sustancias psicoactivas en el medio laboral produce desazón y ansiedad en el trabajo, lo que es causa frecuente de estrés. El estrés aparece cuando el mal ambiente en el trabajo supera los recursos normales de un individuo (sus capacidades adaptativas). Para enfrentar estas situaciones de tensión los trabajadores desarrollan estrategias de adaptación. En este marco, los asalariados consumidores de sustancias psicoactivas lo hacen para poder sobrellevar su estrés o para aumentar su capacidad de trabajo. Concretamente, los trabajos experimentales de M. Niezborala (año 2000) realizados sobre una muestra de 2106 personas en activo, interrogadas con ocasión del reconocimiento periódico de salud en el trabajo, manifiestan que casi una persona de cada tres consume medicamentos psicoactivos para enfrentar las dificultades que encuentra en su empleo: «El 20 % utiliza un medicamento para estar en forma durante la jornada de trabajo, el 12 % toma medicamentos en la jornada laboral para tratar algún síntoma de agitación, el 18 % utiliza medicamentos para “mantenerse relajado si la jornada es difícil» ([7]).
Otros autores como Catherine Reynaud-Maurupt et Hoareau (2010) y Fontaine y Fontana (2003), concluyen también que el consumo excesivo de substancias psicotrópicas afecta esencialmente a los trabajadores activos que trabajan en condiciones laborales de gran dificultad donde se les obligan “a estar siempre al cien por cien, a tope”. Esta estrategia tiene una función clara: inducir a un estado de hiperrendimiento a fin de adaptarles mejor a las exigencias profesionales.
Por otro lado Ángel y colaboradores señalan que los asalariados que trabajan en condiciones físicas de gran dureza consumen, sobre todo substancias psicoactivas, en cantidades superiores a los de otros sectores laborales. El consumo de estas substancias es una estrategia de adaptación frente al estrés profesional. Este fenómeno es el resultado directo de la escasez de trabajo y de la creciente precariedad. De igual manera el aislamiento social, tanto en las empresas como en la vida privada, del que son, cada día más, víctimas los trabajadores, trae consigo el aumento de potenciales riesgos de aumento del consumo; éste permite por un lado establecer lazos sociales, porque se consume colectivamente (sobre todo tabaco y alcohol); y por otra, soportar los trastornos físicos y síquicos ligados al trabajo (alcohol, psicofármacos y drogas ilegales).
El abuso de productos que modifican la conducta (psicoactivos, substancias adictivas…), por grupos sociales que viven en situación de precariedad y por los trabajadores cuyas condiciones de trabajo ponen en peligro su salud física y mental, tiene para ellos consecuencias dramáticas. En Francia, por ejemplo, mueren cerca de 45.000 alcohólicos al año. El consumo excesivo de estas sustancias genera además toda una serie de situaciones de alto coste social y personal: accidentes de trabajo, enfermedades de larga duración o crónicas, lesiones irreparables, suicidios, etc. Especialistas de centros de diagnóstico y tratamiento como el Hassé Consultant ([8]), P. Angel entre otros, estiman que aproximadamente un 20 % de las bajas laborales están asociadas al consumo excesivo de sustancias psicoactivas; es más, del 40 al 45 % de los casos de accidente laboral con resultado de muerte son consecuencia directa de ese abuso.
Hay entidades y organizaciones creadas con el propósito de luchar contra la dependencia y la adicción, centros para drogodependientes… Son centros de carácter hospitalario que acogen a personas en estado de dependencia de algún producto psicoactivo (concretamente al alcohol y drogas ilegales). Su método de funcionamiento viene a ser así: cuando ingresan se les impone un tratamiento de desintoxicación física (es decir, se les priva totalmente de los productos que suelen consumir) durante aproximadamente una semana y después se les somete a un tratamiento psicológico más prolongado. Desde que se empezó a utilizar este tipo de tratamientos cada vez hay más instituciones que optan por informar a los pacientes sobre el funcionamiento psicológico de las dependencias; consiguiendo de esta manera que los enfermos pasen de un estado de culpabilidad, a comprender los mecanismos cerebrales que favorecen y regulan la dependencia.
Del abuso continuado de alcohol se sabe que el etanol desequilibra los llamados receptores GABA en las neuronas ([9]). Estos receptores se hacen dependientes y exigirán al consumidor durante toda la vida una cantidad creciente de etanol para satisfacerse. Acabar con el consumo de alcohol se hace extremadamente difícil en la medida en que el síndrome de privación (el llamado “mono”) aparece de manera más o menos grave según las características (tanto fisiológicas como sociales) de los pacientes. Se les recomienda la abstinencia total y de por vida pero estos receptores jamás recuperarán su funcionamiento normal; una pequeña cantidad de alcohol ingerida será suficiente para reactivar el proceso.
Es una cruel realidad que “el mono” (síndrome de abstinencia) no es nada en comparación con lo que les aguarda en el futuro a los ex-dependientes. Es mucho más duro escapar a las “celebraciones” sociales (fiestas, reuniones familiares, almuerzos de trabajo, etc.) donde todo está montado para empujar al consumo de bebidas alcohólicas. Los comercios, sus anuncios de propaganda y sus escaparates son un reclamo para atraer e incrementar los consumidores.
En cuanto a las bebidas “sin alcohol” hay que decir que, además de que no son muy “divertidas”, si que contienen buena parte de alcohol, y se lo debemos a una ¡sórdida legislación!, que permite que al lado de donde pone 1,2 grados de etanol pueda imprimirse la frase “Sin alcohol”, sin necesidad de indicar la cantidad real que contiene el recipiente; algo que debería ser imprescindible, ya que una mínima cantidad de alcohol es suficiente para una recaída.
Además, ¿son acaso más “marchosas” las juergas sin alcohol? Los industriales de bebidas alcohólicas seguro que dirán: ¡por supuesto que no! Lo mismo que habrá quien diga que las recaídas son una muestra de la ¡falta de voluntad de los adictos! En cuanto a lo que les aguarda en el trabajo, cuando se tiene, lo que pueden llegar a oír son frases como: “Está claro que a éste le ha servido de poco el tratamiento”. ¡Ah!, estos trabajadores que tienen la gran suerte de tener un empleo y un buen patrón que les resuelve su “pequeño problema personal”, siempre que se mantengan tan dóciles como antes de su curación, y, sobre todo antes de que recaigan. Todas estas indecencias serán siempre un medio de presión añadido para que el trabajo se haga rápidamente y sin rechistar.
La exclusión social va en aumento, como consecuencia de la precarización del empleo, del paro, de las dificultades financieras, etc.; las condiciones de trabajo son cada vez más penosas y el aislamiento social que se deriva de ello se acentúa y parece eternizarse. Los individuos buscan, lenta y laboriosamente, soluciones a esta degeneración que pueden tomar diferentes formas: desde la lucha contra estas condiciones de vida…, hasta el abandono.
Luchar contra ellas no debería ser, jamás, la adaptación del propio organismo a estas condiciones mediante el consumo de sustancias psicoactivas. Luchar contra el origen del problema es mucho más eficaz, pero para ello se requiere de una conciencia colectiva más que de una respuesta individual.
Agnosia, 17 setiembre
[2] https://www.hcsp.fr/explore.cgi/adsps?menu=11 [25]. Se trata de un subsidio mínimo para parados de larga duración que se otorga en Francia
[3] https://www.ofdt.fr/ [26]
[9] Pierre Angel, Patrick Amar, Marie Josee Gava, Brigitte Vaudolon, Mieux vivre en entreprise (2e édition).
El pasado 9 de noviembre se producía el suicidio, en Baracaldo, cerca de Bilbao, de una mujer que se arrojó a la calle desde el balcón de su casa mientras la policía entraba en su vivienda para desahuciarla. Habían transcurrido pocas semanas desde otras dos muertes similares en Burjassot (Valencia) y en Granada. ¿Cuántos van realmente? Es imposible decirlo porque en otros casos las causas de los suicidios aparecen difuminadas como depresión, conflictos familiares…
Ante la “alarma social” y sobre todo las reacciones de rabia que se produjeron inmediata y espontáneamente entre los vecinos de estas víctimas y otros muchos que se solidarizaron con ellas, los distintos aparatos del Estado que garantiza el “orden” capitalista inundaron los informativos de lamentos y pésames, de promesas de medidas para “impedir más pérdidas de vidas humanas”, y bla-bla-bla…, en la enésima demostración de que la repugnante hipocresía de los explotadores tampoco tiene techo.
Así, hemos visto aparecer en los medios a los propios banqueros con su cara más compungida, justificándose que ellos desahucian “lo menos posible” y que en todo caso lo hacen, nos dicen, para salvaguardar los intereses de los demás clientes del banco. Se sabe sin embargo que la banca nacionalizada ha acelerado la presentación de un auténtico aluvión de solicitudes de desahucio para limpiar sus balances de créditos de dudoso cobro y pasárselos así al llamado “banco malo” ([1]). Hemos oído también a los jueces, que desde 2008 han dictado el desahucio de cerca de 400 mil familias en España, echar la culpa a los políticos que son los que tienen que cambiar las leyes. Hemos escuchado a los policías que sacan a la fuerza a los desahuciados de sus casas y que apalean a quienes se concentran para impedirlo, que ellos “también lloran” (¡sic!) aunque deban “cumplir su deber obedeciendo a los jueces”. Hemos leído a los oráculos más seguidos de los medios de comunicación reclamar a los políticos que se pongan de acuerdo y limiten los estragos de la crisis a los más desfavorecidos, aunque, claro está, el verdadero límite es “la ya frágil estabilidad del sistema financiero”, la “credibilidad de España ante los inversores extranjeros”, o ese eufemismo llamado “seguridad jurídica” que debe traducirse como “hay que cumplir con lo que se debe”, excepto claro está, que se hable el idioma de las administraciones frente a los servicios sociales, de la policía ante quien le pide que se identifique, de los bancos ante las “preferentes”… Hemos visto al PP alardear de que, a diferencia del inane Zapatero, ellos sí toman medidas para proteger a los desfavorecidos, aunque esas medidas hayan sido impulsadas por la propia banca, que a grandes líneas las había anunciado días antes del pomposo decreto de Rajoy, y han sido bendecidas por la propia “troika”. Pero el colmo del cinismo debe buscarse sobre todo en el PSOE, el partido que más años ha gobernado en la España postfranquista y que jamás modificó la ley hipotecaria de 1946, adoptada por la mismísima dictadura tan repudiada por el PSOE. El partido de los 5 millones de parados es también el de los 300 mil desahucios aplicados en 2007-2011. Quién hoy lamenta lo limitado de las medidas de Rajoy, aplaudió con las manos y con los pies el llamado “Código de Buenas Prácticas Bancarias” aprobado en marzo de este año y que sólo ha podido ser aplicado a 130 familias en todo el país. El mismo Rubalcaba que enviaba la policía a contra las concentraciones que desde el 15M se organizaron contra los desahucios, pide ahora que la policía municipal de los ayuntamientos “socialistas” no colabore en su ejecución… Hace unos días, María Antonia Trujillo ex ministra de vivienda de ZP, bravuconeaba: “Quien tenga deudas que las pague. Que no se hubiera endeudado”. Y quien es hoy la mano derecha de Rubalcaba replicaba: “¿Dónde has dejado tu alma socialista?”. Si repugnante es la prepotencia de la primera (como el “¡que se jodan!” que dedicó una diputada del PP a los parados al encarecer el subsidio), el cinismo de la segunda es indignante.
