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La aparición de este nuevo virus y la reacción de la burguesía muestra cómo el desarrollo de las fuerzas productivas se ha enfrentado a la muerte y la destrucción causada por el capitalismo. Así, mientras China ha escalado hasta convertirse en la segunda potencia económica del mundo, se ve abatida sin embargo por una epidemia viral; y mientras que la ciencia médica avanza, el capitalismo no puede proteger a su población de las enfermedades, como tampoco puede protegerla de las crisis económicas, las guerras o la contaminación.
El Covid-19 es una de las muchas nuevas enfermedades infecciosas que han surgido, particularmente en los últimos 50 años, incluyendo el VIH (SIDA), el Ébola, el SARS, el SERM, la fiebre de Lassa, o el Zika. Como tantas nuevas enfermedades, Covid-19 es una infección vírica animal que ha saltado a la especie humana y que se extiende entre la gente a consecuencia de las condiciones de vida alteradas por el capitalismo en este período. Vemos hoy procesos de producción y distribución cada vez más globales. Por vez primera en la historia la mayoría de la población mundial vive en ciudades, y en condiciones de hacinamiento e infraestructuras higiénicas muy deficientes. Y, como sucede en China, muchos trabajadores no sólo se concentran en las fábricas, sino que descansan (¿?) en dormitorios de fábricas atestados, por ejemplo, los trabajadores de Foxconn viven 8 por habitación. A esto se suma el uso de carnes de animales silvestres. En Wuhan se cree que un mercado ilegal de animales salvajes fue el origen de la nueva infección. Además, la destrucción del medio ambiente natural y los efectos del cambio climático están forzando a que masas de animales silvestres invadan las ciudades en busca de alimentos. Las ciudades atestadas son un potencial caldo de cultivo para las epidemias, como muestra Wuhan, y el aumento de las conexiones internacionales un medio para transmitirlas al resto del planeta.
Estas condiciones son el resultado de que el sistema capitalista en decadencia se ve impelido a alterar y polucionar hasta el último rincón del planeta cómo vía para hacer frente a su crisis de sobreproducción. El impacto destructivo de esta expansión global quedó claramente demostrado por la Primera Guerra Mundial que marcó precisamente el inicio de esta época de decadencia del capitalismo. Al final de esta contienda se produjo la pandemia de la llamada “gripe española” que se estima que infectó a cerca de un tercio de la población mundial y mató a más de 50 millones de personas en tres fases. La tasa de mortalidad estaba vinculada a las condiciones de la guerra imperialista, incluyendo el hambre y la malnutrición, la falta de higiene y el movimiento de los soldados enfermos desde las trincheras, lo que generó un virus más mortal en la segunda oleada.
En el período más reciente podemos ver que como el VIH ha matado a 32 millones de personas, principalmente en África, dónde ahora se ha vuelto endémico. A pesar de los avances médicos que han hecho que el VIH pase de ser una enfermedad mortal a una crónica, el SIDA mató a 770.000 personas en 2018 debido a la falta de acceso a la atención médica[1]. Muchas otras enfermedades que la ciencia médica puede prevenir siguen causando enfermedad y muerte. Oímos hablar de los casos de sarampión en los EE.UU., tal vez en Samoa, y la importancia de la inmunización para prevenir su transmisión. Pero los medios de comunicación apenas mencionan los casi 300.000 casos de sarampión en la República Democrática del Congo, con la muerte de casi 6.000 niños[2], donde centros de salud en un estado lamentable deben también hacer frente al Ébola. Estas muertes no son de gran interés para la clase dirigente porque, a diferencia de la pandemia de gripe porcina de 2009 o de la actual epidemia de Covid-19 en China, no amenazan su producción y sus beneficios en la misma medida. Pero el capitalismo es responsable de las condiciones que dan lugar a estas epidemias: en este caso, un país inestable, resultado del desmembramiento de África por las potencias imperialistas, constantemente asolado por una lucha por sus recursos naturales (oro, diamantes, petróleo y cobalto) que se ha cobrado millones de vidas. El 50% de las exportaciones de la RD del Congo van a China. Es un ejemplo particularmente gráfico de lo que entendemos por descomposición del capitalismo: un período en el que la clase dominante no puede imponer su “solución” a la crisis - una nueva guerra mundial -, porque la clase obrera no está derrotada; pero en el que tampoco la clase obrera tiene la fuerza para llevar su lucha a un nivel que pueda amenazar al capitalismo. Anunció este período el colapso del bloque imperialista ruso, y se caracteriza, entre otras cosas, por una caótica proliferación de guerras localizadas[3].
