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Bush o Kerry: Los mismos objetivos imperialistas, los mismos proyectos militaristas
La indeterminación de los sondeos y las alertas ante “posibles irregularidades” permiten mantener el “suspense”, como la incertidumbre que rodeo las anteriores elecciones entre Bush y Gore cuando aún tres semanas después de las votaciones no se sabía quien iba a gobernar, teniéndose incluso que recontar uno a uno los votos en algunos estados. Rara vez se había visto un duelo electoral en los Estados Unidos tan áspero. Da la impresión que el elector pudiese, de verdad, elegir entre un “candidato de derechas” y un “candidato de izquierdas”. Sin embargo, las diferencias entre Bush y Kerry son mínimas y residen sobre todo en el “estilo”. Los desacuerdos más significativos se refieren a temas como el aborto, la homosexualidad, el medio ambiente o la bioética, es decir cuestiones a las que se les puede poner sin mayor problema la etiqueta “conservador” o el logotipo “progresista” sin mayor problema. En lo esencial, sin embargo, comparten los mismos objetivos y anuncian que proseguirán con la misma política belicista con el objetivo de defender, cueste lo que cueste, la nación americana. Es más, encontramos en Kerry los mismos tonos histéricos ultra patriotas que en su competidor Bush: “La bandera americana –dice-es para nosotros el símbolo que mejor representa lo que somos, aquello en lo que nosotros creemos. Representa nuestra fuerza, nuestra diversidad, nuestro amor al país. Todo lo que América hace es grande y bueno. Esta bandera no pertenece a un presidente, a una ideología, a un partido. Pertenece al pueblo americano.” (Discurso de Kerry citado en Internationalism nº 131, set-oct 2004).
Uno y otro intentan mantener con la misma determinación e idéntica obstinación la amenazada hegemonía del imperialismo americano sobre el mundo, frente a las grandes potencias rivales. La crítica de Kerry a la intervención guerrera de Bush en Irak se refiere únicamente a tres puntos: En primer lugar le recrimina el haber recurrido a una propaganda falsaria (la“fórmula de choque” del candidato demócrata era acusar a Bush de “una campaña de trapacerías masivas”) sobre la presencia de armas de destrucción masiva en Irak. En segundo lugar le censura haber intervenido en la guerra de Irak sin implicar previamente a todas las potencias europeas (hay que señalar que esta crítica no es exclusiva del “campo de los demócratas” sino que salió hace meses de una parte de mismísimo “clan republicano”). Reprocha, por último, a Bush que careciera de un plan sólido para lograr el control y la ocupación efectiva de Irak. En resumen, lo que distingue a Kerry de Bush es el “cómo” realizar la guerra y no el fondo de la cuestión. Conviene recordar que Kerry, como senador, no solamente votó sin reserva alguna los créditos de guerra y apoyó totalmente la invasión de Irak, sino que no tiene otra política que proponer que la de continuar e intensificar el esfuerzo de guerra en Irak; o sea que no sólo defiende los mismos objetivos que Bush sino que no le queda otra elección que la de proseguir la estrategia de ocupación en Irak e intensificar la huida adelante de los Estados Unidos en sus aventuras guerreras para defender los intereses imperialistas de la burguesía norteamericana. Ya en el propio discurso de investidura en la Convención Demócrata, el candidato Kerry lanzaba a otros Estados y a la ONU un desafío calcado al de Bush: “No dudaré en emplear la fuerza si es necesario. Frente a todo ataque el nivel de respuesta será el más adecuado. No concederé jamás a ninguna nación u organismo internacional derecho de veto sobre cuestiones que afectan a nuestra seguridad nacional”. En relación con la matraca y la cruzada antiterrorista de Bush no duda en superarla en demagogia añadiendo de su cosecha que está decidido a “acabar hasta con el último de los terroristas”. Si ambos hacen las mismas declaraciones es porque están metidos en el mismo barco, en la misma política belicista. Hasta tal punto es así que es Kerry quien declara querer construir y formar un ejército americano más fuerte y quien preconiza aumentar sus efectivos en 40.000 hombres, doblando la cifra de fuerzas especiales, para conducir las operaciones antiterroristas; dotar al país de nuevas armas y favorecer el desarrollo de la más moderna tecnología militar. ¡No está mal para un candidato apoyado por los movimientos “antibelicistas”! En lo referente a intensificar la militarización de la sociedad estadounidense ambos defienden proyectos encaminados a reforzar el arsenal represivo: Bush mediante la Patriot Act; Kerry mediante su proyectada aplicación inmediata de las recomendaciones de la “Comisión del 11 de Setiembre” que propugnan mejorar los servicios de información y, con objeto de “reforzar la seguridad de las fronteras” dar prioridad a los medios dedicados al espionaje y a la vigilancia de las personas, en nombre de la defensa de la seguridad de los ciudadanos.