Con esa nauseabunda campaña de falsa solidaridad, el cocodrilo capitalista exhibe sus lágrimas para que sus víctimas confiemos en su “buena voluntad”. Quiere que creamos que el afán de lucro se detiene cuando choca con los derechos humanos más elementales. ¿Acaso no figuran en la Constitución el derecho a una vivienda digna, así como el derecho al trabajo? Quiere que pensemos que pueden ser insaciables explotadores, chupasangres, ladrones… pero no hasta el extremo de provocar la pérdida de vidas humanas. Pero eso es pura patraña propagandística. Si la troika, la banca, el Gobierno… han acordado una moratoria de dos años para familias con recursos inferiores a 19 mil euros anuales, de los que más de la mitad es deuda hipotecaria, y que además estén en paro sin subsidio o con cargas familiares… no es porque finalmente su “humanidad” se haya impuesto a su naturaleza capitalista, sino porque la inmensa mayoría de las familias en esas condiciones son insolventes, y arrojarles a la calle no va a representar ninguna ganancia, sino que va a engordar el stock de viviendas de las que la banca y el gobierno no consiguen desprenderse. A cambio de permanecer dos años más en sus casas, estas familias “beneficiadas”, verán incrementada la cadena de su deuda en un “razonable” 30 %. Y si a lo largo de esta moratoria, llegase un contrato de trabajo o cualquier otro mínimo hilillo de sangre a estos “subsidiados”, deberá reanudarse el pago o admitir el desahucio definitivo,…
El presidente de la Asociación Española de Banca ha declarado recientemente que la “solución” a los desahucios está en “construir más viviendas, conceder más créditos e hipotecas”, como si el capitalismo se moviese para satisfacer las necesidades humanas. Pero eso es falso. El capitalismo vive de transformar las necesidades humanas, de todas las esferas de la vida desde la salud al ocio pasando por la vivienda, en mercancías que se intercambian por otra mercancía, como la fuerza de trabajo que se hace cambiable a través del salario en cualquiera de sus modalidades. El capitalismo no sacrifica jamás ese valor de cambio al valor de uso que puedan tener esas “mercancías” para los trabajadores que las han creado. Por eso existen hoy en España ¡1 millón de viviendas vacías!, mientras las familias se hacinan en casas de los abuelos ([2]), o se retrasa hasta los 30 años la edad media de emancipación de los jóvenes. Como señalamos en otro artículo de este mismo AP (“Debate sobre el problema de la vivienda”), la actual crisis de la vivienda es la más típicamente capitalista de todas las que, en este aspecto, ha vivido la humanidad: es una crisis de sobreproducción, medida ésta respecto al mercado formado por los comparadores solventes y no respecto a las necesidades humanas. .
Por ello es iluso pensar en que el capitalismo puede enfocar el problema de la vivienda, como otros tantos, partiendo de las necesidades humanas o desde una justicia que igualara a prestamistas y prestatarios. Esa es una funesta ilusión y una de nuestras principales críticas a plataformas como la de Afectados por la Hipoteca (PAH) o la de Stop Desahucios que si bien han protagonizado convocatorias que han movilizado efectivamente una auténtica solidaridad con las víctimas de desahucios, caen en cuanto a sus análisis y propuestas en planteamientos de un estéril reformismo “radical” aunque parcial, como la reivindicación de la “dación en pago” ([3]), o la reforma de la Ley Hipotecaria para corregir los abusos con que se privilegia a la banca ([4]). En última instancia la avalancha de desahucios está invariablemente unida al empobrecimiento brutal y rapidísimo de la clase obrera. Por ello no lleva a ningún lado separar la lucha contra los desahucios de la lucha contra los despidos, contra los recortes en sanidad, o los hachazos a los salarios. Es una lucha de los explotados contra la pervivencia de este sistema de explotación.
Dicen los psicólogos que acompañan a las asambleas que agrupan a los desahuciados que se les ve cada vez ven más desmoralizados, y que una parte muy importante de las tendencias suicidas que se presentan se deben a un sentimiento de “fracaso personal” que acompaña al desahucio. Ya habíamos visto esto mismo en los parados, o en los suicidios en el trabajo ([5]) que estallaron por ejemplo en Francia hace un par de años. Esa es la otra cara de la supuesta “libertad” del individuo en la sociedad capitalista: convertir en fracaso personal, lo que en realidad es la incapacidad del modo de producción de asegurar, bajo sus presupuestos de la mercancía, el beneficio y la acumulación, la satisfacción de las necesidades humanas más elementales. Para que la humanidad pueda sobrevivir hay que barrer el capitalismo de la faz de la tierra.
Dámaso, 20 de noviembre de 2012
[2] Se calcula que hoy en España 600 mil familias viven de la pensión de los ancianos cuya vivienda ya pagada se convierte además en el refugio al que acuden desahuciados o familias que no pueden pagar los alquileres…
[3] La “Dación en pago” es la liberación de las obligaciones crediticias a cambio de la entrega de la vivienda al banco lo que significa perder todo lo pagado
[4] De hecho en otros países donde no existen estos abusos el problema de la vivienda se agrava. En Francia, por ejemplo crece sin parar el número de trabajadores que, aun conservando su puesto de trabajo, no pueden pagar un alquiler y deben vivir en roulotte durante todo el año. En USA existen más de 636 mil “homeless”. Un estudio reciente de Ocuppy Wall Street decía que en el último año el número de “sin techo” de la ciudad de Nueva York había crecido un 10% hasta 44 mil personas. El paso del huracán Sandy ha puesto de manifiesto que muchas de las casas de esa área no eran dignas de tal nombre.
[5] Respecto a lo primero véase: https://es.internationalism.org/book/export/html/2407 [33]. Y en cuanto a lo segundo: /accion-proletaria/201005/2874/suicidio-y-sufrimiento-en-el-trabajo [34]
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Hace 30 años que tuvo lugar la guerra de las Malvinas[01], que el actual gobierno de la Sra Kitchner en Argentina, en otro de sus gestos de fervor nacionalista, pone a la gloria de la memoria histórica patria.
Hemos recibido un folleto que reúne documentación sobre distintas publicaciones (preferentemente hojas o panfletos), que en el fuego de los acontecimientos mantuvieron una posición internacionalista contra la guerra, denunciando ambos bandos. La calidad de la presentación deja mucho que desear, pues la mayoría de textos se recogen en su formato original de la época (1982), pero el interés que presentan aminora con mucho las dificultades de la lectura.
Hay documentación de textos de diferentes agrupaciones, pero la mayoría de los que se reproducen íntegramente vienen firmados por la “Comisión por un nuevo mundo” y “obreros de la industria automotriz”, y como explica el folleto, a veces por más compañeros en su propio nombre. También hay un pequeño texto firmado como “Emancipación” y un artículo de entonces del grupo italiano Núcleo Leninista (que participó en los años 80 en la 1ª Conferencia de los grupos de la Izquierda Comunista)
Los textos muestran el enorme coraje de mantener una denuncia de la guerra y de los dos bandos, frente a la unión nacional para la guerra bajo un gobierno de dictadura militar y expresan la voluntad de sostener una posición internacionalista basada en las lecciones de la historia del Movimiento Obrero, una posición de clase, que llama a la movilización anticapitalista contra la guerra. En ese sentido inspiran un profundo respeto y emoción por la pasión revolucionaria que ponen en cada línea.
Sin embargo nos parece que también expresan una dificultad y al mismo tiempo un esfuerzo de clarificación sobre el imperialismo. Y a eso se suma un segundo problema, que es una perspectiva localista, que tiene muchas dificultades para plantear las cuestiones más allá del marco argentino.
La consecuencia más importante de la combinación de estas dos dificultades es que, si bien se sostiene una posición internacionalista ante el conflicto de las Malvinas, en cambio alguno de los textos (el documento nº 1) se deja arrastrar a la defensa de uno de los campos en sus comentarios sobre las guerras deVietnam y Argelia, que no se denuncian asimismo como guerras imperialistas[02].
Aunque en este documento nº1, “Nuestro desacuerdo con lo que se ha hecho y se está haciendo con las Malvinas”, hay un verdadero esfuerzo por denunciar el pacifismo y por plantear el problema de la guerra en términos materialistas, y también por basar la denuncia de la guerra en la continuidad de las posiciones del Movimiento Obrero, recordando la respuesta revolucionaria frente a la 1ª guerra mundial, falta una visión histórica del problema de la guerra, y por eso, una visión coherente del imperialismo. Hay un “totum revolutum” en el análisis de diferentes guerras en diferentes periodos históricos, donde se confunden las guerras por la constitución de naciones en Europa, con las guerras coloniales en América Latina, con las guerras imperialistas.
En el documento nº4, “Malvinas, las responsabilidades ocultas”, sin embargo, hay un esfuerzo de clarificación sobre la cuestión del imperialismo, que se aborda frontalmente. Realmente llama la atención que el texto vuelva sobre las mismas cuestiones que había planteado el documento nº1 y trate de darles una respuesta mucho más elaborada y coherente. Y eso muestra un método indudablemente de la clase obrera, de tratar de llegar al fondo de las cuestiones honestamente, sin ningún tipo de tapujos ni trampas.
El documento nº 4, fiel a esa honestidad y a ese método, no puede evitar llegar a una contradicción. Partiendo del análisis del imperialismo de Lenin, que considera la evolución del capitalismo desde el punto de vista de cada capital nacional en sí mismo, que empujaría a unos capitales al imperialismo y a otros a la “liberación nacional”, resulta que en el caso concreto de la guerra de las Malvinas, el capital argentino ocupa un territorio que pertenece a la “Pérfida Albión”, a una de las viejas potencias que fue dueña del mundo. Pero ¿se trata entonces de una “guerra justa” como dicen los voceros de la burguesía en Argentina? ¿Realmente se puede pensar que Argentina en 1982 está llevando a cabo una guerra de “liberación nacional” o algo parecido contra Gran Bretaña?
El documento nº 4 se ve obligado a introducir el concepto de “antiimperialismo nacionalista” para tratar de explicar esto. A esbozar una posición que considera el imperialismo como un producto del desarrollo del capitalismo en un momento dado y que afecta a todos los países donde se ha desarrollado el capital. Así se llega a la conclusión de que, en nombre del antiimperialismo, puede expresarse sin embargo una lucha en defensa de los intereses capitalistas (e imperialistas, aunque no lleguen a formularlo explícitamente), como así fue el caso de Argentina. Esta posición abre la puerta a una comprensión de que las llamadas luchas de “liberación nacional”, fueron en realidad conflictos imperialistas entre fracciones de la burguesía local que se adscribían a los intereses de una u otra potencia imperialista. De esta forma se apunta (aunque no llegue a formularse explícitamente) una visión del imperialismo como el producto, no únicamente de unos capitales nacionales más avanzados, sino como el producto del desarrollo del capitalismo en su conjunto en un momento de su evolución, que convierte en imperialista (a la medida de sus posibilidades) a cualquier capital nacional por muy “de segunda” o “de tercera” división que sea. Esa posición coincide más con la que desarrolló Rosa Luxemburg en La crisis de la socialdemocracia y La Acumulación del capital.