La persistencia de la poliomielitis también está directamente relacionada con la descomposición, puesta que la lucha o los preceptos fundamentalistas impiden la inmunización, con el asesinato por los yihadistas de trabajadores sanitarios, por ejemplo, en Pakistán. Toda la propaganda sobre esto está plagada de hipocresía por cuanto las grandes potencias que lo “condenan” no vacilan en emplear esos mismos combatientes irregulares y terroristas, como Occidente utilizó a los muyahidines en Afganistán contra los rusos en los años 80 y, desde entonces, en muchos otros conflictos. De hecho, el aumento del terrorismo es una característica de los conflictos imperialistas en el período de descomposición[4].
En lugar de destinar recursos a la salud o la educación, el gasto mundial en armamento y “defensa” en 2019 fue un 4% superior al de 2018. En el caso de EE. UU. y China creció más del 6%. En Alemania más de un 9%. Para dar una idea de las escalofriantes prioridades de la burguesía, mientras el presupuesto del CDC (Centro para el Control de Enfermedades) en los EE. UU. se redujo de 10.800 millones de dólares en 2010 a 6.600 millones en 2020, ese mismo país acaba de aprobar un presupuesto de rearme de 738.000 millones de dólares. El presupuesto anual de defensa de China se estima en 250.000 millones de dólares. La OMS tenía un presupuesto de sólo 5.100 millones de dólares en 2016-2017.
Mentiras e irracionalidad
Hoy existen muchas enfermedades mucho más mortíferas que el Covid-19, sin embargo, la burguesía se toma ésta como una amenaza, como lo hace con cada nueva enfermedad que puede convertirse en una pandemia y, por lo tanto, poner en peligro su productividad y beneficios, por ejemplo, a través de las bajas médicas por enfermedad – como vemos con este nuevo virus en China -, más allá del peligro que pueda representar para la salud y la vida humanas. Hay muchos aspectos de la enfermedad que pueden contribuir a su potencial pandémico: la infecciosidad, la naturaleza de la enfermedad. También es importante que haya surgido en una gran ciudad de 11 millones de habitantes en una zona bien conectado internacionalmente para el comercio y el turismo, y esto hace más difícil contener la propagación del virus. Es más difícil de contener que si hubiera surgido, como sucede en el caso del Ébola, en África, con muchas menos oportunidades de viajes al extranjero, o si hubiera surgido en 2003, como en el caso de la epidemia de SRAS, cuando la economía y los intercambios comerciales con China eran menores.
Gran parte de la respuesta inicial del Estado chino a este nuevo virus fue criminalmente negligente y carente de escrúpulos. Desde el 26 de diciembre se disponía de datos genéticos preliminares que indicaban la existencia de un virus similar al del SRAS, pero las autoridades chinas acosaron al Dr. Li Wenliang por alertar de este peligro el 30 de diciembre. Al mismo tiempo, informaban a la Organización Mundial de la salud sobre el virus. Pero las autoridades de Wuhan siguieron escamoteando información sobre la epidemia, organizando una gran comida comunitaria y un baile de Año Nuevo Lunar los días 18 y 19 de enero, aduciendo que no se transmitía de persona a persona. El 23 de enero, sin embargo, procedieron a aislar la ciudad cuando 5 millones de personas, casi la mitad de la población, ya se habían marchado para el día de Año Nuevo.
Todo esto ha provocado una enorme ira en la población, enfurecida por el hecho de que el gobierno ocultase la enfermedad al público e hiciese firmar a un médico una falsa confesión por "difundir rumores", cuando en realidad estaba alertando sobre ella. Esto ha engendrado una campaña por la libertad de expresión dentro de China. Los medios de comunicación y los políticos de los países occidentales se han hecho eco de esta campaña con sermones sobre los beneficios de la democracia, la “transparencia” y la libertad de expresión. Sin embargo, no debemos pensar, ni por un momento, que nuestra propia clase dirigente tiene el menor escrúpulo moral en mentir u ocultar la información cuando le conviene, aunque eso suponga poner en peligro vidas humanas. Las compañías farmacéuticas suprimen los ensayos clínicos que ponen en riesgo sus beneficios, incluso cuando implique ocultar que ciertos antidepresivos comportan un mayor riesgo de suicidio en adolescentes y adultos jóvenes[5]. Y los gobiernos de EE.UU. y el Reino Unido mintieron descaradamente sobre las armas de destrucción masiva para justificar la invasión de Irak en 2003.