Dos candidatos pero un mismo programa anti-obrero
En cuanto a “lo social”, aunque a Kerry le gusta remarcar que Bush es el primer presidente en setenta y dos años que carga en su mandato con la pérdida de 1,6 millones de empleos, y que en un segundo mandato de su rival las pensiones podrían verse recortadas en un 45%; lo bien cierto es que no tiene ninguna perspectiva de mejora que proponer. Cuando declara que Bush es el presidente responsable de los déficits económicos más voluminosos de la historia americana, y que él, en cambio, se propone reducir inmediatamente el tremebundo endeudamiento del país, lo que intenta es enmascarar que eso sólo puede hacerse recortando, más aún, los presupuestos sociales, tal y como hacen todos gobiernos del planeta. Kerry ataca la política fiscal de Bush, porque “favorece a los más ricos”, pero las modificaciones fiscales que él preconiza ni redundarán jamás en beneficio de los más pobres ni mejorarán en absoluto la suerte de la clase obrera. Es verdad que se ha producido un brutal hundimiento en la miseria de cada vez mayor número de norteamericanos: sólo en 2003 cerca 1’5 millones de americanos han caído por debajo del umbral de la pobreza, lo que eleva el número total de pobres “oficiales” a 36,3 millones de personas viviendo (el 12 % de la población), entre ellos 12,9 millones de niños o adolescentes menores de 18 años (un 18% de la población infantil); y hay 45 millones de personas que carecen de cualquier clase de cobertura social. Hay algo que Kerry oculta celosamente, y es que estas cifras no han dejado de aumentar desde los tiempos de Reagan, tanto con predidentes “republicanos” como con “demócratas”, y que fue el demócrata Clinton quien redujo salvajemente la cobertura social de los programas “Medicare” y “Medicaid” (para los ancianos, y para los pobres respectivamente).
La fiereza de esta campaña electoral sirve para enmascarar que ningún candidato puede ofrecer a la población algo positivo para el porvenir. No hay ninguna mejora posible de la situación ni en lo que se refiere a la crisis económica ni en lo que concierne al campo de los conflictos imperialistas. Ninguno de los dos contendientes tiene otro “recurso” que inspirar en los potenciales electores el temor a que el otro candidato sea el elegido.
Poco importa quien venza en las elecciones. Los obreros no tienen absolutamente nada que ganar dejándose atrapar en el voto; puesto que, sea quien sea el elegido, éste no renunciará nunca a empujar a los hijos de los proletarios a dejarse agujerear la piel en los campos de batalla repartidos por todo el mundo, para defender la política imperialista de la burguesía nacional. Ni uno ni otro pueden sino agravar y hacer más feroces las condiciones de explotación, ellos no pueden más que hacer pagar a la clase obrera la agravación de la crisis económica mundial. Y esos ataques seguirán socavando el nivel de vida y hundiendo en la miseria a una parte creciente de la clase obrera americana.
Wim 20/10/2004