En este sentido, el análisis sobre las verdaderas causas del conflicto, basadas, no en los intereses de las islas en sí, sino en las tentativas de reforzar la explotación y la sumisión de la clase obrera, coinciden en lo esencial con los que desarrolló la CCI en la misma época. Colgamos aquí, junto con la posición obrera desde Argentina, el artículo que publicó, “desde el otro lado” nuestra sección en Gran Bretaña en el momento de la guerra[03].
Este artículo se publicó originariamente en World Revolution nº 50 ([1]), en Junio de 1982. Lo republicamos ahora (2007), ante la marea de artículos y documentales conmemorando el 25 aniversario de la guerra de las Malvinas (Falklands) ([2]). El artículo argumenta que la guerra no fue, como muchas otras del mismo periodo, una expresión del conflicto entre los bloques imperialistas ruso y americano, tampoco fue una pelea por un conflicto de intereses económicos o estratégicos entre Gran Bretaña y Argentina. Fue sobre todo una guerra dirigida a la clase obrera. Esto fue más evidente en Argentina, donde se desató la histeria nacionalista sobre las Malvinas para intentar ahogar la creciente resistencia de la clase obrera a la Junta Militar. Pero lo mismo se puede aplicar a la burguesía en Gran Bretaña, que utilizó la guerra para reforzar el equipo de gobierno en el poder y para probar el armamento de guerra, tanto militar como ideológico. Este artículo argumenta pues, que la guerra fue un claro ejemplo del cínico maquiavelismo de la clase dominante. Los acontecimientos posteriores, aunque han tenido lugar en un paisaje imperialista alterado, han confirmado esta apreciación básica. Las técnicas de propaganda probadas durante la guerra de las Malvinas, se usaron después una y otra vez en las subsiguientes guerras en las que se han visto implicadas las grandes potencias –la guerra del Golfo de 1991, la guerra de los Balcanes, o la invasión de Afganistán e Irak. Y estas guerras han confirmado plenamente la capacidad de intriga y conspiración de la burguesía, sea empujando a Saddam Hussein a la invasión de Kuwait en 1991, para luego desencadenar la guerra del Golfo, o 10 años más tarde, permitiendo que Al Qaeda procediera con sus ataques a las Torres Gemelas para dar así un pretexto perfecto para desencadenar “la guerra contra el terrorismo”.
No hay que entender el cínico derramamiento de sangre que se ha producido en el sur del Atlántico como un conflicto imperialista entre los dos bloques USA y URSS, ni tampoco como el desesperado intento final de salvar el honor del viejo y pasado de moda colonialismo británico. Primero y ante todo, la “guerra” de las Malvinas tiene que entenderse como parte de la guerra que lleva a cabo la burguesía mundial contra el proletariado. Surgiendo al primer plano de la actualidad tras la represión de diciembre en Polonia[3], este conflicto es parte de una estrategia mundial de la burguesía para desmoralizar al proletariado y quebrar su voluntad de resistir a los efectos de la crisis
Hay algunos en el Medio revolucionario que ven la interpretación de la CCI de estos hechos como una especie de “teoría de la conspiración”, como un “maquiavelismo” trastornado. Pero la CCI está completamente cuerda cuando explica como la burguesía en este periodo es capaz de trabajar junta contra la clase obrera: las bases de esto residen en las condiciones objetivas del capitalismo en su fase decadente y en la profundidad de la crisis económica, que hace de la cuestión de la lucha de clases la preocupación más crucial y constante del conjunto de la burguesía. Quienes permanecen ciegos ante las implicaciones de esta realidad básica, y ante el hecho de que la burguesía es capaz de “conspirar” contra los trabajadores, de manipular los acontecimientos, corren el riesgo de subestimar seriamente la fuerza del enemigo de clase.
Los dos elementos clave del capitalismo decadente que ponen las bases del maquiavelismo de la burguesía son:
Confrontada a la amenaza de la lucha de clases unida por encima de las fronteras nacionales, la burguesía se ha visto impulsada a unir su propia lucha incluso más allá de su división en bloques. Solo hay que ver cómo los rivales imperialistas apartaron de lado momentáneamente sus propias querellas y trabajaron conjuntamente para aislar y sofocar el peligro de la huelga de masas en Polonia en 1980-81, allanando el camino para la represión del 13 de Diciembre, para darse cuenta de hasta donde puede llegar la burguesía cuando su sistema sea amenazado.
Un breve examen de los sucesos de las Malvinas muestra que se trata de otro ejemplo de un “frente unido” contra la clase obrera. Pero esta vez casi exclusivamente confinado a un bloque imperialista: los dos protagonistas son ambos aliados del bloque USA. No hay realmente ningún peligro serio de influencia desestabilizadora de la URSS en la región. De hecho, sería difícil encontrar una parte del mundo más “a salvo”, o un pedazo de territorio con menos utilidad para que se desencadene un baño de sangre por su control, que las islas Malvinas.
Obviamente, teniendo eso en cuenta, para USA no tiene mucho sentido que los efectivos militares de sus amigos y aliados se den una paliza, pero en cambio vale la pena si, de rebote, la Junta militar argentina puede empantanar las huelgas y el descontento en una oleada de nacionalismo; y especialmente si a los obreros de Europa se les enseña una lección esencial para el futuro: “no te molestes por luchar y prepárate a hacer sacrificios por la gloria de la democracia”. Si esto tuviera éxito, haría más a largo plazo por los preparativos de guerra de la burguesía que cien misiles Cruise, y por eso representa un ej clave de los esfuerzos concertados de la burguesía para desmoralizar y desviar a los principales batallones de la clase obrera en Europa Occidental.
Con estos objetivos básicos de la burguesía en mente, es obvio que los viajes diplomáticos del secretario de Estado USA, Mr Haig, y los interminables intentos de una “salida negociada” eran meramente parte de una calculada cuenta atrás en una limitada implicación militar que sirviera para lanzar esos mensajes. Si los intereses de USA estuvieran seriamente amenazados en esta “guerra”, tiene suficientes recursos económicos y fuerza militar, si fuera necesario, para detenerla, empleando la OTAN, el FMI y todas las estructuras de bloque construidas para mantener su hegemonía; y la estrecha implicación de EEUU en el dispositivo militar de los Estados sudamericanos, le hubiera permitido disponer ampliamente de un preaviso de las intenciones de Argentina de invadir las Malvinas, lo que puede decirse con plena seguridad que ha sido consentido.
Puesto que Gran Bretaña es uno de los aliados de USA más leales y mejor entrenados, merece la pena examinar la respuesta del gobierno Thatcher. Aunque la invasión de Argentina ha estado motivada fundamentalmente por la necesidad de desviar una oleada de lucha de clases, Galtieri, desde su llegada al poder, no ha ocultado su intención de reclamar las Malvinas, incluso por la fuerza si fuera necesario. Además de esas insinuaciones descaradas, y de sus propios informes de inteligencia sobre las intenciones de Argentina, el gobierno británico tiene acceso a toda la parafernalia USA de vigilancia, incluyendo satélites espías que podrían (como se ha revelado en programas recientes de TV) no sólo detectar cada movimiento de la fuerza naval argentina en el Atlántico sur, sino también captar órdenes transmitidas por el ministerio de Defensa en Buenos Aires.
Esta previsión, incluso aceptando la falibilidad de la alta tecnología capitalista, apunta de sobra a una deliberada inacción del gobierno británico, que de hecho estaba muy cerca de alcanzar un acuerdo permanente sobre el futuro de las islas con la Junta militar antes de la invasión (y por esto Carrington y los ministros de Asuntos exteriores implicados tuvieron que dimitir). De algunas de las declaraciones de Carrington tras su dimisión puede deducirse que estos altos funcionarios del Estado habían estado insinuando que, en vistas del acuerdo inminente, si Argentina invadiera, no valdría la pena que Gran Bretaña respondiera.
Algunos de los comentaristas burgueses más inteligentes (como Peter Jenkins de The Guardian) han argumentado que no vale la pena luchar por las Malvinas puesto que Gran Bretaña de todas formas en algún momento tendría que negociar su independencia. Realmente la guerra de las Malvinas no tiene ningún sentido desde el punto de vista económico, pero esa no es la cuestión: el gobierno británico, con el acuerdo tácito de la burguesía USA, permitió deliberadamente que se produjera la invasión argentina para desencadenar una campaña contra la clase obrera a domicilio. La “pérdida” inicial de las Malvinas era necesaria para crear el mito de la “agresión argentina”, y suscitar el máximo apoyo de la población al empleo de la fuerza y la acción militar. Semejante treta no es ninguna novedad; según el Profesor John Erikson, de la Universidad de Edimburgo, los gobiernos británico y norteamericano, tenían serias advertencias de la invasión rusa de Afganistán en Diciembre de 1979 al menos 8 meses antes, pero permanecieron quietos cínicamente para magnificar la propaganda anti-URSS frente a un “ataque sorpresa”. También hoy es aceptado por muchos historiadores burgueses, que EEUU sabía perfectamente las coordenadas del ataque a Pearl Harbor de 1941 previsto por Japón, pero dejó que ocurriera para permitir así un medio rápido y efectivo de movilizar a la población a la guerra.
Esta “guerra” “por la democracia”, “por la libertad” y “la soberanía nacional”, es tan artificial que los bancos británicos permiten descubiertos y otorgan créditos a corto plazo a Argentina; aunque están preocupados por los intereses de sus créditos, en nombre de los intereses de la estabilidad del bloque occidental, están dispuestos a evitar la quiebra Argentina a toda costa ([4]). Entretanto, los dirigentes de los grandes bancos USA están preparando sus próximas visitas a Argentina, tan pronto como cesen las hostilidades abiertas, para discutir la renegociación de su colosal deuda de 32 billones de dólares ([5]). Efectivamente, la presente “guerra” está siendo financiada por el bloque occidental, y Gran Bretaña está ayudando a pagar una guerra contra sí mismo, para desplegar una campaña contra la clase obrera a domicilio. Esto aún destaca más el hecho de que la “guerra” en el Atlántico sur es una vasto espectáculo, orquestado por el imperialismo mundial, y dirigido contra el proletariado internacional.
La importancia de comprender cómo la burguesía “conspira” contra el proletariado es obvia: si la clase obrera confronta un enemigo que está organizado a escala mundial, sólo puede luchar contra su enemigo organizándose ella mismo a escala mundial. Para derrotar la estrategia global del capital, el proletariado necesita su propia estrategia global: la estrategia de la huelga de masas internacional y la insurrección mundial.