El estado chino antepuso con completa frialdad su preocupación por mantener su autoridad sobre la vida y la salud de la población. Ha puesto en evidencia su naturaleza de rígida burocracia estalinista jerárquica, para encubrir el inicio de una epidemia cuando lo que se necesitaba era una acción oportuna para reducir y frenar la propagación del virus. Esto demuestra la brutalidad del régimen que no duda en sacrificar vidas humanas, pero también su irracionalidad, ya que la adopción de medidas oportunas en respuesta a la epidemia no sólo habría salvado vidas, sino que también habría ahorrado gran parte de las pérdidas que podemos esperar en la economía y gran parte del daño al prestigio de China como potencia mundial en ascenso a través, por ejemplo, de las Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda[6]. Esta irracionalidad del régimen chino en su respuesta a la epidemia está vinculada a su paranoia ante cualquier pérdida de poder o control, paranoia que se manifiesta en sus grandes campos de trabajo y "reeducación" para los uigures y otros pueblos, en su fruición por aplicar tecnologías de reconocimiento facial, o en su sistema de Crédito Social para mantener el control sobre la población en línea. Para preservar su autoridad no puede admitir la existencia de peligro o problema alguno.
Unas medidas de cuarentena represivas
Poner en cuarentena una ciudad de 11 millones de personas, cerrando todas las conexiones en los transportes y bloqueando todas las carreteras es algo nunca visto. Pero hacerlo después de que la mitad de la población haya sido autorizada a irse, empeora las cosas. Construir dos nuevos hospitales para 2600 nuevos pacientes en sólo 10 días es una impresionante pieza para la propaganda e incluso una formidable hazaña de ingeniería prefabricada (aun cuando no estaban listos cuando se necesitaban). Pero eso no significó que estuvieran dispuestos los médicos y enfermeros necesarios, ni aun contando con médicos del ejército y voluntarios de otras regiones. Los hospitales de Wuhan se han visto desbordados, al igual que los centros de cuarentena equipados con 10.000 camas. Los enfermos con coronavirus no pueden entrar en los centros de cuarentena y mucho menos en los hospitales. Los pacientes con otras afecciones, incluyendo el cáncer, no pueden recibir tratamiento hospitalario ya que todas las camas están ocupadas. Los pacientes enfermos y moribundos en los centros de cuarentena no tienen atención de enfermería. En los centros de cuarentena hay cientos de personas hacinadas en camas o colchones en el suelo con mascarillas de papel de dudosa eficacia, y con instalaciones sanitarias y de higiene muy deficientes, incluyendo baños y duchas portátiles en el exterior. Está claro que quien entre en un centro de cuarentena sin Covid-19 pronto lo tendrá. Aquellos sospechosos de ser portadores del virus son trasladados a la fuerza a los centros de cuarentena. Se ha sabido del caso del fallecimiento por hambre de un menor discapacitado después de que los parientes de los que dependía fueran trasladados a uno de dichos centros. Se trata más de medidas policiales que de medidas sanitarias.
Hacinar a la gente en centros de cuarentena que sólo pueden convertirse en centros de transmisión del virus recuerda a los hospitales para pobres que existieron hasta el siglo XIX en Europa y que eran fuentes de infección, por ejemplo, el aumento de la mortalidad materna por fiebre puerperal desde el siglo XVII hasta el XIX antes de que se comprendiera la necesidad de la higiene.
Se carece de equipo, incluida la ropa de protección para el personal de los hospitales; los médicos y las enfermeras trabajan durante muchísimas horas, lo que los hace más vulnerables a las enfermedades. Más 1700 de ellos han sido infectados y 6 han muerto.
Una inadecuada vigilancia de la enfermedad
En estas circunstancias está claro que morirán muchos pacientes que podrían haberse salvado con una atención médica adecuada. El Covid-19 parece tener más del doble de mortalidad en Wuhan que en otros lugares debido a esto. Sin embargo, independientemente de que las autoridades chinas sigan mintiendo sobre las cifras de infectados, tales cifras están en cuestión porque en muchos casos no se pueden contrastar con análisis. De ahí que se produjera un brusco aumento de los casos notificados en Wuhan el 11 de febrero, cuando se incluyeron los diagnosticados clínicamente – por los síntomas, pero sin prueba alguna-, con lo que el total de casos registrados supera los 60.000.
Pero esta inexactitud de las cifras no sólo afecta a China. A diferencia de Singapur, un país rico con muchos intercambios comerciales y que lleva preparándose para una epidemia desde el SRAS en 2003, muchos otros países más pobres no están preparados. "Cualquier país en el que abunden los viajes a o desde China, y no haya encontrado casos debería preocuparse", dice un profesor de epidemiología de Harvard[7]. Indonesia, por ejemplo, evacuó a 238 ciudadanos de Wuhan y los puso en cuarentena durante dos semanas, pero no les hizo pruebas de la enfermedad porque resultaba demasiado caro. Más aún, ¿qué pasa con el comercio y los clientes africanos de China y de su Nueva Ruta de la Seda? Habrá muchos lugares sin la infraestructura de salud para diagnosticar y atender a los pacientes con el virus.