Mark Hayes, Mayo 1982
[1] World Revolution es la publicación de la CCI en Gran Bretaña.
[2] A lo largo del artículo original, se emplea lógicamente la denominación inglesa de las islas, que se conocen como las Falklands. Aquí hemos empleado sin embargo la denominación en español de las islas: Malvinas.
[3] Cuando se enviaron los tanques rusos contra la clase obrera polaca después de que hubiera empezado a debilitarse la huelga de masas de 1980. Ver /revista-internacional/200602/757/polonia-1980-lecciones-siempre-validas-para-la-lucha-del-proletaria [38]
[4] Guardian, 1 mayo 1982.
[5] Guardian 7 de mayo 1982.
[01] Para un recuerdo rápido, sobre todo a los más jóvenes, la guerra de las Malvinas estalló en 1982, tras la ocupación militar argentina de esas pequeñas islas a mil Kms de su costa sur, y dominio de Gran Bretaña (donde se conocen como islas Falkand). Las islas no tienen ningún interés desde el punto de vista de la explotación de los recursos económicos y muy escaso interés estratégico (para mayor información, ver los textos y las referencias que se publican a continuación). Recientemente se pueden leer algunos artículos sobre esta guerra en los periódicos también en España, e incluso hay referencias en una película que ha estado en cartelera; “un cuento chino”
[02] Para un análisis de la guerra de Vietnam y Argelia, ver nuestro folleto Nación o clase. Las llamadas “luchas de liberación nacional” desde los años 60, fueron en realidad guerras donde se enfrentaban diferentes bandos de la burguesía local apadrinados por uno u otro de los dos grandes bloques imperialistas que surgieron de la 2ª guerra mundial: USA y URSS, y sus aliados. Así la victoria del Viet Cong fue en realidad apadrinada por la URSS, aunque resultó finalmente una “amarga victoria”, puesto que USA cedió el peón de Vietnam, donde la situación se le hacía cada vez más complicada, particularmente por las protestas contra la guerra en Estados Unidos, pero a cambio ganó a China para su bloque imperialista. De forma similar, muchos de los países que llegaron a su “liberación nacional” al ser reclutados por el bloque URSS, pasaron después al bloque USA, del cual (directamente del vasallaje de EEUU o de alguno de sus aliados) se habían supuestamente “liberado” (como fue el caso de Egipto por ej., o de la propia Argelia).
[03] La CCI también publicó un editorial sobre la guerra de las Malvinas en la Revista Internacional nº 30, que lamentablemente no está disponible en español en la web, pero que puedes solicitar por correo. Sí se puede leer sin embargo en la web en inglés y en francés.
La película que apareció en Youtube el 11 de septiembre, La inocencia de los musulmanes de acuerdo a todas las opiniones es extremadamente estúpida y mediocre, producida por un defraudador californiano supuestamente cristiano ha estado en el centro de la atención mundial durante dos semanas. Esta denuncia del profeta Mahoma y sus seguidores, presentada, entre otras caricaturas, como individuos inmorales, pedófilos y brutales, ha provocado reacciones en todo el mundo musulmán. Estas manifestaciones han llevado a enfrentamientos y violencia dirigidos principalmente a los Estados Unidos, incluyendo el asesinato del Embajador de Estados Unidos en Libia.
Se han dicho muchas cosas sobre las reacciones conducidas por los radicales salafistas. Todo ello con una gran cobertura de los medios de comunicación occidentales. Pero estamos hablando de un máximo de algunas decenas de miles de manifestantes diseminados en varios países desde Túnez a Pakistán a través de Yemen. Esto no es realmente mucho cuando consideramos que hay cientos de millones de musulmanes tan solo en los países árabes, sin contar los millones de musulmanes que viven en Europa o América.
No se trata de minimizar la violencia que tuvo lugar, pero estos eventos fueron reproducidos deliberadamente para alimentar la idea del “peligro musulmán”. En Alemania Angela Merkel expresó su “gran inquietud”, mientras que en Francia Manuel Valls fue sacudido por esta “amenaza contra la República” luego de la mini manifestación en el Elíseo, que tuvo lugar “sin permiso oficial”. En los Estados Unidos, escuchamos a Hilary Clinton a declarar que los países árabes no habían “cambiado la tiranía de un dictador por la tiranía de la multitud”, refiriéndose a las “revoluciones árabes” de la primavera de 2011. Hasta el Papa, desde Líbano llamó a “erradicar” el fundamentalismo; musulmán obviamente!
En este concierto de preocupadas reacciones de los políticos, algunos comentaristas destacan la evidente manipulación ideológica de una parte y de otra.
• or un lado, el que esta película () salga en el contexto de crecientes tensiones guerreras entre Siria e Irán, pero también con los islamistas radicales en Malí y Sahel, y además que apareció el 11 de septiembre, aniversario del ataque a las torres gemelas en 2001 que resultó en 4000 muertes y luego la invasión estadounidense de Afganistán, estuvo claramente orientada a señalar con el dedo el salvajismo de los extremistas islámicos por todo el mundo.
• or otro lado, los extremistas islámicos cayeron justo en la trampa, revelando una vez más su potencial destructivo y su determinación para hacer frente a Estados Unidos y las potencias occidentales con el fin de afirmarse sobre camarillas burguesas rivales.
Está claro que hubo una escalada en ambos lados en un momento en que se perfilan nuevas intervenciones militares y masacres en el horizonte. Este tipo de campañas sirven para preparar el terreno en el plano ideológico.
La clase dirigente y todas sus fracciones, cualquiera que sea su religión, utilizará eventos como éste para dividir intimidar y aterrorizar a los explotados. Pero sobre todo, para sus hipócritas llamamientos a la calma y la razón, su objetivo es justificar nuevos pasos hacia la barbarie de la guerra.
Mulan, 28 de noviembre
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La crisis del sistema capitalista se profundiza en todo el mundo. No se limita a Grecia, España y Portugal, sino que son Francia, Alemania y USA los que entran en recesión; el paro bate record en el mundo y la pobreza se dispara en la Norteamérica de Obama.
Los “brotes verdes” o “la senda del crecimiento y del empleo”, gobierno tras gobierno (de un color u otro), se convierten en una degradación brutal de las condiciones de vida y de trabajo. Nos anuncian continuamente el “final del túnel”. Decían que sería para 2012, ahora dicen que para 2014. Merkel lo retrasa a 2017 y hay economistas que lo colocan ¡en 2025! Es UN INFIERNO INTERMINABLE. Y, además, la llegada al “final del túnel” -¡caso de producirse! ¡Que no es seguro!- se hará bajo condiciones que retrotraen a la clase trabajadora muchas décadas atrás: total desprotección ante los intereses de la clase empresarial, creciente y descarnada miseria y explotación, emigración masiva para huir de una precariedad y un desempleo crónicos. La clase capitalista y su Estado tratan de compensar la reducción de ventas, beneficios e ingresos como producto de la crisis incrementando los impuestos y precios de los productos básicos (mientras los capitalistas gozan de la complicidad de la administración para pagar lo mínimo posible por su patrimonio y sus beneficios), disminuyendo las condiciones de vida y de trabajo de la población (“reducción de costes laborales y sociales”) y expulsando del mercado de trabajo a la creciente“mano de obra sobrante”. Se trata de una guerra de clases de los de arriba contra los de abajo.
El papel que en las “democracias” capitalistas tienen reservado los sindicatos y la izquierda es, cuando no pueden evitar la aparición de la protesta, canalizarla hacia movilizaciones y reivindicaciones estériles, que lleven al desgaste, la impotencia y la derrota: huelgas y protestas simbólicas convocadas a toque de corneta y controladas desde arriba, divididas por empresa, sector o zona geográfica, unidas a eslóganes y reivindicaciones que nada tienen que ver con nuestros intereses y necesidades (“salvar la economía”, evitar “arruinar el país”,“salvar el sector”, etc.). ¡Como si la economía o el país pertenecieran a trabajadores y parados, y no en realidad a la clase capitalista y a la maquinaria estatal a su servicio! ¡Como si desahuciados y bancos, trabajadores y empresarios, parados y políticos, fuéramos todos “ciudadanos iguales”!
En la práctica, los sindicatos “combativos”, “de base”, etc., no se diferencian de los sindicatos “mayoritarios”. Tras la verborrea y el discurso radical su actuación y métodos confluyen con ellos, convirtiéndose en sus apéndices críticos, con diferencias meramente formales, como hemos visto en las diferentes“huelgas generales” de los últimos años.
Cada vez más compañeros (de distinta procedencia, circunstancias, sector, afiliados o no a sindicatos, etc.) nos planteamos cómo hacer frente a esta situación y cómo encontrar un camino realmente eficaz para defendernos. Una cosa es segura: sólo la lucha masiva y contundente puede hacer retroceder a la clase capitalista y al gobierno de turno a su servicio. No podemos confiar para ello ni en los “pasteleos” y las maniobras sindicales, ni en la farsa y el circo electoral y parlamentario. Algunas de las líneas generales para llevar a cabo una lucha eficaz contra el capital por la obtención de unas condiciones dignas de vida y trabajo, dentro de un proceso vivo y sin fórmulas mágicas, pasan necesariamente por tender a:
Esto último es lo más importante. La principal conquista de las luchas no será tanto las mejores condiciones conseguidas, que el Capital y su Estado intentarán eliminar lo más pronto posible, sino la creciente unidad, solidaridad, conciencia y capacidad de auto-organización que desarrollemos. Esto nos irá dando la fuerza necesaria para imponer una sociedad diferente, construida por los trabajadores mismos, en la que no haya ni explotación, ni miseria, ni guerras.
Corriente Comunista Internacional 12-11-12
El lunes 10 de septiembre, 26 mil profesores en Chicago se fueron a huelga por primera vez en 25 años, después de años de sufrir ataques en sus prestaciones, congelación de los salarios y cada vez más atroces y degradantes condiciones de trabajo.
Esta huelga está en continuidad con aquellas que han surgido durante el verano llevadas a cabo por los trabajadores de Con Edison en Nueva York, los conserjes en Houston, los trabajadores de Palermo pizza en Milwaukee, Wisconsin –por mencionar sólo algunas de las huelgas más publicitadas– y mirando más allá de un año, en continuidad con la huelga de trabajadores de Verizon, en la ciudad de Nueva York y las movilizaciones de los trabajadores públicos de Mdison, Wisconsin. ¡Los maestros están reaccionando finalmente! Como parte de la clase trabajadora, los profesores no se han librado de la crisis económica y de los ataques implacables de la clase gobernante contra las condiciones de vida y de trabajo. Sin embargo, debido a su posición como parte del sector público a cargo de educar a las futuras generaciones de trabajadores, para satisfacer las necesidades de búsqueda de ganancia y la competencia del capitalismo, los maestros han sido particularmente denigrados y demonizado por una brutal campaña que tiene dos objetivos fundamentales:
1. Dividir a la clase trabajadora al poner a un sector de ella contra el otro.
2. Justificar los ataques draconianos en contra de las prestaciones de servicio médico, seguridad en el empleo y condiciones de trabajo, con el argumento de la imperiosa necesidad de una “reforma educativa”.
Estos ataques y campaña de los medios de información son un fenómeno internacional que tiene lugar en Francia, Grecia, España, Portugal, Holanda, Italia, Gran Bretaña, Alemania, Austria y el resto del mundo. Las reacciones a menudo han sido masivas, no solo en los países europeos, sino también en India, África (Swazilandia) y América Latina. La movilización de los profesores de Chicago se inscribe en el surgimiento internacional de la combatividad de la clase obrera contra los ataques de los patrones.
Hay muchas razones para el descontento de los docentes. A pesar de la declaración del alcalde de Chicago Rahm Emanuel, de que la huelga no tiene ninguna causa económica y, sobre esta base ridícula su solicitud de que salga una orden legislativa en contra del sindicato que está en huelga ilegalmente, hay un montón de preocupaciones económicas que han movilizado a los maestros para entrar en huelga: días y años escolares más largos, congelamiento de las tasas de contribución estatal a los seguros de salud; la introducción de una nueva evaluación docente ligada a un examen de rendimiento de los estudiantes –es decir, un ataque a la seguridad en el empleo, especialmente en el contexto de amenaza de cierre de al menos 100 escuelas–, y mucho más. ¡El “aumento salarial” previsto por el contrato incluso ni siquiera sería suficiente para pagar la jornada y ciclo escolar ampliados, y lo llaman un aumento! ¿No son estos asuntos económicos? ¡Solo nuestros jefes y gobernantes, quienes no tienen preocupaciones económicas que los mantengan despiertos durante la noche, pueden concebir estos ataques como no-económicos! Pero por supuesto, los maestros están totalmente en lo correcto si van más allá de las cuestiones económicas. Los maestros encabezan la exigencia de respeto de todos sus hermanos de clase por luchar por su dignidad como seres humanos, al negarse a someter su pasión por la enseñanza a un asunto medible por pruebas estandarizadas; y al negarse a someter a sus estudiantes a la mentalidad y la práctica de los patrones que ven a los seres humanos como meros objetos para vender y cuantificar según la ley de ganancia y competencia capitalistas, reduciendo a los seres humanos a simple mercancía para vender o tirar. ¡Este, en esencia, es el significado de su tan cacareada “reforma” a la educación! Se trata de un cálculo actuarial: cuánto están los jefes dispuestos a “perder” en educación pública a la luz de la reestructuración de la mano de obra que se impone sobre ellos debido a la crisis económica implacable del capitalismo! Solo podemos decir a nuestros compañeros maestros: ¡admiramos y apoyamos tu coraje! ¡Son una inspiración para todos nosotros ya que estamos en sus mismas condiciones!
En los medios de comunicación, la clase dirigente y los jefes expresan su preocupación por lo que esta huelga significará para la perspectiva de re-elección de un presidente demócrata frente a uno republicano. ¿Temen que la clase obrera cada vez más sea capaz de ver a través de sus mistificaciones de humo y espejo y que se de cuenta de que, pintado de azul o rojo, el tamaño, los objetivos y el contenido de los ataques es realmente el mismo? Si les preocupa que la clase trabajadora tenga en su cabeza que la verdadera lucha tiene que librarse en las calles, junto con otros trabajadores, y no en las urnas, la clase obrera haría bien en reflexionar sobre el papel que desempeña cada parte en la implementación de los ataques y por lo tanto, preguntarse: ¿quién es nuestro verdadero amigo? ¿A quién necesitamos recurrir para pedir ayuda? ¿Es la cúpula sindical la respuesta a esta pregunta? ¿Cómo puede ser la respuesta “sí”, cuando los dirigentes sindicales negocian con los jefes a puertas cerradas? ¿Cómo puede ser posible que ellos sean nuestros amigos cuando contrato tras contrato nuestro trabajo y las condiciones económicas y de vida se han deteriorado? ¿Cómo creer en ellos cuando gritan que es una “victoria” –con el argumento de que “podría haber sido peor”– lo que para todos los trabajadores es una derrota? ¿No es esto lo que Karen Lewis tuvo la desfachatez de decir cuando ella clamaba que Rham Emanuel redujo su propuesta de hacer que los profesores fueran evaluados sobre la base del rendimiento de la prueba de los estudiantes del 40 al 25 ? Pero, si no podemos confiar en los sindicatos, ¿qué más tenemos?
La forma más eficaz para librar una lucha es estableciendo asambleas abiertas, como los trabajadores históricamente lo han hecho y re-aprender a hacerlo. Hemos visto estos primeros intentos de volver a tomar el destino de la lucha en nuestras propias manos en España, durante el movimiento de Indignados, y aquí, en los Estados Unidos, con el movimiento Occupy. Lo que estos movimientos puntualizan es la necesidad de crear un espacio para debates abiertos donde podemos libre y creativamente proponer soluciones reales a nuestros problemas.
Somos los únicos “expertos” y la rendición de cuentas de nuestras decisiones debe descansar únicamente en las propias asambleas generales de trabajadores, controlado por los propios trabajadores. ¡Cuando somos capaces de mantener la lucha en nuestras manos, es posible extenderla a otros sectores y otros trabajadores y, de esta manera, ganar verdadera fuerza, unidad y solidaridad, y romper el aislamiento en el que nuestros sindicatos nos entrampan!
La simpatía que esta huelga ha levantado en muchos otros trabajadores, incluso entre los padres que han tenido un millón de dificultades para encontrar cuidado para sus hijos, es un testimonio de la necesidad urgente de extender la lucha, de expresar solidaridad real, de confiar y apoyarse en el resto de la clase obrera. Esta huelga, por ahora, se ha ahogado en el aislamiento y los maestros han regresado al trabajo sin haber logrado nada en términos del contrato. Pero si los profesores son capaces de ganar en término de las lecciones acerca de cómo luchar más eficazmente en el futuro, acerca de quienes son sus verdaderos amigos de clase y quienes son sus enemigos, la lucha no habrá sido derrotada.
En las dos semanas antes de la ratificación final del contrato, los profesores deberían reunirse para discutir y extraer las lecciones de esta lucha y prepararse para romper el aislamiento impuesto por el sindicato saliendo a encontrarse con otros trabajadores y realizar foros de discusión abierta donde las decisiones pueden hacerse colectivamente y pueden permanecer en manos de los propios trabajadores.
Internationalism, 9 de octubre
Acabamos de presenciar el enésimo espectáculo democrático electoral en Venezuela el 7 de octubre donde, como en México el pasado 1 de julio, la burguesía en su conjunto se ha colgado otra medalla al conseguir en ambos países una participación récord e histórica en las urnas de votación para la elección de puestos públicos diversos y, principalmente, de presidente del país. Por todo el mundo el mismo rito democrático burgués se repite con una precisión de relojería que resulta difícil encontrar otro mecanismo (como no sea el de la extracción de plusvalía del trabajo asalariado, claro está) en la sociedad que, como éste, se cumpla al pie de la letra.
Acabamos de presenciar el enésimo espectáculo democrático electoral en Venezuela el 7 de octubre donde, como en México el pasado 1 de julio, la burguesía en su conjunto se ha colgado otra medalla al conseguir en ambos países una participación récord e histórica en las urnas de votación para la elección de puestos públicos diversos y, principalmente, de presidente del país. Por todo el mundo el mismo rito democrático burgués se repite con una precisión de relojería que resulta difícil encontrar otro mecanismo (como no sea el de la extracción de plusvalía del trabajo asalariado, claro está) en la sociedad que, como éste, se cumpla al pie de la letra. Pronto, el próximo 6 de noviembre los congéneres estadounidenses de la burguesía venezolana y mexicana realizarán su propio circo electoral en esta maquinaria sin fin que renueva periódicamente las esperanzas de cambio y de mejoría en la mayoría de la población y, principalmente, de los trabajadores.
Efectivamente, pasan los años, las décadas y la sociedad sigue registrando periódica y religiosamente un hecho: las elecciones democráticas, directas o indirectas, secretas o no, están hasta en la sopa y se implementan cada vez más para los asuntos más inverosímiles. Las encontramos, por ejemplo, además de los diferentes niveles territoriales de gobierno del Estado capitalista (nacional, estatal, municipal), en la elección de representantes de colonia, de barrio, del centro de trabajo, de la escuela; se usan para votar hasta lo inimaginable como la herramienta estrella de la decisión ciudadana y, evidentemente, como el recurso infalible de la democracia que, presuntamente según la lógica de la visión burguesa, demostraría el triunfo del capitalismo y la de mostración de su perennidad.
Sin embargo, precisamente es esta democracia electoral el mecanismo político central sobre el que descansa la dominación y la gobernabilidad de la burguesía sobre el proletariado y el resto de las capas no explotadoras de la sociedad. Una trampa tan sutil como asquerosa: alimentar la ilusión de que votando, en la más completa soledad e impotencia de una urna electoral, por tal o cual personaje de los partidos políticos (de cualquier tamaño, color o lenguaje) que se crean desde el mismo Estado, los explotados y oprimidos de esta sociedad tendrían la posibilidad real de mejorar su situación laboral y las condiciones y calidad de vida de sus familias. Es este el principal engaño y sobre todo porque descansa en la idea de que “todos los ciudadanos son iguales”, burgueses y proletarios y que, por tanto, todos tienen la misma oportunidad de “decidir” en “igualdad” de circunstancias a qué personaje se elige. Una mascarada vil que esconde el hecho básico de que se trata solo de un juego donde los diferentes sectores de la clase dominante organizan, mediante el Estado, una cierta competencia entre sus partidos políticos y sus personajes más vistosos que se emplean a fondo para convencer a la gran masa de votantes de sus “virtudes” y de la cual sale ganador el que logra los mejores artilugios para sumar más votos. Partidos y personajes políticos todos al servicio de la clase burguesa y de su Estado.
Pero además, hay otro cuento chino de este “ejercicio democrático ejemplar”: la alternancia en el gobierno, que sería una prueba del “poder ciudadano” al quitar y poner a sus representantes y, sobre todo, de la efectividad del voto electoral y, en suma, de la democracia. Nada más falso e hipócrita. Justamente esta alternancia política es lo que mejor da brillo a su juego democrático pues los recambios en el gobierno refuerzan la ilusión de que verdaderamente los electores deciden cuando en realidad estos cambios y recambios en nada afectan a la dominación de la burguesía en su conjunto y, al contrario, le beneficia sobremanera al renovar de manera periódica sus mecanismos de control gubernamental sobre todo de su clase enemiga y mortal, el proletariado. Que los diversos partidos políticos y sus personeros se presenten con ropajes, colores y discursos diferentes solo demuestra que el estado burgués se preocupa por tener copado todo el llamado espectro de la geometría política necesario para encuadrar las preocupaciones políticas, sociales y económicas de los trabajadores, todo un reparto de tareas que necesita el capital para perpetuar su dominación y explotación del trabajo asalariado.