Lo que resulta impresionante es que el nuevo virus ya ha sido secuenciado el 12 de enero. A continuación, la Coalición para la Innovación en la Preparación para las Epidemias (CEPI), creada en 2017 tras el brote del Ébola en África occidental, ha estado trabajando en la elaboración de una vacuna, con la esperanza de que pueda estar lista si el Covid-19 se propaga, y en particular si se convierte en una enfermedad estacional como la gripe. De hecho, mientras escribimos este artículo, el trabajo sobre la vacuna está ya en marcha, utilizando un nuevo método basado en la secuenciación de genes, que es más seguro que trabajar con un virus mortal, y ya ha servido para acelerar la producción de vacunas para Zika, el Ébola, el SARS y el SERM. Por supuesto, se requerirán pruebas de seguridad y eficacia antes de que pueda ser utilizada, y esto llevará tiempo. Pero este sorprendente potencial de las fuerzas productivas no significa nada por sí solo. Faltan fábricas para producir suficiente vacuna, y dado que ante el riesgo de pandemia los gobiernos no exportarán la vacuna hasta que hayan almacenado suficiente para su propio uso "invocando la defensa o la seguridad nacional"[8] el CEPI necesita planificar para que pueda ser fabricada en varios sitios.
Efectos en la economía
La economía de China ha sufrido un parón concentrada como está en la necesidad de contener el nuevo virus. Para responder inyecta dinero a la economía mediante una relajación de las reglas que controlan las deudas de dudoso cobro. Pero hoy China representa el 16% del PIB mundial, cuatro veces más que cuando la epidemia de SARS en 2003 que redujo su PIB en un 1%. Hoy la economía de China está mucho más integrada en las cadenas de suministro mundiales que hace 17 años. Esto ya ha obligado a Hyundai a cerrar plantas de automóviles en Corea del Sur, a Nissan a cerrar una en Japón y a Fiat-Chrysler a advertir que podría cerrar alguna producción europea. La producción de teléfonos inteligentes podría bajar hasta un 10% este año. Los textiles (China produce el 40% de las exportaciones mundiales), los muebles y los productos farmacéuticos podrían verse afectados. Al igual que el turismo. Y China ahora representa casi el 20% de las importaciones mineras mundiales, y está tratando de cancelar las entregas de petróleo, gas y carbón que no necesita. Las acciones de las empresas estadounidenses con alta exposición a las ventas chinas caen un 5%. Tras su guerra comercial con los EE.UU. no resuelta, este es un mal momento para China y la economía mundial.
A largo plazo, esto puede hacer que China sea un socio que parezca menos fiable para las inversiones de las empresas multinacionales. Le hará desde luego aparecer como un socio comercial más frágil y un aliado imperialista menos poderoso para sus clientes en la Nueva Ruta de la Seda. Quizás dependa de la rapidez con la que pueda volver a la normalidad su economía.
Pase lo que pase con este nuevo virus Covid-19, que se convierta en una nueva pandemia, que desaparezca como sucedió con el SARS, o que permanezca como un nuevo virus respiratorio estacional, esta nueva enfermedad es otra advertencia de que el capitalismo se ha convertido en un peligro para la humanidad, y para la vida en este planeta. Las enormes capacidades de las fuerzas productivas, incluida la ciencia médica, para protegernos de las enfermedades chocan con esa criminal búsqueda de beneficios, con el hacinamiento de una gran proporción de la población humana en ciudades invivibles, y los riesgos de nuevas epidemias que eso supone. Pero la amenaza capitalista no termina ahí, sino que abarca también los riesgos derivados de la contaminación, la destrucción ecológica y las guerras imperialistas cada vez más caóticas.
Alex, 15.2.20
Traducido de World Revolution (órgano de la CCI en Gran Bretaña) nº 385.
[2] stories.msf.org.uk/contagion-in-congo/index.html.
[3] Ver nuestras "Tesis sobre la descomposición", https://en.internationalism.org/ir/107_decomposition
[4] Ver El terrorismo, un arma de guerra del capitalismo https://es.internationalism.org/accion-proletaria/200512/302/el-terrorismo-un-arma-de-guerra-del-capitalismo y El terrorismo: arma y justificación de la guerra https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/832/el-terrorismo-arma-y-justificacion-de-la-guerra
[5] Véase el libro de Ben Goldrace titulado Bad Pharma que denuncia esta trapacería. https://www.researchgate.net/publication/235432984_Bad_Pharma_-_Ben_Goldacre
[6] Ver La ruta china de la seda hacia la dominación imperialista https://es.internationalism.org/content/4366/la-ruta-china-de-la-seda-hacia-la-dominacion-imperialista
[7] Citado en The Economist 15.2.20
[8] The Economist 8 de febrero de 2020