Las campañas electorales machacan hasta la nausea a cada segundo que el derecho de voto "iguala jurídicamente" a todos los “ciudadanos”, burgueses y trabajadores, los cuales formarían una comunidad, un colectivo, una nación, “unida por los mismos intereses”. ¡¡¡Nada más falso!!! Tal comunidad es una utopía ya que explotados y explotadores jamás podrán construir una comunidad de intereses comunes, por tanto la noción de nación o de “interés nacional” beneficia solo a la burguesía que es la que detenta el poder estatal y se da los equipos de gobierno adecuados a sus intereses generales como clase. ¡Los obreros no tienen patria!
Lo que hemos dicho anteriormente es el marco general del funcionamiento de la democracia electoral; sin embargo, no hay que perder de vista que este mecanismo se renueva y se refuerza de manera constante por la burguesía conciente de que debe perfeccionar permanentemente su principal instrumento político, al lado del encuadramiento sindical oficial e “independiente”, para sostener su dominación de clase. Un ejemplo claro, lo tenemos en el proceso electoral de la primera potencia capitalista del mundo, los EU.
En efecto, en ese país los votantes de muchos estados no solo serán convocados a las urnas para “decidir” a su presidente o a sus representantes legislativos sino también enganchados por cientos de “iniciativas” estatales que van desde el matrimonia gay hasta la pena de muerte, pasando por la legalización de la mariguana, la segregación racial, leyes anti o pro abortos, enmiendas sobre libertades religiosas, leyes sobre negociaciones sindicales colectivas, iniciativas sobre impuestos para financiar la educación y, un larguísimo etcétera.
Es muy claro que esas iniciativas “ingeniosas e innovadoras” tienen el objetivo de alentar a los votantes reticentes y desilusionados por las experiencias pasadas para ir a las urnas y así incrementar los votos, una medida que, junto a otras, se están implementando para convencer a los votantes más reacios a los que las oficinas del Estado está identificando como la franja de la población que requiere más atención y persuasión para lograr arrastrarlos a las urnas de votación (incluso en EU, aunque esta medida ya tiene tiempo, se suspende un día laborable para intentar garantizar la mayor votación posible).
Estos tres casos que nos ocupan nos demuestran, por si hiciera falta, que la clase burguesa es la misma en todos los países no importando su nacionalidad, su color, su ropaje, su ideología, su verborrea… Todas estas variantes tienen un denominador común: ser los garantes de la opresión y la explotación de la clase trabajadora en todos los países.
Mucho se nos dice, para alimentar la confrontación entre la clase obrera, que las diferentes alternativas electorales representan verdaderas y diferentes opciones a las cuales hay que votar si queremos mejorar nuestro destino. Pero eso se nos ha dicho por décadas a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nosotros ahora. Y resulta que se trata del mismo juego aunque perfeccionado. Al fin de cuentas son los profesionales de la política al servicio de la burguesía los que acaban engañándonos y enganchándonos al carrusel eterno de la democracia electoral.
Seguramente también la burguesía estadounidense se anotará otro triunfo más en sus elecciones de principios de noviembre pues ha logrado, hasta ahora, alimentar de manera creciente las expectativas alrededor de la disputa entre Obama y Romney: todo el aparato estatal y principalmente sus medios de comunicación volcados en generar el mayor interés posible en las filas de los trabajadores.
Efectivamente, la sociedad burguesa vive permanente en medio de votaciones democráticas y eso no tiene nada de extraño, se debe a que, al mismo tiempo, el capital experimenta crisis económicas crecientes y cada vez más profundas que los capitalistas solo pueden sortear descargando los mayores sacrificios sobre las espaldas de los trabajadores. La renovación democrática eterna de la ilusión para encontrar en algún momento a un partido o personaje político que llegue al poder y que solucione sus penurias, es la apuesta central del Estado burgués.
Los trabajadores contamos ya con una amplia experiencia en este terreno. Los abuelos, nuestros padres, fueron controlados por esta artimaña universal y a nosotros ahora nos toca experimentar la misma patraña.
Precisamente aquí es donde muchos trabajadores se están planteando la clarificación. Si no podemos ya confiar, por enésima ocasión, en la democracia burguesa, ¿entonces, qué podemos hacer? Hay que buscar los medios para convocarnos a reuniones donde podamos discutir estas cuestiones. Nuestra clase cuenta con un enorme cúmulo de adquisiciones teóricas e históricas que podemos y debemos utilizar para, no solo clarificarnos, sino encontrar las mejores respuestas que nos permitan responder a los desafíos que nos impone la ofensiva actual de la burguesía que está determinada a arruinar la vida de las familias proletarias en aras de la salud de la economía nacional que significa, en el fondo, la salvaguarda de la ganancia de la clase burguesa.
Pero esta clarificación debe dar lugar a una lucha donde los trabajadores puedan encontrarse y discutir sobre los medios propios de lucha, para plantearse cómo hacer para no ir detrás de los partidos por nuevos que éstos sean como el que está creando Andrés Manuel López Obrador (Morena), ni detrás de los sindicatos, tenemos que separarnos de nuestros enemigos.
RR, octubre-2012
La Reunión Pública convocada para el pasado 13 de octubre, destinada originalmente a discutir sobre la pugnas al interior de la burguesía luego del proceso electoral, cambió al tema de la reforma laboral, dado que representa la magnificación de los ataques en contra de los trabajadores.
La primera cuestión que la CCI y los participantes abordamos fue la dimensión histórica de los ataques contenidos en la Reforma Laboral: habrá trabajos por hora, contratos de prueba sin obligaciones de prestaciones sociales, los despidos se abaratan para los patrones, se podrán bajar los salarios dependiendo de las “necesidades del mercado”… sabemos que estos ataques no son nuevos, hoy conocen una agudización dramática pero tienen ya su historia, desde que la crisis capitalista se abre en toda su dimensión, es decir en los años 70, los golpes a los salarios y a las pensiones se vuelve una constante en todos los países, la caída brutal del poder adquisitivo de los salarios es la regla en todo el mundo, amén del desempleo y el no futuro para las nuevas generaciones que jóvenes que ni siquiera tienen el “privilegio de ser explotado”. Estos ataques se inscriben plenamente en el marco de una agudización brutal de la crisis mundial del capitalismo, la peor crisis de su historia, tan grave que los “especialistas” vaticinan 10 años más de crisis. Si el capital quiere ser más competitivo en el mercado mundial y aumentar sus ganancias y hacer frente a la debacle económica debe, invariable e inevitablemente atacar las condiciones de vida de sus explotados, se pone así de manifiesto de manera cruda lo que el capitalismo representa para los asalariados.
El asunto de los dimes y diretes de las Cámaras de diputados y senadores son escaramuzas para hacernos creer que hay “divergencias” y que hay incluso una fracción de la izquierda que estaría de parte de los trabajadores, todo ese montaje no es una inocentada, el Estado lo orquesta para hacernos creer que esto de la Reforma es un “asunto mexicano”, “local” y que estaría desconectado del mundo… ¡falso! La reforma laboral que está por aprobarse es parte del conjunto de ataques que el capital propina a los explotados por todo el mundo, no es la imposición solo de un partido o de un gobernante, es una ataque del capital. Su contenido es parte de reformas que ya están en marcha en otros países desde hace tiempo. Lo que la burguesía intenta ocultarnos es que somos una misma clase a nivel mundial y que sufrimos todos la misma inclemencia de los ataques a nuestras condiciones de vida. Por ello, la discusión insistió en el carácter mundial de los ataques y en la necesidad de concebir una respuesta no local sino mundial que se vaya poco a poco articulando.
El otro aspecto que la discusión destacó es que la Reforma Laboral no es el inicio de los ataques ni tampoco es el fin. De hecho, muchos de los aspectos contenidos en la Reforma están ya en práctica desde hace tiempo. Para nadie es una novedad el “outsourcing” (subcontratación) en Pemex, Telmex y numerosas empresas privadas, todas han delegado a otras empresas servicios y trabajos y así se ahorran las responsabilidades en la prestaciones sociales (cuando los beneficios sociales y las prestaciones retroceden, entonces los capitalistas aumentan su cuota de beneficio), no hay antigüedad en las empresas y los “patrones se diversifican” ocultando a los trabajadores el enemigo común. Desde la reforma al IMSS, después con la ley del ISSSTE y ahora con la reforma laboral lo que busca es ajustar los mecanismos para incrementar la explotación. Por tanto, una de las conclusiones de la discusión fue reconocer que la Reforma Laboral no es el inicio ni el fin de la degradación de nuestras condiciones de vida y de nuestras familias.
Para enfrentar semejantes ataques, los asistentes insistieron en la responsabilidad de un proletariado cuya fuerza social aún no se percibe, por ello no es casual que jóvenes busquen respuestas en las “asociaciones civiles o en las ONG” (pregunta sincera de un joven asistente). Varias intervenciones han insistido en que “la sociedad civil no existe”, existe la sociedad dividida en clases sociales donde la nación no es sino una falsa comunidad donde explotados y explotadores no tiene los mismos intereses, por mucho que los discursos de los políticos nos restrieguen el “bien común” y los “intereses nacionales”. Ante las dificultades de la clase obrera que enfrenta un terreno copado por sindicatos y partidos políticos es fundamental el papel de las minorías, de todos aquellos individuos que tienen la voluntad de ayudar en esta tarea de hacer avanzar los intereses de la clase obrera, su tarea inmediata es agruparse para discutir, para clarificar, para sacar las lecciones y, en su momento, intervenir abiertamente en las manifestaciones, asambleas, mítines, etc.
Interesante ha sido el ambiente fraterno de debate donde todos pudieron intervenir sin temor a ser humillado o a preguntar. Un ambiente ausente de la tensión típica que acompaña esos “debates” donde unos intentan imponer un punto de vista a otros. Flotó en las preocupaciones finales un deseo de seguir discutiendo, de seguir clarificado y creando un pensamiento colectivo. Solo unidos podremos abrir una brecha en esta sociedad podrida que conduzca a cuestionar y superar este ya infame sistema de explotación.
Revolución Mundial, 16-10-12
Todo parece a priori favorable para una explosión sin precedentes de la ira de la clase obrera. La crisis es evidente, a ella nadie escapa. Muy pocos creen todavía en la "salida de la crisis" la cual nos restriegan en las orejas todos los días. El planeta nos exhibe diariamente un espectáculo de devastación: guerras y barbarie, insoportables hambrunas, epidemias, sin mencionar la manipulación irresponsable de los aprendices de brujo delirantes a los que se entregan los capitalistas para tratar la naturaleza, la vida y nuestra salud, en nombre de la ganancia.
Frente a todo esto, es difícil imaginar que otro sentimiento que no sea el de la revuelta y la indignación pudieran ocupar las mentes.Es difícil pensar que una mayoría de trabajadores todavía creen en un futuro bajo el capitalismo. Y sin embargo, las masas no han tomado aún totalmente el camino de la lucha. Nos preguntamos entonces, ¿la aplanadora de la crisis es demasiado potente como para que la desmoralización sea insuperable?
No cabe duda que la clase trabajadora está experimentando dificultades significativas. Hay al menos cuatro razones para ello:
La primera, de lejos la más importante, es simplemente que el proletariado no es consciente de sí mismo, perdió su propia identidad de clase. Tras la caída del muro de Berlín, toda una campaña se desató en la década de 1990 para intentar convencernos de la quiebra histórica del comunismo. Los más atrevidos - y más tontos - anunciaron incluso "el fin de la historia", el triunfo de la paz y la 'democracia'... Igualando el comunismo al cadáver monstruoso del estalinismo podrido, la clase dominante ha intentado desacreditar por adelantado cualquier perspectiva de la clase obrera para derrocar el sistema capitalista. No contento con tratar de destruir cualquier idea de una perspectiva revolucionaria, también intentó hacer del combate del proletariado una especie de arcaísmo adecuado solo para preservarlo como 'memoria cultural' en el museo de la historia, al igual que los fósiles de dinosaurios o la cueva de Lascaux.
Sobre todo, la burguesía no ha dejado de insistir en el hecho de que la clase obrera en su forma clásica había desaparecido de la escena política. Todos los sociólogos, periodistas, políticos y filósofos de domingo machacan la idea de que han desaparecido las clases sociales, derretidas en el magma informe de la "clase media". Es el sueño permanente de la burguesía de una sociedad donde los proletarios serían simples 'ciudadanos', separados en categorías socio profesionales más o menos diferenciadas pero sobre todo bien divididos, - en los de blanco, los de azul, empleados, precarios, desempleados, etc.,- con intereses divergentes, que "no se unen" sino temporalmente, aislados y pasivos, en las urnas electorales. Y es cierto que el revuelo sobre la desaparición de la clase obrera, concienzudamente repetida en reportajes, libros, programas de televisión... tuvo como resultado que muchos trabajadores no se conciben por ahora como una parte de la clase obrera y aún menos como una clase social independiente.
De esta pérdida de identidad de clase se desprende, en segundo lugar, las dificultades del proletariado para afirmar su lucha y su perspectiva histórica. En un contexto así la burguesía no tiene ninguna perspectiva que ofrecer que no sea la austeridad, el cada uno para sí, el aislamiento y el sálvese quien pueda. La clase dominante utiliza esos sentimientos para poner a unos explotados contra los otros, para dividirlos y así evitar cualquier respuesta unida y situarnos en la desesperación.
El tercer factor, como consecuencia de los dos primeros, es que la brutalidad de la crisis tiende a paralizar a muchos proletarios, por temor a caer en la pobreza absoluta, incapaces de alimentar a su familia y terminar en la calle, aislados y expuestos a la represión. Incluso si algunos son empujados a mostrar su enojo, como los “indignados”, no se conciben como una verdadera clase en lucha. Esto, a pesar de los esfuerzos y los movimientos de carácter a veces relativamente masivos, limita la capacidad de resistir a los engaños y las trampas establecidas por la clase dominante para reapropiarse de las experiencias de la historia, para sacar las lecciones con el retroceso y la profundidad necesarias.
Finalmente, existe un cuarto elemento importante para explicar las dificultades actuales de la clase obrera para desarrollar su lucha contra el sistema: es el arsenal de encuadramiento de la burguesía, abiertamente represivo, como las fuerzas de policía, o especialmente más insidiosos y mucho más eficaces, como los sindicatos. Sobre este último aspecto, en particular, la clase obrera aún no logra superar sus miedos para luchar fuera del control sindical, incluso si los que aún tienen ilusiones acerca de la capacidad de los sindicatos para defender nuestros intereses son cada vez menos numerosos. Y este encuadramiento físico tiene su contraparte en un control ideológico más o menos manejado por los sindicatos, medios de comunicación, intelectuales y partidos de izquierda, etc. La burguesía hace esto sin encontrar mucha resistencia.
Ideología democrática. Cualquier acontecimiento es utilizado para ensalzar los beneficios de la democracia. La democracia es presentada como un marco donde se desarrollan todas las libertades, donde se expresan todas las opiniones, donde el poder es legitimado por el pueblo, donde se fomentan iniciativas, donde todo el mundo puede acceder al conocimientos, a la cultura, la salud y, por qué no, al poder. En realidad, la democracia ofrece solo un marco nacional para el desarrollo del poder de las elites, del poder de la burguesía, el resto es solo una ilusión, la ilusión de que pasando por una urna de votación se ejercería un cierto poder, que en las cámaras de diputados y senadores se expresarían las opiniones de la población a través del voto de los 'representantes'. No hay que subestimar el peso de esta ideología sobre la conciencia de la clase trabajadora, tampoco hay que olvidar el enorme shock que provocó el colapso del estalinismo en la década de 1980 y 1990. A todo este arsenal ideológico hay que agregar la ideología religiosa. Esto no es nuevo si consideramos que ésta acompañó a la humanidad desde sus primeros pasos en la necesidad de comprender su entorno. No es nuevo tampoco si recordamos que siempre ha legitimado todo tipo de poderes a lo largo de la historia. Pero lo que hoy aparece como original es que se ha añadido este tema a las reflexiones de una parte de la clase obrera frente a un capitalismo destructivo y en quiebra. La religión desvía esta reflexión explicando la "decadencia" del mundo occidental por su alejamiento de los valores portados por la religión desde hace miles de años, en particular las religiones monoteístas. La ideología religiosa reduce a nada la extrema complejidad de la situación. Solo trae respuestas simples, fácil de implementar. En sus formas fundamentalistas, convence solo a una pequeña minoría de los trabajadores, pero de manera más general, contribuye a parasitar la reflexión de la clase obrera.
Este panorama es un poco desalentador: frente a una burguesía que domina con sus armas ideológicas, frente a un sistema que amenaza con la miseria a la mayor parte de la población mundial, cuando no es que ya están sumergidas en ella directamente, ¿hay lugar todavía para desarrollar un pensamiento positivo, para albergar una esperanza? ¿Hay realmente todavía una fuerza social capaz de realizar una obra tan inmensa como la transformación radical de la sociedad? A esta pregunta hay que contestar sin dudarlo: ¡sí! ¡Cientos de veces sí! No es una fe ciega en la clase trabajadora, una fe casi religiosa en los escritos de Marx, o un deseo desesperado por una revolución perdida de antemano. Se trata de tomar distancia para tener un análisis sereno de la situación más allá de los retos inmediatos, tratar de comprender lo que significan realmente las luchas de la clase trabajadora en la escena social y estudiar en profundidad el papel histórico del proletariado.
En nuestra prensa hemos analizado ya que, desde el 2003, la clase obrera está en una dinámica positiva en comparación con el retroceso que sufrió con el colapso de los países del este. Muchas manifestaciones de este análisis se encuentran en luchas más o menos importantes pero que tienen todas como característica el mostrar la reapropiación progresiva por la clase de sus reflejos históricos como la solidaridad, la reflexión colectiva y más simplemente, el entusiasmo ante la adversidad.
Pudimos ver estos elementos de forma concreta en las luchas contra las reformas de pensiones en Francia en 2003 y 2010-2011, en la lucha contra el CPE, también en Francia en 2006, de forma menos extendida en Gran Bretaña (en el aeropuerto de Heathrow, refinerías de Lindsay), en los Estados Unidos (Metro de la ciudad de Nueva York), en España (Vigo), en Egipto, en Dubái, en China, etc. Los movimientos de indignados y Occupay, sobre todo, reflejan una expresión mucho más general y ambiciosa que lucha que se desarrolla dentro de una empresa, por ejemplo. ¿Qué hemos visto particularmente en los movimientos de los Indignos? Trabajadores de todas las profesiones, desde precarios a empleados, simplemente vinieron para vivir una experiencia colectiva y esperan de ella una mejor comprensión de los retos del periodo. Hemos visto personas entusiasmarse con la sola idea de volver a discutir libremente con otros. Hemos visto personas discutir experiencias alternativas y plantear sus fortalezas y limitaciones. Hemos visto personas que se niegan a ser impasibles víctimas de una crisis que no han causado y se niegan a pagar. Hemos visto personas implementar las Asambleas espontáneas, adoptando formas de expresión que favorecen la reflexión y la confrontación, limitando la interrupción y el sabotaje de los debates. Por último y lo más importante, el movimiento de los Indignados permitió el surgimiento de un sentimiento internacionalista, la comprensión que, en todas partes del mundo, estamos experimentando la misma crisis y que debemos luchar contra ella más allá de las fronteras.
Por supuesto, poco o casi nada se ha oído hablar explícitamente de comunismo, de revolución proletaria, de clase trabajadora y burguesía, guerra civil, etc. Pero lo que han mostrado estos movimientos es, sobre todo, la creatividad excepcional de la clase obrera, su capacidad para organizarse, debido a su carácter inalienable de fuerza social independiente. La reapropiación consciente de estas características es todavía una meta en un camino largo y tortuoso, pero que sin lugar a dudas está ya en marcha. Es, necesariamente, un proceso que se acompaña de decantación, de reflujos, de desalientos parciales. Esto sin embargo, alimenta la reflexión de las minorías que están en la vanguardia de la lucha de la clase trabajadora a nivel mundial, y cuyo desarrollo es visible y cuantificable, desde hace varios años.
Este es un proceso sano que contribuye a la clarificación de los retos que enfrenta la clase obrera hoy.
Finalmente, aunque las dificultades de la clase trabajadora son enormes, nada de la situación nos hace decir que los retos están ya decididos, que la clase obrera no tendrá la fuerza para desarrollar luchas masivas y después revolucionarias. Por el contrario, se multiplican las expresiones vivas de la clase y estudiando lo que tienen en realidad, no en apariencia, donde solo su fragilidad es obvia, sino en su profundidad, entonces aparece el potencial, la promesa de futuro que contienen. Su carácter minoritario, disperso y esporádico nos recuerdan que las principales cualidades de los revolucionarios son la paciencia y su confianza en la clase obrera! Esta paciencia y esta confianza se basa en la comprensión de lo que históricamente es la clase obrera: primera clase explotada y revolucionaria que tiene por misión emancipar a toda la humanidad del yugo de la explotación. Esta es una visión materialista, histórica, de largo plazo; es esta visión lo que nos permitió escribir en 2003, cuando hacíamos el balance de nuestro XV congreso internacional:"Como dicen Marx y Engels, no se trata de considerar " lo que tal o cual proletario, incluso el proletariado en su conjunto, se imagina como meta en un momento dado. Solo importa lo que es y lo que históricamente está obligada a hacer conforme a su ser" (la Sagrada Familia). Una tal visión nos muestra principalmente que, ante los golpes muy fuertes de la crisis del capitalismo, que se traducen en ataques cada vez más feroces, la clase reacciona y reaccionará necesariamente mediante el desarrollo de su lucha. Este combate, en sus primeras etapas, se realizará en una serie de escaramuzas, que anunciarán un esfuerzo para ir a las luchas cada vez más masivas. Es en este proceso que la clase se verá de nuevo como una clase distinta, con sus propios intereses y tenderá a reencontrar su identidad, aspecto esencial que a su vez estimulará su lucha."
GD, 25 de octubre
Nos dicen que así pretenden dar respuesta al diluvio de ataques a las condiciones de vida de los trabajadores que ya nos está ahogando y que, indudablemente va a arreciar. Lo que queremos denunciar en este artículo es que estas movilizaciones están pensadas para impedir que surjan verdaderas movilizaciones; que en lugar de proporcionarnos determinación, unidad y conciencia, fomentan entre los trabajadores la pasividad y el seguidismo, la dispersión y la desconfianza, y nos inyectan dosis más y más tóxicas de dos de los peores venenos ideológicos burgueses: la mistificación democrática y el nacionalismo.
Asistimos a un auténtico sarpullido de “movilizaciones”. Para el 15S, la Cumbre Social (o sea CCOO, UGT y 200 plataformas más) convocó una concentración en Madrid bajo el lema “Hay que impedir que nos roben el país”. Para el 25 S, un enjambre de organizaciones que van desde agrupaciones de turbia trayectoria a formaciones más o menos clásicas de la Izquierda del capital (el PC o Izquierda Anticapitalista), incluyendo los restos degenerados del 15M, promueven un acto de “desobediencia civil” para protestar “contra el secuestro de la soberanía nacional perpetrado por los mercados”, dando vueltas en torno al Congreso de los Diputados para ver si, como la bíblica Jericó, caen las murallas del régimen monárquico. Por si acaso y para el día siguiente los sindicatos más exaltados (léase CGT y la CNT) convocan junto a los sindicatos nacionalistas (ELA, LAB, etc.), otra Huelga General en ciertas partes del Estado, etc., y en otras, una Jornada de Lucha.
Nos dicen que así pretenden dar respuesta al diluvio de ataques a las condiciones de vida de los trabajadores que ya nos está ahogando y que, indudablemente va a arreciar. Lo que queremos denunciar en este artículo es que estas movilizaciones están pensadas para impedir que surjan verdaderas movilizaciones; que en lugar de proporcionarnos determinación, unidad y conciencia, fomentan entre los trabajadores la pasividad y el seguidismo, la dispersión y la desconfianza, y nos inyectan dosis más y más tóxicas de dos de los peores venenos ideológicos burgueses: la mistificación democrática y el nacionalismo.
A lo largo de los últimos meses hemos visto a CCOO y UGT sabotear la respuesta obrera () a los despidos, rebajas de salarios y recortes mediante la combinación de la dispersión de la combatividad hacia focos de conflicto cada vez más pequeños (atando a los trabajadores a la defensa de “su” sector, o de “su” centro de trabajo), y, junto a ellos momentos de aparente unidad obrera, eso sí siempre a toque de corneta sindical, y presentando como cemento de dicha “unidad”, lemas como la “defensa de lo público”, es decir de una gestión estatal de la explotación capitalista.
Lo que hemos visto el 15 de septiembre ha sido la enésima nauseabunda demostración de este pastoreo sindical, en la que los trabajadores son tratados como seres pasivos que se movilizan cuándo, cómo y dónde deciden los sindicatos. En la movilización “unitaria” de Madrid a la fragmentación habitual por regiones de procedencia cada uno detrás de su bandera “nacional”, se ha sumado en esta ocasión una división por sectores que se ha puesto penosamente de moda en los últimos meses: las llamadas “mareas” que consisten en que los trabajadores desfilan, encasillados y “marcados” con camisetas de un color característico de cada sector o de cada reivindicación: los de la camiseta verde protestan contra los recortes en la educación, los de la marea blanca por los de la sanidad,… y así hasta siete camisetas distintas. El mensaje subliminal que se induce a través de esta “clasificación” es que lo común entre los trabajadores (del país, de la condición o del sector que sea) no es que todos somos explotados por este sistema, sino la supuesta defensa del buen funcionamiento de las instituciones de este mismo sistema, y sobre todo de dos de ellas: la patria y el Estado democrático. De lo primero da prueba el mismo lema de la manifestación: “Hay que impedir que nos roben el país” ().
De lo segundo habla que el objetivo de dicha movilización “unitaria” fuese forzar al gobierno a que convoque un referéndum para aprobar las medidas de ajuste, `puesto que estas no habrían figurado en el programa electoral del Partido Popular que ganó las últimas elecciones. El cinismo que subyace detrás de esta consigna es indignante, pues su apariencia ingenua y bienintencionada, esconde una defensa acérrima del propio mecanismo de fraude que suponen las elecciones. ¡Como si el gobierno ZP no hubiera “traicionado” su programa electoral de “pleno empleo”! ¡Cómo si Obama u Holande no hubieran defraudado en pocos meses las “esperanzas” que nos llamaron a depositar en ellos como gobernantes más “cercanos al pueblo”! Cada vez más compañeros ven las promesas electorales como una estrategia fraudulenta de marketing político. Cada vez más trabajadores y jóvenes empiezan a vislumbrar que el Estado democrático no es más que la pantalla tras la que se esconde la brutal Dictadura del Capital, y que las exigencias de éste no van a someterse al albur de la opinión de sus víctimas. O ¿acaso es que CCOO y UGT “olvidaron” convocar un referéndum para que aprobáramos el retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años, o los sucesivos pactos de rentas con los que a lo largo de los últimos año – el último el pasado 25 de enero– se ha ido jalonando la pérdida del poder adquisitivo de nuestros salarios. Sus discursos contra los sacrificios del pueblo son pura demagogia. Lo que cuenta, como señaló el propio Toxo (secretario general de sindicato Comisiones Obreras) es que “es mejor tener a la ciudadanía votando en las urnas que acampando en calles y plazas” ().
Aludía Toxo, sin duda a las movilizaciones masivas que tuvieron lugar en 2011 tanto en España con los Indignados, como con los sucesivos episodios de “Ocupy” que tuvieron lugar en USA, Gran Bretaña… (), y que pusieron de manifiesto que en las filas de los explotados y oprimidos va creciendo el desapego respecto al parlamentarismo, los partidos políticos del Estado capitalista democrático, y sin duda también a los sindicatos. Es evidente que esa desafección preocupa y mucho a la clase dirigente, no como amenaza inmediata, pero sí como un potencial que se va a ir nutriendo del ahondamiento de la crisis sistémica del capitalismo, pero también de la reflexión, creciente entre los explotados, en búsqueda de una nueva forma de sociedad. Los explotadores saben también que no pueden hacer nada para impedir lo primero, pero sí parea entorpecer lo segundo. Para ello “nacen” sucesivas tentativas de “renovación de la Izquierda” (), y se convocan movilizaciones presentadas como verdaderas “alternativas de lucha”. El 25S se ha vendido como una de éstas pero estamos ante otra propuesta fraudulenta.
Como en las “movilizaciones” sindicales, los convocantes del 25S saben que este tipo de concentraciones cumple su función de acentuar la desmoralización y la desconfianza en nosotros mismos si se convocan no cuando hay un “crescendo” de la combatividad, sino en el momento en que cunden el cansancio y la desorientación sobre cómo luchar… Los convocantes del 25S pudieron comprobar que las movilizaciones del 12-15M de este año (para conmemorar el aniversario del movimiento del 2011) se saldaron con una decreciente participación, que a la manifestación que convocaron hace un par de semanas contra la visita de Merkel a España apenas acudieron mil personas, y que incluso la macro-manifestación del 15S, convocada por centenares de plataformas apenas reunió a 100 mil personas. En este contexto, lanzan, sin embargo, un órdago aparentemente más radical como es desafiar al Congreso de los Diputados, el símbolo de la democracia parlamentaria. Hay que decir de entrada que ese reto tiene más de “farol” que de envite serio, como ha demostrado la posterior “desescalada” de intenciones: primero se trataba de ocupar el Congreso, luego de rodearlo de forma simbólica y pacífica, respetando a los diputados. Primero se trataba de hacer caer al Gobierno, luego resulta que las manifestaciones se detendrán escrupulosamente ante las barreras policiales. Resulta, precisamente, muy significativo la forma en que la Policía y los convocantes de esta movilización se han aprovechado mutuamente. Aquéllos han inflado el fantasma de la ocupación del Congreso para justificar el incremento del arsenal represivo –detenciones e identificaciones masivas en las manifestaciones, despliegue de 2000 antidisturbios, policías, infiltrados, creación de un clima de terror por la acción de “oscuros” grupos y puesta en marcha de una web para facilitar delaciones anónimas… Y los convocantes del 25S se escudan en el hostigamiento policial que reciben para aureolarse como “revolucionarios”, y sobre todo para justificar la ausencia de asambleas y de debates masivos, la sustitución de la convocatorias decididas abierta y masivamente en éstas por un laberinto confuso de convocatorias, objetivos, etc., recreando una ambientación “clandestina” que puede resultar muy “revival” (¡como cuando Franco!), pero que en realidad transforma a los participantes en peones que siguen ciegamente a los “convocantes”, lo que además les desarma frente a la represión ().
Esa misma convergencia de fondo entre las “cansinas” movilizaciones sindicales y las más efervescentes como la del 25S queda también patente en la ideología que las recubre. No hay menos mistificación democrática o nacionalismo sino fórmulas, solo aparentemente, más radicales de esos mismos engaños, tales como la Reforma de la Ley electoral tan deseada por los DRY, o una nueva Asamblea Constituyente como reivindica con tanta fruición un ala más “radical” de los convocantes del 25S. Lo cierto es que con más o menos partidos representados en el Parlamento, siendo estos más grandes o más pequeños, con un régimen monárquico o uno republicano, la Dictadura del capital seguirá ejerciendo su brutal opresión contra las necesidades de los seres humanos, y lo hará con menor oposición si los explotados creen que comparten con los explotadores una comunidad de intereses que sería su nacionalidad, su patria. Por ello resultan especialmente indignantes quienes se proclaman anticapitalistas y, al mismo tiempo, defensores de la patria (poco importa que ésta sea la española, la catalana o la vasca...) (). Esta ideología es la reedición de la patraña del “socialismo en un solo país” que justificó la contrarrevolución estalinista en el siglo pasado, y que es hoy la mercancía ideológica que utilizan los Castro, Hugo Chávez. Morales, etc. para imponer la austeridad draconiana de la población de sus respectivas “patrias socialistas”.
Por supuesto que no metemos a todos los participantes en el 15S o el 25 y 26S en el mismo saco. Hemos de saber distinguir de quién trata de expresar toda su indignación contra la miseria y el sistema capitalista de quién quiere convencerle de que esa miserias es evitable con otro tipo de Estado capitalista: Hemos de discernir a los compañeros que salen a la calle buscando la solidaridad y la unidad de quien trata de persuadirles de que eso se conseguirá a través del “nuevo Estado catalán”, o defendiendo la soberanía nacional frente a la “troika”… Esa distinción es una condición ineludible de la lucha contra el capitalismo, y de una verdadera revolución y cambio social. Esa separación de los dos campos de la lucha de clases no podrá hacerse atrapados en el activismo de “acudir a todo” porque “algo hay que hacer”, sino a través de una reflexión paciente, de una clarificación y superación colectiva de nuestras propias debilidades e ilusiones en falsas alternativas. Es pues mucho lo que hay que hacer.
Dámaso, 25 de Septiembre
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